Partida Rol por web

PUEBLO DE TRUNAU: POSADA "LA CASA ENREDADA".

AÑO: 4715 RA.

ESTACIÓN: INICIO DE LA PRIMAVERA.

MES: FARASTO.

DÍA: 7, DÍA DE LAS ESTRELLAS.

HORA: POR LA MAÑANA.

Desayunó hasta reventar, su pequeño cuerpo de goblin ingirió más comida de la que podría parecer coherente sin embargo y contra todo pronóstico le resultó bien. Su cara parecía más animada y su color verde volvía a ser más brillante, incluso a él se le notaba más enérgico de lo que solía estar. Lleno de energía como de costumbre, lo que podía resultar muy cargante.

Cuando se inició la repartición del botín de la batalla el pequeño goblin se escapó para revisarlo de cerca con ojo crítico. La mayoría de las cosas eran para él cacharros inservibles por su modo de empleo o tamaño, sin embargo buscaba algo en concreto. Unos virotes que sirvieran para su pequeña ballesta. Por mucho que rebuscó no encontró nada que le fuera útil, cosa que le deprimió de forma notoria.

—No hay nada que chea útil para mí, yo quiero dinero para montar un templo para Chelyn aquí. Uno grande e imponente. Vended lo que chobre y dadme mi parte.

Sentenció finalmente mientras volvía cabizbajo hacia el taburete que había estado ocupando momentos antes. Al escuchar las pérdidas de sus compañeros rezó a la diosa de la belleza en silencio para luego tratar de confortarlos con sus palabras.

—Lo chiento mucho, llegarán momentoch mejorech para todoch. Echo cheguro, ya lo veréich —dijo levantando el tono en sus últimas palabras para sonar más enfático y convencido.

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MES: FARASTO.

DÍA: 7, DÍA DE LAS ESTRELLAS.

HORA: POR LA MAÑANA.

Sé que Tronquito también quiere la armadura. Tronquito, comprendo que necesitas protección. Pero déjame esta armadura para mi digo, señalando la armadura de cuero Tachonado de buena calidad. Prometo que esta la adaptaremos para ti digo, señalando la mía, o esa señalando la otra que tenemos. Al final, yo solo cogí las flechas.

De los objetos que no nos son útiles, debo dar la razón a Ertiznao. Como bien dice Ertiznao, el resto de objetos deberíamos venderlo y repartirlo.

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Rabus leyó la carta transcrita por Monique, cuyo contenido resultó incomprensible para él a priori. Parecía ser que eran necesarios varios objetos para dar con una localización. Al final, parecía que aquella batalla contra Trunau no tenía otro fin que tratar de dar con aquello. 

Tronquito negó con la cabeza. Era posible que no entendiera bien la situación y prefería que fueran los demás miembros del grupo quienes clarificaran la situación no fuera a ser que hablando a destiempo, metiera la pata. 

Entonces escuchó a Wilbur. Entendía su petición. La entendía muy bien. Pero también sabía que había encargado una armadura justo antes del ataque, renunciando a la propia, y el destino había querido que no tuviera ni la una ni la otra, debiéndose haber enfrentado a los enemigos con la sola protección de su piel. 

-Lo siento, Wilbur. No pretendo discutir ni quisiera que te tomaras a mal mi negativa. Pero no. Sin duda, habrá suficiente dinero como para poder comprarte una maravillosa armadura, afín a tus necesidades. 

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Rabus seguía releyendo la carta, mientras a su alrededor el resto continuaba desayunando y discutiendo los pormenores de la distribución del botín conseguido. Una sonrisa cansada se dibujó poco a poco en su rostro.

—No me lo puedo creer... —susurró con una corta risa.

Por más que releía la misiva, lo increíble de sus implicaciones no dejaba de asombrarle. ¿De verdad que todas las muertes de sus vecinos se debían a una fabulosa historia contada a la orilla de la chimenea? ¿La causa de tanta destrucción y de la más que posible desaparición de Trunau radicaba en un simple cuento para hacer dormir a los niños?

—Esto... esto es increíble... —Algunos rostros ya se habían vuelto hacia él, con extrañadas miradas y ceños fruncidos. Rabus alzó una mano, como pidiendo disculpas, antes de continuar:—. Esto... conozco estos nombres. Yo... mi abuelo, que el abrazo de Iomedae lo sostenga en su seno, me contaba esta historia cuando solo era un niño.

Piero esbozó una sonrisa, reconociendo el tono de voz que el posadero siempre usaba cuando se disponía a relatar alguna historia a sus feligreses del Campo de Muerte.

—Sí, viejo carcamal, los dos fuimos niños alguna vez, aunque ahora parezcamos trapos sucios secados al sol. ¿Por dónde iba...? Ah, sí, mi abuelo... El abuelo Gustav plantó en mí la semilla de las historias. Siempre tenía un cuento o una fábula para entretener a su nieto. Cada noche una diferente; no recuerdo que repitiera jamás ninguna. Pero eran solo eso: historias para adormecer a un crío revoltoso. 

Hubo algún resoplido de impaciencia, algunos brazos cruzados al pecho y alguna mirada hacia la cocina en busca de más huevos fritos. Todo buen contador de historias conoce las señales que indican que está perdiendo la atención de su público.

—Pero parece que alguno de esos cuentos era algo más que eso —prosiguió, alzando la traducción de Momo para que todos la vieran—. Esta es la prueba de la existencia de Nargrym Manodeacero. O eso o esos jodidos orcos se han tragado un cuento para niños y han destruido nuestro pueblo en base a una historieta para críos. No sé qué es peor... Según la historia que me contó el abuelo Gustav, Nargrim Manodeacero fue un héroe enano de Janderhoff que se hizo famoso defendiendo los intereses mineros de su ciudad en la región de las Montañas Giramentes. Era un Matagigantes. Y se dice que tenía una mano mágica que le permitía volver las armas de los gigantes en su contra. ¡Lo sé! ¡Es una locura! Pero también lo era la historia de un héroe entre los gigantes que vestía una armadura que le hacía más poderoso y más... ¡gigante! ¡Y anoche estuvimos ante su cadáver!

El resto de comensales vertían ya toda su atención sobre Rabus y su narración. Como buen contador de historias, el posadero sabía cuando sus oyentes querían más, así que alzándose de la silla miró a cada uno de los presentes apoyando las manos sobre la mesa para dar más énfasis a sus relato.

—Tal y como ayer pudimos comprobar, bajo la Colina Marcasangrienta anida la tumba de Uskroth, un antiguo caudillo que lideró a su tribu hace más de doscientos años. ¿Y cómo se llamaba su tribu, según las historias del viejo Gustav? Sí, amigos, era la tribu de los Corazones Retorcidos. Se dice que fue una tribu muy peculiar, puesto que estaba formada por gigantes y orcos. No me perderé ahora en narrar las aventuras y batallas del mítico Uskroth y su martillo mágico creado por herreros gigantes —continuó, no sin antes lanzar un guiño de complicidad a Dagfinnr—, pero es más que esclarecedor que ayer Trunau fuera atacado por una horda de orcos secundada por gigantes y que ahora estemos leyendo una carta firmada por una tal Grenseldek, Caudilla de los Corazones Retorcidos. ¿Una descendiente, tal vez, del mismísimo Uskroth? Quién sabe... Pero está claro cuál era el objetivo de la incursión, esto.

Rabus tomó la geoda que yacía olvidada junto a su plato y la paseó ante las miradas de sus compañeros. Parecía una simple roca volcánica, pero era más que evidente que significaba mucho más que eso para la caudilla orca.

—Esta piedra forma parte de una llave. O de un mapa, no lo sé. O quizás solo sea una piedra sin más, pero un ejército orco se ha lanzado contra nuestro pueblo porque cree en ella. Porque cree que esta roca va a abrirle las puertas de la tumba de Nargrim Manodeacero; una tumba que, según las leyendas, contiene vastos tesoros y probablemente el secreto de una magia que puede derrotar a los gigantes. ¿Vamos a dejar que se hagan con ella? ¿Os dais cuenta de que la única manera de vencer a los Corazones Retorcidos es tal vez encontrar esa tumba antes que ellos?

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Escuchó con atención a Rabus. Aquel humano, que parecía haber vivido ya mucho, tenía una forma de hablar y contar las cosas que le fascinó. Sin duda, hubiera sido un gran cuentacuentos o un magnífico actor. Pero lo importante de todo aquello era que confirmaba sus sospechas. La prom,esa de un tesoro había llevado al ataque y destrucción de Trunau y a la muerte de tantos y tantos, incluido el padre de Monique. La miró por un breve instante. Aquella carta y su contenido le ofrecía un pasaporte a la justicia o a la venganza, según y cómo se planteara.

-En las viejas historias se esconde muchas veces la verdadera historia de los pueblos, aderezada por la fantasía y las exageraciones propias del paso de los tiempos. Pese a ello, no negaría veracidad a cuanto nos has contado y más cuando ante nosotros tenemos dos de las piezas con las que teóricamente podríamos acceder a esa tumba y cuanto contiene -se abstuvo de mencionar la palabra tesoro puesto que aquel lugar, donde reposaba el cuerpo del héroe enano, bien podía haber sido saqueada hacía una eternidad-. Pero falta una tercera pieza, la que está en manos de esa Grenseldek. Sabemos que el semiorco alquimista portaba este broche -dijo sacando el mismo y depositándolo en la mesa-. Y que ella estará al tanto de su muerte dado que el lazo entre ambos se ha roto. No me extrañaría que esa Corazón Retorcido se hallara en la propia Trunau, quizá escondida bajo la apariencia que le otorga la magia de una runa. El semiorco alquimista tenía una en la cara y por lo que logré deducir, le proporcionaba apariencia humana. Y quizás, y solo quizás... ¿Recordáis la carta que hallamos aquí mismo, en el doble fondo de un escritorio y que mencionaba a una tal Melira?

Guardó un instante de silencio, concentrado, haciendo trabajar su memoria.

-Decía algo así como, "Melira, no debería de estar fuera mucho más tiempo. Aún no hemos encontrado lo que hemos venido a buscar, pero es cuestión de tiempo, y los otros preparativos están procediendo como estaba planeado. Un capitán de patrulla de la milicia se ha estado entrometiendo, aunque no preveo que vaya a ser una amenaza mucho tiempo más. Una vez que hayamos terminado nuestro trabajo ya no importará de todos modos, y podré volver contigo. Me maravilla haberte encontrado en mitad de todo esto, y pienso en ti constantemente. Pronto, mi amada".

Miró a sus compañeros.

-Tal vez Melira sea Grenseldek. ¿Estáis de acuerdo o tengo demasiada fantasía?

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No había intervenido Piero tras las palabras de Momo. Ya le había hecho saber, la noche anterior, lo que sentía y pensaba. Y, para ser sinceros, no era el momento ni de buscar las altas miras de la fe, ni de promesas de venganza. El dolor era de Momo, y ella debía decidir como gestionarlo. Su único consuelo fue, al igual que la noche anterior, agarrar un instante la mano de la alquimista gnoma, mientras hablaban sobre los objetos encontrados, y apretarla, ligeramente, mirándole a los ojos, y sonriendo con tristeza.

Lo lamentaba por ella. Eso era todo. Se lo había dicho y esperaba que ella lo supiera. No era falta nada más. No se podía dar nada más.

Pero, por supuesto, no podían centrarse en la pérdida de la gnoma, por muy devastadora que ella resultara. La vida, la tragedia, les rondaba, y el vicioso ataque que habían soportado debía tener una explicación que, tal como había supuesto, resultó estar en la carta escrita en gigante.

Ya todo se comprende. Pensó el campesino mientras escuchaba las intervenciones de unos y otros. Este tesoro no está maldito... pero es verdad que no debe quedarse en Trunau. No mientras exista la tal Grenseldek, o Melira, o cualquiera que sea el nombre con el que se haga llamar.

- En mi opinión Rabus, y sobre todo Tronquito, tienen razón. No se si la tal Grenseldek es, o no, Melira. Pero por los datos que tenemos bien puede serlo. También esta explicación podría ser el motivo de la sensación percibida por Dragos. No es tanto que se trate de objetos malditos, como que su presencia en Trunau atraería, necesariamente, nuevos ataques.- hace una pausa y, tras la misma, continúa- En mi opinión todos los objetos que no hemos repartido por no ser útiles a alguno de los miembros del grupo debemos venderlo a la primera caravana que llegue a Trunau. Como se ha dicho, el importe se repartirá entre los trece miembros que somos, a partes iguales. Indicaré a Jagrin Grath y a su hijo Kurst lo que hemos descubierto. Creo que será preciso que alguien trate de encontrar a la que ha perpetrado el ataque. O la tumba del matagigantes. En todo caso, es un primer paso para vengarnos y proteger Trunau.  Me alegra que hayamos eliminado a uno de los que han provocado todo esto y si, además, era cercano de alguna manera al corazón de quien ha propiciado esta masacre, mejor que mejor.

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Al ver que el tamaño de la armadura de Uskroth no se achica hasta llegar al tamaño de un gato, Peludo retiró su mano, decepcionado. Siempre supo que los humanoides y bípedos en general eran bien cortos de miras, pero esto lo termina de confirmar.

"No considerar que podría llevarla un poderoso gato guerrero para cambiar el curso de la historia es una seria falta de visión."

Pero no es algo que le importe, pues él realmente no es un guerrero y tampoco sabría moverse con una cosa como esa sobre su cuerpo.

Ahora, permanece concentrado amasando a Momo para que no se sienta tan triste, aunque no entiende las palabras que ella le dedica. Inclina la cabeza a la derecha, intentando saber a qué se refiere, pero no lo consigue. Deduce que algún conocimiento de las costumbres humanoides le falta para entender aquello:

 - "Mrr. Mrru." (¿Que es un suegro? ¿Y a que altar tiene que ir?)

Aunque no es relevante ahora. Ella está triste y ya habrá tiempo para entendernos mejor.

Pero entonces comienza el tema de la carta, donde la leer y luego hablan acerca de las historias que conocen. Me queda todo claro y eso, pero no termino de entender el motivo. Dejo de masajear a Momo para pararme cerca de Win y preguntarle directamente:

 - "Mrrr. Miu. Miau. Miauu." (¿Y por que debemos ir a buscar esa tumba? ¿Por los tesoros? Los orcos seguirán odiando a Trunau y la atacarán. ¿Que sucederá cuando vuelvan a atacarla y nosotros estemos demasiado lejos para defenderla?)

La verdad es que no sé qué deparará aquella idea pero el hecho es que no veo que vaya a cambiar nada realmente. Quizás lo mejor solo sea resguardar bien la piedra, el martillo y quedarnos a protegerlo para siempre, para que esos orcos jamás la obtengan.

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Niego ante las palabras de Tronquito. No estoy de acuerdo, pero es cierto que la armadura la tiene él. Quizá algún día te arrepientas susurro, más para mí que para nadie más.

Escucho la carta y la historia. Y al terminar, planteo la pregunta que me rondaba. ¿Y por qué asumimos que Grenseldek es orca? Podría ser gigante, o semi gigante.

En cualquier caso, si un objeto así existiese, y si se pudiera usar con cualquier arma y no solo con los gigantes, podría ser el fin de todo.

Hablaré con el capitán.

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Win escuchó junto al resto cuando se leyó la carta traducida. También escuchó las historias que contaba el posadero sobre los personajes legendarios e históricos de aquella región, estrechamente relacionados con el ataque acontecido sobre Trunau. Todo cobraba cierto sentido, dependiendo el enfoque que se aplicara, pero ahora quedaba bien claro qué objetos habían buscado los orcos desde el principio: la piedra y el martillo. Fuera como fuese la tal Grenseldek y su clan pretendían hacerse con el tesoro de los enanos. De un matagigantes, concretamente. Aquello era interesante y significativo.

Cuando Peludo se arrimó hacia él preguntándole sobre todo ello el joven iomedano se encogió de hombros, a modo de dar a entender que él al menos lo veía claro. El ciego.

- A mi entender deberíamos ir a investigar qué buscan los asesinos de nuestro pueblo y a ser posible evitar que se hagan con ello. Sin tenerlo han sido capaces de infligirnos un gran daño. Con ello... quizás puedan destruirnos - opinó -. De todos modos, con lo poco que sabemos, parece que buscan objetos de gigantes y contra gigantes, si las leyendas de los objetos son ciertas - apuntó el invidente, pensativo. Aquello era curioso. Si la líder del Clan Corazones Retorcidos era una gigante, ¿Para qué quería armas u objetos dañinos a su raza?

- Para usarlo contra otros gigantes - se respondió a sí mismo en voz baja -. Rabus, Will, por curiosidad, ¿Sabéis de otros clanes gigantes por esta región? - preguntó a los autóctonos con más experiencia en esa respuesta, uno por ser guardia y el otro por antigüedad y conocimientos de historias.

Ante la última pregunta y observación del minino Win también respondió su parecer.

- Mientras ese clan exista Trunau siempre va a estar en peligro. Siempre. Y si retornan cuando no estamos... puede ser catastrófico, sí. A no ser... - comenzó a decir girando su rostro hacia la piedra primero y el martillo después -... a no ser que sepan que lo que buscan ya no está aquí. Y probablemente se centrarán en perseguir a aquellos que tengan en su poder dichos objetos - dijo de una manera muy significativa.

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El trasgo pudo averiguar cosas de aquella interesante armadura, le sorprendió lo que llegó a descubrir. Era una auténtica maravilla, una creación excelente y de muy buena calidad con unas aptitudes mágicas más que notables.

Haluk se había perdido parte de la conversación, aunque su objetivo seguía siendo el mismo mantenerse con la gente de Trunau y seguir sus propósitos, aquel pueblo se había ganado la confianza del hobgoblin y veía un camino a seguir en dicho lugar, una finalidad que seguía con su criterio de seguir los pasos de Asmodeus.

- "Win, disculpa" – interrumpió el trasgo que se acercó al fiel seguidor de Iomedae para explicarle lo que había descubierto de la armadura – “Es una armadura de muy buena calidad Win, se adapta al cuerpo de su usuario y con una vigilia de un día y una noche velando la armadura creas una especie de vínculo en el que te beneficias de una protección mágica y bueno… utilizando un comando de voz, que vendría a ser el nombre del clan del que estabais hablando, lograrías obtener una especie de energía que te permitiría golpear con mucha más fuerza y consistencia. Es una buena armadura Win, deberías tenerla y darle uso eres un guerrero formidable y por el trabajo que has hecho debería ser más que merecida. " -

Haluk era justo, el ciego había hecho una labor impecable matando orcos, el trasgo ya se había fijado en las otras armaduras que había en la mesa. Ahora intentó centrarse en la conversación que mantenían los guerreros de Trunau, había estado muy ausente con la armadura y ahora intentaba recuperar el hilo de la conversación. 

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Tronquito escuchó a unos y a otros. Fue muy consciente del desagrado de Wilbur ante su negativa a deshacerse de aquella armadura y le vio murmurar entre dientes aunque no alcanzó a escuchar sus palabras ni tampoco quiso forzar sus sentidos para hacerlo. Sintió pena por la situación y a punto estuvo de ceder en aquel extremo y deshacerse de la armadura en beneficio del arquero, pero acabó refugiándose en el silencio quizás un tanto cobardemente. 

-¿No hay forma de usar el broche y su mechón para localizar a quien se hallaba en conexión con él? -preguntó. La magia era magia y aun cuando se hubiera podido romper el lazo entre los dos amantes, algo debía quedar, un algo que permitiera descubrir a Grenseldek.

Cogió el broche entre sus manos y lo miró fijamente. 

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Win agradeció el gesto de Haluk de informarle sobre las propiedades de la armadura, de entre las cuales él tampoco captó maldición o hechizo maligno en ella, y especialmente por cerderle el objeto. Junto a él el hobgoblin era quien posiblemente estaba más interesado en portar la armadura mágica, descontando a Peludo que se llevó una decepción cuando esta no se tornó de tamaño y forma gatuna, por mucho que la toqueteó.

- Gracias, Haluk - agradeció por la cesión y el reconocimiento del seguidor de Asmodeus a la lucha del ciego del día anterior -. No se hubiera logrado sin el esfuerzo de todos. Trataré de darle un buen uso - aseveró el iomedano. Resultaba curioso el buen trato que había entre el cruzado y el oráculo. Uno, seguidor de una deidad infernal. El otro, seguidor de una deidad celestial. Afortunadamente, quien supiera algo de religión sabría que, por raro que pareciese, Iomedae y Asmodeus no se llevaban mal, colaborando en muchos asuntos. Si no para imponer el bien, al menos para instaurar el orden y combatir el caos. Por otro lado su ceguera le había proporcionado muchos problemas, pero también ventajas. Entre ellas que en su mundo oscuro, aunque con formas y contornos distintos, todos eran iguales. El aspecto no condicionaba a que el invidente emitiera juicios previos, como si pudiera haberlo hecho cuando veía. Un hobgoblin, un goblin, un ghoran, una strix o un humano... no suponía gran diferencia para Win. Lo que importaban eran sus actos.

Sonrió a Piero y asintió al saber que no era el único que pensaba de aquella manera. Debían enfrentarse a ese clan, arruinar sus intentos de hacerse con lo que querían y llevarse los objetos para poner a salvo a Trunau. También no estaría de más hablar con Melenaplateada, sin duda conocedor de muchas cosas, y consultar con los cabezas visibles del asentamiento al respecto... después de organizar el enclave tras sus destrozos y dar un último adiós a los caídos.

Con todo ello en mente, el seguidor de Iomedae tampoco olvidó en que habría que equiparse y aprovisionarse adecuadamente para lo que tendrían que afrontar en un futuro no lejano. Un excelente alfanjón y un buen martillo de guerra se unieron a su panoplia. Escuchó un maullido a sus pies y asintió ante el recordatorio de Peludo de hacerse con algo muy importante: abundante comida de gato.