Os encontráis en tinieblas con los demás a vuestro alrededor.
Parte Roggar sentía que había llegado el fin otra parte de él,guardaba la leve esperanza de salir con vida de aquella infernal montaña. Se aferró a su segundo pensamiento por tanto, lo primero que intento hacer es encender una pequeña orbe de fuego mágico para iluminarle a el, a sus desafortunados compañeros y a los horrores que los aguardarian.
Intento encender una orbe de fuego para iluminar el lugar
Voy palpando las paredes en busca de una antorcha o puerta, algo que arroge algo de luz en el lugar.
En las paredes encuentras varias antorchas apagadas
Puedes elegir un hechizo de fuego de tierra, de aire o de frío, sólo uno a nivel 1, ¿Quieres que sea una bola de luz que ilumine (hechizo de fuego nivel 1)?
Las cojo y miro cuales están gastadas y cuales no.
Las que no estén gastadas intento encender una y el resto las guardo.
Las que estén gastadas las cojo, siempre pueden ser un buen arma.
Enciendes una y guardas dos en tu mochila, pero dilo para todos para que puedan actuar si quieren.
Enciendo una antorcha y digo:
- Tenemos luz, he conseguido otras dos para despues.
Alguno a visto salida de aquí.
— ¡Insensatos! ¿Cómo osáis encerrar a Méridas el Ocre? ¡La furia de cien dragones caerá sobre vuestras cabezas! — Alzo las manos pero tan solo un par de chispas salen de las puntas de mis dedos. — Oh, por las barbas de mi abuela... dónde habrán dejado estos maleantes mi báculo... Oh, perfecto. Bien hecho, hombre cornudo. — le levanto el pulgar a Decalo y comienzo a buscar puertas, agujeros, palancas... cualquier cosa que llame la atención.
Encuentras una palanca en una de las paredes
Me giro hacia Méridas:
- Cuidado humano raro. Yo no soy un cornudo, yo soy Decalo.
— ¡Decalo! Anotado, compañero. Mi nombre es Méridas el Ocre, mago extraordinario, maestro de los elementos. Llamadme solo Méridas, es más rápido. — murmuro mientras palpo las paredes de la mazmorra acompañado por la luz de la antorcha. — ¡Ajá! Méridas el Ocre vuelve a salvar el día. — exclamo antes de accionar la palanca que acabo de encontrar.
¡Imbécil, esa palanca ha activado una trampa, es que acaso no oyes los engranajes! ¡Todos al suelo!
— ¡Oh, Dioses! — caigo al suelo como un saco de patatas.
Me lanzo al suelo según se lo digo a los demás.
Una cuchilla lateral pasa por encima de vuestras cabezas, parece que esta trampa ha sido preparada para alguien mucho más alto, sin embargo es una llamada de atención bastante efectiva.
— Bueno, pues ya nos hemos encargado de esa trampa, de nada. Nota mental: Palancas igual a muerte. ¿Alguien ve algo más? — continúo usando la luz que emana de la antorcha de Decalo para estudiar la habitación.
- Sí, empiezo a ver una trampa que desactivar o nos costara la vida.
Señalo a Méridas.
Veis otras dos palancas una a la izquierda de un portal de piedra y una a la derecha