Partida Rol por web

Helga empezó a trepar, valiente y decidida con la nobleza latiendo en ella de emprender un camino desconocido, peligroso y aun así querer proteger a otros.

La enredadera combinaba hojas de cristal, hojas de terciopelo, hojas de nubes y hojas biológicas. Y cuanto más alto llegaban nuestros héroes, menos quietas se estaban las hojas y más polvo tintineante cubría el tronco de la enredadera y del castaño.

Fue justo cuando las nubes empezaron a ser alcanzables con la mano de algún brazo largo cuando el pequeño dejó de trepar, miró hacia Helga y sonrió con emoción que declaraba "ahora nos divertiremos".

Poco a poco las ramas se alargaron hacia ellos, ofreciéndose como mano para un baile, y si la enredadera hubiese podido tal vez hasta hubiese hecho una pomposa reverencia. El niño saltó sobre una hoja y dejó que el resto de la rama le asegurara enredando el tallo a su cintura, y entonces la enredadera se lo llevo más allá del techo de nubes.

El niño no parecía temer nada, un salto en aquellas alturas era mucho más que un salto, a Helga ya solo despegar su cuerpo del tallo de la enredadera le daba cierto pavor y más ahora que el mundo en que siempre había vivido se perdía bajo las nubes. 

A Helga le costo algo más que al niño llegar a esa hoja donde la enredadera lo había agarrado, tuvo que reunir bastante coraje para atreverse a llegar hasta allá incluso para seguir a lo desconocido al niño dejándose llevar por una planta. aunque en cierta manera prefería seguir adelante que la idea de bajar sola por esa enredadera, tenia la sensación que si se alejaba del muchacho mucho, quizás todo aquello que parecía sacado de un sueño se desvaneciese como tal en la llegada del alba. 

Lo lamentó por la jovencita, lo lamentó profundamente, pero no podía ayudarla ahora, quizás en otro, pero en ese momento, la pequeña arañita debía conseguir la cura para la única persona que le importaba en su vida, su madre. Entre los pliegues lo observó todo, como la encerró y se enteró que la paladina se había escapado, ¿pero en que momento?. Estaba nerviosa, quería que de una vez por todas la bruja se moviera y fuera con la pluma, realmente la necesitaba, era la llave para ayudar a su mamá y poder volver a casa. Ansiaba poder regresar con los suyos, era tanto tiempo ya fuera.

Como arañita vio los ojos de la rubia, así que hilaba ¿que hilaba?, estaba intrigada, pero vamos, debía mantenerse entre las ropas, sin embargo, sin embargo... no, no tenía oportunidad, no en ese momento, tenía una misión que cumplir. Se escondió entre las ropas, y esperó a que la bruja se fuera de ese lugar y que la llevara donde estaba la pluma que necesitaba, pero había notado que no tenía ni las llaves, ¿un hechizo?, con mayor razón debía seguir a esta bruja malvada.   

Helga era de corazón valiente además de aventurero. Saltó a la hoja que iba a elevarla como al niño, y la enredadera reaccionó igualmente proporcionándole un abrazo de tallo joven que la sujetaba con el cariño de una madrina.

Al atravesar las nubes, éstas llenaron los cabellos de helga de diminutos diamantes y volvieron sus ropas nuevas, relucientes y aptas para el combate. Helga no solo parecía una guerrera propia de su pueblo -con algo más de brillantes-, sino que su corazón latía con el vigor de su aldea.

Desde su hoja pudo ver al niño vestido con un príncipe de tierras sin nieve. Con pantalón estrecho y blanco y chaqueta de cola azul del mar profundo y todavía el cubo por corona.

Las hojas seguían subiendo hasta llegar a una gigantesca rosa abierta en cuyo centro esperaba una puerta tallada en mármol blanco.

Las hojas dejaron a sus pasajeros en el pétalo central y en ese preciso instante, la puerta se abrió y el Hada Madrina atendió.

— [color=#BA55D3]Queridos, queridos, soy Efflyonora, mis amigos.

¿Me habéis traído el polvo de los árboles caído?[/color]

Preguntó con una gran sonrisa y voz cantarina y tan pronto el pequeño se lo entregó, ella posó un beso en su frente y una sonrisa en sus ojos.

— [color=#BA55D3]Gracias pequeño mío, que tu esfuerzo no sea baldío.

Cierra los ojos, desea muy fuerte que te oigan hasta los cerrojos. Tu deseo será cumplido, lo sabrás cuando vuelvas al nido.

¿Y tu? querida mía, que no entiendes de cobardía. ¿Qué puede Efflyonora hacer por ti y por tus sueños para que no frunzan ceños?[/color]

Bueno querer no quiero nada, pues si una vez quise algo de verás me llevo a perder a quien más he querido y más me quiso. -el recuerdo de su padre hace que una lagrima escape de sus ojos.

No, no quiero nada yo
pues lo que quise todo se llevo

Más Florinella necesita ayuda
para salvarse de una bruja
que amenaza toda Villabruja
con su magia negra oscura

No, no quiero nada yo
pues lo que quise todo se llevo

Mas tengo un proposito
a Salmandora venceré
y el pueblo slavaré
liberandoles de todo castigo

No, no quiero nada yo
pero voy a luchar 
y la estrella recuperar
y a la bruja derrotar. 

Sal Mandora estaba realmente furiosa y a diferencia de otras furias, la de Sal Mandora se escapaba de ella en forma de llamas verdes que corrían por su piel como serpientes de espaldas serradas que tan pronto podían huían de la bruja y continuaban por las paredes.

La joven de cabellos dorados se recogió en una esquina de su celda, envuelta en paja y madera, tal vez por ignorancia tal vez por rendición pero acudió al único lugar dónde su seguridad era menor y por algún motivo aquello detuvo los fuegos de Sal Mandora.

La bruja inspiró profundamente, rebajó su temperatura y salió del calabozo dando más portazos de los que podía.

Una vez en los pasillos del castillo Sal Mandora empezó a gritar el nombre de su amado y cómplice. Le llamaba como si pudiera oírla desde cualquier rincón y a pesar de ello decidiera hacerlo a voces.

— ¡Maldor! ¡Maldor! ¡Maldor!

La bruja exigía su presencia, exigía una explicación y exigía una solución mientras caminaba casi como si se deslizara hasta el final del pasillo dónde la aguardaban dos grandes puertas de madera.

La arañita de Fantaghiro pudo ver tan solo una ventana en el pasillo, y en dirección opuesta a las puertas de madera había una elegante escalera que ascendía a un piso superior. A mano izquierda, a continuación del calabozo empezaba la base de una construcción que parecía un torreón y cuya puerta había sido quemada hacía ya mucho, mucho tiempo.

Cierto es y nadie se atrevería a negarlo que el Hada Madrina quedó impresionada con el corazón de Helga. Comprendió lo que anhelaba y admiró por lo que luchaba.

Era una joven de lo más valiente y bondadosa. Una joven a la que los deseos deberían haberle llegado en su nacimiento y si así no había sido, solo significaba que el reino que había habitado Helga quedaba muy lejos del de Príncipe. Aquello, o la más triste posibilidad de que el hada de Helga hubiese sido... Duermevela.

Efflyonora se acercó a la paladina, y estiró su fino dedo para recoger en una caricia de algodón y calidez la lágrima de la joven guerrera.

— No te aflijas por Florinella, la ninfa solo teme a la arroyuela. No creas sus ruegos, es una joven de juegos. Mas al pueblo salvarás, con una pequeña ayuda todo salvarás —guiñó un ojo a la joven y sopló con suavidad sobre la lágrima que había recogido como gota del rocío en su índice—.

Poco a poco la gota empezó a tomar forma, se elevó de su dedo y creció en el aire hasta formar una espada de cristal que se sostuvo en el aire, descansando frente a Helga.

— [color=#BA55D3] Tómala, princesa guerrera. Cumple tu misión y que vuelva cuanto se perdió. [/color]

La guerrera contempla la hoja hermosa e imposible creada de una de sus lagrimas. La toma como le indica Efflyonora y se ve reflejada en el cristal ahora con esa armadura brillante y con una determinación que no había tenido antes, no ya no ve a una niña disfrazada de guerrera sino a una mujer con un propósito. 

El niño observó la espada con los ojos más abiertos que su boca y tras reseguir el brillo de una estrella recorrer la hoja y desaparecer en la mano de la guerrera, el pequeño liberó toda su admiración en un suspiro que vació sus pulmones — Ala...

Efflyonora sonreía como si la propia dulzura la hubiese esculpido y tras el suspiro del niño, el hada enmaraño sus cabellos y lo empujó con suavidad desde su espalda para que se acercara a la paladina.

— [color=#BA55D3]Escribid vuestro destino pero tenéis que saber que a medianoche mi magia se desvanecerá, a diferencia de tu coraje[/color].

Tomó un puñado de polvo mágico y extendió la mano plana frente a sus labios — [color=#BA55D3]¿Preparados? Pensad solo en aquel lugar al que queréis ir[/color].

realmente lo lamentó por la pobre chica, se preguntaba si realmente podría hacerle frente a esa bruja, pero corría el riesgo de que robara sus poderes y la encerrara, eso haría que la única esperanza de su madre y del bosque encantado se extinguiera para siempre. No podía arriesgarse, no podía. Con más cargo de conciencia del que estaba dispuesta  asumir, aguardó a que la bruja dejara de lanzar rayos y lenguas de fuego verdes.

Ya calmada la bruja, observó el lugar detenidamente, faltaba la paladin, aún no entendía cómo se habían separado tanto, pero en fin, quizás la rubia quería salvar a todos ahí. Meditó hacia dónde ir, así que sus patitas se movieron rápidamente hacia la escalera que ascendía, debía buscar el estudio de la bruja, una vez que estuviera lo suficientemente lejos, usaría su magia para transformarse en algo menos pequeño para poder avanzar Más rápido. 

Las escaleras no eran un gran reto para una araña por más pequeñita que fuera. No, grande no era la palabra en absoluto, pero sí fue un ascenso largo.

La bruja parecía querer complicar la vida de todos los integrantes del castillo, incluso la de aquellos que no sabía que habían entrado, como era el caso de nuestra valiente Fantaghiro.

Sal Mandora siguió su camino pasillo al Este al no obtener respuesta de Maldor. Sus manos estaban cada vez más verdes, sus uñas más negras y en su mirada advertía que no era buena idea cruzarse en su camino.

Pero aquello ya no era problema de la hija, alma y esperanza de Malefica. La joven semihada había llegado al piso superior, a un nuevo pasillo que se abría hasta tomar el nombre de distribuidor o descansillo y mostraba tres puertas.

A derecha e izquierda las puertas eran de robe e individuales, enmarcadas por unas retorcidas columnas de piedra que simulaban los tallos de una enredadera floreada y justo delante de las escaleras se alzaban unas puertas dobles cuya base era también robe pero contenía detalles de cerezo incrustado que dibujaban motivos naturales. Por debajo de esas puertas podía verse una extraña luz morada parpadear.

Como una buena arañita, silenciosa y que nadie notaría, siguió su camino, ya estaba cansada, estar en esa forma no era lo más práctico para su misión, pero hasta ese momento le ayudaba para sus fines, mantenerse alejada dela bruja verde de Mandora y poder buscar la pluma que tanto necesitaba. Ya en el pasillo y viendo que tendría que pasar entre las puertas, decidió mantenerse en la misma forma, que un ratón no podría pasar por debajo de alguna de ellas.

Se acercó a la puerta donde estaban los motivos labrados y provenía la luz, con un poco de suerte también encontraría la forma de librarse de aquella terrible bruja y ayudar a los que tenía encerrados y bajo el yugo de su verdosa maleficencia.

Fantaghiro con gran valentía cruzó aquella puerta que encerraba luces chispeantes y una vez al otro lado de la gruesa madera pudo ver una especie de laboratorio, con dos mesas de madera y un trono.

Las mesas dibujaban un pasillo y aquella que quedaba más a la izquierda tenía a sus pies un conjunto de cristales rotos y líquidos y polvos de colores que al juntarse desprendían luces, chispas, llamas que rápidamente se extinguían y algunos de ellos habían creado una rosa tan roja como la sangre sobre la nieve blanca. Y encima de ella solo había un tintel vacío y la pluma de oro.

Maldor se encontraba en esa habitación empuñando una fregona y recogiendo los líquidos tan a prisa como era capaz. Nervioso y con los pies luchando por salir corriendo a la llamada de Sal Mandora que aun resonaba de vez en cuando por todo el castillo.

De pronto el dulce villano, dejó la fregona, cogió un matraz de la mesa de la derecha y saltó por la ventana del laboratorio.

Cuando llega a la habitación se pregunta si ha sido uno de los arranques de la bruja verdosa, y de tener más tiempo, la hija de Malefica comenzaría a investigar y de hacerse de alguna de esas pociones, pero no estaba ahí para aquello, sino para buscar la cura de su madre. Sigue con forma de araña  y avanza entre las sombras fijándose en lo que estaba haciendo el hombre que parecía más asustado que un villano importante.

- tsss- chasquea la lengua cuando lo ve dirigirse a la puerta, Fantaghiró recuperó su forma y antes de que el tipo saltara por la ventana, sin saber si era un intento de escape, suicido o ve tú a saber que había en la mente de ese atormentado hombre, lo cogió de una de sus mangas  y lo comenzó a jalar dentro de la torre... debió pensarlo mejor, sin lugar a dudas, pero su primera reacción fue salvar al hombre, aunque fuera una persona con tan pocas cosas buenas que justificaran su personalidad maligna.

Lo jaló hasta ponerlo a salvo y retrocedió sacando uno de sus cuchillos amenazándolo, era curioso que intentara salvarlo y luego lo amenzara, pero como había actuado más por instinto, ahora lo pensaba mejor y sabía el error que había cometido. Jadeando por el esfuerzo, ya pensaba en los hechizos que le lanzaría si intentaba atacar a su salvadora.

La paladina duda un instante, no esta segura de como proceder, cierra los ojos y en su mente figura claro, no sabe donde esta ni como es pero quiere ir al castillo de la bruja. 

Maldor empezó a transformarse en murciélago cuando la joven hada llegó a él, agarrando todavía su brazo humano y al obligarle a volver a entrar el hombre dio un traspiés y casi pierde el contenido de su matraz.

— Señorita —protestó con adorable incredulidad— ¿Se puede saber qué hace? —miró a Fantaghiro sorprendido pero sin fruncir el ceño ni un poco ni mostrar temor por ese cuchillo que empuñaba la joven— ¿y quién sois, además de una belleza perdida en un castillo?

Se había equivocado, el estúpido hombre no buscaba matarse, aunque aunque lo hiciera, no debió haberlo hecho. Ahora mas encima sabía que podría transformarse, sabía que tenía magia y que era peligroso, lo peor es que la había visto. Doble rayos.

- imagino que salvarte la vida, aunque veo que no es necesario - le habla con sumo desprecio sin bajar su cuchillo luego observó el matráz -accio- conjuró buscando que le matráz que tenía llegara hasta ella.

3, 2, 1 ...

Una llovizna de polvo de diamante cayó sobre la dulce paladina y fuera de esa cortina tintineante el Hada, el niño y la flor que los sostenía empezó a emborronarse primero y a volver a definirse después mostrando una hermosa sala de baile.

Se trataba de una sala alargada, con suelo de mármol salmón y grandes ventanales en forma de arco en una de sus paredes. Otras dos estaban decoradas con con columnas floreadas y en la cuarta de las paredes había un portón doble alto hasta el techo de madera tallada con motivos naturales.

Entre una y otra columna floreada había mesas repletas de dulces y fruta perfecta. Y en una esquina: un pequeño escenario con un piano de cola tallado en madera rojiza de cerezo.

Y justo en medio de la Sala, adornada con una lágrima hecha espada y una brillante armadura se encontraba una heroína a cuatro pasos de su destino.