Partida Rol por web

Vuestro largo deambular por este mundo sumido en la noche eterna y ahogado por las nieblas que parecen venir del mismo Averno hos ha llevado hasta las inmediaciones del gran bosque de Sarkash. Habeis oido rumores de este lugar, cuentos y advertencias de viajeros que hablan de un bosque que crece sin que ni hacha ni fuego puedan detenerlo. Un lugar donde entre arboles retorcidos y malignos el viajero solo puede perderse, desorientarse y acabar en algun lugar de pesadilla. Donde el ambiente recargado y un calor asfixiante parecen provenir del interior del bosque y las plantas niegan al hombre todo don dando solo madera putrefacta y húmeda así como multitud de plantas venenosas.

Solo pequeñas comunidades de carboneros, cazadores y otros parias parecen amarrarse a esta tierra que tan claramente considera al hombre una infección que purgar. Pero aquí la influencia de la Inquisición, quien a bien seguro tiene apuntado en sus registros la necesidad de recompensar vuestra deserción en Jotna, es algo lejano una pesadilla remota sustituida por otros horrores más cercanos.

Esos horrores os parecen intuidos cuando cruzais varios restos de pueblos arrasados. Aun bajo la escasa luz de las indiferentes estrellas podeis ver escenas de desolación. Casas quemadas, animales degollados y lo más perturbador montones de cadaveres de toda edad y condición con las cabezas cercenadas. El que no haya rastro de las mismas es aun más perturbador.

Así pues como naufragos de este mundo condenado deambulais oteando el horizonte buscando el resplandor anaranjado del fuego, las islas de luz y calor en medio de este mundo de tiniebla. Estas islas cada vez más pequeñas, embrutecidas y lejanas son todo aquello con lo que podeis pensar mientras tratais de apartar la mirada de la espesura de arboles y las siempre cambiantes nieblas.

Pues entre las nieblas os parecen oir tambores y ver brillar terribles luces palidas y muertas.

Arribais a un caserío por el que por las contraventanas se filtra el tan ansiado resplandor ambarino del fuego. Vuestro grupo recompuesto tras las muertes de Erika y Ramona con otros dos desperdicios del camino. Gentuzas que no hablan de su pasado pero que aparentan acarrear como vosotros pesadas cargas.

Así pues sois seis quienes golpeais con fuerza la puerta de la casona. El brillo de la plata y los aceros convence al propietario de dejaros entrar y venderos algo de cena y cobijo para evitar males mayores. La casa debió vivir tiempos mejores y en algun momento cobijar a algún noble. Pero los tapices arrancados, las marcas de hollin en las paredes y las manchas de sangre apenas cubiertas por una capa de paja sucia hablan de que esos tiempos felices han caido en el olvido.

Vuestros amfitriones quizás tengan algo que ver pues por su apostura más parecen bandidos que no ricoshombres. Incluso veis por una puerta abierta a uno de ellos defecando sin verguenza en lo que quizás fuera una biblioteca. Pero os hacen un sitio en el gran salón junto a un brillante fuego y una muchacha emanciada y con un cardenal violaceo que le marca media cara os sirve un espeso estofado. A fin de cuentas mientras engulliis pensais ¿quienes sois precisamente vosotros para juzgar o condenar? Y en este Fin de los Días ¿a quien importan las leyes y la civilidad?

La noche parece transcurrir sin incidentes hasta que os parece oir un retumbar. ¿Un trueno? No, tambores en la lejanía. Veis como vuestros anfitriones os miran nerviosos y retuercen las manos nerviosos. El retumar se va acercando y empezais tambien a notar un cierto desasosiego. El ritmo del tambor parece imitar el latido de un corazón nervioso pero hay algo equivocado en ello. Como si se saltara un compás aquí y ahí. El efecto es enervante.

Finalmente el retumbar finaliza y se oyen tras golpes sonoros en la puerta. Luego el silencio. Veis como media docena de vuestros anfitriones se han reunido a vuestro alrededor mientras comíais. Cuatro hombres y dos mujeres, varios con la marca del hierro en la cara que los identifica como criminales. Uno de ellos tiene las orejas y la nariz cortada, castigo habitual de los falsificadores de moneda. Todos van armados con machetes y mazas.

Finalmente uno de ellos habla mientras mira nervioso por encima del hombro. Maeses, ruego que no pongan problemas. Suelten las armas y dejense atar las manos. Será lo más facil. No queremos estropearos.

Mirando el resto, y aprovechando que todos están quietos, corrí adentro de la mansión, como alma que lleva el diablo. Ya sabía yo que huir, como muchas otras veces, me podría salvar la vida. Una vez que me hubiera alejado lo suficiente por las habitaciones de este lugar, me intentaría ocultar donde nadie me viera.

"Algunos me llaman Petra" había respondido cuando le preguntaron por su nombre. "Me gusta Petra.", añadió sin dejar de darle la espalda al locutor. Estaba agachada en el suelo, sus manos se movían a toda prisa recogiendo piedrecitas pequeñas y descartandolas con mayor velocidad. La piel que sobresalía entre los harapos estaba llena de marcas de golpes antiguas que no habían sanado bien. Lo mismo pasaba con su rostro, aunque lo que más destacaba era su cuenca izquierda vacía, y los guijarros con los que lo había rellenado. "¿Son bonitas, verdad?" susurró girándose y señalándolas. El otro ojo estaba a una infección de acabar igual.

Le costaba seguir el ritmo del grupo, entre sus piernas cortas y su manía de detenerse cada poco para comprobar si su colección necesitaba una adición, o para asegurarse de que no había perdido ninguna por el camino. Solo cuando entraron en la casa se pegó a sus compañeros como una lapra. Se sentó lo más cerca que pudo del fuego, y cuando aquella muchacha herida se acerco a servirles, su mano agarró su muñeca con una rápidez que hasta ahora no había mostrado. "Matalos". Y se sacó una piedra del ojo y se la colocó en la mano, cerrandola para que no la perdiera. "A todos". Y con la alegría (y modales) de un niño, asaltó el estofado.

Claro que no todo lo bueno dura mucho tiempo. Enseguida se vieron acorralados, y a Petra no le costó decidir su siguiente acción. Se levantó e intentó huir, confiando en su pequeño tamaño y su rápidez para poner pies en polvorosa antes de que nada más grave pasara.

- Cago en la puta. Murmuró asqueado entre dientes Phil. Parecía que la muerte le acechaba donde quiera que iba. 

Gruñó cual animal al ver a sus compañeros de fechorías huir como ratas. Tenía gracia, pues el pensaba hacer lo mismo.

Pero en contra de su instinto primario, lanzó el plato de comida a los asaltantes, e intentó hundir su maza en la cabeza del más cercano.

Debería haber hecho caso a su instinto primario.

Huyen como miserables ratas... ¡qué inteligentes! Pero por otro lado, a Torcuato no le apetecía correr y prefería estar ahí mismo, cenando como un señor. Cuando vio a varios correr, y al viejo barbudo dejar caer pesadamente su maza sobre la mesa, se dio cuenta de que su tranquilidad estaba claramente en peligro. Era momento de actuar.

Levantó su gran cuerpo y, con una afable sonrisa (o tenebrosa, según interpretación) elevó su voz sobre los demás asistentes:

— ¡Tranquilos, amigos! Haya paz —miró a los que aún estaban ahí antes de proseguir—. ¿Por qué no terminamos la cena como hermanos y mientras tanto nos explican qué quieren? Puede que nuestros intereses sean compatibles.

Desde la muerte de Ramona, Primus pasaba los últimos segundo del día descargando su transparente semilla con el nombre de aquella en sus labios. 

Por las mañanas comenzó a encontrar aquellas extrañas esculturillas con las que se entretenía durante media mañana, buscándoles un nombre (Ahora portaba a Juanita, Jorgita, Jaimita y... Ramona, siempre Ramona, en uno de sus bolsillos) o buscando posibles negocios que montar con ellas en caso de juntar las suficientes. El que más le seducía era el de encontrar a un maestro chocolatero que le pudiese fabricar huevos (Amarillos por fuera y negros por dentro) en los que forzaría las figuras antes de vendérselos a estúpidos críos que terminarían por volverse coleccionistas de aquellos cosos sonrientes.

El paseo por el bosque era francamente extenuante así que se alegró sobremanera cuando encontraron aquel prometedor refugio en medio de la oscuridad. 

Cuando le pusieron el guido delante dio gracias de que hubiese visto al caganer tras la puerta de una biblioteca y no en la cocina, aún así no podía dejar de ver el rostro de Ramona en los ensortijados tropezones de carne quemada, suspirando como un colegial reconcomido.

Si al menos Tuvalú estuviese allí para entretenerle con sus atroces gracias...

- Everyone I know goes away in the end...- Masculló en una lengua que desconocía antes de llenarse la boca con aquella intragable salsa.

Después llegaron los tambores y los 6 feos. Vio a la rata y la tuerta tratando de poner pies en polvorosa. Él se habría enfrentado con aquellos tipejos pero al ver cómo aquellas fugas habían mermado el número de sus cobardes compañeros, optó por tratar de huir, buscando algún refugio dentro de aquella morada.

Justo cuando se empezaban a acomodar, trataban de amarrarles para el Basilisco sabía qué. Olaf enseguida trató de huir. ¡Ni cenar se puede tranquilo! pensó, mientras echaba a correr hacia las habitaciones de aquel caserón. Con algo de suerte encontraría una puerta o ventana por la que salir, se suponía que las casas grandes las tenían a montones, ¿no?

Phil encuentra un rescoldo de heroico valor en su interior. Pero el valor no sirve de nada en la mayoría de casos. Tampoco la fina lengua de Torcuato logra ninguna mejora de la situación pues la banda de facinerosos no tiene intención alguna de negociar. Por su parte Petra es demasiado lenta y un par de manos callosas la agarran antes de que pueda huir ella también.

Soprendentemente no os matan ni os maltratan más allá de atar las manos y vendar los ojos de Phil, Petra y Torcuato con unos sucios y apestosos retales de tela y cuerda. A empujones hacen salir al trio al patio de la casona.

Mientras tanto Basura, Olaf y Primus salen por patas corriendo por las polvorientas habitaciones llenas de suciedad y carroña. Dando tumbos por las habitaciones oscuras hasta llegar a una amplia escalera y subiendola a una sala que quizás fuera un elegante y amplio salón de audiencias. Ahora es poco más que un vertedero con algunos crudos grafiti de tipo explicito en las paredes. El trio se asoma a un amplio ventanal que da al patio principal y lo que ven les hiela la sangre. Es la especialidad de un cobarde saber cuando la cosa está jodida sin remedio.

Los seis facinerosos han hecho prisioneros a Petra, Torcuato y Phil y los han obligado a arrodillarse en la fria tierra. Aun así los captores parecen terriblemente asustados, oteando a la luz de un exiguo candil las cambiantes formas de las nieblas que en la oscura noche se arremolinan fuera del circulo de luz.

En ese momento un resplandor palido parece empezar a brillar en el interior de la niebla. Poco a poco se acerca y a medida que lo hace disminuye la luz del candil. Finalmente este se apaga y solo el extraño resplandor brilla a unos pocos pasos, sea lo que sea aun amparado en la niebla.

El maleante que os ordenó rendiros, quizás el lider, levanta la voz ¡Hemos cumplido! Aquí tienes tus prisioneros ¡ahora dejadnos en paz!

Solo el silencio responde y durante unos segundos todos, facinerosos, prisioneros arrodillados y el trio de cobardes que espía la situación desde el ventanal contienen el aliento. Finalmente una voz responde desde la niebla.

Sois seis y solo habeis entregado tres craneos. Tres no son seis. Habeis fallado.

Y en ese momento se oye el repicar del tambor. Un solo golpe poderoso y terrible, un sonido que no puede provenir de un instrumento de este mundo. La nota vibra durante unos segundos en el aire de la noche y de repente los seis facinerosos caen al suelo entre terribles gritos de dolor. Crujidos horribles resuenan mientras sus cuerpos se contorsionan y sus huesos se rompen como ramitas dentro de su carne. Sus miembros se tuercen en posiciones imposibles mientras chillan, sufirendo, dolientes pero vivos.

¿Y vosotros pequeñas presas? ¿Sois lobos u ovejas? ¿Quereis entregar ya vuestros indignos craneos? Pregunta la voz desde la niebla En el interior del bosque de Sarkash, hay una antigua necropolis. En su interior hay una tumba antigua donde mora nuestro señor. Llevadle su tributo, los craneos de vuestros captores.

Si lograis llegar hasta ella con vuestros cráneos intactos ganareis la libertad y la vida. Seguid las palidas luces y demostrad vuestra valía. O que vuestras muertes sirvan como entretenimiento y dulce música.

La voz y la palida luz desaparecen en la niebla dejandoos en la oscuridad con el coro de gritos de dolor de vuestros captores.

Al cabo de unos minutos el lejano tronar de los terribles tambores se une de nuevo al coro.

A lo lejos creeis ver el palido brillo de una luz ¿el camino a la libertad? ¿o a la muerte?

- Tsssssk... Leches eches leches y releches. Las leches de su madre, las de mi madre y mis propias leches.- Comentó Primus por lo bajo cuando terminó aquella obra teatral. Estaba impresionado, si le hubiesen preguntado cuantas estrellas o gatitos le habría dado a aquello contando del 1 al cinco, habría contestado que cuatro, sin dudarlo, y eso siendo un noble, era como darle un 10 en la misma escala.

Giró sobre sus talones y emprendió el camino de vuelta. Llegando a la sala donde habían apurado la cena, puso dirección hacia la cocina, porque difícilmente iba a poder cortar una cabeza con su vara, peor continuó blandiendo su triste arma por si los ocupantes del lugar fuesen demasiado recelosos al pedirles un cuchillo o un machete prestados.

Para estar viviendo a las puertas del fin del mundo no dejaban de tener necesidades estúpidas y compromisos aún más absurdos. ¿Quién coño quiere los cráneos de estos paletos y para qué? A saber, pero si era capaz de lograr que algo emitiese voces desde los cielos, está claro que no iban a poder salir de allí de rositas...

Comenzó a tararear su canción favorita para darse ánimos...

Había sobrevivido un día más. Contra todo pronóstico, había sobrevivido. Pero aquella voz, aquellas muertes a su alrededor por arte de magia, no dejó muy tranquilo a Phil. Todo lo contrario.

Miró a sus compañeros atados junto a él y empezó a reír con auténtica locura. 

- Bueno señores... A cortar cabezas. No quiero que la mía estalle como la de estos desgraciados. 

Se incorporó pesadamente, acercándose a uno de sus captores caídos, le pateó con placer y saña. Luego, cogió su leal cimitarra hedionda, y corto la cabeza del muerto pateado 

Phil buscó un saco o algo parecido para poder llevar la sanguinolenta cabeza.

- Vamos mendrugos, tenemos cosas que hacer. Dijo a sus compañeros, mientras buscaba con la mirada a los tres cobardes, y más sensatos que él, que habían logrado huir y esconderse.

— Estoy con el anciano. Vayamos a cumplir nuestra misión. Es la señal de que hay Grandes Poderes que compiten contra la voluntad de ese desagradable dios de la cruzada esa...

Torcuato, tras agradecer ser liberado, se incorporó y rebuscó entre los malhechores una armadura que le sirviese y, al igual que aphil, cortó una cabeza y la guardó en su bolsa 

Lo único que pensó Basura fue, ¿Y que pasa si todo lo que dijo aquella voz era mentira? ¿Que les podía asegurar que el sacrificio que exigía aplacaría su sed? No lo sabía y no tenía como comprobarlo, por lo que decidió comenzar a revisar las habitaciones buscando cosas que les pudieran servir en su travesía, velas, armas, comida, cualquier cosa que siguiera sirviendo en aquella mansión.

Petra tiró la venda al suelo y miró con curiosidad el estado de sus captores. Sonrió al ver la manera en la que sus cuerpos habían sido rotos y desfigurados, su estado era mucho peor del que había imaginado cuando solo podía oír el crujir de huesos. No le costó reconocer a aquel cuyas manos la habían agarrado, y se acercó a él.

—Nadie se mete con Petra. Nadie.—rió y escaló su torso, acomodándose en cuclillas sobre su pecho, haciendo fuerza con los pies para botar encima de él. Parecía disfrutar de cada gemido de dolor que soltaba.—¿Tienes algo para mí? Porque si no lo tienes voy a seguir botando, y botando, y arrastraré tu craneo con cuerpo incluido conmigo al bosque. Enterito. Vamos. ¿Que armas y armaduras tienes? ¿Y de quién era esa voz? ¿Por qué quería nuestros craneos?—por si no había quedado claro, concentró el peso de su cuerpo una última vez, a modo de aviso.—Vamos, contesta.

Olaf se quedó anonadado. Parecía que hasta las ánimas. de los difuntos buscaban sangre y violencia ya.-Caray. ¿Serán estos los que han estado robando cabezas por los pueblos que hemos pamasado?

Siguió a su compañero enmascarado hacia la cocina, calzándose su propia careta, en busca él también de un objeto más apropiado para descorchar cabezas que su martillo. Y un poco más de estofado, para qué negarlo. 

Mientras Phil y el resto se ocupan de hacerse con el macabro trofeo de los inmovilizados pero vivos desgraciados Petra aplica un poco de ternura a uno de ellos en busca de respuestas. 

Al horrible tormento de haber padecido como la oscura magia de los emboscados en la niebla le rompía todos los huesos dentro de la carne ahora el pobre hombre debe sufrir algo de tortura convencional. Entre alaridos de dolor y mientras ve como sus inmobiles compañeros son decapitados en vida poco saca Petra en claro.

Esos seis eran poco más que carroñeros, saqueadores empujados por el hambre y la totalidad de sus magras posesiones es lo que ves. Algunas armas malas y ropas apestosas. En cuanto a lo que hay en la niebla lo que cuenta es tan delirante que ha de ser producto de una mente arrasada por el dolor. Habla de que en el interior del bosque habita una criatura antigua, muy antigua. Que codicia craneos y huesos para quien sabe que proposito y que dispone de decenas de hombres malvados y crueles que se los proveen.

Hombres y cosas peores. Cosas que salieron de la oscuridad y la niebla.

ero como mínimo da alguna indicación sobre como llegar a la necropolis.

Dice que está a dos o tres dias (aunque esa medida ya no importa en la noche eterna) hacia el noroeste. Que hay que coronar o rodear la colina de la roca pelada, dice que ese es un lugar malvado pero que la ascensión es facil y directa.

Luego cruzar el arroyo sin nombre. Al parecer esto puede hacerse por un puente medio en ruinas o dando un rodeo hasta encontrar un vado corriente abajo.

Casi parece aliviado cuando por fin le rebanan la cabeza.

Basura, después de revisar varias habitaciones buscando algo útil, se olvidó que estaba haciendo allí  y bajo al primer piso para buscar al resto. Ahí escucho el interrogatorio, y mirando el camino, dijo;

-Si la colina es el camino más fácil, hay que seguir ese. Hay que llevar las cabezas en algo para entregarlas en la necrópolis. -

Dijo, mientras buscó un saco y alguna carretilla o algo para llevar aquellas cabezas, para que ojalá alguien lo ayudase, o su cuerpo de huesudo y deforme no aguantaría la caminata.

Basura no encontró nada de valor. Pero bien pensado las mismas tiras de tela con las que os ataron bien podrían servir para atar las cabezas por las cabelleras a vuestros cintos. Una o dos cabezas cada uno no eran mucha carga, aunque quizás si que algo pringosa.

Elegante a la par que funcional.

Tras su deambular por la cocina y las estancias inferiores, Primus trotó hacia el círculo de cadáveres donde estaban sus compañeros.

- Todo puede ser, comparre Cabezahueca.- Contestó a Olaf cuando este hizo referencia a los cadáveres sin decapitados a los que se mencionaba por los caminos.

Tras ello procedió a decapitar a una de las mujeres, haciendo todo lo posible para que perdiese el sentido antes de proceder, a nadie le gusta ver el sufrimiento ajeno, lo había aprendido muy bien.

- Pues puede parecer la mejor solución, lord Basura...- A Primus le gustaba seguir usando títulos nobiliarios entre sus compañeros para tratar de no perder las buenas costumbres de antaño. -... Pro al mismo tiempo si tiene esa reputación habremos de prepararnos muy mucho ante cualquier posible peligro.

Puso una mueca de desagrado al ver el fruto de su sanguinolenta labor y optó por buscar una tela en la que envolver aquel triste recuerdo, dejando dos colgajos más largos con los que se ató el presente al cinto.

Seguro que aquella estaba tan llena de vida como la pobre Ramona, peor esta vida nos mea en la cara y nos caga en la boca y todos nos volvemos unos miserables...

Tenía las tripas llenas pero los lacrimales vacíos, puerca miseria.

- Diría que salgamos con las primeras luces, pero tal expresión ya no tiene sentido, ¿No? Aun así habrá que descansar la cachola unos momentos...

— ¡Ajá! —empezó Torcuato— muy audaz, Petra. Esa información ha sido útil. Yo creo que deberíamos ir por el camino más seguro, y salir cuanto antes. No vaya a impacientarse nuestro cliente.

Torcuato estaba animado. La noche estaba convirtiéndose en una auténtica fiesta, y todo parecía indicar que ellos eran los elegidos para entretener a su encomendador. Con un poco de suerte conocería por fin a ese ente tanto tiempo esperado por él.