Partida Rol por web

—Será eso, el mapa debe ser antiguo y por eso no cuadra, porque si no ya me contaréis.

Aquello era inaudito, ya hablaría yo con nuestros jefes, ¿en qué demonios estaban pensando cuando nos dieron aquel mapa? Desde luego que era un poco incompetentes, pero en fin, ahora estábamos delante de la sacristía, aunque fuese donde no tocaba y poco más podíamos hacer.

Ante el comentario de Sharpay me fijo en ella, y estudiándola con la mirada, no veo nada raro, parece una sacristía normal y corriente, y por el tipo de construcción me queda claro que habrá un almacén o un sótano en ella, lo que puede venirnos bien, así que no tardo en informar a mis compañeros.

—Deberíamos echar un ojo en la parte de abajo, debería de haber un almacén o algo similar, así que si os parece bien podemos empezar por ahí.

No comento nada más acerca de las marcas que ha señalado mi compañera, las he visto y no me han hecho gracia alguna, y menos aún cuando ella sugiere que son recientes, lo que nos faltaba, animales salvajes por los alrededores, resoplo, estaba harta de aquel pueblo, hartísima.

Sharpay:

—Gloría, puedes ver tu algo extraño en la fachada? ¿Algo que nos sea propio de estas construcciones? —Espero su respuesta y vuelvo a preguntarle—. ¿Hay algún signo que pueda indicar el año en que fue construida? —Aguardo con interés su repuesta. Aun así, supongo que ella también está bastante cansada.

Por tus conocimientos en Arquitectura, aunque ya no tienes tan fresca en la memoria la «Historia de la arquitectura en América del Norte», puedes ver que la sacristía tiene la mayor parte del estilo colonial. Por lo que parece, a simple vista, debió ser construida unos 300 años atrás. Todo esto, claro está, son datos aproximados basados en tus observaciones.

Mientras Sharpay abría me fijé en algo en lo que no había reparado con anterioridad, aquella Sacristía databa de por lo menos 300 años atrás.

—Espera, el mapa no puede ser tan antiguo, esta Sacristía, por lo que puedo ver ahora, tiene que tener mínimo unos trescientos años, así que no tengo ni idea de porqué no sale en ese mapa que nos dieron.

Aquel trabajo estaba rodeado de un aura de misterio que no podía entender.

Nazarene’s Lot se mostraba como un lugar misterioso, perturbador y en cierta medida infausto incluso para quienes no creían en las supersticiones y tradiciones. Sin embargo, algunos miembros del grupo sí creían en las intervenciones de ciertas fuerzas más allá del entendimiento humano. Fuerzas contra las que no existía consuelo, protección o ayuda. Aquellas que no acuden en defensa del cuervo herido porque este les ha robado a todos la carne. Los dioses de Nazarene’s Lot, si tales cosas pueden existir, se encuentran enojados contra aquellos Prometeos que han ido a arrebatar el fuego del conocimiento de una humilde sacristía para llevárselo a los humanos de la civilización. O tal vez la historia, en esta ocasión, no sea tan rica en matices y trasfondos.

Arnold Flaherty, que no cree en más seres sobrenaturales que los que indica la Sagrada Biblia, mantiene una sana actitud escéptica, dogmática e incluso estoica ante todo lo que está ocurriendo. No hay nada que no pueda explicarse a la luz de la razón. Niños abandonados, casas que se caen a pedazos por culpa del tiempo, ruidos que no son más que los normales en un lugar como aquél… nada quimérico o incomprensible. Se alegra de servir de pacificador para unos ánimos exaltados por diferentes motivos y que no se alejan demasiado de la ambición por el vil metal tan ambicionado por toda una humanidad que se ha olvidado de todo aquello que es importante.

Frank Gambetta es un hombre hecho a sí mismo. Sin embargo, puede que su propensión al nerviosismo le esté jugando malas pasadas. Sabe perfectamente lo que se juega su empresa y él mismo si el proyecto no saliese adelante. Millones de dólares quedarían en tierra de nadie si Nazarene’s Lot no fuese inundado rápidamente cumpliendo así con los plazos estipulados por gente tan poderosa que ni siquiera aparece en los organigramas de las empresas. Pero comienza a tener dudas. Comienza a vislumbrar pautas donde antes nada veía. Quizá la cólera de Dios haya llegado para azotar a los que no le han escuchado durante tanto tiempo. ¿Por qué estaría una puerta manchada de sangre?

Gloria Méndez se encuentra metida en la mayor oportunidad que ha tenido hasta el momento en toda su carrera para poder destacar. Por fin se ha presentado esa oportunidad que todo arquitecto busca para dar un empujón definitivo a aquello por lo que lleva tanto tiempo luchando. Y más tratándose de una mujer en un mundo tan varonil y competitivo como en el que se mueve. Le ha costado el doble de esfuerzo demostrar la mitad que a otros. Eso no es justo. Y que la aspen si unos niños le van a arruinar esa oportunidad. Si pudiera permanecer tan tranquila como el padre Flaherty, se sentiría mucho mejor.

Sharpay Wong es un crisol que ha recibido el metal fundido de la ciencia y el saber moderno mezclado con muchas tradiciones y costumbres de su tierra. La superstición aún está anclada de manera poderosa en esta increíble mujer que trabaja para el Gobierno. La religión, los mitos, las costumbres, las supersticiones, las alegorías, los cuentos… todo ello mezclado en su privilegiado cerebro impidiendo, en ocasiones, que la verdad más pura y sencilla pueda ver la luz. Ella es así y no se arrepiente de nada, pues conforma su ser como podrían hacerlo sus dos brazos o los dedos que en ellos tiene. Admira la enorme sabiduría del padre Flaherty, su conocimiento de la tradición judeocristiana y tantas otras cosas. Ella tiene sus propios objetivos particulares en la misión… ¿los tendrán todos?

Ahora están frente a la puerta de la sacristía y esta se encuentra abierta. Los primeros rayos de luz de las linternas iluminan lo que debió ser en su día una sala de reuniones. Ocupa la práctica totalidad de la primera planta y tiene, al fondo, una gran chimenea de piedra que parece presidir el lugar. Alguna luz ilumina el techo, donde pueden verse unas manchas de humedad que parecen proceder de la planta superior. Sobre una de las paredes hay colgado un retrato que no se ve bien desde donde se encuentra el grupo. Al fondo, a la derecha, puede verse otra habitación de un tamaño mucho más reducido y que parece una cocina, aunque podría tratarse de otro tipo de estancia. Si existe una planta inferior, ese puede ser el camino hacia ella.

Todo el lugar parece estar presidido por el olor a humedad y otro, mucho más fuerte, pero algo diluido ya, que pudiera ser el del papel quemado. Sin embargo, el grupo aún se encuentra en la puerta, casi reverenciosamente esperando a que algo o alguien les permita el acceso al interior al mismo tiempo que saben que tal cosa no va a ocurrir.

El alivio que había traído el encontrar el edificio buscado tan rápido se había esfumado en cuanto gloria comenzó a hablar

—¿Nos habremos perdido en algún momento? O tal vez ¿Puede ser que el río esté ya seco? —pregunto a mis compañeros con más esperanzas que certezas. 

Lanzo una sonrisa nerviosa a Sharpay antes de decirle algo pero de inmediato noto como se encuentra. Poso mi mano sobre su hombro en gesto de camaradería y le pregunto:

—Querida, ¿qué sucede?

Durante todo el camino a la sacristía estuve callado, inmerso en mis pensamientos, repasando todo lo que había ocurrido hasta el momento. Espero que en la sacristía encontremos información valiosa, que nos alegre un poco pues este pueblo lo único que ha causado es preocupar al grupo y ponerme a pensar en cosas que no son. Qué pasaría si el trabajo se retrasa? Aunque estos rodeado de gente muy capacitada y con ganas de sacar el proyecto adelante, seguro encontraremos la manera - Me digo para alejar los malos pensamientos de mi cabeza.

¿La sacristía? ¿Ya? Es pronto para llegar, el plano está mal... ni siquiera esa información la tenían en la agencia. Segur por eso nos mandaron aquí - Pienso un poco molesto y al bajar de la camioneta, cierro la puerta con un poco más de fuerza de lo normal.

—Sí Sharpay, tienes razón, se suponía que había un puente donde pasaríamos a pie pero ese plano está bastante mal. Creo que deberíamos colocar eso en el plano para informar luego, no les parece?... Bueno, aunque si todo se va a inundar, no creo que sea necesario.

—No creo que nos perdiéramos padre, otro imprevisto más, es cierto —Miro a Gloria para darle la razón de lo que dice.

—¿300 años y el mapa mal? jajaja no será un mapa de antes —digo en un tono sarcástico—. Esta bien Gloria, busquemos ese almacén, aunque habrá que tener cuidado con los animales salvajes, por lo que dice  Sharpay, pueden estar cerca todavía.

—¿Debemos entrar entonces para encontrar ese almacén? —pregunto sin muchas ganas de entrar luego de ver el estado del lugar, lo que dice Sharpay y recordando todo lo raro de este sitio, pero si queremos encontrar información útil, debemos seguir adelante y cuanto antes, mejor.

Una arquitecta, un cura y un constructor, joven y lleno de valor, eran los compañeros perfectos para adentrarse en una sacristía. Pero en Nazarene's Lot parecía que nada pudiera ser… perfecto. Todos nos habíamos quedado atónitos. No encontrábamos una razón lógica de por qué el mapa de una agencia gubernamental podría estar desvirtuado. Tratábamos de encontrar respuestas a aquel enigma, pero sólo encontrábamos más preguntas.

Contemplamos extrañados la sacristía. En respuesta a mis preguntas, Gloria intenta desentrañar datos históricos y arquitectónicos observando la construcción. Tras no encontrar nada fuera de lo normal, nos sugiere empezar por la parte de abajo. Confío en su criterio, así que le muestro mi conformidad.

—A mí me parece bien —No quiero añadir nada más. Sigue bastante concentrada inspeccionando la sacristía.

De repente nos mira, asegurando que el edificio que tenemos delante tiene trescientos años. Ante tal aseveración, no puedo evitar preguntar sorprendida.

—¡¿Trescientos años?! —Soy consciente de que es una pregunta absurda y continúo—. ¿Siglo XVII…? Yo tampoco creo que pueda ser tan antiguo… —Observo el mapa y el color que delimita las zonas del pueblo. Sin apartar la vista, extrañada, aireo mis pensamientos—. Mucho color tiene ese mapa para ser anterior al siglo XVII… —Retiro la mirada para dirigirla a mis compañeros—. ¿No creéis? —Permanezco mirándoles y frunzo el ceño.

Mientras trato de buscar la lógica de este misterio, puedo ver en Gloria una expresión de orgullo. Es la cara de alguien que ha dado un paso importante en su trabajo. No le faltan motivos, así que le sonrío y comparto con ella mi propio orgullo.

—Estoy impresionada Gloria. Has conseguido datar esta construcción, superando el cansancio, la falta de visibilidad y el temor —Tiendo la mano hacia su hombro en señal de gratitud—. Espero que tu esfuerzo sea recompensado en algún momento.

Aun así, sigo pensando en el mapa. No es sólo el color lo que no encaja… Contrariada, miro al padre Flaherty, esperando que él pueda ilustrar mis pobres conocimientos religiosos.

—Corríjame si me equivoco padre, pero… ¿no fue en el siglo XVII cuando algunas facciones del cristianismo se asentaron en este estado? —Insisto, pensando en la imposibilidad de encajarlo todo—. Si el mapa fuese anterior a la construcción de esta sacristía… ni siquiera tendría sentido que apareciese, ¿no? —Espero su respuesta. Esto no tiene sentido.

Entre nuestras divagaciones, Arnold plantea que el río se haya secado. Pienso en la posibilidad, pero hay detalles que sigo sin poder explicar. Le miro y comparto mi opinión.

—Es cierto que el río podría estar seco. Desde luego, eso explicaría la cantidad de niebla que nos rodea. O puede ser que la propia niebla no nos haya dejado reconocer el puente… —Pero sigo sin encontrarle sentido y continúo—. De cualquier manera, deberíamos haber tardado más tiempo. Y bueno…, se supone que el puente no puede soportarnos. De haber llegado, creo deberíamos haber notado el derrumbamiento, ¿no?

Entonces, Frank propone rectificar el mapa. Al igual que él, yo tampoco creo que la agencia lo requiera.

—No Frank, no creo que sea necesario. Y llegados a este punto… no sé yo lo que le importa a la agencia dónde está la sacristía… —Sin embargo, pienso que a nosotros sí puede ayudarnos—. De todas formas, creo que has tenido una buena idea. Si señalamos en el mapa dónde se encuentra la sacristía, tendremos un punto más fiable desde el que podemos orientarnos —Ofrezco a Gloria, portadora del mapa, un bolígrafo para que pueda marcarla.

De cualquier manera, la realidad más certera de todas es que la tenemos delante y debemos adentrarnos en ella. Pasan unos minutos hasta que me acerco a la puerta. No sé qué pensarán mis compañeros, pero yo me siento insegura. Si algo tengo claro es que no somos bienvenidos en este pueblo. A medida que me acerco, siento que estoy a punto de profanar este lugar, y ni si quiera soy cristiana. Aunque según tengo entendido, por estas zonas de América tampoco eran del todo cristianos en el siglo XVII.

Es curioso, pero parece que algunos continentes empiezan a encajar… El famoso Mayflower desembarcó en el Cabo Cod en el mismo siglo, aunque no fuese el destino que ellos buscaban. Estos colonos europeos terminaron por unirse a una de las llamadas Trece Colonias, casi todas protestantes. Sin embargo, era precisamente la de Massachusett una colonia de puritanos… Personas austeras en su forma de vivir. Pasarían desapercibidas en este pueblo. Aunque cuentan con escasos rituales y menos festividades, obedecen sin escusas a su Dios. Además, debido a su parquedad, hasta para vestir, se les ha tachado incontables veces de sectarios. No sería extraño que un grupo de niños paupérrimos terminase deseando la abundancia y la fertilidad.

Mientras termino de susurrar a Esopo, antes de abrir la puerta, noto una mano sobre mi hombro. De repente, lejos de sobresaltarme y, a pesar del temor, me invade una inmensa calma. El silencio impera en mi mente, la sangre vuelve a recorrer mi cuerpo y aflojo el puño que sostiene el garrote. Miro lentamente hacia mi espalada y es el toque divino del padre Flaherty, que ha percibido mi inquietud. Busco su mirada y trato de esbozar una sonrisa, pero creo que mi cara de terror es evidente. Agarro su brazo, tratando de obtener la seguridad que él, durante años, ha aprendido a abrazar, y le hablo con total sinceridad.

—Arnold, tengo miedo. Intento pensar en caballos, pero de repente comienzan a aparecer rayas y…, y terminan convirtiéndose en cebras —Intento recobrar la compostura. Necesitamos la entereza de todos los miembros para afrontar esta situación. Confío en el equipo y continúo hablando a Arnold—. Pero no se preocupe padre, podré con esto. Somos profesionales —Asiento con la cabeza, reforzando mis palabras. No sé si trato de ser más creíble para mis compañeros o para mí misma.

Por fin me decido. Tiro de la puerta y un fuerte olor a humedad invade mis fosas nasales. Con esta constante y densa niebla no me resulta extraño.  Entonces, las cuatro linternas alumbran directamente el interior del edificio. Observo atentamente desde la puerta. Nuestra luz es escasa, pero lo poco que puedo percibir me suscita un gran interés. Creo que hay una chimenea al final de la sala. Puede que el olor a quemado, que se intuye entre la humedad, se origine allí. Miro hacia el techo. Parece que en la planta de arriba hay algo de luz. Es posible que provenga del hueco del tejado que usan los cuervos, aunque es de noche… Apunto directamente con la linterna, pero sólo alcanzo a ver algunas manchas de humedad. Probablemente coincidan con el mismo hueco.

Entonces, la curiosidad se sobrepone a mis temores y entro en la sacristía, con la esperanza de que mis compañeros también lo hagan. Antes de dar los primeros pasos, alumbro a izquierda y derecha para comprobar que estamos solos. Mientras nos dirigimos con precaución al fondo de la sala, procuro examinar con la linterna las paredes y el suelo. Permanezco atenta ante posibles objetos, documentos, restos animales o humanos, señales de algún ritual… Igualmente, trato de buscar señales de humo, con la esperanza de descubrir el origen del fuego… Intento hacerlo con celeridad. Según Gloria debemos empezar por la planta de abajo, y supongo que ya habrá tiempo para inspeccionar esta sala. A pesar de todo, una curiosidad insaciable me incita a examinar el cuadro. La pintura ha escondido tantos secretos a lo largo de la historia… Me siento como si de aquella pared colgase el propio retrato oval. Tras recorrer las estancia principal, nos dirigimos a la habitación del fondo, pero, antes de entrar, aprovecho la cercanía de la chimenea para comprobar si oculta algo en su interior.

Si, en eso estaba pensando, ese plano nos servirá más a nosotros que a la agencia.

—Muy cierto Sharpay, es mejor señalar esta ubicación.

Que valiente -Pienso al ver a Gloria entrar a la sacristía. La acompaño para no dejarla sola y para saber con qué nos encontraremos. Tienen razón en decir que aquí pasa algo raro y suponer que la agencia no tiene ni idea de lo que es este lugar pero de una cosa estoy seguro, cuando todo esto esté lleno de agua, ya no me preocupará nada de lo ocurrido.

Busco lo que Gloria nos dijo de ir a hacia abajo, un pasillo, unas escaleras, algo que nos permita continuar mientras estoy alerta a cualquier animal o una criatura extraña con la que nos podamos encontrar.

Lo único que digo para relajar un poco el ambiente sería:

—¿Será que aquí también nos encontraremos a esos críos?

Cuando Sharpay me dice aquellas palabras le sonrío agradecida, la verdad era que estaba agotada y me había costado llegar a aquella conclusión más de lo que debería, murmuro un gracias y sigo sus pasos hacia el interior de la sacristía, Sharpay demostraba su valentía al entrar en primer lugar en un lugar como aquel.

Una vez dentro enfoco con la linterna a todos los lugares buscando cualquier cosa que llame mi atención, después de lo que nos habíamos encontrado por el pueblo, cualquier cosa podía pasar allí.

El grupo había entrado al pueblo por la parte norte, por lo que no tuvieron que atravesar el río anteriormente, si bien era posible que pudiera estar seco. Habían pasado muchas generaciones desde que nadie lo empleaba para beber o regar unos campos malditos y marchitos por la justicia de un Dios colérico. Sin embargo, es cierto que ese mapa presenta una serie de imprecisiones que pueden resultar, cuando menos, molestas para los investigadores. La posición real de la sacristía es la primera de ellas y, al menos hasta este momento y que sepan, la única. Un error achacable a mil razones, todas ellas lógicas y sensatas.

El puente, como pueden observar poniendo un poco de atención y, muy especialmente, sobreponiéndose a la niebla que ciega sus pasos, está tan sólo unos metros más hacia el suroeste. La razón de la impresión incorrecta es un misterio por el momento, así como la verdadera antigüedad del mapa. La desaparición de los niños del lugar, así como el más absoluto de los silencios era otra incógnita, quizá la más inquietante. A pesar de la pregunta en tono jocoso de Gambetta, ¿acaso no es cierto que esos niños aparecen en los momentos más extraños, por no decir inoportunos?

El lugar donde han encontrado la sacristía queda marcado en el mapa con bolígrafo azul para tener un punto de referencia real desde el que moverse. Esa pequeña ciudad se fundó entre los años 1690 y 1693, durante los juicios por brujería de la vecina Salem. Se ubica a unos cien kilómetros al norte de Boston, y su nacimiento está supuestamente unido a la industria maderera. En realidad, pocos conocen el verdadero origen de Nazarene´s Lot, sólo se sabe que fue el lugar de exilio de Jacob Willard, uno de los pocos supervivientes acusados de brujería en Salem y que quizá él fundase el lugar o ayudase en el proceso.

Pero eso poco importa en ese momento. Sharpay abre la puerta de la sacristía soportando el olor a quemado, que quizá es un poco más intenso para una mujer de su sensibilidad. Capta de inmediato el agujero en el techo que permite la entrada de algo de luz del exterior. Mira con cierto temor a izquierda y derecha, casi como si esperase que hubiese alguien en alguno de los lados y sintiéndose aliviada cuando comprueba que no es así. Con su linterna ilumina la chimenea, el indudable origen del olor.

Recientemente se han quemado varios libros allí. Esto, de por sí un acto bárbaro, resulta doloroso de manera especial cuando Sharpay comprueba que alguno de ellos formaba parte de los registros eclesiásticos. Páginas calcinadas adornadas con cruces bellamente dibujadas en color oro t caligrafía propia de auténticos escribanos, si bien eso último era una función que podía realizar un seglar. Alguien ha quemado valiosos libros, parte de lo que Sharpay estaba encargada de rescatar. Y lo curioso es que no hace mucho tiempo de ello.

El cuadro que desde fuera de la sacristía era imposible ver, ahora resulta claro como la luz del día gracias a las linternas. En la parte inferior del cuadro, sobre una pequeña placa metálica hay grabado lo siguiente: «Henry Willard (1713-1765)». El fundador de Nazarene’s Lot preside con su adusta, seria e inquisitiva mirada la entrada de todos aquellos que pisan la sacristía. Ciertas líneas del relato de Poe surgen de manera tan inconsciente como siniestra en la mente de Sharpay sin que ella tenga que invocarlas.

«Empero, los detalles del dibujo, el estilo de viñeta y el aspecto del marco, no me permitieron dudar ni un solo instante. Abismado en estas reflexiones, permanecí una hora entera con los ojos fijos en el retrato. Aquella inexplicable expresión de realidad y vida que al principio me hiciera estremecer, acabó por subyugarme».

Más tranquila por el hecho de no ser la primera en pisar un lugar de aquella extraña tranquilidad como surgida de la tumba, Gloria Méndez sigue los pasos de su compañera seguida a su vez del resto del grupo. La ambiciosa arquitecta contempla el cuadro de Willard, si bien su inquietud está más próxima al temor de tener que cargar con él, habida cuenta de su gran tamaño, que a cualquier significado simbólico que pueda tener. El hecho de que su compañera Wong no haya mostrado ningún interés por él la tranquiliza ligeramente.

La cocina, a la derecha de la entrada de la sacristía y a la derecha de esta, continúa aguardando que alguien se aproxime a ella con la promesa de secretos escondidos que quizá puedan ver la luz.

Un garrote y una linterna eran mis únicas herramientas. Me intrigaba lo que pudiera haber donde se suponía que estaba realmente la sacristía. Aun así, entré ávida de información, pero con un pánico cerval que oprimía mis entrañas. Mi único consuelo fue comprobar que, en aquella sala, sólo éramos cuatro, y tres protegían mi espalda. Entonces me adentré y lo primero que encontré fue el origen del olor a quemado…

Apunto con mi linterna al interior de la chimenea. Durante un segundo mi respiración se corta, antesala del sudor frío. Rápidamente me abalanzo mientras susurro entre sollozos.

—¡No, no, no! —Saco los libros apresuradamente, soplo la ceniza y, suavemente, los sacudo, asegurándome de que ninguna zona sigue ardiendo. Mientras lo hago, no puedo evitar recordar a Nínive, a Alejandría, a Constantinopla… Cuántos años de conocimiento y progreso destruidos en lo que tarda en prender una llama… No es justo, no descubrimos el fuego para esto… Afortunadamente, la de Babel está escondida en la mente de su autor.

Me fijo en el puñado de libros que, hará escasos minutos, ha sido la yesca de la chimenea. Entre el papel superviviente, puedo intuir de qué se trata. El sudor frío se calienta y no puedo evitar increpar a esos dioses en los que nunca he creído, mientras doy un garrotazo al suelo.

—¡Me cago en…! —Miro hacia arriba, temiendo que pueda ser cierto—. ¡Joder! ¡No puede ser! —Miro a mis compañeros, pienso que he podido molestarles y me disculpo—. Lo siento mucho…, no… no he podido evitarlo —Acerco hacia ellos los libros, sosteniéndolos entre mis manos—. Estos son algunos de los documentos que me pedía la agencia. Bueno…, parte de ellos más bien… —Me acerco los libros y los miro afligida—. Y registros que podrían haber ayudado a investigar las desapariciones de las que os hablé —Suspiro y levanto la mirada—. Pero bueno, ya veremos qué se puede hacer.

Mientras me acerco al cuadro, hojeo los restos rescatados con atención. Tengo la esperanza de que aún pueda recuperar algo de información útil entre ellos. Desde luego tenían que contener algo importante. Si no, ¿por qué querrían ocultarlos? Esto suscitaba demasiadas preguntas. ¿Qué había en estos documentos? ¿Quién quiere ocultarlos? ¿Cómo sabían que vendríamos a por ellos?

Pero, entretanto, la luz de la linterna me permite contemplar la pintura. No la conozco. Miro las esquinas, buscando alguna firma, y comienzo a examinar los detalles del dibujo. Guardo con cuidado los libros bajo mi chaqueta y alumbro lo que sostiene el modelo entre sus manos. Lleva un documento y no creo que lo hayan dibujado por casualidad. En un primer vistazo, parece una carta de navegación. Pero, estas cartas suelen tener una disposición bastante más ordenada.

Atiendo a los detalles. Gran cantidad de círculos y triángulos, unos dentro de otros. Miro las letras inscritas en las figuras. No estoy segura si son del alfabeto hebreo, pero se parecen bastante. Abajo puedo ver una estrella a la que le intuyo ocho puntas. Lo que antes me había parecido una rosa de los vientos, comienza a teñirse de otras posibilidades. Sólo se me ocurre una manera, aunque extraña, de hilar todos estos detalles. Creo que Salomón, cuya estrella tiene ocho puntas, se asocia al uso de estas mismas formas… ¿Tendrá algo que ver con la sangre que vimos en la puerta? Sin dejar de mirar el cuadro, buscando una dosis de sabiduría antigua, lanzo una pregunta al padre Flaherty.

—Arnold, ¿sabe usted qué función tiene el círculo mágico de Salomón? —Mientras responde, muevo la linterna para seguir mirando el cuadro.

Al mover la linterna, algo brilla. Es una placa de metal y la leo para todos.

—Henry Willard, 1713 a 1765. Siglo XVIII… —Permanezco pensativa. Este apellido me resulta familiar… ¿Tendrá algo que ver con John Willard? Creía que lo habían ejecutado, cuando lo acusaron de hechicería. Tuvo la mala suerte de relacionarse con las familias más pudientes de Salem… y salió escaldado. Aunque dicen que él mismo, creyéndose hechizado, se sentía incapaz de orar a Dios… ¿Sería producto del abundante centeno, o realmente había encontrado un camino para contactar con otras fuerzas? John Hathorne, bisabuelo de un gran escritor, fue uno de los jueces que le sentenció cuando huyó a Boston… ¿Será cierta la leyenda y realmente no volvió? ¿Sería este pueblo su paradero?

Sabía que eran leyendas, pero después de todo, de ser cierto podrían encajar muchas cosas. Para empezar, los salemitas eran puritanos y el origen de la sacristía coincide con la época en la que vivió el supuesto antepasado. Además, la persona que está aquí representada comparte su apellido. Incluso Moisés puede tener relación, tanto con John Willard como con Salomón. Moisés nunca estuvo en Salem, pero su influencia llegó de la mano de los puritanos. Las brujas eran consideras mujeres sabías, pero el control social bajo sus leyes, llevó a condenarlas con la muerte, como a John.

Me fijo más atentamente en su figura. Posible familiar del posible hechicero Willard. Sostiene un documento, probablemente relacionado con la hechicería. Aun así, su atuendo, a simple vista, parece de todo menos austero… ¿sería real o han querido engalanar su figura, igual que se ha hecho con reyes o faraones? Me asaltan numerosas preguntas. ¿No era realmente puritano como mi lógica quiere pensar? ¿Encontró un camino oscuro hacia la abundancia y la fertilidad? Apunto con la linterna el lugar de la sala al que miran los ojos de Henry. ¿Estará custodiando algo? Vuelvo la linterna a la figura ¿Sería el de John Willard un linaje maldito? Lo fue el de su propio juez, cuyo bisnieto ocultó la relación añadiendo una W a su apellido. ¿Sería un miembro más de la familia Pyncheon?

Acaricio los trazos del dibujo mientras susurro.

—''¿Qué calabozo es más oscuro que el propio corazón? ¿Qué carcelero es más inexorable que uno mismo?'' —Pero de repente siento que esas palabras me describen a mí misma, pasmada frente al cuadro. En el mismo momento, como si las propias historias me hablasen, mi mente recita unas palabras de advertencia… Tal fue la sensación, que a través del cuadro pude ver mi propia imagen, envejeciendo pincelada tras pincelada.

Entonces, rauda, retiro la linterna y alumbro hacia la cocina. Vuelvo a ser consciente de lo que me rodea y hablo a mis compañeros, aunque trato de ahorrarles todas mis divagaciones.

—Bueno, aparentemente Henry Willard preside la sacristía. Supongo que es un alivio pensar que no es un niño, pero seguimos sin saber quién es ella —Pongo un énfasis especial en ella, para hacer referencia a la figura femenina a la que los niños parecían temer—. Cogeré el cuadro cuando volvamos y lo dejaré en el coche. ¿Vamos a la planta baja? Antes de que aparezca algún chaval, como dice Frank —Asumo que están de acuerdo, ese era el plan, así que comienzo a caminar hacia la cocina.

El olor que percibo nada más entrar no auguraba nada bueno, los gritos de Sharpay lo confirman, no hacía mucho que alguien había pasado por allí y se había dedicado a quemar libros, que encima parecían importantes para ella, otra piedra más en el camino... 

Me doy una vuelta apuntando con la linterna a cada recoveco que encuentro en la estancia en la que estamos, observando el cuadro del fundador y lo que dicen sobre él. La verdad era que en eso no estaba muy puesta en el tema, así que poco podía aportar, lo mío era la arquitectura, no la historia de aquel pueblucho que estaba empezando a odiar.

—Sí, mejor bajemos cuanto antes, no quiero más sorpresitas.

Locura, fantasía, herejía, sorpresa y muchas más eran las palabras con las que podría adornar este día, y sin embargo me estaría quedando corto. Un edificio que aparece de la nada, los libros que buscábamos completamente quemados, sin contar los niños... En fin, no culpaba a Sharpay por estar al borde del colapso.

 Arnold, ¿sabe usted qué función tiene el círculo mágico de Salomón? 

En efecto sabía a que se refería, pero no quería turbar aún más la mente de mis compañeros así que me dediqué a fruncir un poco el ceño como si estuviera pensativo antes de continuar.

—Es una pregunta un tanto curiosa la verdad... Una pregunta con respuesta, pero no una que creo que nos sirva de mucho ahora —Aunque seguramente sea una que alimente aún más el estado alterado que ya está presentando. Esto seguro tiene una explicación aunque teniendo en cuenta "el círculo" creo que voy a tener que ser más cuidadoso con lo que encuentre de aquí en adelante. 

 Sí, mejor bajemos cuanto antes, no quiero más sorpresitas.

—No podría concordar más contigo. Apresurémonos a recopilar todo lo que podamos... Eso si, si llegan a ver algún símbolo extraño traten de no tocarlo sin informarme primero —Estaba poniendo todo mi esfuerzo en parecer tranquilo, y creía estar haciendo un buen papel. Pero la verdad es que ese pueblo ya comenzaba a ponerme de los nervios.

Sharpay Wong está horrorizada después de contemplar los restos de los libros, absolutamente inservibles y demasiado recientemente quemados como para quedarse tranquila. Alguien se le ha adelantado. Al grupo en realidad, pero ella se siente más responsable que el resto dado que era una de sus misiones más importantes en Nazarene’s Lot. O al menos eso era lo que sus superiores la habían hecho creer. Presidiendo la sacristía, el cuadro de Henry Willard no tiene la firma del pintor, de estilo bastante meritorio, o si alguna vez la tuvo fue borrada para siempre de la imagen.

El grupo de exploración del lugar entra a la cocina, decorada con estilo colonial. Hay una mesa de madera y varios armarios empotrados en la pared. En la base de uno de los armarios se encuentra la trampilla abierta que da acceso a las escaleras del sótano. El polvo y el gran número de latas oxidadas que se acumulan en los alrededores al agujero en el suelo demuestran que nadie ha accedido al sótano desde hace varios años, por lo menos. Ese elemento, convertido en algo tranquilizador, predispone al grupo más positivamente a proseguir su camino que cualquier otra cosa que pudieran presuponer en base a un pensamiento racional y crítico.

Iluminando el camino con las linternas, los cuatro investigadores comienzan a descender por unos cómodos escalones que terminan en el sótano. Al finalizar el descenso pueden ver botellas de vino y tarros de cristal con comida en mal estado que cubren las húmedas paredes de tierra apelmazada. Del techo, construido con vigas de madera, cuelgan grandes raíces y hongos que desprenden un olor nauseabundo y cenagoso. Entre cajas apiladas y estanterías de madera apolillada hay almacenadas piezas de vajilla de porcelana envueltas en descoloridas hojas de papel. Las hojas usadas son páginas del cuaderno de dibujo de un niño.

La entrada a la sacristía supuso un duro golpe. No encontrar los documentos que buscaba hubiese sido un chasco. Pero encontrarlos y saber que alguien se había encargado de destruirlos era una putada. A pesar de que podía distinguirse la caligrafía de aquellos libros, y lo que pudieron contener, parecía que no podría sacar información de ellos. Aun así los agarraba con fuerza bajo mi chaqueta y me resistía a soltarlos. Puede que fuera ese cariño especial que se siente por la propia información. O puede que, simplemente, no quisiera aceptar su falta de valía. Me sentía responsable por no haber cumplido los objetivos que la agencia me pedía. Sin embargo, y a pesar de todo, habíamos llegado a un punto en el que dudaba de los intereses reales de la misma. La pira de aquellos libros había supuesto un golpe personal. La historia de Nazarene's Lot me intrigaba, pero el autor parecía borrarla a medida que pasaba las páginas de su libro.

Estoy delante del cuadro y la respuesta de Arnold me sorprende. ¿La respuesta no nos sirve? Pienso que hay algo que no quiere decirnos, pero no conozco la razón. Evidentemente, hay algo importante en el documento de este retrato. ¿No nos sirve o, en realidad, no quiere que conozcamos esa información? Dubitativa, tardo unos segundos en responder:

—Ah… vale… será algo sin importancia entonces… —aunque no lo hago totalmente convencida.

Nos decidimos a avanzar hacia la cocina. Gloria, con una disposición absoluta siempre, muestra su acuerdo sin dudar. Arnold, nos advierte de posibles símbolos extraños… Accedo sin titubeos. Cualquier precaución en este pueblo puede ser escasa.

—Por supuesto padre. Intento alumbrar todo lo que puedo. Le comunicaré cualquier señal fuera de lo normal que encuentre —Antes de terminar de responder, comienzo a iluminar todo mi alrededor, prestando atención a cualquier posible… símbolo extraño.

Caminamos hacia la cocina y sigo alumbrando la sala que recorremos. Mientras lo hacemos, no puedo evitar pensar en el curioso cambio de actitud del padre Flaherty. Desde luego no confío en que el Círculo de Salomón no sea realmente importante. Pero su advertencia deja aún más clara su relevancia. No sé quién es el artista, pero el cuadro alberga información importante. Nos ofrece un época, y una figura, que parecen encajar con lo que hemos visto en Nazarene's Lot. Presidiendo la sacristía, con esos documentos entre sus manos, parecía Aleister Crowley en el siglo XVIII.

Llegamos a la cocina y su estilo no me sorprende. Casi puedo ver al propio Henry Willard comiendo allí. Me acerco a los armarios y los abro. Todo parece desordenado, así que pienso que allí puedo encontrar algún documento u objeto de interés. Apunto hacia el suelo  con la linterna, buscando el acceso al sótano. Aunque con cierta dificultad, puedo entrever una trampilla. Hay tanto polvo asentado que sus ranuras son casi indistinguibles. En ese momento siento cierta tranquilidad y, alegremente, me dirijo a mis compañeros.

—Bueno, al menos parece abandonado —Recuerdo la aversión de Gloria por lo niños y la miro—. Y no parece que nos vayamos a encontrar aquí a esos niños —Pero justo antes de abrir la trampilla, no puedo evitar cuestionarme la posibilidad de que algo, o alguien, estuviese allí abajo. Soy consciente de que es imposible, de que nada ni nadie podría sobrevivir años allí abajo. Aún así, mi mente, perturbada por aquel ambiente, barajaba todas las cartas. Con un mazo repleto de arlequines.

Abrimos la trampilla y el olor a humedad es mucho más intenso. Mientras bajamos por las escaleras, deseo tener agallas. No solo para bajar, sino para poder respirar en este lugar. Llegamos al sótano y no hay nadie, pero el olor es tan repugnante que me alegro de llevar horas sin comer nada. Alumbro alrededor con la linterna y la razón del olor sale a la luz. El sótano está plagado de hongos.

Ilumino las paredes y observo botellas de vino y los tarros. No es raro encontrar vino tinto en una sacristía. Es bastante útil para hacer rituales. Muchos adeptos lo usan como sustituto de la sangre. Además, la vid se relaciona, en su origen, con el conocimiento y el saber. Me acerco a las botellas, para comprobar fecha y origen de sus etiquetas, casi esperando que el vino no sea amontillado. Observo también los tarros, tratando de intuir lo que había en su interior.

Seguimos inspeccionando y encontramos algunos utensilios de cocina entre unas cajas. Comienzo a desenvolverlos. Compruebo, con nostalgia, que son de porcelana. En mi país el uso de la porcelana tiene una larga historia. Observo el tipo de piezas de la vajilla. Las examino, buscando dibujos grabados, o la marca de alguna empresa. Mientras tanto, presto atención a los papeles en los que están envueltas. Trato de comprobar si existe algo escrito o dibujado en ellos.

Agradecía el comentario de Sharpay, parecía que estaba abandonado todo aquello y no íbamos a encontrarnos con esos pequeños diablillos.

—Ojalá tengas razón —Fue mi corta respuesta.

Después de todo apenas si tenía ganas de hablar, solo pensaba en descansar, había sido un día más duro de lo esperado y aquel lugar no paraba de sorprendernos, para mal.

Si bien era cierto, que el lugar era muy interesante para una arquitecta como yo, y estaba contenta de haberme topado con aquella Sacristía, prefería estudiarla a la luz del sol y no con aquellas linternas que apenas si llegaban unos metros.

Me acerco a mi compañera, para estudiar más de cerca la vajilla y también las hojas que la envolvían.

Al entrar a la sacristía permanecí en silencio tratando de mirar el lugar, detallando cada parte de la estructura, pensando en que pronto todo esto estaría inundado y pasaría a hacer parte de algo más glorioso que una ruinas o un pueblo maldito.

Veo a Sharpay bastante preocupada por unos papeles, supongo que era lo que ella buscaba pero son solo papeles. Aunque entiendo que la información puede llegar a ser importante. Espero encuentre luego más de ellos.

La veo hablando con el padre Arnold de temas que no conozco muy bien.

—Ese cuadro es bastante viejo, ¿no? ¿Círculo de Salomón? ¿Eso no tiene que ver con brujería o cosas así? Claro que si, avisaré de cualquier símbolo extraño, no quiero terminar convertido en sapo o algo así... ya no se que más esperar de este lugar.

Al bajar al sótano tapo mi nariz por el olor tan nauseabundo que sale de él.

—Seguro que aquí no hay niños, en eso tiene toda la razón Sharpay, a demás los niños no pueden beber —Y me acerco a los vinos para mirar más de cerca el tipo de cada uno y ver si todavía se pueden sacar unas cuantas copas de estas botellas—. Podríamos tomar un poco mientras seguimos revisando, esto puede ayudar a calmarnos.