Partida Rol por web

Muy bien me encargaré de los vigías y me largo de aquí, pero no tardes o terminarás más que muerta. - le digo a Lya mientras me encamino a la puerta y realizo un nuevo sortilegio con el objetivo de dormir a los centinelas para luego huir del lugar.

Sabía que era una jugada arriesgada, pero no tenía opciones, era eso o arriesgarme a que me atrapen y me conviertan en un licántropo para su entretenimiento y luego me vendan al mejor postor, como si de una bestia de guerra se tratase.

Ves como los chicos ratas siguen peleando, hasta que uno de los dos acaba mordiendo brutalmente al otro. Los bandidos se lanzan entre ellos para cambiarse las monedas, de nuevo, unos más contentos que otros.

¡Muy bien, tenemos a un nuevo campeón para Kilbo! ¡Ya sabéis, vamos!

Se levanta del asiento y se baja hacia la arena junto con su guardaespaldas encapuchado. Mientras tanto el osgo y otro bandido más le lanzan cadenas al hombre rata y se lo llevan de vuelta a la prisión.

Algunos bandidos sacan más perros para que luchen entre ellos, absortos en su quehaceres.

Tú ves como en la zona de las caballerizas está comenzando a subir un sutil humo, han debido de comenzar a quemar el fuerte.

Abres la puerta por donde se había ido la mujer, antes de cerrar ves como el fuego está creciendo.

En esa habitación hay una amplia cantidad de jaulas, dirías que unas once o doce contando rápidamente. Aunque solamente hay seis de ellas ocupadas, con un prisionero en cada una de ellas. Enfrente de la puerta por la que has entrado hay otra puerta con una mirilla que da hacia la arena.

Hay dos mujeres encerradas, una de ellas las que había salido corriendo. Sus trajes son provocativos a la par que llamativos, son de tejidos lujosos, aunque están muy destrozados. Una de ellas tiene un medallón puesto.

Hay otro elfo encerrado y sentado, portando otro medallón, te mira con asco y orgullo Tiene una cicatriz en el rostro.

Hay un gnomo que tiene un asiento un poco más cómodo, digamos que es una suerte de sofá, y está además encadenado dentro de la propia jaula.

Un hombre lagarto, muchísimo más robusto y alto que al otro que rescatasteis, está sentado en el suelo cubierto y manchado de lo que parece su propia sangre. Está tomando bocanadas de aire pesadamente, aunque parece sano dentro de lo que cabe.

El cuerpo de un joven está tirado en una de las jaulas, respira, aunque muy levemente. Tiene puesto un medallón.

No te da tiempo a dar un paso por la habitación cuando vítores desde la arena surgen, y una clara voz surge sobre las demás:

¡Muy bien, tenemos a un nuevo campeón para Kilbo! ¡Ya sabéis, vamos!

Sigues avanzando por la fortaleza, hay cristales rotos y trozos de madera desperdigados por el suelo, pero no te incomodan el paso.

Te acercas al muro, pero no te pegas demasiado, apesta a orina de lejos. Gracias a Sephiroth sigues avanzando hacia la dirección de la puerta, y allí hay un pequeño hueco oscuro en el que estás protegido. Te concentras en el conjuro. Un rápido vistazo a la puerta ves que tiene varios cerrojos y un tablón. Los cerrojos son muy sencillos de abrir, no tendrías ningún problema, aunque te costaría un poco más levantar el tablón.

Un momento de silencio en tu concentración y parece que todo el bullicio de la arena había desaparecido, y con tu fino oído escuchas dos golpes contra el suelo seguido de un "¿¿Pero qué coño??".

Sonríes, ya solamente hacía falta que la campana sonase. Y de repente suenan vítores aún más fuerte provenientes desde la arena, y una clara voz surge sobre las demás:

¡Muy bien, tenemos a un nuevo campeón para Kilbo! ¡Ya sabéis, vamos!

Entré andando como si estuviera borracho. Tenía otro plan en la cabeza, pero el combate había acabado y ahora no sabía cuál iba a ser su nuevo movimiento… una de las opciones era que vinieran para las jaulas a traer al campeón para dejarlo preparado para más tarde.

Avancé manteniendo mi pantomima mientras me detenía brevemente a observar las cerraduras que tenían las jaulas y si podrían coincidir con las llaves que tenía. También me fije en si habría otras llaves colgadas de algún sitio.

Así llegué hasta la puerta que daba a la arena para observar a través de la portezuela.

El combate había terminado y los bandidos iban a llevar de vuelta a los prisioneros a las celdas por lo que a la fuga le quedaba el tiempo contado.

A Alvina le importaban poco o nada lo que pudiera pasarles a los prisioneros, humanos, al pueblo o a los bandidos. La verdad es que sin Alatia cerca le era casi imposible determinar si una acción era buena o mala... incluso el concepto de "bandido" le era extraño.

Pero no le había gustado nada ver al dragon hada encerrado. No le gustaban las celdas ni las cadenas, de eso sí estaba segura, al igual de que los dos del grupo que se habían quedado. Olió el humo, sí, iban a quemar algo por allí como distracción.

Tenía que ganar tiempo. Buscó rápidamente una sombra cerca de la reja que daba a las celdas y cuando el séquito del osgo, acompañantes y prisioneros se acercó, lanzó su conjuro.

Con un poco de suerte, podría iniciar una pelea y obtener algo de tiempo para que el incendio tomará cuerpo y no descubrieran aún que los prisioneros no estaban.

Con los guardias fuera de combate y la puerta abierta, había llegado la hora de pirarme así que, sin dudarlo me encamino hacia la salida, y me dispongo a echar a correr como si no hubiera un mañana, listo para conjurar escudo sobre mi en caso escuche silbar alguna flecha.

Las jaulas son de mejor calidad de las que tenían abajo, mientras vas dando tumbos te fijas en ellas, todas cerradas, menos la de la mujer con el medallón, que fue la misma que te vio con el otro rostro, su jaula está medianamente abierta.

El cerrojo parecía distinto de las que había abajo, pero algo en ti te decía que allí debían estar las llaves. Te sigues moviendo mientras todos ven tu errático paso, y ¡bingo! en una mesita que estaba justo al lado de los escalones que subían hacia arriba, había un juego de varias llaves colgando. 

Los sonidos de dolor de los caballos se alzan mientras alargas la mano y agarras aquel manojo de llaves; y la campana de alerta comienza a sonar, Eladamri debía haber hecho ya su movimiento

¡Gong, gong!

Mientras se meten hacia aquella sala, tú sigues al pintoresco grupo mientras llevan a su prisionero, aunque van en la dirección contraria a la que llevaba hacia las celdas. Iban hacia la pared de la que provenía aquella extraña energía.

Tú les seguiste, escondida y midiendo sus pasos, y lanzaste tu magia con total seguridad. Justo en el momento en el que casqueaste tus dedos para lanzar tu conjuro, unas campanadas sonaron de fondo

¡Gong, gong!

Todos aquellos miraron hacia atrás desconcertados, dejando un fácil paso a tu magia dentro de su ser. Comenzaron a realizar cosas extrañas, notando como sus cuerpos comenzaban a moverse por voluntad propia.

Los bandidos dejaron caer las cadenas del hombre rata quedándose rígidos en su posición, dejando libre a la bestia. La cual sin pensarlo demasiado, se lanzó de frente contra el primer bandido, quien recibió un duro zarpazo que iba directo hacia su estómago mientras se caía al suelo.

El osgo por su parte, se movía hacia las escaleras que bajaban hacia las celdas a una velocidad trepidante.

Pharan, su líder, se quedó en el sitio, mirando hacia todas las direcciones, un tanto desconcertado.

Mientras tanto, el guardaespaldas encapuchado se lanzó de frente contra su amo, pero en el último momento, sus pies se movieron hacia el sitio por donde entrasteis a aquella fortaleza, esquivándole.

Te pones a abrir la puerta, no ha sido nada difícil, mueves el ultimo cerrojo y escuchas las campanadas 

¡Gong, gong!

Pero tu sombra ya ha salido por la puerta sigilosa y rápidamente, lanzándote a la oscuridad del bosque. Estabas tú solo, y no necesitabas buscar el oeste, la fortaleza te servía como brújula, sabías como volver a Garedoth, o al menos eso pensabas.

Guiado por Sephiroth me pongo en marcha hacia el pueblo a paso veloz pues no deseaba que los bandidos me encontraran por el camino, el contar con mi familiar para que me guíe desde las alturas me daba bastante ventaja para orientarme en mi camino de regreso.

No me hacía gracia haber dejado a Lya atrás, pero fue su decisión, no la mía, si por mi fuera, la hubiera hecho salir conmigo para volver juntos al pueblo y poder preparar las defensas de aquel lugar adecuadamente.

Cogí las llaves con un movimiento rápido poco coherente con mi pantomima de estar borracho y me las guardé, todo tan rápido que dudé siquiera que ninguno de los presentes se hubiera dado cuenta de ello. Seguro que estaban distraídos con los ruidos de los caballos.

Me asomé un momento por la portezuela de la arena para ver la reacción de los bandidos que estaban allí.