Partida Rol por web

Cuando el caballo al fin se detiene justo a los pies de la escarpada subida a la gruta practicamente salgo despedido hacia el suelo, pero logrando agarrarme a la silla en el último momento consigo poner pies en tierra de una pieza. Con el corazón en un puño contemplo la bandada de seres haciendo presa en el infortunado brujo. Una mirada y el sonido de sus gritos me bastan para emprender la escalada a todo la velocidad que me permiten mis pies y manos. Veo que la bruja asciende con la facilidad de una serpiente pero me empleo a fondo y me da la sensación de incluso adelantarme a ella. Tan pronto esté arriba prepararé mi arco, porque de repente me ha dado por pensar que dentro de la gruta puede haber otros horrores que prefiero afrontar en compañía de los que logren alcanzar refugio allí.

—¡Gracias! —Le contestó Malik a Karima, una joven a la que conoció pensando en ella con intenciones lujuriosas pero que acababa de salvarle la vida. La debía al menos aquello, respeto. Tal vez se hubiera explayado pero tal vez aquello era lo máximo que se podía sacar de él, o tal vez la arena que arrastraba el viento no le daba pie a alargar su agradecimiento.

A lomos de su montura logró recuperar parte del tiempo perdido y además mantener la distancia durante unos metros.

—¡Vamos! Desde arriba podremos defendernos mejor pues  sólo tienen una entrada posible esas malas bestias. —Exclamó una vez dio una palmada a su montura con la esperanza de que ésta no muriera por los ataques de las criaturas herejes. Y sin esperar ningún tipo de respuesta empezó a trepar como si no hubiera un mañana con la intención de dejar atrás a la muerte.

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   Un vez llegado al lugar de la cueva, desmonto con cuidado, me preparo para ofrecer mi ayuda para escalar, pero observo que bien ágiles son de pies y manos, que se apañan bien, vamos. De todas formas, subire el último, no antes de decirles.

   - Estooo, si tienen una cuerda alguno de los que llegan arriba, tiendan a bien a sujetarla y arrojarla para poder mejor subir. -

   Dicho esto, quedo a la espera de que vayan subiendo el resto, ayudando al que acepte mi ayuda.

   Cuando todos están arriba, intento poco a poco subir, pero esto de escalar nunca fue lo mío. Desenfundo mi cuchillo y el telek, y poco a poco, voy clavándolos en el terreno de la pared*

   Eso sí, ya que igual es de las últimas cosas que hago, lo primero es lo primero.

   Agarro la bota de vino y le doy un buen tiento, luego la guardo, eructo, escupo al suelo y me limpio la boca con el dorso de la manga y una vez que me he asegurado de que todos han subido, emprendo la escalada. Con un ojo puesto por si me alcanzan los malajes esos que vuelan... serán hijosdealgo...

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Descabalgo de un ágil salto y palmeo a Sargento en el cuello:

-- Todavía no estamos tan viejos, amigo mío.

Una vez junto a la roca, ayudo a subir a quien lo necesite. Al fin y al cabo, soy el único que viste armadura, y es lo lógico que me quede en la retaguardia si los monstruos alados nos dan alcance.

Cuando la primera persona llega arriba, le paso desde abajo mi lanza larga. El chuzo me lo engancho a la espalda y, cuando veo que los demás no tienen problemas en llegar hasta el agujero en la pared, me lanzo yo hacia arriba, con el ruido de las alas batiendo muy cerca de mí.

Señor, ten piedad... murmuro. A mitad de camino hacia la cueva he llegado a un punto donde no encuentro asidero para mis manos. A duras penas mantengo el equilibrio en medio de la pared y, con miedo, miro por encima del hombro, temiendo lo peor.

El grupo ascendía como buenamente podía, unos con mayor agilidad, y otros con no tanta. Los primeros en llegar a lo alto fueron Malik y Ammar, a los que pareciera que llevaba el diablo. El resto ascendían aún cuando Ammar alzó la vista al cielo, se percató de que los pájaros de mal agüero habían detenido el vuelo en lo alto del cielo. Al contraluz le costó percibirlo, pero pronto no tuvo dudas de que aquellas bestias infames habían echado mano de los arcos, y se disponían a cazarles como a conejos, del mismo modo que habían cazado a Badis.

Ammar alzó el arco y lo tensó, soltando la cuerda con rapidez, lo que hizo volar una flecha hacia los malignos seres. Uno de ellos pareció recibir el golpe, desestabilizándose. Mas la respuesta a aquella agresión no tardó en llegar, en forma de lluvia de flechas. Un mortífero zumbido que recordó a don Nuño al sonido de la guerra muy en el norte, en su amada Castilla.

Los impactos se sucedieron, golpeando a su alrededor. Una flecha hirió a Karima, y Kazim recibió dos. El escriba cayó de espaldas, y aquel pareció ser su final. Muy cerca, Bradiya parecía sufrir también el acoso de los proyectiles, justo en el momento en que alcanzaba la plataforma de piedra. La bruja cayó derribada por las flechas, aunque no se había desplomado hacia abajo del risco. ¿Sería aquel su final?

Las flechas comienzan a silbar e impactar a mi alrededor. Y yo, ofreciendo un blanco perfecto y sin encontrar dónde agarrarme. Arriba oigo gemidos de dolor. Las lluvia de flechas ha pillado a mis compañeros todavía fuera de la gruta.

-- ¡Entrad en la gruta! ¡No me esperéis! ¡Entrad en la gruta, es seguro!

Por fin consigo enganchar mi bota en una hendidura de la piedra y me impulso hacia arriba. Aprieto los dientes y le pido a Dios que no me abandone en este trance.

Esta siente como las flechas se clavan en su espalda poco antes de llegar a la entrada de la cueva. Hace un último esfuerzo para llegar y una vez a la puerta de la cueva se desploma brotando un hilillo de sangre de su boca.-​Khaleeeeeed, Esta te ha fallado......-​alcanza Esta a decir antes de caer inconsciente.

Cuando la lluvia de flechas cae implacable sobre el grupo no queda duda que permanecer aquí fuera es una muerte segura. La bruja se ha desplomado a unos metros de donde me encuentro, su rostro está palido y sus ojos cerrados. La sangr fluye en un charco que crece por segundos a su alrededor. Las flechas sobresalen de su cuerpo caído. Malik se encuentra indemne junto a la entrada de la cueva, ya habiendo escalado, le grito con la mirada desencajada:

¡Corramos dentro! que la magia del lugar nos proteja es nuestra única esperanza...

Emprendo la carrera hacia el interior, pero justo cuando cruzo el umbral el temor a activar alguna trampa detiene mis zancadas. Sintiéndome a salvo de las flechas detengo la carrera e intento avanzar con cuidado, esforzándome en no pensar en la masacre de fuera. Mi mente aterrada alimenta la esperanza infundada de que el lugar va a protegernos con su poder, si somos capaces de refugiarnos dentro de él.

Malik vio a la extraña esclava caer herida por una flecha. Sin embargo sus atenciones primero se dirigieron a Karima, de un trato mucho más fácil que el que tenía con Bradiya. Sin embargo, de pronto las dudas pronto le asaltaron... ¿Sería su padre inclemento con él si no volvía con la joven esclava?

Tras rechazar las dudas acabó por tomar una decisión: debía intentar al menos rescatar su cuerpo.

—¡Karima, intenta alcanzarme a Bradiya! —Exclamó mientras tendía a ambas la mano.

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   Tras subir arriba corro donde está la mujer herida, sin muchas delicadezas, que no es Pascual hombre delicado, la agarro por los hombros procurando que no se vaya golpeando la cabeza con las rocas y la arrastro dos o tres pasos* de distancia al interior, lo justo para quedar fuera del alcance de las flechas de los alados.

   Luego intento taponar la hemorragia, pero no soy curandero, poco puedo hacer porque realmente no se que  hacer. Rara vez, por no decir nunca, he visto a un curandero actuar, mientras miro angustiado como se muere la chica, les grito a los de arriba mientras pueda hablar.

   - La puerta o loquesea está oculta y no se ve apenas, Don Nuño puede decirles donde está. -

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Karima corrió hacia Malik, agarrando su mano, para a continuación sobrepasarle y entrar tras Ammar, quien se había detenido en la entrada. La mujer le desequilibró al chocar contra él, y ambos cayeron al suelo, aunque pronto los temores del cazador se disiparon, al confirmarse que no había peligros en el acceso a la cueva.

- Lo siento mi señor. - gritó Karima desde el interior - Poco puedo hacer yo por cargar a la pobre Bradiya.

La lluvia de flechas había espoleado a don Nuño, que tomó el camino ahora con mayor determinación, enganchándose a las rocas y subiendo como si no hubiese un mañana. Sabía que pronto sentiría el castigo de aquellas bestias cayendo sobre su persona, pues sus compañeros, ya en lo alto, probablemente habrían acudido a refugiarse. No le faltaba razón. Pronto comenzaron a llover los impactos a su alrededor, zumbando con rabia, mas los proyectiles parecían rascar únicamente las rocas, partiéndose contra ellas en una música infernal. Fue entonces cuando notó el impacto: una flecha golpeó en su espalda con fuerza, y bien se habría clavado si la loriga no hubiese rechazado el proyectil. Aquello fue como el talón del jinete en los cuartos traseros de la bestia: el caballero aceleró el ritmo, y alcanzó a llegar a lo alto.

Lo que vio arriba no fue muy halagüeño. Pascual estaba arrodillado junto a la extraña esclava vestida de negro, que yacía malherida y sangrando. Las flechas caían a su alrededor, y de pronto una se le clavó directamente en la espalda, atravesándole. El joven y tenaz escudero de don Nuño había caído derribado, y parecía haber perdido el sentido.

El resto debían de haber corrido hacia la cueva, y solo a Malik se le veía en las cercanías. El noble extendía la mano, pero todo lo hacía desde una distancia segura en exceso, y poco aportaba desde allí, salvo atraer algunas flechas, que caían cerca, mas no lo suficiente.
 

Me quito de encima a la mujer justo para escuchar la advertencia del cristiano sobre la puerta oculta instantes antes de que una flecha lo silencie para siempre. Intento no entrar en pánico, con mucha dificultad, ante semejante matanza. Nos están masacrando. En mi obsesión por encontrar cierta seguridad dentro de la cueva, temiendo que los monstruos alados finalmente desciendan a por nuestra carne, me afano en descubrir dónde está la infame puerta. Si hay una puerta, al menos podremos atrancarla y dejar este horror al otro lado, pienso sin mucha coherencia...

«Un caballero sin armadura es como un fraile sin fe, Nuño», me repetía mi padre allá en mis lejanos años mozos cuando yo me quejaba del peso de aquel mamotreto de acero castellano... Cuántas veces me ha salvado la vida esta buena loriga desde entonces, pienso ahora.

Pero no hay mucho tiempo para pensar. Al llegar por fin arriba, se me paraliza el corazón y un sudor frío recorre mi espalda. La mayor parte del grupo se ha refugiado en la cueva, pero Pascual yace inmóvil encima de la misteriosa esclava. Cuánto disfrutaría este momento si estuviera consciente mi buen escudero.

Pero no lo está, y la esclava tampoco. Ella está pálida como la nieve de mi añorada Castilla, y la velocidad a la que está perdiendo sangre hace pensar que no durará mucho tiempo sin entregar su alma a Dios. Pascual se ha portado como un auténtico caballero al intentar salvarla. La levanto en brazos y corro con ella hasta la cueva. Allí encuentro a todos los demás, que a estas alturas son solo tres. Dejo a la mujer en el suelo e interrogo con la mirada al señor Malik y a su menguante séquito. Alguien debe saber cómo detener esta sangría, porque si no, que Dios se apiade de la pobre mujer.

Después desato el chuzo que cuelga de mi espalda y me acerco a la boca de la cueva, a comprobar a qué distancia están los seres alados. Gritando por encima del hombro, me dirijo a Malik:

-- La puerta está en esta pared, un poco más al fondo. Hay unos signos grabados en ella que quizás indiquen cómo abrirla.

El brujo, Kazim, la esclava y Pascual han caído en unos segundos. Me pregunto cuánto aguantaremos los demás.

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   Poco puedo hacer por la chica, mientras estoy enfrascado observo mis manos manchadas de sangre y tardo unos segundos en darme cuenta que es mi sangre... y que me asoma la negra asta de una flecha por mi abdomen. Aunque creía que los dos o tres metros que me había arrastrado al interior y estar agachado intentando detener la hemorragia de la mujer me habían puesto fuera del alcance de las flechas se ve que... me equivoqué.

   Mientras poco a poco voy perdiendo fuerzas me sonrío y pienso; siempre sospeché que me metería en problemas por culpa de una mujer, pero nunca pensé que fuera de este modo.

   Caigo mientras con la mirada vuelta en el cielo susurro, - Arcángel Cassiel, aunque no seamos dignos, salva a Don Nuño y a esta buena gente y protégeles de todo mal y dame fuerzas para poder luchar unos minutos mas contra esos pajarracos hideputas... -

   Agarro la empuñadura del bracamante y apretándola, me derrumbo. A fé mía que necesitaré un arma, porque si al morir bajo a los infiernos, voy a rajarle la cara al jefe de esa panda de pajarracos.

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Nuño fue el último en llegar. Hubo de recobrar la lanza del suelo, pues nadie se había tomado la molestia de echarle mano, y luego, como buenamente pudo, trasladó a la bruja al interior. Aquello primaba, pues era ella la que, supuestamente, podría abrir la puerta. No poco pesar le causó abandonar allí al pobre Pascual, atravesado por una flecha, y a buen seguro condenado ya a pasar a la otra vida. Solo le quedaba a su señor el consuelo de pensar que con su bravura y su tesón, aquel hombre quizá hubiere ganado el cielo, aunque tuviere antes que pasar por el purgatorio un tiempo, para limpiar sus no pocos pecados de carne.

La entrada de Nuño en la cueva les hizo sentir alivio por unos instantes. Bradiya seguía sangrando, y el rojo humor teñía ahora las ropas del caballero, que la depositó en el suelo, mirando en derredor a sus acompañantes, queriendo creer que alguno podría detener la sangría. En verdad, los dones de la sanación no eran un regalo que se hubiese otorgado a ninguno de los presentes, mas quizá pudieran taponar la herida dejada por la flecha, y así hallar el modo de salvar a la mujer.

Fuera, la sombra de aquellos pajarracos infames seguía siendo proyectada, pero pronto se dieron cuenta de que los malignos seres no habrían de descender, quizá temerosos de lo que se ocultaba en el interior de aquella gruta.

En la penumbra de la cueva puedo distinguir las expresiones confundidas de los demás y entiendo lo que no querría haber sabido: nadie tiene conocimientos para sanar a la mujer, que está ya echando el alma por la boca. En cualquier caso, estoy seguro de que en el grupo de los mahomedanos tiene que haber alguien con mayor maña y conocimientos que yo, porque menor es casi imposible.

Por eso pudimos pasar la noche tranquilos en esta cueva, pienso. ¡Esos demonios tienen miedo de entrar aquí! Pues, sabiendo eso, no sería yo digno hijo de mi noble familia si dejara a un valeroso servidor a merced de esos monstruos pudiendo resguardarlo aquí.

Una vez he recuperado el aliento y comprendido la situación, vuelvo a colocarme el chuzo en la espalda y salgo a por Pascual, aunque eso signifique exponerme de nuevo a la lluvia de flechas. Cuando lo cojo entre mis brazos, me doy cuenta de que el mendigo tiene el enorme cuchillo en la mano, y que, por alguna razón, sonríe, imaginando sabe Dios qué.

Cuando vuelvo a entrar en la cueva, dejo al pobre Pascual en el suelo y le doy un par de palmadas en el hombro. Busco con la mirada a mis compañeros, para asegurarme de que alguien está tratando de salvar a la esclava y de que han encontrado la puerta mágica.

Nadie daba una mierda por aquella esclava. Ni Malik por sus continuos desaires, tampoco aprobaba sus habilidades, que le hubiese empujado a aquella misión suicida. Diablos, que nadie le juzgara pues incluso Karima prefirió incluso ponerse a cubierto antes que ayudar a aquella mujer a la que había defendido en otras ocasiones.

Fue el cristiano el que le sorprendió levantándola en volandas y llevándola al interior de la cueva. Entonces le siguió antes de dedicar una mirada a Pascual a quién creía muerto.

—¿Por qué no entran? —Preguntó finalmente—. Creía que íbamos a defender nuestra posición desde aquí, con una boca tan estrecha no podrán entrar más que de uno en uno... Malditas criaturas infieles.

Conforme se van apilando los cuerpos en el suelo de roca mi desánimo crece al ritmo que nuestras posibilidades de supervivencia. Puesto que el caballero parece tener especial interés en que Bradiya salve la vida, puedo suponer que la bruja es importante para salir de ésta con la cabeza sobre los hombros. Putas Brujas, putos señoritos, puta suerte la mía.... reniego en mi cabeza. Si pudiese ser de ayuda me abofetearía por ser tan estúpido de haberme metido en este lío por culpa de Malik. De hecho me parece escuchar las voces de Malik dando órdenes, pero me afano en cortar la hemorragia de la mujer como quien intenta detener el agua de un pellejo agujereado. Pronto estoy yo también cubierto de sangre de la mujer. Y la situación no tiene pinta de ser mucho mejor que antes de empezar a apretar pedazos de mi ropa sobre las sobresalientes flechas. Joder, habrá que sacar la jodida flecha... murmuro. Y eso voy a hacer para volver a intentar cortar el chorro de sangre tibia.

La desesperación se va apoderando de los que estamos escondidos en la cueva. La detecto en los ademanes de Ammar mientras trata de evitar la muerte de Bradiya, y la siento en las preguntas del noble Malik, que mira impotente cómo nos sobrevuelan los seres infernales.

-- Señor --le digo--, todo parece indicar que los alados no se aventurarán a entrar en esta cueva. Por desgracia, tampoco creo que estén dispuestos a dejarnos salir. Nuestra única posibilidad parece ser la misteriosa puerta, si es que lo es. Venid, os mostraré dónde está.

Me adentro en la oscuridad de la gruta, tratando de recordar dónde estaban los extraños signos para mostrárselos a Malik, Ammar y Karima.