Partida Rol por web

Los pasajeros del Aquitania

Prólogo: El Puerto de la Luna

Cargando editor
24/03/2020, 21:03
Director

Lorenzo Grimón se abrió paso a empujones entre la multitud del muelle. 
Ni el cansancio de una semana ni el enorme saco que portaba sobre los hombros podían competir con el terror que propulsaba sus músculos desde que había perdido, hacía menos de una hora, a sus últimos acompañantes. 
- ¿Sabes cómo llaman a la ciudad de Burdeos, hermano?- le había dicho José- El Puerto de la Luna. ¿Curioso, verdad, tratándose de la tarea que traemos? 

Pero Lorenzo no había caído en lo que quería decir José y ya no se lo podría explicar: Poco después de llegar a la ciudad francesa había sido degollado junto al guía que traían desde la frontera y los dos caballos que habían tirado del carro. 

Haber sobrevivido a la guerra en España, al odio de los nacionales, a la huída a una Europa también en guerra y morir de aquella manera... a manos de bestias que no eran... humanas. 

Lorenzo se santiguó y ni siquiera creía en los santos. Pero al persignarse recordó la carta que traía y que su hermano había custodiado hasta el momento de su muerte.

 

"Llevad el cargamento al barco Aquitania.

Nunca digáis lo que traéis ni quién os lo ha pedido. Pero sobre todo nunca digáis el nombre del pueblo que os vio nacer y que dejasteis atrás.

Una vez a bordo deberéis custodiar el preciado tesoro y cuando desembarquéis en los Estados Unidos se os dará un pasaporte y todo el dinero necesario para empezar una vida nueva"

 

Lorenzo iba a dejar que fuera su hermano quien embarcara. No dejaba nunca de hablar de América. Él prefería quedarse en tierra. Pero aquellos monstruos habían aniquilado también ese futuro. Temía al mar, pero sabiendo que le perseguían tan de cerca aquellos monstruos, no veía la hora de dejar tierra. 

Al llegar al Aquitania no se encontró una muchedumbre de refugiados como las de los otros embarcaderos. Era un barco más pequeño y un grupo menos numeroso. Más selecto. Vio gente de diferentes países y clases sociales. 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Se oyó una explosión a lo lejos y la gente se asustó mientras que las tripulaciones de los barcos se ponían en alerta. Los alemanes cercaban la ciudad. Puede que no todos los barcos apostados allí lograran salir a tiempo. 

Alguien tocó su saco y Lorenzo dio un tirón y echó a correr por la pasarela. Allí estaba el capitán. Uno de los marineros le llamó la atención por empujar a todos para entrar el primero. 
Sin apenas saber inglés le dijo su nombre y el marinero negó con la cabeza al comprobar la lista de a bordo.  

Lorenzo se puso muy nervioso. Giró la cabeza y le pareció que todos le miraban. Recordó otra cosa que le dijo su hermano: 

- ¿Recuerdas cuando estalló la guerra y madre dijo que parecía que entonces todos los del pueblo se habían quitado la careta? Que ahora se veía quiénes eran realmente amigos y quienes habían estado acechando. Nos contó una leyenda ¿recuerdas, Lorenzo? Esa de los lobos que de día parecían personas. 

Ahora mismo toda la tripulación y sus pasajeros parecían lobos.  Gritando imploró que tenia que subir a bordo.

Cargando editor
24/03/2020, 21:35
Capitán Hank Morris

Se oyó otra explosión y blindados de la resistencia francesa circularon por los muelles pidiendo a la gente que abortaran los embarques. No habría permisos para salir de puerto aquel atardecer. 
Pero el Capitán Hank Morris hizo una señal a la tripulación de que estuvieran alerta. Ellos tenían órdenes de zarpar pasara lo que pasara a esa hora. 


Les habían contratado con esa precisa misión y todos los gastos se habían sufragado con el costoso pasaje que algunos pasajeros habían pagado: Todo estaba en una extensa misiva que había recibido en Maine y que no había terminado de leer por una sencilla razón: Una parte de las instrucciones establecían claramente que solo se leyeran si el barco caía en manos enemigas. Y Hank Morris era un hombre de palabra. 

Lo que él sí sabía es que entre aquel excéntrico pasaje debía esperar un equipaje abultado "con piezas de artesanía rural". Aquel sudoroso paleto podría ser el mercante que esperaban. 

El Capitán Morris se acercó al saco y aquel hombre aterrorizado, con mucho cuidado le dejó ver el interior del mismo. 
¿De qué horrores huiría que incluso ante su única oportunidad de embarcar hacia la libertad era tan receloso? 

Palpó la madera que traía y le dijo a su segundo de a bordo que le dejara pasar. 

No había tiempo que perder. 

- Por favor, señoras y señores,  les seguiremos registrando a bordo. Hemos de zarpar de inmediato. ¡Levamos anclas! 

Sabía que parte del pasaje del Aquitania no habría llegado a tiempo. Pero tenía ya su dinero y seguro que a sus patronos no le quitaría el sueño que no todos lograran cruzar el océano. 
Sabía que habría otros pasajeros que en la confusión aprovecharían para subir al barco.  Pero sabía que su conciencia no se desvelaría si aprovechaban los camarotes para salvar otras vidas humanas. 

Lo que no sabía es que en el preciso instante en que el Aquitania se alejó del muelle del Puerto de la Luna, el reflejo en aquel hermoso puerto dorado se difuminó por un instante, como si la misma luz cerrase los ojos en señal de desesperación. 

O de plegaria. 

Notas de juego

Os toca. Aprovechad para interacciones, presentaros, lo que queráis. Tenéis todas estas horas para hacerlo. 
El jueves a las 11 de la mañana se repartirán las cartas. 

Cargando editor
24/03/2020, 23:48
Eliot

Estaba aguardando pacientemente su turno en la cola para embarcar. En una bolsa sobre su hombro, llevaba sus escasas pertenencias. Un par de mudas de ropa y un par de recuerdos que siempre le acompañaban. No llevaba nada más, porque nada más necesitaba.

Pero al grito del capitán algo se revolvió en interior. Aquel barco no se podía ir sin él y, si aquellas mujeres que viajaban cargadas de maletas no se apresuraban, iba a perder el barco cuyo pasaje tan caro le había costado, dejándolo en tierra.

Así que hizo como muchos otros que viajaban ligeros como él, apretar el paso e intentar subir cuanto antes al Aquitania, adelantando a quien iba más lento tirando de maletas y paquetes. Algo le dijo en el tono de voz del capitán, que levaría anclas estuviera o no todo el pasaje a bordo. Maldijo por lo bajo a aquellos tipos que se creían con todo el derecho del mundo a ordenar y mandar a todo bicho viviente solo por llevar uno de aquellos uniformes tan limpios y bien planchados. Pero demasiado caro le había costado su billete para perder aquella oportunidad de un nuevo comienzo lejos de Francia.

-Disculpe. Me permite. Gracias.-iba diciendo a unos y a otros, educada pero contundentemente, conforme se iba abriendo paso y adelantándose en la cola. No se le pasó desapercibido un pequeño detalle. Mucha de la gente que aguardaba para subir al barco era gente adinerada. No pudo evitar sonreirse.

Muchos de ellos nunca han subido a un barco. Creo que vamos a ver las entrañas de más de uno en este viaje. Apostaría a que antes de salir a mar abierto, echan hasta la primera papilla. Pensaba mientras pasaba a su lado. Las mujeres mayores serían las primeras en caer, después lo haría más de un hombre que, aunque se pensarán inmunes a los vaivenes de un barco, eran todos igual de principiantes en aquel lugar. Allí no había ningún lobo de mar. Solo cabía esperar que el capitan y la mar se alinearan para llevarlos lo mejor posible a destino.

Cargando editor
25/03/2020, 00:05
Maggie

Junto a la barandilla que iba alejándose de la claridad dorada, mientras el buque se hacía a la mar, la chiquilla miraba las formas de la ciudad que dejaban atrás. Tenía el rostro lleno de lágrimas, pero no sollozaba. Había crecido en horas lo que no había hecho en ocho años. 

Su abuela ya no estaba con ella, como antes no estaban tampoco sus padres, ni nadie. Sólo el Capitán que la llamaba "señorita" y que la había hecho acompañar hasta su camarote por un marinero con prisas, que la había dejado allí, con sus maletas, sola.

No le había costado entender lo que había pasado, no era la primera vez. Perder a alguien. Perder el puntal, la familia, el calor de la mano que asiendo la tuya te lleva a descubrir el mundo. Tampoco se había preguntado si debía obedecer y seguir a bordo, iniciar ese viaje del que habían hablado tanto ella y la abuela esos últimos días. Debía irse, irse de allí...

A su alrededor hombres y mujeres iban y venían, a sus cosas, atareados. Caras largas todos, como si nadie quisiera realmente estar en ese barco, como si en realidad todos obedecieran también, y puede que unos sabiéndolo, otros no, así lo hicieran.

Cargando editor
25/03/2020, 00:56
*Lila Nielsen

‘El teorema de Picard establece las condiciones y la unicidad de la solución...El teorema de Picard establece las condiciones y la unicidad de la solución...El teorema de Picard establece las condiciones y la unicidad de la solución…’

Lila había dejado de prestar atención a su cuaderno de notas. Sabía que la solución estaba allí, pero no la veía. Las fórmulas que había apuntado hacía una hora en el papel blanco parecían invisibles y ahora solo se dedicaba a garabatear círculos. Pintaba uno y lo repasaba, apretando cada vez con más fuerza. Ahora miraba el barco, y ahora se mordía los nudillos. Estaba claro que no tenía pasaje para subir.

‘El teorema de Picard establece las condiciones y la unicidad de la solución...El teorema de Picard establece las condiciones y la unicidad de la solución...El teorema de Picard establece las condiciones y la unicidad de la solución…’

De repente, se escuchó una explosión.

-Esta es la mía- pensó

Ni en la convención de París, ni en la de York se enterarían de que se había comportado no como una prestigiosa matemática, sino como una auténtica ladrona. Total, a estas alturas ya todo valía. Llevaba años soñando con poder escapar de la vida que llevaba en Alemania y un simple billete no iba a cambiar sus planes.

Rápidamente cogió la bolsa que había traído con sus pertenencias más valiosas (básicamente libros y un foto gastada de su madre) y, aprovechando el desconcierto de la gente, echó a correr...
 

Cargando editor
25/03/2020, 01:04
Bebe

Benigna había sido puntual. Demasiado quizás. Dos horas antes de lo que le había dicho su contacto ya estaba en el muelle. Se sentó pacientemente sobre su maleta roja y se limitó a observar mientras la gente llegaba.

Las explosiones la pusieron en pie pero no afectaron a su gesto. Más que asustada, parecía más preocupada por su pelo, una permanente que ya tenía bastantes noches y que continuamente acomodaba como si pudiese así componerlo de nuevo. Se acercó al grito del capitán.

- Cojona ya, deja pasar. No empujes hostias. - decía en castellano cuando la gente empezaba a agolparse a la voz del capitán.

No le costó mucho pasar y una vez a bordo apretó aún más el paso para sentarse junto a la barandilla más alejada del puerto. Respiró profundo, parecía aliviada. Soltó la maleta y la colocó entre sus piernas. Se desabrochó el abrigo de piel de conejo que de raido que estaba parecía hecho a remaches dejando ver el luto que vestía. Sólo aclarado por un colgante dorado que comenzó a besar con fuerza. O casi con hambre pues al llevárselo a los labios se lo metía en la boca mientras de reojo miraba la costa.

 

Cargando editor
25/03/2020, 09:05
Juliette Dupont

Ahí estaba Juliette, agarrada a la barandilla mirando hacia el puerto con todo su cuerpo en tensión… Tensión que no remitiría hasta que no viera el barco zarpar y alejarse de esa ciudad que tan bien había acogido a su familia, pero que se había convertido en un peligro con la llegada de los nazis. Su jefa en la tienda de moda de mujer en la que trabajaba, sabedora de su ascendencia judía, se había enterado de la existencia de este barco dirección EEUU y había tenido el enorme detalle de pagarle un pasaje. Su marido y ella querían bien a Juliette… “Huye de aquí, ve a Estados Unidos y conviértete en una verdadera escritora… Aquí solo te espera la reclusión y quizá la muerte”… Juliette no podía estar más agradecida a ese matrimonio que la había salvado la vida. Ahora sólo quedaba ver el barco zarpar… Entonces, por fin, respiraría…

Mientras tanto se fue fijando en las personas que subían al barco. Vio entrar a aquel hombre con ese saco tan pesado (a saber qué llevaría en él para contar con el beneplácito del capitán, pensó), estaba también aquella mujer de carácter fuerte y abrigo raído… y aquella niña, tan sola… con la que de alguna forma empatizó… Ella estaba sola también. Se había quedado sin familia ya hacía años… Cuando la niña pasó por su lado de la mano del capitán, Juliette hizo un gesto amable. Pretendía que entendiera que no estaba sola… No estaban solas… Todos los pasajeros del Aquitania estarían juntos en esto… ESCAPANDO.

Siguió allí agarrada a la barandilla… observando…

Cargando editor
25/03/2020, 09:40
George Goat "GG"

Tras 6 meses huyendo de enemigos de guerra y de su propio ejército por desertar de la segunda gran guerra vislumbró el final de esa mierda que le había tocado vivir. Veía a la gente muy alborotada y nerviosa, gritando y corriendo hacia el embarcadero mientras se escuchaba alguna explosión de fondo. GG intentó mantener la tranquilidad. "Un barco hacia América... ¿qué más puedo pedir? Al final lo conseguiré". Y miró tímidamente el tatuaje de su muñeca. 

Cuando vio el tamaño del barco con el que tenía que cruzar el atlántico sintió una punzada decepcionante. En su cabeza imaginaba un impresionante transatlántico como aquel que se hundió hacía unos años, pero era evidente que no era de esa magnitud. 

Se asomó a la barandilla en esa última hora antes de zarpar. Necesitaba hablar con alguien, llevaba mucho tiempo escondido. Vio a varias chicas bastante guapas "GG, no es el momento de ligar, céntrate", a una cría de unos 10 años "¿Qué hace una niña aquí?", a un negro con cara de simpático y que parecía alguien experimentado en lidiar con situaciones complejas al que se acercó. 

- Fucking hell! - dijo remarcando su acento inglés. 

- ¿Crees que esta chatarra nos lleva al otro lado del charco? Encantado, me llamo GG.

Cargando editor
25/03/2020, 09:56
Cosette Piaf

Cosette se encontraba entre la multitud como si nada de aquello fuera con ella. Su rostro mostraba un sufrimiento que había traspasdo ya el dolor. Dejaba atrás a la Francia que la vio nacer y la vio seguir luchando sin ceder a la ocupación nazi, aunque sólo fuera a través de conciertos en clubes y music-halls, pero también ayudando a prisioneros a escapar. Embarcar en el Aquitania era para ella una pequeña derrota, tener que escapar, aunque supusiera abrirse paso también a nuevas oportunidades...

Al lograr pasar entre la gente, sin levantar la mirada del suelo, algo llamó su atención. No fueron las explosiones ni el capitán. Tampoco ese homre que parecía transportar algo valioso a sus espaldas. Fue aquella niña junto a la barandilla. En ese momento se acordó de Marcelle, la hija que ese año haría 7 de edad si no hubiese sido por la maldita meningitis. Pero Cosette había dejado de llorar tiempo atrás, aunque en realidad su alma no hubiese dejado de hacerlo ni un momento. Se apoyó cerca de la niña y se puso a cantar en voz baja, refugiándose en la música una vez más.

 

Cargando editor
25/03/2020, 12:07
Bebe

Más tranquila, Benigna guardó su colgante no sin antes darle un último y sonoro beso y empezó a dar cuenta de la gente que le rodeaba. No eran demasiados lo cual era conveniente para el tamaño del barco. Viejos, jóvenes, todos parecían cansados. - ¡Un negro! - pensó sorprendida. 
Fue sonriendo con una mueca extraña a la gente con la que cruzaba miradas hasta que se fijó en una mujer francesa que se había arrodillado junto a una niña. Estaba cantando suave, bajito, pero se las apañaba para que su voz de alguna manera quedase sobre el ruido que les rodeaba.  

- Mademoiselle, laissez-moi vous dire, votre voix est très jolie.- le dijo en un correcto francés.

Cuando Cosette terminó, Benigna tomó el relevo, con peor voz, improvisando la letra de un tanguillo que le había venido a la cabeza al ver a Maggie.

Ay que tendrá la niña de la ventera
que ni en los labios tiene color
Ay que tendrá la niña de la ventera
pa mi que es pena en el corazón…

Cargando editor
25/03/2020, 12:37
Maggie

Había devuelto el gesto de saludo que le había dirigido aquella señora rubia tan guapa. En ella estaba pensando ahora, apoyadas sus pequeñas manos en la barandilla de cubierta, barandilla que le llegaba al cuello. A las otras personas que se habían acercado, como esos dos hombres, les llegaba al pecho y tenían mucha mejor perspectiva, pero apenas había nada que ver.

Esa guapa señora rubia con la que se había cruzado le recordaba la fotografía que tenía de su madre. Era sólo una fotografía lo que tenía de ella, no tenía recuerdos con su madre, se había ido cuando era muy pequeña. Con su padre. 

De pronto, a su lado, la voz de otra mujer hizo que desviara su mirada y sus pensamientos. La escuchó, seria.

-Cantas muy bien. Yo también sé cantar...

No tardó en seguirla otra mujer, también morena, como la otra. La primera cantó en francés, esa lengua que la abuela había dicho que tenía que aprender, si quería ser una señorita. Pero no tenía maña para los idiomas. La segunda cantó en un idioma que no supo cuál era. No, no se le daban bien. Se le daba bien la música, eso sí. Cantar. Y el piano.

Cargando editor
25/03/2020, 12:50
Hans König

Una bonita tarde antes de ir a cenar paseando por el puerto fue lo que hizo a Hans prisionero de ese barco, ¿Quién le mandaría a él tener que dar un paseo para "abrir el apetito" cuando en el plato de la mesa le aparecería un delicioso Eisbein?. ¡Ni siquiera hacía falta preparar al apetito ante aquel suculento codillo de cerdo horneado a baja temperatura!. Pero aún así tenía que hacerlo, Hans era un hombre de tradiciones y el paseo antes de la caída del sol era una que siempre cumplió desde su niñez en Berlin. ¿Acaso una amenaza de guerra iba a ser suficiente para él como para abandonar sus raíces y tradiciones?. No. Ya bastante tuvo con cambiar de residencia por trabajo como también para dejar de seguir con sus tradiciones.

-¡Nein! ¡Nein! ¡Esperen! -Exclamaba el hombre mientras era arrastrado hasta el interior del barco por la marea de personas. - ¡Creo que hay un error! ¡Yo solo quería ver!. ¡Solo quiero mein Eisbein!.

Para desgracia del hombre de las gafas, sus gritos fueron ahogados por el sonido de las explosiones y de los carros listos para la batalla, así como los gritos y la desesperación de los que sí querían embarcar en aquel navío en busca de nuevas oportunidades, dejando atrás lo que el tanto quería y añoraba, la tranquilidad de una vida sencilla repleta de tradiciones con o sin sentido. Se podría considerar a Hans como un nostálgico.

Una vez dentro del barco, por el contrario, cuando el puerto ya se encontraba distante y sus esperanzas porque dieran la vuelta se enfriaran igual que el Eisbein que tenía en la mesa del comedor esperando por él; Hans tan solo pudo hundirse entre sus manos mientras maldecía a todos los presentes por evitarle degustar una cena típica y tradicional.

Cargando editor
25/03/2020, 13:48
Vincent Laval

Es increíble como cambia nuestro mundo en cuestión de meses, semana, mejor dicho días. Sé que la vida de los artistas es como fluido en constante movimiento con grandes saltos y caídas, pero jamás creí que el salto se convertiría en caída tan rápido. Hace un mes me encontraba exponiendo en la galería Durand-Ruel en París y ahora me encuentro listo, pero no concienciado, para huir. Cuando el arte se convirtió en un arma, siempre lo fue supongo. -pensaba para si mismo el pintor.

Por favor, ¿alguien podría ayudarme con ese caballete? -pedía ayuda mientras a trompicones intentaba evitar que todos sus materiales de pintura se cayeran al suelo.

Un amable pasajero le sujeto el caballete mientras reordenaba entre sus bartulos el resto de pertenencias.

Gracias por su ayuda, mi nombre es Vincent.

No era muy hábil este pintor, se le volvió a caer todo. Retrasando un poco más si cabe al resto de pasajeros que hacían cola tras él.

Disculpe, disculpen, disculpe, lo siento. Gracias. -decía mientras volvía a recoger algunos de sus bártulos del suelo y viendo rodar otros cuantos directamente al agua.

Aunque este principio parezca algo atropellado, Vincent Laval compensaba sus grandes dotes como pintor postimpresionista con una gran torpeza.

Cargando editor
25/03/2020, 15:48
*Lila Nielsen

Cuando Lila observó que la pintura violeta de Vincent rodaba hacia el agua, se estiró sin éxito para alcanzarla y casi pierde el cuaderno de notas. Lila podría estar a veces en su mundo, pero conocía muy bien el significado de la palabra compañerismo.

Miró al pintor y por lo bajo casi llegó a murmurar un 'Lo siento'. No es que Lila entendiese especialmente de pintura, de hecho, a veces le costaba ver algo más de sus queridas fórmulas matemáticas, pero entendía de pasiones y sabía, que en ocasiones, un trozo de papel y un lápiz podían salvarte la vida.

Se acomodó la ropa y se dirigió al tumulto de gente como si nada hubiese pasado. Aclaró la voz y dijo

-Hola, soy Lila...Lila Nielsen-

Cargando editor
25/03/2020, 16:20
Mathew Bates

- Chusma... -

Apoyado en la baranda del castillo de proa, miro con desdén a la muchedumbre apelotonarse en el muelle primero, la pasarlea después, y finalmente en la cubierta del Aquitania, mientras vierto el contenido de mi petaca en un baso y termino la que seguramente será mi última copa de Brandy en mucho tiempo.

- Rodeado de chusma por varias semanas... -

Escrutinando con la mirada a quienes van subiendo intento encontrar alguien que pueda estar a la altura de mantener un atisbo de conversación civilizada.

- Pues entre la tripulación, creo que ni el capitán se salva -

Acabo la copa y tiro el baso por la borda. Con paso altivo, camino hacia popa manteniendo siempre cierta distancia con aquellos de los presentes cuyo olor corporal alcanza más lejos que sus brazos extendidos.

- Madre, ¿por qué tuviste que insistir en mandarme a Burdeos?

Es una pregunta retórica. Sé perfectamente que el nombre "Bates" no podía verse envuelto en otro escándalo en los altos círculos de los Hampton. Mi último desliz el año pasado ya dejo la reputación de la familia en boca de todos. Padre incluso amenazó con mandarme al cuerpo de voluntarios que se solicitó para ayudar a los Aliados.

- ¡Ja! Como si el viejo Mathew Senior se hubiese atrevido a arriesgar la vida de su primogénito... -

Así que lo mejor que pudieron hacer es alejarme de los círculos sociales por un tiempo. Y qué mejor sitio que Francia, acompañado de un buen maeltín de dinero con el que apoyar la causa. Así, lavando la cara ante los aliados y mandado a la oveja negra bien lejos, mataban dos pájaros de un tiro...

- En fin, pero ya vuelvo a casa y es hora de olvidar todo esto. -

- ¡Mozo! - grito al negro que sube de los primeros. Un joven de buen aspecto y vestidumbre le está hablando, con lo que sin duda el hombretón es un peón de carga - Mi equipaje por favor - señalo las dos maletas que he dejado en Proa.

Cargando editor
25/03/2020, 17:14
Bilonce "Bi" Malaleche

Bilonce Malaleche subió al barco con la ayuda de su fiel bastón y acompañada de un mozo quien cargaba sus tres maletas, ella por su parte llevaba consigo un gran bolso que poco le faltaba para llamarlo bolsa. Por suerte para la ajada mujer fue la ultima en entrar sin prisas en aquel barco, pues poco después llegaría el ruido de una explosión y una marabunta de gente preocupada por abandonar Francia parecían luchar por por ser el siguiente en entrar.

-Bah, juventud. Pura impaciencia. -Rumio entre dientes, mientras dejaba sudando al mozo y su bolso en el suelo, para echar un ultimo vistazo a la ciudad. -Bue'sorte hermano. -Alzo la mano a modo de despedida para Europa, ahora seria Estados Unidos a quien le tocaba sufrirla.

Se quedo casi un minuto observando el puerto y como la gente se empujaba entren ellos, hasta hacerla pensar que mas de uno entraría al barco sin querer entrar o sin ser debidamente invitado. Pero eso podía importarle menos a ella, después de todo su pasaje estaba asegurado... ¿Y hablando de eso donde estaba su camarote?

-Lléveme al camarote joven, quiero dejar mis cosas antes de pasear un rato por el barco. -Hablo en ingles con un fuerte acento español, al hombre con piernas temblorosas, sujetando por cortesía y oficio el equipaje de aquella señora. Este hizo un ademan de que le siguiera y eso hizo.

-Me pregunto cuanto Aleman habrá en el pesquero. -

Cargando editor
25/03/2020, 18:19
Horacio

Huir... otra vez. Horacio subió al navío sin armar mucho barullo, ya había tenido que exiliarse en otro momento por la guerra civil española, pero esta vez era diferente, nunca había cruzado el Atlántico y aún no estaba seguro de que lo fuese a hacer. Ese barco podía ser el ataúd más grande del mundo, Horacio estaba en buena salud, pero la mar es muy traicionera y el aislamiento con desconocidos puede ser muy peligroso. Afortunadamente llevaba consigo unos cuantos libros y un cuaderno en el que iba anotando aquello que consideraba digno de su atención, al fin y al cabo, se ganaba la vida escribiendo personajes e historias para el teatro.

Echó un vistazo a los pasajeros y se presentó, Hola a todos, soy Horacio, un placer... 

Cuando vio que su presentación pasaba desapercibida lo agradeció, no le gustaba ser el centro de atención, él era más del tipo observador.

 

Cargando editor
25/03/2020, 19:35
Grace Hayworth

Cuando aquel hombre pasó corriendo portando ese saco, Grace se aferró a sus maletas por instinto. En ellas llevaba su querido material médico. Nada muy sofisticado, pero lo necesario para atender alguna pequeña emergencia suya o de otros pasajeros. El viaje hasta América no sería sencillo en esa embarcación e incluso corrían el riesgo de toparse con compañía poco deseada en el mar. Observó cuando aquel ¿polizón? entró al barco, con el visto bueno del capitán. Su parte más curiosa se preguntó qué podía llevar en aquella bolsa. Su otra parte le reprendió esa actitud. Suspiró y pasó poco después, dando su nombre y mostrando su billete. No había sido barato, pero eran tiempos de guerra y salir de Europa no era nada fácil.

Paseó por el barco una vez dejó sus cosas en su camarote. Miraba al resto de pasajeros, pero no les prestaba demasiada atención. Su mirada estaba fija en la ciudad y se preguntaba cuantas bajas habría ese día.

Cargando editor
25/03/2020, 20:16
Paul Birmingham

Paul observaba el puerto desde la cubierta del barco. Aunque para ser exactos también observaba la cubierta al mismo tiempo. Hacía poco le había llegado la citación para trabajar en un caso en los Estados Unidos. La paga era buena y además se trataba de una cuestión de familia. Por otra parte, estar alejado de la guerra no era un mal prospecto.

Observó con desinterés al resto de los pasajeros, aunque observando pequeños detalles en cada uno. Se presentó con educación con quien se cruzaba, sin querer formar una compañía de viaje, Paul estaba cómodo con su soledad. Había traído libros para leer y los archivos de aquel caso al que se dirigía.  Esperaba que fuera un viaje tranquilo.

Cargando editor
25/03/2020, 20:32
Eliot

Buscó un hueco en la barandilla donde se apoyó para ver alejarse el muelle en el que había trascurrido su vida esos últimos años. Dejó en el suelo su petate, pisando una de sus esquinas con su pie, en previsión de que a alguien le gustara y sintiera curiosidad por investigar lo que llevaba.

El muelle comenzó a alejarse lentamente mientras la gente discurría alrededor intentando buscar un hueco en la misma barandilla o su propio camarote. El esperaría a que toda la gente se situara en sus cubículos antes de moverse y buscar el suyo, prefería hacerlo con tranquilidad y no darse codazos por los estrechos pasillos con toda la gente. Nunca había entendido ese ansia por llegar primero a un lugar, el lugar, fuera el que fuese no se iba a ir a ningún lado. Y mucho más aún en un barco poniendo rumbo a mar abierto.

- Fucking hell! - escuchó decir a su lado, por alguien con un fuerte acento inglés.

- ¿Crees que esta chatarra nos lleva al otro lado del charco? Encantado, me llamo GG.

Se giró hacia donde había sonado la voz para encontrarse cara a cara con un muchacho bien vestido. Miró hacia uno y otro lado, para convencerse de que era a él a quien se dirigían aquellas palabras. Al no ver a nadie más, una ligera sonrisa torció su boca y asintió, sorprendido por aquel encuentro quizás.

-Curioso nombre, muchacho, no te voy a decir lo contrario-le contestó-Eliot.

Devolvió la mirada al muelle y asintió-Es un cascarón, no se lo voy a negar. He visto barcos mucho mejores, pero este es de los últimos que podrá salir de este puerto lejos de esos italianos del demonio. ¿Sabes? No le tengo envidia a ninguno de los que se quedan ahí-dijo, señalando el muelle-Prefiero ser comida de peces que terminar con un par de balas en el estómago.

Se volvió hacia GG y lo miró de arriba a abajo, sin ningún apuro, evaluando al muchacho. Tuvo que gustarle lo que vio, pues siguió hablando con él-Va a ser un viaje complicado. El barco es pequeño, hay mucha gente. Y gente muy dispar, muchas clases sociales, incluso niñas solas. ¿Te has fijado?-hizo un gesto señalando a una pequeña a la que se le habían acercado un par de mujeres-Ha subido sola. Mal asunto dejar a una pequeña de esa edad aquí arriba. Solo espero que al llegar a destino tenga a alguien esperándola.

En ese momento, otra voz llegó hasta él. Acostumbrado a ese tipo de interpelaciones, se volvió hacia quien la había proferido. Vio lo que esperaba encontrar. Era como si ese perfil de tipo se repitiera en todos sitios, eran como un mal calco unos de otros. Todos con los mismos prejuicios en sus duras molleras de ricachones. Miró hacia proa y vislumbró un par de maletas bien colocadas junto a la barandilla.

-Sí, tiene usted razón. Se las han dejado abandonadas en la proa. Yo que usted las recogería rápido, un golpe de mar puede hacer que desbalen y terminen en el fondo del mar, lo que le supondría hacer todo el viaje solo con la muda que lleva puesta.-levantó su mano hasta tocar el filo de su gorra y le devolvió un pequeño saludo a aquel tipo.

Se volvió hacia el joven GG-Sí, va a ser un viaje largo.