Partida Rol por web

PUEBLO DE TRUNAU: BAJO TRUNAU

AÑO: 4715 RA.

ESTACIÓN: INICIO DE LA PRIMAVERA.

MES: FARASTO.

DÍA: 6, DÍA DEL FUEGO.

HORA: MÁS DE MEDIA HORA DESPUÉS DEL OCASO.

Dagfinnr se llevó la peor parte de la furia del gigante, más la torpeza inherente a aquel ser y la intercesión de Iomedae hicieron que la mole tropezara y cayera al suelo, pudiendo el guerrero ulfen retroceder malherido y ponerse a salvo. Mientras tanto diversos ataques se sucedieron contra el enemigo, naturales y sobrenaturales, logrando que finalmente no se volviera a levantar.

Win suspiró aliviado, pese a que todos sus ataques encontraron gruesa armadura, y realizó una leve oración de gratitud a su deidad. Peludo parecía agotado y el ciego lo bajó de su hombro y lo acarició. Aun tenía numerosas heridas su gatuno amigo.

- Lo has hecho muy bien, Peludo - le reconoció, pensando que él mismo había agotado todo su poder divino. Fijándose en el felino y en los gemidos ahogados de dolor del bárbaro, habló -. Los heridos deberíais ir con Tronquito. Él podría ayudaros - dejó caer, conocedor que el arbóreo aun portaba la varita de sanación. Varios de los compañeros comenzaban a registrar a los enemigos caídos. Buena iniciativa. Por su parte el ciego se introdujo en el manantial y caminó por él, atravesándolo. En algunos momentos el agua le llegó hasta el pecho, pero eso no detuvo al joven que emergió a la otra orilla, concretamente en la formación rocosa junto al manantial. Y ahí estaba el boquete, mostrando una caverna que se internaba. Todo era muy oscuro, más para un ciego no resultaba especial impedimento. Acercándose con cuidadosa lentitud, no se introdujo en su interior. Tan solo se quedó quieto, cabizbajo, captando sensaciones y percepciones.

Tras unos momentos hierático, el invidente se agachó y pareció palpar algo del suelo. Después pareció hacer lo mismo con el contorno de la cueva. Más tarde pareció levantar la cabeza e inspirar profundamente varias veces. Finalmente se giró sobre sí mismo, con lentitud y con cierto cuidado volvió a introducirse en el agua, retornando con sus compañeros y haciéndoles señas para que se acercaran todos.

- Lamento deciros que nuestra lucha aun no ha terminado. El boquete lo ha abierto el gigante, finalizando una suerte de gruta parcialmente excavada. Entrar aquí y terminar el túnel por fuera era su misión - dijo el iomedano -. Junto a la mole y sus cuidadores vinieron algunos huargos que se introdujeron en las cavernas - mencionó dándose un par de golpecitos en la aleta de la nariz, explicando el mal olor que dejaran -. Sospecho que pretenden avisar y quizás traer a más atacantes que estarán a medio camino, en las profundidades. Como avanzadilla los incursores han enviado a un numeroso enjambre de ratas que están ahí mismo. Sus chillidos son inconfundibles - indicó señalando la entrada de la cueva -. Lidiar con ellas solo es posible de una manera: lanzando desde el sigilo y a la vez todos los fuegos alquímicos que no hemos usado y Iomedae nos dijo que los reserváramos. Ahora es el momento de emplearlos - explicó a los presentes.

Escuchó el trotar de los jinetes trunaui, acercándose. Garth y los suyos retornaban victoriosos pero al parecer muy maltrechos. Tampoco ellos tendrían aun descanso. Si el grupo no fuera capaz de abordar lo que les deparaba los túneles ellos serían la última defensa. Y así se lo hizo saber.

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AÑO: 4715 RA.

ESTACIÓN: INICIO DE LA PRIMAVERA.

MES: FARASTO.

DÍA: 6, DÍA DEL FUEGO.

HORA: MÁS DE MEDIA HORA DESPUÉS DEL OCASO.

Rebuscó frenética la bolsa de maraña. Era su última oportunidad para tratar de hacer algo contra aquella mole enfurecida. Respiró hondo para templar el pulso y la lanzó. De nuevo un impacto, de nuevo el compuesto alquímico secándose en el aire, tratando de sujetar el musculoso cuerpo del gigante. Esta vez sí. No sabía si había ayudado a vencerlo pero el caso era que cayó y mordió el polvo. ¡Lo habían conseguido!¡Por fin! Sonrió y emitió un chillido de euforia mientras sonreía y buscaba con la mirada a Tronquito.

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DÍA: 6, DÍA DEL FUEGO.

HORA: MÁS DE MEDIA HORA DESPUÉS DEL OCASO.

Con el agua empapando sus piernas, Ekaterina se dedicó a rebuscar entre las pertenencias de los orcos que aún seguían enganchados a las cadenas. Esperaba poder encontrar más de esas pociones con las que hasta entonces había podido curar parte de sus heridas, unas heridas que nunca terminaban de cerrarse y que cuando lo hacían, otras nuevas aparecían en otra porción de carne hasta entonces inmaculada.

No diría que encontró suficientes, pero sí bastantes, pociones que guardó entre sus cosas para darles uso tan pronto pudiera. Aunque viendo lo que sus compañeros hablaban, los enemigos que habían percibido delante y las prisas que demostraban para reanudar el combate, no tendría mucho tiempo para ello.

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HORA: MÁS DE MEDIA HORA DESPUÉS DEL OCASO.

El eco del ruido que hizo el gigante al caer en el suelo tardó en desaparecer para Dagfinnr. Estaba herido y mareado, y al mismo tiempo contrariado por cómo se había desarrollado el combate. No había sido la lucha que se había imaginado, aunque el resultado final podía haber sido mucho peor. Al menos no tenía que presentarse ante sus antepasados con tan pobres méritos.

Aún no...

La noticia del agujero en la roca, y la huida de los orcos le llegaban como desde lejos. Primero necesitaba curarse, pero cuando se había acercado a los orcos muertos vio que Ekaterina ya los había registrado y ahora guardaba varios frascos de curar heridas. Precisamente ella, la camarera a la que tan mal caía...

-Ekaterina... ¿Tienes alguna de esas pócimas para mí? Me haría falta de verdad, dijo tragándose el orgullo y sin pretender ser ni más amable ni más simpático de lo normal. Independientemente de la reacción de ella, que podía ser cualquier cosa según la experiencia del vikingo, buscaba con la mirada a Tronquito quien portaba una varita de curación. Necesitaba toda la ayuda posible.

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MES: FARASTO.

DÍA: 6, DÍA DEL FUEGO.

HORA: MENOS DE UNA HORA DESPUÉS DEL OCASO.

Kurst llega ensangrentado, a lomos de un agotado corcel, y seguido de otros seis milicianos más, seguramente la elite de la Patrulla de Trunau que ha combatido contra los líderes de la horda Orca. Todos se ven agotados y cubiertos de heridas ensangrentadas, fundamentalmente causadas por armas cortantes, pero también dentelladas de lobos.

- "Salve. Los guardias apostados en el Manantial me informan de que vieron a un humanoide solitario acompañado de lobos meterse en el túnel casi inmeditamente después de que el gigante lo abriera, seguido poco después por otra figura humanoide.

Por favor, os pido en nombre de Trunau y la milicia que entréis en el túnel y aseguréis lo que esté dentro, capturando o derrotando a los que se esconden en ese lugar. Sé que os he pedido mucho ya, y que os debo toda mi gratitud, pero ahora os pido también esta otra tarea.

Mis guardias y yo protegeremos la entrada del túnel y nos aseguraremos de que nadie más entre ni salga." -

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HORA: MENOS DE UNA HORA DESPUÉS DEL OCASO.

A la orden, capitán digo, saludando marcialmente a Kurst. Luego lanzó una mirada al cuerpo del gigante y otra a Dagfinnr. Vuelvo a mirar al capitán.

Sabemos que en la entrada de la cueva hay un enjambre de raras. Estamos preparando unos fuegos de alquimista, para librarnos de ellas. Monique y Haluk Molok se están ocupando de ello. Le aviso para que sepan lo que puede salir de ahí.
Uego me giro a los demás, intentando no hablar alto y apartándome de la entrada de la cueva, para evitar los ecos.

Chicos y chicas, necesitamos ya esos fuegos de alquimista. Por otra parte, los más heridos digo, mirando a Dagfinnr en particular, Igual deberían quedarse aquí.

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Los compañeros de Peludo se concentran en varias cosas ahora que el gigante ha caído. La batalla, en su gran longitud, ha herido a varios de los miembros del grupo hasta el nivel de no estar en condiciones de continuar peleando, Peludo entre ellos. A eso, suma el cansancio y agotamiento que cargan, que ha vuelto escasos los poderes de los miembros como magos y hechiceros.

Entonces se habla de lanzar luz en el interior y Peludo se baja del hombro de Win para poder usar su poder pero este le detiene, diciendo que no es lo más sabio que pueden hacer para luchar contra unas supuestas ratas que pululan en el interior.

Peludo piensa en las ratas y se relame pues la idea de servirse un par de roedores le sienta a la perfección después de tanta lucha. Se detiene y espera a lo que el resto del grupo decida hacer, pues él no piensa comenzar entrando en primer lugar.

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HORA: MENOS DE UNA HORA DESPUÉS DEL OCASO.

El goblin se apresuró a saludar al capitán con toda la marcialidad que fue capaz de reunir y asintió a su petición con la efusividad característica del inquisidor de Shelyn. Tras eso se propuso hablar para cumplir con sus obligaciones.

—No che preocupe cheñor capitán, nochotroch echtamoch aquí para proteger a Trunau y a chuch habitantech. Lech chalvaremoch una vez mách.

Dijo mientras se golpeaba el pecho para reclamar parte del éxito de aquella desesperada defensa contra los orcos.

—Limpiaremoch eche túnel, dechcuide capitán. Trunau echtá en buenach manoch aunque no echtaría de mách que le echara alguna plegaria a Chelyn por lo que pudiera pachar. Ya chabe uchted.

La información proporcionada por Garinya acerca de como era el interior de la cueva y los peligros que acechaban en su interior hizo que una fría gota de sudor recorriera la ovalada y desproporcionada cabeza del goblin. ¡Ratas! ¡Él odiaba las ratas! Eran seres horribles y contrahechos, basura con colas alargadas y sin ningún conocimiento de la higiene. Enfrentarse a un gigante era una cosa pero luchar contra ratas, era otra. Aquello si que iba a ser una verdadera prueba de valor y voluntad. Ratas apestosas morirían quemadas bajo un fuego purificador.

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El aspecto de Kurst es de lo más desalentador, pero la mirada de incredulidad que dirige al goblin cuando éste le pide que rece a Chelyn es impresionante. Parece que va a replicar algo pero finalmente asiente.

Tras todo lo ocurrido, con un intento grave de invasión orca, el capitán de patrulla no parece dispuesto a discutir con nadie que esté en su bando, al menos por el momento.

- "Con el gigante muerto, y las catapultas destruidas parece que hemos conseguido hacer retroceder a la horda." - Dice informando al grupo. Posiblemente intenta mejorar el ánimo de los presentes, que a estas alturas deben de estar fatigados, si no heridos.

- "Si atrapáis a alguno de los dos humanoides que entraron... llevadlo prisionero al centro de Trunau. Necesitamos respuestas acerca de este ataque. Y ya llegará el momento de prepararse para recuperarnos." - Comenta. - "Pero ahora centraos, por favor, en que no quede amenaza alguna ahí abajo." -

Traga saliva y se humedece un poco los labios.

- "Si los orcos están enviando refuerzos por ahí... tratad como sea de que no puedan salir a la superficie." - Dice con severidad. Aquello posiblemente implique un derrumbe o alguna otra forma de sellar esa salida. Pero Kurst ignora si los héroes de Trunau serán capaces de ello, o si disponen de los recursos necesarios para conseguir algo así.

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Haluk sujetó las tres bombas con mecha y el fuego de alquimista, no tardó en encontrarse con la gnoma llamada Momo y le entregó aquellos cuatro objetos para que les diera un buen uso, el cruzado de Asmodeus confiaba en la alquimista de Trunau.

<< ¡Los fuegos de alquimista y las pociones de curar! >>

La mente del cruzado se iluminó y sin perder más tiempo, observando la figura de Dragos, puso rumbo hacia el norte del terreno del manantial de la esperanza. Allí pudo ver el equipo había dejado anteriormente en el suelo, pertenecía al grupo de orcos que había en la catapulta.

El cruzado se agazapó dejando el escudo y la maza en el suelo, empezó a guardar 5 fuegos de alquimista y luego dos pociones de curar heridas leves, una vez bien sujetas observó su alrededor fijándose en el desierto terreno de muerte y destrucción. Trunau estaba bajo ataque y las edificaciones derruidas y los escombros eran visibles a cualquier lugar que mirase.

<< Tenemos que terminar con esto y traer la normalidad a Trunau, no puedo dejar que esos pieles verdes sigan mancillando este lugar. La gente que vive aquí se merece algo mejor, se merece vencer esta batalla y dejar bien claro lo que sucede cuando intentan derrocar Trunau, muerte y destrucción. >>

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Otra misión más. Claro, por qué sería que no le extrañaba. Pero era totalmente cierto que aquella abertura a los diablos sabían dónde era un peligro para todo Trunau, y entre sus habitantes ahora mismo se contaba él. Así que algo habría que hacer. 

Por desgracia, eso implica arriesgarse a peligros desconocidos, o no tanto, si el oído de Win debía ser tenido en cuenta. Y por como se desenvolvía el ciego, no había motivos para no confiar en su advertencia. Ratas. Ugh, malditas ratas. Tras ayudar a Haluk a cargar todo lo posible, y no sin antes pensar que era idiota por dar aquel paso, dijo:

-Puedo adentrarme con vosotros si lo necesitáis, no tengo problemas para avanzar en la oscuridad y algún vial podré lanzar. 

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Dagfinnr se notó un ligero temblor en las manos al agarrar el vial que le iba a curar alguna herida, o mejorar su lamentable estado general. El grupo se preparaba para adentrarse en la oscuridad, y entonces escuchó las palabras de Willbur.

Chicos y chicas, necesitamos ya esos fuegos de alquimista. Por otra parte, los más heridos digo, mirando a Dagfinnr en particular, Igual deberían quedarse aquí.

-Puedo acompañaros, intervino el vikingo. No aceptaba de buen grado quedarse atrás. Era lo que pasaba en Ulfen a los ancianos y a los desvalidos, o a los niños demasiado pequeños como para empuñar el acero. Era lo que más temían los guerreros, pues era la muerte en vida, donde toda posibilidad de ingresar en los salones del más allá se desvanecía.

Se bebió la pócima de curación implorando al dios de la guerra que le dejara honrarle una vez más. -Llevaré uno de los fuegos de alquimista, anunció.

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Alguno de los presentes alcanza a escuchar sonidos desde el interior de la cueva... como el rozar de muchas patas contra la roca. Pese a ello, no parecen estar acercándose a la entrada, y la oscuridad camufla y amortigua cada sonido, poniendo a algunos los pelos de punta.

El Capitán de Patrulla y el resto de milicianos parecen claramente nerviosos, no solo cansados y heridos tras la lucha. Miran sin disimulo al grupo que ha hecho frente y derribado al gigante, y parecen depositar en ellos todas sus esperanzas para que hagan frente a esa posible amenaza.