Partida Rol por web

La señora Morris se levantó de su asiento más tranquila y devolvió la sonrisa al agente Balmaceda.

—Muchas gracias hijos. Les deseo suerte.

Poco después José volvió a entrar.

—¿El coche dice? —preguntó Maryse mientras rebuscaba algo en su mostrador—. No recuerdo haberle visto nunca con un coche... pero ya le digo que solo le vi un par de veces.

Mientras Balmaceda confirmaba por teléfono que Sax nunca utilizó ningún coche oficial ni tenía registrado uno personal, la señora Morris sacó una cajita de debajo del mostrador. La abrió y extrajo algo de su interior.

—¿Quieren un caramelo?

Volví con el móvil en la mano justo cuando la señora ofrecía un caramelo. Era casi entrañable, supongo que es su manera de darnos las gracia por este gran embrollo que hay montado, con una pequeña sonrisa y un leve movimiento de cabeza que balanceaba mis mechones rechacé el ofrecimiento, - no, gracias, no me gusta mucho el dulce, pero permítame que tome uno para mi compañero - le respondí a la señora Norris mientras cogía uno guiñando el ojo.

Después me giré hacia el agente Balmaceda, poniéndole en la mano el caramelo - toma - le indiqué con una sonrisa sin abrir la boca, después levanté la mano izquierda con el móvil en la mano, - por lo que parece esto de Aklo no significa nada relativo al caso en el dominio público, o se refiere a un lenguaje usado en unos libros o a un cantante - me interrumpí un segundo - quizá en el bar de la esquina sepan algo, o pongan su música - miré en la pantalla del móvil la hora, aún era pronto para que cerraran - podríamos hacer una batida en el bar de la esquina haber si han oído algo, de paso preguntamos por el pub de la iglesia que abrieron hace poco y... creo que nos toca una buena tarea de lectura y estudio de pruebas en la central. -

Doy un suspiro alicaído. Hubiera sido un buen punto de partida lo del coche. Si estuviera allí podríamos asumir que era un secuestro. Si no estaba o bien el secuestrador se lo había llevado o bien... No podía sacarme de la cabeza aquella posibilidad.

Acepto el caramelo que Jalabert me ofrece tras aceptarlo a la señora Morris. Lo miro y lo guardo en uno de los bolsillos de la chaqueta, y le comento a mi compañera acerca del coche una vez hemos salido de la pensión y caminamos hacia el bar

- He preguntado por el coche del agente Sax, al parece ni tenía coche del FBI ni tampoco ninguno registrado a su nombre. Sea como sea de algún modo ha tenido que llegar hasta aquí, y de algún modo se debía desplazar. - 

Hago una pequeña pausa y la miro parándome antes de llegar al bar.

- No podemos descartar a Sax como sospechoso - Digo de forma seca y directa. - Si ninguno de estos vehículos es en el que llegó, o bien el secuestrador se llevó su coche o bien él se fue con su coche y no ha sido secuestrado. Quizá... ¿Podrías hacer que te mandaran a tu teléfono una foto de Sax? Quizá se pasara por el bar y puedan decirnos algo de él.

Al llegar al bar abro la puerta y con un gesto indico a Jalabert que pase al interior.

La solicitud de Jalabert no se hizo esperar y muy pronto los agentes tuvieron una foto de Sax en el terminal de Carley.

Tenían varias cosas que poner en común y tenían que tomar la primera decisión sobre cómo encauzar su investigación y ese bar en la esquina de la calle Clinton era un buen lugar para hacerlo... y quizá podría ocultar algo de información.

Tras recibir el mensaje abrí la foto de nuestro compañero, las palabras de Balmaceda diciéndome que podía ser el asesino no eran nada tranquilizadoras sin embargo empezaba a tener algo de visos de posibilidad, yo había pensado lo mismo. Observé los rasgos de Sax, nada especiales como solía ser la tónica de un agente del FBI, podría pasar desapercibido sin embargo algo me dice que en este barrio todos los foráneos estrían bastante controlados.

Cruzamos la calle en dirección hacia el bar de la esquina, Hook Wheels. El huracán Sandy pegó fuerte aquí y parte de la fachada del pequeño edificio se encuentra en mal estado, no creo que nadie la repare. A la puerta del bar había tres Harley Davidson lo cual quería decir que pese a la cochambre e inseguridad de esta zona, era territorio seguro para algunos. Desde la puerta del bar se divisa la escuela Pave Academy de la calle Mill, algo me dice que muchos de sus alumnos pasarán antes o después por este bar.

Miro a mi compañero antes de entrar en la tasca, abrimos la puerta y los parroquianos se giran instantáneamente haciéndose un pequeño silencio donde solo se escucha el tocadiscos. Huele a una mezcla de gasolina y cerveza. No me esperaba otra cosa pero la asistencia al establecimiento tiene pinta de ser de la peor calaña, no espero mucha cooperación. Pasados unos instantes cada uno vuelve a su quehacer. En la esquina un grupo de chicas bastante jóvenes juegan a los dardos mientras unos moteros con chupas con un parche que pone Pagans MC charlan entre ellos sin quitarles el ojo de encima, en la esquina izquierda se ve un grupo de jóvenes negros que están bastante nerviosos, algunos otros parroquianos están sentados en la barra. Algún otro se cruza en nuestro camino y se marcha conforme entramos, echo un rápido vistazo para ver su aspecto, parece que tengan sus trapicheos pero no estamos aquí por eso.

Con un movimiento del mentón señalo hacia el grupo de la esquina - Quizá aquellos caballeros que están tan nerviosos conozcan a Germaine, luego hablamos con ellos si te parece – le comento a Balmaceda mientras caminamos.

Empieza a anochecer en la calle y no hay mucha luminosidad en el interior, hay cuadros de motos con firmas por las paredes, y la decoración es bastante peculiar: palets convertidos en mesas, bidones, torres de ruedas, manillares a modo de surtidor de cerveza… Un cartel de una chica en top less que pone “cerveza Hook Wheels”, de la delicia del personal me figuro. Incluso hay un cuarto a la derecha que pone taller, no sé si en verdad es para reparar motos o qué se yo.

Detrás de la barra una chica rubia desaparece hacia la parte de atrás mientras permanece quieto mirándonos un hombre de unos cincuenta años, vestido con unos pantalones de cuero y una camiseta de Iron Maiden pasada de moda, con la cabeza afeitada y bastante sobrepeso que está limpiando un vaso con un trapo, me doy cuenta que es el mismo que aparece en las fotos con otras personas y no tiene cara de muy buenos amigos.

Doy unos pasos hasta apoyarme en la barra mientras desde el grupo de moteros se oye como alguien grita, - Doc, ¿Aquí entra cualquiera ahora? – No dedico ni un segundo a girarme pues solo tratan de provocar.

- Hola – saludo escuetamente mientras sonrío al camarero, - bonito bar, Doc – añado, saco de mi bolsillo la cartera con la placa del FBI – buenas tardes, soy la agente Jalabert y este es mi compañero el agente Balmaceda, no venimos a molestar sino a hacer unas preguntas rápidas. Seguro que aquí entra multitud de personas distintas – vamos a intentar llevarnos bien, pienso para mi, - póngame un refresco de cola por favor, y para mi compañero lo que él quiera, después cojo mi móvil y le enseño la foto de Sax – ¿No habrá visto a esta persona? ¿Vino solo? ¿Acompañado? -

Permito que responda sin atosigarle, dando un trago de cuando en cuando, mientras mi compañero también habla. No sé que clase de nombre puede ser Doc, doctor ¿de qué?, y continúo – ¿Qué me puede decir de un bar que abrieron hace poco en una antigua iglesia? ¿Le suena? – le podría preguntar si es conflictivo pero viendo lo que nos rodea no puedo pensar en que es una pregunta idiota.

Por último le pregunto sobre las extrañas siglas que no encuentro sentido, - ¿Le dicen algo las siglas Aklo? O quizá es una palabra –

¿Un refresco de cola? Pienso para mi mismo. ¿En serio?. Me quito las gafas de sol y las guardo en el bolsillo exterior izquierdo de la cazadora, repaso mi bigote con las manos y levanto la mano ligeramente con el dedo índice hacia el techo. 

- Un whisky para mi... doble - 

Un rápido repaso al botellero no augura nada bueno, pero tampoco es que esté acostumbrado a beber buenas marcas. 

Doy un repaso a todo el personal del bar, parándome unos segundos en el que dijo la frase refiriéndose a nosotros, y termino fijándome en el grupo de muchachas jugando a los dardos, no pudiendo evitar esbozar una sonrisa pícara. Cuando el barman deja el vaso en la barra me siento en uno de los taburetes dando la espalda a la puerta, conservando en mi ángulo de visión a la mayor parte de la gente del bar.

En silencio escucho que es lo que tiene que decir el tipo a las preguntas de Jalabert, aunque algo me dice que no va a soltar mucha prenda, quizá deberíamos acojonarle un poco. En fin, pronto lo descubriremos.

Mientras repaso mentalmente lo que tenemos hasta ahora. Localizo una mesa situada en una esquina libre, si nadie la ocupa podríamos sentarnos allí y poner en común las primeras impresiones del caso cuando este tipo nos diga algo. Mientras Carley va preguntando trato de localizar entre esta gente a alguien que parezca del lugar... normalmente suele haber un tipo que consigue cosas, que sabe cosas, ... alguien a quien no le gusta habar con la autoridad. Ese es el tipo de gente que tiene las mejores respuestas.

El teléfono no paraba de sonar durante la mañana. Diez llamadas perdidas de Perlman, el contacto de Zoey en el FBI.

—¿Williams? —disparó una sonora voz al otro lado del terminal de Zoey—. ¿Dónde diablos te metes? He estado a punto de dar el caso a otro. Si no fuera porque eres tú no hubiera insistido tanto, pero no tenses tanto la cuerda que al final se va a romper niña.

Perlman dejó un instante que Zoey diera las explicaciones oportunas pero pronto volvió a tomar el control de la conversación sin interesarse demasiado por los motivos de la joven psicóloga.

—Tenemos un caso, niña. Quizá ya lo has escuchado en la prensa. Los asesinatos de la orquidea, lo llaman. Tiene pinta de ser un asesino en serie. Tienes buena ojo con eso niña, así que te quiero allí. Ya sabes cuales son las condiciones. Es un caso que llevaba el agente Sax pero hace días que no da señales de vida. Tengo a dos agentes trabajando en ello: Balmaceda y Jalabert. Quizá conozcas a Carley, también estudió psicología. Están en la escena del crimen. Te mando la ubicación a tu teléfono, ellos te contarán más.

Perlman colgó el teléfono dando por sentado que Zoey iba a aceptar el caso.

Los datos de Perlman hacían referencia a una pensión en la calle Clinton. Un cordón policial cerraba el acceso a la pensión. Del bar de moteros de al lado salía una canción que no hacía más que enfatizar la sensación de depresión y decadencia de este barrio.

Zoey se encontraba en Red Hook, unos de los barrios con peor fama de Brooklyn. Nada que no hubiera visto antes.

La mirada de Doc radiografió a Jalabert de arriba a abajo. Una vez acabado el examen miró al grupo de moteros de la esquina y una sonrisa socarrona anticipó la seguida carcajada general. Tras poner el refresco a Carley, Doc enseño una de las botellas de whisky a Balmaceda y tras su aprobación el liquido empezó a caer sobre el vaso lleno de hielo.

—Aquí tiene amigo —dijo mientras le acercaba el vaso.

Acto seguido examinó el teléfono de Carley.

—Ni puta idea, no le he visto en mi vida. Y tranquilizate nena, no vamos a hacerte nada. Somos legales —dijo mientras enseñaba las palmas de las manos.

La cara de Doc se enrudeció cuando Jalabert mencionó aquel bar.

—El bar de los putos nazis —espetó—. No se como se llama. Zozique o Zothique o alguna mierda así. Están todos locos en ese sitio, nena. Yo no me acercaría por allí y mucho menos con esa pinta.

Un nuevo escáner visual recorrió el cuerpo de Jalabert suscitando algún silbido en el local.

—¿Aklo? ¿Eso que es, una marca de tabaco?

El sonido del teléfono móvil acompañó a Zoey cuando entró en su piso esa mañana, haciendo que la chica se diese cuenta en ese mismo instante de que se lo había dejado en casa. Maldijo entre dientes mientras se apresuraba a cerrar la puerta tras ella para después avanzar hacia el aparato. Diez llamadas perdidas de Jay, debía estar pasando algo gordo de verdad. Antes de que pudiera devolverle la llamada, el teléfono empezó a sonar otra vez. 

—Lo siento, lo siento —se apresuró a decir cuando el hombre dejó algunos segundos de espacio—. He salido con prisa esta mañana y me he dejado el teléfono. 

No dio más explicaciones, estaba claro que Perlman no las quería, pero en cuanto se hizo consciente de que había un caso nuevo su corazón empezó a palpitar más fuerte. Joder, hacía como un mes del último y ya estaba que se subía por las paredes. Como una adicta cualquiera empezaba a necesitar esos casos, zambullirse en la psique de esos criminales y sentir la adrenalina de ir desentrañando sus personalidades. Ese trabajo le daba la vida al mismo tiempo que se la quitaba sin que ella se diese cuenta. Los asesinatos de la orquídea, sí, lo había estado siguiendo en la prensa. Hizo un leve sonido afirmativo con la garganta, pero no interrumpió a Jay.

«Niña», repitió Perlman, y los labios de Zoey se curvaron en una sonrisa inconsciente. Había conocido a Jay cuando era una mocosa, en una cena en casa de sus tíos, y estaba segura de que a pesar del tiempo que había pasado desde entonces él seguía imaginándola como una cría desdentada con coletas. No volvió a verlo hasta muchos años después, cuando ya estaba en la universidad. Jay Perlman era uno de los profesores de esos seminarios a los que la llevaba Darren y también había sido él quien le había conseguido el curro para el FBI. Sólo por eso Zoey le perdonaba que la siguiese tratando como si tuviera nueve años. 

Al escuchar hablar de Carley Jalabert, le brillaron los ojos. No la conocía, pero había oído hablar de ella aquí y allá. Coincidir en el caso con ella era un aliciente más. Zoey se sentó en el reposabrazos del sofá y se pasó los dedos por el pelo mientras escuchaba las últimas indicaciones de Perlman. A Sax sí que lo conocía. Habían trabajado en un caso juntos el año anterior, uno de los primeros de Zoey, y la joven lo admiraba. «Siempre vuelven a la escena», eso decía siempre Sax. Escuchar que estaba desaparecido hizo que la chica se sintiera inquieta y su sonrisa se tambalease. Asintió con la cabeza sin preocuparse porque Perlman no pudiera ver su gesto y colgó después de él. Era hora de ponerse en marcha.

Así fue como Zoey llegó a la dirección que Perlman le había dado. Se detuvo un momento antes de traspasar el cordón policial, mirando alrededor para echar un vistazo al barrio. La canción que salía del bar cercano hizo que frunciese levemente el ceño y se decidiese a entrar. Pasó por debajo de la cinta y se acercó a alguno de los agentes con su tarjeta de asesora en la mano, lista para enseñársela si hacía falta y no la reconocían.

—Zoey Williams. Creo que me están esperando dentro —dijo, cordial, haciendo un gesto con la cabeza hacia la pensión.

Parece que poco o nada va  a poder aclararnos aquel tipo. Salvo que el bar de la iglesia era algún tipo de colectivo nazi... odio a los nazis, siempre son un grano en el culo y tratar con ellos suele terminar mal. Espero dando un trago a la bebida que me acaban de poner; mejor de lo esperado la verdad.

Espero por si mi compañera tuviera alguna cosa más que preguntar mientras me fijo en un chaval sentado en un taburete junto a la pared y la barra; justo al lado de los servicios. No nos ha quitado el ojo desde que hemos llegado y la cerveza carente de espuma parece indicar que lleva un rato puesta.

- Voy a mear - Le digo a Carley.

Me levanto dejando el whisky en la mesa y me acerco al baño. Normalmente cuando esta gente se encuentra tan cerca de los servicios suele ser porque tienen un método de escape fácil o porque los trapicheos los hacen dentro; así que cuando me acerco lo miro y le hago un gesto con la cabeza indicando que requiero de sus "servicios". 

Sin esperar a ver que hace entro al baño y reviso que no haya nadie dentro. Por suerte tan solo hay dos urinarios de pie y otro más de puerta, lo que me facilita darme cuenta que no hay nadie antes de que pueda entrar el tipo.

Ya había oído hablar de algunos comportamientos poco ortodoxos de mi compañero, como podría ser pedirse un whisky doble en mitad de un caso, pero sé de sobras que se hace la vista gorda cuando los resultados son buenos, así que… qué iba a decir yo.

La conversación avanzó con poca información nuevo, el extraño bar era de nazis, no me extraña que la buena de la señora Morris dijera que nos alejáramos de ahí, un grupo de nazis asesinos múltiples da para película de serie B. Sin embargo puede ser productivo tratar de averiguar algo sobre ese bar con nombre tan extraño.

Escucho los silbidos de los parroquianos, los ignoro mientras me ahueco unos mechones de pelo por detrás y respondo al barman – no creo que sea tabaco, quizá alguna sustancia pero desde luego tabaco no - . Esta conversación no estaba siendo nada útil, lo que me ha dicho y nada son lo mismo.

Así pues, no había visto a Sax, no sabía nada del Aklo, tampoco mucho del bar. Mire como mi compañero se iba al servicio sin perderse detalle de lo que le rodeba. Mientras tanto envié un mensaje a la central para que me enviaran la foto de los tres asesinos confesos detenidos, una vez recibidas las mostré a Doc - ¿Y estas personas? ¿Le suenan de algo? –

Después me senté en la mesa con Balmaceda mientras buscaba información tanto en Google como en la intranet (*) corporativa sobre presencia de nazis en la zona, peleas, bandas, skins y también sobre el nuevo bar abierto. Sobre qué clase de iglesia había antes, de qué religión, cuanto tiempo lleva abierto el nuevo bar, en fin, algo de indagación.

El agente que vigilaba el perímetro miró cuidadosamente la acreditación. El muchacho sonrió forzadamente a Zoey y, al ver el logotipo del FBI en la tarjeta de Zoey señaló educadamente aquel bar de la esquina que Zoey había visto.

—Sus compañeros están allí, señorita —indicó el muchacho—. Acaban de salir de la escena.

El agente se echó a un lado y liberó los movimientos de la muchacha. Era libre de decidir si entrar en la escena del crimen o ir a aquel bar, el Hook Wheels como rezaba el destartalado letrero agarrado a la esquina.

No había nadie dentro del baño; José se había encargado de ello. Un instante después, dos moteros con chupas de cuero entraron en el baño con cara de pocos amigos. Uno de ellos se quedó apoyado en la puerta y el otro avanzó observando de arriba a abajo al agente.

—¿Qué te pica polizonte? —acabó diciendo desafiante.

Zoey dudó mientras sus ojos seguían el gesto del agente hacia el bar. Quizá debería presentarse a sus compañeros primero, tal vez incluso la estaban esperando. Pero, por otra parte, tendría que ver la escena y cuanto antes mejor. No era sólo la curiosidad que cosquilleaba nerviosa en su estómago, sino que sabía que sería de más ayuda si la veía en directo, antes de que los de la científica empezasen a meter mano. Sin embargo, no solía visitar las escenas ella sola y eso aumentaba el titubeo. Se mordió el labio inferior durante un instante antes de decidirse. 

—Voy a entrar —informó al agente, con una breve sonrisa, para después hacerle una petición—, si ves salir del bar a mis compañeros, ¿podrías decirles que estoy en la escena?

Esperó un momento por su respuesta, pero fuese afirmativa o negativa, la chica se pondría en marcha hacia la pensión con paso rápido. Perlman había conseguido meterle la prisa en el cuerpo. Quería echar al menos un vistazo rápido para saber de qué iba el asunto y poder hablar con algo de conocimiento con los agentes que ya habían visto la escena. 

—No nena, no conozco a tus amigotes —dijo sonriendo—. No suele haber polizontes por aquí, ¿sabes? ¿Qué cojones ha pasado ahí? —dijo señalando la pensión de la otra esquina.

En ese instante un mensaje llegó al teléfono de Jalabert, era Jay Perlman.

"Carley, por fin he contactado con la psicóloga. Va para allá de inmediato. Zoey Williams", rezaba el mensaje. Adjunto al mensaje había un pequeño informe sobre la muchacha. Era una joven estudiante de psicología, licenciada hacía relativamente poco. Especialista en análisis de conducta. Había trabajado con Sax hacía tiempo.

Mientras esperaba a Balmaceda investigó algo más sobre ese local; ese bar incrustado en el estómago de aquella iglesia. Era una antigua iglesia protestante que hacía tiempo que no oficiaba ningún culto. Hace casi año y medio fue ocupada y poco tiempo después se empezaron a dar "fiestas" en el lugar. Unos meses después todo el mundo la conocía como Zothique. El local seguía sin licencia de adquisición pero muchas noches se seguían reuniendo decenas de personas allí a escuchar algún concierto o a emborracharse. Parecía que era un centro neurálgico del tráfico de drogas en Red Hook.

Chasqueo la lengua, no era esto lo que buscaba... pero claro; aquel vende droga o dios sabe que tenía dos matones. Sabedor de la pequeña protección y respeto que me daba ser agente del FBI decido plantar cara.

- Escuchad chicos. No queréis hacer esto así - Digo mientras muestro la placa que me acredita como agente del FBI, y justo al lado el arma enfundada. - Estoy seguro que a vuestro colega de fuera y a Doc no les hará ninguna gracia tener al FBI metiendo sus narices en un negocio de pueblo de tres al cuarto. - 

Dejo caer la chaqueta cubriendo de nuevo pistola y chapa. 

- No estoy aquí para desmontaros vuestro pequeño negocio de lo que quiera que sea, sinceramente me importa una mierda... pero si no encontramos pronto al tipo que está dejando cadáveres como el de la pensión de enfrente no creo que alguien tarde en meter sus narices justo aquí, así que os propongo algo. -

Dejo unos segundos para que centren su atención y prosigo.

- Que os parece si vosotros me decís todo lo que sabéis sobre lo que se cuece por aquí; sobre el agente del FBI que vino a este antro antes que nosotros; sobre una tal Germaine y sobre todo lo que creáis que tiene que ver con un psicópata asesino... y yo saldré del baño como si realmente vuestro numerito de tipos duros me hubiera acojonado, y procuraré mantener a los federales fuera  de vuestra zona- 

Miro en la dirección que señala y encojo los hombros - nada bueno, para nadie, simplemente... - el zumbido del móvil me interrumpe, - si me disculpa - me alejo unos metros para leer el mensaje.

- Uhm - musito mientras leo el informe, nos puede dar mucha información si ha trabajado con Sax. Ni el agente Balmaceda ni yo queremos reconocerlo oficialmente pero hay que considerarlo sospecho.

Sentada en la mesa leo la información que voy obteniendo, nada bueno sin lugar a dudas. No creo que este caso tenga mucho que ver con el tráfico de drogas. ¿Nazis drogados que realizan una especie de asesinatos rituales? - bufff- resoplé mientras movía con la pajita los hielos en la coca-cola y di un trago arrugando el ceño, no me gustaban nada los refrescos de surtidor.
Tecleo el nombre de Zothique, que no había oído nunca. Mientras espero los resultados en el móvil miro hacia el baño donde mi compañero parece que lleva un buen rato.

Aprovecho para ojear algo la documentación obtenida de la habitación.

El joven policía que vigilaba el cordón asintió amablemente a la petición de Zoey y levantó un poco la cinta para que la muchacha accediera a la escena más fácilmente.

Pronto estuvo dentro de la pensión. Tras pasar la recepción donde una mujer tomaba un vaso de agua, con toda probabilidad la dueña del negocio, Zoey siguió las indicaciones de otro policía hacia la escena del crimen. Estaba en el piso superior: habitación 103.

El olor en la escalera era nauseabundo. Por un momento Zoey miró a su alrededor buscando el foco de ese terrible olor a heces y pronto se dio cuenta de que provenía del baño común que estaba en el primer piso, al finalizar la escalera.

Con la mano cubriendo su nariz Zoey llegó hasta la puerta de la habitación 103. La policía forense estaba levantando el cadaver pero Zoey llegó a tiempo para verlo. Sobre una cama con el colchón completamente empapado de sangre descansaba el cuerpo de una escuálida drogadicta. Una flor de carne, una orquídea roja formada por músculo y piel descubría los órganos del torso de la mujer. Una autopsia perversa practicada en vida. Las manos, amputadas de forma brutal, no aparecían por ningún lado y la cabeza reposaba entre los pies de la víctima con los ojos abiertos y la boca amordazada. La expresión de la cara reflejaba el terror ante la brutalidad a la que aquella mujer había sido sometida.

La primera entrada relativa a Zothique pertenecía a la Wikipedia:

Zothique es un continente ficticio del futuro que aparece en una serie de historias cortas de Clark Ashton Smith. Zothique es también el título del ciclo de historias que transcurren allí. En términos numéricos, el ciclo de Zothique es la mayor colección de historias escritas por Smith. El ciclo pertenece al género de la fantasía y con más precisión al subgénero de la Tierra moribunda.

Ninguna referencia a ese supuesto local.

Los informes de Sax tenían más miga. Además de la información superficial que ya conocía habría que dedicar unas horas al estudio exhaustivo de la documentación. Quizá pudiera leer algo entre líneas o quizá todo lo que había que saber ya les era conocido.

Balmaceda ya llevaba un rato en el baño con aquellos tipos.