Partida Rol por web

Galicia, Año de Nuestro Señor de 1326.

Muy cerca del fin del mundo, en las proximidades de la Costa da Morte, se dice que sucedieron aquestos hechos a dos tipos que, errados o tal vez perdidos, dieron con un lugar poco recomendable. Y esque dos ladrones de nombre Yabiz y Xaquín (uno tuerto de un ojo y otro con bellos óculos verdosos) iban acompañados de un tipo algo raro y nervioso, de nombre Lotario, cuya principal característica, asi de primeras, no era sino una pronunciada calvicie prematura.

Yabiz era uno de los llamados "moros", un árabe de aspecto intranquilo y sagaz, que más que poder empuñar una buena espada y hacer frente a cualesquier, no dudaria primero en robarle hasta el último maravedí que llevara encima, et luego, darle hartas punzadas en los hígados hasta que cayera redondo... Mas que non era de otra guisa aquel goliardo, que parescía no callar ni bajo el agua; solia bufar de todo cuanto le apesadumbraba, et no dudaba en mover ampliamente sus manos y gesticular mientras hablaba, lo que denotaba que bien las solía usar en su vida cotidiana (así era, su capacidad para pelear parecía esconderse en su calvicie, con lo cual habíase hecho respetar en el pasado).

Mas que en uno de esos sitios que decimos, alguna aldea en el corazón de Da Morte, siempre se hablaba, entre los que le temían o los que decían que era valiente o peligroso, de un ladrón sin igual. Procedente de Arbeche, ni robaba para los pobres ni era escurridizo como el mejor; simplemente robaba para sí y, si tenía que dejar cadáveres en el camino, así lo hacía. Pero era especial porque habíase ganado el apodo de "El Tripero", el que saca las tripas, pues parecía ser un zahorí de los que encuentran agua sólo que para carruajes llenos de equipajes, caravanas repletas de mercancías y caballos bien cargados de productos... Et ésto cuando no cortaba bolsas y metía las manos donde no debía, sacando lo imprudente mas necesario para conseguir sustentio diario. Et que su saña era especial, y de ahí el apodo. Contaba además con unos ojos dulzones, verdosos, y con ellos había logrado encandilar a dos tipos (otro ladron y un goliardo) para que le siguieran en sus aventuras. ¿Quién no querría enriquecerse de manera rápida y fácil?

Et que así pensábais, y por lo pronto el trío "calavera", como dirían algunos en la actualidad, comenzó a campar a sus anchas durante un tiempo (varios meses), vagando de aquí para allá por lo profundo de los bosques de Galicia.

Y siendo el mes de febrero, con cierto frío ya en las botas y a punto de anochecer, que la posada más cercana no sabíais dónde podía quedar, pues no os había quedado más remedio que salir huyendo de unos cazadores al que habíaisles robado las piezas (mas no las armas). Et que como los arcos hieren mucho, os habíais echado al monte como bandoleros, huyendo de las flechas. Las nubes, por supuesto, no hacían sino entorpecer el bello panorama del cielo, y cuando estaba oscureciendo ya, que os habíais desorientado demasiado como para saber dónde andábais. Al caer la noche, nada pudísteis hacer salvo intentar permancer alerta por si aún os seguían hasta que el amanecer volviera.

No sé, mis chiquillos -os decía como si él mismo hubiérase proclamado líder de los tres-, pero yo no oigo nada. Creo que los hemos despistado. ¡Mirad! -entonces levantó la bolsa que había robado- ¡Vamos a ver cuántos conejos hay aquí dentro! -pensaba en comérselos, pero también pensaba en venderlos en el primer signo de vecindad que hubiera-. ¡Están recien cazados! ¡Tienen que estar muy tiernos!

La noche oscura llegó, y era fría.

Digo yo, compañero Xaquín, de que el hambre me aguza, pero que también la prudencia me hace pensar que bien podría ser que los cazadores anden todavía al acecho de cualquier mínima señal nuestra. O bien los comiéramos crudos, o bien al fuego... pero si hiciéramos una hoguera a seguro que tendremos una buena flecha apuntándonos... cuando no que vengan con más compañeros a darnos una buena lección... famen furiosos lupos homines facet!

Yo tengo aquí un par de raciones, si os aguza a vosotros el hambre. Encuentro más prudente no darles facilidades a los furiosos para dar alivio a sus enfados, por dar nosotros alivio a nuestro estómago.

El compañero Lotario habla con sabiduría Xaquín, toda prudencia es poca con tales gañanes pisándonos los talones. - espetó Yabiz mientras le daba pequeñas bolas de miga de pan a su roedora compañera, la cual asomábase entre los recios ropajes de lana - ¡Y por Alá que me complacería un buen fuego y una cena caliente en esta gélida noche! Pero tendremos que conformarnos con algo frugal y con que no se nos metan los fríos en los huesos mientras dormimos...
Yabiz comienza a a amontonar hojarasca cerca de un árbol preparándose un lecho para pernoctar.
Pasemos la noche en este lugar. Mañana seguro que encontramos a algún viajero desprevenido del que poder obtener algo de sustento.
Quizá debiéramos turnarnos para dormir, no quiera dios que esos salvajes se quieran resarcir del robo de su caza en nuestros lomos.

Uhm... cierto es, mis chiquillos... -decía Xaquín pensativo y relamiéndose con la bolsa de conejos en la mano-. Quizá podamos degustarlos a la brasa en la primera ocasión que estemos bajo techo, frente a una chimenea... ¡Malditos! -blasfemaba pensando en los cazadores-, que por una d'estas piezas irán al fin del mundo... -et que bien sabía el de los ojos claros que eran ejemplares pequeños, et por fortuna, de tierna carne y fácil de pelar-. Le quitaremos la piel, et luego las enterraremos para que no las encuentren; así no pesará tanto la bolsa en caso de tener que huir. Et como bien decís, Yabiz, será lo propio hacer guardias. ¿Quién quiere empezar?

La noche gallega hacía estragos. Comenzaba a refrescar, et la luna llena no alcanzaba a verse por las nubes.

Puedo hacer la primera guardia, si gustáis. Ya veo que Yabiz hace para dormirse. Y tú, Xaquín, si estás ocupado con los conejos, cosa que yo no atino muy bien, no podrás tener el sentido atento. Luego, si queréis puedo hacer el turno de la alborada, porque voy escaso de ropa, y no aguanto bien los fríos rigores de la amanecida... A quién despierto luego, a eso de la medianoche?

Busco un lugar en el claro donde estamos, adecuado para vigilar y protegido. -hago tirada?-

Despiértame a mi Lotario. Los ojos no sirven de mucho en la oscuridad de la medianoche, igual da tener dos que uno. A esas horas es preferible un oído fino y la ayuda de Carbón (La negra rata de Yabiz) haciendo de vigía. - Yabiz da unas palmaditas en la pequeña cabeza de Carbón mientras esta corretea por sus hombros - Bueno. Hasta que llegue mi turno intentaré soñar con una hoguera, un buen puchero y un mullido lecho. Aún así mantendré mis cuchillos - "Y mis piernas prestas" Pensó Yabiz para sus adentros - a mano por si esos cazadores nos encuentran

Descuida entonces... lo haré... ed hora busco un lugar para mí, y hago la guardia...

Lotario empieza a rebuscar entre los arbustos y los árboles, un lugar para extender su estera, deambulando con pasos lentos, y mirada atenta en el suelo...
 

Entonces haré yo la última guardia, señores -apuntó Xaquín-. Abrid bien los ojos hasta ese momento, que no puede uno ni fiarse ni de las piedras.

Entonces El Tripero hizo lo propio, sacó al igual que Lotario una pequeña manta y se tumbó en el suelo muerto de frío, pues sabía que encender una hoguera atraería, posiblemente, miradas indiscretas o las de los propios cazadores a los que robásteis las piezas... Se oía a Carbón gruñir junto a Yabiz, mientras Lotario encontro un sitio propicio donde situarse y vigilar en derredor, incluyendo a sus compañeros.

Comenzaba la guardia.

La ronda comenzaba tranquila. Demasiado tranquila (o eso parecía barruntar Lotario), pues tras tanto movimiento huyendo de aquellos cazadores bien parcía que quedábais impune, pues o oísteis ni pasos cercnos ni aullidos de perro (lo cual sería fruto de su presencia tras vuestros pasos). Pasaron casi tres horas cuando Lotario finalizó su ronda. Era el momento de despertar a Yabiz y su mascota. Cuando éste estuvo en pié, Lotario le contó los nulos sobresaltos que había habido: estuvo todo en calma, sin nada que reseñar.

Comenzaba ahora la guardia para Yabiz

En el mismo lugar en el que había hecho la guardia Lotario, Yabiz se encomendó con su pequeño animalillo, el cual también estab asustado en la oscuridad... Varias horas duró su vigilancia, mas en estando preparado, nada tuvo que acometer ni afrontar, que ningún agravio vínosele encima... En éstas, en tanto que llamó a Xaquín cuando húbose de pasar la ronda, que éste pareció despertar de un dulce sueño, y al mirar la oscuridad circundante y, con cara de pocos amigos, húbose de pertrechar para la guardia.

Era poco antes del amanecer, y en estando tanto Lotario como Yabiz en el quinto sueño, ya tranquilos por haber cumplido su cometido de vigilancia, que una mano zarandeante emergió de la negrura opaca, esa noche nubosa y sin luna, para tocar sus hombros y despertarles. Et que cuando lo hizo, vísteis que tenía un dedo en sus labios, como pidiendoos que guardárais silencio. Et que entonces os alertó y os habló en bajito.

Shhhh... -murmuró cauteloso. Luego agitó la mano sobre sí-: ¡venid! ¡He visto algo! Tranquilos, no hay peligro, pero sí novedades, ¡coged vuestras cosas... y arriba!

Xaquín, entonces, desapareció junto a la negrura del claro donde habíais hecho, al igual que él, las guardias. Tras coger rápidamente vuestras cosas, os encaminásteis en silencio tras su ahora desaparecida estela. Temísteis por un instante perderle de vista, empero que temísteis más aún que aquella nueva tan misteriosa tuviera que ver con los cazadores de los que habíais huido. ¿Os habrían encontrado? Nada de eso. En cuanto atravesásteis el claro y varias varas cuajadas de troncos de árboles que no hacían sino oscurecer más la zona, vísteis un pequeño resplandor, a unas veinte o treinta varas de allí. Xaquin os estaba esperando, dejando que viéseis aquello que él había percibido antes. Luego, sin señal alguna más que con las manos, os invitó a acercarse con cautela hasta aquel brillo.

Cuando estuvísteis lo suficientemente cerca, os escondísteis tras una roca grande, y espiásteis asomando únicamente vuestra vista: era una pequeña hoguera, y delante de ella había una figura con brazos y manos apuntando hacia ella, como si se las estuviera calentando. Aquella silueta era oscura, pues estaba embozada en capa y capucha parduzca, y en medio de la noche discernir cualquier detalle más era harto imposible...

Xaquín os miraba, y reía, pensando que allí teníais otra oportunidad para... bueno... el puro y duro bandidaje.

¡Xaquín!¡Tenemos que apagar ese fuego!- Susurró Yabiz en medio de la fría noche - Y apagarlo antes de que atraiga a nuestros perseguidores hasta nosotros... Bueno, y ya, llegados hasta aquí, - recapacitó mesándose su poblada barba - podríamos aprovechar el lance, averiguar qué lleva ese pobre diablo encima y ver si había calentado algo de cena.

Podríamos distraerle mientras uno de nosotros se acercase a el por la espalda aprovechando la bruma y la noche para dejarle sin sentido... A mi no me costaría mucho llegar hasta el sin ser oído y asestarle un buen porrazo. ¿Qué opináis compañeros?

Bueno, digo yo que un porrazo... dado con caridad, no enfadará a ningún dios, ya sea el padre de nuestro señor Jesucristo o ya sea el Alá de tu Mahoma, Yabiz... -digo en susurros, guiñándoos el ojo... - ... diantres! y si tuviera algo calentito para comer?

Ocupáos de él, y yo vigilo...

Xaquin asintió a Yabiz, pues tambien él era como el mudéjar (de acuchillar et luego preguntar). Et que luego afirmó ante la propuesta de Lotario de vigilar detrás de la roca, por si la cosa se complicaba...

¡Vayamos pues, chiquillo! -dijo el Tripero-, ¡saca tu filo y al lío!

Xaquin ya lo tenía bien preparado, y en cuestión de segundos le guiñó un ojo a Yabiz y salió de detrás de la roca de un salto hasta posarse delnte de la hoguera, junto a la silueta. Lo mismo hizo el mudéjar, a golpe de filo por delante... La silueta, entonces, profirio un gemido de miedo y susto, os miró, y rápidamente se hizo con una espada bastante larga que tenía a su lado, pero que antes no habíais visto. Entonces se puso rápidamente en pie, y al levantarse, la capa que tenía como embozo se le desprendió al suelo, dejando ver una brillante armadura con el crepitar del fuego. Sin embargo, parecía una armadura abollada y de hacía mucho tiempo, como lejos de ser usada recientemente en batalla.

No acordaréis nada bueno si os atrevéis -dijo el tipo con la espada en alto, y vísteis que se trataba de un hombre entrado en año, con pelo blanco y también barba roída del mismo color-. Lotario observaba todo desde la poca distancia, tras la roca. ¡Idos de aquí y no habrá problemas! -os profirió-.

Viendo que la presa no es tan fácil como parecía en un principio, Yabiz retrocede un paso para dejar a Xaquín decidir qué hacer y también para no ser el primero en atacar si hubiera combate... De osados anda el cementerio lleno.