Partida Rol por web

Nunca antes habíais ido a visitar al Reino de Aladdín. Desde que ese pequeño pícaro se había logrado ligar a la Princesa él se había convertido en el Sultán de la ciudad y el padre de Jasmine hacía de su consejero real.

Jafar había sido desterrado lejos de allí, a un reino muy muy lejano así que su presencia no os supondría ningún peligro.

Pero algo había en todo aquello que os preocupaba bastante, tal y como os había explicado Pepito Grillo, la Reina Malvada había encantado gran parte de todos los reinos y muchos de los habitantes del mundo estaban bajo su mandato. Confiabais que Aladdín y toda su familia y amigos estuviera de vuestro lado, pero por si acaso sería mejor que os anduvieráis con pies de plomo mientras andabáis por las calles de la ciudad.

Sabíais que su nuevo rey había traido riquezas y prosperidad y Agrabah ya no era la ciudad peligrosa que era antes, pero por si acaso, lo mejor sería que os anduviérais con mil ojos y vigilaseis vuestros bolsillos.

Andemos con cuidado, amigos míos, más no debemos pasar por el aro. Id delante, yo detrás y de ese modo mis sentidos no me fallarán...

Poco a poco fuimos abriéndonos camino por esa majestuosa ciudad, de la cual habíamos oído hablar.

Blancanieves miró a su alrededor entornando los ojos ligeramente y usando una mano que proyectara sombra sobre sus ojos. El sol de Agrabah era abrasador y las casas, de paredes de color arena y grandes toldos de colores cálidos eran un soberbio laberinto en medio del desierto.

Junto a la joven, un lobo de pelaje completamente negro jadeaba por el calor del desierto, manteniéndose bajo la sombra proyectada de Blancanieves.

-Cubrámonos-sugirió dijo la muchacha sintiendo la boca seca por el calor reinante. Si se cubrían tenían más posibilidades de pasar desapercibidos que ir con el rostro al descubierto, como gritando al viento quiénes eran.

Mudito iba con la capucha de la capa echada, para evitar el golpe directo del sol, pues no estaba acostumbrado a ese calor. Tampoco es que la aridez de ese lugar le ayudara mucho. Iba con la boca cerrada para evitar que el polvo le entrara en la boca.

Asintió ante lo dicho por Blancanieves y Sabio, intentando estar alerta a todo lo que pudiera pasar alrededor.

Venga hombre, que calor. ¿No hay por aquí algún lago o algo? ¡Bah, me metía de cabeza! Si no que coñazo quitarse la ropa y volversela a poner... No me importa mojarla, porque con este calor se secará en dos segundos. Aunque ya está sudorosa y sucia... Blanca, ¿y si me quitas la camiseta y me la lavas? Eh, eh, sin intenciones sexuales, que me da pereza.

Me limpié el sudor de la frente con la manga.

¿Y aquí no había un servicio de alfombras mágicas? ¡Qué país!

Vayamos al lugar más caliente del planeta dijisteis, será buena idea dijisteis. - refunfuñaba Gruñon por lo bajo. - Esta ciudad esta llena de mangantes. Deberían cortarles las manos a todos. Como alguno se me acerque...

Mocoso iba el primero atento a todo lo que le rodeaba. 

Prefería el campo abierto a las grandes ciudades donde parecía que el viento no conseguía entrar. La gente, los olores y el calor coexistían en aquel lugar por igual medida. 

Fue a hacer el gesto característico de limpiarse los mocos con la manga cuando se dio cuenta que no hubo nada que limpiar. Al darse la vuelta y mirar a sus compañeros, el hilo de mucosidades que acompañaba al joven enano se había secado con el calor y se había apelmazado en su bigote, formando una costra de mocos dura y seca que lo rodeaba.

Venían a ver a aquel joven y simpático bribón que se había casado con la princesa de aquel reino, así que su destino era palacio. Y seguro que era aquel gran edificio que presidía aquella ciudad.

En verdad había estado dándole vueltas a la idea de ocultarme, aunque fuera minimamente, desde hacía rato, por lo que en cuanto hubieron sugerido el ponernos las capuchas no lo dudé ni un segundo. Lamentablemente, estaría por ver lo que un exceso de ropa haría con el agobiante que asolaba el lugar y de seguro que no conseguiría aminorarlo.

El grupo avanzaba tratando de pasar desapecibidos bajo el caluroso sol y las áridas calles de Agrabah. De pronto un soldado les detuvo el paso y se los quedó mirando.

En su rostro algo indicaba que sus palabras no iban a ser bondadosas y que no iba a ayudarles. Quizá era un soldado de Aladdín, pero por alguna razón, aquel hombre le pareció más amenazador de lo normal para un reino de paz como se había convertido aquella ciudad.

Aquello no auguraba nada bueno en su encuentro con el Rey.

¡Alto ahí! ¡Señores!

Ustedes no son de por aquí. No hay más que verlo.

Así que, hagan el favor de descubrir sus rostros e identificarse. Quiénes son y a qué han venido aquí.

Dijo el soldado con muy malos modos.

-Que alegría encontrar por fin a alguien de la ciudad.-Digo sonriendo.-¿Es usted un guardia de Agrabah? Nos han dicho que la ciudad es una balsa de aceite desde que el nuevo rey llego al trono.

Saludos soldado - dije pausadamente.

Venimos en son de paz...Como puede ver no somos de esta bella ciudad, pero mis hermanos, esta dama y un servidor, hemos llegado aquí para admirarla como buenos turistas...

¿Podría permitirnos el paso si es tan amable? - le dije con una sonrisa afable.

Mocoso retrocedió ante las palabras de aquel antipático guardia. El enano no era muy social ya que prácticamente sólo se había relacionado con sus hermanos y sobretodo de los animales del bosque.

Se refugió detrás de sus hermanos.

¡Nooooooo! Con lo que nos ha costado llegar hasta aquí, ahora el gandúl este no nos va a dejar pasar. Pues yo me quedo aquí a vivir, no digo más

Mudito se retiró la capucha mientras Sabio hablaba y se puso una mano a modo de visera para evitar que el sol le deslumbre. Entonces alzó la mirada y la clavó en los ojos del soldado, y después comenzó a observar todo lo que hay alrededor, ya que le parecía raro que hubiera solo un soldado.

Blancanieves sonrió encantadora haciendo una ligera reverencia ante la mención de Sabio, cuyo don para la oratoria era mucho mejor que el suyo.
-Agrabah es muy tranquila, el sultán y su esposa deben de estar muy orgullosos de la ciudad y sus habitantes-dijo cortés descubriendo parcialmente el rostro para no quedar cegada por el sol del desierto.

Gruñon permaneció en ultimo lugar sin decir nada pero refunfuñando palabras que nadie entendía. Lo que nos faltaba... - pensó - deberíamos tirarle de las orejas a ese guardia por desconfiado.

Seguís sin darme explicaciones sobre quienes sois. Decís que venís de visita, más no os puedo dejar pasar con ese fin. Es absurdo pues nadie visita esta ciudad desde hace meses. Aquí no hay nada digno del turismo.

Sed sinceros y no me engañéis, puedo reconocer a un mentiroso con un solo vistazo y algo me dice que vosotros estáis ocultando algo.

No hagáis que llame al resto de la guardia y os aprese. No me gustaría sembrar el pánico entre los transebuntes.

El lobo junto a Blancanieves mostró los dientes mientras se le erizaba el pelaje del lomo.
-¿Desde cuando se trata así a la gente pacífica que visita Agrabah? Esto era un oasis en un mar de dunas de gente cálida como el sol que baña estas tierras.-el tono de Blancanieves desde luego no era del todo el adecuado, pero bajo ese sol de justicia al que no estaban acostumbrados todo vestigio de buen humor y de intento por dialogar se esfumó-¿Desde cuando una princesa ha de dar explicaciones a un soldado?-escupió con un ataque de dignidad y de prepotencia propias de la aristocracia. Su príncipe, a quien tanto extrañaba nunca había sido así...pero para desgracia de todos, Blancanieves había aprendido unas cuantas cosas de la Reina Malvada, y seguramente no le servirían de nada.

-Una princesa como yo viene a visitar con su séquito a la familia del sultán ¡y me vienen con este tipo de recibimiento!¡ESTO ES UNA VERGÜENZA!No sé como podéis siquiera servir a Aladín o a Yasmín.¡ESCORIA!, maldita sea, soy Blancanieves, ¿me has entendido?¡EXIJO UN RESPETO!

Blancanieves estaba montando un espectáculo de noble caprichosa y se le estaba dando a las mil maravillas, chasqueando los dedos en el aire mientras agitaba un brazo en el mismo de un lado a otro.