Partida Rol por web

Mirtle rebuscó entre los cadáveres con la esperanza de encontrar uno de los orbes con líquido tan dañino para guardarse uno.

Después, tras ver las puertas cerradas, Mirtle se acercó a la de la derecha para intentar abrirla.

Tras haber rebuscado entre las cosas, me acerqué a la puerta que estaba intentando abrir Mirtle, y echándola a un lado, utilice el set de Ganzúas que tenía para intentar abrir la puerta. Miré al recién llegado y le dije;

-No hay situación y no hay líder, sobrevivimos como podemos. Solo somos un grupo desgraciado más en esta ratonera. Preocupate de usar tu armadura y tu espada en el frente para que no nos maten. -

Dije, tras lo cuál, intenté ver si con eso lograba abrir la puerta.

Avaro trasteó con las ganzuas en la puerta de la derecha. Estuvo en ello unos minutos tratando de abrirla. Sin éxito.

Quizás un par de patadas hicieran saltar el pomo. A fin de cuentas era una puerta construida por hombrecillos rata.

Oohffhññn... Pero qué panda de inútiles, pensó Mirtle. Empezó a enfadarse viendo que Avaro no conseguía nada y cuando bloqueó la cerradura le dio un empujón.

—¡Anda quita! —dijo mientras cogía una piedra y la emprendía a golpes con la cerradura.

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-Ja, ja, bien dicho.- rematé, y empecé a hacer lo propio con la otra puerta cerrada, a base de darle empellones con la vara al pomo, al candado y a su pastelera madre para ver si se partía algo.

-Esto me recuerda aquella vez-golpe-que le dio un bitango a uno de los capitanes -golpe​​​- y resultó que había guardado el pergamino con las órdenes de arriba en una caja cerrada sin decirle a nadie dónde estaba la llave -pausa, golpe-así que no sabíamos para dónde cojones teníamos que ir y nos volvimos locos intentando abrir la caja para el que lo sustituyó. Al final tuvimos que atarla a un ariete y partirla a topetazos -golpe, resoplido- Aunque para topetazos los que daba con la ramera aquella del campamento, para mí que se murió de tanto darle al chisme porque vaya escándalo montaba cada vez que la cogía por banda. No sé qué tenía que se la rifaban entre los oficiales y eso que era más fea que una langosta preñada. El que lo sustituyó también le cogió el gusto, aunque se calmó un poco cuando le volaron los cataplines de una pedrada. Los honderos tienen más peligro de lo que parece y...-otro golpe más-

Críspulo y Mirtle golpean la puerta como si fuera una viuda que les debiera dinero. La cerradura salta hecha astillas y la puerta cede abriendose hacia adentro con un poderoso empujón. Críspulo logra detener su impulso usando la vara  pero Mirtle tiene menos suerte, al otro lado de la puerta hay un agujero, una nada sutil trampa de unos tres metros de profundidad.

Su grito de sorpresa queda interrumpido cuando se golpea en la nuca, inconsciente queda boca abajo en el fondo del pozo. Por suerte su cara ha quedado girada en un ángulo que supone que no se ahogará en los detritus del fondo del pozo.

El resto no teneis tiempo en reiros o conmiserar la desgracia de Mirtle. Las antorchas que portais revelan el más seductor de los brillos dentro del cuarto al otro lado de la puerta. ¡Plata! ¿Habeis encontrado quizás su sala del tesoro?

No teneis tiempo de pensar demasiado cuando tres pesadas y grandes sombras se interponen entre vosotros y la tentadora visión de riquezas. Pasan con facilidad por encima del hoyo que se tragó a Mirtle. Se trata, creeis, de hombres rata pero alguna alquímia pecamiosa los ha mutado exagerando sus proporciones hasta convertirlos en las monstruosidades que teneis delante.

Moles de pelo y exagerados músculos, cubiertos con puntiagudas armaduras hechas con pedazos saqueados de viejas armaduras y con las garras mutiladas y sustituidas por enormes mazas cubiertas de pedazos de metal afilados y repulsivos. Las criaturas se mueven lentamente pero con determinación asesina.

Mientras aun estais tratando de recuperaros de la sorpresa Críspulo se lleva el primer golpe en el costado de uno de los pesados puños maza del primero de los brutos. Da unos pasos tratando de recuperar el aliento.

El segundo en ser atacado es Avaro pero este con la agilidad del superviviente nato rueda hacia un lado y el enorme puño apenas le roza. Rapidamente se levanta para soltar la cuerda de su fiel arco. La flecha aunque desviada por una de las piezas de la armadura logra rozar la carne mutada del hombre rata. Su grito de ira demuestra que como mínimo ha sido suficiente para enfadarle.

Cuando otro de los brutos trata de aplastar a su fiel perro, Anciano, la bestia rastrera sabe escabullirse con un lastimero gemido. 

Mirais a las enormes figuras y tragais saliva ¿es este vuestro fin? ¿Pero quien puede negarse a la tentación de la plata?

—¡Eso, huid! ¡No queréis que os dé caza personalmente!—gritó Erika mientras las ratas corrían en dirección contraria. Le pasó la maza a su escudero y se secó el sudor de la frente. No había tenido un respiro así desde que les habían mandado abajo, así que pensaba aprovecharlo para descansar y pensar en lo presenciado. Ese combate, las ratas... No se podía creer lo fácil que había sido. ¡Si a la mínima morían o se escapaban! Había que ser muy inútil para que una te matara...

Mientras pensaba en todo esto, el resto rescata a un hombre cuyas palabras llamaron la atención de Erika.

—Oh, ¿es un oficial?—algo en sus gestos cambió. La tosquedad y disgusto que parecían dominar cada trozo de su cuerpo se relajaron cuando se dirigió a él, a la vez que le analizaba de arriba a abajo. Frunció el ceño ligeramente. Algo no encajaba del todo, pero no sabía bien que era. Se giró hacía Álvaro, que por alguna razón había decidido tirar por la borda toda etiqueta a la hora de referirse a un oficial.

—Pues deberíamos organizarnos. Los grandes ejercitos lo hacen y si queremos ser como ellos, debemos acatar sus mismos métodos.—sentenció llevándose la mano al pecho en un movimiento claramente calculado. Claro que toda compostura se rompe al fijarse en la manera en la que Críspulo y Mirtle le muestran a la puerta.—¿Pero que hacéis, brut--

Y antes de poder terminar la frase, la puerta cede, Mirtle desaparece, hay un atisbo de un tesoro y vuelven a estar rodeados de ratas. Ratas extrañas, con armaduras y mazas, pero ratas. En el mismo tiempo, Erika arranca su arma de su escudero y ataca al bicho más cercano.

—¡JO-DER!—masculla cuando, por tercera vez seguida en el día, erra el golpe.

Retrocedí hasta una distancia lo suficientemente segura para que aquellas bestias no me mordieran ni a mí ni a Anciano. Una vez allí, mirando a nuestros alrededores para que nos fueran a emboscar, si no había ningún enemigo que nos fuera a atacar por la espalda, apuntaría al más herido de los gigantes rata, y le dispararía un flechazo, intentando encontrar una juntura en la cuál no tuviera armadura.

¡Maldita sea! ¡Tendría que haberles preguntado a los dientes! Con el entusiasmo de haber puesto a las ratas en fuga, se me había pasado intentar hacer una predicción antes de ponerme a meter las narices en puertas desconocidas. Siempre se me olvidaba en el peor momento. 

-¡Tjó, tjó! ¿Pero es que nunca se acaban las puñeteras?! ¿Qué estaban haciendo ahí metidas, jugar a las cartas?- tosí, clavando la espada por donde asomaba el pellejo de una de ellas. 

Phil maldijo para sus adentros. No podía ser que tuviera tanta mala suerte. Parecía que la muerte le acechaba en cada habitación. Cada puerta era una sorpresa desagradable. Casi parecía que participara en un mal concurso. Y para colmo, Mirtel, la única superviviente que quedaba de la primera incursión había caído y podía haber muerto.

- Arrrggggg. Gritó con su habitual elocuencia mientras descargaba un poderoso golpe con su maza a una de aquellas ratas con esteroides.

Y de pronto, la negrura.

Mirtle la doncella viajaba en su albugíneo corcel cuando de pronto se cayó de éste, oscureciendo su consciencia en un continuo vaivén de canarios solanos y plasmas esferados. El veleidoso destino quiso que el suelo donde yacía el cuerpo estuviese inundado de magia arbórea que cuidó de que éste no sufriera más escarnio. Pero lo más maravilloso vino cuando la propia doncella pudo levantar su alma, alejándola de su cuerpo, y presenciar el siguiente episodio de su aún exigua existencia.

En un lapso de tiempo corto para ella, largo para los que vivimos bajo este sol que gira a nuestro alrededor día tras día, infatigable en su labor, pasó un noble galán. La deslumbrante capa no ocultaba unas charreteras doradas que indicaban su rango militar, así como un lustroso uniforme blanquiazul, orlado con una espada cuya empuñadura bien valía un reino.

El joven, al ver a la doncella caída, no pudo sino saltar raudo a socorrerla. Quitose el sombrero, maravillado por la elegante belleza de Mirtle. Cogió su mano con delicadeza y, tras atusarse el fino bigote, la besó con puro amor verdadero.

En lo que dura el beso, la doncella notó como su cuerpo la instaba a dejar el privilegiado lugar desde el que presenciaba tan bella escena y volver a su cuerpo. Ilusionada, la joven se dejó llevar para sentir, no ver, ese beso que la debiera despertar de su ensoñación, resuelta a vivir con su príncipe un romance ejemplar.

Y así fue, que ya en su cuerpo, sintió el beso en la mano. 

Al abrir los ojos, vio a una rata gorda roer los sucios callos que tenía en la mano. Repugnada, le dio un golpe y miró a su alrededor, recordando lo que había pasado. Ese estúpido cuento de hadas era bonito, pero no la sacaría de ahí. Ningún príncipe vendría a por ella. Debía hacer todo sola.

Avaro dispara la flecha pero esta rebota contra la armadura de una de las enormes criaturas. Críspulo también logra golpear a uno de ellos pero sin ningún efecto más que enfedarle. Si es que esas bestias enajenadas pueden sentir algo más que rabia y dolro ante su anatomia deformada por la impía ciencia de los monjes de la plaga.

Pero es Phil quien realmente da el giro a la situación. A pesar de su apodo no siente ningún aprecio por sus congéneres pues tras golpear a uno de ellos se encarama por la armadura y el pelaje de la criatura. Chillando de rabia aprieta el mango de su maza, la que robó a un huerfano, contra el ojo de la criatura a través del orificio del crudo yelmo de metal. Con un gutural grito de triunfo aprieta hacia abajo hundiendo el mango de la maza a través del ojo hasta el cerebro de la bestia que se sacude y grita de dolor. Cuando Phil arranca la masa se cubre de la espesa sangre y fluido encefálico de la criatura que se desploma entre temblores y agonía.

Tan aterrador como los gritos de dolor ya agonía del bruto es el aspecto de Phil cubierto de sangre. Cubierto de sangre y sonriendo.

Los dos brutos restantes no parecen haberse acobardado por la muerte de su camarada. Con brutalidad sacuden sus enormes brazos rematados en esas horribles mazas con las que han sustituido sus manos amputadas. 

Phil, aun cubierto de viscera, rueda hacia un lado para esquivar dos enormes mazazos que hacen saltar lascas de la piedra del suelo. Críspulo esquiva por poco el golpe logrando que la hombrera de su armadura absorba lo peor del golpe. Pero Avaro recibe un mazazo en el estomago que lo manda volando unos cuantos pasos. Mientras se levanta nota una horrible sensación en su estómago ¿quizás se está desangrando por dentro?

Recibí el duro golpe, retorciendome a medias por el dolor, y poniéndome de pie como podía. Cada vez me dolía más el cuerpo, y no sabía cuanto más podría aguantar. Tomé posición, y apuntando nuevamente a uno de los hombres rata, disparé mi flecha con todas las fuerzas que me quedaban. Anciano, por otro lado, no sabía a cuál de las dos ratas morder, y si bien hizo un amago de intentar morder una de ellas, falló por montón.

Puto asco de vida, pensó otra vez Mirtle. Oía lucha ¡otra vez! Debía subir, aunque fuera para escapar.

Se remangó las mangas, se sujetó las enaguas con el ceñidor del delantal, y trepó como pudo para salir de la ratonera en la que había caído.

A un lado vio las ratas masivas atacando como los monstruos que eran, y a Phil riéndose sobre el cadáver de una de ellas. Un buen elemento. Por el otro lado, plata.

Mirtle dudaba de qué hacer. ¿Plata o ratas?

Mientras Erika casi gira sobre sí misma debido a la fuerza en el golpe errado, las bestias atacan a sus compañeros en vez de a ella. Erika no sabe por qué, pero tampoco tiene el tiempo ni los sesos para pensarlo. Lo único que importa es como evitar convertirse en salchichas, ya sea a través de la máquina o de cien cuchilladas. Así que aprovechando el interés que tiene uno de los monstruos en Álvaro, Erika se coloca detrás de él y levanta la maza por encima de su cabeza, ayudándose de esa pequeña ayuda (desconocida para la noble, eso sí) llamada "gravedad" para que el arma caiga con todo su peso sobre la alimaña.

Aún enajenado, con la adrenalina hasta las orejas y envalentonado por haber destrozado a su enemigo, Phil se abalanzó sobre otra de aquellas bestias. 

Riendo como el enajenado que era, maza en mano, volvió a descargar un duro golpe a su rival.

- Aaaaaaasaarrrrrghgg. Gritaba intentando infundirse valor a él y a los desechos que tenía por compañeros. 

Críspulo miró asombrado un momento al tipo aquel que se había llevado por delante a uno de los colosos y ya iba a por el siguiente ¿de dónde diablos ha salido este elemento?

Corrió a sumarse al festival de hostias sobre la que atacaba al del arco, que parecía en las últimas, y le descargó un tajo por donde pudo. 

Con sorprendente entusiasmo os armais de valor para hacer llover golpes, flechazos y tajos sobre la más cercana de las moles. La armadura aunque rudimentaria logra desviar o parar alguno de los golpes pero el continuo asalto empieza a derrotar a la peligrosa bestia. 

Sangrando por media docena de cortes y con una flecha sobresaliendo de su peludo vientre la bestia parece retroceder en su ataque. O quizás solo está tomando algo de espacio para atacaros con mayor saña.