Partida Rol por web

El trabajo no iba a ser sencillo, el trabajo no iba a ser rápido, y lo que es peor, el trabajo no iba a ser indoloro; a medida que recogía las maletas de mi compartimento y me dirigía hacia la salida más cercana en mi mente tan solo había lugar para una única cosa; los recuerdos, la gran mayoría agradables y placenteros, pero ahora estas dulces memorias se habían vuelto amargos contrastes con la realidad que me tocaba vivir. ¿Cómo puede ser que los momentos más felices fueran en las épocas más oscuras?.

Una vez con los pies en la tierra, noté que allí se encontraba un hombre trajeado sujetando un pequeño cartel con mi nombre escrito. Lo reconocí, pese a que pasaron años, el apenas había cambiado, James Deavor Rymer, el nieto mayor del difunto. Su rostro se mostraba frío, marchito; algo normal teniendo en cuenta lo que ha pasado; su mirada perdida entre el vapor de la locomotora, perdido entre los sombreros emplumados y los abrigos del piel del resto del pasaje.

Saqué un puro de mi chaqueta, ir tan estrujado como en una lata de sardinas me había dejado con una carga física y un cansancio mental bastante notorios que solo un relajante y exquisito puro podrían aliviar. Saqué mi encendedor, era un regalo de mi padre, lo había llevado bien escondido en su recto durante la guerra, cosa que hacía que tuviera un origen muy feo en comparación de la calidad del material de dicho utensilio, además de la precisión que había en la inscripción que tenía. "Memento Mori", no podía tener una frase mejor para un militar, como lo fue mi padre o para un detective, como lo soy yo. Trabajamos rodeados de muerte y eso a veces nos hace no recordar nuestra propia vulnerabilidad.

Me acerqué al chico, parecía casi tan cansado como yo, como si fuera una tediosa tarea el tener que recoger a quien debía encargarse de descubrir como había muerto su pariente. - Buenos días, señor Deavor. - dije con la misma efusividad que expresaba la cara de a quien estaba saludando. - ¿Me haría el favor de coger una de las maletas de mi equipaje? Como ve, vengo cargado. - llevaba dos maletas en una mano, todo por tener la mano diestra libre para poder agarrar mi puro y exhalar el dulce y relajante veneno en forma de humo que emanaba.

James me miró a los ojos, ahora que me encontraba más cerca podía ver sus ojos cansados y vidriosos, quizás a causa de pasar una noche en vela llorando, o quizás por el humo de mi puro, sea como fuere su rostro derrotado contrastaba bastante con el que conocía en el pasado, el vivaz y alegre James ahora se había vuelto una mera sombra de lo que fue.

-Me alegra verte, -me dijo, incluso su voz notaba el cansancio- vamos al vehículo y hablamos de todo.

Agachándose para coger la maleta que estaba en el frío suelo, James se dispuso a abrir el camino entre el resto de los viandantes hasta finalmente salir de la estación sin algún tipo de problema o palabras cruzadas; el vehículo estaba ahí, tal y como dijo, aparcado enfrente de la estación, sin conductor.

Dejando la maleta en los asientos traseros me dispuse a montar en el copiloto mientras este hacía lo mismo en el asiento del conductor, en apenas unos minutos ambos estábamos lejos del bullicio de la estación y de aquella gente que había decidido pasar su tiempo en esta parte del país.

Observé desde el subterfugio de mi pose de estudiada vanidad la reacción de aquel hombre en su lenguaje no verbal. ¿Con qué mano reaccionaba a mi petición? Incluso si me negaba su ayuda, su cuerpo respondería, y eso era cuanto necesitaba hasta el momento para almacenar un dato más en el archivo de aquel hombre que me había venido a buscar: ¿zurdo o diestro?

Estaba allí por un fallecimiento, y cuando comenzara a plantear preguntas, aparecerían nuevas preguntas. A veces disponer de las respuestas adecuadas antes de saber que se va a llegar a plantear las preguntas de las que son respuesta es el único modo de avanzar. Conviene estar preparado.

Él me recibió con palabras cansadas y sin rodeos. Caminamos hacia el coche y tuve la certeza de que James no estaba para prolegómenos. Habría que ir directos al grano y, hasta entonces, reducir al mínimo la charla insustancial. El cansancio que hacía mella en su ánimo era el mayor enemigo del deber del anfitrión, así que lo mejor sería ponérselo fácil.

Aproveché el puro en el trayecto hasta el coche. Era una ciudad dónde el aire estaba denso ya de por sí, de modo que el humo se mezclaba con los tubos de escape, con el dióxido de carbono de millares de respiraciones y con el humo de otros adictos al tabaco. Mi participación era un golpe de remo más en la galera de la polución urbana.

Al llegar al vehículo y montarme en él, apagué la punta. Al terminar el trayecto recuperaría aquel puro, pero no fumaría en el interior del vehículo.

Extendí el silencio con paciencia mientras el motor consumía líquido negro y aceitoso. Tenía curiosidad por ver dónde llegaremos. Y no sólo estaba refiriéndome a aquel coche.

El traqueteante motor del vehículo no se detuvo cuando salió de la ciudad, tampoco cesó cuando los edificios a medio construir se perdían en la distancia; continuó avanzando por los campos y caminos asfaltados hasta que el aire volvió a ser respirable y puro, ajenos al ajetreo urbano de la bulliciosa ciudad.

El Aspecto de James, mi viejo amigo, se había relajado; parecía en paz, al menos lo más "en paz" que puede estar un hombre que sospecha que alguien de su núcleo familiar y alrededores ha cometido un asesinato sobre su abuelo paterno y precisa recurrir a la ayuda de un antiguo amigo para resolver el caso sin que la prensa los despedace vivos.

-El trayecto es largo y supongo que no hablaremos del pasado- Dijo de forma cortante y algo áspera; alargando su brazo derecho abrió la guantera del vehículo y me entregó un informe -Este es el informe de la Autopsia y las primeras impresiones del Inspector; esperarán un par de días antes de intervenir ellos, así que estamos a contrarreloj.

Con sus dos manos de vuelta al volante me fijé que mi viejo amigo aún seguía siendo un soltero de oro, no había ni el más ápice rastro de un anillo de compromiso en su mano; por otro lado, su poca habilidad al darme el informe con su mano derecha me hacía recordar un dato curioso, era zurdo.

Tomé el informe de autopsia y lo observé con fingido interés, perpetuando el silencio de nuevo, y más por educación que otra cosa. Los papeles y las pruebas están siempre allí, a no ser que alguien se los lleve, y del informe de autopsia siempre podía pedirse otra copia. Pero no del momento. No del viaje, y no del tiempo a solas con el cliente. Disponer de las respuestas antes siquiera de conocer las preguntas, como ya he dicho antes, era uno de los secretos de mi profesión, y no estaba dispuesto a desperdiciar una oportunidad de cuestionar sobre él, sobre el caso, sobre sus allegados, familiares, amigos y no tan amigos. Sobre el por qué alguien de su estatus social no se había casado todavía, sobre el por qué si eran tan ricos conducía él mismo en lugar de un chofer, sobre qué pensaba de la víctima realmente...

- Tengo y tendré que hacer mil y un preguntas para resolver el caso, James. Quizás si que tengamos que hablar del pasado después de todo. - Si la ropa y los gestos de un hombre definen cómo se muestra y comporta, el pasado es capaz de definir cómo fue antes y cómo podría ser ahora. Se aplicaba a todas las personas, incluyéndome a mí. - Estuvimos en la misma Universidad. ¿Recuerdas qué carrera estabamos estudiando cada uno? Seguro que recordarás la fama de tocanarices que tenía yo. Tenía por costumbre hacer preguntas incómodas, a los profesores, a los alumnos, a las mujeres justo antes de que me echaran la copa encima... - puede que algunos guardasen esos fracasos como recuerdos desagradables, pero a mi me seguían haciendo gracia. Esperaba quizás evocar también en él algún recuerdo agradable, un oasis en la tormenta de arena que traían todas las investigaciones, especialmente si era yo el que las llevaba. - Esta vez no será diferente. Voy a llegar al fondo de esto, viejo amigo. Pero necesitaré de tu colaboración absoluta... ya sabes que tengo por costumbre hacer preguntas incómodas.

» Empecemos por lo sencillo. ¿Por qué un detective, James? Si tenemos informe de autopsia es que la policía ya estaba haciendo su trabajo. Y a nadie le gusta que no le dejen hacer su trabajo. Habrás tenido que remover cielo y tierrra para conseguir tiempo, para retener la investigación unos días. ¿Por qué, James? ¿Qué te ha hecho desconfiar de la policía? - ¿De verdad era sólo para asegurar la reputación del negocio ante la prensa?

 La investigación ya había empezado. No había momento que perder cuando se podía ver que las primeras pistas ya salían a la luz con la actitud de mi viejo amigo y los documentos que él tenía. ¿Una autopsia? ¿Investigación previa a mi llegada? ¿Otro inspector que volvería a la acción en un par de días? No era poco lo que había que procesar. Tal vez era un simple presentimiento de que había algo más allí... algo más de los que se quería dejar ver... pero que James no se contentara con la policía dejaba entrever motivos ocultos.

 Por supuesto,  ser tan crudo con el cuestionamiento podía caerle mal a nuestro querido amigo. James no se sentiría seguro de confiar en mi persona si lo atosigaba con un interrogatorio a la ofensiva. Tenía que dejarle claro que mi investigación no buscaba de ninguna forma tratarlo como sospechoso... si bien eso fuera una mentira... una mentira piadosa, para evitar cruces innecesarios.

- Oye, que quede claro... que puedes confiar en mí. Ya habrás visto que la policía a veces se pone pesada con todo el asunto de "tus motivaciones", "cosas que no dicen" y demás. Pero yo no estoy buscando eso en ti, James... tu eres un amigo; una persona a la que no acusaría de matar a su abuelo. Pongo mi confianza en ti porque te la has ganado. Eso, solo te quería decir que mis preguntas... no están orientadas ponerte en la banca de sospechosos. Teniendo eso en cuenta... ¿por qué un detective?

El rostro de James volvió a tornar nuevamente, su cara de relajación y paz había durado poco, pese a ello y con su mirada cansada giró su rostro hacia el mío y sin decir nada se me quedó mirando por unos segundos antes de que este volviera a posar su vista sobre la carretera y el camino sinuoso por la ladera de la montaña.

-Hubiera deseado que me dejaras tomar una copa antes, pero bueno... -Dijo mientras rebuscaba, sacaba y bebía un largo trago de una petaca- El problema no es la policía, al contrario, estaría encantado que dieran con el culpable y lo llevaran a la horca; el problema es la prensa. Si de repente se enteran del asesinato de mi querido abuelo, no nos dejarán en paz, y ya sabes que a mi me gusta ser alguien reservado respecto a mi vida privada y no quiero que esos parásitos sensacionalistas indaguen en mi vida... ni en la de nadie, por supuesto.

Ofreciéndome la petaca con una mano mientras que con la otra esquivaba un bache en el camino, James parecía reacio a responder más preguntas de carácter personal o meramente intrascendentes para el caso, como si preguntar el "¿Por que yo?" le hubiera ofendido de algún modo. La sensación del "¿Y quien si no?" lentamente fue entrando en mi mente mientras James continuaba conduciendo impasible.

Era un poco extraño que James quisiera mantener en privado la muerte de su abuelo, aunque por otra parte, tampoco me lo imaginaba dedicándole una tierna y cariñosa despedida en forma de esquela funeraria al pobre Arthur. Siempre había sido un chico reservado desde que lo conozco, cosa que alguna que otra vez me ha llevado a pensar que escondía algún macabro aspecto de su vida, aunque en todas y cada una de las ocasiones en las que optaba por indagar un poco en su vida y secretos, acababan siendo meras fantasías y conjeturas frutos de mi perspectiva vocacional. James era un poco alcohólico y bastante huraño, pero no era un mal tipo.

Con un gesto con la diestra, decliné con delicadeza la oferta en forma de brebaje que tenía ante mis narices, a pesar de que dar un buen trago me ayudaba a dormir por las noches y olvidar penas pasadas, mientras trabajaba me gustaba mantenerme todo lo sobrio posible. Saqué una pequeña libreta que llevaba en el bolsillo interior de mi chaqueta, además del bolígrafo que iba bien pegado a esta. - Muy bien James ¿podrías darme una breve descripción de los hechos antes de llegar? Me gustaría tener una ligera ideal del panorama que me voy a encontrar. - no dirigí mi mirada a James, si no que la mantuve firme en la libreta, preparado para anotar cualquier dato que me pudiera parecer relevante.

A James no pareció importarle que le rechazara el trago, viendo por el rabillo del ojo su rostro, puso una expresión como si dijera para sí "pues más para mi", y con otro sorbo final guardó la petaca de donde este la había sacado, todo sin apartar la vista de la carretera, algo que agradecí, pues la montaña empinada había cambiado bruscamente de dirección en el plano de coordenadas.

-Tal y como dice tus informes, la causa de la muerte es un infarto -explicó- provocado, probablemente a causa de inyectar en vena la medicina del estómago, en vez de la medicina del corazón y las venas... cosas médicas.

Realmente James no parecía alguien versado en el arte de la sanación, y mucho menos en el arte del asesinato; pese a ello y teniendo en cuenta lo complejo de la situación; leí por encima el informe de la autopsia; tal y como había dicho James, así fue lo que ocurrió, al menos lo que hay aquí plasmado.

-Por la mañana al llevarle el desayuno lo encontré muerto y llamé al médico. Noté que parecía nervioso y hablé con él personalmente en donde tras presionarle un poco, me confesó lo que creía que había ocurrido; que no era un infarto natural, sino provocado y que debía informar a la policía. Llamé al Inspector para que viniera y nos conseguí unos cuantos días más... el resto ya lo sabes... aquí estás...

 Algunas piezas parecían encuadrarse mejor con la aparición de un medico en la escena. Era lógico, pensando que los conocimientos de James en el arte de la medicina (hasta donde llegaba mi conocimiento) eran pocos. Continuando el viaje, mientras revisaba cada tanto la autopsia, se me ocurre preguntar porque aquella persona que había tenido el presentimiento de que hubo un asesinato. Uno nunca sabe cuándo se encuentra siguiendo una pista innecesaria; pero de lo que se puede estar seguro es que si no se la sigue, no se sabe hacia dónde se llegara.

- Entonces este médico… él cree que fue un asesinato… ¿Esa es toda la evidencia que necesitas para creer que estamos ante un asesinato? No me malinterpretes… no soy nadie para discernir con la opinión formada de un médico. Pero… ¿hay más puntos en la historia que te hagan pensar que este fue un asesinato? ¿El inspector siguió la autopsia hecha por el médico?

El rostro cansado de James se volvió por un instante hacia mi, no me hizo falta que el dijera palabra alguna para comprender que, en efecto, así era el caso. Tampoco me hizo falta que dijera nada para saber que esa pregunta le había incomodado bastante, quizás por ser una pregunta demasiado evidente o quizás porque notaba que desconfiaba de él y todo lo relacionado con la muerte de su abuelo.

Volviendo su rostro nuevamente hacia la carretera continuamos con el camino en silencio.

El sol se había escondido y la luna se había alzado en el firmamento y el rostro cansado de James comenzaba a cabecear; y al fin comprendí perfectamente el motivo; yo mismo me encontraba realmente cansado de realizar tan largo viaje en coche, y tan solo pensar que él lo había hecho dos veces en ese mismo día, era algo totalmente justificable. Pese a ello, James era un hombre fuerte y tenaz, lleno de determinación, lo que nos permitió llegar ambos a los terrenos de la propiedad.

Bañados en la lechosa luz de la luna cruzamos el umbral del portón abierto y el joven aparcó el vehículo frente las escaleras de entrada de la mansión; al verla me recorrió un escalofrío por la espalda; pese a ello no tuve tiempo para decir nada acerca de mis inseguridades, pues James ya había salido del vehículo, había cogido mis cosas del maletero de mala gana y estaba subiendo las escaleras hacia la casa, empujando con el hombro la gran puerta de madera.

-Segundo Piso, pasillo de la derecha, habitación del fondo.

Con estas escuetas y escasas palabras, James desapareció en el interior de la Mansión Familiar; al parecer sí que le había afectado mis palabras durante el viaje.

La luz de la luna iluminaba las escaleras de aquella tétrica mansión, así como el lujoso vehículo y, claro está, a mi mismo. El sonido del viento era lo único que me acompañaba en esta sobria soledad en la que me encontraba, al menos eso era lo que creía hasta que una voz endeble de mujer llamó mi atención y, todo hay que decirlo, dio un vuelco a mi corazón.

-Por lo visto el pequeño James está de mal humor, -Al girarme hacia la ventanilla vi a una mujer de edad avanzaba, al menos eso era lo que sus arrugas mostraban, iba de luto de arriba a abajo y al igual que su voz, tenía una sonrisa cálida- ¿Es usted el detective que vino a investigar todo eso del "asesinato", cierto?.

Aquella mujer abrió la puerta del vehículo para que pudiera salir.

La leve lluvia comenzaba a mojar en demasía a la anciana por lo que al no obtener ninguna respuesta de aquel hombre, el cual era yo, tan solo una mirada perdida que cruzaba el firmamento, decidió cerrar la puerta lentamente dejando a aquel hombre en su ya patente soledad y silencio dentro del vehículo, mientras se alejaba lanzando una u otra mirada preocupada hacia el vehículo y su ocupante.

El caer de la lluvia me relajaba. Ah... acostumbraba a perderme en mis pensamientos, desde siempre, sí. A repasar el caso y otros relacionados, a intentar hilar datos y detalles con la precisión de un cirujano. Mi mente a menudo también se acababa perdiendo a sí misma en recuerdos, como los de la Universidad con James, esos tantos buenos momentos que yo y mi bocaza, como siempre, habíamos estropeado. Sí, algunas personas nunca cambian... y eso podía aplicárseme a mí mismo también. Mi mente podía ser brillante para encontrar detalles ocultos, que policías, testigos y/o asesinos siempre pasaban por alto... Pero también mi mente podía ser ciega. Ciega ante lo que ocurría a mi alrededor, ante sentimientos, personas, y comportamientos sociales.

Salí del coche a toda prisa, sosteniéndome el sombrero sobre la lluvia, dándole alcance a la señora mientras gritaba una disculpa. - ¡Madame, mis disculpas! E-el sonido de la lluvia es hipnótico para mí... creo que he ofendido a su hijo y estaba dándole vueltas a las palabras y preguntas que le hice... -

- Sí, soy el detective que él ha llamado. Somos viejos amigos de la Universidad... Él no ha cambiado mucho... pero por desgracia yo tampoco. Me vuelvo a disculpar. - me quité el sombrero en una cortés reverencia, provocando que toda la lluvia me mojara ahora el pelo. Genial. Si no fuera poco ya el quedarme el completo silencio como un fantasma, ahora entraría en la mansión como un fantoche arrugado. 

La anciana no pudo hacer otra cosa que saludar con una falsa sonrisa nerviosa, mientras se adentraba en la mansión, dejando la puerta entreabierta para que pudiera entrar; sinceramente, no la culpo. Una vez dentro y aún empapado no me esperaba nadie, quizás fuera por mis acciones recientes por el cual la soledad del vehículo fuera también trasladada al interior de la casa, incluso aquella anciana había desaparecido por uno de los pasillos.

En el recibidor de la Mansión, me encontraba con las escaleras dobles que dividían el piso en dos; ahora era el momento propicio de moverse hacia adelante, quizás un descanso en la cama pueda ser lo mejor que me conviene ahora, a fin de cuentas segundos atrás había estado catatónico, o quizás aprovechar los minutos y ponerme a recabar algo más de información.

Y así es como un detective consigue tiempo y libertad para explorar una mansión en la que se ha cometido un crimen. Solo hace falta ofender a un viejo amigo que te pide ayuda e ignorar a una anciana que probablemente fuera su madre y la esposa del fallecido. Todo ello se aprende en primero de "ser un capullo".

Colombo siempre averiguaba todo lo que necesitaba hablando con los implicados de una forma u otra hasta encontrar la clave inconsistente. Probablemente ese comportamiento estuviera basado en Hercule Poirot. Tengo una noticia para ambos. Sois ficción. Sois basura. En la vida real la gente da asco y la única forma de investigar un crimen es dar tanto asco como ellos. No estamos aquí para hacer amigos. Estamos para hacerles la vida un infierno hasta que el culpable salga a la luz.

Hablando de lo cual, este parecía un buen momento para subir al segundo piso a buscar el lugar del crimen y, especialmente, el baño en suite donde la víctima guardaba su botiquín.

Sin nada más que añadir, recuperé el puro que había apagado al entrar al coche, lo encendí de nuevo y me encaminé escaleras arriba.

_{"¿Eres la persona especial que va a investigar al Abuelo?"}

Una angelical voz rompió el ambiente tranquilo de aquella mansión, pese a que no en un primer momento no logré saber de dónde procedía aquella voz, unos rizos carmesí revelaron a aquella curiosa dueña; detrás de los barrotes de la barandilla, se encontraba una niña pequeña, aproximadamente tendría 12 años e iba vestida con un vestido completamente rosa de bailarina, lo único que sobresaltaba de la marea rosada era aquel broche carmesí de su cuello.

¡Los mayores dicen que han matado al abuelo!

¿Es cierto eso? ¿Ya sabes quien fue?

Sus enormes ojos azules brillaban con intensidad ante la luz del enorme candelabro que colgaba sobre nosotros; parecía realmente interesada en este tipo de conversación; por desgracia antes de que pudiera siquiera considerar responder a la pregunta, esta se levantó, se giró y salió corriendo, con un aparente nerviosismo en el rostro.

Una mujer morena, probablemente extranjera, entró en el salón desde la cocina; a todas luces parecía realmente molesta y enfadada, pues su paso era apresurado, sus músculos se encontraban tensados y sus dientes chirriaban mientras movía su mandíbula de un lado a otro, aunque, quizás lo que fuera más revelador es que se encontraba insultando a regañadientes.

-Pinche pendeja, saco de gonorrea, la concha de la lora, aborto de mono, maldita pelotuda...

Al mirar hacia donde me encontraba se llevó la mano a la boca y bajó al cabeza en vergüenza, de hecho estuvo así unos cuantos segundos antes siquiera de poder decir nada, o mejor dicho, de buscar las palabras adecuadas para decir y que mi impresión sobre ella no empeorara.

-Disculpe mi vocabulario, señor... y disculpe mi intromisión, pero vos sos el detective, ¿cierto?. Ruby, la nieta menor del difunto, tenía muchas ganas de conocerle, y me temo que estas no son horas de que una chiquilla esté levantada... ¿La ha visto?.