Partida Rol por web

Sin pensártelo más saltas el muro quedando al otro lado de los dominios fantasmas en los que te encontrabas. De alguna manera es como si el lugar soltara la presa de tu mente. Tal vez eso. O tal vez el golpe contra el suelo por la caída desde tan alto. Aún así eres un deportista semiprofesional, y estás acostumbrado a los esfuerzos físicos.

Y si es un coche. Y si esa luz es la de un coche...

El corazón empieza a bombear aún más deprisa y esperanzado con poder salir del lugar definitivamente te lanzas ladera abajo sin un rumbo fijo.

Entre árboles y arbustos has perdido de vista la luz, y desde luego no sabes por donde pasa la carretera. Las ramas de los árboles te golpean y fustigan en tu alocada carrera. Tropiezas más de una vez, caes y te levantas. Sin sacudirte el musgo y el barro continúas avanzando.

Tengo que llegar a la carretera antes de que pase el coche... si es un coche!

Aún el sólido cuerpo de Rick sufre con las tensiones a las que ha sido sometido a lo largo de esta noche, sin embargo su mente se niega a rendirse y los músculos continúan trabajando.

Algunas brumas de la mente del jóven se disipan, aunque no sabe cómo podría reaccionar volviendo a tener gente delante lo cierto es que necesita salir totalmente de ese infierno.

Corriendo tanto como puede, sin ser del todo consciente de que la expresión de su cara poco menos que asustaría a cualquier persona cuerda que pudiera verle, Ricky trata de llegar a tiempo a una posible salida.

Rubí, Diamante...

Corres y corres. Algo en tu interior te dice que la dirección puede no ser correcta.

No te pierdas Rick! No te pierdas!

Sin saber cómo de repente atraviesas una línea de árboles y sales a un lugar despejado.

La acción trascurre en milésimas de segundos, acelerada por la velocidad de tu huída y por la adrenalina de tu acción.

Tus zapatillas de deporte dejan de pisar tierra y barro y pisan suelo duro.

Asfalto! Llegas por fin a la carretera que suponías debía haber colina abajo. Miras a la izquierda y luego a la derecha. Un chirriar de gomas te pone el corazón en un puño y tus músculos se tensan involuntariamente preparados para recibir un impacto. Una luz blanca cegadora te hace cerrar los ojos.

Las hojas de los árboles golpeando mi cara, la tierra que se convierte en asfalto bajo mis pies, los sonidos de la noche rotos por el chirriar de gomas... mis sentidos, abotargados, se ven superados por la situación pero agradecen todas y cada una de las perlas de cordura y realidad que significa tales señales.

Tenía la certeza de haberse perdido, de que moriría de frio o hambre en aquel bosque, no tan aterrador como el del monasterio pero igual de letal llegado el caso. Había interiorizado esa dura realidad, sin embargo unas luces le ciegan y durante el breve instante siguiente, que a él se le hace eterno, solo puede pensar que estaba equivocado. Ha encontrado el coche.

aa... llega a articular por alguna razón, justo antes de que sus músculos reaccionen al márgen de su voluntad.

Sin saber muy bien cómo parece como si tu cuerpo se hubiera hecho más pequeño hasta casi ser transparente para evitar al vehículo que se te echaba encima. Pasa a tu lado veloz, escuchas el derrape y te preparas para una colisión, pero nada de eso pasa...

Un segundo más tarde todo está en silencio. La lluvia repiquetea ahora sobre el techo del coche que ha estado a punto de atropellarte y que aparece atravesado en el esfalto unos quince metros alejado de ti. Permaneces inmóvil bajo la lluvia, paralizado momentáneamente por la situación. Nadie se baja de momento del vehículo.

eeeh

balbucea Rick. Siente la lluvia sobre él y el repiqueteo sobre el coche como una señal del paso del tiempo, eso le alerta, sacándolo de su inmovilidad. Temiendo que el coche vuelva a arrancar sin consideración, que haya perdido su única oportunidad, que le tomen por un loco peligroso ante su mirada ausente... y mil cosas más, el desdichado capitán se acerca al automovil con un paso furioso que le es imposible disimular.

idiota, idiota, idiota se repite a sí mismo, castigándose por todo desde hace varias horas.

Con los puños inadvertidamente cerrados el jugador de rugby llega hasta la altura del coche y se asoma, tratando tanto ser visto como de ver a alguien real, con el consuelo que esa simple victoria le traería en este momento.

Te acercas lenta y precavidamente al coche. Tus pensamientos son correctos, lo único que faltaba es que el tipo o tipa arrancara sin consideración. No te muestras muy locuaz en tu llamada, pero dada tu situación emocional es más que sufieciente, a tu entender.

El vehículo, un pequeño utilitario deportivo con algunas décadas a su espalda, descapotable aunque ahora con el techo cubierto, permanece con las luces encendidas y el motor parado tras la maniobra de esquive y frenado.

De repente se abre la puerta del conductor y sale de él un varón de raza blanca, de estatura media y pelo rapado, con cara de poco amigos que porta en sus manos una especia de herramienta de hierro, probablemente una pata de cabra.

Joder, lo que faltaba...

Ni te muevas colega. ¿De qué vas, eh? ¿Quieres pasta? ¿Mi buga?

Pues tendrás que ganártelo!

Maldito cabrón, casi me matas!

Empuña la pata de cabra amenazadoramente.

yo... eh... yo solo... el corpulento jugador de rugby encuentra dificultades para hablar. Su mirada está fija en el trozo de metal que lleva el desconocido en la mano, pero eso no parece hacerle reaccionar. Los traumas y las impresiones del día de hoy han arruinado sus dotes oratorias y su percepción parece mermada, difusa.

A cualquiera que conociera a Rick hace unos días le resultaría dificil reconocerlo en este grandullón sumiso y alelado. No parece entender el peligro que podría significar el arma y la hostilidad del hombre. En otra época no habría rechazado una pelea y sus músculos habrían reaccionado al instante como una máquina entrenada y pulida para el cuerpo a cuerpo. Ahora mismo no reacciona poniéndose en guardia y en su lugar se alegra de tener a alguien físico, tangible, delante... tan solo se esfuerza, como un niño, en articular unas pocas palabras para hacerse entender pero incluso eso le cuesta.

Ahi. Ayuda, ayuda...me.

Desde luego el desconocido no esperaba esta reacción. Por el aspecto y la locuacidad del otro, cada vez tiene más claro que debe estar tratando con un tarado mental.

Pero qué dices tío! Déjate de tretas! ¿Te has escapado del manicomio o que?

Aún con todo, se relaja brevemente y baja visiblemente el arma.

Necesito ayuda, en el manicomio... necesitan mis amigos. Ahi... ayuda.

a pesar de que le cuesta expresarse con claridad y coherencia poco a poco va haciéndose entender mejor. El jóven deportista no parece nervioso, ni alterado, la dificultad para expresarse proviene más bien de encontrarse aletargado, confuso por toda la maraña de hechos recientes.

Si su tranquilidad podría parecer pacífica lo compensa su cara, que muestra una cordura en el límite.

Está bien tío. Relájate. ¿De qué estás hablando? ¿Manicomio? Por aquí no hay ningún manicomio. Solo un viejo convento abandonado hace años...

Tranquilízate.

El desconocido se te acerca, pero avanza con la pata de cabra baja, aunque sin soltarla. Se acerca con reservas pero parece que dispuesto a dialogar.

Casi me jodes el coche, ¿sabes?

No es un convento dice Rick negando con fuerza y demasiado énfasis es... es...

un manicomio

ahi, ese edificio dice finalmente señalando. Sin duda la definición del extraño le ha parecido de lo más apropiada, se ajustaría más algo asi como infierno pero cree que no es prudente asustar al desconocido.

Bueno tío tú mismo! Llueve a cántaros y no pienso quedarme aquí bajo la lluvia hablando con un pirado.

Será mejor que te vuelvas a donde hayas venido o acabarás tirado en la cuneta muerto, literalmente, de frío...

El desconocido se ha quedado a un par de pasos de ti, y ahora retrocede sin quitarte el ojo de encima en dirección de nuevo al coche.

No, no

tienes que venir conmigo... sacarlos del manicom... de ahi.

Rick no está dispuesto a dejar irse a la única posible ayuda que posiblemente atraviese esos parajes a esta hora. En la mente del jóven trastornado pasan muchas imágenes, más que opciones planteadas como tal. Necesito al menos el coche... por lo menos el coche.

- Necesito al menos el coche... por lo menos el coche.

Parece como si el extraño te hubiera leído el pensamiento. Tus ojos de loco esquizofrénico te delatan.

Tranquilo tío. Busca un lugar al resguardo de la lluvia donde pasar la noche. El servicio de buses se reanudará a las 6 am. Al fin y al cabo te faltan 3 horas...

Si no haces nada, el desconocido parece estar dispuesto a irse. Tienes que hacerle ver que le necesitas de verdad...

No no no noo... repite una y otra vez el atleta, incapaz de articular otra palabra mientras piensa en cómo resultar creíble, sincero y cuerdo, algo que había surgido de él todos estos años con tanta naturalidad ahora era todo un desafío.

Estoy herido dice finalmente alzando sus manos magulladas y sus doloridos brazos, victimas del garrote de la extraña mujer demente

y mis amigos están ahi en peligro señala vagamente, en dirección incorrecta, pero aún así logra hacerse entender Rubí, Diamante... el viejo bibliotecario que tenía que viajar y se nos unió, el empollón que siempre habla de libros, los hermanos...

divaga sobre sus compañeros, sin darse cuenta de que el desconocido se pierde en su confuso hablar. Sin embargo con suerte al menos sacará de la algarabía otros nombres, el concepto de que no está solo, que hay más en un peligro mayor que él.

El deportista menea la cabeza de forma extraña, poco a poco se vuelve consciente de que debe estar pareciendo un loco, pero saberlo no le ayuda a evitarlo.

yo... me llamo Rick dice, cortando drásticamente el aluvión de datos en un extraño intento de hacer algo normal, cuerdo, que pueda tranquilizar al desconocido.

En su cara se compone una muy sutil sonrisa, ideal para ganar confianza e infundir calma. Cargado de magnetismo y de esperanza el gesto tiene el toque justo para no negar la emergencia de su petición. Amistosa pero apremiante, resuelta pero razonable...

...al menos es así en la cabeza de Ricky.

El extraño te mira con un pie metido ya en el interior del coche. Más por pena que por curiosidad, el caso es que parece estar dispuesto a escucharte.

¿Me estás diciendo que realmente hay más gente en peligro? ¿Qué clase de peligro? Y herido... ¿te han atacado, disparado?

El desconocido te mira en la distancia. El agua de la lluvia cayéndola por la cara desde su lampiña cabellera.

Deberíamos avisar a la policía...

Sale del coche y cierra la puerta tras de sí, acercándose con precaución a ti.

Como me esté engañando e intente mangarme el coche le voy a meter la pata de cabra entre ceja y ceja... Joder...