Partida Rol por web

Al día siguiente seguísteis por el camino nevado. Apenas se veía el rastro de la vereda, pero con la ayuda de Gorka parecía no haber problema para tomar la dirección hacia Ataún... ¿quién podría esperar con tanta urgencia las hierbas de Ekaitz?

Sea como fuere, despues de caminar durante un tiempo, encontrásteis un trecho ya sin tanta nieve, pero en vez de eso había numerosos charcos y mucho barro en las sendas. Debido a ésto, a unas cien varas de distancia e inmersos en un claro bastante largo, vísteis algo en medio del camino: una carreta bloqueba el camino. Observábais desde la distancia que las ruedas estaban apalancadas en una zona de barro, casi acuoso del todo, y parecía incapaz de salir.

A su lado había un tipo, su dueño, que al veros, de forma bastante desesperada, os hacía señas para que le ayudáseis (os hacía muestras como para que fuérais a ayudarle).

Señores, allí hay alguien... -dijo Ekaitz-, parece que se ha quedado atascado en el barro...

- Me gustaría saber... ¿Qué sucedió con la mujer desnuda? Al final no nos contásteis esa historia... 

No volví a verla, aunque sí a un hombre negro que casi nos mata.- le dije a Juana.- Salimos corriendo de allí como alma en pena y continuamos sin descanso hasta que os vimos delante de la ermita.

En la lejanía ví un carro atascado en el barro, pero los extraños acontecimientos del día anterior me hicieron sospechar y afiné mi vista por si habían hombres emboscados.

- Preferiría olvidarlo - respondo a Juana - La mujer ya está muerta, a manos de un moro diabólico. Pero mejor no hablar de ello, recordarlo no nos traerá más que penas. - al decirlo no puedo evitar a Justo quién aún debía estar de luto por su pérdida.

Al ver el carro y el hombre que nos hace señas apuro el paso para ir en su ayuda.

- Pobre hombre, el señor sabe la cantidad de veces que se ha roto mi carro en el camino y yo se lo desesperante que puede ser.

Desde el día anterior, Pol no parecía el mismo. No hablaba, no miraba a ninguna parte, apenas escuchaba. Estaba perdido en sus propios pensamientos, y se debatía entre el sueño y la realidad. Aún no había decidido si estaba atrapado en una especie de pesadilla o la misma realidad le había propinado un sonoro guantazo que le había sacado de sus límites perfectamente definidos. No sabía si lo que había hecho en realidad lo había soñado: creyó haber pensado ayer en quitarle la capucha a aquel esqueleto que se reveló finalmente como un condenado al que habían salvado aceptando ponerse bajo su tutela; ¿lo había hecho o no? Poco importaba ya, pues el viaje continuaba: de nuevo se encontraba hollando los caminos junto a Ekaitz y los demás.

Pero seguía sin atender a nada. Apenas si oyó hablar a la mujer que les acompañaba. Después miró como hechizado la carreta y al tipo que les pedía ayuda. Se movía con el grupo, sin voluntad propia, como lo haría un perro; como si su ego se hubiera desintegrado y su conciencia se hubiera fundido con otra superior que representaba a la compañía entera. No era capaz de centrarse en el aquí y el ahora. Había presenciado un prodigio, y su mente altamente racional aún se encontraba en proceso de asimilación. Y cuando por fin lo asimilara, querría investigar hasta el fondo ese mundo misterioso que estaba allí esperando ser descubierto por él. Volver a Labastida, reconciliarse con los monjes y convertirse en médico ya no tenía ninguna importancia para él.

Al oir las palabras de Juana, Justo no pudo más que acordarse de su fiel amigo y es que el día de ayer fue triste en todos los aspectos, además algo extraño había pasado en una misa. Aunque ahora era agua de borraja y la vida continuaba.

Justo vio una carreta y puso en alerta todos sus sentidos. Cuidado compañeros quizás sea una trampa de bandidos de caminos, estos caminos no son seguros y no descartemos ello.

Justo miro hacia todos lados en busca de algo extraño

Juana se sentía bien, no había dudado ni por un momento que aquel prodigio era de origen divino y no demoníaco, había asistido a la misa con fervor y se alegraba del buen fin de dicho acto. Se sentía un poco más fuerte, un poco más ágil, pero de todos modos era una muchacha entrada en carnes así que realmente no había mucha diferencia.

Cuando vio al hombre del carromato, miró en aquella dirección.

Alex aún repasaba en su mente paso por paso los sucesos de la noche anterior. ¡Qué extraños prodigios habían tenido lugar ante sus ojos!... sin embargo, lo que sobrevolaba su mente una y otra vez, mientras seguía jugueteando en sus manos con el crucifijo al cuello, era el motivo de todo aquello. Sin duda, el Señor no necesitaba de explicaciones comunes a los mortales para sus actos, pero la sensación de sentirse en medio de alguna clase de prueba del Altísimo no dejaba de asaltarle. O eso, o sus cavilaciones eran producto del sueño perdido, pues bien poco había podido dormir la noche pasada, sabiendose en compañía de semejante criatura, aún y cuando parece que, de alguna manera, estaba tocada por las manos de lo divino... ¿Tal vez su fe era más débil de lo que creía, al no haberse nunca puesto a prueba de tal manera? ¿O era que nunca había creído que el mundo de la divinidad pudiera estar tan cercano en la parcela que atañía a su vida como para sentirse tocado por sus dedos? No obstante se alegraba de no estar sólo, al parecer, las caras de algunos de sus compañeros revelaban una lucha interior semejante a la suya, plena de cuestiones y de dudas.

En cualquier caso, estos pensamientos fueron aparcados cuando una nueva vicisitud (¿o prueba?) aconteció en el camino. Un carro atascado en él. Sus compañeros, sin duda más habituados a las problemáticas del camino que él, dieron la voz de alarma ante la posibilidad de una emboscada. Aún impelido a ayudar a aquel hombre, y haciéndole gestos de traquilidad con la mano mientras se acercaba, oteó los alrededores con sumo cuidado, y confiando en que las sospechas fueran infundadas.

Vísteis como el monge Aingeru apretaba el paso para ayudar al hombre del carro estancado en el barro. El area del claro eran unos 8 metros a la redonda, y lo cierto es que al menos se había atascado en un lugar donde se veía bien, así podría alguien ayudarle. Fue entonces cuando, habiendoos acercado un poco más a la carreta (sobre todo Aingeru), os salieron de entre los matorrales de un lado y otro del camino varios tipos (dos a la izquierda y dos a la derecha).

El tipo del carro, un hombre algo entrado en años, se asustaba y se llevaba las manos a la boca por el asalto. Esos tipos no eran soldados, sino que parecían bandoleros o robabolsas... ¿serían los que perseguían a Ekaitz?

Tirad Iniciativa: 1d10 + AGI

Sin embargo vosotros vísteis algo más...: un tipo había sobre la carreta, en su interior, la cual contenía helechos como carga del transporte y el susodicho tipejo estaba escondido dentro... Parecí no muy bien escondido y algo visible en distaancias cortas como la vuestra, por lo que pudísteis pillarle. Además... apuntaba con una ballesta a vuestro grupo, aún escondido bajo los helechos...

Mi vista solía ser excelente, pero aunque había previsto que era un buen lugar para una emboscada, no logré ver a los bandoleros.

Aunque llegué a ver algo dentro de la carreta.

¡BALLESTAS!- grite para advertir al resto.

El grito del judío sacó a Pol de su embrujo, e inmediatamente se puso alerta sin saber aún muy bien lo que estaba pasando.

Juana gritó, no pudo evitarlo, ella no sabía ni usar un arma... estaba aterrada, al menos se iría al otro mundo con su fe en Dios intacta, incluso reforzada, tras la misa de esa noche con el canto del gallo. Después volvió a gritar, porque su pensamiento fue... ¿Y si no me matan?

Ante la aparición de los bandidos me freno en seco, idiota de mi al salir en ayuda de aquel filisteo. Demasiado pensaba en la deuda que creía tener que me llevaba a intentar ayudar a quien no necesitaba ayuda.

Alex levantó las manos mirando a cada uno de aquellos bribones que les salían al paso. Aún a pesar de que la posibilidad había estado en su mente todo el tiempo, no tenía en su experiencia formas de lidiar con estas circunstancias más que esperar y confiar en que tan sólo fueran sus monedas lo que deseaban. Irónico era de lo que se percataba cuando pensaba cómo podía afrontar lo sobrenatural, y en cambio, con algo tan mundano como esto, se veía desarmado.

Justo sabia que era una trampa y no pudo avisar a su colega Aingeru. Al ver la tipica carreta dejada de la mano de Dios en medio de un camino, aunque luego pensando Que extraño porque atracar a unos curas, si ni siquiera tenemos para comer.

Alto, alto el ataque! Somos hombres de Dios ! vais a cometer un sacrilegio! Inconcedible!!! Grito Justo. No tenia sentido... o a caso alguien del grupo ocultaba algo que los demás no sabian. Quizas el mercenario o ese Ekaitz Nunca me gustaron!

¿Ballestas? -pensó Gorka mientras así fuertemente su hacha-, ¿dónde? ¿de qué hablaba? Los tipos que salieron de uno y otro lado del camino con espadas pero... ¿ballestas?

Enseguida vi a la mujer y a los clérigos un poco atemorizados, quizá no estuvieran acostumbrados a lidiar contra otros... ¡Que burdos atacar a quien son curas y mujeres!

¡Esos son!, ¡Esos me perseguían! -gritaba asustado el joven muchacho mientras señalaba a los tales-. Ekaitz no portab armas ninguna, seguramente se le habría caído en su persecución o cuando su momento de inconsciencia... ¡Vaya situación!

Los asltantes comenzaron a rodearos, formando un cuadrado entre sí. Parecía que no iban a dejar que nadie huyese. Quien lo intentara podría ser su primero objetivo hostil.

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Iniciativas:

• Gorka: 30
• Josef: 21
• Juana: 21
• Justo: 19
• Asaltante1: 19
• Asaltante4: 19
• Asaltante2: 17
• Asaltante3: 16
• Asaltante 5oculto: 16
• Ekaitz: 16
• Oleti: 15
• Pol: 14
• Aingeru: 9

Podéis ir actuando, es decir, declarando 2 acciones (cada turno comprende 2 acciones), y ejecutándolas con dados, en su caso. Declarar y actuar. Hacedlo sin orden, luego haré un resumen siguiendo las inciativas de este primer turno