Partida Rol por web

PUEBLO DE TRUNAU: BAJO TRUNAU: LA TUMBA DE USKROTH:

AÑO: 4715 RA.

ESTACIÓN: INICIO DE LA PRIMAVERA.

MES: FARASTO.

DÍA: 6, DÍA DEL FUEGO.

HORA: MENOS DE UNA HORA DESPUÉS DEL OCASO.

El gigante había roto la pared de roca de la Colina Marcha Sangrienta, justo detrás del Manantial de la Esperanza, revelando una caverna hueca en su interior que nadie sabía siquiera que existiera. Puede que fuera una antigua tumba, tal vez anterior a la fundación del pueblo de Trunau.

De algún modo, los héroes de Trunau esperaban que en su interior albergara algunas respuestas. Acerca del ataque Orco, y tal vez, acerca de la muerte del Capitán Rodrik Grath.

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MES: FARASTO.

DÍA: 6, DÍA DEL FUEGO.

HORA: MENOS DE UNA HORA DESPUÉS DEL OCASO.

No le gustaban los espacios cerrados y oscuros, tener que avanzar sigilosamente por un lugar angosto como en el que se iban a adentrar, no era algo para nada agradable para Ertiznao. Sin embargo el deber obligaba y no le quedaba más remedio que adentrarse. Pese a que podía ver en la oscuridad mantuvo su luz en la guja para que sus compañeros menos afortunados no se sintieran perdidos en la penumbra.

Mientras sujetaba el fuego alquímico trataba de disminuir el ruido de su respiración para evitar ser escuchado y además sus pies pisan con mucho cuidado tratando de no apoyar los talones. Para asegurarse de no hacer ningún movimiento en falso eliminó de su mente la imagen de las ratas. No lucharía contra ratas, lucharía contra seres indefinidos a los que purificaría con fuego. Sí, eso funcionaría, estaba seguro.

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Una vez Rodrik les hiciera una última petición el ciego asintió con la cabeza. Incluso cuando el trunaui miró con pasmo al pequeño goblin seguidor de "Chelyn" habló, el invidente asintió con la cabeza al capitán para que aceptara lo que el piel verde decía y no hiciera preguntas ni objeciones.

Oró quedamente a Iomedae, sintiendo una leve bendición de su señora en su ser, y teniendo su mandoble preparada siguió por detrás a diversos compañeros que ya se internaban en la gruta abierta por el gigante y excavada por los orcos, con la intención de achicharrar por sorpresa a las ratas. Al parecer ratas sombrías, tal y como precisaba Garinya. Del tipo que encontraron en el subterráneo de la Casa de la Plaga. Muy problemáticas. A eso se añadió la información de que se estaban zampando el cadáver de un orco lo cual le hizo entender que esos seres no iban con los atacantes. La confirmación de que la gruta tenía cavidades naturales o muy antiguas también le hizo comprender que Melenaplateada se equivocaba. Al parecer ignoraba que Trunau se asentaba sobre un montículo de cuevas, tal y como le preguntó en su día el ciego.

¿No lo sabía... o no deseaba decirlo?, se preguntó momentáneamente, recordando que el anciano elfo llevaba mucho, mucho tiempo cuidando de aquel lugar. Antes de la mera existencia de Trunau. Comenzó a preguntarse, repentinamente, qué había que cuidar de ese lugar más allá de un simple manantial. Qué obligaba a un druida venerable a no abandonar ese lugar. Pero sus dudas murieron con rapidez conforme volvió su atención a lo que más preocupaba: encargarse de la plaga roedora... y la plaga verde. Ertiznao excluido.

Sintió el peso del pequeño Peludo sobre su hombro, acariciándolo levemente, al igual que sintió el movimiento de sus compañeros, chapoteando por el agua algunos y adentrándose en la cueva otros. Y por ello echó en falta al arbóreo.

- Peludo. ¿Donde está Tronquito? - preguntó a su amigo en voz baja. No había sentido su caída en ningún momento durante el combate.

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Una vez guardados los objetos que había recogido del suelo, un total de dos pociones de curar heridas leves y cinco fuegos de alquimista, se puso en marcha para ir hacia el manantial de la esperanza.

Sin perder tiempo observó como sus compañeros de armas se agruparon en la entrada de lo que parecía ser una cueva, no había visto esa entrada por lo que dedujo que por allí debió de salir el gigante y era una de las entradas que pudieron abrir los pieles verdes para dañar por sorpresa Trunau.

Los ojos del seguidor de Asmodeus observaron al capitán de patrulla Kurst Grath y su grupo de guerreros, estaban agotados y se dedicaron a mantener un perímetro de seguridad en esa entrada para cubrir la espalda de los valerosos aventureros.

Sin demorarse el cruzado se introdujo en el agua y paso a paso fue cruzando el manantial hasta llegar al otro extremo juntándose con los suyos, una vez allí repartió los viales de los fuegos de alquimista entregando uno a Ekaterina, Piero, Garinya, Willbur y Dagfinnr.

Una vez repartidos se equipó con el escudo y la maza y se encaminó hacia el interior de la cueva, debía de avanzar junto a ellos para no demorarse. Procuró caminar sin hacer ruido, cuidando el sonido que hacia su armadura al moverse.

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Sobre el hombro de Win, Peludo avanza al interior de la caverna. Dicen que podría ser una tumba, aunque al gato no termina de quedarle demasiado claro el concepto de tumba. La otra vez le habían intentado explicar pero todavía le cuesta un poco entender por qué los humanos no se comen a sus muertos.

"Es lo mejor, alimenta a la manada y no atrae predadores."

Pero ese es tema para otro debate. Peludo escucha las palabras de Win y le contesta de inmediato en susurros:

 - "Miau. Miau." (Está justo detrás nuestro. ¿Por qué?)

El gato mira hacia atrás y ve a Tronquito, por lo que no entiende la duda. De pronto, ve a aquella masa de ratas extrañas delante y ya no le apetece mucho comerlas. Ahora solo teme que ellas se lo coman a él.

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La oscuridad de la caverna se cierne a mi alrededor, y lo sé porque dejó de ver colores y sí veo en blanco y negro.

A lo lejos se escucha el sonido de decenas o cientos de patitas correteando. No me cuesta mucho ver el enjambre de ratas. Trago saliva y preparo el vial explosivo. Espero no terminar como el cerdo.

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Shelyn guiaba sus manos y afinaba su puntería, con rapidez la bomba alquímica salió despedida de sus manos y recorrió el aire hasta impactar a las sucias ratas. El fuego apareció como por arte de magia, los ojos del goblin brillaron al verlo aparecer. El fuego purificador y salvador había aparecido para acabar con la fealdad y suciedad del mundo. Las llamas aparecieron y el olor a rata quemada impregnó su nariz. Una pequeña risa comenzó a brotar de la garganta del pequeño ser.

—¡Fuego! ¡Fueeego! ¡Fueeeeegoooo! ¡FUEEEEEEEEGOOOO!

La risa comenzó a desatarse de forma cruel e histérica. Las manos de Ertiznao temblaban de ¿placer? La visión purgatoria de su admirado fuego destruyendo a los enemigos que les acechaban le hizo enormemente feliz.

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Dagfinnr también lanzó el vial de fuego alquímico que se unió a los demás proyectiles ígneos hasta formar una hoguera considerable que abrasaba las ratas del enjambre. Un fuego intenso y letal, aunque de corta duración. Rápidamente se preparó para el inminente combate, sacando su espada y su escudo. Eran simples ratas, pero cualquier enemigo podía convertirse en un problema, y más en su estado actual. Además, sospechaba que se iban a encontrar con algo más que ratas en las profundidades de aquel túnel.

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Cuando Peludo maulló por lo bajo que Tronquito estaba junto a ellos el ciego se giró sorprendido para comprobar que, en efecto, el arbóreo estaba pegado a su culo. Un no aquí, aquí. Como si la tierra se lo hubiera tragado en un punto distante y lo hubiera vomitado repentinamente junto al invidente y el gato. Sorprendente.

- Oh. Pues... perfecto - susurró sabiendo que sus habilidades y su capacidad de sanación vendrían muy bien. En ese mismo momento se inició la lluvia de fuego contra el enjambre de ratas. Escuchó los ruidos cristalinos, los sonidos fogosos, los quejidos lastimeros de las ratas y la risa macabra de Ertiznao. Sintió el calor en el ambiente y el movimiento de sus compañeros, prestos para el combate. Win avanzó, acercándose a primera línea y preparó su arma para atacar al primer roedor que viera.

- ¡Seguid flambeándolas! ¡El fuego es nuestra mejor arma!

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La visión de aquellas ratas extrañas es interrumpida por el movimiento de sus compañeros, pues el gato estaba absorto en su intento de análisis de aquel enjambre de alimañas. El grupo se posiciona, listos para lanzar los fuegos de alquimia que tenían preparados desde acabar con la catapulta.

"No tengo uno de esos pero sí puedo aportar con algo."

Peludo gira y levanta la cola, apuntando a su objetivo para disparar su letal salpicadura. De pronto, todos comienzan a lanzar sus frascos y el felino sabe que es el momento. Se concentra un momento y rocía con un pequeño chorro de ácido que impacta en las criaturas ya en llamas, esperando aportar con algo a su destrucción.

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Los héroes de Trunau se adentran en un abrupto túnel que parece llevar cerrado y aislado siglos. El techo varía en su altura, desde los cuatro metros y medio, hasta los seis, dependiendo de la zona. Multitud de telarañas cuelgan del techo y a medida que avanzáis os alcanza el rocío del agua del manantial exterior, sobre todo en los primeros metros.

La tenue iluminación interior hace que brillen levemente los hilos de seda de las arañas. Trozos de escombros yacen esparcidos por el suelo entre montones de tierra.

El grupo avanza mientras el túnel desciende por debajo de la colina Marcasangrienta. Tras casi unos cincuenta o sesenta metros de marcha llega hasta la boca de una amplia cueva. El aire allí es húmedo, pero fresco, posiblemente provocado por el fluir del agua bajo tierra con el paso del tiempo. Un fino brillo de condensación cubre sus rocosas paredes. Un estrecho pasaje sale de la cueva hacia el oeste. Al sur, el suelo desciende en la oscuridad, mientras que un puente de piedra lleva a otra cueva hacia el este.

El sonido del agua goteando se escucha a lo largo de toda esta cueva. El grupo avanza lo más sigiloso que puede hasta toparse con el enjambre de alimañas no muertas. Las ratas sombra parecen estar dándose un festín con algo cuando reciben los primeros impactos del fuego alquímico.

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Y finalmente, después de suficiente fuego y un par de gotas de ácido, las alimañas son destruidas. Un día cualquiera, Peludo bajaría del hombro de Win para ver si son comestibles pues su política dice que eso jamás se sabe hasta que se prueba, pero este día no. Ha sido cortado, golpeado y otras cosas aun menos decorosas, no tiene ganas de intoxicarse.

"Quizás otro día. Hoy, puedo vivir con la duda."

Así que ve como las ratas arden y se queda, impasible, sobre el hombro de su amigo. No tiene ánimos ni energías para moverse demasiado, sin contar con los dolores que le llegar desde su cola en cada movimiento brusco que hace, por lo que prefiere simplemente ser llevado... Como un gato cualquiera.

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Era sorprendente. Y un poco esperanzador también. Salvo el pobre sargento (y Piero se resistía a considerarlo parte del grupo) todos seguían vivos después de los sucesivos combates. Heridos, sí, pero vivos.

Sorprendente, sin duda. El granjero echó un vistazo a las ratas que ardían retorciéndose como leños en el fuego. No le producía placer alguno, aunque tampoco desagrado. Eran sencillamente alimañas dañinas y, eliminarlas, era necesario. Empezaba a sentir un enorme cansancio. De hecho, llevaba sintiéndolo desde hacía horas. No llevaba armadura alguna, estaba cansado, le dolían los brazos, y las piernas. Y por supuesto, las heridas, que no habían sido pocas.

Vio, entonces, como Wilbur se alejaba en una de las direcciones.

- El único axioma esencial es no separarse. Y esa dirección es tan buena como cualquier otra- dijo acompañándole.

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En el páramo de Belkzen existe un axioma, algo que te mantendrá un poco más seguro: seguir en movimiento. No puedes dejar que una decisión te paralice, o podría ser lo último que hagas.

Así pues, prefiero no quedarme a ver como las ratas arden. Una vez estoy seguro de que están muertas, miro alrededor. Tres caminos, un problema si nadie se mueve. Así pues, empiezo a dirigirme a uno. ¿Por qué? No sé, quizás es inspiración de Erastil, a saber. Pero voy hacia allí, y me alegra saber que mis compañeros vienen conmigo.

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Después de escuchar unos chillidos agónicos solo se escuchó el crepitar de las llamas y un olor desagradable a carne quemada. El ciego comprendió que la amenaza había sido eliminada y asintió con la cabeza.

- Bien hecho - reconoció a los pirómanos. Entonces Will tomó un camino, al parecer de manera aleatoria, con la intención de ver a donde llevaba. El invidente conocía la capacidad del arquero para orientarse y seguir rastros. Por ello le habló.

- Will, ¿Has visto huellas o rastros de los orcos? - preguntó para saber si ese era el motivo que lo había conducido a elegir ese camino y no otro.

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Ertiznao había lanzado la segunda bomba alquímica sin detener el in crescendo maníaco de su aguda risa. Posiblemente fruto de aquel estallido de inclasificable y placentera diversión su segundo proyectil erró y no impactó en su objetivo. No importó mucho a nadie, las ratas murieron por otras bombas y él siguió riendo sin parar. Cuando ya no se escuchaban los quejidos de los sucios roedores el goblin cesó con su estallido de risa.

—¡Apechtochoch roedorech! ¡Nada podéich hacer contra el fuego chagrado! ¡La belleza chiempre triunfa!

Dijo mientras levantaba su puño amenazador contra los cadáveres calcinados de sus adversarios. Otro combate en el que él participaba y otra victoria, el camino de la elegancia y el buen gusto seguía alumbrando el mundo. Todo iba a salir bien, de eso estaba seguro el goblin. Cuando reparó que sus pensamientos le habían mantenido algo ausente y sus compañeros habían retomado la marcha, echó a correr tras ello.

—¡Echperadme!

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Haluk se posicionó en un lugar cercano a la pared, en caso que le atacasen solo debería de preocuparse por uno de los flancos que tenía descubiertos. Pudo ver los fuegos de alquimista sobrevolar el espacio que les separaba de las ratas.

Los objetos incendiarios colisionaron contra aquellos seres y no tardaron en iluminar aquella parte de la cueva, el fulgor de las llamas fue reflejado en los ojos del trasgo y una siniestra sonrisa se dibujo en sus labios disfrutando de aquella horrorosa visión.

<< Arded… >>

Fue su único pensamiento mientras sujetaba la maza y escudo con firmeza viendo a las ratas arder, sus chirridos de dolor y angustia era pura música infernal para Haluk, estaba preparado para terminar de destruir cada una de esas bestias. Al cesar los sonidos el cruzado de Asmodeus se acercó en una clara posición defensiva con el escudo al frente e iba machacando con sus pies a las ratas, todas estaban muertas pero por si acaso se debían de rematar.

Durante ese breve tiempo el seguidor de Asmodeus se dedicó a ver con claridad que cada una de las bestias habría sufrido la muerte con el fuego que se iba extinguiendo dejando ver aquella tenue ceniza que se alzaba con el paso de los aventureros.

- “Todas muertas, buen trabajo.” -

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Su tozudez había podido más, de nuevo, que los azares y obstáculos que la vida les ponía en el camino. Esta vez, representados por unas extrañas ratas que devoraban un cadáver de un orco, seguramente vivo hace no demasiado, y que no tuvieron tiempo de replicar a la tormenta de fuego que recibieron. Solo habían tenido que dilapidar una cantidad insana de recursos para lograr aquello, lo que debía ser una victoria en cierto modo. 

Aún poco convencido con todo aquello y con haberse dejado engañar para hundirse más en aquel pozo de peligro y dolor, Dragos siguió al grupo. Al menos aquí el sol no le alcanzaría, eso debía ser algo que agradecer...

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Aún habiendo conseguido vencer al gigante, su caída había descubierto un enorme agujero en las defensas de Trunau, nunca mejor dicho. ¿Cómo podía haberles pasado desapercibido el ambicioso plan de los orcos? Ni a la milicia, ni a los habitantes más longevos de Trunau, ni a Melenaplateada...

El druida siempre había sido un silencioso guardián del lago. La sombra de la sospecha comenzó a hacerse más grande en la cabecita de Momo, alterada su consciencia como estaba por las drogas.

Afortunadamente no había descanso y de nuevo tenían entretenimiento. Una plaga de ratas espectrales bloqueaba su camino al interior de la gruta desconocida y primero, para poder pasar, debían deshacerse de ellas. Gracias al acopio de fuegos alquimistas con el que habían logrado ir haciéndose durante la batalla fue tarea fácil. De las ratas ya sólo quedaban sus cuerpos carbonizados.

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Haluk se puso en marcha siguiendo al grupo por la oscuridad de aquella cueva, el trasgo fue avanzando y atento a su alrededor. El ruido del agua dificultaba que pudiera captar algún tipo de señal acústica que le verificara que había más seres en el interior, pero no podía asegurarlo.

El cruzado de Asmodeus sujetó con firmeza el escudo y la maza pesada, sus ojos de hobgoblin se habían acostumbrado a aquella oscuridad y podía ver en ella por lo que no necesitaba una fuente de luz para ver. Se percató de los movimientos de sus compañeros como iban avanzando con cautela, debían de asegurar aquella cueva costara lo que costara, si no podían debían de sellarla para evitar que el mal entrara en Trunau por aquel lugar.

<< No sé que nos encontraremos y si podremos hacerle frente, si aquella cosa entró por ese agujero tal vez hay más gigantes aquí en el interior. Debemos de peinar toda la cueva y ver que no haya nadie, en caso de haber pieles verdes terminar con ellos y si no podemos terminar con ellos sellar la entrada para que no puedan acceder. >>

Con gran determinación el hobgoblin siguió su trayectoria hacia el interior de la cueva, dejando atrás los cadáveres de las ratas.