Partida Rol por web

Los días previos...

Los días previos...

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29/09/2015, 01:21
Jarlath

Cierro los ojos e inspiro profundamente el aire fresco del lugar, mientras dejo que los sonidos propios del campamento me inunden de energía y vida. Tantos colores vibrantes, tantos matices distintos, consonantes y disonantes, unidos en perfecta armonía para dar forma a la vívida experiencia de la vitalidad humana, más real y tangible que la masilla de un escultor. Las voces de los hombres, oscuras y timbradas, mientras corren chapoteando en los pocos charcos que quedan de una llovizna reciente. El golpeteo de los cascos de los caballos, resonantes como timbales, percutiendo en la parte grave de la polifonía, mientras sus jinetes se saludan con interjecciones impostadas. Lejos, muy lejos, distingo el claro son de unas trompetas, pero mi atención se distrae al captar unas notas robadas al viento, acordes puntuales entonados por cuerdas que pertenecen a instrumentos muy diferentes de aquellos que yo acostumbro a tañer. Y ajeno a todo, el inconstante fluir del aire, meciendo las hojas de los veridianos árboles que arrojan su sombra fosca. Casi puedo intuir el brillo áureo del sol sobre el telón cerúleo del firmamento, una bóveda en perfecta sincronía de sonidos y silencios, que fluctúan con la cadencia eterna del mismo tiempo.

Y el tiempo me llama y me arrastra, llevándome a otro momento, a otro lugar, y yo lo sigo al umbrío jardín de mis recuerdos. Estoy paseando por vergeles que festonean un camino de piedra pulida, junto a una hermosa dama que me sonríe con tristeza. Clara. Tan hermosa que hasta las estrellas lloran cuando vuelven sus ojos fulgurantes a la tierra, para mirar a su hermana que ha caído del cielo. Ella habla, yo la escucho. Jamás he recibido tanta cortesía y compasión de nadie. Me siento honrado por contar con su amistad, y solo puedo desear no traicionar jamás la confianza que ella deposita en mí. Las palabras que compartimos vienen y se van, como ecos estancados en oquedades y recovecos detenidos en el tiempo. Conoce mis secretos más íntimos, leyendo mi pensamiento como si mis ojos fueran el reflejo de los suyos en un lago transparente. Qué fácil sería sentarse en aquel jardín y compartir con ella, eternamente, esa tarde en los albores de su muerte...

Enseñádmela, mi señora ―digo en voz alta. El sonido de mi propia voz me arranca de mi ensueño, devolviéndome al aquí y el ahora, al ajetreo del campamento de los Guardas Grises. Entonces, me doy cuenta de que Clara, mi amiga, mi hermana, no está conmigo en este momento. Estaba acordándome de aquella tarde en el jardín, cuando me habló acerca de la canción de cuna de su madre, con tanta viveza que incluso había olvidado que estaba solo. Desearía que algún día me honrase haciéndome conocedor de dicha canción. Espero que no lo considere un antojo impertinente cuando finalmente me atreva a pedírselo.

Sigo paseando por el lugar. Aún quedan varios días para la prueba final, de naturaleza desconocida, que los Guardas Grises se esfuerzan por mantener oculta. Sería un gran honor para cualquiera superarla y unirse a sus filas. Pero todavía hay tiempo, muchas cosas que hacer y personas interesantes que conocer. Sonrío. ¿Por dónde habría de empezar?

Casi sin darme cuenta, mis pies me acaban llevando al lugar del origen del peculiar sonido de las cuerdas que había oído antes. El campo de prácticas de tiro con arco. Recuerdo que ya estuve aquí ayer, observando a una joven elfa que acertaba más blancos que ningún otro. Entorno los ojos, tratando de protegerlos de los haces de luz dorada que cae de entre los árboles. La chica vuelve a estar aquí hoy. Me apoyo contra la corteza áspera de un árbol, con los brazos cruzados. El tiro con arco siempre me ha parecido un arte sublime, que comparte muchas cosas con la música. Concentración, coordinación muscular, disposición mental y la proyección de la voluntad propia dan como resultado alcanzar la nota correcta, o acertar en la diana. En silencio, me quedo mirando a la joven y dedicada tiradora, contemplando su sutil y elegante arte.

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29/09/2015, 01:27
Elietta

Aquella mañana era como cualquier otra, o eso había intentado decirme a mí misma una vez tras otra desde que despegara las orejas de la almohada, sintiéndolas arder por haberlas mantenido presionadas con fuerza durante la noche. Aquella noche que precedía al alba en la que despertaba había sido como otras muchas, sufriendo la pesadilla que me había acompañado desde el final de la quinta ruina. Cada vez se hacía más intensa, no podía más que ser consciente de que llegaría el momento en el que acabaría devorando mi mente. Pero aquellas preocupaciones ahora se encontraban lejanas. No podía permitirme pararme a pensar en ellas teniendo la prueba de los guardas grises tan cerca. Tenía que superarla. No tenía alternativa. Ya no podía volver a la elfería con mi tía. No después de aquello...

Cogí el primer arco que había en el armero y lo miré detenidamente. Está descompensado...-Me dije a mí misma al ver un ligero desvío en la madera del agarre. Esto ya no sirve para nada... Y yo que pensaba que los Guardas Grises tendrían dinero para un equipo decente. Se supone que salvan al mundo de las ruinas ¿no?...

Perdida en mis pensamientos por demasiado tiempo. Tiempo que tendría que recuperar más tarde, llegando a la cantina un poco después que el resto, con todo lo que eso conllevaba. Me acababa de ganar comer las sobras. Aunque acostumbrada a vivir con lo que se vive en la elfería, hasta aquello me parecía más que suficiente. No me preocupaba en absoluto.

Cogí el siguiente arco. Este parecía estar en mejor estado. Me parece que es el mismo que cogí ayer...-Pensé, dándome cuenta de que había una pequeña muesca en uno de los costados que se parecía terriblemente a la del arco que utilicé en la jornada anterior. Dicen que eso da suerte... aunque claro. Nunca será mejor que aquel...

Pensé en aquella obra de arte dalishana que Hirea me había regalado para nuestro encargo. Recuerdo mis sentimientos al tensarlo por primera vez y ver cómo las flechas llegaban, como si carecieran de peso alguno, al blanco a una velocidad increíble, produciendo en el objetivo un estallido sutil, pero efectivo, de llamas...

Suspiré. Ese arco no me sería devuelto si no superaba la prueba de los Guardas, así que era mejor concentrarse. Empecé a disparar a los blancos, bajo la atenta mirada del instructor, que no paraba de dar órdenes a gritos. ¿Por qué tenía que ser tan ruidoso? Bastaba con decir las cosas en un tono normal. No es que fuera precisamente sorda... Quizá los humanos no se daban cuenta de lo delicados que podían llegar a ser nuestros oídos. Es casi como el chillido de un brontosaurio justo al lado del tímpano... mantuve mi queja por dentro, pero por la desconcentración fallé al objetivo y me quedé un rato mirando la flecha calvada en el muro de madera que había detrás de los peleles.

-Mierda...-Maldigo y saco la siguiente flecha.

No me gustaba fallar. Al menos no en algo que se me daba tan bien como aquello. Si algo me habían enseñado en la instrucción es que no DEBÍA fallar. Un solo fallo era la diferencia entre un trabajo hecho y uno fallido... aunque en mi caso y dadas las circunstancias no importaba mucho.

El instructor me miró con furia. Se había percatado que mi fallo me había arrebatado la concentración momentáneamente. Y no había nada que le molestara más que un tirador desconcentrado "Un tirador desconcentrado sólo sirve para llevar a sus camaradas a la enfermería con una flecha clavada en el culo", decía. ¡Qué idiota!

La siguiente flecha acertó de nuevo en el blanco, así que le devolví la mirada al instructor, que asintió y siguió entrenando al resto, dejándome algo de cancha para poder practicar a solas.

-¿Por qué no os fijáis un poco más en la elfa?-Preguntó el instructor al resto de reclutas que sostenían sus arcos-¡Tomad una postura más natural!

"La elfa"... como si todos los días que llevaba allí bordando los entrenamientos no hubieran bastado para que se acordara de mi nombre... Traté de disimular la frustración que ese apodo me producía, pero no lo conseguí y en el siguiente tiro tensé demasiado la cuerda y la flecha que salió disparada atravesó por completo el pelele y acabó clavada en la tarima del fondo, con un buen puñado de paja enganchado bajo el filo.

Muchos se quedaron boquiabiertos ante el espectáculo, yo misma me sorprendí ante la fuerza de mi propia rabia. Al mismo tiempo, eso me calmó un poco. 

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29/09/2015, 12:40
Jarlath

Observo silenciosamente a la elfa. La rectitud de su espalda, la facilidad de su postura, la rapidez y la precisión con la que atrapa una flecha de su aljaba, como si lo hubiese hecho mil veces. Desliza el astil de la flecha por la madera del arco, como una caricia, a medida que la coloca en la cuerda y la tensa, levantando el instrumento con ligereza, apuntando hacia el blanco. Sin embargo, sé que errará el tiro antes de que suelte la cuerda. Una arruga de preocupación marca su frente, y la consternación arroja sobre sus ojos castaños una sombra extraña, nublando su visión.

La flecha sale disparada una fracción de segundo antes de tiempo. Su vuelo traza una célere estela, y apenas tengo tiempo de ver cómo el viento y la velocidad moldean la madera, haciéndola girar, haciéndola bailar en el aire. Un espectáculo fascinante, como una nota sostenida y vibrante en el oído que persiste hasta mucho después de ser atacada, a pesar de que la flecha se desvía de su trayectoria pretendida. Sonrío. Sin embargo, a la elfa no parece alegrarle lo que ella considera un error, y se apresura en tomar otra flecha del carcaj, con los gestos delicados de una danzarina. No obstante, el instructor no parece apreciar la estética del movimiento, y le dedica una mirada fulminante. No creo que sea justo. Ayer, esta misma joven se desenvolvió de un modo sobresaliente en la práctica de tiro, y una flecha que no haya dado en el blanco no es razón suficiente como para socavar esa realidad.

La segunda flecha de la muchacha sucede rápidamente a la primera, y esta vez, como cabía esperar, su dirección es perfecta, impactando con precisión en el centro del estafermo, emitiendo un ruido sordo, como el de un golpe seco. Reprimo el impulso de aplaudir. La mujer parece satisfecha, pero algo de lo que dice el instructor a continuación parece llenarla de frustración; una frustración que da fuerza a su brazo, haciendo que sobretense el arco y ejecute un tercer disparo devastador, apasionado, aunque carente de toda sutileza. Bello, a su manera. La flecha atraviesa de parte a parte el monigote de entrenamiento, yendo a clavarse en la madera de la tarima que hay unos metros más allá. Desde luego, si lo que pretendía era efectuar un disparo mortal, lo ha conseguido con creces. El desempeño de la joven no ha dejado indiferente a nadie. Decido felicitarla.

Impresionante —asevero desde la sombra del árbol en el que estoy apoyado, sonriendo, aún con los brazos cruzados—. Ese disparo habría atravesado a un ogro. Es evidente que tienes mucha práctica... y más fuerza de la que muchos pensarían. —Abandonando mi posición, me aproximo a la joven pausadamente, como si me entretuviera en cada paso, manteniendo el equilibrio un momento sobre el pie que está apoyado antes de afianzar el siguiente. La elfa respira profundamente, jadeando por la emoción. Su cabello recogido, de color castaño profundo, es fibroso como la corteza del árbol bajo el que me guarecía hace unos segundos, en armonía con su piel, del tono ligeramente atezado de la madera joven y desnuda. Sus ojos oscuros me miran con una mirada indescifrable, pero la postura de sus ejercitadas piernas y sus recios hombros me indican que está en guardia, atenta. Yo, sin embargo, muestro una actitud relajada y abierta mientas continúo hablando—. Me llamo Jarlath. Un placer.

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29/09/2015, 13:58
Elietta

Un hombre que ya había visto antes se acerca por mi espalda, haciendo ruido suficiente como para que yo lo oyera llegar sin esfuerzo. El calibre de su pisada era tan alto que dudé que fuera su manera habitual de caminar, lo tomé como un gesto deliberado para anunciar su presencia. Decide mantenerse a la sombra de un árbol durante la práctica, pero siento su mirada en mi cuello durante toda ella.

Me giro un poco cuando le oigo hablar. Sabía que se refería al último disparo que había nacido de mi rabia. No me gustaba. Tenía que controlar mis sentimientos cuando tensaba el arco. Era algo básico... pero al hombre, al igual que al resto de los reclutas y el instructor, pareció sorprenderle la hazaña.

Una flecha con furia es un arma letal... pero no discrimina aliado de enemigo...-Pienso al ver las caras de aprobación de todos, luego miro al hombre que se acercaba a la cara. Sorprendida en parte por la ausencia de pelo de su cabeza. 

Había oído hablar de personas con esos problemas, pero nunca había visto uno en la vida real. Me sentí algo intrigada. ¿Habría perdido el pelo de forma natural o lo cortaría él mismo por alguna razón estética?

Disimulo mi curiosidad, como bien me habían enseñado hacer, pero no puedo evitar esbozar una mueca extrañada en el rostro al verlo presentarse tras su felicitación.

-Elietta...-Digo inclinando ligeramente la cabeza. Supuestamente eso era una muestra de modales entre los humanos. No sabía si éste en concreto apreciaría el gesto, parecía diferente en varios aspectos, pero prefería no arriesgarme.-No es nada... cualquiera puede hacerlo si se coloca correctamente y tiene le herramienta adecuada.

Miro al recluta que había justo al lado, le temblaban las piernas y apuntaba guiñando un ojo.

-Ese lleva un arco descompensado a la derecha... y tiembla como un flan. Es posible que nunca haya sostenido un arco hasta ahora.-Apunto, sabiendo que no tiene ninguna relación con el tema de conversación, y esperando que este cambio de tema me alejara a mí del centro de la misma-Es un placer, Jarlath. 

Me pregunté si era común en los humanos colarse en un entrenamiento de tiro con arco para simplemente mirar cómo lo hacían otros. O si había algo que le hubiera llamado especialmente la atención sobre mí.-Puedes probar, si es tu deseo. Agradecería que el entrenador dejara de mirarme continuamente.

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29/09/2015, 17:40
Jarlath

Miro atentamente a la joven arquera mientras me dice tímidamente su nombre y resta importancia a su destreza. Sin embargo, y aunque probablemente no sea consciente de ello, su explicación posterior delata un conocimiento y una familiaridad con la técnica de tiro superiores a los de la mayoría. A pesar de que mis palabras pretendían ser de aliento, el rostro de Elietta denota una expresión de insatisfacción. De decepción. No puede resultar más obvio que se trata de una persona que se exige mucho a sí misma... Tal vez incluso demasiado.

Cómo la comprendo.

¿Sabes? No te conozco, pero creo que te entiendo. Y no lo digo por decir —respondo a su exposición, al tiempo que mi semblante se torna más serio—. Algo te preocupa. Cualquiera podría ver eso. Pero cuanto más buscamos la perfección, más nos alejamos de ella. —Hago una breve pausa, y vuelvo a sonreír—. En realidad, no tiene que importarte tanto si das en el blanco o no, porque la presión lo impedirá. ¿Verdad que no piensas en que puedas respirar mal, o reír mal? Disfruta del camino sin preocuparte por llegar a tu destino, porque lo que haces es hermoso. —Rozo ligeramente con mis dedos la madera del arco de Elietta, sintiendo su textura bajo mis sensibles yemas—. A lo mejor me equivoco, pero por lo que vi ayer, creo que ya has llegado al punto en el que puedes permitirte pensar menos y dejarte guiar por tu intuición.

Doy un par de pasos atrás, tratando de no invadir el espacio personal de Elietta. Para mi sorpresa, ella me tiende su arco, proponiéndome practicar. Enarco una ceja.

Todo pez debe ser lo suficientemente sabio como para darse cuenta de cuándo nada fuera de su charca... —respondo, aunque no puedo ocultar una nota de diversión en mi voz—... pero, ¿por qué no? Me aprovecharé de que tengo una instructora cualificada a mi disposición.

Con seguridad y tranquilidad, tomo el arco de las manos de la elfa. Para alguien que, como yo, está más acostumbrado a sujetar un laúd, su peso se me antoja extrañamente distribuido. A medida que extraigo una flecha del carcaj, cierro los ojos, recordando el tiempo que pasé viajando junto a una caravana de elfos dalishanos. Mi puntería nunca ha sido excepcional, y por ello siempre he preferido utilizar una ballesta, pero aquellos días un cazador elfo me enseñó los fundamentos del tiro con arco. Trato de revivir en mi mente el momento en que estaba en el claro del bosque, con la sola compañía de la bruma matinal y los cantos de las aves. Aún con los ojos cerrados, apoyo lentamente la flecha en la cuerda. La suave brisa en el caluroso día me hace estremecerme cuando el sudor de mi piel se enfría rápidamente. Respiro profundamente y empiezo a entonar quedamente, con la boca cerrada, una melodía suave y gentil. Abro los ojos, levanto el arco, tenso la cuerda y disparo sin más.

La flecha vuela con sencillez hasta el blanco, clavándose firmemente en el estafermo. Bajo de nuevo el arco, sonriendo, con la frente relajada y luz en los azules ojos. No miro a Elietta cuando afirmo:

Cuando intentaba cantar frente al público y ofrecer una interpretación perfecta, soberbia, mi corazón latía con tanta fuerza que apenas sí podía respirar. Pero cuando aprendí a dejarme llevar y simplemente cantar con honestidad y humildad... —mi mirada cae sobre Elietta—... bueno, creo que conseguí empezar a construir algo bueno y verdadero.

Devuelvo el arco a su propietaria, con una expresión enigmática en el rostro.

- Tiradas (1)

Notas de juego

He tirado contra CD 10 por ser un objetivo inmóvil. :)

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29/09/2015, 19:57
Elietta

Las palabras del hombre empiezan a llegar a mis oídos. Al principio parecen sólo eso, palabras. Pero me doy cuenta poco a poco de que no estaban muy lejos de ser realidades. 

-Los instintos pueden llevarte a decisiones erróneas-Respondo viendo como toma mi arco y lo pesa con las manos. Parece como si no fuera la primera vez que utiliza uno-.

El hombre emite una sonrisa. Realmente no me gustaba tener conversaciones de tal profundidad con nadie, tanto menos con extraños como lo era él. Pero lo vi retroceder un par de pasos y entendí que deseaba respetar mi espacio. No sólo en el terreno físico, sino también en lo emocional. Probablemente se había percatado de las murallas que había a mi alrededor y había decidido mantenerse lejos de ellas... por algún motivo que se me escapaba. Aunque agradecí el gesto en mi fuero interno.

El hombre toma una flecha. Es evidente que no está acostumbrado a ello. Arqueaba demasiado el brazo y ponía el codo en una posición muy incómoda, demorando la salida de la flecha. Pero finalmente consigue su objetivo y coloca correctamente el proyectil en su lugar. Definitivamente no era la primera vez que usaba un arco, si bien no lo hacía a la perfección, se atisbaba cierta técnica en su modo de apoyar el peso y distribuir la carga para que el proyectil no se desviara. Alguien ya le ha enseñado...

No me sorprendió ver cómo la flecha impactaba en el blanco. Fingí una una sonrisa, pero sin darme cuenta mi cabeza estaba expresando una negación disentida. 

-No es tan complicado. Como ves no tiene mucho mérito-Digo justo cuando el hombre comprueba con la vista que ha acertado y una ligera sonrisa de complacencia se dibuja en su rostro-Aunque claro... se nota que ya sabías disparar incluso aunque dijeras que no.-Pienso.

-Me pregunto qué pensaría el público cuando tratabas de cantar aquella canción perfecta-Dije tomando de nuevo mi arco y dando un paso disimulado hacia atrás-No estoy muy acostumbrada a oír canciones. 

Dejé de mirarlo al ver que me dirigía aquellos ojos enigmáticos que te invitaban a preguntar más. Yo estaba segura de que él sabía perfectamente que lo estaba haciendo. No era algo "casual". Probablemente esperaba que yo le preguntara algo, que iniciara alguna conversación con él o le dedicara alguna sonrisa socarrona. Me dediqué a mirar el arco por unos instantes y luego lo puse en el soporte.-Para la próxima vez... trata de elevar un poco más el codo y relajar el hombro. Inclina un poco más adelante el peso. La flecha irá más rápido y causarás más daños.-Dije, probablemente rompiendo cualquier tipo de "atmósfera" que el hombre se había esforzado en montar-¿Tienes algo que hacer ahora?

Era bastante evidente que había evitado el tema sobre "cómo el chico la conocía a ella"

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29/09/2015, 23:08
Jarlath

Elietta vuelve a menospreciar la actividad en la que destaca. Niego con la cabeza al tiempo que me encojo de hombros. Entonces, la mujer me da algunas indicaciones acerca de cómo disparar de un modo más efectivo.

Muchas gracias por tus consejos. Los tendré en cuenta —le respondo. En ese momento, con un tono neutro, Elietta me pregunta si tengo algo que hacer, y durante unos instantes no sé si quiere pasar más tiempo conmigo o librarse de mí—. Hablar contigo. —Sonrío—. Tengo algo de tiempo libre justo ahora. Por lo visto no quieren que los campos de prácticas se abarroten con todos los nuevos reclutas que están llegando, y han establecido un sistema de horarios para evitarlo. Estoy esperando a que terminéis. Los demás de mi turno deberían empezar a llegar pronto. —Mis ojos se pierden en la distancia, mirando a la zona arbolada de más allá. Aunque trato de evitar que se me note, lo cierto es que estoy inquieto. En este campamento hay una notable afluencia de hombres, nuevos y veteranos, y sin embargo bien es sabido que los Guardas Grises son muy escasos—. Me pregunto en qué consistirá la prueba final. La gente cada vez habla más de ello, y reina un sentimiento de preocupación... —Dejo mis últimas palabras en el aire. No tiene mucho sentido reflexionar demasiado sobre ello, pues no se puede adivinar lo que no se conoce a fuerza de rumiar lo que se conoce—. En fin, pronto lo sabremos. Mientras tanto, trato de aprender tanto como pueda. Nunca se sabe cuándo puede ser necesario. Por cierto, solo por curiosidad, ¿qué hacías antes de venir a Weisshaupt? No se ven muchos elfos por estas tierras...

Aguardo a la respuesta de mi nueva conocida. Mientras tanto, no puedo evitar fijarme en detalles sutiles como sus gestos o sus expresiones faciales, y me da la sensación de que está a la defensiva.

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30/09/2015, 12:05
Elietta

Elietta no puede evitar soltar un par de carcajadas en voz alta tras oír lo de "hablar contigo". Mira al hombre, preocupada por si su risa inadecuada había podido intimidarlo, pero él sigue hablando, por lo que se siente aliviada.

-Supongo que no hay nada de malo en conocernos un poco. Vamos a ser miembros de la misma orden, ¿no?-Le respondo-Supongo que la prueba final será... como cualquier otra. Solo que seguramente serán más exigentes esta vez con los resultados. No creo que haya nada de lo que preocuparse. 

Me encojo de hombros. No sabía que habría una prueba final, pero no podía ser tan terrible si había tantos Guardas Grises en activo. 

-Se supone que uno olvida su pasado cuando entra a formar parte de los Guardas Grises...-Empiezo a decir, aunque al levantar la vista y vislumbrar su mirada inquisitiva me resigno a que el hombre no se conformará con esa respuesta y me decido a contarle algunos detalles de mi antigua vida-Solía vivir en Denerim. En la elfería... claro está.-Hago una pausa en la que veo al instructor echarme una mirada fulminante y hacerme un gesto con la cabeza para que abandone mi puesto. Empiezo a caminar hacia una pequeña plaza que hay más adelante e indico a Jarlath que me siga con un golpe suave en su hombrera-¿Habéis estado alguna vez en una elfería?

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30/09/2015, 13:37
Jarlath

Una elfería.

Solo escuchar esa palabra me llena de desazón. No puedo soportar ver a un grupo de personas sistemáticamente discriminado, rechazado por la sociedad y recluido en una zona deprimida de la ciudad. No sé como podemos no darnos cuenta de que los elfos son iguales que nosotros... Todo esto pasa por mi mente en un latido, mientras mis ojos miran a mi compañera sin poder evitar dejar traslucir un pequeño atisbo de compasión. Pero no, esta mujer valiente no merece ser tratada con lástima. Desvío la mirada, clavando la vista al frente, mientras camino junto a ella.

Me alegro de que pudieses salir de allí —es lo único que digo al respecto, comentario que deja claro que sí conozco las infames elferías—. Es curioso, en cosas nos parecemos. Yo nací en Lac d'Argent, en Orlais. Es un pueblo pequeño y tranquilo. Un poco aburrido, podríamos decir. —Tuerzo la boca—. No pretendo compararlo con la elfería, por supuesto... Pero resulta que mi padre es herrero. Y quería que yo también lo fuese... —Mi mirada se pierde en la distancia mientras ante mis ojos aparece la imagen borrosa de Elouan, mi padre, tal y como era hace dieciséis años. Cómo pasa el tiempo. Seguramente ahora tendrá el cabello completamente blanco, si es que lo sigue conservando. Y el simplón de mi hermano Winoc, ya debe de tener cuarenta años, o casi—. Nunca tuve lo que se dice una buena relación ni con él ni con mi hermano mayor. Me trataban como a un despojo inútil. No aprobaban mi forma de ser ni de pensar, ni mis aspiraciones... Supongo que no aprobaban nada que tuviese que ver conmigo. —Me encojo de hombros—. Me sentía completamente atrapado, ahogándome, marchitándome. Pero un día conocí a quien sería mi ancla de salvación. Un trovador ambulante que estaba de paso por Lac d'Argent, que me hizo descubrir que la música era la verdadera pasión de mi vida, mi razón de ser. Y sin más, decidí irme con él para ser su discípulo. Se llama... —Hago una pausa. Muestro una sonrisa titubeante, pero mis cejas se arquean de un modo extraño—. Se llamaba Varnel. Los engendros tenebrosos lo mataron durante la última Ruina. Y por eso estoy aquí.

Me percato de que lo escueto del final de mi relato resulta un tanto curioso, pero decido no añadir nada más. Trato de no sucumbir a la melancolía mientras mis recuerdos me arrojan imágenes felices teñidas de los colores amargos y dolorosos del presente. Respiro hondo.

Sí, he estado alguna vez en las elferías, cuando me han permitido entrar —respondo a la pregunta de Elietta. Sonrío—. No es una vida fácil la que allí presencié, y eso es quedarme corto, como muy bien sabrás.

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30/09/2015, 13:58
Elietta

Ya había notado yo un ligero atisbo de un acento extraño en su voz. Pero... ¿Orlais? Si a la Elietta de hace 5 años le hubieran dicho alguna vez que acabaría hablando con alguien de aquellas lejanas tierras en las que, según contaban, todos vivían una mejor vida, eran más libres y refinados, seguramente se las habría arreglado para conseguir darle una colleja a quien fuera que se lo hubiera dicho.

Una expresión de ligera sorpresa se dibujó en el contorno de sus ojos, haciendo que su mirada casi pareciera asustada, más que sorprendida. No entendí muy bien qué tenía de malo ser herrero. ¿Qué tenía de malo tener un trabajo asegurado aunque no te gustara? Siempre sería mejor que irte al catre sin nada en el buche. Pero seguí escuchándola, atenta. Ese hombre tenía el don de embelesar a cualquiera con palabras. Hasta ahí había llegado. Quizá debería tener cuidado con él, tenía la sensación de que si me quedaba demasiado tiempo cerca de el hombre, conseguiría que le hablara de buen agrado de todo lo que normalmente nadie sabe o debe saber sobre mi vida.

Es... en cierto modo, un hombre peligroso...-Pensé.-No es como un torturador, al que ves venir y sabes qué esperarte de él... 

Luego me cuenta acerca del ancla de su salvación. No entendía muy bien las metáforas, pero creí entender que aquella persona había sido la que le había hecho descubrir cuán importante era la música para él. Luego rectifica para hacerme entender que el hombre ya no estaba entre nosotros. Sentí algo de lástima. Nadie debería tener que ver como un ser querido muere a mano de unos monstruos como eran los engendros tenebrosos. Eso me recordaba cosas que había mantenido mucho tiempo a raya, escondidas en un lugar de mi corazón al que ni yo misma podía (o quería) acceder con facilidad. Una punzada de dolor en el pecho me advirtió de lo cerca que estaba el hombre de hacerme rememorar aquellos días. Mi expresión se volvió severa por un momento, mis ojos esquivos. Tomé aire. Tenía que tomar el control sobre mis sentimientos, o acabarían volviéndose una vorágine sin control que destruiría todo mi ser. O al menos, eso era lo que tanto me decía Hirea. 

Recobré la compostura un segundo antes de que mis recuerdos consiguieran tomar el control y le dediqué una sonrisa amable antes de responderle:

-Es bueno que encontrarais vuestra vocación. No todos tienen la suerte de poder trabajar de lo que realmente les gusta-Digo con un tono un tanto más distante que al que acostumbraba.

Este hombre ES peligroso... casi... 

Mis pensamientos se volvieron confusos, como el mar en tempestad que no augura más que una calma lejana y peligrosa... antes de la siguiente tormenta. Puse mis ideas en orden con rapidez. De algo tenía que servir mis entrenamientos.

-Lamento lo de vuestro mentor...-Digo poniéndole la mano en el hombro y dándole un par de golpes suaves-¿Es por él que decidisteis ser Guarda Gris?

¿Por qué sigo preguntándole siquiera?-Pienso aturdida. Supuse que el hecho de que tuviéramos en común la pérdida de seres queridos en la ruina me había ablandado un poco. Pero eso NO DEBÍA ocurrir. ¿Cuántas personas murieron en la quinta ruina? ¿Es que mi corazón pretendía dejar pasar a todo aquel que hubiera sufrido una pérdida similar a la mía durante ese período?

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30/09/2015, 15:53
Jarlath

Detecto precaución en las palabras y en la expresión de Elietta. No es de extrañar. Si ha vivido toda su vida en una elfería, las experiencias que habrá tenido con los miembros de mi raza no deben de haber sido buenas. Aun así, aprecio su gesto de empatía, aunque tal vez no llegue a comprender la profundidad de mi dolor.

El mundo es un lugar de inmensa belleza, Elietta —murmuro—. Pero a mí pocas cosas me quedan en él. La Ruina me lo arrebató todo. Me convirtió en un hombre diferente, un hombre que no deseo ser. He tenido que aprender a blandir una espada, y mis hombros se han acostumbrado al peso de la cota de malla. He visto morir a demasiada gente. He visto morir a niños... —Mis ojos miran a Elietta, y es una intensa mirada de amor, de horror, de euforia, de rencor, de rebeldía y de impotencia. Pero ante todo, se trata de una mirada de profundo dolor. De pronto, parezco haber envejecido veinte años—. Mi tiempo aquí se acaba. Pero no puedo permitir que el mundo vea lo que yo he visto. O tal vez se trate solo de venganza sin sentido. Hasta tal punto puede haber llegado mi transfiguración. —La sensación de abatimiento es solo pasajera, y al instante vuelvo a recobrar aparentemente mi espíritu relajado y centrado... o tal vez resignado—. Sea como sea, quiero hacerlo. Quiero ser un guarda gris y llevarme a cuantos pueda antes de que me maten.

Por segunda vez en el día de hoy, vuelvo a recordar a Clara. Mi querida y hermosa amiga Clara... No creo que mi sentimiento de soledad y desdicha sea justo con ella, pero a fin de cuentas, ¿quién puede gobernar su corazón? Y así es como me siento, como un espíritu olvidado que solo morará en el mundo el tiempo que su voluntad de luchar le preste...

Estoy componiendo una canción —digo de repente—. Aún me falta hacer algunos ajustes, pero me gustaría que la escuchases, si no es mucho pedir. ¿Estarías dispuesta a ser los oídos de este humilde juglar? —Esbozo una leve sonrisa, como si toda la amargura que albergaba hace unos instantes hubiera desaparecido. Sin embargo, solo el observador más descuidado pensaría eso.

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30/09/2015, 18:17
Elietta

-No estoy muy acostumbrada a la música-Le respondo después de atender a sus palabras. Decidí que no debería indagar más, puesto que mi pregunta, obviamente, había pinchado en hueso. Pude ver durante unos instantes caerse el mundo que rodeaba al hombre. Una sensación que yo conocía muy bien. Sentí curiosidad por aquello que dijo de que se le acababa el tiempo. No parecía tan viejo a simple vista. Aunque bien pensado, siendo su hermano de unos 40, él debería tener un puñado menos, como mucho. Él parece muy complacido de ofrecerme ser los oídos que juzguen su música. ¿Sinceramente? No podía haber escogido a alguien menos indicado para ello. No sólo por mi falta completa de conocimiento sobre música. Sino porque tenía la sensación de que aquella composición tocaría temas que bien podrían hacer llorar a un enano de Orzamar.-Pero supongo que puedo intentarlo.

No estaba muy segura de qué hacer a continuación. Así que me decidí a dejarme guiar por él hacia donde fuera que iba.

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30/09/2015, 18:57
Jarlath

Una vez que llego a una zona que considero apropiada, en la plaza hacia la que nos estábamos dirigiendo, me detengo sin avisar a mi acompañante. Me acerco a los escalones que conducen al portal de un barracón. A continuación me siento, lanzando a Elietta una mirada lacónica, y tomo mi laúd entre mis manos. Lo sopeso. Al contacto con mi piel, la madera está caliente, y casi puedo sentirla latir con vida propia, irradiándola hacia mi interior, llenándome de la vitalidad de la que hace unos minutos carecía.

No te pido una opinión. Solo te pido que sientas.

Cierro los ojos, inhalo un poco de aire, y el mundo que me rodea desaparece. Ahora estoy dentro de mí mismo, sintiendo tan solo el calor del sol que acaricia la piel desnuda de mis antebrazos y me baña con su reconfortante energía. No pienso nada. Vacío mi mente, y simplemente, me limito a dejar que mis dedos ocupen la posición que les corresponde en el mástil y en las cuerdas. Apoyo las almohadillas de los pies en el suelo cubierto de hierba, levantando los talones, y me aseguro de no inclinarme demasiado sobre mi instrumento, para que mi respiración no se vea entorpecida.

Lentamente, empiezo a arrancar las primeras notas, casi quejumbrosas, a mi instrumento, al tiempo que canto las primeras frases de mi canción con mi voz grave, haciéndola resonar en mi pecho. Después de un silencio instrumental, me lleno de aire, dejando que baje hasta mi estómago, separando las costillas, y elevo el paladar, como si estuviera bostezando. Poco a poco, elevo el sonido en una columna vertical hacia la zona que queda detrás de mi nariz y la frente, como Varnel me enseñó a hacer, hasta que siento como si mi cabeza vibrase de un modo casi imperceptible. Mi voz suena ahora fina y aflautada, aunque la conecto con el estómago para otorgarle matices y armónicos. Todo esto lo hago sin pensar, de un modo automático; habiendo logrado encontrar naturalidad en los procesos mecánicos de la voz, puedo concentrarme en el aspecto expresivo.

La canción no tiene una letra que pertenezca a ningún idioma conocido: es tan solo un conjunto de sílabas, vocales y consonantes que expresan el lenguaje de mi alma. Sin abrir los ojos en ningún momento, sintiendo cada uno de los sonidos que produzco y dejándome llenar por ellos, sigo cantando y tocando hasta terminar la pieza. No quiero abandonar tan pronto mi mundo, así que cuando mis dedos han acabado de hacer sonar las últimas notas, todavía continúo con los ojos cerrados unos segundos. Aquí me siento a salvo, completo, feliz. Pero debo enfrentarme a la reacción de Elietta, así como de cualquier otro que haya podido pasar cerca de donde estamos y se haya detenido a escuchar.

Así que abro los ojos. Parezco renovado, sereno, calmo como las aguas calmas de un estanque helado.

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30/09/2015, 19:54
Elietta

Escucho la canción al completo, un poco embobada tanto por el sentimiento agridulce que recibo de ella como por mi incompleta capacidad de descifrar qué es lo que está cantando el hombre que tenía delante. ¿Sería algún idioma de las tierras de Orlais? No tenía ni idea, pero la curiosidad sobre el idioma en sí se fue diluyendo en todos los demás matices de la canción. 

Sin darme cuenta había fruncido el ceño y había marcado una ligera mueca de tristeza. ¿Había sido la canción? No estaba del todo segura.

Abro los ojos como platos cuando oigo las notas más agudas. Había mujeres que SUFRÍAN para llegar hasta ellas, pero para él parecía tan natural como la propia respiración. Asombroso. No tenía palabras para describir su técnica. Bueno... no tenía palabras para describir ninguna de las técnicas vocales de ningún juglar conocido. Pero aquella canción, Jarlath, tenían algo especial. Como la sintonía que existe entre una obra y su creador. No podía ser de otro modo, él había compuesto aquella canción.

El hombre se queda en silencio un par de segundos al acabar. 

¡Madre mía, pero qué solemne es! ¿No le cuesta trabajo mantenerse así?-Pienso, hasta que abre los ojos y me mira directamente. Cuando lo hace me ve asentirle y acto seguido me oye decir:

-No he entendido una sola palabra.-Me encojo de hombros, con una sonrisa bobalicona en la boca de la que no me había percatado-Pero me gusta. Se nota al oído que esta canción tiene mucho de ti.

 

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01/10/2015, 12:31
Jarlath

Aún en silencio, sonrío entornando los ojos, y señalo a Elietta con el dedo, como si supiera que he conseguido llegar hasta ella. Me levanto y cuelgo mi laúd a mi espalda, acercándome a ella con un semblante de paz y satisfacción.

No todo se puede entender... No al menos como creemos que ha de entenderse. Yo creo que sí has comprendido lo que yo necesitaba decir, convirtiéndolo en lo que tú necesitabas oír. —Me cruzo de brazos al llegar a la altura de Elietta, refugiando mis manos bajo mis axilas—. Eso es lo más maravilloso de la música: no existen barreras. Ninguna. Cobra voluntad y vida propias en el momento mismo que abandona mis labios, y cualquiera puede entonces recogerla del aire y hacer de ella lo que desee. Es libre, más que nada en el mundo, y yo aspiro ser como ella. Pero solo me siento verdaderamente libre al cantar, al tocar. Es como si... —titubeo, como si estuviera buscando el modo más preciso de definir con palabras la idea que hay en mi mente—... me transformara en otra cosa. En algo que deseo ser. Y por eso, Elietta, te agradezco inmensamente que me hayas escuchado. De verdad, era importante para mí. Me has permitido mostrarme tal cual soy.

Echo a andar de nuevo hacia el campo de práctica de tiro, consciente de que se aproxima la hora a la que debo presentarme allí. No obstante, sé que Elietta iba en otra dirección, pero no deseo abandonar aún su compañía, así que me detengo, girándome hacia ella.

Mélusine. Así llamaré a mi canción. Era el nombre de mi madre. No llegué a conocerla, pues falleció al darme la vida a mí... Es curioso. No sé cómo era, ni qué aspecto tenía. Nadie pintó jamás ningún retrato de ella, ni le esculpió ningún busto, así que jamás la conoceré. Mi padre no dejaba de repetir que tenía un precioso cabello rojo... —Me quedo en silencio unos segundos, decidiendo si será procedente contarle a Elietta lo que estoy a punto de decir. Finalmente, decido que no hará ningún daño—. Tal vez por eso, a veces sueño con una mujer de largos rizos escarlata que me canta, pero no puedo ver su rostro. Simple fantasía, imagino. —Me encojo de hombros, y pregunto de un modo totalmente casual—: ¿Tienes madre, Elietta?

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01/10/2015, 13:21
Elietta

El hombre habla de la música con tal emoción que no puedo más que sentirme completamente vacía al darme cuenta de que en mi vida no había absolutamente nada que me hiciera sentir tan llena como a él le hacía sentir su propia voz. Aquel era el tipo de cosas en el que no quería pensar bajo ninguna circunstancia. ¿La vida en la elfería? Sí. Podía aceptarlo, hablar de ello. No era importante. Pero esto... esto me hacía sentir completamente vacía. Me daba a pensar que mi vida no había tenido un propósito. Que no tenía ningún sentido, por mucho que lo había buscado.

Y ahí estaba él, que tenía una aspiración. Que tenía un propósito... y aún así lo había abandonado para convertirse en otra cosa por el bien mayor. Podía entender que su canción tuviera ese matiz de desazón. La historia de su madre aumenta el nivel de empatía que puediera haberle tenido antes. Pero cuando me pregunta por la mía no puedo evitar una respuesta esquiva:

-Todos tienen una-Respondo evitando sus ojos, dirigiéndolos a una de las dianas del campo de entrenamiento. Me gustaba imaginarme lanzando una flecha a algún lugar lejano cuando me hacían preguntas que no deseaba responder-Aunque no sigan con nosotros... una madre es algo que no se pierde, pues no se olvida. Nunca.

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01/10/2015, 18:27
Jarlath

Después de hablar Elietta, reina el silencio. A veces, el silencio puede decir mucho más que las palabras. Y esta es una de esas ocasiones.

Entiendo. —Asiento pensativo. No voy a tratar de penetrar en un vergel que me está vedado—. Eres una mujer fuerte, Elietta. Estoy convencido de que serás una gran guarda gris. —Sonrío abiertamente—. En fin, te agradezco que hayas compartido este rato de agradable conversación conmigo. Habrás observado que me gusta mucho hablar. Aunque... —guiño un ojo—... te advierto que también sé escuchar.

Tiro de la correa de mi laúd para afianzarlo mejor en mi hombro. Vuelvo la cabeza hacia la zona de tiro, donde ya empieza a oirse el murmullo de los reclutas al llegar e ir tomando sus armas de las panoplias. Suspiro.

Bueno, imagino que seguiremos viéndonos por aquí. Hasta la vista, Elietta. Ha sido todo un placer, debo decir.

Estrecho la mano de la elfa con un gesto de camaradería, y acto seguido me doy la vuelta para marcharme. A medida que me voy alejando, se me puede oír canturrear una melodía simple y alegre.

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01/10/2015, 18:31
Elietta

El hombre se despide. En el fondo de mi ser agradezco profundamente que no haya querido sonsacar información sobre mi madre. Los dioses saben que no es un tema agradable para mí... y probablemente no lo sea nunca.

-Recuerda lo que os he dicho, Jarlath...-Le digo mientras se aleja-Os irá bien en la práctica. Nos veremos por aquí.

Me resulta extraño que haya dicho que había sido un placer. Supuse que lo había añadido a modo de cortesía, más que otra cosa, porque no estaba acostumbrada en absoluto a que las personas que me conocían pensaran de mí algo agradable. Quizá él había sabido ver detrás de mis trincheras cercadas con estacas, o quizá simplemente era como todos los trovadores que conocía... un adulador.

Una parte de mí pensó que Jarlath sería un hombre diferente. Que realmente sabía ver detrás de las palabras de la gente...

Definitivamente... un hombre peligroso...-Pienso mientras me alejo del campo de tiro, dejándolo atrás, preparándose para empezar el entrenamiento.-Apunta bien. Sería una pena que no llegaras a la prueba final.