Partida Rol por web

Las hojas se van abriendo a tu ligero paso, ves a los Kuo-toa huyendo a su ritmo, pero no ves pista alguna del lagarto. Sephiroth pudo ver a la liberada cocatriz, se encontraba vagabundeando, como si no supiera dónde está.

Te paras en seco detrás de unos arbustos porque escuchas voces, voces demasiado familiares. Eran Hrönn, Nornas, Alatia, el enano, y aquel humano licántropo. Parecía que estaba habiendo algún tipo de forcejeo, y el humano estaba creciendo de tamaño poco a poco, veías como Hrönn tenía su arma firmemente agarrada.

Si te lanzabas a ayudarles puede que tu rápido y ligero avance hacia el pueblo se viese frenado casi que por completo.

¿Qué harás?

Te asomas por la portezuela y lo que ves es a dos perros dándose dentadas el uno al otro mientras la confusión general va creciendo. No hay nadie en el sofá principal, es decir, su líder se había ido.

Los bandidos con las campanadas se levantaron, unos de manera perfecta, otros de manera muy torpe, pero casi todos desenvainaron las armas

¡¡Nos atacan!! ¡¡A la puerta!! ¿¿Seguro que a la puerta?? ¡¡No en los establos!! ¿¿Cómo?? ¡¡En las torres!! ¡¡Allí hay alguien mirad!!

Se les notaba una creciente desorganización y confusión. Justo al lado de la puerta hay un tablón de madera, no te costaría nada levantarla y cerrar ese acceso si es que eso es lo que querías.

Alvina sonreía satisfecha... causar caos era algo innato en su naturaleza juguetona, algo que casi había olvidado debido al pacto con la reina de la magia. Por un momento se sintió como si estuviera de vuelta en su querido bosque con sus amigas enredando la vida a los pobres humanos y demás seres que tuvieran la desgracia de cruzarse en su camino.

Iba a retirarse cuando recibió una petición de su compañera... hermana... no sabría como expresar su relación... licántropos, hombres lobo, medallón, control... ¿Cómo usar el medallón para controlar un hombre lobo?

Sonrió de nuevo maliciosa. Gracias al lío montado ahora había un hombre rata descontrolado ¿y si usaban el medallón ese para controlarlo? Tenía que ver cómo... agudizó la vista y el oído.

Los gritos de la arena y las campanadas están haciendo demasiado eco en la sala como para que te enterases de todo lo que pasaba, la cabeza te daba vueltas a causa de ello.

El osgo musita algo, pero te es imperceptible, y retomando el control de su cuerpo corre hacia el hombre rata, embistiéndole con su arma, fallando por centrímetros. El híbrido aprovechando esa inercia, volvió a atacar a aquel bandidos, su cuerpo ahora estaba tirado sobre el suelo, parecía dar unos últimos espasmos, parecidos a los que daría un pez fuera del agua.

Tú te mantienes oculta, mientras el dolor de cabeza y aquel sentimiento de ensordecimiento te causaban aquel malestar

El otro bandido empuja al joven mientras se lanza contra el recién abatido.

Ves como el semielfo dice algo, que mezclado con todo el ruido en la sala te es imposible de adivinar lo que es. Pero ves cómo la figura encapuchada se reduce de tamaño, aunque solamente unos cuantos centímetros, y el hombre rata comenzaba a transformarse de nuevo en un mero joven aterrorizado.

El líder entonces extiende las manos mientras mueve sus labios y cierra los ojos, lo hace hacia tu dirección, en principio te da miedo, pero no sabe en que lugar estás exactamente, está moviéndose, intentando hacer una panorámica.

El encapuchado vuelve cerca de su amo y se pone al lado suya

Sin pensarlo dos veces atranqué la puerta que daba a la arena con la madera. ¿Cuántos bandidos había logrado contar? Antes de girarme tomé el aspecto de Eladamri.

- Se acabó la pantomima. – les dije girándome – Estoy aquí para liberaros. Sois libres de venir conmigo e intentar escapar todos juntos. De aquí iré a Garedoth y ayudaré a defenderlo mañana. También sois libres de venir a defenderlo mañana y matar a más de estos hijos de puta o contentaros con huir y matar a los que podáis en la huida, pero juntos somos más fuertes y estoy seguro de que querréis vengaros por lo que os han hecho. – hice una pequeña pausa dramática.

- ¿Quién está conmigo? – les pregunté mirándoles a todos.

Habías llegado a contar a unos 8 bandidos, y casi la mitad de ellos iban en un mal estado. Mientras que vas notando de nuevo como tu piel y tu cuerpo va cambiado poco a poco hasta transformase en el elfo, te giras y te diriges a todos y cada uno de ellos.

El primero en responderte es el elfo, aunque con cierto tono orgulloso

Estoy contigo, Aunque... Se levanta el medallón con una mano. El problema es que podamos salir de aquí ilesos, elfo. Arriba ha de haber algún portal o algo, normalmente quien sube no vuelve.

El hombre lagarto te mira con dudas, no parece entender el idioma, pero en cuanto le abres la jaula parece que se queda cerca de ti.

El gnomo asiente a las palabras del elfo.

Sí, cuenta conmigo también, aunque soy un mero creador de portales. Como dice el elfo, arriba hay un portal, lo... yo lo puse en funcionamiento, nos llevaría a Amphail.

El gnomo no sabe luchar, dos humanas.

La muchacha que viste esconderse de ti cuando estabas transformado en Senit te responde con iniciativa

Yo estaba intentando escapar esta noche, hasta que uno de ellos me vio. Seguro que me están buscando, por eso las campanas.

La que tiene el medallón mantiene silencio, y te transmite una mala sensación, parece no saber discernir la realidad de la ilusión.

Y por último, el joven te mira con ojos renovados

¿Volvemos a casa?...

Comienzan a formarse lágrimas en sus ojos. Debería ser llevado por alguien, ya que está muy débil; el hombre lagarto lo mira y te mira, entiendes que él puede cargarlo si se lo dices.

Asiento al hombre lagarto indicándole que lleve él al pobre chico que no puede ni mantenerse en pie.

Miro al elfo.

- Dame el medallón o con eso podrán controlarte, elfo. Obligarte a transformarte y atacarnos a nosotros, pero ten cuidado, ahora eres un licántropo y si pierdes el control te será muy difícil distinguir amigo de enemigo al atacar.

Miro al gnomo con cara de perplejidad.

- No sé dónde está ese lugar ni a dónde nos llevaría, pero puede ser una escapada. – si dejaba aquí al final a la chica del medallón era mejor que pensara que íbamos a escapar por ahí, por si se lo decía a los bandidos cuando descubrieran lo que estaba pasando aquí.

Miro a la chica que vi antes.

- No, no te están buscando. Era yo con el aspecto de uno de ellos que capturamos en Garedoth. Cuando te vi salir corriendo yo pensé que tú eras una de ellos y que ibas a avisar a los que estaban en la arena. – le dije con una medio sonrisa – Lo de las campanas es cosa de otros compañeros míos que han liberado a otros prisioneros que había abajo. – le aclaré.

- ¿Conoces a esa chica? – señalando con el mentón a la chica del colgante que aún no había sacado de la jaula – Parece que no sabe distinguir la realidad de lo que no lo es. Me preocupa que con lo que ha sufrido no se pueda recuperar y que pueda ser un peligro para todos nosotros… - les explico evaluando sus reacciones ante la idea insinuada de que no venga con nosotros. No quiero arriesgarme a llevarla con nosotros, pero si dejarla atrás va a causar una revolución entre los recién liberados esclavos tampoco sería una buena opción y no me quedaría otra que llevármela y confiar en poder controlarla con el medallón.

¿Licántropo? ¿Eso era? Mierda... Mantendré la calma.

El elfo te mira con dudas, pero te da el medallón, notas cierto alivio cuando lo hace

La chica se alegra de escucharte, y abre los ojos como platos

¿Han conseguido liberar a más? No es posible, ellos son muchos, y es imposible salir por la puerta, siempre está vigilada

Todos te miran con más deseo del que tenían antes.

Realmente no... Ella lleva mucho tiempo aquí. Hay algunos que no... Que dejan de ser... Se aprieta las manos. Dejan de ser alguien

Por el rabillo del ojo ves fuego sigue creciendo en la placita, los caballos siguen haciendo ruido de pánico.

Tienes varias salidas, puedes irte por tu cuenta, puedes llevarte a los demás. Sientes como todo está en tu mano, y los últimos gajos de aquel reloj de arena siguen cayendo inexorablemente

- Sí, cuando salgamos de aquí te presentaré a unos cuantos que han transformado y algunos que tienen más experiencia y veremos como os queréis organizar… pero ahora… - miré con lástima a la mujer que iba a dejar allí – Ahora vámonos de aquí. Ella sería un peligro para todos. Coged lo que podáis usar como arma y vámonos. Iré con el disfraz con el que me visteis antes y haré de exploradora. Así si me ven antes que a vosotros dudarán antes de atacarme.

Eché un rápido vistazo a la arena para ver como de ocupada seguía y evaluar si sería mejor salir por esa puerta o por la que había entrado.

En la arena sigues viendo bandidos rezagados, que no se han levantado de su sitio no por no querer, si no porque su estado no se lo permitía, aunque si os ven salir por allí, la voz de alarma sería inminente.

Te asomas por la otra puerta, y aunque tenéis pocos segundos, podréis pasar por las llamas sin problemas. Mientras abres la puerta, con gran rapidez comienzas a cambiar de nuevo tu aspecto con gran velocidad. Todos te siguen, y nadie parece haberse dado cuenta de tu cambio. Subís por la torre noroeste las puertas están semiabiertas, o tan destrozadas que se abren con tan solo acercar tu mano.

Subís por los escalones hasta dar con unas habitaciones con diversas camas, en la sala hay colchones por doquier, sobre estructuras de camas, por el suelo... Sábanas por allí, sábanas por allá... No le faltan ni toneles ni botellas, tanto de alcohol o vete tú a saber qué esparcidas por la habitación. El elfo hace acopio de algunas armas que encuentra por la habitación, de no demasiada calidad, pero lo suficientemente útiles como para salvaros de algún que otro entuerto casual, aunque de un simple vistazo sabes que una mala parada con ese arma la destrozaría en un santiamén. Te tiende la que está en mejor condición por si la quieres tomar.

Los ventanales os permiten salir cómodamente, excepto el lagarto ya que es demasiado grande, aunque cabrá. La caída no es muy grande, pero puede haber una caída de unos 8 metros aproximadamente.

¿Cómo saldréis de aquí?

- Tú y tú, colocad los toneles con agua en la puerta – les dije al elfo y al lagarto. Si el fuego llegaba hasta aquí nos ayudaría a combatirlo un poco junto a mis rayos de escarcha. No sería algo que lo contuviera para siempre, pero al menos algunos instantes más para poder intentar un último salto a la desesperada.

- Tú y tú, ayudadme a atar las sabanas para salir por la ventana. Nos ayudará a amortiguar la caída. – les dije a la humana y el gnomo.

Los que has conseguido rescatar te ayudan poniendo los toneles. Tú rápidamente con tus ojos buscas las sábanas en mejor condición, descartando todas aquellas que estaban en un mal estado. Los lazos los hacéis de manera rápida, atando las sábanas a los barrotes de una ventana en la que había varios platitos repletos de ceniza. La improvisada cuerda parece llegar hasta el suelo, no parece que vayáis a tener problema de bajada.

El primero en bajar es el elfo, quien baja con demasiada seguridad, pero a medio camino pega un traspiés cayendo a la mitad. La mujer baja más lentamente, pero tiene suerte y toca el suelo sin mayor dificultad. El gnomo por su parte intenta imitar a la mujer, pero sus brazos temblaron a mitad de camino, cayendo unos diez pies. El lagarto baja con una mano agarrando al desfallecido joven, y se defiende bastante bien con una sola mano. Te da un silbido en cuanto toca suelo.

Estás tú sola en aquella habitación, escuchas voces de bandidos a lo lejos...

¡Agua! ¡Agua!

Esta forma era demasiado gorda y torpe como para lo que quería proponerme y no sabía si tenía sentido mantener los disfraces, por lo que tomé de nuevo mi forma de Lya preparándome en la ventana para bajar. Sonreí al oír los gritos de agua. Parecía que estaban afanados. Habría que darles otro motivo más para dividir las fuerzas.

Lancé tres virotes de fuego a los camastros y porquerías varias que mantenían en esto que debía ser sus dormitorios, haciendo que el fuego se prendiera rápidamente.

Con presteza bajé por la cuerda con bastante atino antes de que el fuego llegara a consumir la cuerda improvisada a base de sabanas.

En esta esquina no debería haber vigías y si alguno pretendía seguirnos se iba a topar con una buena muralla de fuego.

Revisé rápidamente a los demás una vez abajo para confirmar que podían andar todos. No teníamos tiempo de tratar heridas.

- Alcancemos el bosque rápidamente. Si se nos acerca una osa u algún otro animal, aunque sea salvaje, dejadme a mí delante y no lo ataquéis. Una amiga mía es amiga de ellos y prometió mandarme a uno para ayudarme y guiarme en la huida. – les dije antes de correr lo más rápido posible hasta la cobertura del bosque. Aquí ya no había nada más que me interesase, salvo acabar con todos aquellos bastardos, pero no iba a poder hacerlo yo sola.

Alvina observa al líder que mueve sus manos en dirección a ella y entra en pánico, huyendo de la escena y tomando altura sobre el fuerte. Busca de nuevo una zona oscura y aislada cerca de la cima de alguna de las torres deshabitadas, observando si el fuego ha arraigado por la zona de las caballerizas y si puede identificar a Lya.

Con decisión lanzas las bolas de fuego, esta vez eres más consciente de cada una de ellas, el miedo a que se vuelva a descontrolar y la magia haga de las suyas crea en ti un miedo real teniendo ahora el vacío a tu espalda.

El fuego comienza a intensificarte allí, unos simples toneles con agua no serán suficientes. Y con el tiempo preciso bajas por la cuerda, tocando el suelo. La cuerda cae tras de ti aún con llamas, unos pocos segundos más y el descenso podría haberte costado algo.

El pintoresco grupo estaba allí medianamente escondidos. El único problema ahora era el gnomo, quien parecía haberse torcido el tobillo. Aún con todo, no parecía pasar nada, el elfo parecía haber dejado su orgullo inicial a un lado para trabajar en grupo, y está ayudando al gnomo a cargando con su cuerpo.

Vamos a ese pueblo de una vez por todas.

Con lo poco que tenéis, salís corriendo en dirección oeste, hacia Garedoth. Y tal y como Hrönn te había avisado, mientras avanzáis en la espesura, una gran sombra negra, avanzando a cuatro patas se lanza hacia ti con violencia. No la atacas gracias a lo que te dijo la norteña, era la osa, te estaba olisqueando y comprobando que eras tú, y en cuanto te reconoce se pone a tu lado, e incluso parece que te dejaría llegar a acariciarla, sientes que irá contigo hasta donde tú le pidas.

Subes hacia arriba, el caos ha tomado al fuerte. Hay fuego y bandidos yendo arriba y abajo. Esto era algo que no se habían esperado. 

No consigues ver a Lya ni a Eladamri, por lo que subes un poco más, notando el frío aire a medida que vas subiendo, y en cierto punto ves a un grupo muy pintoresco bajando con alevosía desde la torre noroeste y escapando. No has podido ver a ninguno de tus amigos, aunque algo dentro de ti te dice que están allí.

Les sigues con la mirada mientras se van alejando, se marchan en dirección oeste, es decir, están yendo a Garedoth.

Puedes volver al pueblo, envuelta en tu soledad, o tal vez podrías alcanzar al grupo e ir con ellos...

Por poco.

De mi mano salió un rayo de escarcha que apagó de inmediato el fuego de la cuerda. No creía que fuera a iniciar por si sola un incendio aquí fuera, pero no quería arriesgarme a tener que correr el resto de la noche huyendo del fuego porque el bosque se prendió.

En los tramos que hizo falta ayudé al elfo a llevar al gnomo para no retrasarnos. Quería llegar al poblado lo antes posible. En el bosque éramos más vulnerables y debíamos ayudar en el pueblo si pretendían atacarlo como planeaban o como venganza por lo que habíamos hecho.

En cuanto vi la sombra de la osa indiqué a los demás que parasen detrás de mí para poder acercarme con las manos en alto y mostrarle que no era una amenaza. Suspiré de alivio cuando la osa demostró estar de nuestro lado como esperaba. Me dejé olisquear, incluso le acaricié levemente la cabeza al hacerlo y le sonreí.

- Buena chica. Me alegro de verte. Vamos con Hrönn.

Les indiqué a los demás que todo estaba bien y que podíamos continuar. No descansaríamos hasta llegar al Garedoth si era posible evitarlo.