Partida Rol por web

Bienvenidos a Monster Brawl! Por fin comienzan la peleas, lo que todos esperabamos, y desde este cementerio en mitad de un pantano se lo intentaremos contar lo mejor que podamos tanto yo como mi compañero, la leyenda del Wrestling, Sasquatch Sid Tucker. ¿Que prevees de esta pelea, Sid?

Hola Buzz y hola a nuestros espectadores desde casa! Esta va a ser la pelea más física sin duda, pero no me lo entiendan mal, casi la prefiero. Todos esos seres sobrenaturales que no saben dar un guantazo o esos saltimbanquis dando vueltas y saltos están bien, pero donde se ponga un buen tortazo a mano abierta que se quite una patada giratoria, a no ser que seas Chuck Norris. Pero dejemos de hablar por un momento y dejemoslos empezar, ¿no te parece, Buzz?

Pues claro que me parece, Sid. Ahí sube al ring el arbitro para dar comienzo a la pelea.

Quiero una pelea todo lo salvaje y entertenida que podais. Aquel que me aburra será penalizado y el que me parezca divertido premiado. Esa es la única regla, ¿de acuerdo?

El gólem entró en el escenario del que pronto sería el lecho de uno de los dos. Miró a su contrincante, y rugió agitando los brazos... Hasta que de repente el brazo izquierdo cayó al suelo. 

-Sigh...

La mole de piedra se agachó y recogió su extremidad caída, que aún se movía. Iba a ponérsela de nuevo, pero miró al ogro y se lo pensó mejor. 

Con una risa de lo más profundo de su pétreo cuerpo, el constructo se acercó en dos zancadas a su contrincante. Con el brazo derecho aún sosteniendo a su homónimo izquierdo, el ogro pudo ver como lo alzaba (y como el puño izquierdo se cerraba con fuerza), para luego descargarlo contra él con saña mientras gritaba:

-¡¡Machacar!!

El ogro simplemente se había subido ahí y no había esperado que el tipo al que se le había caído el brazo empezara a soltarle así una detrás de otra como un descosido.

-¡Eh, un mom- -¡FASCA! -LAAA MADRE QUE LO PARIÓ!!

Le habían estampado el brazo así a mala idea. Y eso que se la había visto venir, que había notado el cambio en la compleja química o más bien la arcilla y el barrizo y algo de pergamino ajado agitándose en el interior de la monstruosa cosa sin vida. Por la nariz se calaba al enemigo, sobre todo si tenía la sangre de un inglés... aunque igual era la falta de sangre lo que había cambiado las tornas en esto. O su mujer tenía razón y se estaba dejando tanto que una cosa que ni siquiera tenía articulaciones era más rápida que él, viéndola venir y todo. Se había preparado bien para aquello y había acabado encajando la hostia sabiendo por donde le iba a venir mejor.

Eso no hacía ni que le hubiera dejado de doler ni que no le cabrease. Porque vaya si lo estaba. ¡Pero como una mona, miren! En el siguiente viaje (porque igual que no hay uno sin otro, no hay dos sin tres) dejó que el brazo cortase el viento e interpuso el brazanco entre su cuerpo y el otro brazo que era de piedra y un arma a la vez.

-Tsssseeeeeh. Tranquilo fiera, que te voy a explicar una cosica...

Cogió el brazo y lo dejó caer. La otra mano seguía detrás.

-...y como te iba diciendo...

La enorme raqueta que era la mano del ogro, que ni se había molestado en cerrar, surcó el aire con el noble objetivo de introducir al hebraico constructo en las maravillas de la pasarela taurina; que lo iba a vestir de torero en cuanto lo emperchase, vaya. Y efectivamente, ni siendo el más torpe del mundo se podía fallar a aquella distancia a alguien tan grande como el gólem.

El único problema es que quizás, y sólo quizás, un movimiento cuya fuerza principal consistía en dejar al enemigo confuso, desorientado y muy dolorido para empezar una buena pelea de verdad no era la mejor idea contra un ser cuya biología era tirando a feldespática. Le iba a zumbar la mano del viaje y todo que le había arreado. No, quizás hacer aquello con una molecemento no había sido el mejor calculado de los movimientos de aquel combate.

Ahora, la hostia había sido gloriosa. Como para enmarcarla y que le hicieran la ola.

Increíblemente, el golpe había afectado al gólem. 

-¿Gólem pega... A gólem?

Aquello no tenía sentido, y la única explicación era que el ogro había usado el propio cuerpo del gólem para pegarle. 

-¡Gólem debe recuperar su brazo! 

El ogro sonrió maliciosamente.

-No te preocupes, chaval, que el ogro es un buen vecino...

BLAM! el primer leñazo con el brazo, dejándole la cabeza tocada. POOF! el segundo estampándose contra el estómago del gólem, o lo que tenía esta posición. PAF-PAF-PAF! el hatajo de golpes rápidos que se sacudió con el propio brazo de piedra hasta que se encogió de hombros, cansado y se lo pasó para que lo pillara al vuelo. Un momento, en la que el Gólem se vio con su recién recuperado brazo, en que notó la manarra del ogro sujetándole la nuca. Un ogro que, con su parche en el ojo, su barba de tres días y su palillo en la boca, sonreía abiertamente mientras echaba el puño hacia atrás. Su fuerza increíble se demostró cuando su oponente se encontró con que, nada más aparrándolo del pescuezo, lo había levantado unos cuantos pies.

-Cierra los ojos, shavah -le dijo, palmeándole el cogote- Tengo entendido que ayuda.

Y entonces fue todo uno, soltar al gólem que empezó a caer y conectarle la madre de todos los directos en la boca, que hizo que la estatua saliera disparada como un cohete en dirección contraria, listo para estamparse contra la pared más cercana, propulsión cortesía de la hostia a robabrazo más descomunal que se había visto por allí en mucho tiempo.

Viendo cómo se desplazaba, sacudió el puño, se hizo crujir la cabeza y las manos y se colocó en posición, agitando los hombros.

Ni cuerdas ni nada podía soportar aquella clase de embestida con alguien como el Gólem; las cuerdas se desmadejaron y acabaron rotas en un rincón en ese flanco, mientras que unos cuantos "técnicos" con protecciones como las del resultado del amor entre un antidisturbios y un catcher iban corriendo a encargarse de aquello. El ogro los ignoró, corriendo hasta el tipo y saltándoles por encima, aunque seguramente ellos no lo olvidarían en la vida... pero siguieron trabajando lo más rápido posible, hasta que todo estuvo arreglado.

-Venga, venga, baja... -dijo, crujiéndose los nudillos- Que te vas a cagar.

Esperó a que se levantase y, como sin darse cuenta, echó mano a una de las filas de sillas cercanas. Con un tirón la arrancó, ella y los hierros que la unían, y un par de personas que había sentadas cayeron... pero en vez de escandalizarse estaban encantadas de que sus asientos fueran utilizados de instrumento letal, y empezaron a dar saltos de entusiasmo y a gritar que lo destrozase. País.

-La que se va a liar, Gólem...

El gólem vio como aquel animal arrancaba una fila de asientos para atizarle. Confiaba en la dureza de su cuerpo para aguantar cualquier golpe pero... ¿Éso pegado debajo era chicle? 

Oh dioses... Odiaba el chicle. Como buena losa de piedra que era, empatizaba con las aceras y demás superficies donde los inconscientes dejaban el chicle pegado. Y no se lo podía quitar, por que sus dedos eran demasiado gruesos...

Y mientras los pensamientos recorrían su cabeza, el gólem volaba por el tremendo impacto. 

El ogro se fijó en que había hundido demasiado al gólem en la pared. Chascó la lengua y estiró la mano para cogerle del pie y sacarle de allí, lanzándole unos cuantos metros por el impulso. Lo siguiente que el levita pudo ver conforme se levantaba fue al ogro golpeándole con aquella improvisada arma, una y otra vez, por todos los lados, hasta que la constitución del material no pudo más y cedió. La del Gólem un poco, la de los hierros mucho, acabando con un amasijo retorcido de metal con unas cuantas prolongaciones de plástico y unos cuantos parchecitos de los que hacen los asientos más cómodo. Lo miró por un momento...

-Hay que joderse.

...y lo lanzó hacia atrás, sin fijarse en que el público empezó su particular pelea para apoderarse de lo que para él ahora mismo era un material de mala calidad. Apoyó la bota encima del pecho de la mole de granito ("ni para comer sirve; en serio, hay que joderse") y no miró demasiado hacia abajo, algo que podría haber aprovechado para cogerle y retorcerle la pierna; tenía tiempo antes de que el Ogro hiciera lo que estaba haciendo, subir la pierna y bajarla con el potencial de un martillo neumático empapado en crack.

El gólem estaba siendo arrastrado, y aquello no le gustaba. No, para nada. Puede que fuera un pedazo de roca, y que surgiera del mismo suelo, pero eso no lo justificaba.

Intentó zafarse, mientras gritaba:

-¡Antisemita! ¡Gólem denunciará al ogro! ¡No merece ser arrastrado por el suelo!

Y vio como aquella pierna bajaba para aplastarle... No, no iba a permitir éso. Y su brazo, aquel que se le había caído, acudió en su ayuda para intentar frenar el pie de su enemigo. Aunque pensándolo mejor...

En un último momento, el brazo intentó una maniobra desesperada, lanzándose directamente a por la entrepierna del ogro. Como buen hombre, ése debía ser su punto débil. 

Por la cara que había puesto el Ogro, podía deducirse que A) la palabra no entraba en su repertorio y B) le importaba un número par de cojones lo que pudiese protestar un tocho de piedra.

Estampó la pata en el estómago del Gólem, dejándolo sin respiración (menos efectista por ser una estatua) y prácticamente dejándolo todo zanjado... excepto por la respuesta ofensiva, que efectivamente, y como era de esperar, hizo que el Ogro se apartase y se protegiese, dolorido tras un ataque a su virilidad, y este sí boqueando por unos instantes. El problema es que después del dolor vino el cabreo, y como el Gólem pudo atestiguar tras ser levantado en vilo... era de esperar, también, que la reacción fuese de órdago.

Aquello pasó a no ser ya ni un combate, era un tipo dándole puñetazos por todos los lados a un muro de piedra, con la increíble contundencia de que iba ganando el tipo. La hacía retroceder, resentirse, ir a donde quería que fuese (que en aquel estado era la dirección hacia su puño más cercano). La gravilla se derribó por el ring, los golpes volaban, el público se enfervorecía, que no hay nada como la brutalidad más descarada y visceral para unificar al noble pueblo americano.

Y tras la salva de leches, un directo brutal, seco y rápido, que lo zanjó todo, enviando al Gólem a la otra parte, a su asiento en la lona. Le hizo un gesto para que se levantase mientras empezaba a hacer girar el puño derecho...