Partida Rol por web

Alatia se acerca rápida a tomar a su compañera entre sus manos, en cuanto la toma Alvina la mira y se ríe costosamente.

¿Cómo iba a morir yo?, tonta.

Le dice con una baja voz. Está débil, pero ha sobrevivido al impacto del trol, el hada es más fuerte de lo que parece a simple vista.

Con velocidad corréis en la dirección que los perros os están guiando, vais mirando el suelo, pero lo único que podéis comprobar son pisadas y las pisadas grandes del trol. Lleváis unas cuantas antorchas para daros iluminación.

Extraño que nadie lo viera llegar. Pensáis.

Llegáis a la zona que os describió Lya, allí está su cuervo blanco posado sobre una rama, el ave en cuanto os ve llegar os grazna.

Con las antorchas y la poca iluminación podéis comprobar que hay una gran cantidad de pisadas en el suelo y diversos trozos de cristal desperdigados. Hay caballos totalmente abatidos tirados contra el suelo.

El fuego seguía creciendo y movilizándose, los campos de cultivo habían sido un lugar perfecto para su proliferación y una vez que había comenzado, el fuego no parecía querer dejar de comer todo lo que se encontraba a su paso. 

Los aldeanos y los lagartos trabajaban codo con codo, tirando agua, arena, tierra, todo lo que tuviesen a mano, pero sin demostrar resultado alguno.

Lya es capaz de hacer retroceder su sección de fuego ella sola hacia el río, se preparaba para ayudar a los demás

El fuego seguía descontrolado y los esfuerzos para sofocarlo parecían inútiles, por lo que decidí meter mano al asunto, así que, sin mayor dilación empecé a salmodiar un conjuro que tenía reservado para Pharan.

De pronto una enorme mano de tierra apareció cerca del área de cultivo y empezó a arrojar grandes cantidades de tierra sobre las llamas intentando privarlas tanto de oxígeno como de combustible.

Rápido, haced un cortafuego, poden aquel sector de los cultivos para que el fuego no pueda seguir avanzando. - digo mientras señalo un segmento que se encientencuentra a unos treinta pies de las llamas.

Mientras tanto, la enorme mano seguía arrojando tierra sobre las llamas o aplastándolas para apagarlas, según se aproximaban a ella. Si bien es cierto, no era el método más ortodoxo de usar aquel conjuro, lo cierto era que estaba resultando bastante efectivo.

- ¡Oído, Eladamri! ¡Yo me encargo de los cultivos! - gritó Lya que se había subido a un tejado para tener mejor punto de vista de la situación y poder dirigir con más flexibilidad sus rayos de escarcha a donde hicieran falta. 

- ¡Que los demás se encarguen de parar las llamas que se acercan al poblado!

Los rayos de escarcha no dejaban de salir de las manos de la mujer más que el tiempo que requería para invocar al siguiente. Quizás podría seguir así toda la noche, pero desde luego no tenían toda la noche para apagar el fuego si querían evitar que Pharan tuviera oportunida de regresar con refuerzos.

Alatia partió junto con el grupo que buscaba el rastro. La suposición era que venían del fuerte, pero lo mejor era no dar nada por supuesto. Había llorado de alegría al ver que Alvina seguía viva y agradecido a Nornas por sus cuidados. 

Hrönn y Dest encabezaban la marcha ya que Alatia no dejaba que Alvina se moviera de su hombro.

Alvina refunfuñaba en el hombro de Alatia quejándose de que no la dejase volar, pero al mismo tiempo se aferraba con fuerza a su compañera. Intentaba disimular malamente el miedo que había pasado.

La exiliada observó con disimulo el reencuentro de la bruja elfa y su amiga. Se alegró en silencio por ellas y recordó a la osa. Echó la vista atrás pero en ese punto y con la oscuridad de la noche no había forma de ver más que fuego y las sombras de los vecinos y algunos de sus compañeros luchando por apagarlo. Con el calor de la batalla no se había acordado de ella y ahora sólo esperaba que se encontrara bien.

Mientras los perros se afanaban en seguir el rastro, liderados por Destripador, la dasharii seguía sus pasos con cautela, tratando de comprender por dónde vinieron y hacia dónde ha escapado el semielfo.

–¿Qué diantres hicieron aquí? Nornas, ¿Qué hacen todos estos cristales rotos aquí?

El clérigo observó el espectáculo y escuchó la pregunta pero no tenía respuestas para Hrönn, asi que se limitó a encogerse de hombros.

-No tengo ni idea. Pobres animales -dijo, mirando a los caballos.

Klex revoloteó hasta los cristales. Los golpeó con su pico para a continuación levantar la cabeza hacia arriba con el pico abierto al cielo y hacer ruidos y gestos como si tragase. 

Los demás os hicieron caso, pero todo el mundo por lo motivos que fuesen parecían cansados y desganados, aunque habíais ganado en el poblado, todos parecían notar el cansancio de la jornada.

Os hacéis cargo de los campos de cultivos, y gracias a vuestra magia pudisteis controlar las llamas y hacerlas retroceder hacia el puente; si no fuese por ello sabéis que ellos no podrían hacer demasiado

Veis que alguna que otra botella sigue intacta, las recopilais más o menos y delante vuestra tenéis tres pociones de color verde y cuatro de color rojo. Hay una botella de algo que huele como a wishky, pero está a la mitad, alguien ya ha bebido de allí.

Seguís buscando sin encontrar nada del otro mundo en los fardos de los caballos, aunque encontráis papeles con muy vagos esbozos, parece que son una suerte de mapas que muestran más o menos la zona, señalando algunos pueblos

El rastro es complicado, hay muchas pisadas desordenadas y amontonadas, pero veis la marca del trote de un jinete que va en dirección contraria de la que venía todo el mundo, son muy frescas, hechas hace escasos minutos.

Nornas examinó las pociones. Tenía claro que las rojas serían probablemente pociones de curación pero no tenía idea de qué podían hacer las verdes.

-Cojamos una roja cada uno y yo llevaré las verdes hasta que podamos identificarlas.

La dasharii asintió con la cabeza y se guardó el frasco con sumo cuidado. Luego enrolló los rudimentarios mapas y los amarró a los correajes del escudo.

–Maldito sea, ese cabrón se ha marchado a caballo –gruñó Hrönn, cabreada–. Dudo que podamos darle caza en estas condiciones. ¿Qué te parece, chico? 

Recogéis algunos de los trastos olvidados por los bandidos, las pociones tal vez serían beneficiosas, aunque tal vez no, al igual que los hongos, siempre debían ser identificados antes de ser consumidos.

Dest ladró a la bárbara, parecía haber entendido la palabra "Caballo" y siguió un poco el rastro dejado, localizándolo y aislándolo de entre los demás, podríais seguirlo en el momento que lo deseaseis.

Los aldeanos parecen los más cansados de todos, el miedo a perder todas sus pertenencias a causa del fuego era un miedo que les penetraba muy adentro de ellos.

Los lagartos reciben palabras de Kes y mientras os miran siguen trabajando con más ímpetu, consiguiendo detener el avance del fuego, abriéndoos camino entre las llamas.

Vosotros por vuestra parte, termináis con el fuego que amenazaba los campos de cultivos, había habido daños, aunque podrían siempre recuperarse. El fuego comenzaba a penetrar al bosque a través del puente, pero no eran más que meras brasas, podían ser detenidas aún.

- ¡Encargaos vosotros del puente! ¡Yo me encargo de evitar que se extienda por el bosque! – les avisó antes de tomar una nueva posición para poder lanzar sus rayos de escarcha más allá del puente y crear un cortafuegos para evitar que se siguiera extendiendo.

Con el fuego bajo control en esta zona, tocaba controlar el fuego en el puente, por lo qué, valiéndome de mi magia dirijo ala gigantesca mano de tierra hacia el puente para iniciar con la lucha contra el incendio.

La imponente mano de tierra arroja grandes cantidades de la misma sobre las llamas intentando privar al fuego del oxígeno necesario para arder, cada lanzamiento de tierra arrojaba el equivalente a una carretilla de tierra sobre las llamas.

Por fortuna, este incendio no era tan voraz como el de los campos de cultivo, al menos de momento, por lo que debía darme prisa en controlarlo, pues, de lo contrario nos encontraríamos en otra lucha de vida o muerte contra las llamas.