Partida Rol por web

Erika había ido a golpear a la bestia, pero en su lugar, aquel hombre se lanzó contra ella y ambos desaparecieron en el hueco del pozo. Se quedó quieta, sorprendida, mientras los gritos y quejas de hombre y bestia se mezclan y finalmente, desaparecen. La noble recuperó el aliento y se acercó al borde, a contemplar con sus propios ojos la maraña de sangre, piel quemada y extremidades rotas.

—Has servido bien. Es un orgullo que todavía haya hombres que sepan su lugar.—declaró quietamente y con un gesto de asentimiento, volvió con el grupo.

Lo que más le interesaba era que pasaba con la plata encontrada, pero se encontró con el hombre lamentándose por su pie, y a la mujer lamiéndose las heridas. Erika puso los brazos en jarras, observándoles detenidamente. Miró las cajas, miró la trampa, y luego se giró hacía los dos supervivientes restantes. Su mirada parecía decirles "¿A qué esperáis?".

—¿Y bien? Podrían haber más monedas. O armas valiosas.—reiteró, por si acaso aquellos analfabetos pobres necesitaban una ayuda extra para entenderla.

Al ver que mis compañeros dudaban suspiré, volví a revisar por trampas y volví a revolver los cofres mientras agarraba la plata que había cogido antes. 

Phil había aprendido a base de palos a no tocar objetos en salas llenas de trampas. Además, la plata no le servía una vez muerto. Ya registraría el cuerpo de Avaro si sobrevivía.

- Yo paso de cofres con trampas... Murmuró asqueado. Phil no era un tipo muy valiente que digamos.

- Morimos como chinches por la gracia del Basilisco. Pensó mientras se santiguaba.

- No perdamos tiempo. Acertó a decir mientras desviaba su mirada hacia donde venían los cánticos.

Avaro demuestra su espíritu emprendedor abriendo las cajas y cofres restantes. Para sopresa de todos en una de ellas hay varios cientos de monedas de plata acuñadas por la Santa Iglesia del Basílisco Bicefalo. Una punzada de claridad os revela que probablemente vuestros superiores supieran claramente no solo que os enviavan a una horrible muerte subterranea si no que además habían alcanzado un lucrativo acuerdo con estos emprendedores fabricantes de salchichas.

Mientras Avaro llena su bolsa de plata encuentra algunos otros tesoros que resultan interesantes. Uno de ellos es un pequeño anillo de color gris ceniza, está hecho de un metal que ninguno de vosotros reconoce. La superficie es increiblemente pulida y la pequeña joya parece vibrar constantemente.

Asimismo también encuentra en una caja finamente trabajada, obviamente producto de la rapiña de las ratas, una corona de oro finamente trabajada. Digna de un rey la corona tiene varios relieves de criaturas que no reconoceis, con tentáculos en vez de caras, y su peso revela que se trata de una buena cantidad de oro. Habeis oido rumores de artefactos mágicos de tiempos pasados y si hay algo en esta sala que pueda ser uno de esos artefactos es esta corona.

Finalmente encuentra una caja metálica, en su interior pulcramente escrita hay una lista con vuestros nombres. El de Críspulo aparece tachado.

Abandonais la sala del tesoro dando un saltito por encima de la trampa pozo de la puerta. Nadie dedica ni una mirada a los cuerpos de Críspulo y el guardian hombre rata. Que este asqueroso agujero sea su mausoleo hasta que el Fin de los Días.

A fin de cuentas no falta mucho para ello.

Siguiendo como de costumbre la guía de Phil os acercais hacia donde se oyen los cánticos. Con cuidado volveis a bajar las escaleras y podeis constatar como los cánticos se oyen con más fuerza. Parecen venir del otro lado de la puerta que pasasteis anteriormente camino a la sala de la picadora de carne.

Ahora que os fijais la puerta está cubierta de signos blasfemos y extraños, pintados con lo que bien podría ser sangre. De debajo la puerta sale un espeso y acre humo mientras que un macabro resplandor parece salir también por las rendijas de la madera.

Mirtle cogió la corona y se la puso. Le quedaba bien, desde luego. Luego se la guardó en el zurrón. Si Avaro comparte el dinero, comparto la corona. Si no, me la quedo, pensó para sí misma.

Luego se acercó a la otra puerta e hizo un amago de empujarla.

—¿Alguien puede ayudarme? Con estas heridas me encuentro débil y no puedo abrirla.

Con manos avariciosas Mirtle se coronó a si misma. En el momento justo en que el circulo dorado se asentó sobre su testa empezó el dolor. El cuerpo de la mujer se retorció, los huesos crujieron y los musculos chillaron mientras la figura de Mirtle se corrompía en una burla de su porte hasta ahora aguerrido. Sus gritos de dolor os helaron el alma mientras un siseo indicaba que el metal se había fundido con su frente.

La mujer pareció envejecer primero años, luego décadas, luego siglos hasta convertirse en una figura renqueante, de largos y fragiles cabellos, miembros fragiles y espalda arqueada por el peso de las edades. Hasta su voz pareció disminuir convirtiendose en el trabajoso susurro de un anciana.

Pero mientras su cuerpo se consumia la mente de Mirtle no sucumbió a los envites de la edad que magicamente la había atrapado. Todo lo contrario, sus instintos se afilaron, su astucia creció y el recuerdo de años de vidas de reyes y reinas de tiempos pasados poblaron su mente de impío conocimiento.

Pues esta es la corona que Aquellos Que Aguardan regalaron en eras pretéritas a los reyes sacerdote de Yogh-Somital, tierra de pesadilla cuyo nombre hoy nadie recuerda.

Grande es su poder y terrible su precio. 

Olaf fue uno de los primeros desgraciados en bajar al pozo. En las primeras semanas los Inquisidores se limitaron a reducir a la peor chusma de la Cruzada y echarlos a las negras fauces del agujero. Chaperos sin chulo, miserables que resultaban pobres incluso entre el hambre y la sucidedad del campamento, herejes sospechosos o confirmados o como en el caso de Olaf extranjeros sin nadie que les defendiera.

En esos primeros días el peligro no fueron solo las bestias que acechaban en la oscuridad si no los propios animales humanos que formaban los grupos de excavación. Olaf vio de cerca bajezas que hasta a él le removerían el estomago. Y cuando vio un brillo maligno y oyó su nombre en cuchicheos supo que habia llegado el momento de desaparecer.

Vagó durante semanas en la oscuridad, reptando por tuneles angostos, comiendo quien sabe que musgos y carnes hasta que hace unas horas logró ir a parar de vuelta cerca de la entrada. Sabiendo que no le dejarían salir siguió los ruidos y ahora por fin se ha encontrado con los supervivientes de vuestro grupo.

¿Es este extranjero tocados con una horrenda máscara amigo, enemigo o presa?

Mientras me ponía el anillo al bajar las escaleras, llegamos a la sala de abajo, y allí, miré con mucha sorpresa el cambio en Mirtle. Era extrañísimo su estado, pero parecía estar...viva. Al verla así le dijo;

-Bueno, ¿Ahora puedes intentar abrir la puerta, a que sí? -Dije, mirándola, observando los efectos que haría en mí el anillo.

Avaro no tarda en colocarse el anillo. Los extraños y arcanos poderes que han transformado a Mirtle ¿quien sabe si también residen en ese anillo? Relamiendose de expectación se coloca el anillo...

A medida que su dedo va deslizandose por el circulo de extraño metal una sensación de frio tal que quema hace gritar de dolor al pobre Avaro. A medida que su dedo pasa por la circunferencia de la joya ssu dedo desaparece como si nunca hubiese existido dejando solo un muñon sanguinolento hasta que al llegar a la base del dedo cae al suelo, rebotando varias veces.

Avaro mira con estupefacción el muñon sangrante donde antes estaba su dedo. Ni una gota de sangre ni resto de piel parece haberse adherido al anillo que permanece inocente en el suelo. 

Chillé de dolor ante el anillo hijodeputa. Lo guardé dentro del saco de monedas de plata, ya alguien podría quererlo en el futuro, después de todo, siempre lo podía vender a algún incauto, la única pena es que no recuperaría el dedo. Una vez allí, miré al resto y dejé que alguien con menos heridas pasara por la puerta. Sentía como todo me dolía y no sabía por cuanto tiempo más sobreviviría.

Phil se se quedó de piedra ante la transformación de Mirtel. - Por los clavos del Basilisco... Que te ha pasado? Su voz reflejaba la estupefacción y el miedo que recorría su cuerpo. Pero parecía viva, una pasa decrépita, pero viva. - Que raro todo. Acertó a decir.

Entonces a Avaro se le calló el dedo. No pudo evitar soltar una risa tonta por lo inesperado de la situación.

Al encontrarse con la puert extraña, Phil se detuvo en seco. - Tiene muy mala pinta... Mejor volvemos por la otra puerta cerrada. Ordenó como el líder que no era. - Yo por aquí no me meto. Sentenció cobarde.

Un sonoro berrido fue lo único que pudo salir de la boca de Mirtle. Sufrió tanto dolor, tanta angustia y le fue volcada tanta información que su cabeza le parecía que iba a estallar. Cuando todo acabó se dio cuenta de que su extraño envejecimiento repentino. Intentó quitarse la corona, pero le fue imposible.

Mientras intentaba asimilar la desgracia que le había ocurrido, escuchó la gracia de Avaro. Enfurecida iba a replicar, pero antes de poder mover su mandíbula, éste perdió su dedo al ponerse el anillo.

Jódete, miserable, pensó Mirtle. Al menos su agonía no era la única. ¿Podría quitárselo algún día?

Poco podría hacer en ese momento. Se giró y siguió a Phil. El único que merecía la pena en ese infierno.

saber... Saber... SABER... ¡SABER!... ¡SABEEEEEEEER!

He aplicado el +10 de la corona

Mirtle pareció concentrarse leyendo los simbolos trazados por los hombres rata en esa puerta. Recordó un mundo pasado, un continente hace mucho desaparecido bajo las aguas. ¡Oh la macabra gloria de Yogh-Somital! Donde todos desde el rey al mendigo eran juguetes y peones de poderes de una geometría inimaginable ¡Cuanto saber había en sus bibliotecas de translucidos pergaminos!

Reconoció así pues con la ayuda de la sabiduría de los milenios el simbolo del dios cornudo de los hombres rata. Y la melodía de los canticos respondía a una invocación ritual, la salmodiada invitación a cruzar a este lado de la realidad para algo horrible y terrible. Un poder terrible pero también la promesa de una recompensa aun más terrible.

Eso os detalla Mirtle la Anciana con voz temblorosa.

La visión de Mirtle y su cuerpo retorciéndose, sus gritos de dolor mientras se transformaba... Erika no pudo apartar sus ojos ni sus oídos de aquella horripilante nueva figura coronada, no hasta que la noble se tiró al suelo, haciendo una reverencia hacía la mujer mientras bajo su aliento repetía a toda prisa credos y rezos por su propia seguridad.

Sus febriles murmuros empezaron a ser acompañados por un vaivén de delante a atrás, y solo paró una vez los gritos también lo hicieron. Solo entonces levantó la cabeza (y lo hizo poco a poco) y temblorosa pasó la mirada por Mirtle, todavía acostumbrándose a su nuevo aspecto y luego la pasó por Avaro, cuya razón por los gritos no había querido ni presenciar directamente.

—Hamfundd.—llamó en un hilo de voz, y el escudero corrió a levantarla todo lo que su pequeño cuerpo pudo. Las piernas de Erika temblaban tanto que era un milagro que lo consiguieran. Todavía mareada, escucha las palabras de la anciana, y sus ojos se abren sorprendidos.—¿Un gran poder... y una gran recompensa?

Y se hizo paso hasta la puerta con ayuda del crío, colocó una mano sobre la puerta y se inclinó hacía delante, buscando algún resquicio por el cual echar un vistazo...

Llevaba no sé cuánto tiempo dando vueltas sin saber qué hacer, y cuando por fin logré encontrar a alguien más, eran un puñado de malheridos  apiñados alrededor de una puerta. Una era una anciana tan decrépita que daba grima. Al menos no parecían tan peligrosos como los que dejé atrás.

-¡Hola! -exclamé- ¿y vosotros quién demonios sois? ¿También os han echado aquí abajo? ¿Y qué os pasa con esa puerta?

Como respuesta a las preguntas de Olaf la puerta se abre con facilidad. Revela una habitación circular rematada en una cupula, todo el suelo y las paredes aparecen decorados con los extraños simbolos que aparecían en la puerta. Circulos concéntricos convergen en el centro de la habitación donde una columna de humo acre parece surgir  del mismo suelo y un ruido como de miles de pequeñas patitas raspando una pared metálica parece salir de ahí.  Una sombra parece adivinarse en la columna de humo.

Varios cientos de velas colocadas por el suelo iluminan a seis hombres rata tocados con extraños y estrafalarios tocados. Estos están ocupados declamando una litanía horrible en su lenguaje de chillidos y chasquidos.  La oportunidad para atacar está ante vosotros.

Avaro, siguiendo al resto aún adolorido por lo que pasaba, al ver las ratas haciendo un extraño ritual, no perdió ningún segundo. Con su arco disparo a la rata que parecía ser la especie de "obispo" mientras Anciano se intentaba desquitar con una de las que estaba más próximas a él.

—¡Vamos miserables, atacad antes de que invoquen lo que sea que quieran traer! ¡Aprovechad mi fuerza y la esencia que os rodea ahora!

Y con una furia ciega atacó a las ratas con su daga, atravesando el tórax de una de ellas como si fuera mantequilla.