Partida Rol por web

Llegáis, siguiendo a Yargos, al granero principal de Absalom, y lo que veis no es precisamente tranquilizador: dos cadáveres, con el uniforme de la guardia de la ciudad, yacen ante las puertas, que están entreabiertas, y un rastro de sangre conduce al interior.

Yargos afirma que no es hombre de guerra, y dice que os esperará allí fuera.

Procuro mantenerme pegado a las sombras y miro a mis compañeros, indicando en silencio por señas que debemos entrar ahí dentro.

Los combatientes deberian entrar ya, y Anaxagoras, intentar entrar por alguna ventana. Yo os puedo cubrir desde justo detras vuestro.

Justo termina mientras termina de cargar la ballesta ligera.

- "Me temo que no hay otros accesos." - Susurro.

Tira hizo todo el camino sumida en un sombrio silencio, siguiendo a sus compañeros a traves de los malolientes callejones de la ciudad. Compartia la dudas de los demás sobre este asunto, pero no hizo comentarios al respecto, concentrada en mantener el ritmo.

Cuando llegarón al almacen de grano y vieron los cadaveres en el suelo, la guerrera elfa musitó una maldición no exenta de la bella musicalidad de la lengua elfica. Echando pie a tierra, Tira escucho cuchichear a sus camaradas mientras forzaba la vista buscando algún medio para entrar más alla de lo evidente.

Sin embargo, incluso con la capacidad de ver con mayor claridad incluso en las peores condiciones, no parecia haber otra entrada fuera de la puerta medio abierta del granero.

"Muy bien... Yargos, busque un rincón y esperenos... No me gustaria tener que sacarle del mar otra vez."- La elfa le dedicó una velada sonrisa antes de volverse hacia sus compañeros.- "Estoy deacuerdo con Iowar... Tendremos que entrar con cuidado y sin tardanza..."

La guerrera se desembarazó del escudo y la mochila, dejandolo todo al cuidado de Yargos. Desenvainó su espada larga y una daga fina y estilizada, lista para entrar en cuanto el grupo se decidiese a tomar ese curso de acción.

El semiorco nunca había sido especialmente sigiloso, y dudaba que se fuera a convertir en un gato para la ocasión. No obstante, tocaba hacerlo lo mejor posible así que él también dejó atrás su gran escudo y embrazó la lanza dispuesto a seguir a Tira de cerca.

Mis pasos rechinan fuertemente. Hago un gesto negativo con la cabeza al tiempo que desenvaino mi espada corta.

Señalo con un gesto a Shatumal y a Tira que se adelanten los dos (sólo caben dos a la vez), yo les seguiré cubriéndoles las espaldas mientras el resto vienen detrás.

Entráis en el enorme granero, donde veis montones de grano por el suelo, debajo de trampillas que hay a cierta altura en el techo.

Dos figuras fantasmagóricas (pero corporales) están en pie cerca de uno de los montones de grano, mientras que una tercera está ocupada vertiendo líquido de un frasco sobre dicho montón. Cuando entráis, se vuelven hacia vosotros pero no se mueven.

Entro en el granero y el tiempo parece ralentizarse al tiempo que mis sentidos se agudizan hasta extremos insospechados, percibiendo hasta el último detalle o amenaza en el lugar...

Sobrepasada por su impaciencia, Tira se deslizó con todo el cuidado que pudo hasta la puerta del granero, espada en mano. Con un juego de piernas bien ejecutado, la joven elfa se coló de rondón dentro del lobrego edificio, franqueando el paso a sus camaradas de armas.

Medio acuclillada y con la espada cruzada frente a sí, Tira contuvo el aliento al darse cuenta de que dos de las tres figuras parecian haberse percatado de su presencia... La joven guerrera trago saliva y se estremeció ligeramente, subitamente incomodada por algo que se revelaba a sus ojos pero que no era capaz de describir con palabras.

Con extremada lentitud, la fina daga de Tira se deslizó sobre su palma, acomodandola para lanzarla a la minima provocación.

Shatumal seguía de cerca a Tira, lanza en mano. Al entrar en el granero arrugó la nariz, como si oliera algo que no le gustaba.

Los tres estáis seguros de que hay aquí hay gato encerrado.

Unos pequeños movimientos en dos de los montones de grano revelan que escondidos debajo hay sendos enemigos más.

Señalo a mis compañeros en silencio dos montones de grano, indicando que hay maleantes escondidos ahí.

Como si notaran que acaban de ser descubiertos, dos enemigos más se levantan de debajo del grano y aprestan sus guadañas.

Tira siseó una maldición digna de un marinero borracho cuando un solitario rayo de luz de luna arrancó un torvo destello a los filos de las guadañas.

Abandonan la protección de los sacos de grano como si no les importasemos lo más minimo... Esa es una muy mala señal...

Con un rápido gesto, la guerrera elfa tomó la iniciativa y lanzó su daga contra uno de los imitadores de la Parca, mientras suplicaba en silencio que no se tratase de algún devoto seguidor de un culto a la no-muerte. Sin tiempo para más y renegando de la decisión de desprenderse del escudo, Tira levanto la guardia y se apresto al combate contras sus oponente.

Desenvaino y cargo a toda prisa contra el enemigo más cercano, pero sólo alcanzo a cortar el aire vacío.