Partida Rol por web

Pese a que el capitán te escucha paciente y entiende la importancia de tu misión, no puede prescindir de los pocos caballos de batalla que tiene. Con un gesto marcial y una escueta despedida, vuelve a ponerse en marcha hasta perderse por el camino, dejándote atrás, maldiciendo en silencio mientras vuelves a seguir en pos de tu misión, caminando por el bosque, precavido.

Comienza a hacerse de noche. Las sombras de los árboles se tornan más largas y oscuras. Cuando te dispones a hacer un alto y descansar, ves a través de los árboles filas de gentes que caminan hacia el sur por una amplia calzada. Te acercas y divisas un gran carruaje de mercader en medio de una nube de polvo. Va tirado por seis potentes caballos y avanza mucho más deprisa que el resto de los vehículos.

Podría ser para ti un medio de llegar con mayor rapidez a la capital, y estás cansado, hambriento, y aún enfadado por no haber aceptado el ofrecimiento. Puede ser el motivo por el que no lo piensas demasiado y, cuando te quieres dar cuenta...

Cuando el carruaje pasa velozmente junto a ti, saltas a la escalerilla de la parte posterior y logras asirte a ella. Te incorporas afianzando los pies sobre el peldaño más bajo de la escalerilla, que sirve de acceso a la puerta trasera del carruaje. De repente la hoja superior de la puerta se abre y sólo tu increíble habilidad y tus reflejos logran que un enfurecido guardaespaldas no te vea, pues trepas al techo del opulento carruaje y te acurrucas entre los baúles y fardos del equipaje.

La noche pronto cubrirá con su oscuridad el camino. Un viento frío sopla del oeste y te arropas en la capa para resguardarte de él. Escuchas voces debajo de ti en el carruaje y percibes un aroma de carne adobada que te hace la boca agua. Eso te recuerda que estás hambriento y que debes comer algo. Por suerte tienes alguna ración, pues salir a cazar sería imposible en esos momentos.

Al final la fatiga de tantas peripecias acaba por vencerte y te duermes con un sueño intranquilo...

Te despiertan los graznidos de un kraan que vuela en círculo sobre el carruaje, ahora detenido. Es por la mañana temprano y el cielo está despejado y radiante. Divisas una manada de lobos fatídicos a menos de un cuarto de milla delante de ti, en el camino real. Se están preparando para atacar y debes actuar con toda rapidez. La batalla está perdida, quedarte supondría tu muerte, y aunque sientes lástima por los que van en el carruaje, debes intentar salir con vida de allí a toda costa.

1. Recoge tus cosas e intenta huir hacia el bosque.
2. Suelta uno de los caballos y trata de atravesar la formación de lobos.

Más que enojado, decepcionado por la decisión final del oficial. Si puede prescindir de un caballo si les acompaño, pero si les digo que no, pues es más importante avisar al Rey para que se prepare... no le sobran caballos. Pensaba mientras permanecía acurrucado en lo alto del carro. ¿Que clase de lealtad es esa a su Rey?

La cena fue medianamente decente, a pesar de que hubiese preferido algo de esa carne asada. Volví a acurrucarme entre los baules y a arroparme con la capa, no tardé mucho en dormirme vencido por la fatiga.

Ya había amanecido, y la mañana se anunciaba soleada, cuando los graznidos de un kraan me sacan de mi sueño. Miro hacia arriba y le veo, dando vueltas sobre el carro. Mi primera intención es salir corriendo hacia el bosque, pero sabía que sería presa fácil para esa bestia en cuanto bajase y saliese corriendo. Debía tener alguna otra opción. Miré a lo lejos, pensando en fustigar a los caballos y huir con el carro por el camino... y fue cuando los vi. Mierda, lobos... Son demasiados... ni uniendo fuerzas con el mercader y sus matones lograremos sobrevivir a esto... pensé mientras los miraba. De pronto los caballos relincharon, nerviosos. Comenzaban a notar el peligro. Esto va a ser salir de la sartén y caer en las brasas pero... a pie muero seguro.

Salté de lo alto del carro sobre el caballo que parecía menos asustado de todos y le espolee para que me sacase de allí con premura. Era un suicidio cabalgar hacia los lobos, pero así me aseguraría que el kraan no me siguiera. Claro que hubiese preferido cabalgar hacia el bosque, pero el master es un pelin puñetero y no me da esa opción.... asi que me jodo y cabalgo hacia la muerte segura xD

El caballo obedecía y mantenía la compostura mientras cabalgaba hacia la manada de lobos. Aproveché que llevaba mi lanza para empuñarla y ajustarla para llevarme a cualquiera de esas bestias que tratase de lanzarse contra el caballo o contra mi, aunque contaba con que la carga de mi montura dejase fuera de combate a todos aquellos que tratasen de saltar hacia nosotros.

Consigues desatar un caballo de las correas que lo atan al carruaje. Está aterrado por el olor de los lobos fatídicos que se aproximan y por los gritos de sus malvados jinetes, los giaks.

Espera. ¿Giaks? Maldices tu mala vista por no haberte dado cuenta de que son lobos de monta, ¡y ahora vas directo hacia ellos!

Preparando tu arma, sabiendo que ya es tarde para dar media vuelta, espoleas al asustadizo caballo en dirección hacia las bestias. Los giaks están a menos de cincuenta yardas de distancia y, conforme se acercan, blanden sus lanzas contra ti.

Tú cargas contra ellos mientras rezas a tu máster los dioses...

Y todo ocurre demasiado rápido. Ves las mandíbulas de afilados colmillos de los lobos y oyes los horribles gritos de sus jinetes. Dos de ellos vienen derechos contra ti. Tu caballo salta sobre las bestias que se aproximan y las cocea hasta tirarlas al suelo, salvándote de una muerte cierta. Golpeas con furia a un giak abriéndole una ancha herida en la cabeza mientras derribas a otro que se te acerca. Una de las lanzas enemigas te hace un feo corte en el muslo, pero sólo la voluntad divina ha evitado que lo atravesara. 

De pronto, como por un milagro, has atravesado la manada de lobos y sigues al galope por el camino despejado. Sonríes aliviado, pero entonces una sombra te cubre. Miras hacia arriba, atemorizado, y observas con horror a tu perseguidor. Es el kraan, que se lanza en picado. 

Su blanco eres tú.

1. Desvía el rumbo y entra en el bosque, al resguardo de los árboles.
2. Espolea al caballo y continua por el camino real a la mayor velocidad posible.

Mi corazón latía con fuerza, no sabía como pero habíamos cruzado y parecía que sólo yo había salido lastimado de aquel choque. Me encomendé a todos los dioses que conocía, agradenciéndoles que me dejasen vivir.... unos minutos más....

Creí que se quedaría sobre el carro... Mierda! pensé cuando miré hacia el cielo y vi a aquella bestia volar sobre mi. Mi sangre se heló, realmente no contaba con él. Yiiiihhhhhaaa! exclamé mientras hacía girar a mi montura hacia los árboles. Era consciente de que, por muy rápido que fuese el caballo, el kraan lo era más. Así pues, la única opción viable que tenía era llegar a la arboleda antes de que nos alcanzase con sus garras y nos descuartizase en el aire.

Tras el repentino giro, espoleé al caballo con el fin de ganarle unos metros más al kraan. Tendrás tiempo de descansar si salimos de esta, te lo prometo. Le susurré mientras me agarraba a él con fuerza.

El inesperado giro pilló al kraan por sorpresa, noté el aire que batían sus alas detrás mío. Como un graznido emergía de su garganta cuando se dió cuenta de que su presa se había escapado por poco de sus garras. Había estado muy cerca, demasiado. Por fortuna, su descenso en picado, la maniobra evasiva y su ascenso, me hicieron ganarle unos metros de ventaja al enorme kraan que me seguía, más enojado que antes a la par que distante.

No quedaba mucho para llegar al cobijo y refugio de los árboles, todo dependía de la velocidad y resistencia del caballo y la insistencia del kraan. Con suerte, este cesaría su empeño y regresaría a por el pobre comerciante y sus hombres, presas más fáciles que un jinete y su montura que se alejaban cada vez más.

¹La suerte quiso que el kraan me siguiese de nuevo, y volviese a lanzarse en picado sobre mi... entonces un estrecho pero profundo barranco emergió de la nada. Mi montura tuvo los suficientes reflejos y velocidad para saltarlo y cruzar al otro lado... Pero el kraan, cegado por su ira, no... continuó su descenso en picado, colando parte de su cuerpo en el y golpeándose con fuerza con el otro extremo a la altura de las costillas. Lo último que oí tras de mi fue su grito de dolor y el sonido del impacto. Ignoraba si vivía o no, pero daba igual... el kraan había dejado de ser una amenaza.

Dejé que el caballo bajase un poco el ritmo del galope, aprovechando para mirar atrás para ver si nos seguían los giaks con sus monturas. No tardamos en llegar al inicio del bosque.

Estás en el lindero mismo del bosque cuando tu caballo se encabrita agonizante, tirándote al suelo. Pese a la milagrosa huida, parece que el kraan te ha dejado un último regalo, pues antes de caer, ha logrado hincar sus garras en las patas traseras del caballo, que ya no aguanta y cae al suelo, desangrándose. Saltas de la silla justo cuando una flecha negra pasa por el mismo lugar en el que te encontrabas segundos antes. A lo lejos, el grito triunfal de un giak resuena entre la foresta. Tú corres a refugiarte entre los árboles, abandonando al pobre caballo moribundo a su suerte...

El bosque en esa zona se aclara y se hace más montuoso. Apenas te oculta en caso de ser atacado desde el aire, y por eso corres de árbol en árbol para evitar que los kraans, que seguro no andan lejos, te descubran. Sin embargo no es de lo único que debes preocuparte, pues a escasa distancia detrás de ti oyes aullidos de lobos fatídicos que han debido de perseguirte. 

Sabes que no les sacas demasiada ventaja, y corriendo no durarás más que unos minutos antes de que te encuentren y te hagan pedazos. Sólo te queda una opción, y rezas para que la suerte esté de tu lado y funcione. Utilizas al máximo tu disciplina del Kai y rápidamente excavas un profundo hoyo en la tierra movediza de la arbolada ladera. Te envuelves en la capa y cubres con algunas ramas sueltas tu improvisado refugio. No es el mayor escondite del mundo, pero no tienes tiempo para más...

• Tira 1d10 y veamos tu suerte

Contienes el aliento cuando desde tu improvisado agujero ves pasar a los lobos, que de repente se quedan quietos a escasos metros de donde tú estás escondido. Los giaks que los montan parecen enfadados cuando se dan cuenta de que sus monturas han perdido el rastro, y las golpean con sus lanzas intentando de una manera poco práctica que se muevan y retomen la persecución. 

Parece que pasan años, pero al fin las salvajes bestias con un gruñido de frustración continúan la marcha esperando volver a encontrar el rastro. Tu dejas unos minutos hasta que pierdes de vista a los cazadores y no escuchas ya sus maldiciones en extraño idioma, y luego echas a correr, internándote en lo profundo del bosque antes de que aparezcan más enemigos.

Después de recorrer varias millas por espacio de más de una hora, llegas a lo alto de una rocosa colina. La vista que desde allí contemplan tus ojos te llena de esperanza. Pero aún debes afrontar un reto desalentador...

Divisas las altas murallas blancas y grises y las resplandecientes torres de Holmgard, sus banderas ondeando desde las almenas a la fresca brisa de la mañana. El río Eledil, que nace en las montañas occidentales de la cordillera Durncrag, sigue su curso atravesando la capital hasta ir a desembocar en el golfo Holm.

Por desgracia, un gran ejército negro desciende de los picos de las montañas y avanza implacable hacia la ciudad.

A tu derecha puedes ver el camino real que a través de la ondulada llanura conduce a Holmgard. Yendo por él puedes alcanzar en una hora las fortificaciones externas de las defensas de la ciudad, pero la mayor parte del tiempo estarías al descubierto y serías vulnerable al ataque de los kraans.

En cambio, delante de ti, un ancho y fangoso río fluye perezosamente hacia el Eledil. Podrías nadar por él hasta la capital, amparado por la vegetación de las orillas del río.

Por último, a tu izquierda se halla el cementerio de los antepasados. Esas tumbas y monumentos ruinosos de una edad olvidada ocultarían tu avance, pero se trata de una zona prohibida. Innumerables horrores sin nombre duermen impacientes entre esas ruinas, esperando hacer presa en el imprudente intruso.

1. Prueba suerte por el camino real.
2. Considera que tienes más posibilidades de llegar a la capital por el río.
3. Afronta con valentía los desconocidos peligros que te acechan en el cementerio de los antepasados.

Me apoyé en mi lanza contemplando mis posibilidades. Había logrado llegar hasta allí despues de sufrir los azotes un maligno master y sentir al enemigo en mis propias carnes. Por fortuna, mi cuerpo había logrado aguantar incluso cuando perdía ya toda esperanza y los dados dioses estuvieron de mi lado, al menos hasta el momento. Frente a mi, mi destino, el cual sería asediado en breve pues el ejército negro se encamina a la ciudad.

El camino, a pesar de ser lo más rápido, no es una opción, sólo un suicidio... Los kraan me darían caza al igual que un aguila atrapa a un conejo. Debía buscar otra ruta. Un río fangoso y mal oliente pasaba junto a mi. Seguro que está lleno de sanguijuelas que no tardarán en adherirse a mi piel en busca de mi sangre, pero no dejaría rastro que seguir manteniéndome en el agua y las plantas me servirían para camuflarme.

Miré el cementerio de reojo. No me gustaba molestar a los muertos, además los rituales para entrar allí eran sagrados y sus hijos los hemos olvidado con el paso de los siglos, haciendo que nuestros ancestros dominen ese lugar.

No le doy más vueltas. Con cuidado de no resbalar, voy metiéndome en el riachuelo y avanzando por él, usando la lanza como guía par comprobar la profundidad y estabilidad del suelo. Prefiero ir caminando sobre suelo firme, pero llegado el caso de que el suelo se vuelva más fangoso y trate de agarrarme, no duraré ni un instante en ponerme a nadar por esas aguas.

Oteando por encima de la abrupta orilla del río ves junto  al borde del agua ramas que ha arrastrado la corriente. Un enorme tronco de árbol está varado en el barro de la ribera al lado de una barquilla.

1. Sírvete del tronco para flotar río abajo.
2. Usa la barca.

Camino por la orilla y diviso no muy lejos una barquilla que puede llevarme deprisa por mi camino a lo largo del río. Junto a ella un enorme tronco que podría servirme de embarcación improvisada. Le doy las gracias a los dioses por permitirme llegar hasta aquí, más o menos entero y por los medios de transporte dispuestos ante mi.

Me acerco a la barca, sin duda iría más cómodo y seco que usando el tronco... pero llamaría mucho la atención desde el aire. Miré el tronco.. podría tratar de ir en él subido a horcajadas, con los pies a remojo... dispuestos para ser mordidos por cualquier criatura.... claro que.... la comodidad de la barca... susurré para mi. Con tristeza me despedí de la barquilla mientras agarraba algunas ramas del entorno y  empujaba el tronco hacia el agua. Luego me subí en el tronco, recostándome sobre él, me cubrí con mi capa y me tiré las ramas por encima. Así, desde fuera, sólo sería un tronco a la deriba y con suerte, no tendría que mojarme demasiado ni recibir el mordisco cariñoso de algún pececillo hambriento.

De esta guisa, comencé mi camino por el cauce del río, esperando que en esta ocasión, mi trayecto fuese más tranquilo que lo recorrido hasta la fecha.

Un enorme tiburón sale del agua dejándote ver una enorme boca perfilada por dos hileras de afilador dientes. Allí, en el agua, no eres capaz de resistir la carga de tan magnífica criatura, y lo último que notas es tu sangre cayendo por tu cuerpo desgarrado. Tu vida y tu aventura terminan aquí...

Que no xDD

Con gran esfuerzo consigues remover el pesado tronco de la orilla. Haces un envoltorio con tu equipo y lo escondes en un hueco del tronco. Después pones éste a flote y te subes en él, ocultándote como mejor puedes. La corriente pronto te empuja río abajo.

Al cabo de unos siete minutos, oyes el sonido de caballos por la orilla izquierda. Tal vez sean los mismos jinetes que vuelven con el príncipe. Tal vez sean algo mucho peor. Sea como sea, no eres capaz de distinguirles desde tu posición...

1. Permanece oculto en el tronco.
2. Ponte en pie y llama la atención de la caballería. 

El viaje en el tronco está siendo más tranquilo y relajado de lo esperado. No me resultó muy complicado acomodarme a él y para variar un poco, me permitía descansar. Estaba bastante orgulloso. Mi herida del costado hacía ya que no molestaba y la provocada por el giak montado en el lobo sobre mi muslo, cerraba muy bien.

No había avanzado demasiado cuando escuché unos cascos de caballos golpeando al galope el terreno. Proveían de la orilla izquierda, alcé un poco la cabeza, para ver de quien se trataba, más la vegetación era tan alta y espesa en esa zona de la orilla que no podía distinguir nada.

Podría tratarse de aquel oficial que encontré en mi camino, que regresaba junto al príncipe y sus hombres... así pues, mi primera idea fue incorporarme y llamarles, pero en seguida otra idea se coló en mi cabeza... ¿Y si era el enemigo? Parte de aquel ejército que patrullaba la zona en busca de quien pudiese alertar a la ciudad... o de otra entrada a la misma.

Agaché la cabeza nuevamente y me mantuve inmovil en mi tronco, aprovechando que aún estaba bien oculto. Si eran los jinetes del Rey, llegarían mucho antes que yo y darían la alerta del monasterio... y si era una patrulla enemiga, no pondría en peligro mi pellejo, otra vez.

Continué mi rumbo sobre aquel tronco, con la esperanza de ver a quienes dejé pasar sin delatarme, más adelante...

Decides permanecer oculto, inspeccionando cuidadosamente la orilla, hasta que al fin, algo más adelante, divisas a tres hombres que van vestidos de verde y montan en veloces caballos. Reconoces en ellos a los guardabosques fronterizos, un regimiento del ejército real que vigila las fronteras occidentales y que por un momento te traen recuerdos del monasterio. Uno de ellos está herido y cabalga echado sobre el pescuezo de su caballo.

Les persiguen de cerca una manada de veinte lobos fatídicos. Los jinetes giaks disparan sus fechas contra los guardabosques, que van cayendo alrededor de ellos. Uno es derribado de su caballo y rueda por la orilla del río, gimiendo con una negra saeta atravesándole la pierna derecha...

1. ¡Ayuda al guardabosques!
2. Permanece escondido y deja que la corriente te lleve.

Al ver pasar a los guardabosques me arrepiento de mi decisión de no llamarles, hubiese viajado más rápido y seguro con ellos, hasta que oigo como vuelan flechas sobre ellos. Entre la espesura, sin apenas moverme, logro ver a un grupo grande de giaks, persiguiendo a los guardabosques por tierra, sobre sus crueles y malignas monturas.

A pesar de la velocidad de los caballos, el terreno escabroso no les facilita el galope y las flechas de los giaks alcanzan a los guardabosques y a sus monturas. No puedo hacer nada por ellos, así pues permanezco en la seguridad de mi tronco, agazapado y sin moverme, hasta que uno de los guardabosques, es derribado de su caballo y le veo rodar hacia la orilla del río justo delante mía. Le veo agarrarse la pierna y gemir de dolor. Si me agazapo bien no me verá... ni los giaks... pero, sabré que pude ayudarle y no lo hice.

¿Por qué seré tan....? pensé mientras suavemente, procurando no romper mi elavorado camuflaje, hice que el tronco virase en dirección a la orilla. Cuando empecé a aproximarme al hombre, le comencé a chistar, sin moverme ni un ápice. Baja la voz, vendrán por ti le susurraba mientras me aproximaba más y más. El tronco del río, fíjate bien... deberías verme.. añadí cuando estaba a su lado. Vamos, aprisa. El tronco puede llevarnos a los dos. Podemos camuflarnos en él y los lobos no seguirán tu rastro en el agua. Cuando estemos a salvo, miraremos esa herida. Pero no tenemos tiempo y debes guardar silencio. Le murmuré mientras impulsaba al tronco para que girase nuevamente y  volviese a seguir el cauce del río. Ahora dependía del guardabosques que decidiese subir y camuflarse en el tronco o quedarse allí llorando.

1. Te subes en el tronco y te camuflas con el joven desconocido.
2. Te quedas en tierra, lloriqueando por la heridita causada por la flecha de los giaks.
3. Sales corriendo, río arriba, huyendo del tronco que habla!!!

Mientras nadas hacia la orilla, ves al guardabosques despatarrado al borde del agua, gimiendo. Te acercas a él, tranquilizador, hasta que parece que se da cuenta de lo que ocurre. Por desgracia, parece que no ha sido el único, y cuando decide dejar de lloriquear por la herida causada, otra flecha se le clava, desde la distancia, en el ojo izquierdo, matándole en el acto. 

Te quedas petrificado durante un momento, pues no esperabas algo así, y esos segundos bastan para que de repente dos giaks salten sobre ti desde lo alto de la orilla, pillándote por sorpresa, pues no esperabas que tu camuflaje fuera a ser descubierto de esa manera. La primera de las lanzas te roza la mejilla y la esquivas por poco, únicamente gracias al salto que pegas y que te lleva a la orilla. Estás desarmado y tienes que luchar con las manos desnudas, pero la ira te embarga y sabes que puedes hacerles frente. El único problema es que no puedes tardar mucho, pues te das cuenta de que empiezas a ser el foco de atención de demasiados arqueros.

Giak 1:  Destreza en el Combate 11 y Resistencia 18

Giak 2: Destreza en el Combate 12 y Resistencia 17

Tú: Destreza en el combate 12 y Resistencia 23

Mierda! exclamo al ver morir así al guardabosques delante de mis ojos. Si salir de mi camuflaje no había sido suficiente como para llamar la atención de los giaks, mi grito les atrajo aún más. Pronto las flechas comenzaron a volar sobre mi. Completamente desarmado, me vi cara a cara con dos giaks que me dieron alcance surgiendo de la nada.

Me puse a la defensiva, no me quedaba otra que enfrentarme a ellos desarmado. Una flecha silbó cerca de mi rostro, rozándome la mejilla. Haciéndome despertar y darme cuenta de que si alargaba el combate demasidado, no serían los dos que estaban frente a mi quienes me matarían...

El primer giak no dudó, cargó sobre mi con su lanza. La punzada no tardó en alcanzarme. Otra vez el costado no... gemí de dolor y aún así, pude agarrarme al mango de la lanza, consiguiendo derribar al giak y darle muerte con su propia arma, la cual tuve que dejar en su cuerpo insertada pues una nueva ondanada de flechas venía hacia nosotros.

Traté de esquivarlas pero una llegó a clavarse en mi pierna. Por fortuna, el giak que estaba frente a mi, también recibió una en su hombro. Lleno de ira, cargó hacia mi de igual manera que su predecesor. A pesar de estar herido y ser más lento que su amigo cadaver, logró alcanzarme... aunque le dí un buen empujón en la flecha que tenía clavada, consiguió aguantar el dolor y permanecer en pie.

Presionaba mi herida del costado, era como si no se hubiese cerrado nunca. Ardía. El giak se relamía mientras me veía sangrar. Cargó nuevamente, mientras traté en vano de esquivarle, aunque logré golpear de nuevo en la flecha que estaba clavada en su cuerpo. Esto no iba bien. Estaba herido, muy herido... y aquel giak parecía no querer rendirse nunca... Nuevamente escuché ese silbido tras de mí Flechas! pensé a la par que me tiraba al agua. Con suerte esta las frenaría y no me daría ninguna. El giak se quedó asombrado viéndo mi acción. Tanto que ni se dió cuenta de las dos flechas que se le clavaron en el cuello y le hicieron caer muerto.

Yo tuve la inmensa suerte de que el agua cubriese lo suficiente como para lograr frenar las flechas, pero aún así, al precipitarme contra el agua sin mirar, una piedra golpeó sobre la flecha que tenía en mi pierna clavada, haciendome una herida mayor.

Muy malherido, mi única opción es huir. Veo como "mi embarcación" junto con mis cosas es arrastrado río abajo sin esperar por mi. Sopeso deprisa mis opciones... el río es la única que me da una esperanza de sobrevivir. El agua puede amortiguar las flechas, la corriente darme velocidad... las plantas y juncos camuflaje y cobertura... y mis cosas están siguiendo ese curso. Como puedo, comienzo a nadar alejándome de aquel lugar, pendiente del cielo, para sumergirme en el agua tratando de evitar así las flechas.

Permaneces sumergido bajo el agua el mayor tiempo que te es posible, siguiendo la corriente e intentando que esta te aleje de tus enemigos. Finalmente subes a la superficie y ves a los giaks a lo lejos, que han perdido las ganas de seguir buscando, convencidos de que has muerto en tu temerario intento. Has perdido las armas y la mochila, pero al menos estás aún vivo y crees que has podido dar tiempo al resto de guardabosques para escapar.

Sales del agua fangosa y sigues tu viaje bajo el amparo de los árboles que se alinean en la orilla derecha, incapaz de permanecer más tiempo en el helado río. Necesitas un descanso y curar tus heridas, o pronto serás un simple cadáver más en el camino. 

Tras un rato secando tu ropa y usando plantas y restos de tela para vendarte, te vuelves a poner en marcha. No tardas mucho en distinguir, a lo lejos, las siluetas de soldados en unas barcazas que han tendido a modo de puente a través del río. Oyes los roncos rugidos de los lobos fatídicos que vuelven por la orilla opuesta. Por una vez, o no, depende de como se mire, desechas toda precaución y corres a lo largo de la ribera hacia las distantes barcazas.

Apenas tardas un minuto en advertir que has sido divisado por los guardias, que te apuntan con sus ballestas.

1. Levanta las manos sobre la cabeza y camina despacio hacia ellos.
2. Corre a refugiarte entre los árboles.

Con mi lamentable estado y mis heridas aun sangrando, no seré lo suficientemente rápido como para evitar las flechas de los guardias. Además, aunque los perdiese en el bosque, los lobos no tardarían en localizar mi rastro de sangre entre los árboles y sería mi fin. Resignado y esperando no equivocarme con la decisión tras lamentarme por correr así por el agua, levanté mis manos y comencé a avanzar hacia ellos.

No dispareis.. No estoy armado. dije mientras avanzaba cojeando hacia ellos. Mi corazón latía deprisa por la carrera que acababa de darme, la cual me vino bien pues gracias a ella, había recuperado algo de temperatura corporal, pero aun así estaba cansado y tenía frío. Vienen lobos fatídicos por aquel lado de la orilla. Son ellos quienes deberían preocuparnos. Les dije mientras les señalaba el lugar y trataba de mantener mis sentidos alerta.

Dos soldados y un sargento van corriendo hacia ti con las ballestas apuntándote a la cabeza. Cuando están más cerca reconocen tu capa del Kai y un gesto de alivio aparece en sus rostros.

-Señor -dice el sargento-, ¿dónde están los otros miembros del Kai? Necesitamos con urgencia vuestra sabiduría. Los Señores de la Oscuridad nos acosan con sus crueles ataques y hemos  tenido  muchas bajas.

Informas al valiente soldado del aciago final de tus compañeros y de la urgente misión que te lleva a ver al Rey. Sus rostros, desesperados y hundidos, son prueba suficiente de las penurias que han pasado. Sin embargo no se deja caer y te conduce hasta las barcazas con rapidez, y allí un oficial y tú montáis a caballo y os dirigís hacia las elevadas murallas y hacia la puerta principal de Holmgard...

Llegáis a las puertas principales de la capital y tú contemplas asombrado las altas murallas de la ciudad. Con sus doscientos pies de altura, han resistido los estragos del tiempo y los ataques de los Señores de la Oscuridad. El oficial y tú atravesáis corriendo el túnel, de unas cien yardas de longitud, que cruza la entrada y finalmente os detenéis delante de la atalaya principal. Multitudes de soldados y civiles entran y salen precipitadamente de ella.

1. Sigue al oficial.
2. Piérdete entre la multitud e intenta llegar por tu cuenta.

Me alegré de que mi capa aun estuviese lo suficientemente entera como para que los soldados la reconociesen a la par de que mi hermandad tuviese esta gran reputación. Me dolió tener que volver a repetir lo que había ocurrido hacía escasos días en el monasterio. Todos muertos... Menos yo... me volví a repetir para mis adentros al finalizar el relato.

No dudé en seguirles a las barcazas, cualquier ayuda era buena, y más aún en mi pobre estado. Recordad que tenéis lobos fatídicos corriendo por la orilla en esta dirección. Les dije a los guardias antes de montar en el caballo que me habían cedido y cabalgar tras el oficial.

Las murallas de la ciudad eran impresionantes. Muy seguros de poder acceder al interior de los muros y al corazón de la ciudad, parecían estar las hordas de Los Señores de la Oscuridad. Nada es para siempre. Veo como la multitud se mueve por las calles. Hay de todo, algunos parece que quieren huir de allí, otros ayudan a los soldados a preparar las defensas de la ciudad.

Incluso se ven refugidados de aldeas cercanas al castillo, siendo atendidos y ayudados por los habitantes del lugar. Entonces recordé a los tres niños. Espero que lo logren pensé mientras veía al oficial continuar la marcha, apresurándome por alcanzarle pues no quería perderme allí.