Partida Rol por web

En un momento de simple rabia, sin pensar,  Olaf arrojó su martillo contra una de aquellas estúpidas sonrisas cubiertas de metal. Primo, o Primero, o como se llamara, le había caído bien, él sabía lo que era dar tumbos por la vida cubriendo tu rostro deformado. Y ahora se lo habían cargado sin saber siquiera por qué. Al menos él mataba por salvar el pellejo. 

Y para colmo de males, falló. 

Phil demostró el valor de su veterania conectando un nuevo golpe contra uno de esos enajenados que no dejaban de reirse y murmuras obscenidades mientras intercambían golpes. Incluso el que tiene sigue mentando aquello que le hará al cadaver de Phil cuando la maza de este le impacta en el costado y Phil puede sentir las costillas romperse.

Cuando Torcuato por su parte invoca quien sabe que horribles fuentes de poder la maltrecha realidad gimotea y se retuerce. Su mirada parece ser portadora de muerte y sus ojos resplandecen mientras entona su salmo impío. El efecto es inmediato, el cazador de craneos herido por Phil interrumpe su balbuceo para gritar de dolor. Lo mismo con el que está entre Basura y Olaf.

El tercero escapa y aunque Olaf le arroja el martillo no logra impactarle. Cuando os acercais a mirar los cadaveres que Torcuato fulminó con su mirada podeis ver como un humo acre sale de sus ojos, nariz y boca como si hubiesen sido cocidos de dentro hacia fuera.

Petra hace su reaparición como si el combate no fuera con ella y sin información util sobre los tambores más allá de decir que parecen alejarse y acercarse a voluntad por el interior de la niebla. Como si estuvieran en todos lados y ninguno a la vez.

Descendeis la colina siguiendo las indicaciones del malhechor al que torturasteis. La niebla se hace más espesa a medida que volveis a internaros en el bosque y en esta noche eterna es dificil saber cuanto tiempo habeis andado. Descansais en un claro pero aunque intentais dormir vuestro sueño está lleno de pesadillas, cosas sin forma os rodean y parecen repartirse a suertes vuestras partes más blandas como si fueran sabrosos bocados.

Tras otra caminata oiis por fin el rumor del agua. El rio que mencionó el malhadado secuestrador ha de estar cerca. Cuando los arboles clarean podeis ver como en efecto unas decenas de metros corriente hacia arriba la oscura figura del puente. Su forma imponente y su condición ruinosa hablan de civilizaciones olvidadas y reinos perdidos en el olvido con el único consuelo de su soberbia.

No hay eternidad para los reinos de los hombres, solo vergonzosa podredumbre.

Tal y como dijo el malhechor hay otro vado, pero hay que hacer más camino. ¿Deberíais cruzar por el puente en ruinas o es su aura de malvada decrepitud suficiente para echaros atrás?

¡Cuanto has caido!

O eso supones viendo tus ricas ropas hechas harapos y tus uñas rotas y cubiertas de mierda. No recuerdas mucho como llegaste hasta aquí. Solo la daga ponzoñosa te recuerda que quizás en otra vida fuiste alguien importante, alguien que merecía la pena. Ahora eres poco o nada. Un esqueleto medio muerto de hambre en una jaula colgante junto a un puente ruinoso.

Encerrado en una jaula pequeña, en la que apenas puedes acuclillarte y donde debes hacer tus necesidades en el mismo sitio donde duermes, pasas las horas en esta noche eterna. Solo el enajenante tronar de los lejanos tambores te provee de algo de distracción.

¿Quien te encerró aquí? ¿Por qué? No lo recuerdas. En este mundo sin Sol es dificil conocer el paso de las horas e incluso los meses.  ¡Y los gritos! los gritos no están mal: obscenos gritos que mezclan el dolor indescriptible con el placer que ningún alma debería buscar. Aunque no puedes evitar la sensación de que quizás más pronto que tarde seas tu quien grite a manos de quien sabe que invisibles torturadores.

¿Pero que oyes ahora en la niebla? ¡Voces! ¡Voces cuerdas y humanas! Ves a un grupo de cinco personas acercandose hacia el puente ¿Deberías llamarles la atención para que te liberen?

Basura, del cuerpo de su caído compañero Primus coge la cabeza que han de entregar y la pone en su cinto conjunto a la otra, puesto que no olvidaba el sacrificio que había hecho su compañero allí (aún). Tras ello, y tras avanzar un largo camino, decide acercarse al puente, e intentar vislumbrar la mejor ruta a través de este. Lo intentaría hacer todo muy rápido, acercándose a este, pero no lo suficiente como para meterse al arroyo, pero si para mirar por encima si tenía alguna trampa o algo por el estilo.

Basura puede ver que el puente es grande, construido en piedra carcomida por enredaderas y liquenes, con capacidad para que por el crucen cuatro personas a la vez.  Su silueta describe un elegante arco sobre las aguas lentas del rio.

Incluso desde la prudencial distancia puede adivinarse como en varios puntos partes del puente se han desmoronado sin que nadie las repare. Eso incluye tanto puntos de la baranda del mismo como de las columnas rematadas en esculturas que lo decoraban en tiempos más esplendorosos. Aunque es una ruina no parece que vaya a desplomarse, al menos no de inmediato.

No parece haber movimiento en el mismo aunque la propia estructura del puente bloquea la visión en varios puntos.

Al pie de la construcción hay un solitario poste del que cuelga una jaula y dentro de la misma un hombrecillo con pinta de cadaver andante que os mira con ojos hambientos. 

Torcuato soltó una risotada al ver huir al último de ellos.

— ¡Ya saben quién viene por aquí! 

Canturreando una canción algo perniciosa y subidita de tono, se acercó al cadáver de Primus y alargó la mano para quitarle la máscara. Sin embargo, decidió respetar la voluntad de aquel noble tan locuaz. Le había caído bien. Iba a coger la cabeza que llevaba colgada (habían pedido 6, y esas llevarían), pero Basura se le adelantó. Así que aprovechó para coger su armadura, su plata y se fijó en un objeto extraño que llevaba*. Luego miró por encima los cadáveres de sus atacantes y rapiñó lo que pudo.

Cuando hubieron terminado el saqueo pertinente, marcharon por el camino y, al llegar al puente, Torcuato lo tuvo claro.

— Crucemos este puente. Ya debemos estar cerca.

- Quien eres tú? Preguntó Phil al desdichado que se encontraba encerrado en la jaula, mientras intentaba liberarlo de su cautiverio.

- Quien te encerró en este inóspito lugar? Preguntó sin demasiada esperanza que aquel tipo pudiera responder a sus preguntas.

- Eh... ¡EH!- Berreó Cheddar al ver acercarse a aquellos pordioseros, oteando el puente en lontananza, creía recordar haberlo cruzado, peor todo eran densas neblinas en su cabeza. Al ver que aquel barbudo desarrapado le hacía caso se giró hacia él. - Buen...a noche,- Dudó.- gentilhombre, mi... mi nombre, creo que es Cheddar, o así me llamaban mis captores. Yo, fui traido de la necrópolis, peor no recuerdo mucho más, creo... que podría tratar de guiaros hasta ella, claro que me han golpeado la quijotera de lo fino y tanto puede que recuerde el camino realmente como me confunda con cómo movía mi mano furtiva bajo la falda de alguna fulana... ¿Podríais ayudarme a bajar, por caridad?- Cheddar creía recordar bastante sobre el mundo que le rodeaba, sabía que no siempre había sido de noche y que gozaba de sus ratos en los aposentos de damas y no tan damas, pero creía que lo de ir cargando con cabezas colgadas del cinto no era muy normal. ¿Sería una nueva oda de alguna ciudad a la que iba de camino?

Petra resopla, esperaba poder descubrir información sobre los tambores pero le había sido imposible. Puede que estuviera tuerta, ¡pero no sorda! Voltea la cabeza hace un lado y se golpea en la oreja contraria, como esperando que caiga algo. Pero Petra sabe bien que nunca guardaría piedrecitas en sus orejas, no era ni el top cinco de mejores orificios donde guardarlas.

Pero rápidamente se anima cuando ve que el grupo se pone en marcha. Sigue a Basura hasta el cadáver de Primus, y en vez de contentarse con la cabeza que este portaba, decide llevarse también la del "guapo". Tras eso, inspecciona el equipo y armaduras del resto de muertos. Seguía necesitando algo mejor con lo que defenderse.

Y de camino al puente, se encuentran con el hombre enjaulado. Pero Petra solo tiene ojos para el puente, extrañamente bello en todo su derrumbado estado. ¡Cuántas piedrecitas debían de haber ahí!

–¡Crucemoslo, sí!–añadió a las palabras de Torcuato casi echándose a saltar en el sitio.

- Eso hago. Masticó las palabras a aquel tipo llamado Cheddar. - Tal vez con un buen mazazo... Y sin pensarlo mucho lanzó un golpe de maza al candado que aprisionaba al cautivo.

- Sal de ahí, y guíanos si puedes. Dijo sin mucho entusiasmo el viejo barbudo llamado Phil.

-Espero que tengas con que defenderte, porque allí por donde pasamos, parece que llamamos a la muerte.

Al ver que sus compañeros cruzaban el puente, se dirigió pesadamente tras ellos. 

El ímpetu de Phil, hacía tiempo que había desaparecido. Seguramente se quedará en los túneles de los hombres rata. Justo después de desertar de su amadísima madre iglesia. 

Tras reclutar a un nuevo aliado (¿cuantos nobles caidos en desgracia pululan por esta tierra de la noche eterna?) el grupo empieza a cruzar el puente. Podeis ver como la construcción está hecha con grandes bloques de piedra, tan grandes y tan finamente encajados que ni tan siquiera veis las lineas de los encajes. 

Mientras lo cruzais no podeis dejar de admirar unos finos arcos metálicos que, aunque ahora rotos, entendeis en algun pasado remoto cruzaban y festoneaban la construcción, seguramente con los estandartes de reyes y emperadores largamente convertidos en polvo muerto y silente. 

Con cuidado esquivais aquellos puntos donde el suelo ha cedido y para vuestra suerte nadie os ataca o busca mal mientras cruzais el puente. Llegados al otro lado seguiis la caminata y poco a poco notais como el suelo desciende en una pendiente gradual. Apartais a manotazos nubes de insectos sedientos de sangre que atraidos por la luz de vuestras antorchas os atacan sin cesar cuando finalmente el bosque poco a poco se abre para dejaros ver, lo que podais bajo la luz gris de las pocas estrellas, la inmensa necropolis.

Esta se extiende a los pies de un acantilado en cuya cima estais ahora y se pierde en la lejana oscuridad de la noche y la niebla. Entre los jirones de la niebla podeis ver las formas de pirámides, mausoleos y tumbas en distintos estados de ruina. Una ciudad de los muertos con estrechos pasillos formados por una infinidad de sepulcros colocados sin aparente orden ni concierto. En algún lugar de ahí el misterioso patrón de los cazadores de craneos espera vuestra ofrenda. Seguid las luces blancas dijeron. No estais seguros que ese consejo asegure vuestra vida o vuestra alma.

Para descender se os presentan dos opciones. A unos metros empieza una empinada escalera tallada en la roca, peldaños de una piedra que no reconoceis y que se asoman peligrosamente al abismo. Un descenso peligroso, quien sabe si plagado de trampas de otras eras, a la par que agotador pues las escaleras se pierden en la niebla siguiendo el acantilado y descender por ellas parece ser un largo trecho.

Por otro lado podeis tratar de descender por la cara del acantilado. Quizás sea aun más peligroso pero la indiferente naturaleza no os pondrá ningúna trampa. A la par de ser directo hasta el suelo: de una forma u otra. O eso esperais.

Mientras dilucidais vuestras opciones el ritmo de los tambores suena de nuevo. Y esta vez lo teneis claro, viene del interior de la necrópolis.

Los sonidos de tambores aceleraron el pulso de Torcuato. ¡Hereje le llamaban! Pero sabía que ahí delante iba a confirmar cómo sus creencias eran auténticas, no como las de la falsa cruzada de cantimpalo y su bicéfalo bichejo.

Con ánimo de espolear aún más su coraje, alzó los brazos al cielo y gritó apasionao:

— ¡Oristila, Oristila! ¡Soy seguidor de tu voz, versado en tu poder, amante de tu ser! ¡Otórgame tu favor una vez más, pues el destino se abre ante mí por peligrosos caminos, y sólo tu guía iluminará el recorrido!

Repitió sus blasfemas palabras una y otra vez hasta un espasmo lo hizo caer al suelo. Se levantó inmediatamente, con un vigor renovado y tras animar a sus compañeros, se dirigió a la pared, por donde se descolgó con una sorprendente agilidad, mientras repetía sin parar:

— ¡Siento el poder! ¡Siento la llamada!

Y una cantidad de sandeces ilimitada.

Phil siguió al imprudente de Torcuato en su descenso por la pared. Antes de eso rezó en voz baja y con cierto disimulo al gran Basilisco Bicéfalo que en tantas ocasiones le había guiado.

Al parecer sus rezos recibieron bendiciones, pues el descenso le resultó insultantemente fácil. 

Cheddar vio cómo el resto bajaban alegremente por la pared, pero aún siendo un puto señoritingo desmemoriado, era muy consciente de sus limitaciones. Flashes de caídas, huesos rotos e incluso de muertes (¿Accidentales?) de compañeros por su incompetencia se apiñaron entre sus cejas causándole una seria migraña. Era consciente de que seguir a sus nuevos compañeros era un suicidio seguro (y puede que la de aquel a quien arrastrase con sigo), así que se disculpó cortes mente y comenzó a descender por la escalera, tratando de contener su esfínter.

- Si me disculpan...- Dijo, parecía que más al sonido de lis tambores que a sus temerarios compañeros.

Basura, al ver como tantos de sus compañeros bajaban por la escarpada ladera sin ningún problema, tuvo por un segundo la maldita esperanza de que para el también seria igual de fácil, pero no lo fue. Al intentar bajar, por más de que intento mantener el paso, o bien no resbalarse, una piedra se desprendió y finalmente cayó rodando por la ladera directamente a la niebla que cubría el lugar.

Mientras empezais el descenso Basura pone mal un pie y cae rebotando por el acantilado hacia el cruel abrazo de la tierra.

O quizás se ha arrojado para poner fin a la desoladora certidumbre de la existencia.

Su cuerpo se rompe como si estuviera hecho de débiles ramitas y muere sin sentir dolor alguno. No es en la Muerte donde aguarda el Dolor, si no en el Más Allá, como Basura descubrirá pronto.

Tras ver estrellarse a aquel pobre y ratonil desgraciado, Olaf decidió que era mejor descender por una escalera hipotéticamente peligrosa que partirse todos los huesos por el acantilado, y bajó dando tumbos por ella con el lechuguino. 

-Cuando lleguemos abajo, acuérdate de coger la cabeza que ese pobre llevaba a la cintura para ti. O la suya propia, si está en mejor estado. Te hará falta ahí abajo. 

Las vistas no dejan de mejorar, lastima que la vista de Petra solo le permitan apreciar manchas borrosas. Si supiera el material del que están hechas, seguramente ya se habría despeñado de la emoción. Pero como no es el caso, y sus únicas guías son los gritos de Torcuato y el sonido de Basura estrellandose contra el suelo muuucho más abajo, Petra decide bajar por las escaleras, con una calma que le permitió bajar sin más problemas que algún susto durante el camino. Puede que su destino no esté escrito, pero no va a permitir que una cuerda de calidad sospechosa lo decida. 

Finalmente os reagrupais al pie del acantilado. Los que bajasteis por la pared del acantilado habeis llegado antes, en especial Basura, a costa de arriesgaros a una muy mala caida. Los que bajaron por la escalera han tardado mucho más y aparecen cubiertos por las picaduras de quien sabe que insectos enloquecidos por la oscuridad. Pero ninguno de ellos parece haber sufrido mayores quebrantos. Quien sabe si una picadura de esas que consumen la mente no los habría enviado en un traspiés al mismo destino que Basura.

Cheddar nervioso mira la cabeza que Olaf le señala y tras dudarlo unos segundos rebana la de Basura y se la ata al cinto como hacen sus compañeros.  El aire en el fondo del valle es espeso y malsano, como si aquí la niebla no fueran si no vapores emanados de quien sabe que horrendas sustancias. Pero los tambores os llaman y debeis seguir con vuestra macabra tarea. Tras estas caminatas siempre en la eterna noche ¿como saber cuantos de los tres días se han consumido? ¿Os queda tiempo para cumplir el horrendo encargo o están vuestras vidas ya condenadas?

Viendo lo que los ladrones de craneos se hacen a si mismos os estremece pensar que tormentos os tendrán reservados si fallais.