Partida Rol por web

Sin embargo, justo cuando Gabriel iba a entrar en la habitación, veis que baja abajo. Quizá vaya a ver a "su dama"... o tal vez quiera un trozo del último pedazo de carne sobrante de la cocina... El caso es que baja.

Bajastes las escaleras. Los últimos clientes se iban ya, y el dueño de la posada ponía tabuertes sobre mesas, mientras que su mozo barría con una escoba de paja, algo maltrecha. Al ver te pararon, y esperaron a ver qué decias.

Bernardo se santiguó y rezó una oración por el descanso del alma del desdichado Eric. Igualmente rogó el perdón por los actos que se disponía a realizar.

Se aproximó al cuerpo y procedió a comprobar su muerte: aliento, temperatura, latido del corazón, lasitud en los miembros. Después desnudó el cadáver, procurando notar cualquier peculiaridad en él, como fuesen lunares, cicatrices, ausencia de dientes o pelo y aspectos similares. Continuó su tarea centrándose especialmente en las heridas presumiblemente causadas por los lobos: los bordes desgarrados de las mordeduras y zarpazos, su tamaño, su localización, su apariencia. Investigó también la presencia de otro tipo de heridas para descartar la intervención humana. Trató de determinar si fue en efecto la pérdida de sangre la causante de la muerte, o bien estuvo aparejada a alguna otra dolencia o fiebre.

Por último, procedió a amortajar el cuerpo en su sudario y permaneció junto a él un largo tiempo en vela y oración, hasta que hacia la media noche regresó a la hostería para dar paz a su maltratado estómago y descansar hasta el alba.

Si, Medicina (CUL)

 Me acerco al hombre y le saludo amablemente:

 - Hola, buen hombre, quisiera saber si conocíais al fallecido y al hijo que mencionó antes de morir. ¿Era de estas tierras?.

A falta de encontrar una palabra mejor, ya que el orador era su amigo Bernardo, Bertrán dijo estas palabras al comerciante de Huesca. Curioso este Gabriel, ¿Lo conocéis de antiguo? ¿os fiais de él? No dudo de vuestras intenciones, pero si vamos a subir mañana al monasterio necesitaré confiar en todos vosotros, y este secretismo me da mala espina.

Esto lo ecía mientrs palpaba su bota, que se había vaciado durante la llegada al pueblo, y que ahora mismo podría ser una buen oportunidad para bajar a rellenarla. Hablad con confianza, pues soy un hombre de honor

No se. Yo creo que el que guarda secretos solo tiene dos posibilidades de ser: que guarda secretos de incuestionable importancia, o que guarda secretos que le averguenzan. De todas maneras, mi buen señor, todo el mundo merece confianza una vez que haya demostrado su valía de ella. La vida me ha enseñado cosas como a todo el mundo, y una es que la confianza vale demasiado para darla a la ligera. Por ello, yo siempre intento demostrar mis sanas intenciones cuanto antes.

De momento a mi Gabriel no me ha demostrado nada malo, y todo el mundo merece una oportunidad de responder de sus actos. A fin de cuentas podemos suponer... pero ¿quien va a asegurar nada de lo que hizo con la mujer o qué estará haciendo ahora?.

Yo soy de esas personas que doy rapido mi confianza... pero si se traiciona es muy dificil de recuperar. Llamadme bobo por ello, pero prefiero creer primero en la bondad de las personas. Ya habrá tiempo de pensar mal, ¿no creeis? Dije mientras sonreia amablemente.

Allí no había absolutamente más que ver: al parecer, tal y como dijo, las dentelladas de lobos eran precisas, a la altura del vientre, y tenía una severa hinchazón donde no había desgarro, fruto de que las tripas interiores estaban inflamadas y habían sido sangrantes...

El tabernero y su mozo te negaron. Dijeron que jamás lo habían visto y desde luego de Monistrol no era y al parecer tampoco de Montserrat, pues las gentes más o menos se conocen por la zona.

Obviamente, ese lugar era de paso de viajeros, y probablemente sería uno más de ellos.

El hermano Bernardo y Gabriel no venían aún.

Asiento hacia Gonzalbo, le doy una palmada en el hombro y entro en mi habitación a dormir

 - ¿Y la mujer pelirroja?. ¿Cual es su nombre? ¿Llevaba mucho tiempo trabajando por aquí?. - Les pregunté, refiréndome a la prostituta con la que me había acostado.

El hermano Bernardo no tardó mucho en llegar. Entró por la puerta y se encontró con Gabriel, el posadero y el mozo; los tres charlaban. Bertrán y Gonzalvo permanecían ya arriba, probablemente durmiendo, aunque cualquiera sabe. ¿Habría descubierto algo el clérigo acerca de ese misterioso y viejo tipo? ¿De qué hablaría Gabriel con el posadero a esas horas? Sea como fuere, en vuestras cabezas había un mandato, digno o no de ser cumplido, y tenía algo que ver con el hijo de ese tal Eric.

Oísteis al Hermano Bernardo entrar, pues se abría la posada en el piso superior (las tablas a veces eran tablillas, y bien que se oían los ruidos ajenos tras las paredes y suelos). Probablemente se encontraría con Gabriel, que aún no había ido a dormir en la habitación de Gonzalvo.

Me levanto con la ropa de cama, me pongo unos pantalones para cubrirme de cntura apra abajo y en la parte superior me dejo una camisa. Bajo al piso de abajo para enconrarme con mi amigo Bernardo. Una vez lo veo le pregunto

Bernardo, contadme, ¿Hicisteis alguna averiguación? ¿Fueron lobos?

Bernardo se tomó un tiempo para calentarse ante los rescoldos de la chimenea. El posadero, atento a su clientela, le acercó algo de lo que quedaba de la cena: estofado frío, cecina y queso. El benedictino se sorprendió al ver llegar a don Bertrán. En realidad no esperaba hallar a casi nadie fuera del lecho.

-Bernardo, contadme. ¿Hicisteis alguna averiguación? ¿Fueron lobos?

-Eso parece, señor. Triste cosa es que padre e hijo perezcan en la misma forma... -añadió, zanjando así el asunto-. Mas pensé que Gabriel andaría reposando de sus pecaminosos tratos. ¿Sabéis qué asuntos ha venido a tratar con el ventero?

 Antes de que el hombre y yo podamos seguir nuestra conversación, la molesta intervención de mis compñeros de viaje, hace que tenga que interrumpirla:

 - Disculparme un poco, buen hombre...

 Me acerqué a ellos y les dije, sin importarme nada de lo que opinase el cura de mí:

 - El hombre dice que no conocía al difunto y, por lo tanto, tampoco sabe nada de su hijo. Curioso que un hombre elija un lugar lejos de su hogar para venir a morir, ¿no?. Si me disculpáis, seguiré hablando con el tendero, pero no creo que hable libremente con un noble y un hombre de Dios delante, os contaré si averiguo algo más...

Gabriel se volvió sobre si, y continuó hablando con el posadero, que seguía barriendo la sucia taberna de abajo.