Partida Rol por web

Tras alcanzar Landra'Feya y la protección de reino elfico el viaje es rápido y cómodo. Un pequeño contingente acompaña a los exploradores hasta Anasia, donde ponen un barco a su disposición.

El viaje aunque sin incidentes es largo y agotador: 24 días de navegación con una sola parada en Lanthot para repostar.

Finalmente la ciudad de Voltuh se hace visible a la sombra de un gran volcán. Voltuh, la ciudad baja, situada a los pies del volcán es un gran puerto similar a cualquier otro de los Reinos de Sur. A pesar de ser el único reino brinchie del mundo, apenas se pueden ver unos pocos. La mayoría de la población de Voltuh son enanos, y el ruido y la maquinaría que suele acompañar a esta raza domina el puerto.

Eon, la ciudad superior se encuentra en la caldera del volcán y apenas es visible desde el mar. Pero aún así las altas de torres de la recién construida Catedral de la Luz parecen dominarlo todo.

Yabiz siempre había querido conocer elfos de cerca. Los conocimientos de herbalismo y la espiritualidad de aquel pueblo eran legendarios. Para el pequeño goblin aquella compañía compensaba todas las penalidades pasadas y no desaprovechó el tiempo para aprender cuanto pudo ni dejó de hacer preguntas durante las largas horas en cubierta.

Otras veces pasaba horas meditando en ejercicios de instrospección subido a la cofa sintiendo la caricia de la brisa marina y entrenando su capacidad de adepto de potenciar las capacidades de los demás con la ya de por sí extraordinaria visión élfica del vigía.

No dejó escapar la oportunidad para preguntar a aquellos que en sus viajes habían pasado cerca de las montañas en las que se separó de su tribu, pues sentía mucha nostalgia estando lejos de los suyos y le costaba adaptarse a las costumbres de las gentes de ciudad.

En las muchos ratos desocupados, también habló con sus compañeros de aventuras, sacando más de una vez el desafortunado asesinato de Alice Sadler y las implicaciones políticas que había tenido.  Yabiz llegó a la conclusión de que, aún conociendo las consecuencias, tanto Norm como Flog hubiesen deseado matarla ellos mismos y tal vez lo hubiesen hecho de haber tenido la oportunidad, de no ser porque otros se les habían adelantado. Sin duda, en aquel grupo de exploradores había puntos de vista muy diferentes e incluso antagónicos. No iba a ser una convivencia fácil.

Un viaje en mes en un barco lleno de elfos... para cualquier persona eso sería algo horrible. 

Pero no para Norm. Norm amaba los arcos y las flechas y podía tener conversación sobre ellas durante horas y horas. Cosas como la tensión de la cuerda, el giro de la flecha, el sonido que hacían las diferentes plumas... y eso era algo que los elfos entendían y de lo que podían hablar... y practicar. 

De hecho algunos elfos eran mejores compañeros que el orco... bueno, debía dejar esas rencillas atrás, terminó pensando Norm.

Ahora era Yabiz el que hablaba de que era una tragedia que hubieran asesinado a la tal Saddler... Norm seguía pensando que se lo tenía bien merecido y que además todo hubiera pasado de la misma manera, los reinos no se movían por una persona salvo que fuera de la realeza. Una agente de medio pelo no era más que una excusa para joder a un ciudad que estaba remontando gracias a la cura de la plaga que ellos habían traído. 

Ya llegaban a la nueva ciudad, una llena de enanos, buena gente, y podían desembarcar para ir a ver a la Reina Brinchie. Esperaba que no se pareciera nada a Softy. Lo esperaba de todo corazón. 

Varag hubiera preferido atravesar las Tierras Salvajes. Era curioso lo que echaba de menos su tierra adoptiva y a sus gentes. Pero no cabia duda de que el barco sería más rápido y tenían una misión que cumplir así que no discutió la decisión de ir por mar. El orco se desilusionó un poco cuando aprendió que el barco no pararía en Camden o Haven si no en Lanthor, pero una vez allí descubrió una bulliciosa ciudad, de tiempo inmejorable, con una poderosa guardia costera dedicada a proteger el comercio de los piratas del archipielago. Desembocaba alli el rio Aullido lo que le permitió en el corto tiempo que estuvieron, recopilar noticias de los alrededores de Kator y mandar algunos mensajes hacia alli.

El mes en el barco se pasó bastante rápido y con menos mareos que el viaje a Paraiso, que parecia hecho hace un lustro. Durante el dia ayudaba a los elfos con las tareas menos tecnicas de la marineria, que no era su fuerte, y aunque la Capa quitaba la mayor parte de los recelos, no hizo grandes migas con ninguno de los marineros, que siempre guardaban su distancia.

Las sobremesas con el resto de los exploradores demostraron los diferentes puntos de vista sobre la muerte de Alenna Sadler (o era Alice?) y otros temas varios, como por ejemplo aquella brinchie débil y chillona que no había sido capaz de aguantar el ritmo de vida de los exploradores grises. Varag era de la opinión que estaba mejor viviendo su vida que muriendo por una causa en la que no parecía que creyera mucho, pero alguno pensaba que hubiese venido bien tenerla en esta mision, dado que iban a una ciudad brinchie y su gran capacidad de palabra. Al orco le parecia que los hombres gato eran mas de accion que de palabras y Bastia seria mejor recibida, pero habiendo conocido solo a dos era dificil de saber. 

Al llegar, le sorprendió la Catedral. Estaba claro que era una religión en expansión y con un montón de pasta. Se encogió de hombros. Cualquier ayuda contra la Llama y la Sombra era buena, al fin y al cabo.

Abot se subió con prevención al barco. No conocía mucho a los elfos. No le gustaban los elfos. ¿No vivían en los bosques? ¿No adoraban los árboles y las sombras verdes? ¿Qué hacían en un barco?

Sin embargo pronto descubrió que un marinero era un marinero, con las orejas puntiagudas o sin ellas. Guardó su capa de explorador y sacó su capa impermeable. Aquí sería mucho más útil. Disfrutó recordando en los amarres los ancestrales nudos que realizaban los marinos élficos y reconoció muchos de los nudos korindianos que había aprendido con padre y su hermano, aunque los gruesos y callosos dedos de los marinos eran mucho más diestros que los suyos, más acostumbrados a otras tareas menos exigentes. Susurraba las órdenes del capitán en cada maniobra, instantes antes de que este las gritara con una voz aguda pero firme que cruzaba claramente las tres cubiertas del barco. Paladeo los menús de abordo como su fueran manjares, y colaboró en las labores de pesca cuando se cruzaron con bancos de pesca.

Cada mañana, una hora y media antes del amanecer subía a la cubierta de proa, se descalzaba y dejaba sus anteojos junto a sus botas. Después, con la capucha calada dejaba que el rompiente de las olas le cubriera de arriba a abajo mientras realizaba katas marciales. Las saladas gotas de sudor de mezclaban con las saladas gotas del mar picado de la mañana mientras abot practicaba, con los ojos cerrados, serio, aunque con una sombra de sonrisa de satisfacción asomando en el borde de sus labios.

En definitiva disfrutó de cada día a bordo como cuando era apenas un adolescente. Aunque no pudo evitar descubrirse varias veces al atardecer en la cubierta de popa, mirando a estribor, hacia donde suponía que debía estar su isla nativa, con la mirada perdida, con nostalgia del que sabe que quizá nunca vuelva a sentir una playa como suya...

Los exploradores dejan la ciudad baja y tras atravesar una majestuosa puerta en la ladera del volcán alcanzan Eon, la ciudad alta. En esta los brinchies están mucho más presentes (*) y los enanos mucho menos. Aunque distan mucho de ser mayoría, son claramente la raza más numerosa en la ciudad que por el resto es increíblemente cosmopolita: además de los habituales humanos, elfos y enanos se pueden ver goblinoides, orcos, y una increíble variedad de razas.

Tras presentar sus credenciales en palacio son rápidamente conducidos a una sala de espera y en apenas unos minutos les hacen pasar a una gran sala que parece hacer a la vez de oficina. En ella una brinchie y un humano están hablando con fluidez en Brin (**). Cuando la conversación acaba la brinchie mira a los exploradores y el hombre que los acompaña anuncia.

- Su alteza real Panta Garraplateada, reina de los brinchies, co-soberana de Eon'Voluth, elegida de Iliana.

La brinchie se levanta y saluda a los exploradores.

- Bienvenidos a Eon'Voluth exploradores. Es para mi siempre un honor recibir en nuestro reino a la gente a quien tanto debemos.

El viaje resultó aburrido para Flogdegnurt. Realmente estaba comenzando a odiar los viajes en barco. 

Durante el mismo se dedicó a caminar por la cubierta como un gato encerrado. Los días pasaban lentos y aburridos y el goblin permanecía callado y de un humor hosco. Ni siquiera los comentarios sobre el asesinato  la merecida venganza perpetrada contra Alice Saddler hizo que tomase parte en la conversación. Lo cierto es que si bien se alegraba de que esa perra hubiese recibido su merecido, no podía encontrar consuelo en el hecho de que casi había muerto en el intento y que sin la increíble actuación de Norm, no lo habría conseguido.

Su ánimo cambió cuando por fin tomaron tierra, aunque durante un cierto tiempo, tuvo la sensación de que aún estuviese en un barco. Era como si notase el oleaje mover el suelo que pisaba. Una sensación ciertamente desagradable pero que fue pasando poco a poco.

Voltud se le antojó como una ciudad agradable. Los enanos le parecían más fáciles de entender que los humanos y sin duda le gustaba la alta presencia de brincies. Había aprendido a apreciar la belleza y los movimientros gráciles de aquellos felinos y a temer su fiereza en combate de la que Bastia había hecho gala en varias ocasiones. Y no pudo evitar acordarse de Softy, que los había dejado hacía ya cierto tiempo. Sonrió. Posiblemente era de las pocas personas en aquel variopinto grupo que le agradaba la presencia de la brinchie, pero lo cierto es que la echaba de menos. 

También el volcán que coronaba la ciudad llamó mucho su atención. No entendía como alguien podría decidir fundar una ciudad en un sitio en apariencia tan peligroso como aquel aunque si alguien podría hacerlo, sin duda sería enano. Pero según le habían comentado, no había sido así. Sin duda la presencia del volcán explicaba la alta presencia de esta raza pero ¿Qué habría llevado a los brinchies a establecerse allí? No acababa de encontrar una respuesta coherente. 

La Catedral de la Luz sin duda era el edificio más destacable de la ciudad. Gozaba de la gracilidad y la elegancia de la raza que la había creado y sin embargo, se le hacía un tanto ostentosa de más. Se sentía extraño caminando por los pasillos de aquel edificio hasta ser conducido a la presencia de la mismísima reina que resultó ser un magnífico ejemplar de hermoso y seguramente suave pelaje blanco.

Abrumado por la situación, Flogdegnurt hizo una torpe reverencia.

-Guzto mío, majeztad. Ezploradorez grizez zervir tú.

Abot avanzó observando las ricas estancias del palacio, la ciudad del puerto le había parecido tosca y ordinaria, quizá por la proliferación de enanos, pero la ciudad en plena caldera es otra cosa. Caliente y confortable, qué duda cabe, muy del gusto de los brinchies, pero también temerario vivir ahí, muy típico de los brinchies.

Apenas se dio cuenta de que eran conducidos a presencia de la reina, pues seguía mirando los artesonados y las decoradas paredes cuando el grupo se paró y casi topa de bruces con su guía. Avergonzado, escuchó a duras penas las palabras de la reina, con lo que prefirió no contestar. Su gesto poco decoroso de bajarse los anteojos y volvérselos a colocar tampoco ayudaba nada al protocolo.

Varag no sabía como debían responder a la reina brinchie ya que nadie les había preparado antes de la recepción como era lo habitual. Quizas era lo normal en esta tierra, dada la naturaleza impaciente y decidida de los brinchies. Decidió hacer una reverencia al estilo Galeano, ya que el Von eran vasallos de Galea pero tropezó con su capa al arrodillarse y, con el peso de la armadura, se cayo cual largo era en una escandalera de ruidos metálicos. 

El orco agradeció que no hubiese tenido tiempo a quitarse el yelmo, ya que notaba como le ardía la cara. Mandito viaje en el barco, aun andaba mareado, pensó.

Co-soberana? Elegida de Illiana? - se pregunto desde el suelo. Prefirio no preguntar nada. Ya habia hecho bastante el ridiculo.

El viaje para Bastia fue algo parecido a la tortura*, encerrada casi un ciclo lunar entero en un bote, sufriendo el frío de la brisa del mar, especialmente de noche, y rodeada de elfos contemplativos con los que Norm parecía llevarse muy bien.

Así se metan una flecha por el culo. - pensaba para sus adentros pero solo soltaba un gruñido de hastío al verles conversar alegremente mientras ella volvía a recorrer por centésima vez el interior del barco de punta a punta.

Tras vivir rodeada toda la vida de las arenas del desierto, donde el agua era un bien codiciado, para la brinchie era algo poco natural una extensión tan grande de agua, y saber que el destino al que iban estaba lleno de brinchies de ciudad, seguramente tan acomodados y blandos como Softy, no era algo que ayudase a templar sus ánimos.

Al llegar, tuvo que contener varias veces su paso, pues por fin podía recorrer una distancia larga y tenía que esperar para que sus compañeros le alcanzaran camino del palacio.

Cuando se levantó tras la inclinación con la saludó a la reina, vivieron un momento incómodo. Se miraban unos a otros, o al suelo, sin tener muy claro qué decir o hacer hasta que Varag decidió romper la tensión lanzandose al suelo tan largo como era...

Nos envían por los robos. - fue lo único que acertó a decir sin poder ocultar un leve gesto de desagrado ante lo blanda que parecía aquella brinchie ante ella.

Yabiz se mantuvo en segundo plano dejando hablar a Caminarena que era la única que parecía desenvolverse con cierra soltura o, al menos, con menos torpeza que los demás.

Panta asiente a Bastia y no presta demasiada atención a la caída de Varag.

- Efectivamente. Los robos de las perlas - de uno de los cajones del escritorio la brinchie coge un saquito del que deja caer su contenido sobre la mesa, media docena de extrañas perlas de color rosado- Las perlas rosas como estas normalmente tienen propiedades mágicas. Han desaparecido varios cargamentos. Y exclusivamente de perlas rosas. Me preocupa mucho quien y para que las ha robado.

- Vuestra misión principal es averiguarlo. Recuperar las perlas o capturar a los ladrones es secundario. Lo importante es saber para que las que quieren. Y evitar que las usen para algo peligroso.

- Arrarah Pasosuave es el agente portuario encargado del transporte de perlas. Ella os puede dar más detalles que yo sobre lo sucedido. Podéis llevaros estas perlas como ejemplo y pago. Si no hay preguntas en marcha. - aunque en realidad la reina he hecho un gesto al chamberlain que desaparece por la puerta, probablemente para pasar al próximo asunto. No parece que este esperando ninguna pregunta.

Flog escuchó con atención. Perlas mágicas. Sin duda el que las robó lo haría efectivamente pensando en usarlas para algo o en venderlas. En el segundo caso, sería algo tan sencillo como localizar a alguien que tuviese una y tirar de la cuerda hasta llegar al suministrador. Pero tanto para eso, como en el caso de que las robaran con intención de usarlas, resultaría de mucha utilidad saber qué tipo de propiedades mágicas tenían y para qué se podrían usar.

-Disculpa ¿tu dice para qué sirve magia perlas?-dijo Flog-.

Varag se levantó trabajosamente, todavia rojo como un tomate bajo el casco

Algo tenía que reconocer de su congénera y era que no le gustaba perder el tiempo, a la vista de lo rápido que les estaba despachando.

Flog hizo la única preguntar que necesitaban para comenzar su misión, conocer las propiedades de las perlas, por lo que Bastia simplemente esperó la respuesta para hacer una reverencia y no molestar más.

La pregunta de Flog hace callar un rato a la reina que probablemente ya estaba pensando en otro asunto, finalmente contesta.

- No soy una experta en magia, si quieres algo más concreto deberías preguntarles a alguno. Pero entiendo que es una fuente de esencia, mana o algún tipo de energía mágica que permite hacer cosas más potentes que las que una persona podría hacer por si sola (*). O algo así. - la reina mira hacia la puerta esperando la próxima reunión.

Yabiz se tocó las cicatrices recuerdo del combate con el Thratchen. Ese demonio estaba mucho más al sur de lo acostumbrado y si aquellas perlas servían como fuente de energía mágica, tal vez pudieran utilizarse para convocar demonios cerca de Eon. Por supuesto el Thratchen podía no tener nada que ver, pero las recientes heridas hacían que a Yabiz esa posibilidad se le antojase bien real.

Hizo una breve reverencia y se dio media vuelta para marcharse. Aquella brinchie no era de las que se entretenían en ceremonias. Con sus cortas patas goblinoides hizo todo lo que pudo para seguir el paso de sus compañeros.

Norm no se llevaba bien con las formalidades y con la realeza, y había estado totalmente impresionado con todo lo que estaba pasando para decir nada. La reina les había encargado la misión y debían cumplirla. Le agradaba que todo hubiera sido tan rápido e informal. Él como de costumbre había pasado por un esbirro más entre el grupo, era un hombre normal, que no solía destacar. 

—Tendremos que hablar con Arrarah Pasosuave entonces. Debemos darnos prisa, hemos tardado bastante en llegar y seguro que esas perlas pueden ser utilizadas para propósitos perversos. 

La magia le daba muchísimo respeto. 

Al grupo no le resulta difícil encontrar la oficina de Pasosuave en el puerto, muy cerca de la zona de embarques. La puerta se encuentra abierta y tras ella hay una habitación con fuerte olor a tinta llena de estanterías con papeles, pergaminos y libros. Un brinchie al que el pelaje ya le canea se encuentra en una mesa escondido tras varias torres de papeles.

Mira el grupo y dice:

- ¿Puedo ayudarles en algo?