Partida Rol por web

Un día más y me encuentro tirado en un pequeño camastro del pequeño hospital del distrito, con la mirada clavada en el techo incapaz de dormir. No se que hora es, me miento diciendo que es demasiada la carga de trabajo, y eso que yo solo soy un simple ayudante, aún no tengo los conocimientos que posee mi madre sobre medicina, ya de por si es sorprendente que alguien de mi edad se encargue de algunas tareas que realizan personas con mas experiencia que yo, pero la necesidad obliga.

Cierro los ojos y recuerdo lo ocurrido unos días atrás, escucho los gritos de uno de los leñadores mientras cargaba con un herido, mi padre uno de los capataces, tranquilizando a los heridos y explicando la situación a mi madre. Un accidente cuando estaban talando en los bosques del norte, y yo buscando a mi hermana entre los heridos con el corazón en un puño. La veo sentada en una silla parece estar bien, tranquila, relajada, serena, tiene alguna contusión y corte, pero nada grave, la he visto con heridas peores.

Lo lógico seria atender al resto antes, pero…es mi hermana. Siempre estuvo ahí por mi cuando en el colegio recibía los golpes de mis compañeros, enfrentándose a ellos, sacándome las castañas del fuego. Me enseño a pelear y enfrentarme a ellos, yo me dedique a remendarla y curarla cuando decidía salir a los bosques con mi padre y a veces sin él. Ella eligió el camino de mi padre, es una aventurera, yo el de mi madre, curar a los enfermos y heridos.

Me acerco hasta donde esta, la agarro con suavidad una de sus manos, diciéndola:

- Ven, Sam. Voy a echarle un ojo a tus heridas.

Unos pocos pasos después llegamos a la zona de curas, una gran habitación llena de camastros separados por diversas cortinas, y allí en silencio atiendo sus heridas, ni se inmuta al sentir la aguja en su cuerpo, ni emite ninguna queja, solo se queda mirándome en silencio, dejando que haga mi trabajo como siempre ha hecho…

Vuelvo a abrir los ojos, por mas que lo intente no voy a conciliar el sueño, estoy preocupado y nervioso. Finalmente dejo de engañarme, todo esto es por el maldito día de la cosecha, un año más dos elegidos para que se peleen a muerte por diversión de los ganadores de una guerra que ocurrió hace décadas. ¿Por qué tenemos que pagar los jóvenes por los actos de nuestros mayores? Me incorporo del camastro, cojo la bata blanca y comienzo a andar por los pasillos de nuestro modesto hospital, buscando algo que hacer hasta que llegue el momento de presentarme al sorteo. Noto las miradas de mis compañeros, algunos apoyan sus manos en mi hombro, deseándome suerte. Al final me encuentro con mi madre, medio adormilada sobre una mesa con informes sobre ella. Veo las marcas del cansancio y de la preocupación en su rostro. La cubro con una manta y justo cuando estoy a punto de salir de la puerta para irme para casa, su voz rompe el silencio.

- Sean, cuídate y suerte en el sorteo, mi pequeño.

Y con las palabras de mi madre resonando en mi cabeza y los primeros rayos del sol golpeando el distrito, me encamino hasta mi hogar para prepararme para la cosecha. Al llegar a ella, veo a Sam sentada en el porche esperándome, en los últimos años siempre hemos ido juntos al sorteo, esperando que la suerte nos sonría. Por ahora no ha dejado de hacerlo, pero cada día hay más papeletas con nuestros nombres dentro de la urna, el único consuelo es que solo nos quedan un par de sorteos más y por fin podremos librarnos de la cosecha para tener una vida normal.

- Tú tampoco podías dormir, ¿verdad? – digo mientras se forma una leve sonrisa de complicidad en mi rostro - ¿Lista para la cosecha? – pregunto sentándome a su lado viendo el amanecer.
 

Siempre he sido una aventurera. El ojito derecho de papá. Desde pequeña me ha llamado mucho más el trabajo de los leñadores que el tipo de vida de mi madre, el que eligió mi hermano Sean, dedicados por completo a cuidar de los demás.
Puede que Sean y yo seamos mellizos, pero no nos parecemos en nada. Él siempre ha sido el tranquilo de los dos y yo puro nervio, nunca he sabido estarme quieta por eso siempre me ha parecido atractiva la vida en el bosque.Todas las tardes, al salir del colegio, me acerco a buscar a mi padre a su trabajo, me gusta estar entre los leñadores, me han enseñado mucho sobre su estilo de vida... el esfuerzo, el trabajo duro, la dificultades... Ya desde pequeña mi padre me enseñó a cuidar de mi misma y siempre me ha gustado ser independiente y poder hacer las cosas sola. 

Soy una chica dura a pesar de mi aspecto frágil, y por ello no me gusta mostrar mis sentimientos públicamente. Tengo que ser fuerte para el momento que se avecina. Nuca se sabe si te puede tocar a ti...

Esta noche no he pegado ojo, supongo que se debe a que mañana vuelve a ser el día de la cosecha, otro año más. Hasta ahora Sean y yo nos hemos librado, pero la posibilidad está ahí. Durante años he visto como a alguno de mis compañeros de escuela le ha tocado participar en los juegos y no volver. Y siempre esperas que no te toque a ti, y por supuesto, por nada del mundo que Sean sea elegido. Tendría pocas papeletas para sobrevivir... siempre ha sido demasiado bueno... me preocupa más él que yo. En el fondo, él es de más utilidad en nuestro distrito.

Siempre he intentado cuidar de Sean. ¿Es lo que se supone que hacen los hermanos, no? Él siempre me ha cuidado a mí cuando lo he necesitado, sobre todo en mis escapadas al bosque. Él me cuida a su modo y yo a él al mio. A mamá nunca le ha gustado que no fuese la señorita que ella esperaba de mí, pero tiene a Sean para suplirlo.

Esta mañana, poco antes del amanecer, mientras estaba tumbada en la cama sin poder dormir, he oído a mi padre entrar a darme un beso mientras pensaba que dormía y me ha susurrado -Sé que vas a estar bien, mi niña, saldrás bien de ésta. Os veré a ti y Sean cuando vuelva de trabajar. -He preferido hacerme la dormida ya que no quería que mi padre notase que a pesar de todo estaba nerviosa y que sus palabras me llenaban de emoción...

Cuando se ha ido me he levantado, me he lavado, peinado y puesto el vestido que mi madre me había preparado para la ocasión. Y he salido al porche a pensar... siempre me ha gustado sentarme en el porche a ver el amanecer. Cuando empezaba a vislumbrar los primeros rayos del sol, veo aparecer la silueta de mi hermano. Se acerca hacia mí y puedo ver por su cara que no ha pegado ojo en toda la noche, como yo... Me pregunta mientras me sonríe si he podido dormir esta noche... creo que mi cara también refleja mi preocupación. Le devuelvo la sonrisa y le respondo -¿Tú qué crees? -Se sienta a mi lado y aprovecho para darle un beso en la mejilla y acurruco mi cabeza en su hombro, mientras suelto un leve suspiro -¿Qué tal mamá?

Abrazo a Sam con suavidad mientras sigue apoyada en mi hombro y la doy un beso cariñoso en la frente antes de responderla.

- Creo que estas preparada. Siempre lo estas, eres capaz de salir de cualquier situación por complicada que sea – digo golpeando con el índice de mi mano su nariz con suavidad - Espero que no salga elegida en el sorteo – pienso preocupado.

- Mama estaba cansada, la encontré medio dormida en la mesa del despacho y no te voy a mentir, esta preocupada, pero intenta que no se le note. ¿Y que tal papa? – Pregunto notando los primeros rayos solares en mi rostro - No quise despedirme de él, sería como admitir que voy a ser elegido en la cosecha.

Miro a Sean con ojitos desde mi posición, la de apoyada en su hombro, mientras intenta animarme -Para ésto nunca se está preparado... -Agacho la cabeza para que no me vea la cara de preocupada mientras pienso que espero que tengamos la misma suerte que hasta ahora y que el nombre de ninguno de los dos salga elegido.

Me compongo como puedo para intentar disimular y me incorporo para volver a sentarme en una postura correcta, mientras escucho como Sean me cuenta sobre mamá. No la he visto desde ayer por la mañana cuando se iba a su guardia en el hospital, y además hemos discutido porque no quería ponerme este horrible vestido. No me gusta discutir con ella, pero lo hacemos a menudo, chocamos en muchas cosas... supongo que no soy como a ella esperaba y se siente algo decepcionada conmigo... pero yo la quiero de todas formas.

Me quedo un poco pensativa, meditando sobre qué pasaría si resultase elegida hoy... no me he despedido ni de papá ni de mamá, es más, me voy enfadada con mamá... -¡No, no va a pasar! -me obligo a pensar. Al menos estará allí conmigo Sean, no es que sea un consuelo porque no es algo bueno, pero que esté allí me reconforta.

Vuelvo en mí y seguidamente contesto a Sean sobre papá -Se ha ido a trabajar, me he hecho la dormida cuando entró a despedirse temprano... no me sentía capaz de hacer todo ese paripé. Pero estaba seguro de que nos vería a ambos esta noche cuando volviese a casa.

Me quedo mirando hacia el horizonte, los primeros rayos de sol aparecen y me giro hacia Sean -Creo que te deberías cambiar de ropa y prepararte para el circo que nos espera.

Escucho la respuesta de Sam sonriéndola y veo su intento de disimular su preocupación, aprovecho para mirar a otro lado mientras se recompone. Se que esta preocupada, nos conocemos demasiado bien, es lo que tiene ser mellizos, a veces se que esta pensando con solo mirarla. Como no va a estarlo, si yo estoy igual, la preocupación me carcome por dentro, pero aprendí a controlarlo, si quiero ser buen médico tengo que mantener la calma incluso en los peores momentos.

- Lo se, pero tenia que intentar sacarte una sonrisa – digo incorporándome del porche estirándome y bostezando levemente.

- Yo tampoco quería despedirme con mama, no es fácil intentar comportarse con normalidad en un momento así. Además, no hay que temer nada, recuerda que papa nunca falla, si dices que nos vera a la noche, lo haremos – añado con una sonrisa intentando que la preocupación de mi hermana desaparezca aunque mi procesión vaya por dentro, y piense en mi padre. Nunca me reprocho que tomase el camino de la medicina, pero me hubiese gustado haber pasado más tiempo con él…

- Buff, que pocas ganas de ponerme ese ridículo traje. Pero tienes razón, en este circo no pueden faltar los payasos – término diciendo para entrar en casa y empezar a vestirme para este sorteo tan injusto.
 

Una vez que Sean se puso la ropa adecuada para la ocasión, nos encaminamos juntos hacia la plaza en la que todos los años se celebra la Cosecha. Otro año más había pasado y sentía el mismo nerviosismo que los anteriores.

Agarré con fuerza la mano de Sean, necesitaba tenerle cerca para sentirme más tranquila... No hablamos en todo el trayecto. Ambos íbamos ensimismados en nuestros pensamientos, que no debían diferir mucho. Nunca sabes si te va a tocar a salir elegido... -¿qué iba a hacer si Sean saliese elegido? ¿y si me tocaba a mí? -las mismas preguntas de todos los años desde que empezamos a participar en este horrendo espectáculo.

Una vez que llegamos a la plaza, nos separan en dos grupos, los chicos a un lado y las chicas al otro. Apenas consigo despedirme de Sean cuando una mano me agarra para colocarme en mi lugar para el sorteo -¡Suerte hermanito. No olvides que te quiero! -le grito, mientras intento no perderle de vista para saber dónde va a estar colocado. Puedo verle a él y a muchos de mis amigos y compañeros. Todos tenemos la misma cara de circunstancias y de no querer estar allí. Me gustaría poder salir corriendo hacia el bosque, si ello fuese posible...

Y ya situados a todos los participantes de la Cosecha en la plaza, comienza el mismo espectáculo de todos los años. Estoy tan absorta en mis pensamientos que ni me entero de lo que pasa a mi alrededor. Allí arriba en la tarima van hablando por orden nuestro alcalde y luego Hide Evanete, la representante de nuestro distrito en el Capitolio. Ni siquiera sé que están diciendo. De repente, escucho como dicen mi nombre con gran claridad, es como si una voz resonase en el interior de mi oido y lo amplificase. El corazón me late muy muy deprisa y todo a mi alrededor parece que suceda a cámara lenta. Solo acierto a mirar hacia donde está mi hermano Sean, parece que me vaya a desmayar, pero no, no puedo permitírmelo en este momento, todo Panem me está viendo por televisión y no puedo dar la imagen de débil o sino se me echarán encima los demás tributos. Intento volver en mí, pero sin haberme repuesto del shock de escuchar mi nombre, cuando oigo como Sean se presenta voluntario como tributo masculino. No puedo creer lo que está haciendo -¿se ha vuelto loco o qué le pasa? -e inconscientemente grito -¡Nooooooo, Sean! ¡qué estás haciendo!

No tardo más que unos pocos minutos en vestirme con la ropa que voy a usar en la cosecha, y lanzo un largo suspiro al terminar. Noto una revoltura en el estomago, malditos nervios, respiro profundamente. Si Sam te ve nervioso, se preocupara y ella también se pondrá nerviosa, no puedes permitirlo, bastante duro ya es esto como para hacerlo aún más – me digo apretando las manos contando mentalmente hasta diez, regulando mi respiración y cuando me noto tranquilo salgo al porche a buscarla.

Siento como me agarra la mano, sonrío con cariño intentando que no se note en mi cara mis nervios. Mi corazón late demasiado rápido, apenas cruzo unas palabras con ella y con la gente que me encuentro en nuestro camino hacia la cosecha, si hablo se notara que estoy asustado.

Y por fin llegamos a la plaza, escucho sus palabras de ánimo en el momento en el que se dirige hacia el lugar donde están el resto de chicas. Tu también, Sam. Lo se, hermanita – respondo mientras espero el sorteo con la mirada clavada en el suelo moviendo mi pierna derecha nervioso. Ni siquiera soy conciente de lo que hablan en el estrado, solo estoy esperando que salga el nombre de la tributo femenina. Y es entonces, cuando siento como toda mi vida se derrumba a mi alrededor como si de un castillo de naipes se tratase. No han podido decir su nombre, a ella no. Alzo mis ojos al lugar que ocupa con el resto de chicas y nos quedamos mirándonos durante unos segundos antes de andar con paso firme y seguro hacia donde se encuentra Hide Evanete.

Se lo que tengo que hacer, estoy asustado, que digo estoy aterrado pero se lo debo, ella me dijo que era más valiente de lo que creía. Si estamos juntos, seremos dos contra el resto, y tendrá más oportunidades de salir con vida de estos juegos del hambre. Se lo debo a ella, se lo debo a mis padres, cierro los ojos. Hoy toca dejar de tener miedo. Antes de que metan la mano en la caja donde están los nombre de todos los tributos masculinos, grito con todas mis fuerzas.

- ¡Voluntario! ¡Me ofrezco voluntario! Yo seré el tributo masculino del distrito 7 – término diciendo con toda la confianza que he podido sacar del interior de mi cuerpo, y comienzo a andar rumbo a la tarima mientras escucho el grito de mi hermana. Cuidar de mi hermana – musito en un susurro…

¡Oooh, qué enternecedor! Un hermano que se presenta voluntario para cuidar a su hermana. ¿O será que quiere acabar con ella él mismo? Esas peleillas familiares, jajajaja miró al público esperando que alguien se riera de su ingenioso chiste, pero nadie lo hizo.

Bueno, no importa concluyó soltando la papeleta del tributo masculino. Tenemos a dos hermanos que van a luchar por sus vidas. ¡Vuestros padres estarán orgullosos de vosotros! ¡Se merecen un gran aplauso! La gente aplaudió.

Muy bien, queridos, entrad por esa puerta os señaló una Allí podréis encontraros con vuestros padres y hablar con ellos para despediros.

Permanecéis en la sala un rato sin hablar. Vuestros padres no se habían enterado del asunto y, para cuando quisieran llegar, vosotros ya no estaríais allí. Os mirabais a la cara sin deciros nada, las palabras no surgían.

Dos mensajeros irrumpieron en la habitación y se quedaron apostados en la puerta. Se quedan extrañados al no ver a nadie, pero no parece importarles. Esos hombres os escoltan hasta la entrada del tren. Allí podéis ver doce vagones, sin contar el del maquinista. Uno por distrito. Allí estarán vuestros futuros compañeros y rivales.

Al entrar en el vagón, veis a una chica joven mirando por la ventana con mirada ausente. Cuando cerráis la puerta, os mira y abre mucho los ojos, a la par de la boca.

Hoooolaaaa... Soy Penny, la dulce niña Whilili. Seré vuestra mentora. Os aconsejaré y responderé a tooodo lo que pueda, ¡sí, sí, sí!

Miro a mi hermana sin saber que decirla, seguramente no entienda la decisión de presentarme voluntario. Era lo que debía hacer, es mi hermana – me repito en mi cabeza una y otra vez. Aparto la mirada y me dejo caer en la silla con la vista clavada en el techo.

Los minutos pasan demasiado lentos, es la primera vez en mucho tiempo en que no se que decirla, las palabras están atascadas en mi garganta. Es un silencio incomodo, pero no se me ocurre nada para llenarlo.

Me dejo guiar hasta el tren, doce vagones, doce distritos, 24 tributos sacrificados para el deleite de gente que no conoce el sufrimiento, aprieto mis puños y me quedo con el rostro serio observando a la que va a ser nuestra mentora. Si esta aquí, es que consiguió vencer en los juegos, tal vez sus consejos puedan servirnos de algo, tal vez…

- Hola, soy Sean Brown – respondo sin saber que mas decirla, aún no me creo que este pasando todo esto, estoy esperando despertar de esta pesadilla.
 

No me puedo creer lo que está ocurriendo, por si fuese poco el hecho de salir elegida en el sorteo, Sean se hace el héroe y se presenta voluntario como tributo masculino... no sé que a podido pasársele por la cabeza para hacerlo... puede que piense que así me ayuda, pero va a conseguir que nos maten a los dos.

Creo que después de ese momento de locura, se ha dado cuenta que no ha sido buena idea presentarse voluntario. -¿por qué? ¿por qué? ¿por qué lo has hecho? -resuena en mi cabeza -¿por qué lo has hecho, Sean? -pienso... pero me encuentro en tal estado de shock y le veo tan mal, incapaz de decirme nada, que no puedo ni preguntar. Así que permanezco callada a su lado, pensando en lo idiota que ha sido. -¿Y nuestros padres? ¿no ha pensado en ello? no sólo se llevarán el disgusto de que uno de sus hijos va a ir a Los juegos del hambre, sino que los dos participaremos ¿qué esperanzas van a tener? saben que al menos van a perder un hijo -¿no has podido pensar en eso, Sean?

-De repente dos hombres irrumpen en la habitación y nos guían hacia el tren que nos llevará al Capitolio, allí comenzará todo... Y en cuenta entramos en ese tren, aparece la que va a ser nuestra mentora. No me lo puedo creer, ¿cómo es posible que haya ganado Los juegos de hambre? no da la sensación de haber matado ni a una mosca... la cosa no pinta nada bien... -Hola, yo soy Sam Brown, su hermana...

Se acercó hasta vosotros y cogió una de vuestras manos. Las apretó con fuerza y os sacudió con energía. Parecía que la joven Penny tenía más fuerza de lo que aparentaba.

Es un placer conocer a gente de mi edad. Siento que uno de los dos tenga que morir. ¡Es muy triste! dijo poniendo morritos de pato, al tiempo que se iluminaban sus ojos por la pena.

Os soltó y se frotó la cara con las manos.

Venga, sentaos y comer algo, seguro que os viene bien. Podemos hablar de lo que queráis, ¡sí, sí, sí!

Intento no sorprenderme al ver la cantidad de lujos que hay en el capitolio, trenes, ascensores, una planta para nosotros solos… Recuerda que para que estas aquí, para entretenerles y morir en la arena para su diversión, estos lujos no les cuestan nada.

- Gracias Penny, voy a echarme en mi habitación, ha sido un día largo y me encuentro un poco cansado – digo a mi mentora, y miro a Sam. Seguramente siga molesta por lo que hecho, pero a estas alturas no le sirve de mucho, yo tengo muy claro los motivos por lo que hice eso.

- Descansa Sam, te veo mañana – digo a modo de despedida acercándome hasta donde se encuentra para darle un beso en la mejilla y me dirijo a mi habitación, con un propósito firme en mi cabeza.

Aprenderás todo lo posible en los entrenamientos para cuidarla, protegerla y morir por ella si es necesario. Soy su hermano mayor, es hora de empezar a comportarse como tal.