Partida Rol por web

La puerta se había abierto sola, ¿o sería a causa de su toque? Erika no podía pensar claro, su mente seguía aturdida tras la transformación de Mirtle. Desde que había bajado..., no, desde que había huido de casa, en su camino no había dejado de tropezarse con eventos horribles, cada uno peor que el anterior. Si ya creía que no se iba a recuperar de tener que dormir sin almohada, en su lista ya no entraba encontrarse con seis ratas orando.

Eso sí, no hicieron falta demasiados ruegos de la ahora anciana para que sacara su maza y la blandiera contra la primera que pilló desprevenida.

—Hamd, Homf... ¡tú!—el nombre del escudero se le escapó, pero el crío se dio por aludido y corrió a por otra rata, él solo. Quizás, si se organizaban bien, podrían acabar con todas ellas antes de siquiera recibir el contraataque...

Phil movió la cabeza incrédulo al ver que sus compañeros pasaban se su sugerencia de no entrar en aquel sitio. Pero tampoco me extrañó demasiado. Quién en su sano juicio seguiría sus órdenes?

Con una sonrisa tonta, mostró sus asquerosos dientes serrados al nuevo tipo que había aparecido de forma tan propicia. - Somos cruzados del gran Basilisco! Respondió con cierto orgullo de aquel título. - Has llegado en buen momento! Únete a la refriega, lucha por tu vida! Le dijo a Olaf.

Y dicho esto, entró en la sala y se abalanzó contra los hombre rata desprevenidos, maza en mano.

La maza robada a unos huérfanos impacto en el centro del cráneo de la primera rata que encontró a su paso. Si el golpe ya hubiera sido letal, debido a la destreza con dicha maza que Phil estaba adquiriendo, la energía que emitía la envejecida Miertel le dió una fuerza descomunal al golpe. El hombre rata, simplemente explotó en una lluvia de sesos y sangre. Phil volvía a estar cubierto de sangre se sus enemigos. 

Los ojos del desgraciado volvieron a hacerse grandes, llenos de locura. Fijó su mirada en otro enemigo y dibujó una cruel sonrisa. 

Imbuidos por el poder de la corona vuestras fuerzas se renuevan y vuestros espiritus se hinchan de blasfemo coraje mientras descargais muerte y perdición contra las ratas.

Pareceis moveros con la velocidad de los mismos dioses de la olvidada Yogh-Somital y cada uno de vuestros golpes parece descargar la furia del trueno. Los sacerdotes de los hombres rata parecen estallar ante vuestros golpes regandoos con un torrente de viscosa sangre, visceras y materia gris.

En unos segundos los seis sacerdotes son amasijos destrozados de carne y sangre esparcidos a vuestros pies, en las paredes y en el techo. 

En ese momento mirais hacia la columna de humo, una forma ya se adivina en su interior, una figura inmensa y tocada con una cornamenta espantosa. Un brazo, o acaso la sombra de un brazo parece emerger de entre el humo y con rapidez se acerca a Phil. La forma parece cerrarse alrededor de su cuello y arrastrarlo hacia el humo pero Phil consigue resistirse clavando los talones en el duro suelo de piedra.

Una carcajada estremecedora parece salir de entre el humo antes de que la sombra se desvanezca y el humo se disperse de forma antinatural.  El silencio parece preñado de amenazas.

Tus aumentados sentidos te permiten darte cuenta de las miradas de refilón de Avaro. Su lenguaje corporal te es ahora tan facil de leer como un libro abierto (o incluso más facil pues eres analfabeta) y ves claramente que está a pocos minutos de aprovechar para apuñalarte por la espalda y hacerse con la corona.

Me pongo a revisar los cadáveres de los hombres rata, y mientras eso sucede les digo;

-Hey, creo que la última hora nos hemos olvidado de algo...¿Aun tenemos que subir las cincuenta cubetas de tierra, no? Deberíamos empezar si queremos salir pronto. -Dije mirándolos. 

Phil no respondió a Avaro, simplemente se había quedado blanco como el papel después de que aquella especie de humo demoníaco intentara arrastrarlo a la oscuridad. 

Aún no sabía cómo había resistido a su poder. Pero lo había hecho, y ahora estaba muerto de miedo.

Para mí, todo había sucedido en un visto y no visto.  ¡Qué cosas se encuentra uno en estos túneles! Empecé a rebuscar en la habitación y entre los roedores despachurrados por si hubiera algo de valor que embolsillarse. 

-¿Cincuenta cubetas? ¿Ah pero es que todavía siguen excavando?? Madre mía será mejor que os eche una mano. 

Lo unico que parece de valor son las varas de los chamanes. Al tocarlas los critales en la punta de las mismas parecen desprender un pequeño brillo.

¿Deberiais tratar de arrambar con las seis?

Tomando solamente una de las varas y poniéndolas en mi mochila, después de eso, me puse a observar la habitación y lo que había en nuestras espaldas, intentando encontrar que camino alternativo quedaba.

La batalla termina y Erika se limpia la frente de sudor. Había sido una batalla rápida pero intensa, en la que se había sentido más fuerte y rápida que nunca. Incluso se había acordado de cuando era niña y usaba su agilidad para robar la comida de los perros y esconderla entre la ropa de su hermano. No había nada más divertido que verlos perder la cabeza, despellejarse los cuellos con las correas, en sus intentos de morder al crío que apestaba a carne. Las risas que se echó cuando uno de ellos se soltó y le destrozó la pierna... La vida era mucho más fácil entonces.

—¿Estamos seguros de que lo de las cubetas era una excusa...?-pregunta mientras coge e inspecciona otra de las varas extraños. Claro que en el momento en el que lo menciona, la noble cambia de idea. La posibilidad de que se tomaran su gesto como rebeldía no le agradaba precisamente...

— ¿Es posible...? —dijo Mirtle. Su mirada estaba fija en Avaro y su mano lo señalaba acusadoramente—. ​​​​​​Por el Basilisco Bicéfalo, Avaro es un traidor. ¡ES UN HOMBRE-RATA! ¡HAY QUE MATARLE!

Y se lanzó con un grito hacia el hombre, ensartando su daga en el pecho.

Phil saltó como un resorte al ver que Mirtel atacaba a Avaro. 

No se lo pensó mucho e intentó hundir su maza en la cabeza de Avaro. No por que odiara al tipo, ni porque estuviera seguro que era un traidor, sino porque no quería que este matará a Mirtel. Y tampoco esto era por amistad, sino por interés. No quería que la energía que desprendía Mirtel muriera con ella. 

El traicionero ataque de quienes hasta ese momento eran sus camaradas y quien sabe si amigos pilla a Avaro desprevenido. Trata de esquivar la traicionera daga y la malvada maza pero la Fortuna le ha dado la espalda. O quizás la terrible traición sea demasiado para él y se entregue al definitivo Dolor.

El resto veis, quien sabe si con horror o con diversión, como los dos desertores destrozan al pobre Avaro a puñaladas y golpes de maza. Al principio Avaro grita de rabia y dolor, pero al poco solo se oye el ruido humedo y nauseabundo de la carne destrozada.

Así fue la triste muerte de Avaro. Traicionado por aquellos quienes creia sus amigos.

Y así de gloriosa fue la venganza de su unico y verdadero amigo: Anciano el perro.

Al ver a su amo caer ante la hoja traidora el can dio un salto y quien sabe si también ayudado por los poderes de la corona clavo sus fauces en el rostro de Mirtle. Desgarró a bocados su cara retorcida por la edad y arrojó al suelo a la endeble figura. Para vuestro horror, o contento, la anciana portadora de la corona tuvo una muerte horrible con los mellados dientes del can royendo sus facciones.  En el momento en el que los espasmos de dolor de Mirtle finalizaron y partió su alma a sufrir los mismos tormentos que Avaro notais como el poder de la corona se disipa. Su impia fuerza ya no anima vuestros miembros ni sus retorcidas palabras susurran en vuestra mente.

Dos cadaveres destrozados y un acto inenarrable sirvan como recordatorio de que ningún poder benévolo os guarda ni os protege. Los lloriqueos de Anciano, echado sobre su amo, son el triste concierto de vuestra desolación.

¡Gloria a la perdida Yogh-Somital! ¡Salve a la locura que cayó sobre sus torres y templos! ¡Honra eterna a los infames actos de aquellos quienes portan Su corona!

Phil tardó unos instantes en reaccionar. Que había pasado? Había ido todo tan rápido... Mirtel muerta, Avaro muerto y el de pié con la maza en la mano cubierto de sesos de ratas y de sus compañeros. 

- Vámonos... Vámonos de aquí. Dijo en voz alta al resto de cuadrilla que aún quedaba viva.

Con aire apesadumbrado tomo el camino de vuelta hacia la puerta cerrada que habían dejado atrás.

- Creo que Avaro y Mirtel tenían plata... Mencionó en voz alta a los supervivientes. Más que pago por sus despreciables actos, lo dijo para desviar la atención.

Olaf se había agachado a recoger un par de las varas, a lo mejor con esa punta brillante se podían vender por un buen precio, cuando de repente se pusieron a matarse delante de sus narices. 

-Pero. Qué. Cojones. 

Si es un espía, bien muerto está, pensó. Pero por si las moscas no se iba a acercar mucho al de la maza ni a los cadáveres que había dejado. A lo mejor esta gente tampoco es de fiar. 

Agarró las varas, se las sujetó como pudo y salió de la habitación. Entonces se dio cuenta de que ya no recordaba por dónde había venido -¿Hay...eeer...alguna otra salida? 

No teneis muy claro como os echaron el guante las ratas. Quizas ese posadero que insistió en serviros un trago de "su reserva muy especial de aguardiente" fuera más sucio timador de lo que parecía. O quizás alguien serró la base de la letrina y caisteis en un pozo negro. O quizás manos pequeñas y peludas os pusieron un saco en la cabeza mientras dormiais en el margen del campamento.

Sea como sea llevais lo que parecen semanas ¡o meses! en esta fetida habitación. Las ratas os mantienen atados en las peores posiciones y de vez en cuando aparecen para amputarle a algún pobre desgraciado algun apendice. Quizás no sean muy duchas en anestésicos pero en cauterizar no las gana nadie. Ni uno solo de los amputados murió por las operaciones.

Todos sobrevivieron para poder seguir siendo amputados. Hasta que no quedó nada más que aprovechar.

Lo peor es que al fondo de la habitación hay un arcón con vuestras cosas, si alguien os desatara quizás podríais huir. Pues en el fondo de la habitación que da a un estrecho pasillo tan inclinado que parece casi vertical por el que las ratas suben y bajan, a veces con nuevos cautivos.

Aunque la verdad es que quizás no os de tiempo a ello. Solo quedais vostros dos y estais seguros que en breve empezarán a despiezaros.

Con Phil cargado hasta las trancas de buena plata os poneis en marcha de vuelta a la sala de la picadora. Dejais al perro llorando a su amo y al cadaver de Mirtle y su demente corona para que sean pasto de las ratas u otros carroñeros.

Conociendo el camino y con el amplio suministro de antorchas que teneis es imposible perderse. Además ¿no hacen esas varas un ruidito cada vez que las sacudiis? Acercando el oido casi parecería...como un eco de la risa maligna de aquella sombra que trató de arrastar a Phil al interior de la columna de humo. Además se oye como un rumor, como decenas de pasitos ¿o es que se os está llendo la olla?

La respuesta llega cuando llegais a la sala de la picadora y mirais hacia atrás. Una quincena de hombres rata corren hacia vosotros. Apretais a correr pero temeis que en breves estarán sobre vosotros.

En la sala podeis ver la puerta cerrada y tras ella ¿la salvación? ¿o un final peor?

Oiis ¿pasos? ¿voces humanas? ¿Es posible o es que habeis sido envenados por la esperanza?

Ahora o nunca pensais, si habeis de intentar algo que sea ahora.

Basura no había sido tocado, de hecho, las ratas le tenían cierto aprecio. Siempre que parecía que lo iban a cortar, lo miraban, lo olían, y pasaban de largo. ¿El olor a rata era familiar? Muchas veces las ratas hablaban, e incluso, el creía que podía entenderlas, eran su familia después de todo, ¿No? Cuando escuchó las voces humanas (que no estaban gritando de dolor) intentó moverse como pudo, e intentando gritar, aviso;

-¡Ayuda! ¡Por aquí! -

Dijo, a ver si alguien aparecía para ayudarlos, miro a la extraña, y por no decir menos rata compañera de celda, y le dijo;

-Eh, vamos, haz barullo, que nos liberan si gritamos lo suficiente -

Dijo, mientras se revolcaba como podía mientras se intentaba liberar.

Un atisbo de esperanza asomó en el corazón de Ramona al escuchar las voces. Quizás fuese una ilusión, pero poco había ya que perder.

— ¡Ayuda! ¡Socorro! ¡Estamos aquí encerrados!

Intentó quitarse las ataduras otra vez, pero como en las anteriores ocasiones falló.

Le quedaba rezar y gritar para que algún alma caritativa la ayudase.

— ¡Por favor, ayudadnos!