Partida Rol por web

El sol empezaba a estar bajo para cuando la mayoría de los Thalassos divisó el Castillo de Pazo Pajar en la lejanía. Parecían haber sido los últimos en llegar tal y como delataba el gran campamento montado en torno al mismo. La puerta de entrada quedaría oculta por las numerosas tiendas de campaña de los colores de la Casa a la que servían de no ser por un pasillo compuesto por pendones de cada una de las casas que se darían cita en aquel lugar.

Tras unos breves instantes para apreciar la magnitud de aquel evento, retomaron la marcha seguidos por un nutrido grupo de soldados que marchaban a un ritmo marcial, todos ellos supervisados por Nathan Ostlich, quién había querido hacer especial hincapié en aquella marcha final. Al final cabo no dejaba de ser su carta de presentación.

A un lado de los que encabezaban el cortejo se encontraba la figura enjuta que portaba los colores de la Casa Buckler de Puertabronce.

-Hasta aquí llega mi escolta. -Anunció el mensajero de los Buckler quién les había estado escoltando. Brandon era su nombre, parco en palabras y las pocas que salían de su boca estaban impregnadas de formalismo. -Como habrán notado, en el interior sólo hay lugar para unos pocos, el resto deberá permanecer en los alrededores.- Señaló entonces una zona de la muralla en torno a la cual había quedado un espacio reducido pero suficiente para el grupo que les había acompañado subrayando así su última afirmación.

-Si me disculpan, voy a irme adelantando para anunciar vuestra llegada. 

Tras despedirse picó espuelas a su corcel y marchó al galope a hacer el resto del camino que restaba hasta el castillo. El ruido de los cascos al martillear la tierra seca y el polvo que levantó en el camino pasó desapercibida para el grueso de las tropas que circundaba el lugar; tal vez porque estaban demasiado entretenidos en sus quehaceres o porque ya se encontraban acostumbrados tal vez al ir y venir de gente del Castillo de Pazo Pajar.

Lord Cleesten le agradeció al mensajero su servicio con un gesto y continuó andando hacia Pazo Pajar.  Alentó el paso a propósito, para no mostrar ni demasiada prisa ni indolencia, justo la medida correcta.  

Con los ojos adivinó un lugar para sus hombres.  Quería dejarlos bien ubicados primero, que comenzaran a asentarse sin problemas.  Quizá todas las otras Casas trajeran igual un contingente de ese tamaño, menor para ellos, aunque para los Thalassos ese mismo número representara un tercio de su fuerza.    En fin, eso no tiene porqué saberlo nadie. 

Myra, Samuel, después del banquete, ¿cuales planean que sean sus actividades?  ¿O esperan a ver si en el banquete sale algo interesante?  

Como siempre, protector de sus críos, pero sabedor de que darles libertades haría que practicaran mejor navegar por estos espacios de relaciones entre nobles, y casas nuevas.  Y le traerían cosas nuevas de lo que cada quien averiguara. 

Es como dejar suelto un halcón marino.  Siempre algo bueno pescan.  

Llevaba la capucha por encima resguardándome, el viaje había sido tranquilo, pero aun así estaba cansada de cabalgar y me dolía todo el cuerpo, estaba deseando tumbarme a dormir un buen rato y no tenía dudas de que Almendra también querría descansar un poco.

Pero ya habíamos llegado, al ver Pazo Pajar y todo el bullicio que había en los alrededores di un profundo suspiro.

Me despido con la mano del mensajero que acelera el paso para anunciar nuestra llegada, sin duda no hacía falta nada de eso pero bueno que hiciera lo quisiera, yo ahora mismo solo quería descansar.

-Pues yo pensaba en dormir un rato enseguida que pudiera, espero que antes del banquete, ahora mismo solo quiero tumbarme un rato…-

No había respondido a mi padre, así que continué hablando, no estaba segura de que me apeteciera pasear por aquí, ya había tenido demasiado con venir.

-No estoy segura, quizás… me lo tome con calma, ya veremos.-

Acaricié el lomo de mi yegua y le susurré. -Vamos bonita que ya llegamos.- Luego con su suave ritmo seguimos caminando hacia las puertas de Pazo Pajar.

Había andado al lado de mi hermana sobre Pisapinos, el viaje era divertido pues podía mirar lugares que no había visto antes pero se me hacía aburridamente lento, quería cabalgar a más velocidad aunque claro, mi padre me reprenderia si lo hacía. Escuché a Myria tras la pregunta de mi padre, sabía bien que sus planes eran otros pero no quería contrariar a su padre diciendole que quería tomar a Almendra y recorrer toda la zona de Pazo Pajar dando un largo paseo. Por mi parte, relacionarme con otros jóvenes de mi edad no me entusiasmaba en lo más mínimo, sus intereses solían estar en matar cosas y follar cosas, y ninguno de los míos estaba en eso. 

-Si no hay un torneo o algo parecido, veré que surge en el Torneo padre. Si hay una reunión y quieres que te acompañe junto a mi hermano no tendría problema en hacerlo...- comenté, si bien a veces me esforzaba en parecer obediente, mi padre sabía que en general, excepto cuando se me pedían ciertas cosas, lo era.

Bien bien.  Hay dos cosas que quiero que vayan practicando entonces.  Hablaba mientras cabalgaba, tan natural para él como el caminar, parecía.  A diferencia de su padre y su abuelo, lord Cleesten era tan hombre de mar como de tierra.

La primera es cómo van a reaccionar ante las dos siguientes situaciones:

Se acerca un Gower y les dice:  ¡Ustedes Thalassos no son más que descendientes de un vulgar ladrón y asesino! ¡Nobleza?, tienen tantas como tierra.  ¡Alejense de mi vista!¡ ¡Tan vulgares como su mierda de abuelo!   -la verdad es que imitaba muy bien el acento de aquella familia con quien tenían enemistades.  Era buen actor.  Y las palabras eran hirientes, calientes, sonando casi reales.  Quería ver cómo reaccionaban sus críos ante posibles ofensas y provocaciones de sus némesis y vecinos.  Esta era la prueba.

La sensación era incómoda, real.  Esto podría pasarles, o no, a la entrada del banquete, o en el campo.  Quería ver que tal respondían.  Inclusive un caballero novato puede encontrar la forma de evitar un combate que puede perder. 

Esto es un torneo, de palabras, pero no por eso sus hojas son menos afiladas.

Y bien, ¿porqué no se van de una vez, se suben a su viejo barco lleno de ratas y se regresan a Essos, o cualquiera de esas islas llenas de basura como ustedes?

-Disculpe caballero, pero no lo conozco, así que no tengo nada contras usted y no pretendo tener ninguna discusión por cosas que han sucedido hace décadas, le pido que si tiene algún problema con alguien de mi familia lo resuelva con esa persona, mi nombre es Samuel Thalassos, es un honor conocerlo- dije muy estoicamente sobre mi caballo sin que en mi rostro haya  un ápice de furia por el maltrato recibido. 

Convencer?

Los caballos siguieron avanzando con lentitud mientras padre e hijo se lanzaban pullas en un intento de recrear algún tipo de juego político. La joven Myria permanecía a su lado pero en un segundo plano, ajena a su conversación y más pendiente de su montura que de lo que se estaba desarrollando allí. Tras ellos las tropas siguieron marchando mientras Nathan iba dándoles instrucciones de no bajar la guardia. La perspectiva de una fiesta próxima siempre ha relajado la disciplina marcial y no iba a ser aquella una excepción.

La disciplina no se relajó cuando llegaron al inicio del sendero flanqueado por los pendones de las diferentes casas. Mientras que los tres miembros de la familia acompañados por su castellano marcharon al frente, el resto fueron al lugar designado para ellos. Tenían que levantar el campamento antes de poder participar en los festijos.

Tras cruzar el hueco que habían dejado las puertas de la fortaleza, cruzaron el patio que circundaba la fortaleza interior hasta que llegaron al gran patio de armas poblado de multitud de actores en aquella comedia que estaba a punto de representarse. A ambos lados de donde se encontraban, estaban las caballerizas. Antes de que hiciesen nada un mozo apareció:

-Sean bienvenidos miembros de la Casa Thalassos. - Dijo el joven de aspecto desaliñado, su ropa olía a estiércol y heno y sus palabras terminaron por confirmarlo. -Me encargaré del cuidado de sus monturas, pasen por favor, pasen al patio que el resto les están esperando.

En la lejanía uno de los rostros era el más reconocible y destacaba sobre los demás, el de Lord Alfric Gower.

Seguí a lo mío, ignorando un poco a mi padre y mi hermano que parecía que les preocupaba lo que fueran a pensar de nosotros, a mí eso me daba bastante igual así que no contesté a sus provocaciones.

Seguí cabalgando sobre Almendrita que iba al paso sin mostrar cansancio a pesar de que estaba segura de que deseaba descansar, mientras cruzábamos la puerta de la fortaleza miré a los lados, se tomaban demasiadas molestias en esto, tantas que personalmente me agobiaban un poco.

Un joven se ofreció para cuidar nuestras monturas, era un poco reacia a dejar a mi yegua en manos de otros, me gustaba cuidarla y llevarla a mí, así que me bajé de mi montura con cuidado para no caer.

-Gracias.- Dije algo reticente a ello, no quería causar problemas nada más llegar, así que hice el esfuerzo y le di las riendas al mozo de cuadras. -¿Le darás mucha agua? Ha hecho un largo viaje.-

A lo lejos pude ver a un hombre bastante gordo, ese seguramente era Lord Gower, mucho se hablaba de él, aunque esperaba que solo fueran rumores sin importancia.

Me acerqué a mi padre y dije en voz baja. -¿De verdad tengo que ir ahí? No conozco a nadie.- Lo miré suplicante, esperando que se apiadara un poco de mí y me dejara ir a otro lado. -Me gustaría descansar un poco.-

Después le lancé una mirada suplicante a Samuel para que no se separara de mí, no quería quedarme sola con todos esos nobles desconocidos.

Cabalgaba con la atención primariamente en la escolta, supervisándolos para que dieran buen ejemplo. No era de esperarse ningún conflicto en una ocasión así, seria deshonroso para quien lo empezara, pero tampoco era excusa para ir como una banda de payasos. Una de las pocas cosas buenas de la casa era la competencia y disciplina de sus soldados.

Antes de entrar les dejo a ellos el caballo y tienda, para que los acomodaran junto a los suyos en el campamento que se extendía ahora fuera de Pazo Pajar, al que pronto se unirían: no estaba seguro de que fueran a tener lugar dentro para un castellano que ni siquiera era noble. De modo que el último trecho lo hizo a pie junto a los tres miembros de la familia.

Ya en el castillo, no pudo dejar de echar un vistazo profesional al patio de armas, estudiando lo que había sido dispuesto para el evento. Había realmente mucha mas gente de la necesaria.

-Toda una fiesta para celebrar la masacre… perfecto. +murmuro suavemente.  No era de extrañarse que de los primeros que vieran fuera a lord Gower. Sin embargo, aparto la mirada de el prontamente, volviéndola al sirviente.+ Deberíamos empezar por saludar a los anfitriones y acomodarnos, antes de ver a los demás invitados. ¿Ellos también se encuentran en el patio?

Creí haber cumplido con las expectativas de mi padre porque no me había enojado ni había logrado sacarme de mis cabales, aunque claro no iba a lograr que deponga su actitud tampoco. El viaje se me hizo corto, me hubiera gustado andar más pero no estabamos tan lejos después de todo. Bajé y noté como mi hermana lo hacía algo desconfiada. A mi tampoco me gustaba darle a otra persona a Pisapinos.

-Antes de irme a dormir vendré a verlos para ver que estén bien- dije a Myria acercandome a su lado, me hubiera gustado tener alguna moneda para darle al del establo, pero no tenía nada. No le dije nada a mi padre para que deje a Myria ir a descansar, pero esperaba que le dé permiso. Yo me sentía más descansado, aunque sospechaba que pronto me aburriría y me darían ganas de dormir. 

-No lo sé, no los veo -Contestó. -Sin embargo no puedo evitar temer lo peor de los Gower.- Dijo en un susurro contestando así a su castellano, tras ceder su propia montura. -Shhh ahí vienen.

-Un saludo... Espera... Snifff... Snifff... ¿Huele a pescado?- Preguntó el orondo señor de la Casa Gower. Su cabello apenas había cambiado desde la última vez que le vieron, su faz seguía igualmente poblada de una selva desigual de cerdas negras. El único cambio tal vez reseñable era un aire de superioridad que tal vez la carta que habían recibido, le había hecho sentir. -Perdona, la falta de costumbre... Un saludo señor pescadero -Saludó con una sonrisa despectiva. -Llegas tarde.

Observé a mi padre, esperando que sea él quién responda, después de todo era el Lord. Me sorprendía el odio de Lord Gower hacia nosotros, porque podría haberse quedado lejos e ignorarnos sin embargo perdía tiempo viniendo a provocarnos.

Cuando el noble gordo se acercó, pude sentir el menosprecio al que se había referido mi padre, no lo había sentido mucho, ya que antes había sido más joven y seguramente no lo entendía.

Me acerqué a mi hermano y le cogí del brazo, luego me acerqué para susurrarle. -Creo que ya se ha acabado la comida.- Mirando con repulsión a Lord Gower.

Odiaba esta reunión, ya se empezaba a notar un ambiente poco agradable, no quería estar ahí, pero tampoco me gustaba que se metieran con mi padre, ya que por mucho que me cansara tener que escucharlo en sus numerosos discursos y todas esas cosas de las que hablaba que no entendía ni la mitad, le quería y eso era lo importante.

Envalentonada por estar junto a mi hermano, dije sin bajarme la capucha de mi manto. -Me temo que se ha equivocado, quizás sea el hambre que le juega una mala pasada y le hace alucinar con vendedores de comida. Aunque viéndole no parece que lo esté pasando mal, si no le basta la comida del banquete hay un mozo ahí atrás que estaba dando de comer a las bestias.-

Señalé detrás de mí y luego me pegué un poco más a mi hermano, estaba segura que no le iba a gustar, pero no había podido contenerme, con suerte quizás me castigaban y me libraba del banquete. Eso sería perfecto.

Estudio a lord Gower con detenimiento y una mirada algo penetrante, pero al contrario del resto no parecía mosqueado por sus palabras, sino incluso ligeramente divertido. Aquel rollizo personaje podía ser tanto una molestia como una salvación.

Por supuesto, debido a su posición se mantuvo pasivo, dejando que lord Creesen fuera quien replicase la pulla; no era la clase de “defensa de la casa” que correspondía a un castellano. Sin embargo al oír la infantil replica de Myria alzo una ceja, gratamente sorprendido. A veces la díscola muchachita tenía buenas salidas, aunque estuviera fuera de lugar. ¿Le replicarían?

Lord Cleesten sonrió ante el comentario de su hija.  La broma molestona de Gower había estado al nivel, si, de alguien de 15-16 años.  Así que decidió ignorarla.  Como si el hombre no estuviera ahí -algo difícil de concebir dada la robustez portentosa que se cargaba- Lord Cleesten pasó de largo y entró al banquete.  Había cosas más importantes que hacer.  En particular, pasar a saludar a los Buckler, los verdaderos principales de esta acción.  

Myria, Samuel, vayamos con los anfitriones.  Después de saludar pueden ir a ver a sus amigos, vamos. 

Asintió con un gesto leve al castellano, para que Nathan se relajara y buscara su acomodo de la mejor manera.  También era una forma de decirle que cada uno de los dos cubriría con la mirada y atención distintas áreas de lo que transcurría.  Y luego recapitularían.  Cada hora en este terreno brindaría la oportunidad, o no, de prosperar como en ninguna otra ocasión, fuera de la guerra y otros eventos igual de terribles. 

Con su permiso, le dijo a la gente alrededor de Gower, y pasó a la zona propia del banquete.