Partida Rol por web

Luego de refrescar sus gargantas y pasar un rato ameno, se encuentran camino a casa del Hermano Lucius, tienen un misterio y cómo resolverlo está en sus manos; mientras caminan algunos los observan con extrañeza, a leguas se nota que son forasteros, otros simplemente continúan en sus actividades sin más.

Sin girarse hacia ustedes, Egil les habla -tendremos que apresurarnos para que pueda estar de vuelta en el templo a tiempo de las plegarias de la tarde- aunque los contrató parece que no se fía de dejarlos solos en aquella locación, aunque no hay mucho que robar por aquí, Egil quiere cuidar de los intereses de Lucius.

Con el pasar de los minutos, por fin arriban a lo que sería la casa del Hermano Lucius; aparentemente, por el desangelado aspecto que ofrece este lugar, parece que ser bibliotecario en una ciudad mercante no resulta un trabajo demasiado lucrativo; el pequeño hogar del hermano Lucius tiene una sola planta, al ingresar a esta, pueden advertir que está dividida en dos estan­cias, la mayor parte de la estancia principal se encuentra atestada de libros, rollos de pergamino, plumas de escribir, frascos de tinta y demás utensilios de caligrafía y de estudio; en un rincón puede verse un pequeño camastro y bajo la ventana principal hay un sencillo escritorio, la mayoría de los libros y rollos de pergaminos que pueden encontrar aquí son tratados de geografía, que hablan de territorios lejanos. La otra habita­ción de la casa es mitad cocina, mitad trastero, una trampilla en el suelo de esta segunda estancia lleva a lo que parece ser un sótano.

-El lugar es todo suyo, pueden buscar donde deseen y tomar lo que crean necesario que les pueda dar una pista de algo- comenta Egil, cruzándose de brazos recostado en uno de las paredes.

-Aguardad un momento antes de revolverlo todo. -Dijo Brennan, adelantándose con la loba a su lado hasta el camastro. Si había un lugar que conservara un olor es el lecho de cualquier criatura. Agachándose junto a él, el hombre de orejas afiladas movió ligeramente las sábanas mientras murmuraba unas palabras en voz baja al animal. 

Apenas Brennan había abierto la boca, Hektor ya se encontraba husmeando entre los libros del antiguo bibliotecario. El hechicero apenas sabía leer o escribir, pero encontraba fascinantes las ilustraciones. Se podría decir que la búsqueda de alguna pista relevante había ocupado un segundo puesto en la escala de prioridades de Hektor (si es que alguna vez había sido una prioridad) y que ahora se encontraba absorto intentando situar Freeport en alguno de los muchos mapas y cartas náuticas que por allí había. Era algo así como un reto personal. 

- Gracias por el "halago". - respondo al elfo y desvío la mirada hacia Hektor. - Y tú darte un baño, apestas. 

Tras decir aquello observo a mis compañeros y una risa bastante contenida surge de mis labios al descubrir que el dueño de esa comida para la loba no había notado que fui yo y se estaba generando una pelea con otro que fue culpado injustamente. Este tipo de cosas me dan alegría, son pequeñas diversiones diarias. Son el motor de mis maldades, que le vamos a hacer, un poco de caos no se le niega a nadie. 

Una vez llegamos al lugar, me pongo a buscar con minucioso cuidado. No se me da mal, así que me concentro en ello pero me manejo como un gato, caminando suave, sin hacer ruido, sin tirar nada. Tocando todo con delicadeza, dando la impresión de estar muy acostumbrada a hacer esto. 

Con tu excelente vista y percepción aguda no tardas en encontrar una nota muy llamativa, que ponía como título “cosas por hacer”, al tomarla puedes leer lo siguiente:

Al abrir uno de los cajones no encuentras nada que no fueran más pergaminos y plumillas, pero al intentar cerrarlo, notas que se atasca un poco, y al propinarle un ligero golpe para que este cierre, te das cuenta de que este cajón tiene un doble fondo, que esconde un diario escrito por la misma mano que ha redactado la lista, te quedas observándolo y entre lo escrito hay algunos apuntes que pueden ser importantes.

Ahora puedes avisar al grupo tu descubrimiento.

« A buen ladrón... » - pienso sonriendo. 

- He encontrado algo muy interesante. - digo divertida. 

Y les indico la hoja que tengo con mi mano libre, pero como si fuera poco tras revisar un cajón e intentar cerrarlo en ese instante, este se traba, momento en el cual le doy un buen golpe seco para que cierre aunque descubro lo que tenía escondido: El diario de nuestro objetivo. 

- Vaya, cotilleo profundo... - confieso y leo. 

Un tanto interesada por lo que dice, pensando que algo le estaba pasando a este pobre hombre, le muestro finalmente lo que he encontrado a mis compañeros. 

Diario:

Fue Elentirell la primera en encontrar algo. O, si no fue así, al menos sí fue la primera en revelarlo a los demás. Desde luego, aún quedaba por ver si sus dotes como guerrera tenían la misma soltura, pero su buen ojo había quedado demostrado.

-Desde luego sí que parece que el pobre Lucius estaba metido en un buen lío. –Contestó Brennan de buen ánimo cuando ella terminó de hablar, levantándose mientras dejaba que Gealach olfateara a su gusto el camastro. –Capitán Scarbelly… ¿Alguien lo conoce?

-Por cierto Hektor, ¿encuentras algo interesante? –Añadió, cambiando de habitación, cuando pareció percatarse de que su contratante seguía en la puerta.

-Ah, hermano Egil, puedes irte tranquilo, nosotros nos ocupamos. –Dijo con absoluta naturalidad mientras levantaba la trampilla que daba acceso al sótano y miraba hacia la penumbra del interior. –La casa es algo pequeña, pero nos servirá. Si necesitas algo, búscanos aquí, aunque supongo que mañana iremos al templo de todas formas. Pero si sabes dónde conseguir algún otro camastro, nos sería de utilidad.

Habían llegado a la casa del hermano Lucius. Era el momento de registar la morada de aquel desaparecido para intentar indagar en la causa por la que el bibliotecario había desaparecido súbitamente, por lo que Felsom decidió echar un vistazo a los libros que poseía Lucius, tratando de encontrar algo de utilidad.

Por suerte Elentirell había hallado lo que parecía tratarse del diario del hermano Lucius. Felsom echó un vistazo a las páginas del diario que la elfa estaba mostrando, leyéndolas con interés.

-Parece que este hombre dormía mucho -reconoció el nigromante, mesándose las barbas, pensativo tras haber leído aquella peculiar nota. Luego procedió a leer el diario, cuyas entradas más antiguas eran de hacía seis años, produciéndose un salto de cinco años, que coincidía con las fechas que el hermano Egil les había proporcionado-. Creo que cuando vayamos al templo, habrá que preguntar por el tal Milos. Debe ser otro hermano, imagino. Por lo que dice el diario, estaba preocupado por si Lucius sufría algún tipo de episodio similar. Puede que nos diga qué le estaba sucediendo.

 El gnomo entra a la casa del desaparecido con curiosidad. Lo que le había pasado al hermano Lucius podía ser algo salido de historias fantásticas o leyendas antiguas, considerando los relatos de Egil y los nuevos descubrimientos de Elentirell. Tal vez le hubieran hecho algún hechizo o el propio Lucius fuera una persona que viajaba en el tiempo como los dioses. Mil posibilidades  se cruzaban en la cabeza de Frenni, al cual las manos se le iban a su flautín para cantarlas. Pero el gnomo se detenía sus propias ansias, sabiendo que en aquel momento no era adecuado darse a la música.

- Uhm... veamos que hay en los trapos sucios de este hombre... literalmente, ho ho...

 Y con estas palabras, se dirige a la cocina. Un lugar mundano, que la mayoría de sus compañeros no había considerado como primer sitio para buscar. Los más estudiosos se dirigían a los libros y lo pergaminos; los más audaces ya se lanzaban a explorar el sótano. Frenni, un bardo al que le gustaba comer, beber y cantar, veía en la cocina un interesante lugar que podía contar muchas cosas sobre cualquier persona.

Mientras la Loba de Brennan olfatea entre las prendas y sabanas de Lucius buscando tener un olor particular con el cual poder seguir el rastro, los demás continúan buscando alguna otra pieza que, de información adicional, aunque no encuentran nada más que valga la pena.

-¿Scarbelly? ni idea…- Egil se encoje de hombros y niega con la cabeza, -tal vez sea algún conocido en el muelle, de alguno de los navíos que se encuentran atracados en el puerto, lo que no sabemos es qué tipo de navío pudo haber usado Lucius; los piratas ya no se molestan ni siquiera en camuflarse cuando llegan estos días, ahora mismo en los muelles, hay un buen numero de barcos piratas atracados, si no estoy mal y mi memoria me falla, algunos incluso son tripulados por Orcos-. Asiente a las palabras del semielfo, observando afuera a través de la ventana, -Si, es mejor que me vaya, no quiero llegar tarde…- vuelve la mirada a Brennan y los demás, -tal vez sea de ayuda el que averigüen en los muelles, tal vez encuentren ese tal Scarbelly, a lo mejor sepa del paradero de Lucius, nos veremos mañana, aquí mismo- sin más, Egil atraviesa el umbral de la puerta de entrada y se encamina hacia el templo.

Observas la trampilla, no está cerrada con llave, al abrirla se ve una escalera que baja. El Sótano es más grande que la casa, aunque está extrañamente vacío; hay librerías alrededor de las paredes, pero no hay nada en ellas, por tu experiencia en los bosques y tu agudo sentido del olfato, te percatas que la madera huele a nueva, lo que quiere decir que han sido colocadas hace poco, tal vez no más de un año de antigüedad.

- No me suena, igual es un hilo para coger... Hay muchas vías. - respondo al elfo. 

Después la observación del Mago tenía mucho sentido, es que había notado lo mismo, así que tampoco tardó demasiado en responder. Está claro que algo lo atormentaba, no podía con ello y es evidente que buscó vías para librarse de lo que sea estaba padeciendo. Todo un misterio. 

- Demasiado, lo preocupante de todo esto es como al principio se lo tomaba muy normal y ya después comenzó a sentir una preocupación muy curiosa. Habla de pesadillas, pero da la impresión de que sucedió algo más. - explico y señalo el diario. - Dice que ha dormido durante años. ¿Existen conjuros así? O... ¿Son maldiciones? 

Esa pregunta iba para los expertos, quizás ellos entre tantos libros pueden interpretar algo más. Son años estudiando magia, siendo esos dos una fuente de conocimiento total. 

- Podemos ir a los muelles, claro. Otro punto para ver tenemos ahí. - respondo a Egil. - Descanse. 

En la cocina no encuentras nada más que comida seca y podrida y ropa sucia.

-¡Venid, venid! ¡Tenéis que ver esto! -gritó Hektor desde el pequeño escritorio donde estaba sentado. Sonreía de oreja a oreja, a todas luces orgulloso por el descubrimiento que acababa de realizar. -Aparentemente, las islas de la serpiente no han sido siempre islas. 

Señaló al mapa con su dedo ennegrecido. Era imposible datar aquel documento, sin duda era antiguo o había sido muy maltratado. Parecía algún tipo de estudio topográfico de lo que podría haber sido el antiguo continente. 

-Por algún motivo, el mar se tragó lo que antes era todo un continente. Todo esto que veis aquí era tierra antes. ¡Se podía ir a caballo de una isla a la otra! Y nosotros... -fue repasando con la yema del dedo cada uno de los picos que se mostraban en el mapa. Aquí no, aquí tampoco... Murmuraba. Finalmente soltó un grito de satisfacción. -Nosotros tenemos que estar aquí. 

Sonrió con aire triunfal a los demás. 

Mientras le das un vistazo a los mapas y hojas de pergaminos sientes que algo no convencional se encuentra en esa casa, hay un objeto que despide una esencia al parecer mágica, pero de una vibración leve, justo después de que indicas a tus compañeros lo que has dilucidado del mapa, mueves un par de libros y hojas y encuentras unos lentes, que apenas posas tu mano sobre ellos, sabes de forma inmediata que es este artefacto el que emitía aquella aura mágica.

-¿Pero qué...?

Hektor apartó un montón de papeles de un manotazo, como buscando algo frenéticamente con el tacto. Simplemente se dejó llevar hasta que sus dedos encontraron por sí solos aquello que tanto le atraía. Se trataba de unos anteojos. ¿Qué tenían de especial? Aparentemente nada, pero había algo en ellos que atraía a Hektor como el pescado medio podrido atrae a una manada de gatos. 

Puedes notar que estos anteojos de montura redonda tienen lentes tintados con un ligero azul y un par de pequeñas gemas translucidas engarzadas en las articulaciones de las patillas, al dedicarle unos segundos no demoraste mucho en saber que se tratan de unos anteojos de visión arcana, tu maestro usaba unos muy parecidos, aunque los adornos eran diferentes; sabes muy bien que si usas estos lentes no mejoraran tu vista físicamente, pero te permiten descifrar con más facilidad los rollos de pergamino escritos con lenguas no conocidas, en el mercado te pudieran dar tal vez un aproximado de 1250 piezas de oro; aunque, ¿sería buena idea vender o quedarte con un objeto que no te pertenece?

Hektor no había recibido una educación formal, pero era un tipo observador, inteligente y sabía que aquellos anteojos valían una fortuna. Había visto algunos parecidos en otra época de su vida, ya casi olvidada, y aunque nunca los había utilizado, sabía de sobra que todos aquellos que se los usaban se volvían en una suerte de eruditos de la magia. Como si un genio maligno les susurrase al oído las palabras mágicas que debían pronunciar. 

Con un gesto de manos digno de un auténtico prestidigitador, guardó los anteojos en uno de sus múltiples bolsillos. Ya habría tiempo de utilizarlos más tarde... o de jugárselos en una partida de cartas.

Al escuchar los gritos de satisfacción de Hektor, que al parecer había descubierto algo en los mapas, la cabeza de Brennan salió del interior del sótano para escucharlo. En efecto, y aunque ya había escuchado esa leyenda anteriormente, parecía que las islas eran todo lo que quedaba de algún tipo de vasto continente sumergido hacía una eternidad. Algo interesante, pero sin aparente conexión con Lucius y su desaparición.

-Aquí abajo no hay nada. -Comentó, aunque después de pensárselo unos momentos, matizó su propio comentario. -O más bien no hay nada ahora… alguien montó hace poco estanterías como para llenar una respetable biblioteca, pero están vacías. O bien no llegó a llenarlas, o alguien se ha encargado de vaciarlas antes de que llegáramos.

Apoyando ambos brazos en los laterales de la trampilla, se impulsó hasta estar de nuevo sobre el suelo de la cocina y se acercó a los demás en el estudio.

-No creo que haya estado durmiendo años. -Dijo, mientras meditaba sobre el asunto. Era evidente la implicación de la magia, y en general la magia generaba demasiadas cosas antinaturales. Suspiró. -Probablemente sólo su mente consciente estuviera ausente. Estoy seguro de que su cuerpo hizo toda clase de cosas en ese tiempo. La pregunta es si simplemente le borraron la memoria… o si algo lo controló durante todo ese tiempo y más bien creo en la segunda opción.

-Bueno, salvo que Gealach encuentre un rastro cercano, tenemos dos pistas para empezar, ¿no? O vamos al muelle a buscar al tal Scarbelly, o bien ir al templo a hacer algunas preguntas. -Los ojos oscuros del hombre miraron al resto de los allí reunidos, y luego se encogió de hombros. -¿Queréis probar suerte ahora? ¿O preparamos este sitio para pasar la noche? Yo, al menos, pensaba quedarme aquí… prefiero no gastarme la paga en una posada si puedo evitarlo.

De reojo, miró el viejo mapa.

-¿Estarán habitadas el resto de las islas? -Preguntó, mientras el charlatán señalaba su ubicación.