Partida Rol por web

Mientras bajaba al rio, Alicia iba reflexionando sobre la pregunta de Guillermo. ¿Alguien sabe nadar? Menuda pregunta, ella sabía nadar por supuesto, pero en la piscina del pueblo y donde no cubría mucho, su hermana siempre se burlaba de ella porque decía que nadaba como un perro apunto de ahogarse. Yo sé nadar algo, dijo con la boca pequeña, tampoco quería comprometerse a nada y todos los niños del grupo eran mucho más grandes que ella por lo que no podría ayudar a nadie si se caía al rio.

Cuando estaba bajando por la ladera y viendo que Guillermo no les acompañaba les grito. Si te quedas hay solo con el olor a chorizo del bocadillo seguro que atraes a alguna alimaña, y seguro que no tiene ningún problema en comerse el resto del bocata.

Al llegar junto al rio siguió el ejemplo de Lucia y comenzó a desatarse las zapatillas para meter los pies en el rio.

Poco después de que bajasen, dejando arriba a Guillermo los niños oyeron un ruido. Era el mismo Guillermo, moviéndose entre las zarzas con cuidado. Al parecer había cambiado de idea o no había querido quedarse solo arriba. En todo caso, volvían a estar todos juntos, con montones de ramitas secas en el pelo. Lucia chapoteaba los pies sentada en una roca con expresión feliz. El agua estaba muy fresca y había tenido la suerte de dar con una roca nada musgosa... ¡Incluso estaba calentita con el sol que había dado encima!

Ja ja ja -el comentario de Alicia, que sin duda era totalmente cierto (Guillermo-chorizo-olor-alimaña) le hizo gracia al pequeño Uzo, puesto que le recordaba a algún dibujo animado que había visto no hacía mucho-. Él tampoco sabía nada, pero eso no era impedimento para nadar.

Yo tampoco sé -dijo riéndose mientras se agachaba a tocar como primera impresión la orillita del río-. ¡Qué guay! ¡Está muy fresquita! Aunque... no me he traído toalla...

Toalla. ¿¡Toalla!? ¡¡Y qué más daba!! ¡Castillo les había dado permiso, y eso era lo único que importaba! Sin dudarlo un momento, Uzo se quitó la mochila, dejándola en la orilla, se quitó los zapatos y calceties y se sentó metiendo las pierns en el río, poquístimo a poco, pues no era "fresquista", sino más bien "helada". Pero eso sólo era el principio

Ja ja ja... Y ya de pie, en la orilla y con una mano tocando balanceándose paar no perder el equilibrio, comenzó  azotar la otra contra el agua, dirigiendo ésta también a sus compañeras para salpicarles el agua...

¡¡Que guay!! -decí intentando mojarlas sin más preocupaciones que conseguir su objetivo-.

Resoplando Guillermo alcanzó al grupo y advirtió con manifiesta inquietud:

- Aquí nadie nos va a ver si vienen por nosotros, y si alguien cae al agua no sabemos nadar. No quiero saber nada de lo que pueda pasar.

Guillermo se mantuvo alejado del agua con cara de pocos amigos, tenía muy claro de que algo malo iba a pasar rodeado de tanta chiquillada inconsciente.

¡Yo si sé! - Contesta Panes mientras se descalza y arremanga los pantalones para meterse en las gélidas aguas del rio y salpicar junto con Uzo, que ya se le había adelantado, los que aún no han entrado.

Estaba encantado, aunque notaba un frío enorme en los pies, no le importaba, ya que ,como no era la primera vez que se metía en uno de los ríos de su tierra, sabía que dentro dejaría de notarlo.
 

Los niños se entretuvieron chapoteando y mojándose los pies con cuidado de no empaparse los pantalones. Algo que resultó inútil, al menos con los bajos que no tardaron en empaparse. Un pez saltó cerca de Lucía que pudo ver las brillantes escamas lanzar destellos gracias al sol. El aire olía a bosque y musgo y los niños estaban felices jugando. Tanto, que salvo Guillermo que estaba enfurruñado, nadie se dio cuenta de que había pasado casi una hora...Y Castillo no volvía.

Uzo reía, salpicaba, metía la mano en el agua y volvía a lanzar agua a sus compañeros. ¡Al fin ese campamento comenzaba a merecer la pena! Sin embargo, una vez estuvo algo cansado por el esfuerzo (quería mojar a sus amigos fuera como fuera), paró en seco, continuó riendo con floja sonrisa y finalmente paró, se quedó quieto, con los pies aún metidos en la orilla (y hay que decir que quien habla de pies se refiere a... rodillas...).

Tras darse cuenta que tenía los pantalones mojados, el pequeño Uzo salió del agua, pisó la tierra y una brisilla helada hizo tambalear sus piernas mojadas.

Uff... que fresqui -dijo el chaval-. Entonces comenzó a mirar a un lado y a otro. Castillo no volvía. Deben de haber pasado diez minutos, como mucho quince... -dijo Uzo-, ¿dónde estará Castillo?

A pesar de que sólo había metido los pies en el agua, Lucía estaba empapada por culpa de las salpicaduras de sus amigos, aunque eso era algo que no le importaba demasiado. Había visto un pez saltar del agua brillando al sol, estaba en un lugar maravilloso al que no estaba acostumbrada y se lo estaba pasando en grande, además... sin la eterna vigilancia de los mayores. Qué más se podía pedir.

Pero lo raro era eso, que no hubiera ningún mayor, ¿dónde estaría Castillo? Quizás Uzo tenía razón y sólo había pasado poco tiempo, pero aún así era extraño que los hubieran dejado solos. Lo estaban pasando bien pero si su monitor no aparecía entonces quizás no llegaran a tiempo de reunirse con el resto.

- Ni idea... pero si tarda mucho no vamos a llegar a tiempo para las historias junto al fuego.

Salió del agua para tirarse en la orilla a ver si el sol conseguía que se le secara la ropa.

Guillermo se hallaba entretenido haciendo chocar unas piedras contra otras e intentando hacer ranas con ellas sobre el agua. Sin levantar la mirada del suelo dijo en voz alta sin dirigirse a nadie en particular.

- Ha pasado un buen rato mientras jugábais en el agua y nadie ha aparecido. Como la cosa no cambie antes del anochecer a ver que hacemos.

Lo cierto es que Uzo no había reparado en el planteamiento de Guillermo. ¿Y si no volvía? Sin duda que el chaval no sabría que hacer por sí mismo, puesto que ni sabía llegar al lugar acordado con los otros monitores ni tampoco volver al Roblón. No es que le entrara miedo, pero el pequeño Uzo comenzó a preocuparse seriamente...

Panes se lo había pasado en grande chapoteando en el agua. No podría decir cuanto tiempo había pasado, pero por lo arrugados que tenía los dedos de los pies debía haber sido bastante tiempo.

Podríamos volver a donde nos dejó Castillo. Seguro que está a punto de llegar.- les dijo el niño a sus compañeros mientras se secaba los pies y se ponía las zapatillas.- Ya verás la cara que ponéis cuando regrese dentro de cinco minutos.- El niño aún confiaba en que el monitor de las rastas volviera.

La niña salió la ultima del rio, coreando agua por los cuatro costados, la pequeña y escuchimirriada Alicia se había caído de culo cuando trato de escapar de las salpicaduras de agua. Menos mal que los pantalones son oscuros, sino parecería que me he meado. Rápidamente corrió a ponerse al sol.

Si, deberíamos de volver a donde nos dejo Castillo, aunque creo que cualquiera que hubiera pasado por el camino nos hubiera oído.

Guillemo se levantó de un salto cansado ya de esperar.

- Por mi parte propongo ir al sitio donde Castillo nos dejó. Desde allí, desandar el camino e ir hacia el campamento. Al menos llegar a la cueva de los gitanos. Lo que no quiero es pasar la noche aquí en medio de la nada.

Tenían razón, si seguían esperando allí junto al río se le echaría la noche encima y luego seguro que nadie los encontraría. Pensando que no quería que eso sucederia, Lucía se calzó los playeros y se dispuso a seguir a Guillermo hasta donde le había dejado Castillo.

- Pues venga, no perdamos más tiempo.

Seguramente no haga falta desandar el camino, seguro que antes aparece Castillo. Dijo confiada Alicia. Pero lo que si me fastidia es perderme las historias. Agrega poniendo cara de enfurruñada. Las historias que yo sé no se parecen en nada a las que habían contado los monitores. Seguramente serán historias sobre bujas que vuelan sobre escobas mientras llevan a un gato negro en el regazo, o sobre lobos que se transforman en hombres y al contrario, y que necesitan carne cruda para vivir…. O de fantasmas que esconden cosas, como el famoso fantasma de las llaves que siempre le esconde las llaves del coche a mi papa. Iba contando la niña mientras se dirigía a la senda que subía hacia el camino.

Hablando los niños volvieron hasta el lugar donde habían dejado sus mochilas. Para ello volvieron a pasar por los rastrojos, espantando a los mosquitos y saltamontes que había en el camino. Iban tranquilamente y con el corazón contento por lo que lo último que esperaban era ver el paisaje que se encontraron. Las mochilas estaban todas abiertas y no había nada de comida en ellas. Sin embargo no parecía haber ninguna  huella alrededor y todo lo demás estaba exactamente como lo habían dejado.

Para colmo de males, en aquel momento a Alicia le empezó a picar terriblemente la palma del pie izquierdo y las palmas de las manos.

Para colmo de males, en aquel momento a Guillermo le empezó a picar terriblemente la parte de atrás de la rodilla.

Para colmo de males, en aquel momento a José le empezó a picar y escocer terriblemente los hombros.

Para colmo de males, en aquel momento a Lucía le empezó a picar terriblemente la espalda, justo en el centro. Era un escozor insufrible.