Partida Rol por web

Tal cual salió vió que todos sus intentos serían en vano. Mirara donde mirara solo veia nieve y la promesa de un resfriado, o peor, una pulmonía.

Con el frío llegó el castañeo de dientes y con las manos en los sobacos miró a sus compañeros.

Ma-mala idea, no veo un carajo y solo vamos a enfermar aquí.

Pero ya que habían salido, no le costaba nada intentarlo, así que alzó la voz para gritar todo lo que pudo.

!¿Hola, hay alguien?!

Una vez salieron de la cueva, Andrés se replanteó la conveniencia de salir a buscar a alguien con el frío y la oscuridad ya tan intensos. El causante de su replanteamiento fue el viento, que se había levantado con gran fuerza mientras ellos se instalaban cómodamente en la cueva y que ahora, nada más salir, le golpeó con contundencia el costado y penetró entre sus ropajes como si de harapos deshilachados se trataran.

Mas el orgullo le impidió dar media vuelta nada más haber salido del refugio, eso y que sus dos compañeros parecían no haber menguado su resolución de seguir con la búsqueda. No quería ser el primero en sugerir una vuelta atrás, aunque tampoco dedicó su atención ahí afuera a nada más que no fuera arrebujarse bien y tratar de mantenerse lo más a cubierto posible del viento, utilizando incluso a sus compañeros a modo de parapeto. Sólo fingió buscar, pero no lo hizo realmente.

Tan pronto vio su oportunidad de sugerir la retirada, que vino con un comentario de Roldán, habló:

-No vamos a encontrar nada en estas condiciones, será mejor dar media vuelta y volver al refugio.

Como buen aragones era tozudo y no quiso resignarse el embite de la helada. Agudizó la vista y aplicó "su sexto sentido" oteando entre la ventisca...

-¡Porca miseria!- refunfuñó mientras escavaba en vano entre la niebla.

Avanzábais en la ventisca, y mientras intentábais otear qué podría haber más allá, en aquella lejanía en un cerro, vuestros ojos se cerraban por el gélido viento y los copos incesantes. Roldán atisbó un parde árboles junto a la vereda y comenzó a cortarlos con sus hachas, justo en la parte de las ramas más finas. Cortar un árbol entero se hacía imposible con tal viento y frío, por lo que un poco de leña, la más accesible, fue la que se llevó entre sus manos. Andrés tenía prisa por volver, pues ciertamente frío comenzaba a hacer, y Keosk maldecía "a la madre que parió" de alguna u otra forma en su interior, pues nada conseguía otear.

Con la leña entre sus brazos dió una ultima vista hacia el monticulo. Sin respuesta a sus gritos perdió toda esperanza, así que se giró en dirección a su refugio.

Si nos alejamos demasiado nos costará encontrar otra vez nuestro fuego, y ya tengo algo de leña para que el fuego aguante la noche. Volvamos.

-Que remedio nos quedá...

Tornose malhumorado hacia la dirección dónde habían dejado el refugio...
 

Parece que sus compañeros no habían demostrado tanta reticencia a dar media vuelta como Andrés había sospechado, y se le pasó por la mente que quizá incluso ellos también estaban esperando a que otro diera el primer paso y sugiriese la retirada para sumarse.

Roldán recogió un poco de madera y los tres emprendieron el camino de vuelta al refugio.

Keosk, Andrés y Roldán regresaron casi una hora después desde que se hubieron marchado. Traían, a la vista y entre sus manos, pequeñas y medianas ramas con las que aderezar la ya hecha brasas hoguera que cuidaba el cazador Gonzalo. Allí estaba el mismo, apoyado en la roca observando, en realidad, la nada, pues todo era oscuridad. Luego os informó al resto que no vió de nuevo rastro de la antorcha en la lejanía (igual que los que explorásteis el exterior).

Al día siguiente, una vez descansásteis con la leña recién cortada (y buen calor que os otorgó), os despertásteis con los rayos del solo y el campo nevado, todo de blanco. La estampa era preciosa, pero también fría. Salísteis de la cueva y lo primero que hizo vuestra curiosidad y vuestra vista fue otear aquel lugar, aquel sitio por el que, más o menos, debió estar la luminaria... ¡Un momento!, ¡allí estaba! Pudísteis apreciar que, oculto entre la nieve en sus tejados y muros, había una especie de edificio medio derruido, hecho ruinas.

-Vaya, ciertamente la visibilidad era limitada cuando salimos. Juraría que habíamos pasado por aquí ayer mientras buscábamos... sí, mirad, ésos son los árboles de los que Roldán podó las ramas más bajas. Aún se pueden apreciar muescas del hacha en el tronco. Y pensar que este edificio estaba tan cerca...

Le eché otro vistazo a la construcción, medio derruída. Era ciertamente fácil de atisbar en un día despejado como aquel.

-Podríamos acercarnos a echar un vistazo. Quizá el portador de la llama de ayer se refugió ahí anoche.

-¡Vamos prestos y dispuestos...!

No creo que haya nada, pero mejor mirar por si acaso, puede que tengamos que caminar muchas horas sin ver nada más interesante que esto.

Roldán recogió el equipo rapidamente comprobando que nada se le clavara ni rozara para poder caminar comodamente.

-Vayámos a echar un ojo púes
Dije mientras recogía todos los trastos que saque anoche para cenar.
Me colgué la mochila y salí caminando por esa nieve expesa.
Era una maravilla estar ahí, las montañas se veían preciosas, solo el frío impedía disfrutar de tales vistas.

Decididos a inspeccionar aquel enclave, abandonásteis vuestro particular refugio y salísteis al exterior. Todo el campo, camino y montaña hallábase blanca, y el frío se dejaba notar. No había ventisca a tan temprana hora, pero tardásteis una hora en la subida, puesto que el terreno de fresca nieve era impacticable.

Tras ese tiempo, se os presentó delante un enclave peculiar: se trataba de una construcción de hace algo casi doscientos años, llena de relieves de caras, lobos, cruces, ángeles y animales en su exterior. Desde luego, ese sitio había antaño tenido mejores días de gloria. Nada más acceder al interior (que no era cruzar puerta, sino prácticamente atravesar alguno de los muros semiderruidos), vísteis que aquello no era sino una especie de monasterior o cenobio, y estaba únicamente compuesto por un refectorio, un amplio claustro y la sala del templo. Todo estaba deshabitado y cubierto por musgo, nieve caída por los huecos del tejado derruido. Había también por doquier hay muchas piedras caídas y ennegrecidas, fruto de algún tipo de incendio tiempo ha. Aquella casa de clérigos estaba estaba completamente abandonado.

-Bueno, pues parece que me equivoqué. Aquí nadie hay -comenté, tras echar un rápido vistazo entre las ruinas.

Antaño este lugar debía haber alojado a alguna orden de monjes, y sin duda debía haber vivido tiempos prósperos a juzgar por las molestias que se habían tomado con los relieves. Pero eso era historia, y la historia ni alimenta ni ofrece abrigo.

-Debiéramos partir. No quiero pasar otra noche al raso.