Partida Rol por web

Empezais a avanzar por la necropolis al principio sin rumbo pero luego siguiendo un ruido, casi un estremecimiento, que parece recorrer vuestros huesos y hacerlos vibrar como la piel de los tambores. Por un momento recordais el horrible destino de aquellos hombres a quienes el extraño tambor del heraldo de la niebla deformó y quebró. Apartais de vuestra mente como mejor podeis esos recuerdos.

La necropolis hace honor a su fama. Esta es una verdadera y abigarrada ciudad construida para los muertos durante años, siglos y eras. Tumbas de muchos tipos se entremezclan en una algarabía de estilos. Pequeñas piramides de pulida piedra negra se alternan con góticos panteones en los que los relieves describen los tormentos que el Basilisco Bicéfalo nos profetizó. Humildes tumbas, poco más que un montón de piedras, dan paso a regios mausoleos con escudos de armas que no reconoceis. 

Un verdadero caos que debeis transitar como mejor podeis. Escurriendoos por estrechos pasajes entre tumbas ruinosas, saltando por encima de muretes derruidos y pisoteando los lugares de descanso de gentes hace mucho olvidadas. Un verdadero laberinto en el que temeis perderos ¿es vuestro desitno morir de hambre y sed aquí? ¿uniros a la cofradía de los muertos? ¿Deberíais tratar de encaramaros a alguno de los mausoleos para tratar de haceros una idea del lugar y la dirección a seguir?

En ese momento avistais a vuestra derecha, pasando por encima de unas cuantas tumbas cubiertas de enredaderas, el brillo metálico inconfundible de la plata. En un mausoleo cuyas puertas de hierro están abiertas, uno juraría que desde dentro, podeis ver la luz de las estrellas reflejada en varios candelabros y estatuas de plata e incluso el destello de alguna joya. ¿Es esto una trampa o un botín al alcance de la mano?

Phil desestimó el ir a por la plata, la plata siempre traía muerte, tarde o temprano traía la muerte. Lo había visto en tantas ocasiones en sus ya muertos compañeros...

Así que después de sollozar unos instantes desconsolado, decidió intentar orientarse en aquel laberíntico cementerio.

Qué maravilla de lugar. Siento el poder en mí, pensaba Torcuato. Creía saber por donde ir, pero en ese momento sólo quería empaparse del lugar, de su historia y sus saberes cósmicos.

Se quedó quieto, observando todos los detalles que pudo captar. Y, quien sabe si guiado por esa tal Oristila que antes mencionaba, o por el efecto de algún psicotrópico, se quedó con la boca abierta y babeante, y los ojos abiertos en su máxima circunferencia.

Parecía que estaba viendo todo. Absolutamente todo.

Phil observa una de las tumbas, una lapida de piedra grisacea rota en varios puntos. Con cuidado, casi con mimo, resigue con el dedo las letras góticas talladas en la piedra. Aunque sea incapaz de leerla la inscripción remueve algo en su interior. Recuerdos olvidados, anteriores a una vida de violencia y mugre. Recuerdos de una infancia que creía olvidada antes de despertar sobre esta misma tumba abandonado por unos padres incapaces de alimentarlo. 

Este lugar, esta fria y desolada lapida cierra el circulo.

Torcuato por su parte está exhultante de blasfema alegría. Tras lamer alguno de los acres musgos que crecen en las paredes de los mausoleos derruidos sus ojos se dilatan como buscando penetrar la oscuridad y la niebla. Dando blasfemos alaridos se encarama a los restos derruidos de la estatua de un rey de antaño para otear el horizonte. Con grandes aspavientos señala al horizonte donde un brillo pálido se impone en la oscuridad.

El resplandor de una luz, fria, blanquecina y que parece la antitesis de todo el calor y vida que alguna vez representara el Sol brilla en la lejanía. No hay duda que ese es vuestro destino. ¿Pero como acercaros? ¿A través saltando muros y escalando ruinosas tumbas? ¿O tratar de buscar un sendero más practicable y que de un mayor rodeo? ¿Correr hacia ella o resguardaros de posibles peligros y emboscadas en los siniestros callejones de la ciudad de los muertos?

Cheddar no se podía creer que hubiese llegado hasta la necrópolis sin haberla diñado al más mínimo resbalón. La cabeza de Basura le miraba desde la cintura porque se emperraba en no cerrar los ojos y el nudo empleado para fijarla se tensaba haciéndola girar, lo que le hacía sentir extrañamente culpable, pero leches, fue él el que quiso bajar de cabeza  por el camino difícil.

Los recuerdos y las imaginaciones seguían sin darle tregua, no terminaba de saber qué era qué pero al ver al Rata y al Féliz buscando su propio camino por entre las lápidas y los mausoleos, se dijo que no podría ser menos, tratando de recordar su paso por allí y si conocía el camino hacia aquel resplandor en lontananza, así como su origen.

Ahora que percibe mejor su alrededor, corretea dudosa de un lado para otro, siguiendo de manera intermitente al grupo. Hay tantas cosas que ver, pero al mismo tiempo, cierto temor está creciendo dentro suyo. 
Se para y piensa en si llevarse algún recuerdo del suelo o de algun mausoleo, examinando todo a conciencia de paso. Seguro que encuentra algo en especial... Hasta que ve el tesoro. Parece estar pidiendo que lo saqueen. Petra se acerca sigilossmente a él. No sabe si alguien estará observándoles, o si habrá alguna trampa. Pero seguro que una piedrecita brillante merece la pena... Solo una...

Cheddar deambula fascinado siguiendo al grupo. Hasta que al pasar por delante de un mausoleo se detiene. Este es relativamente nuevo pero pequeño, de poca calidad, más centrado en aparentar que en ser realmente una última morada suntuosa. Aun así algo le llama la atención y se detiene a entrar en el pequeño habitáculo. Dos ataúdes reposan en sendos pedestales, la madera aun no corrompida por el asfixiante calor y humedad de este maldito paraje. Uno de los ataúdes está abierto, la tapa arrojada con prisas al lado tiene en su interior las marcas de arañazos frenéticos. El noble alza la vista para leer las letras encastadas en bronce en la pared "AQUÍ YACEN JUNTOS E INSEPARABLES LORD C. DE K. Y SU AMADA ESPOSA DE QUIEN NO QUISO SEPARARSE". Deja el lugar con un escalofrío. 

Petra por su lado se acerca a la tumba que contiene la plata. Quizás algo le hace sospechar pues en el último momento frena su paso y ve, hábilmente disfrazado por una sombra y una depresión en el suelo de la tumba, un agujero estrecho en el que se intuye una afilada hoja probablemente envenenada. Da un salto y esquiva la trampa. Tristemente mucho de esa plata no eran si no piezas de metal bruñido, para embaucar a codiciosos como ella. Pero incluso así reúne pequeños objetos de cierto valor.

Olaf, sin mucho interés en aquellas tumbas pero repentinamente receloso, caracoleó entre panteones y lápidas buscando un camino seguro y oscuro que le acercara un poco más a aquella luz misteriosa sin exponerle a posibles emboscadas. 

¿Era tan olvidadizo que hasta había olvidado que había muerto (Aunque fuera brevemente) o había sido el teauma de despertarse en su tumba lo que le había hecho olvidar?

A Cheddar le habían entrado unas imperiosas ganas de orinar, puede que de miedo o puede que por hambre, no estaba seguro.  Y mientras lo hacía, sobre unas lápidas sin nombre, vio el incidente de Petra con la flecha. Debería de habérselo imaginado, su difunto padre solía bruñir chatarra despedazada y teñida para rellenar los joyeros de su hermana pequeña, o... ¿Eran sus propios joyeros? Cheddar contuvo un gritito infantil extrañamente femenino y caminó hacia Olaf, poniendo su índice en alto como si lo fuese a emplear como brújula en su busca de una ruta... Aún así no le venía la inspiración...

- ¿Y si simplemente... Caminamos en línea recta...?

Siguiendo al decidido Olaf y a Cheddar, quien también actúa como si conociese el camino. Ambos tardan poco más que unos minutos en desorientarse y en perderos irremediablemente. Aunque como suele suceder en estas situaciones cuesta darse cuenta de que uno está perdido hasta que lo está tanto que toda esperanza ha quedado atrás.

Aun así Torcuato sigue insistiendo en que puede oír la luz. Que esta os está llamando a través de las bocas de las cabezas que acarreais. Sea como sea aun a costa de describir un amplio rodeo entre tumbas mohosas y panteones cubiertos de hiedras venenosas empezáis a andar en la dirección correcta. La blanquecina luz ilumina el cielo nocturno en frente de vosotros y aunque aun os queda un trecho y las ruinas de las tumbas y mausoleos os impiden ver la fuente de la luz podéis estar seguros de que vais en buen camino.

Para vuestra sorpresa vais a dar a lo que podría ser una amplia plazoleta. Un espacio circular con los restos de una fuente en el centro, un conjunto de esculturas a tamaño real que rodean un obelisco truncado. La niebla parece arremolinarse a su alrededor y casi parece ser agua saliendo de la fuente y derramándose por el suelo.  Es por ello que no veis los cuerpos hasta que los pisáis. Decenas de cuerpos de hombres y mujeres parecen estar diseminados por el suelo. Todos ellos presentan horribles cortes y las cabezas limpiamente cercenadas. Con angustia os fijáis ahora que incluso las estatuas de la fuente han sido decapitadas.

Todas a excepción de tres de ellas. Tres moles que parecen representar a hombres enormes, cubiertos con una armadura que recuerda a un esqueleto y portando enormes espadones. Tragáis saliva y alguno amaga un grito cuando con lentitud pero determinación las tres esculturas se ponen en marcha revelando que no son tales si no tres enormes guerreros.

El sonido de sus potentes pisadas y el entrechocar de las piezas de sus pesadas armaduras resuenan en la noche mientras avanzan con sorprendente velocidad hacia vosotros.  El primero en ser atacado es Olaf, que encabezaba la marcha, quien debe saltar a un lado para esquivar el enorme espadón que aun así le produce un pequeño corte en el brazo. Phil junto a Olaf tambien recibe un golpe de refilón que se cobra el precio de la sangre con el viejo veterano.

Parece que el Fin de los Días haya depositado su simiente en el vientre de la noche. Haciendo que esta para uno tras otro nuevos horrores. ¿Serán vuestras cabezas las siguientes en ser llevadas ante el misterioso señor de la necrópolis?

Aquellos colosos de piedra intimidaban incluso a Olaf, especialmente cuando uno de ellos había logrado herirle. Poco iba a poder hacer su martillo contra semejantes moles de piedra.

-​​​​​¡Maldita sea su estampa! ¿Es que no les basta con una cabeza por barba ahora?

Sin mucha convicción, golpeó a una de las estatuas...y no llegó ni a arañarla. Por un instante creyó que a lo mejor había visto mal, pero no. Ni un miserable arañazo.

Torcuato pareció perder su alegría al ver a estos 3 poderosos enemigos, pero se recompuso e invocó los poderes de blasfemo origen ya vistos anteriormente.

Sin embargo, tras mucho gritar y llamar a quién sabe, e iluminársele los ojos con fuego, no sólo ignoró  los caballeros, sino que sufrió un castigo por su falta de fé

Puede que sean sus instintos preocupándose en exceso, como cada vez que volvía a casa y le parecía oler el alcohol desde la entrada. A veces se equivocaba, otras acababa en el suelo atragantandose con su propia sangre. No podía quitarse la sensación de que les estaban observando. De qué si juzgaba mal el peligro o daba un paso en falso, acabaría sin cabeza como todos los cuerpos que está viendo. Y ella quiere sobrevivir a toda costa. ¿Pero cómo?
No es hasta cuándo ve como los tres gigantes cobran vida y se abalanzan sobre ellos, que se da cuenta de algo. Antes, en el bosque, había huido de la pelea. Pero ahora mismo, era demasiado arriesgado. No sabía si aparecerían más bestias, o si aquella criatura a la que debían entregarle las cabezas pensaría que no era merecedora de su presencia o su vida. Pero lo más importante era que no les tenía miedo. Así que ignorando que la batalla pueda no estar a su favor, empuña el cuchillo y busca un punto desde el que apuñalar a uno de ellos.

- Tra... Traemos las cabezas, semos gentes de bien.- Berreó Cheddar tratando de hacer botar la cabeza que llevaba atada al cinto por si aquel peculiar llavero amansaba a las bestias, pero aun así no se achantó y tomó lo primero que vino a su mano, aquella extraña daga que atesoraba en su jaula antes de hacerse con un martillo.

Seguía tratando de llamar su atención para ver si eran simples canes capaces de ser apaciguados, dando golpes de pelvis para mover la cabeza de Basura, hasta que incluso optó por desengancharla y levantarla en alto con su otra mano.

- Cabezas para... Para los espíritus.- Gritaba sin mucha convicción, menos mal que ya había vaciado su vejiga. Pero aun así se preparó para clavar su arma en caso de que alguna de aquellas bestias se aproximase lo suficiente...

Phil escupió algo de sangre después del impacto. Maldijo para sus adentros. Aquellas cosas impresionaron al veterano mercenario. Tanto que casi mancha los pantalones. O tal vez los manchara, pues el hedor que desprendía no era muy diferente del de las heces humanas. Por suerte los pantalones estaban sucios y marrones, y poco nadie hubiera sido capaz de distinguir la mancha caliente en sus perneras.

Cagado hasta las rodillas, Phil sacó su maza e intentó defenderse tan bien como pudo. La verdad es que no fue capaz de sino de dar un tímido golpe al aire. 

Los tambores de muerte lo llamaban. Sería está su hora?

Ante las terroríficas figuras os reveláis incapaces de golpear con la fuerza necesaria. Solo el golpe de Petra logra herir a uno de ellos, clavándose entre las articulaciones de la armadura a la altura de la rodilla y haciendo correr una sangre oscura y densa. El guerrero al que ha herido eso si parece ignorar el golpe y el dolor y como si de una estatua viviente se tratase se prepara para golpear de nuevo.

Las tres enormes figuras pasan al ataque, sus enormes espadones silbando en el caluroso aire de la Necrópolis. Petra esquiva por los pelos uno de los golpes que le recorta parte de su mugriento flequillo y a punto está de abrirle en canal.

Mientras tanto Phil desvía el golpe de otro de los acorazados enemigos logrando con rapidez devolver el golpe pero este choca sin efecto contra la poderosa coraza de su enemigo.

Cheddar por su lado ve recompensados sus intentos de parlamentar con un golpe en el estómago. Rasgando la armadura el golpe corta piel y musculo y el desposeído noble empieza a notar como la vida se le escurre con rapidez.

Cheddar, viéndose fallecer, procedió a asestar otra puñalada a aquel ser que le había puesto a las puertas del infierno pero sus dedos le fallaron, aún así increpó una plegaria a una divinidad cuyo nombre nunca podría repetir conscientemente, y vio su oración recompensada, cuando sus manos se juntaron en un puño entorno a la daga para volver a levantarla por encima de su cabeza y volver a descargarla con violencia.

–¡Traemos las cabezas, miradlas! ¡Cumplimos el trato!–se une Petra a los gritos de Cheddar justo antes de saltar hacia atrás para esquivar un golpe que no tenía dudas de que hubiera sido mortal para ella. Rápidamente busca la manera en la que asestarle de nuevo, preferiblemente en el mismo sitio. Quizás podían así derrumbar a los golems y huir de ellos. Oh. Huir. ¿Deberían? No, no, se dice a si misma. Al menos no todavía....
Su mano se lanza contra la pierna del gigante, y durante un momento, jura que se queda corta, sin llegar a tocarle. Y un segundo después, nota un cosquilleo por todo el cuerpo, una presión en sus dedos... y tiene que hacer fuerza para desclavar el cuchillo, manchado con la sangre de una nueva herida. Juraría que algo que no podría explicar acaba de ocurrir, pero tampoco tiene las palabras para describirlo. Lo que importa es que la idea de huir ha vuelto con fuerza. ¿Y si esto no es una prueba? ¿Y si no tienen nada que ver con aquel al que deben entregarles las cabezas?

Phil aprovechó la oportunidad que la fortuna le enviaba, e intentó golpear de nuevo a uno de sus enemigos.

- Aaarrrggg!! Volvió a gritar cual líder nato para darse coraje a su mismo.

Esta vez la maza robada a unos huérfanos impacto dolorosamente contra una de aquellas terroríficas criaturas.