Partida Rol por web

Esa noche había caído nieve. Se había sucedido una ventisca, pero a bues resguardo nada tuvísteis que temer. El joven Calixto os contó un poco de su dura vida, y cómo había tenido que sobrevivir prácticamente en solitario. Al día siguiente, la luz del día auguraba un buen tiempo, y así fue: pese a que había nieve por doquier, el sol brillaba cálido, y apetecía salir fuera a explorar el valle. Tras volver por vuestros pasos, mientras andábais, Calixto os iba contando acerca de las indicaciones de su padre (las que había impresas en el papel). Por lo que le había parecido a él, hablaban de una losa de piedra en el claustro interior. Según los dibujos que pudísteis ver, tal losa habríase de levantar y formaría parte de la entrada secreta del cenobio.

Cuando llegásteis a las ruinas, entrásteis en ese lugar por segunda vez. La nieve había caído en el inteior. Anduvísteis por allí hasta llegar al claustro. Llevábais antorchas y calixto unas hachas, una pala y la carretilla la había dejado fuera.

Bueno, creo que es aquí... -dijo-. Hace dos noches vine y ya sabéis: tuve que marcharme, pues no logré encontrar nada. Creo que es esta losa -dijo apuntando a una maltrecha lámina de piedra rota y desgastada-.

Gonzalo siguió a Calixto hasta la zona donde el iba describiendo y cuando llegamos se agacho para coger la losa y esperando alguna ayuda se quedó agachado.
-Ayudadme, veremos a ver si se puede mover

Me pregunto por qué vendría en medio de la noche la última vez, con lo inhóspito de la velada -reflexioné, mientras entrábamos en el Cenobio y Calixto nos indicaba la losa que sospechaba era la entrada oculta.

-¿No pudiste levantarla tú solo? -le pregunté, mientras me agachaba para ayudar a Gonzalo a tirar para levantarla-. Ven, ayúdanos tú también. Que cada uno la coja de un lado, tiene aspecto de pesar.

Con un suspiro sacó una de sus hachas pequeñas, la que menos le gustaba y se preparo para meterla en el hueco y hacer palanca con esta. Maldijo entre dientes el no haber dejado su equipo en la casa de su anfitrion.

No pude, no -respondió el muchacho-. Nevaba, la nieve caía aquí dentro, y ahora pienso que quizá hice fuerza en la losa equivocada.... Además, llevaba la antorcha en la mano, y enseguida se me apagó por la ventisca... ¡Tiremos con fuerza!

Tras unos segudos haciendo palanca y fuerza hacia arriba, la losa cuadrada y ennegricida se levantó. El musgo que había crecido a su alrededor se separó de las losas hermanas, pero la vuestra era hueca... ¡Allí había un agujero! Resoplásteis entonces tras el esfuerzo, y contemplásteis unos segundos que allí abajo podía haber algo... Pero sólo "podía": al mirar al interior veíais negrura y nada más. Oscuridad. Un pasadizo o una sala bajo vuestros pies debía seguramente erguirse ahora.

Gonzalo intenta hacerse paso y meterse dentro.
-Necesitamos luz

-Aguarda...

Me entretuve un rato con el fin de prender un par de las antorchas que llevábamos con nosotros. La primera se la pasé a Gonzalo, que parecía presto y deseoso de ser el primero en bajar y ya se había metido dentro. Con ella podría ver donde ponía los pies, al menos. La segunda me la quedé yo, y les indiqué a los demás que, a menos que Gonzalo indicase lo contrario, fueran descendiendo también.

-Yo cerraré la comitiva -indiqué-, alguien tiene que hacerlo supongo.

Nada más encender las antorchas, Calixto tomó su pala (por si hubiera que excavar algún sitio) y descendísteis por aquel agujero. Gonzalo, que iba en vanguardia con la antorcha, fue el primero en advetir que aquel agujero guardaba una especie de tunel en cuesta (no totalmente vertical). Tan sólo tuvísteis que agachar un poco la cabeza y descender con cuidado en la recta inclinada. Aquel sitio parecía haber sido excavado hacía mucho tiempo, y notábais pequeños contrafuertes de barro y teja en las paredes interiores. Tras varios segundos de una bajada inclinada y prácticamente recta, llegásteis a una sala mucho más amplia: excavada y casi circular. Aquello era tan grande como el claustro de la parte de arriba. Al iluminar hacia arriba con las antorchas, se veía con dificultad el techo, lo cual advertí la inmensidad del lugar. Tambien observáis arcos por encima de vuestras cabezas.

Pero lo que realmente os llamó la atención fue el hallazgo principal:tres tumbas de piedra rectangulares sobre el centro de la misma, y una de ellas posee un desgastado grabado en latín. (algo así como "Qui c..stodiu...t su..cendu...tur Deus singuli clavi si..l..os") Al fondo, una desvencijada puerta, aunque aún resistente, hecha de madera.

Mmm, dadme un segundo.

Alejandose un poco disimuló haciendo ver que buscaba algo en la mochila mientras decía un ensalmo que se perdía en el eco del lugar siendo ininteligible.

Después volvió e intentó descifrar las escrituras de la pared.
 

Gonzalo se adentró en el agujero y notó como resbalan sus piés y se dejó caer deslizandose poco a poco.
Al llegar abajo levantó su antorcha y se quedó impresionado con lo alto de los techos que no conseguía con el fuego de la antorcha alumbrar.
Siguió para delante y consiguió distinguir bien unas tumbas y unas inscripciones que dijo Gonzalo en voz alta.
-Faltan palabras dice algo como.. ¿Las uñas que custodian? mirad vosotros a ver si le encontrais mas lógica

-No sé latín -comenté, añadiendo:- Lo único que logro adivinar de esta escritura es que parece latín, pero no entiendo ni jota de la vieja lengua.

Ciertamente ese lugar era enorme: yo también había levantado mi antorcha tratando de ver el techo, sin éxito. Mi voz y la de mis compañeros reverberaba en las paredes debido al tamaño de la estancia, lo que me provocaba un extraño sentimiento de soledad y me incomodaba.

Me paseé por la sala, pues en el centro, donde se hallaban las tumbas, ya estaban la mayoría de mis compañeros y la otra antorcha, sostenida por Gonzalo. Enfoqué las paredes y también la puerta de madera, que pese a ser vieja se conservaba bien debido a que no había sido azotada por las inclemencias meteorológicas ni la humedad aquí abajo.

-Quizá lo que buscamos esté aquí detrás -dije, señalando la puerta. Era reacio a considerar siquiera la idea de que tuviéramos que profanar esas tres tumbas para encontrar algo de valor. Era de moral lacia, lo reconozco; pero una cosa es estafar a unos cuantos tontos y otra muy distinta robarle a los muertos.

Encontramos una losa hueca.Enseguida nos ponemos a ello. Por un momento Zequiel piensa en auedarse atras "vigilando", pero no es un cobarde, aunque no le gusta andar metiendoblas narices en cosas que no entiende, como ez meter las narices en cosas de religion. Sus compañeros estan mas que dispuestos a seguir adelante y Zequiel toma una antorcha y los acompaña decidido a saciar su curiosidad, a pesar de tener una sensacion de que algo malo va a pasar.

Entonces bajan una cuesta y encuentran 3 tumbas en una sala abobedada, ademas, al fondo hay una puerta. No entrba en el plan de Zequiel saquear una tumba ni perturbar a los que descandan en paz. Se lleva la mano al pomo de su puñal de manera instintiva, y la acaricia brevemente de manera instintiva,

-No creo que buscar un tesoro dentro de unas tumbas sea buena idea. ¿quien me acompaña a mirar que hay tras esa puerta?

Ante los comentarios de sus compañeros de unas palabras en latin, Zequiel se encoge de hombros, ni entiende de esasncosas ni le interedan, el esta ahi parq ganar dinero no para jugar a ser un estudioso o un erudito

Vayamos allá -dijo Calixto no sin evidente tensión por lo tétrico del lugar mostrado en su joven rostro-. Tragó saliva y se encaminó con su hacha de trabajo tras el mercenario. Gonzalo se quedó mirando la inscripción, empero que se rascó varias veces el cogote antes de encaminarse con sus compañeros (porque tampoco logró entender nada de nada).

Fue entonces cuando traspasásteis la desvencijada puerta. Era de madera podrida, y con tan sólo tocarla casi se cae por completo, casi deshecha. Al avanzar, observásteis otro alargado pasillo que seguía descendiendo. No obstante, éste era mucho más corto que el anterior, y rápidamente os encontrásteis un dintel de piedra, en el cual había grabada una cruz en la roca viva. Nada más entrar, vuestras antorchas iluminaron una gran sala. Además, en el centro de la misma se elevaba un altar de piedra pulida, el cual estaba completamente lleno de telarañas. Justo encima de él había una pequeña... caja como de madera y metal... como un pequeño cofre.

La puerta estaba en peor estado de lo que en un primer momento me había parecido, casi se cae a trozos cuando la empujé con la mano. Bueno, al menos no estaba cerrada, pensé.

Iniciamos el descenso de nuevo, aunque esta vez durante un trecho bastante más corto que el anterior. Me preguntaba a qué se debía que hubieran excavado tan hondo en el cenobio para hacer estas cámaras. ¿No podrían haber construído las estancias a altura de tierra? Quizá sí era verdad que ahí abajo había guardado algo de verdadero valor y que habían querido mantenerlo oculto y lejos de manos avariciosas... como las mías, por ejemplo.

Y la avaricia brilló en mis pupilas y se dibujó en mi rostro cuando el pasillo dio paso a una segunda estancia y mi mirada se posó en la pequeña cajita encima del altar.

-Vaya... ¿qué tenemos aquí? -dije, avanzándome con deseo al resto del grupo y acercándome al altar con el objetivo de coger la caja y, sin andarme con rodeos, abrirla para ver qué hay en el interior.