Partida Rol por web

Un grupo de novatos había llegado a la tarde en mitad de una misión, parecía que no habían cumplido con la misma. En sus manos tenían una carrta dirigida a Lucien. Ella al poco fue a vuestros barracones pidiendo la ayuda de algunos guerreros más experimentados, debido a que la misión que habían comenzado parecía que se iba a poder complicar y torcer un poco. Vosotras decidísteis salir a por esa misión, salían al amanecer del siguiente día, y os pagarían 10 po, no demasiado, pero seguramente os daría para algún que otro capricho, y mejore estar haciendo algo que mantenerse ociosas.

Aquella madrugda de principios de verano comenzaba a asomar unas temperaturas suaves, parecía que el día no iba a tener una temperatura elevada, pero probablemente os tendíais que mantener alejadas del sol para manteneros frescas.

En el solitario patio del gremio veis a Roli, el cochero, fumándose una pipa, a medida que os vais acercando al carro podéis oler su característico olor a mandarina surgía de las humareda que el cochero generaba a su alrededor. Era un hombre bastante conocido y apreciado en el gremio, carro que agarraba, carro que mantenía a una alta velocidad. Y parecía que los caballos que había escogido en esta ocasión parecían bastante sanos y fuertes, incluso los propios caballos parecían impacientes por comenzar y tomar camino.

El carro no se diferencia mucho de los que solía tener el gremio, con dos literas recogibles a cada lado, que servían a su vez de cómodo banco cuando no se quisiera dormir en ellas. El carruaje estaba blindado frente a flechas y proyectiles varios,tanto en la puerta de delante, que daba al conductor, como la trasera, por la  que podíais entrar y salir al exterior sin problemas, tenían cerrojos de gran resistencia. Las ventanas de sus laterales eran modulares, de tal forma que quienes iban dentro siempre podían decidir cuánto podían abrir, o no, sus ventanas.

La última misión había sido todo un fiasco, pero lo peor de todo es que, además, había recompensado a Alatia. Había sido un error por parte del gremio enviar a todos esos aventureros a aquel lugar que estaba muy por encima de sus posibilidades. Todos aquellos muertos aún retumbaban en la cabeza de la muchacha y no era suficiente para ella haber conseguido rescatar a muchos de ellos.

Iba a salir del gremio, la decisión ya estaba tomada. Quizás debería buscar un bosque perdido y desaparecer, dejar que los demás la olvidasen.

Pero antes siquiera de tener tiempo de abrir la boca ya le habían encargado una nueva misión. Algo simple al parecer, una petición de ayuda a un pueblo por ataques de bandidos, quizás esclavistas, no estaba claro. La realidad es que la nota era bastante imprecisa, lo que era raro para el gremio.

Hablaba con ella misma, de hecho incluso parecía discutir. En ese aspecto era un poco "rarita" y no había conseguido hacer amigos, además de que pocas veces hablaba excepto consigo misma... rarita.

Aceptó. Una nueva oportunidad de intentar ser normal. Le dieron una carta de presentación y un nombre de una persona de gremio, Nornas. Ya tenían un bandido, quizás lo que querían de ella era que lo interrogase.

Cuando llegó al trasporte que la iba a acercar al pueblo, había otras dos chicas esperando. No iba a estar sola en esta misión, quizás hasta pudiera socializar un poco.

- Buenos días, soy Alatia. Supongo que estamos juntas en la misión de Garedoth. Es un placer conoceros y espero que nos llevemos bien.

Lya llegó meneando las caderas con ese andar seguro que da el saberse la más guapa de la fiesta, o como mínimo la más deseada. En sus caderas se movían acompasadas una cartuchera de componentes junto  una daga a un lado y una ballesta ligera con un estuche de flechas para ballesta; era fácil intuir que habría otra daga debajo de su falda larga. La guinda del pastel lo ponía un pequeño cristal púrpura que colgaba de una cadena de plata con aspecto de bastante resistente en su muñeca. A su espalda una mochila cargada dejaba claro que estaba preparada para el viaje.

Con el primer vistazo quedaba claro que atraía las miradas donde entraba. Además de su belleza, su pelo azul, con un par de mechones rosas a la izquierda, debía ayudar a atraer esas miradas. Una vez que la veías de cerca la siguiente pregunta era cómo había conseguido combinar exactamente el mismo tono de azul en el pelo que el de sus ojos.

- ¡Hola, Alatia! – saludó con una sonrisa amplia que mostraba unos dientes blancos que la luz hacia brillar – Soy Lya. Encantada de conocerte. Estoy segura de que nos llevaremos estupendamente. – corroboró con absoluta convicción y sinceridad.

- Buenos días a ti también, Roli. Veo que has escogido a Doblepezuña y Castaña para el viaje. Magnifica elección. - le dijo saludando también al conductor con confianza.

- ¿Estamos listas para partir? – preguntó en general animada.

La joven directora del Gremio no encontró a todas las luchadoras que andaba buscando en los barracones. Faltaba una y por desgracia sabía exactamente donde encontrarla.

Lucien, con gesto resignado, se dirigió personalmente al Cerdo que Ríe, una de las tabernas de mala muerte cercanas a los cuarteles del Gremio en Vivine. Allí encontró a una entusiasmada Hrönn en medio del típico combate de resistencia junto a un dracónido de fuego y un enano llamado Dori, todos rodeados de jarras vacías y parroquianos ebrios apostando y animando a los contendientes.

A pesar de su inestabilidad y sus excesos, la exiliada dasharii había demostrado ser eficaz en su cometido y Lucien confiaba en ella. Esperaba que con el tiempo pudiera adaptarse a las sociedades avanzadas y se centrara. De esa forma, creía la directora, se podría convertir en una de sus mejores agentes.

La salvaje rugió de alegría cuando supo que tenía una nueva misión que la sacaría de Vivine. Estaba cansada de tanto lujo y porquería. Estaba harta de intentar sin éxito olvidar, o quitarse la vida, a base de peleas de bar, alcohol y sexo salvaje. Necesitaba hacer algo de ejercicio. Además, si se trataba de traficantes de esclavos, quizá pudiera obtener algo de información sobre los movimientos del enemigo del norte.

Hrönn había llegado unos meses atrás a Vivine. Un grupo del Gremio de Luchadores había recogido su cuerpo moribundo de un campo de batalla en las cercanías del bosque embrujado de Feltoern. Lo había perdido todo y a todos. Como gesto de gratitud y con el objetivo de reunir aliados y concienciar a los pueblos libres del sur sobre la amenaza de las Cordilleras Boreales, aceptó ayudar al gremio trabajando para ellos en algunas misiones. Pero el dolor de pérdida no le había permitido hasta ahora dar un paso hacia delante. La dasharii es una bestia salvaje, por un lado presa de sus pesares por el pasado, y por otro de los vicios de la civilización.

La luz de la mañana depertó a la joven bárbara en uno de los camastros del cuartel. Le dolía terriblemente la cabeza. Se sentó sobre la cama para estirarse y sus pies notaron algo. Era un tipo que roncaba a pierna suelta en el suelo. Luego recordó que era Ted, el forzudo de una compañía de artistas ambulante. Lo había conocido a mitad de la noche y por lo que parecía la fiesta no había terminado en la taberna.

¡Eh, tú! –bufó Hrönn alargando los monosílabos al tiempo que le daba unos golpecitos de talón en el costado. –Vamos, largo. ¿Es que no tienes mujer ni hijos?

Tras unos minutos meditando sobre su existencia, la dasharii se preparó. Se ajustó las cuatro pieles que le tapaban sus partes íntimas, tomó sus armas y el resto de pertrechos y se dirigió al patio. Allí sacó un cubo del pozo y se lavó la cara antes de reunirse con el cochero.

Hey, viejo –fue su escueto saludo al bueno de Roli, junto con un gesto de cabeza.

Ella era la primera en llegar. Había mucho espacio, así que lanzó sus cosas dentro del carruaje y se tumbó ocupando varios asientos. Cuando llegó la siguiente, Lya, pudo notar desde fuera el fuerte olor a alcohol y a hombre que desprendía. La hechicera aguantó estoicamente el hedor y saludó cortésmente, a lo cual la bárbara respondió con un bufido y un vago movimiento de mano. Si la hechicera trató de sacar algo conversación de ella, poco pudo hacer.

Luego llegó Alatia y la dasharii procedió de la misma forma. Las desconocidas no podían realmente saber si lo que decía era su nombre o un simple gruñido. 

Cuando las otras pretendían iniciar una conversación, Hrönn trató de hacerlas callar.

–Sscht, sschht, mi cabeza... ¡Eh, Roli! ¿Ya estamos todas? ¡Pues andando! –terminó diciendo mientras golpeaba la pared de la diligencia.

Roli sacude la cabeza con gesto de saludo mientras sigue fumando su pipa.

Lya al llamar a los caballos por sus nombres, ambos la miraron, y sacudieron la cabeza al igual que el cochero. Al igual que fuerte y rápidos, parecían corceles con algo de inteligencia.

Espero que tengáis hechizos protectores para tirárselos a los caballos cuando os diga. No quiero utilizar demasiada magia del carro para la tontería en la que los que traje ayer no han metido.

Con el coche ya cargado el cochero comienza a hacer que los caballos comiencen a marchar hacia delante. La salida de Vivine es bastante tranquila, no hay demasiada gente, y el cochero tiene tiempo de prepararse y terminarse una pipa. La gente que ha madrugado os saluda, pero en especial a Roli.

"¡Nos vemos por el zorro de oro!". Le gritaba más de uno. Era una taberna bastante modesta dentro de lo que sería Vivine, mucha gente de clase media-baja solía reunirse en aquel lugar para reunir información, o simplemente entablar amistad.

Una vez que tomáis el Camino Real, la carretera está mucho más despejada y fácil de transitar, y Roli no tiene ningún miedo a hacer que los caballos comenzasen a llevar el carro a una velocidad vertiginosa, el ritmo de la carreta simplemente bajaba un poco cuando el cochero se comenzaba a preparar otra pipa; pese a la velocidad, no sentís mareo alguno, parece que el conductor sabe llevar el carro a su máximo potencial, y suave como una brisa de viento. El agradable aroma a mandarina estaba por toda la caravana. Por el Camino Real habéis pasado por delante de grupos de personas muy pintorescos.

En cierto momento, cerca del mediodía, tomáis una salida que va hacia el oeste. Aquí el carro baja un poco su velocidad, el camino se ha vuelto mucho más salvaje y rural, aunque Roli va a poder mantener una velocidad alta sin ningún tipo de problemas. Detiene el carro cerca de un riachuelo y acerca a los caballos para que pudiesen beber un poco.

Aunque no es la hora de almorzar, Roli saca unas piezas de frutas y comienza a devorarlas.

Pues eso. Dice poniéndose las manos en las lumbares y estirándose. Vamos a hacer un pequeño descanso. Delante hay un grupo de goblins enfurecido porque los que volvieron ayer les robaron un alce que los verdes habían cazado. Ya me detuvieron, y no me quiero detener de nuevo por un vulgar grupo de goblins, si tenéis magia de protección, cuando os diga, lanzáselo a los caballos. No quiero malgastar la magia del carro.

Mira a Hrönn quien parece que se ha animado por la idea de poder combatir contra unos goblins.

Ni se os ocurra, el objetivo es llegar esta misma noche. Si tenéis flechas, disparadlas desde el carro si os apetece. Pero no me voy a detener a esperaros.

Una vez terminada su fruta, comienza a preparase otra pipa y a ir hacia los caballos para irlos preparando

Ah. Se detiene a medio camino. No os preocupéis por el camino detrás nuestra viene otro grupo de luchadores que van a despejarlo.

La sorprendente suavidad con la que el habilidoso cochero conducía permitió no rebajar el malestar que portaba la salvaje por la noche anterior. Mientras sus nuevas compañeras se ponían al día, ella iba recostada con un paño que le tapaba la cara.

–¡Goblins! ¡¿Dónde?! –gritó Hrönn mientras se levantaba de un salto. 

La hosca pelirroja detestaba a esos seres y el resto de criaturas que engrosaban las filas de la horda que arrasó las tribus del norte. Orcos, ogros, osgos, huargos... Le costaba reprimirse cuando tenía oportunidad de dar caza a esas alimañas.

La dasharii gruñó molesta cuando el anciano la persuadió para que se quedara en el carro. 

–¿Qué pretendes con las flechas, viejo, asustarlos? ¡Espera, voy delante! 

Con un rápido balanceo la muchacha se acomodó en el pescante, al lado de Roli. Allí preparó una jabalina y aguardó a tener a las ruidosas criaturas a tiro.

Lya torció levemente el gesto cuando Hrönn las mandó callar, pero enseguida le sonrió y guardo silencio… durante unos dos minutos. En cuanto se montaron en el carromato retomó su conversación con Alatia, pero en un tono bajo para no molestar en exceso a Hrönn.

La conversación era bastante ligera, aunque poco a poco iba dirigiendo la conversación a temas más personales para conocer a su interlocutora, aunque no llegó en ningún momento a ningún tema realmente privado, y si alguna pregunta la incomodaba, ella misma cambiaba el tema.

Bajó de la carreta contenta de poder estirar las piernas. Nada más dar un par de pasos a un lado se estiró.

- Sienta bien poder estirarse un poco. – dijo con otra sonrisa y sacar una manzana para acompañar a Roli en su pequeño tentepie.

- No podré proteger los caballos, pero seguro que algunos dardos de fuego los asustan y si realmente se complica la cosa podré dormir a unos cuantos. – añadió con su sempiterna sonrisa.

Alatia observó a sus compañeras con un gesto de condescendencia. Evitar la lucha siempre era mejor y sobre todo teniendo en cuenta que había un grupo que pasaría tras ellas que se ocuparía de limpiar la zona.

- Esta bien prepararse por si hay algún problema, pero nos esperan cosas más importantes que un grupo de goblins. No deberíamos detenernos a luchar, solo responder a los ataques sin perder el tiempo.

Sacó una ración y un pequeño tarro y se retiró a comer un poco separada del resto.

Volvéis al carro con las pilas un poco renovadas por haber descansado y comido durante aquel breve periodo de tiempo.

El camino vuelve a continuar, y el frescor a campo os va ayudando un poco a meteros, la zona en la que se encontraba Garedoth era conocida por sus verdes y llamativos bosques, y ahora podíais entender la razón de ello.

Podéis ir notando que el cochero ha ido bajando la velocidad gradualmente. 

Si tenéis que disparar, abrid las ventanas y volvedlas a cerrar, las flechas no entrarán.

En cierto punto el cochero baja la velocidad en una curva. Se coloca una capa, y cubriéndose la cabeza, comienza a susurrar algunas palabras suaves en élfico, aunque por el dialecto y el acento con el que habla, parece un élfico bastante antiguo.

Protección a los corceles, escondite para conductor, oculta ruído. Reflecta flechas. Enemigo goblin.

Llegáis a una especie de claro con el coche bastante más lento de lo que Roli os tenía habituado. Era una sensación bastante extraña, ya que ni el carro ni los caballos producían ruído, y los pájaros no piaban. Tan palpable era la tensión que incluso con el cuchillo más mellado seríais capaces de cortarla.

El sonido de un cuerno de batalla llenó el silencio, y escuchásteis el ruído chillón de muchos goblin que se dirigían hacia vuestra posición. El carro comenzó a subir la velocidad, las flechas silbaban en el aire y sentíais cómo impactaban contra el techo y las paredes del carro.

Lya con un gesto de mano lanzó una certera bola de fuego contra un goblin, quien comienza a gritar al verse en llamas y sale corriendo hacia uno de los laterales del bosque

Hrönn con los ojos cargados de ira pegó un gran grito que hizo a los goblins mirarse los unos a los otros con cierta duda. Y agarrando una de sus jabalinas la lanzó, quedando impactada en uno de los árboles.

Alatia se queda vigilando los alrededores del carro mientras van alejándose poco a poco de los goblins

Con un chasquido Lya consigue dormir a dos de los goblins que os perseguían, y el goblin en llamas cae de frente contra el suelo.

Oís un lejano grito, y véis como un orco negro sale de la espesura, agarrando la jabalina de hrönn, y con bastante facilidad la agarra, y la dispara contra el carro, la cual hace un arco, y cayendo desde arriba, veis como atraviesa con bastante facilidad los muros, dándole a Roli, quien responde con un grito de dolor soltando unas palabras que tan solo son entendibles por Alatia y por Lya.

¡Hijo de puta!

El carro se ladea un poco hacia un lado del camino sin bajar la velocidad, pero el cochero le da con las riendas y sigue mascullando en élfico.

Cerrar herrida.

Huís de aquella zona sin recibir demasiados más raguños, y simplemente alguna que otra flecha veis que impacta en el suelo. Algunos goblins os han intentado perseguir, pero al ver que vuestra velocidad era abrumadoramente mayor a la suya desistieron escupiendo en vuestra dirección

El resto del camino el cochero sigue con aquella capa puesta, seguís avanzando y la tarde ya comienza a caer. Os habéis alejado bastante del punto donde los goblins os atacaron. cruzáis un puente de piedra. Y Roli vuelve a detener el carromato. No parece que esté sangrando, y parece que sus heridas han cerrado. Comienza a quitarse la capa y a guardarla debajo del asiento del conductor. Comienza a prepararse una pipa, es la primera que veis prepararse desde aquella emboscada.

El otro día no tenían una jabalina, malditos pieles verdes. Me habrán dejado un buen moratón Descansaremos un poco aquí. Yo voy a darle algo de comer a los caballos. La próxima parada es Garedoth, así que no os relajéis.

- ¿Estás bien, Roli? – le preguntó Lya acercándose al cochero para revisarle, pero parecía que aquella herida no sería grave.

- Vaya, aguantas bien las heridas – dijo más animada - ¿Y hablas élfico? – le preguntó interesándose.

–¡Oh, mierda!

La dasharii se sobresaltó cuando vio como su jabalina impactaba en el anciano cochero. Trató de socorrerlo con premura pero el tipo fue mucho mas rápido, recomponiéndose sobre el pescante con unos murmullos arcanos, aferrando las bridas y reconduciendo el trazado del carruaje.

–¡Viejo zorro! Ahora comprendo mejor la fama que tienes transportando guerreros –dijo al tiempo que le daba una palmada en la espalda.

Luego miró hacia atrás y vio con enojo como se alejaban de las malignas criaturas. 

Una vez habían parado a descansar, la norteña se preocupó por el estado del cochero.

El otro día no tenían una jabalina, malditos pieles verdes.

–No, esa... seguro que no la tenían. Mala mía, Roli –dijo Hrönn avergonzada, tratando de disculparse.

Tras el paso por la emboscada goblin, Roli había resultado herido. Observó la destreza del cochero a la hora de curarse, no había nada de lo que preocuparse, este cochero era mucho más de lo que parecía. Alatia relajó su mente, no había necesitado usar ninguno de sus conjuros y todo había terminado bien.

Más preocupada estaba al oír que Lya hablaba élfico... bueno, tarde o temprano todo saldría a la luz y vendría bien otra persona que pudiera hablar élfico. Sonrió para sí misma.

Paseó un poco alrededor del carro, tomando el aire y susurrando algunas palabras, pero sin hablar directamente con nadie.

En cuanto Roli lo indicó regresó al carro para continuar rumbo. Solo cuando ya estaba dentro comentó a Roli

- ¿Crees que llegaremos a Garedoth antes del anochecer? ¿Se ha avisado para que tengamos alojamiento?

Una de sus pocas peticiones al gremio era alojamiento individual, esperaba que hubieran podido respetar su demanda.

Sí, si. Yo no hablo élfico. Se dice entre risas. El carro tiene magia propia, tan solo hay que usar su capa y aprenderse las palabras de memoria. Ojalá hubiera aprendido élfico en su día. Y las heridas... No, la capa utiliza su propia magia y es capaz de llegar a curar en parte.

A las palabras de Hrönn se ríe.

Si fuiste tú quien les dió esa jabalina, me debes una cerveza y quedaremos en paz. Haberme avisado, la palabra jabalina la tengo memorizada.

Os va invitando a subir y volvéis a coger camino. Ahora el cochero lleva encendidos varios faroles para ver bien el camino, la velocidad que lleva podríais seguirlo andando a paso ligero.Él parece más animado y os da algo de conversaciones triviales.

Sí, sí, no os preocupéis. Llegaremos para la hora de cenar. En la taberna os han guardado varias habitaciones y todo. El posadero es un hombre muy agradable, se llama Nager.

Dobláis una esquina mientras que a vuestra derecha véis como estáis subiendo el curso de un río.

Eh, mirad, allí

Os dice señalando a un punto concreto de luces. Aunque la oscuridad ha ido tomando poco a poco en el bosque, y vuestra visión ha ido reduciéndose poco a poco. A lo lejos, en vuestro frente, podéis ver estáticas luces de lo que parece ser un poblado.

La guerrera respondió a las palabras de Roli con una sonora carcajada, esta vez sin palmada en la espalda.

–Claro que si, eso está hecho. Espera un... momento... que... –dijo mientras buscaba algo incansablemente en el petate. 

–No, tendremos que esperar a esa taberna, anciano. –concluyó con una mueca de decepción.

¡Maldición! Con las prisas he olvidado la dichosa botella de brandy.

Mientras reordenaba sus pertrechos, Hrönn se viró a la hechicera.

–Oh, por cierto, bruja, bien hecho. ¿Lya dijiste que te llamabas? ¿De dónde eres?

Con mejor humor y menor dolor de cabeza, la huraña bárbara se forzó a conocer a sus nuevas compañeras de misión. Por un momento pensó en sentarse en el pescante junto al silencioso Roli, pero finalmente decidió volver a la cabina. Esperó a que las otras entraran y esta vez no se tumbó ocupando una línea de asientos, aunque sus formas de acomodarse en los asientos tampoco podía decirse que fueran válidas para los estándares de la civilización.

–¿De dónde sois?

Alatia sonrió ante las palabras de Roli, todo estaba controlado...

La bárbara inicia una conversación, seguramente intenta ser amigable con sus compañeras. Eso es bueno, es importante hacer equipo y el ir conociéndose es bueno, pero el problema precisamente es que su pasado no es bueno y no es el mejor tema de conversación.

Pero sería descortés no responder a una pregunta tan simple.

- Yo soy de un bosque, lejos de aquí. Vivía en un aldea élfica. - Aguantó sin que sus ojos denotaran la profunda tristeza que le hacía recordar su casa, un lugar al que no podía volver. Forzó una sonrisa. - ¿Y tú?

Hrönn quedó expectante a una continuación por parte de Alatia, con una ceja levantada y una sonrisita pícara.

–Aaaajá... Un bosque, una aldea, lejos... Así que tu también sientes vergüenza y pesar por tu pasado, ¿eh? Conozco esos sentimientos, elfa. ¿Cómo te llamabas?

La dasharii hizo una pausa, y tras la escueta respuesta de la elfa continuó.

–Bueno, yo soy una dasharii. Provengo del norte del mar de la Sierra, de las montañas de Jade. Supongo que unas señoritas tan sociables como vosotras estarán al tanto de lo ocurrido en el norte, ¿verdad? Hordas de orcos, trasgos, gigantes... Esas apestosas criaturas están ganando terreno. Nuestros... pueblos... han sido barridos de los bosques, y la mayoría de supervivientes son ahora esclavos.

El rostro de la bárbara se fue oscureciendo conforme hablaba, y tras ralentizar las últimas palabras quedó en silencio, meditabunda.