Partida Rol por web

Los primeros indicios de las Montañas de la Locura aparecen menos de una hora después de iniciar el vuelo, oscuros manchones en el horizonte que parecen disolverse en una afilada linea de dentados picos. "Es como el Himalaya", había descrito Lake, y estaba en lo cierto; son como unos gigantes primordiales, alzándose desnudos hacia el cielo. Se extienden sin pausa hacia el sureste y noroeste, hasta perderse en la distancia. Parece que verdaderamente la partida ha encontrado el muro tras el cual se acaba el mundo.

Lleva varias horas de vuelo, muchas, acercarse a las montañas. Su visión se hace más nítida ahora. Son gigantescas, y eso que siguen estando lejos. La cadena es sólida, se alza como un muro y su base no se ve con claridad. Los picos más altos carecen de nieve, son conos, pirámides y monolitos enormes de una piedra similar a la pizarra, tan oscuros sobre el cielo brillante que parecen absorber la luz, rodeados de una maligna y sombría aura. El aire que flota sobre esos lejanos capiteles parece poseer luz propia por causa del contraste, como si alguna impensalbe radiación procediese del más allá.

A medida que se acerca el avión aparecen las estribaciones. Tienen un aspecto normal, en algunos casos se elevan varios kilómetros sobre la meseta polar. En cualquier otro lugar se les llamaría montañas, aquí parecen insignificantes montículos en comparación con la horrible majestuosidad de la cadena a la que sirven de avanzadilla. Vuestro aeroplano (y también los otros) deberá aumentar la altitud de vuelo varias veces a medida que se eleva el terreno. Ocho mil pies, die3z, doce mil. Y los picos más bajos todavía miran al avión con desdén, mientras las paredes de las montañas parecen abalanzarse sobre él.

Pasada ya la tarde se puede apreciar un nuevo fenómeno. Enormes sombras parten de las paredes de las montañas distorsionando los cercanos picos y extendiéndose como un río gris de mil afluentes sobre las colinas más bajas y los bordes de la planicie. Estas montañas son enormes, el sol que hay tras ellas lanza lúgubres sombras de treinta y cinco kilómetros o más a través de las estribaciones y la planicie.

Cuanto más se acercan los aviones, más detalles se pueden apreciar. Los prismáticos muestran extrañas formaciones rocosas en los costados de los picos más cercanos. Hay cilindros, profundas cavernas y excrecencias cuboides que hasta parecen obra de manos inteligentes.

Bajo la silueta de las montañas el cielo posee un brillo brumoso al desvanecerse el día. Los rayos del sol atraviesan las ventanas del avión, tallando a cincel el horizonte de poniente, cegando a los observadores que se disponen a tomar tierra.

Tim busco un hueco en el avion, cerca de Menez, para poder cuchichear y hablar en una relativa intimidad.

Espero a que la gente echara una cabezada o se entretuviera leyendo sus libros para hablar con su amiga.

Hola, Señorita Menez. me ha inquiertado usted con eso de su sueño pesadilla. Puede darme mas detalles? a mi mismo me ha pasado lo mismo y no creo que sea casualidad. Asimismo me preocupa sobremanera la presencia de nuestro "colega" en las filas alemanas, creo que hay mas de lo que nos han contado por estos lares, algo maligno.

Digame, con que soño? es quiza algo que le acucia o preocupa desde siempre? Algun miedo irracional de la infania o un temos tremendo? Deme detalles, creo que esto es importante.

Pooster hacei dibujos sobre las cosas que se iban enccontrando y viendo desde el avion, buscanod encontrar algun sentido a aquella maravilla de la naturaleza, o de quien fuera.

Sus ideas iban mas alla y al ver cosas extrañas, como las formas cuboides o las propias montañas compuestas de material negro, apuntaba los detalles y trataba de recordar algo pareceido que se hubiera encontrado en su pasado.

Se acerco a su pequeña amiga ubicada en la parte final del avion  y se coloco cercano a ella, esperando a que pasara el tiempo.

Menez sonrió nerviosa, una sonrisa algo forzada, casi espasmódica, como pocas veces habría visto Pooster en ella. Y es que había deseado tener un rato a solas con el hombre al que cada vez tenía más afecto, pero se arrepentía de haber sacado el tema de la pesadilla. En cuanto Pooster se puso a presionarla con multitud de preguntas comenzó a sudar profusamente, tenía calor y frío, y el corazón se le puso a latir desbocado. ¿Qué demonios le pasaba? Estaba a acostumbrada a mantener la calma en cualquier situación, pocas cosas descolocaban a Menez que ya traía consigo un buen bagaje de extraordinarias experiencias. Secándose el sudor que perlaba su frente con la manga del abrigo trató de distraerse con el paisaje. Las Montañas de la Locura se le antojaron opresivas y agobiantes, por lo que apartó la mirada. Embutida en el traje de abrigo el pecho luchaba por hincharse y tomar aire para sus sedientos pulmones al igual que haría un caballo salvaje siendo domado pro un molesto jinete.

- Creo...que...me estoy agobiando un poco. No puedo... respirar.- Tras desabrocharse los botones del cuello y aflojarse las correas del pecho, se acurrucó entre los poderosos brazos de Timoty.- Perdone, no sé que me ha sucedido. ¡Qué bochorno! Parezco una chiquilla. Es sólo que...de repente...esa pesadilla...- Aún nerviosa e insegura, Menez trató de contarle lo que había soñado a Pooster. Cómo había empezado soñando un sueño recurrente de muchos escritores y periodistas. El miedo ante una hoja en blanco. Pero luego la pesadilla había derivado a algo mucho más escalofriante. Al igual que en el campamento sus dedos se quedaban pegados en las teclas de la máquina de escribir pero aquí, sin embargo, no podía detenerse, desollándose la piel de las yemas de los dedos.  Al acabar la hoja, la tinta de las letras se movían y se convirtieron en cientos de huellas de patas de rata que se movían hacia ella sin poder hacer nada. Inclinada sobre ella una enorme bestia, a la que no pudo discernir en la oscuridad, abrió sus fauces que olían a aguarrás y vertió sus babas sobre ella.- En ese momento me despertó Bryce para escuchar la transmisión por radio del campamento Lexington.- Había sido una maleducada pues Pooster al parecer también había tenido sueños y no se había preocupado por él.- ¿Y dice que usted también soñó algo?- Se alegraba de contar con la inestimable ayuda del psicólogo pues aunque no tenía miedo, y sobre todo no quería nombrarlo, había oído mucho hablar de la locura de la nieve. Siempre se consideró mentalmente fuerte como para preocuparse de lo que creía eran bobadas de gente desequilibrada como Abermale.

Antes de buscar su momento de intimidad con Pooster, durante el cual algunos pudieron ver cómo la periodista se dejaba caer, visiblemente afectada por un mareo, entre los brazos del hombre, Menez escuchaba los sinsentidos contado por Chester Field.

- Eeeehmm...- Empezó a decir la periodista que no callaba ni debajo del agua, pero ante tales palabras, ella se había quedado sin. ¡Increíble! Agitó la cabeza haciendo que sus rizos se alargasen y encogieran cual muelles, tenía que decir algo.- ¿Y de eso también tiene fotos?- Dijo con suspicacia. No es que desconfiara de Chester Field ni de lo que contaba, a pesar de la animadversión que sentía hacia el fotógrafo , simplemente por su trabajo solía pedir más pruebas que sólo meras palabras. Nadie soltaría algo así, a la ligera delante de un grupo de científicos, pero después de lo que había visto y oído prefería ser prudente y no reírse en su cara. - ¿Cogió alguna muestra de ese "extraño" líquido?- Dejó que contestara para después añadir algún dato más de lo que había averiguado sobre Acacia Lexington. - Por cierto, una cosa más. ¿Se acuerdan de la nota que encontró Sutton junto al teléfono en la habitación del hotel del difunto Douglas? "A. Lexington QB-0505"- Repitió para los que no recordaran.- Sé que ahora parece muy evidente pero tengo la confirmación de que es Acacia Lexignton y su número de teléfono.- De hecho la confirmación de aquello le había supuesto un encontronazo con la líder de la otra expedición que no sabía aún cómo arreglar.

Observando sin aparente curiosidad los dibujos de Pooster, Peabody parecía poco interesado en el impresionante espectáculo que la naturaleza ofrecía al otro lado de las ventanillas del avión. El ruido infernal, y las molestas vibraciones que se hacían más y más intensas a medida que el aparato iba tomando altura, no parecían ayudarle a salir de su estado de reflexiva concentración. Solo un involuntario temblor de su pierna podía dar alguna pista de que sufría un estado de constante nerviosismo. Aunque no compartió con nadie sus pensamientos, resultaba evidente que se encontraba asaltado por una honda preocupación, como si aquellas montañas constituyeran la última frontera antes de enfrentarse a sus pesadillas más estremecedoras.

El destino que les había conducido hacia aquel lugar se le antojaba tan inapelable como carente de piedad. A pesar de lo absurdo que resultaba, no podía evitar que su mente se esforzara con toda la energía disponible por encontrar una imposible solución que le sirviera para escapar a lo inevitable. Ni siquiera la visión de O´Connel, siempre tan hermosa y llena de energía, servía para distraerle más que por unos instantes de sus oscuras obsesiones.

El sueño de Nandan

Tras irme a la cama, me costó conciliar el sueño. Luego vino aquel periodo en el que el cuerpo ha descansado ya algo y comienza a dejar paso al sueño consciente. El asunto se volvió más serio…

Todo comenzaba volando en un avión. Gigante. Enorme. Calculaba que tendría unos mil caballos de vapor. Potencia en estado máximo. Mi pulso se aceleraba al ver que el que conducía era mi padre, mi ansiado padre, héroe de cientos de historias que mezclaban mi cerebro y mi corazón. Había algo distinto en él. Iba vestido de militar británico y reía a carcajada limpia, disfrutando del vuelo. A su alrededor flotaban volutas de humo azul, extraño, que me recordaban al incienso que mi madre prendía para comenzar nuestras oraciones.

Yo estaba feliz. Corría por el avión, tratando de llegar hasta la cabina del piloto. Mi padre me saludaba… pero su mano estaba misteriosamente ensangrentada y llevaba un trozo de hielo, blanco, afilado… que se teñía de rojo como si estuviese en el interior de una herida.

Es cuando me daba cuenta que algo no iba bien. Avanzaba, corría, pero el avión nunca se acababa. A los lados Sutton, Moore, Menez, Peabody. Todos reían mientras yo me desesperaba por llegar hasta Starkweather. Sudaba, pero tenía frío. Cuando pensaba que estaba a punto de llegar, el suelo se abrió y caí por el agujero a una bañera de agua helada. 

Mi cuerpo comenzó a convulsionarse y yo a sufrir, a patalear y tratar de respirar. La vida se escapaba como la temperatura de mi menudo cuerpo. Starkweather, Menez, todos reían sobre mi, sabiendo que mi destino era morir congelado. ¡Aquello no estaba bien! ¡Iba a morir allí, en aquellas aguas heladas! Me hundía mientras en mi cabeza se escuchaban ruidos extraños, agudos, palabras en alemán…

Y de repente algo agarró mi mano; era algo imposible, irreal. Nadie podia nadar en el hielo. Nadie salvo aquellas misteriosas criaturas medio desnudas, que con las alas plegadas buceaban a mi vera. Su cuerpo era el de un estilizado pez. Sus pechos y su cintura eran humanas. Sus manos me envolvían, empujándome hacia arriba, hacia la salvación.

Me dejé llevar. Las sirenas me salvarían. Me alzaron… abrí los ojos, ya no estaba bajo el agua. Pero no me llevaban a la seguridad del avión… me acercaban a una boca enorme, gigante, llena de dientes afilados como cuchillos. Los rostros de las sirenas se deformaron en los de criaturas horribles, carnívoras, repugnantes. Grité. Era el fin…

Y entonces me desperté…

En los preparativos del viaje

Ménez había pedido a Nandan unos cigarrillos. Por desgracia el chico le había dado los últimos a Chester un par de días atrás. Pero se afanó en conseguir algunos para su amiga. Pensó en robárselos a su padre, si fuera necesario...

La nariz de Nandan se iba a quedar plana de tanto mirar por las ventanillas. Cuando no era así, las tenía pegadas a los prismáticos que O'Connel le dejaba de vez en cuando.

El hecho de volar ya era en sí una experiencia maravillosa para el muchacho, pero el hacerlo sobre aquellas mágicas cordilleras de aspecto tan particular dotaban al hecho de mayor majestuosidad. El chico había estado bastante apagado desde la noche anterior. Sus ojeras atestiguaban que, como muchos miembros de la expedición, no había descansado, despertándose inquieto y agotado. Ni siquiera había reaccionado ante la decisión de su padre de viajar con otros hombres a la cima, y enviar al resto en avión. Parecía desganado y con pocas ganas de pelear contra los elementos.

Pero en cuanto el Boeing comenzó a rugir, la expresión de Starkweather Jr. se suavizó y comenzó a despertar. Cuando vio a Pooster dibujar Nandan también sacó sus útiles y trató de competir con Timoty en cuanto a representación gráfica de las cosas. ¿Ha visto ese encuadre de ahí, señor Pooster? ¿Quién dibujará mejor esa colina? ¿Me deja ver lo que ha pintado? Incluso intercambiaron algún que otro lapicero de color y carboncillo. Era una imagen curiosa, los dos sentados en la cola del avión, con Ménez en el medio, disfrutando de las atenciones de los dos. Era como una singular familia feliz en un viaje vacacional... por las Montañas de la Locura.

Nandan percibía aquel grado de ansiedad en el resto de viajeros. Flotaba en el ambiente una especie de sensación de que aquella era la última estación del viaje, y el chico no entendía del todo porqué los adultos pensaban de aquel modo. Ajeno a las tribulaciones de unos y otros, para Nandan aquello era el comienzo de un nuevo capítulo en su aventura.

¿Fotos? Sí, seguramente tenía fotos... pero los recuerdos de aquellos días ahora se le aparecían borrosos, desdibujados, como si no hubiera sido más que un sueño, o una horrible pesadilla. Recordaba, más que situaciones o eventos concretos, el cúmulo de emociones que supusieron todos aquellos extraños encontronazos.

Sí, señorita Ménez, creo que tengo fotos... pero me costará encontrarlas, la verdad. Y por supuesto - de esto me acuerdo bien - recogimos un poco de aquella sustancia gelatinosa en un tarro, pero no tengo ni la más remota idea de dónde debimos meterla al final. Creo que quizás Dominique pueda contarle algo más concreto, pues si no recuerdo mal fue él quien tomó la muestra.

Fotos, fotos... buena pregunta. Sí, seguro que tenía. ¿No tenía acaso fotografías de todo? Pero tendría que buscarlas cuando tuviera un momento de tranquilidad. Y estando tan cerca de las Montañas de la Locura, un momento de tranquilidad sería algo más bien raro de encontrar.

Tim atendia a su buena amiga y se empezo a sentir muy sonrojado segun su compañera mostraba su preocupacion y se aligeraba de ropa, mostrando ligeramente otros attributos mas fisicos. Tim no era un gran galan y aquellas situaciones le ponian francamente nervioso, con lo que trato de aislar sus impresiones personales, -ganas no le faltaban de abalanzarse y besar a su amiga, la verdad- para ponerse en la faceta profesional , abstrayendose de lo que veia.

Ejem, trate de relajarse, señorita, no pasa nada, esta en buenas manos.

Creo que aqui algo esta atenazando la mente de la gente, algo que hace que nuestros miedos y pesadillas mas terribles aparezcan en el manto subconsciente, haciendo reaccionar con miedo o panico. creo que hay una influencia maligna que hace que todo aquello que nos atenaza y nos asusta, acuda a la cabeza en nuestra fase de sueño.

He de tratar de bajar los escalones del mismo y ver que se cuece en la mente de la gente, igual he de soñar para ver que esta haciendo esto, aun a riesgo de mi propia integridad mental.

Yo mismo he tenido ese tipo de pesadillas y se que la gente del campamento Lexinton tambien, por ejemplo unos de los que actuaron en el taque al campamento tenia panico a las arañas y es lo que vió, el mismo sabe que actuó de un modo irracional empujado por sus visiones.

Sinceramente creo que esta tierra alberga algo maligno y sombrio que turba la mente de la gente y hace que se pueda caer en un estado de locura o perdida de conciencia transitoria.

Atando cabos se que eso mismo ocurrio hace años con la otra expedicion, me consta que algo hizo que la gente se volviera loca.

Creo que hemos de tomar precauciones y tratar de saber que teme la gente, que esta soñando o que puede afectar a la conducta de nuestros compañeros.

Hemos de ser la parte que ponga el raciocinio y la cabalidad en la expedicion, mi bella señorita.

No veo otra solucion, hemos de refugiarnos en los pensamientos y las istuaciones que nos de reposos y tranquilidad, arrullar nuestros mas bellos pensamientos no permitiendo que esas pesadillas irracionales rompan el velo de nuestra cordura.

Mi sueño es parejo al suyo, mis maximos terrores apareciendo delante de mi y tratando de sobresaltarme y hacerme entrar en panico. No es que no qiueira compartirlos con usted, bien sabe dios que por mi compartiria gran paret de mi ser con usted, le contaria todo aquello que aun no me he atrevido a decir a nadie. Es que es algo que ni yo mismo puedo aceptar o comprender, trasciende mas alla de la realidad que conocemos...

Tim se muestra por primera vez, algo vulnerable...

Uniendose a lo expuesto por su compañera, situada a su lado, Pooster comenta:

Si, amigo, si tiene alguna foto buien pudiera ayudar a saber contra que nos enfrentamos y encontramos. esos actos de barbarie solo caben en hechos de santeria, locura o actos oscuros o arcanos. Ese fluido tambien ayudaria, para saber si es algo comun o por el contrario y como creo, algun tipo de liquido desconocido para la ciencia.

Si las encuentra ayudarian en demasia, señor.

Aprovechando un momento de calma, Chester echa un vistazo a varias carpetas que suele llevar consigo; hay cosas que pueden ir en el equipaje, pero hay otras de las que prefiere no separarse. Cada carpeta lucía su correspondiente etiqueta: "planos aéreos", "ecología", "antropología de interés humano" (que contenía una ingente cantidad de imágenes de amistosas señoritas de diversos países de América del Sur)... Finalmente, dio con la que buscaba. Se trataba de una carpeta etiquetada como "Cosas Raras o Peores". La abrió y le echó un vistazo. Algunas de las imágenes aún le ponían nervioso, y los más observadores pudieron notar un ligero temblor en sus dedos. Tras pensárselo un poco, Chester sacó una única fotografía.

Señores; entiendo su avidez por el conocimiento y las cosas extraordinarias, pero créanme si les digo que en esta ocasión me voy a guardar mucho de mostrarles las imágenes más espeluznantes. Tendrán que conformarse con esto.

Chester les mostró una imagen de algo que parecía una puerta muy, muy antigua.

Esto es lo que los nativos llamaban "La puerta de la Luna". Era una de las muchas estructuras en ruinas que encontramos cerca de un poblado llamado Tihuanaku. Allí estaba el cuerpo decapitado, descuartizado y desollado de un hombre. Su cabeza había sido vaciada de su contenido, y todo su cuerpo estaba cubierto de la sustancia que les he dicho antes. Créanme, no es algo ni especialmente interesante ni algo que les ayudará a dormir por las noches. Olvídense de las malditas fotos.

Chester volvió a guardar su carpeta, mientras recordaba la carnicería que habían contemplado en aquel páramo desierto. Sabía que tanto Pooster como Ménez iban a protestar, pero en aquella ocasión le importaba una higa. 

Puedo asegurarles que Dom tomó varias muestras de los materiales que encontramos allí. Las guardamos en tres tarros: en uno había unas venillas con una sustancia translucida que las contiene, en otro una sustancia más bien ocre y en el tercero algo de la sustancia donde estaba sumergida la cabeza. Ahora bien; ni idea de qué ha sucedido con los tarros. Igual Dominique se acuerda, porque yo no.

- Ajam, entiendo. - Dijo con sarcasmo. ¿Cuántas veces en su profesión se había topado con fotógrafos de ese estilo? Estaba segura de que no tenia nada pues de no ser así, el egocéntrico fotógrafo ya habría hecho lo imposible pro pavonearse con ellas en la mano.- Por nuestro bien, claro.-No iba a montar un espectáculo en el avión encerrados diciéndole a Field lo que pensaba de él y sus "magníficas" fotografías. ¿Acaso no era ya mayorcita para que anduvieran protegiéndola si ella no lo pedía? Ni que no hubiera visto cosas raras en su vida como reportera de lo desconocido.- De todas formas, si son tan estupendas como las últimas...- Dejó caer en un susurro perfectamente audible haciendo referencia a las últimas fotos que les había ofrecido el fotógrafo de unas supuestas huellas. Poco a poco el enfado iba haciendo mella en la diminuta mujer. Si no tenían pruebas no sé cómo pretendían que se creyesen las fantasiosas historias ocurridas supuestamente en el viaje en avión. Con el ceño fruncido se encaró a Picwell.- ¿Y bien? ¿Dónde metieron las muestras recogidas?- Cómo todos los miembros de la expedición Starkweather-Moore mostraran la misma profesionalidad que aquellos dos iban apañados para hacer Historia.

Ya más calmada, se dirigió a Moore.

- Sr. Moore, ¿sabe usted si alguno de los expedicionarios conoce el romani?

A Moore le hubo que insistir repetidas veces para que hiciera caso. Estaba hipnotizado viendo las montañas.

No me moleste, Menez, no estoy de humor. Luego, tras dos minutos, se apiadó. Ya pensé en eso, no. No hay nadie, que yo sepa.

Hirsch había palidecido al oír hablar de más fotografías.

Desaconsejo fervientemente que muestre imágenes perturbadoras, amigo Chester. El tono indicaba relajo, pero no parecía relajado, sino tenso. Aunque, ¿quién sabía? Hirsch no solía ser muy expansivo. Basta con que conozcamos los datos.

...el avion trepa correctamente, la presion de aceite bien, temperatura de los colectores algo baja, normal con el frio que hace voy a comprobar otra vez el rumbo con el mapa, bueno, mapa, je... si a un dibujo se le puede llamar "mapa"

Y de repente algo me agarra por la espalda y me suelta: ¿Y bien? ¿Dónde metieron las muestras recogidas?... Por dios que susto, creia que se me paraba el corazon, maldita sea. Que me cuenta señora, de que muestras me habla, haga el favor de volver a su asiento que como entremos en una depresion atmosferica se va a romper la crisma.

De reojo miro a Halperin que no comprende nada. Pulso el boton del comunicador y le comento: No tengo ni idea de lo que quiere, se creen que seguimos la conversacion que llevan ahi detras,sin entender que con el ruido de los motores y los auriculares puestos apenas nos escuchamos nosotros.

Esta vez conecto la megafonia del avion, Por favor, no se levanten de sus asientos a no ser que sea imprescindible , cuando estemos en tierra expliqueme que es eso de las muestras señora Menez.

Por la cara que traían cuando vinieron del pueblo ese, la experiencia debió ser impresionante, doctor. Halperin ahora os prestaba atención y hablaba también por megafonía. Había estado consultando durante todo el viaje con Dominique. Los dos habían estado mirando la brújula y los sistemas magnéticos. Por cierto, no es por asustar, pero los sistemas de navegación están funcionando bastante mal. Estamos sin brújula, para empezar, y la radio... Pickwell negaba con la cabeza, tenía los cascos puestos solo en una oreja para poder escuchar lo que se decía en el avión. ...la radio tampoco es que vaya muy bien. Tenemos que encontrar el campamento Lake, ¿verdad, señor Moore? Pues a asomarse todo el mundo a las ventanas y a mirar si veis algo que parezca el campamento Lake. Supongo que bultos dispuestos de manera sospechosamente regular, porque lo que es latitud y longitud solo las sabemos por estima.