Ha sido peor el remedio que la enfermedad. Pero no hay tiempo para lamentaciones. El derrumbe continúa y cada vez os encontráis más abajo. Las posibilidades de salir de esta, tanto del desprendimiento como de las propias ruinas de Durin-Dûm, se reducían con cada escalón. La cojera te obliga a bajar el ritmo y temes que sea el fin. En ese momento el brazo de Dirk se cruza bajo el tuyo y te ayuda a avanzar. El pasillo se tuerce y ambos volvéis la vista. Frente a vosotros, donde aún no se levanta el polvo, podéis ver más de una docena de draugrs alzados de su descanso. Y en medio de ellos, Ash. Va a ser complicado hacer entrar a la bestia en razón, pero si quieres que sobreviva debes hacer que deje de roer esos viejos huesos.
En esta ocasión deberás realizar una tirada de Adiestramiento+Sabiduría. Cuentas con ventaja gracias a los esfuerzos de Dirk.
El camino se ilumina frente a ti. Por un instante puedes ver con claridad dónde se hallan cada uno de tus compañeros. Aunque heridos todos se encuentran enteros y continúan la carrera por sus vidas. La galería gira ligeramente haciendo un ángulo, revelando una nueva sección y una desagradable sorpresa. Draugrs. Decenas de draugrs. Posiblemente despertados por aquel que huyó o, simplemente, por el estruendo. No tienes fuerza ni el tiempo para invocar a tu dios con una letanía completa, pero quizá una breve plegaria puede darte unos segundos. Los suficientes como para pasar entre ellos y dejar que Durin-Dûm los devuelva a donde siempre deben haber estado. Enterrados.
En esta ocasión deberás realizar una tirada de Religión+Carisma.
Esta no será la última aventura de Astrid. Ni mucho menos. No se marchó dando un portazo a unas puertas como las de Durin-Dûm para morir enterrada bajo un puñado de rocas. Astrid moriría en batalla o no moriría nunca. Recobrando el aliento, frunciendo el ceño y apretando los dientes, corres por los escalones como una centella. El pasillo termina en un giro y casi levantas el polvo al derrapar sobre una bota. Te dispones a continuar cuando, en la oscuridad, unos ojos blanquecinos brillan. ¡Draugr! Decenas de ellos. ¡Un combate glorioso! Pero no había tiempo. Debes abrirte paso a través de los cadáveres para llegar a la salvación.
¡Felicidades, xiqueta! Como es tu cumple (y el de Astrid) recibirás las bendisiones de Damon. Puedes pedir tres deseos. Cada uno de ellos hará que Astrid tenga éxito automático en una tirada. Así que, cuando te pida una tirada, tu me dices “Deseo que Astrid…” y éste se hará realidad. En esta ocasión deberás realizar (o no) una tirada de ¡Ataque!
En medio de aquel caos encuentras el tiempo para echar una mano a la maga empujada quién sabe por qué sentimiento. La mujer parecía perdida y confusa y tu rápida acción parece haberle traído de vuelta. Sin embargo, tras unos segundos le pierdes la pista y descubres que más bien debería haber sido ella quien te ayudase a ti. El pasillo que habéis estado siguiendo guarda una sorpresa desagradable. Tras torcer hacia un lado cuerpos en descomposición parecen haber estado esperándoos. Al menos una veintena. Tus compañeros se encuentran más adelante. Parecen haber ganado terreno al derrumbe. Los draugrs parecen estar centrados en ellos. Es tu oportunidad.
En esta ocasión deberás realizar una tirada de Sigilo+Destreza.
Pese a sus heridas y su paso renqueante Otto parece haber recobrado la compostura y vuelve a apoyarse sobre sus dos piernas. Con un ligero empujón se aparta de ti y te dirige una mirada estoica. Posiblemente la misma que le dirigirías a él en el caso de tener que agradecerle un favor. Te alejas unos pasos y una gran roca cae entre ambos. No tienes tiempo de reaccionar cuando el pasillo gira bruscamente. Acabas contra la pared. A tu lado un draugr ansioso por clavar sus garras sobre ti. Más allá puedes ver a otro. Y otros dos. Decenas de ellos. Ya has tenido bastantes muertos por hoy y no tienes intención de unirte a ellos.
En esta ocasión deberás realizar una tirada de Engañar+Destreza.
La horda de draugrs se cierne sobre vosotros por un lado y la furia de los Salones del Rey de la Montaña os pisa los talones. Un panorama harto desagradable. Pero no todo está perdido. Unos veinte metros por delante podéis ver las primeras puertas que se abren. Posiblemente uno de los muchos accesos de la guardia. Una entrada a las barracas y un sitio donde guareceros. Sólo os quedan unos segundos y el cansancio empieza a pasaros factura. ¿Seréis capaces de sortear los peligros y salvar la vida?
@Durin-Dûm avanza lento pero seguro hasta una distancia de 120’. @Otto y @Kara se encuentran a 100’ de las puertas. @Amber y @Dirk a 75’. @Hilda y @Astrid a 50’. Salvo que estas últimas saquen el pifiote del siglo es muy probable que lleguen a lugar seguro. ¡Ánimo!
- Otto ha sufrido 9 puntos de daño perforante. A cambio, cuando todo esto acabe, podrá predecir el tiempo con ella.
Dirk maldice. "¿Más muertos?", piensa. "¿No ha sido suficiente ya?".
Su instinto de supervivencia, acostumbrado a huir de situaciones muy comprometidas, despierta. Rápidamente, procesa sus posibilidades, su situación actual y la localización de los draugr.
- ¡Hoy no me toca morir!
Empujando la pared, el ágil pícaro se separa de ella, y se deja caer al suelo para alejarse con una voltereta del enemigo más cercano. Prolonga la vuelta para acabar de pie, y mira directamente al draugr para estudiar sus movimientos. Amaga con correr en dirección contraria a él, y cuando el engendro alarga el brazo para intentar atraparle, Dirk cambia de dirección súbitamente y rueda por debajo de ese brazo.
Se levanta apresuradamente, y corre para poner tierra entre sí mismo y el primer draugr. El segundo se lanza contra él, pero con una finta logra esquivarle también. Un rodeo le separa de la horda de muertos que viene detrás, y finalmente, tras una acelerada carrera, alcanza una galería. Apoyándose en el muro, se detiene momentáneamente para recuperar el aliento. "Gracias, Dusterbach, por ser un vertedero de escoria y enseñarme todo esto". En ese momento mira hacia atrás.
Ve que los draugr, después de su escape, han decidido ignorarle. Más bien, intentan atrapar a sus compañeros, que hacen todo lo posible por escapar de la inestable montaña y de los putrefactos cadáveres.
Los problemas aún no han terminado.
Aquella roca por poco le aplastaba. Aún seguía procesando que hubiera sido Kara quién le había prestado ayuda para salir de toda aquella polvareda que le había impedido ver con nitidez tras el desprendimiento. Una vez la visión fue màs clara y sin mediar palabra, Kara se dirigió rápidamente hacia otro lugar. Un bramido ensordecedor hizo volver a la maga al presente para comprobar que la situación se ponía más fea aún.
¡Otra vez esos malditos bichos! Hilda notó una punzada de dolor en las heridas causadas por las flechas al reconocer un poco más adelante una nueva horda de aquellos seres que se las habían causado. Astrid llena de valor, o más bien temeridad, iba hacia ellos enardecida.
Inquieta, miró a su alrededor con premura para localizar, con una sacudida de alivio en su corazón, unas puertas que se abrían frente a ellos y que podían ser la salvación que estaban esperando y la tregua que necesitaban.
Buscó de nuevo a Astrid con la mirada, ya que era la única que podía localizar entre aquella maraña de polvo y rocas.
- ¡ASTRID!
La bárbara se volvió con cara de malas pulgas. Parecía concentrada en librar una nueva batalla contra los muertos vivientes. Pero cuando Hilda señaló hacia las puertas, el rostro de la princesa se relajó. No dijeron nada más, sólo un asentimiento. La maga miró hacia atrás, distinguiendo una par de figuras que apenas pudo reconocer como las de Dirk y Amber. Gritó en esa dirección:
- ¡Nos dirigimos a las puertas! ¡Vamos, nosotras os abrimos paso!
Y sacó su martillo del cinto, echando a correr hacia las puertas mientras unos cuantos draugrs parecían percatarse de las intenciones del grupo, o eso le pareció. Sin embargo siguió corriendo, rezando para que todos los dioses de Amber les protegiesen en ese último acto suicida que estaban a punto de llevar a cabo y que, irónicamente, era su única opción de salvar la vida.
“Esto no puede ser cierto”-pensó-“Teníamos poco de lo que preocuparnos por lo visto.”
Por suerte, parecía que no habían reparado en ella todavía. Era el momento de correr por su vida tan rápido como pudiera. Frente a ella se abría algo que parecía la tan ansiada salida de ese caos en el que se hallaban. Estaba bastante lejos, pero estaba bastante segura de que podría llegar si evitaba “ interrupciones” por el camino. Entre el polvo, los cascotes y los draugr le pareció vislumbrar un paso relativamente seguro.
Era ahora o nunca. Debía aprovechar la oportunidad de que los draugr aún no hubieran podido reaccionar a su llegada inesperada. Vió como Hilda se lanzaba al combate. Aprovechó esa distracción para lanzarse a la carrera hacia lo que, ella esperaba, era su salvación. El cuerpo le ardía, notaba como las heridas se reabrían. Su cuerpo pedía que parase, que le diera tregua y recuperase fuerzas. No le dió esa oportunidad.
-“No pares,Kara.”-se dijo- “ O será lo último que hagas.”
Otto va arrastrándose como puede por los salones de Durin-Dûm. Las fuerzas flaquean, pero ese instinto de supervivencia del explorador le mantiene en pie, sacando las ganas de donde no las hay ya. Por suerte o por desgracia, el camino es hacia abajo, y eso le facilita las cosas al enano.
Un gruñido se percibe bajo el estruendo de la propia autodestrucción de la montaña. Conforme avanza el montaraz lo siente con más claridad, junto a una desagradable cacofonía que le hizo dar un vuelco a su maltrecho corazón. Pese al polvo y la penumbra, pudo distinguir a Ash encarándose con una docena de esos malditos draugr. Al final el lobo consiguió darles unos valiosos segundos ralentizando los refuerzos de los no vivientes. Pero eran demasiados, letalmente demasiados.
Con un potente silbido, Otto llamó a su peludo amigo, el cual se giró para verle. Volvió a mirar hacia el grupo de los draugr, dentelleó levemente y marchó al encuentro con su amo, con su compañero.
- Gracias saco de pulgas, te voy a conseguir un hueso de mamut como salgamos de esta – dice Otto mientras avanza junto a su lobo hacia un posible descanso.
O no.
Amber notaba el latido de su corazón en los oídos, incluso más fuerte que el rugido del suelo abriéndose o el estruendo de las columnas desplomándose. La adrenalina y los incesantes ruegos a Øverste Ild le permitían correr sin pensar en todas las posibles maneras en las que podía morir sólo por estar allí. Y, por si eran pocas, de repente vio una horda de draugrs dirigirse hacia la compañía.
-¿En serio? ¿Algo más? ¿No era suficiente? Ya puede valer la pena todo el oricalco que... -se interrumpió, sorprendida. Estaba empezando a enfadarse con el Señor de la Forja y con los ancianos de su Orden.
Agitó la cabeza para sacar los pensamientos negativos de su cabeza y fue entonces cuando creyó ver una luz saliendo por una puerta abierta varios metros por delante. Oyó la voz de Hilda, llamado a Astrid a voz en grito, en algún punto en medio de la polvareda entre la sacerdotisa y la puerta. Con la mirada fija en su objetivo, esquivó a un par de draugrs con la ayuda de su martillo.
De repente notó como otro de los muertos vivientes cambiaba de trayectoria. En vez de dirigirse hacia Amber, cargaba hacia una columna que se mantenía en pie a duras penas. Miró hacia donde se movía el ser infernal y pudo ver a Kara agazapada, intentando huir sigilosamente del horror que les rodeaba. Parecía estar seriamente herida, pero su cara denotaba determinación.
-Oh, no, ¡ni hablar! -exclamó Amber con furia mientras levantaba el martillo sobre su cabeza para dejarlo caer sobre la del draugr.
Con un ruido seco, el cráneo se fracturó y el cuerpo sin vida cayó al suelo.
-Øverste Ild me ha señalado que debo guiarla en su camino -masculló la sacerdotisa, mirando el cadáver.- Y si eso implica eliminar los enemigos que se planten ante ella, eso haré. ¡Almas a Ti, oh, gran Señor de la Forja! -gritó con euforia, y siguió adelante con el corazón lleno de orgullo por el trabajo bien hecho.
-Oh, no, ¡ni hablar! -exclamó Amber con furia mientras levantaba el martillo sobre su cabeza para dejarlo caer sobre la del draugr.
Con un ruido seco, el cráneo se fracturó y el cuerpo sin vida cayó al suelo.
Uso mi acción para ayudar a @Kara
"¡Draugr! Decenas de ellos. ¡Un combate glorioso!" - Parecía como si un narrador estuviera describiendo en su cabeza una de las más bellas batallas. Astrid tuvo que hacer un gran esfuerzo para sobreponerse, como si una fuerza divina le hubiera isuflado nuevo aliento. La voz que hace unos días detestaba oír por los fríos caminos hacia los salones había gritado su nombre varios pies más allá y la había conducido hasta aquella nueva situación, Hilda le miraba seria, como advirtiéndole de que habían de ser cautas para poder salir ilesas de la sala. Astrid accedería a avanzar hacia la salida, pero nadie hacía un viaje de placer sin llevarse un buen recuerdo consigo; A continuación un grito sirvió para que sus ganas de lucha volvieran a fluir por sus venas: Un portazo, caras largas, un sermón, un pony, un montón de nieve, cacharros inertes, una puerta abierta hacia la que nada le podría detener y una visión de furia que le cegaba prácticamente.
-¡Hilda sígueme!
Astrid parecía un ariete, podría decirse que se ensañó con más draurgr de los que hubiera sido necesario a medida que iba avanzando, pero estaba claro que era una especie de terapia para ella.
Astrid entra en modo Berserker y ataca a todo lo que cierre su camino hacia la libertad.
Con un alarido que desafía el mismo estruendo que os envuelve, Astrid carga hacha en mano unos pocos pasos por delante de Hilda. Poseída por la ira agita su arma conforme se abre paso a través de la horda de muertos vivientes. Los draugrs levantan sus armas contra ella y la rodean. Y lo habrían conseguido de no ser por el martillo de la maga. Los cráneos de los muertos se parten y sus huesos van a dar contra el suelo al tiempo que avanzáis entre sus filas. El suelo tiembla bajo vuestros pies, el techo se desploma sobre vuestras cabezas y el polvo se levanta, envolviéndolo todo. El último draugr queda atrás, sepultado por las rocas.
Las puertas de piedra se alzan frente a vosotras, entreabiertas. La princesa empuja las hojas con el hombro, gastando las pocas fuerzas que le quedan. Rodáis por el suelo respirando agitadamente. El mundo os da vueltas. Os encontráis en un pasillo de servicio, más estrecho y bajo que las galerías que acabáis de dejar. Hilda vuelve el rostro hacia la puerta. Parecen ser las primeras en haber cruzado al otro lado. Pero el peligro sigue presente. Si no cerráis las puertas es posible que los escombros caigan sobre vosotras.
Cerrar las puertas es tarea complicada. Requiere una tirada de Fuerza con CD 15. Mientras se encuentra en furia @Astrid puede tirar con ventaja. Y si ambas lo intentáis además podrá duplicar su bonificador de competencia (de +2 a +4).
Ash se une a la carrera, dejando atrás al draugr a medio masticar. Él y Otto avanzan por un lateral aprovechando que por alguna razón los muertos parecen distraídos. Sus caminos se cruzan con el de Dirk, que avanza sigiloso evitando el contacto con aquellos muertos en vida. En algún lugar frente a vosotros oís un grito de guerra. La tentación de un combate glorioso y de una muerte en batalla era demasiado para Astrid. Oís también el entrechocar de aceros y el ruido de los huesos al partirse. El suelo tiembla bajo vuestros pies, el techo se desploma sobre vuestras cabezas y el polvo se levanta, envolviéndolo todo. El último draugr queda atrás, sepultado por las rocas.
Las puertas de piedra se alzan frente a vosotros, abiertas de par en par. Dirk es el primero en llegar con el lobo pegado a su espalda. El explorador, sin embargo no puede mantener el ritmo y renquea durante el último tramo. Ash gimotea inquieto. Las rocas caen entre él y su amo. El truhán sujeta a la bestia intentando mantenerla bajo la seguridad del dintel. Dirk se ha dado cuenta de una terrible verdad. Si queréis salir vivos de ésta es necesario cerrar las puertas para evitar que los escombros caigan sobre vosotros.
@Otto se encuentra a una distancia de 25’ de la puerta. En este turno llegará a la salida sí o sí, pero aún corre el riesgo de llevarse un buen mamporro. En esta ocasión deberá realizar una tirada de salvación de Destreza. @Dirk puede intentar cerrar las puertas haciendo palanca. Para ello debe superar una tirada de Ladrón+Fuerza con CD 10.
Algo cae junto a la trovadora y no se trata de un cascote. Uno de los draugrs da con sus huesos sobre el suelo bajo el peso del martillo de Amber. Ambas enanas os miráis por un instante, pero no tenéis tiempo de deciros nada. Los muertos avanzan hacia vosotras. La sacerdotisa se encara y alza su símbolo sagrado frente a ella. Los draugrs parecen indecisos, como si entendiesen lo que significa aquel yunque y aquel martillo. Un grito lejano llega hasta vosotras y los muertos os vuelven la espalda. Es el momento y Kara aprovecha la distracción para avanzar. Amber hace lo propio mientras presenta su emblema. El suelo tiembla bajo vuestros pies, el techo se desploma sobre vuestras cabezas y el polvo se levanta, envolviéndolo todo. El último draugr queda atrás, sepultado por las rocas.
Las puertas de piedra se alzan frente a vosotros, abiertas de par en par. Pero Kara está teniendo problemas. El último de aquellos cadáveres parece haberse aferrado a su pierna, pese a tener el cuerpo triturado bajo los escombros. Amber llega entonces a hasta la puerta, pero espera antes de entrar. Astrid y Hilda se encuentran al otro lado, tumbadas en el suelo, respirando con dificultad. Con un tirón y un crujido Kara se libera del férreo agarre y vuelve a avanzar arrastrando el brazo cadavérico aún sujeto a su tobillo. Lo más seguro es que sus compañeras se estén preparando para cerrar las puertas. Esos últimos segundos pueden marcar la diferencia entre la vida y la muerte.
@Kara se encuentra a una distancia de 50’ de la salida. Salvo que los dados se la tengan jurada no le es difícil llegar. En esta ocasión deberá realizar una tirada de salvación de Destreza. Cuenta con ventaja gracias a los esfuerzos de Amber. @Amber puede arriesgarse o mantenerse a salvo. Si opta por lo primero puede realizar la misma tirada y otorgar una acción adicional a Kara si obtiene un buen resultado.
Dirk alcanza al fin el umbral de las galerías que parecen ser su salvación. El wargo de Otto le pisa los talones. Un par de pesadas puertas de piedra se alzan frente a ellos, marcando el límite de la gran sala que acaban de cruzar, la que está llena de draugr y de gigantescos bloques de piedra ansiosos por aplastarlos.
Jadeando ligeramente, Dirk se apoya en una de las hojas y mira hacia atrás. Ve a Otto acercándose renqueante, y detrás de él a la poderosa montaña, derrumbándose sin control. Su expresión de alivio se transforma en una de renovado terror.
"Las galerías no bastan", piensa. "Los escombros van a inundar las galerías, arrollándonos y dándonos un viaje rápido a la Forja del dios de Hammersmith".
Cada vez más asustado, mira alrededor. Sus ojos se posan en la losa en la que se apoya.
"A menos que pueda cerrar estas puertas".
No muy lejos de sus pies, encuentra una barra de metal, cubierta de polvo, que probablemente se usó en otra época para sujetar lámparas. La levanta y la clava entre la pared y una de las hojas para intentar cerrarla haciendo palanca. En cuanto Otto cruza el umbral, empieza a empujar la barra.
Una sonrisa se dibuja en su rostro cuando la puerta empieza a moverse. Una carcajada escapa de su garganta. Sin embargo, su alegría se trunca cuando, en la penumbra, divisa el óxido que infesta la barra, debilitándola hasta su núcleo.
Y, finalmente, provocando que se parta por la mitad.
Ánimo, Otto. No mueras, porfa, que no soy un nigromante.
Espalda, pecho, cadera. ¡CATAPUM!. El aterrizaje no es elegante, ni mágico, pero ahí están las dos. Temporalmente a salvo. Hilda mira hacia donde yace Astrid, jadeando por la carrera que acaban de hacer, llevándose algunos de esos bichos inmundos por el camino.
La maga sonríe triunfal. Casi lo tienen. Un nuevo estruendo procedente del otro lado de las puertas hace que su efímera euforia se desvanezca, sustituida por una preocupación dolorosa. Amber, Dirk,… ¿habrían oído su grito? ¿Estaría Kara con Otto, prestándole ayuda?
Hacia un rato que no sabía nada de su amigo, y su estado era deplorable incluso antes de tener que atravesar la avalancha de rocas a una velocidad demasiado alta para su maltrecha rodilla.
Se dio cuenta de que las puertas abiertas no lograrían contener el derrumbe de las galerías. Sin embargo, si las cerraban, tendrían alguna posibilidad. Pero no pensaba hacerlo sin que todos estuvieran dentro, de eso ni hablar. Aun así, decidió estar preparada.
- Creo que deberíamos ponernos junto a las puertas, Astrid. Hay que cerrarlas en cuanto el último de los nuestros cruce ese umbral.
Jamás hubiera imaginado que Hilda tuviera tantas agallas, se habían juntado a medio camino en la galería y enseguida alcanzaron las puertas de salida que, con su último impulso, Astrid abrió como pudo de un empujón. Aquellos portalones de piedra eran pesados desde luego y contra estos tendrían que dar las pocas fuerzas que aún conservaban. Desde luego escaso aliento le quedaba ya a Astrid en el cuerpo, sus esfuerzos habían dado lo mejor que tenía tras una larga batalla, ahora solo quedaba esperar a ver caras conocidas entre la polvareda, de no ser así esas grandes puertas serían cerradas para salvar las vidas de ambas, no sin pesar y eso lo comprendieron enseguida las dos enanas nada más mirarse la una a la otra mientras, sin perder más tiempo, empezaban a empujar las hojas para comenzar a cerrar el acceso.
-Esperaremos hasta el último momento - ¿Cuál sería el último momento en realidad? La bárbara se sobrepuso, intentando despojarse de sentimentalismos pero antes dedicó un momento a mirar hacia la estancia que dejaban atrás, confiaba en sus compañeros.
-¡Un último esfuerzo Hilda! - Ya eran varias las ocasiones en las que Astrid había llamado a la maga por su nombre, sin eufemismos ni apodos ridículos, quizá su arrojo empezaba a hacer que le tuviera cada vez mejor estima.
Eran conscientes de que quizá eso sería lo mejor. Ella misma se habría lanzado al interior de nuevo si no fuera porque poco podía soportar ya y por un pequeño rayo de lucidez y responsabilidad que empezaba a iluminar su sesera tras haber estado inundada tan solo por deseos de batalla. Comenzaron a gritar sus nombres para orientarles hacia la salida, seguro que pronto estarían todos a salvo. Después de todo habían hecho una buena limpieza...
Aunque más calmada y al borde de caer redonda de cansancio, Astrid sigue furiosa. Una cosa no quita la otra y su ceño fruncido jamás descansa.
¡Ánimo enanos! :D
Con la montaña viniéndose abajo inexorablemente, Otto continuaba avanzando con su maltrecha pierna.
-¡Vamos! Uno más, uno más… - contaba el explorador sus pasos. Pasos, por llamarlo de alguna manera, el dolor era insoportable y Otto iba arrastrando la pierna mala como buena podía. Unos pasos por delante estaban ese pícaro de Silverblade y Ash, que iban abriendo el camino, y tras ellos, las puertas a los Salones donde esperaban encontrar un breve descanso.
Por fortuna para ellos, Astrid había acaparado la atención del grupo de draugr y podían avanzar con cierta tranquilidad. Toda la tranquilidad que un derrumbamiento pueda ofrecer, por descontado.
Ash gruñía inquieto mientras Dirk intentaba retenerlo. Consiguió zafarse y comenzó a aullar hacia Otto, que vio una vez más cómo el techo comenzaba a derrumbarse sobre su cabeza. Gracias a la advertencia del medio huargo, pudo esquivar la roca rodando por el suelo y llegando, al fin, hacia la puerta.
Allá se encontró con el pícaro del grupo, que sostenía lo que quedaba de la palanca en la mano.
-Un tío listo como tú conoce la teoría de esto, ¿cierto, maese Silverblade? Con la mitad de la barra, será necesario el doble de fuerza para cerrar esto.
Y con un gesto de cabeza le invitó a acompañarle en el intento.
Gracias por la espera ;)
Dirk se quedó por un momento mirando lo que quedaba de palanca en su mano.
"Irónico", pensó. "Tantas noches pasé encerrado deseando poder romper unos barrotes de acero, y ahora voy a morir encerrado y con un barrote roto".
Las palabras de Otto le sacaron de su ligero estado catatónico.
- Un tío listo como tú conoce la teoría de esto, ¿cierto, maese Silverblade? Con la mitad de la barra, será necesario el doble de fuerza para cerrar esto.
Con una mueca de esfuerzo y dolor, Ironwood empieza a empujar con su hombro la puerta. Dirk renueva sus esfuerzos con la palanca, y pronto la hoja vuelve a moverse. Con un gruñido de esfuerzo, la llevan hasta que alcanza el marco y se frena de golpe. La segunda hoja, ya fuera por la práctica, por el esfuerzo combinado o por las dos a la vez, se desliza con más facilidad por el suelo de la galería.
Pocos segundos después de que logren clausurar las puertas, los escombros las alcanzan con fuerza y con un sonoro golpe por el otro lado.
Dirk se desliza hasta el suelo con la espalda pegada a la puerta, y de sus labios escapa un gemido de dolor y cansancio.
- Malditos muertos - murmura -. Maldita montaña... ¡Otto Ironwood, maldito! - ríe - ¿Cómo diantres sigues vivo? ¡Ja!