Partida Rol por web

La noche ya se había acomodado sobre Red Hook. El grupo de investigadores estaban detenidos a un par de manzanas de aquella vieja iglesia, en la oscuridad que ofrecían las viejas farolas destrozadas, dentro del coche que conducía Balmaceda. A su derecha, en el poste de la farola un cartel anunciaba a Los Gatos de Ulthar como banda de cabecera para el espectáculo de esa noche en Zothique.

Desde aquella posición no se veía todavía la entrada a ese apestoso club pero sí podían oír el retumbar de sus paredes con aquella siniestra música.

La noche podía ser larga. La farola que había sobre el coche destellaba los últimos retazos de su luz e iluminaba fugazmente las caras de aquel grupo que hablaba dentro del coche.

Una vez Balmaceda hubo detenido el coche y antes de salir me giré hacia mi compañero y la colaboradora - bueno, no creo que seamos tan “bien” recibidos como antes -, parpadeé unas cuantas veces mirando la cara de mis compañeros, - parece que este sitio está… ocupado o desde luego no es nada muy legal, dado que quien nos ha dado la información no parece muy de fiar.-

Tecleé en el móvil, mientras hablaba sin mirar – tratar de introducirnos, está por ver si nos dejan pasar con nuestras pintas de agentes del orden, no deja de ser algo arriesgado – continué pulsando la pantalla – voy a poner un mensaje a la central para que sepan donde estamos y que vamos a tratar de colarnos dentro, les he dicho que cada media hora les enviaré un mensaje, si no lo envío sabrán que hay lío – una vez acabé de enviar el mensaje me giré hacia ellos.

Me fijé en el cartel de la pared - ¿Los Gatos de Ulthar? ¿Los habéis escuchado? – volví a teclear en el móvil – joder- exclamé, mostré la pantalla a mis compañeros – esto empieza a dejar de ser casualidad, las letras escritas por Sax en la libreta también hablaban de los escritos del tal Lovecraft… se conocen casos de libros que han inspirado a asesinos como El Guardián entre el Centeno o El Coleccionista, mezcla eso con el de Mi Lucha de Hitler y… - no acabé la frase.

Moví los labios en una mueca de preocupación – puede parecer que estoy siendo exagerada pero los nazis no son de fiar, no sé si serán solo cuatro skin head con el gatillo fácil o por el contrario algo más organizado – pongo mi mano en la guantera y miro a Balmaceda y después a Zoey – tienes que ir con cuidado, sería incluso mejor que no entraras ya que desarmada puedes ser un blanco fácil, ¿Qué dices? – miré a la mujer de cabello rubio.

Desde el asiento trasero Zoey contemplaba el cartel por la ventana, leyendo su contenido a golpes, con cada parpadeo de la farola. Al escuchar la voz de Carley, la chica abandonó la ventanilla para echarse hacia delante. 

—¿Quién os ha dado la información? —preguntó, llevando sus ojos de nuevo hacia el exterior, a ese local cuyo sonido se percibía incluso dentro del coche. *

Después, negó con la cabeza a la pregunta sobre el grupo musical. Era la primera vez que oía ese nombre, pero lo cierto era que no estaba muy al día en el panorama musical, menos si era un grupo local, cosa que tampoco sabía. Volvió a mirar hacia dentro con curiosidad por ver qué había provocado el exabrupto de la otra chica y entonces miró la pantalla del teléfono que mostraba. 

—Ahí hay algo. Sax no escribiría algo así al azar... Podría ser el cabo que necesitamos.

Se quedó pensativa por un momento. Perlman se había empeñado en que aprendiese al menos lo justo para saber disparar. Pero a Zoey las armas le producían escalofríos, incluso cuando era ella misma quien las empuñaba. 

—Podría quedarme en el coche y estudiar lo que tenemos por ahora, revisar eso de Lovecraft, los gatos y lo de la libreta, si os parece más adecuado —dijo—. Hay algo que no encaja en todo esto, pero aún no sé qué es. —Hizo una breve pausa y miró hacia fuera un instante—. Pero sé usar un arma. Perlman me obligó a aprender. Así que si me dejaseis una podría ir con vosotros y defenderme de ser necesario. 

Miró a ambos, alternativamente, y se encogió de hombros. 

—Lo que digáis, yo no sé cómo de peligrosa puede ponerse la cosa ahí dentro.

Asentí a su comentario sobre Sax, por lo que nos había contado en el bar, no escribiría eso al azar.

- Vamos simplemente a mirar, a preguntar, sin orden de registro ni intenciones de ningún tipo – hice una pausa momentánea – no debería haber problemas, pero… - miré a Balmaceda a los ojos con la mano sobre la guantera para esperar un gesto afirmativo, a continuación abrí la guantera, y extraje un arma en su funda.
Extraje el arma y miré el cargador, el arma había sido usada y no era reglamentaria del FBI, no quise saber más de como estaba allí. Revisé que estuviera cargada, le coloqué el seguro y se la entregué a Zoey – toma -, le dije mientras se la daba en la mano – está colocado el seguro, solo tienes que quitarlo si tuvieras que disparar – e hice énfasis – pero no tenemos que llegar a ese punto, tenemos que mirar, seis ojos ven más que cuatro, ya tendremos tiempo de estudiar la relación con el escritor. -

Revisé por último mi arma y añadí - no sé si nos dejamos algo más. -

—¿Vais a ir así? —dijo Balmaceda que hasta ese momento había estado examinando la calle—. Dudo que me dejen pasar a mi o a la..., ¿cómo te llamabas, chica? Mucho menos a ti.

Estaba examinando el traje oficial de Jalabert. Balmaceda nunca lo llevaba puesto, solía llevar una camisa y unos vaqueros además de su viaje cazadora que había visto quizá demasiado mundo.

Salió del coche y abrió el maletero.

—A ver si os vale eso— dijo mientras extraía dos bolsas con ropa del interior del maletero.

Zoey cogió el arma con cierta resignación. Era una de esas cosas que no le gustaban pero había terminado por asumir como necesarias, parte del trabajo y todo eso. Se echó para atrás para poder guardarla en la cintura de los vaqueros, pero no llegó a hacerlo antes de que llegase la pregunta de Balmaceda. 

—Zoey —recordó, para después bajar la mirada y mirar su ropa. Vaqueros, jersey gris. Arrugó la nariz. El hombre tenía razón, con esas pintas no parecía que fuese a un concierto a una discoteca. 

Se bajó del coche y se acercó al maletero para empezar a revolver en las bolsas. Desde niña, siempre le había gustado disfrazarse y hurgar en tiendas de ropa de segunda mano era uno de sus pasatiempos favoritos para las mañanas de los sábados. Así que por un instante se olvidó de todos los interrogantes del caso mientras sacaba prendas y las examinaba. Era una pasada, el agente tenía ahí un montón de cosas. Chupas de cuero, camisetas con transparencias, pantalones de distintas tallas y... ¿Eso era una camisa hawaiana? 

—¡Joder, Balmaceda! Esto es mejor que ir al mercadillo. 

Escogió algunas prendas y se las llevó dentro del coche para cambiarse allí. Cuando salió su atuendo había cambiado por completo. Se había puesto unos pantalones de pitillo negros y una camiseta también negra, de tirantes. Sobre ella, una blusa de redecilla negra que dejaba ver la camiseta de debajo. Se había descolocado un poco más el pelo con los dedos y recogido un lateral con un par de horquillas. Miró a sus compañeros esperando su aprobación.

—Espero no haberme pasado, lo mejor sería pasar desapercibidos. 

Me miré las ropas cuando Balmaceda intervino, casi consigue sonrojarme cuando comenta lo de entrar de incógnito. Tiene razón, para no llamar la atención no se puede ir vestido con la ropa oficial. Endurecí algo mi mirada cuando pareció haber olvidado el nombre de Zoey, supongo que es su manera de decir que vamos a tener que cuidar de ella.

Miré hacia la oscuridad cercana, dudo que nadie no esté vigilando pero por si acaso, no vayamos a estar chafando nuestra propia coartada.

- Pero ¿Dé dónde has sacado todo esto? - respondí tras el comentario de Zoey sobre el mercadillo, sacudí la cabeza, - déjalo - prefería no saberlo.

Zoey pareció en su salsa mientras rebuscaba en las bolsas, se vistió pudorosamente dentro del vehículo y al salir era otra. - Estas perfecta - sonreí tras su comentario - para entrar en cualquier tugurio. -

Busqué yo también entre las ropas que ya estaban desperdigadas por el maletero, aparte a un lado la camiseta hawaiana y una especie de mono de latex con agujeros en los pechos y en la zona del pubis, con un arqueo de cejas me giré hacia Balmaceda y negué con la cabeza riéndome.

De pronto vi una cazadora, imitación de cuero sin duda, pero valdría. Miré a mis dos compañeros, lamentablemente el pudor es algo que se pierde en esta profesión, tan acostumbrada está una a los trabajos de campo que nada importa ya. Me despojé de mi chaqueta y camisa, llevaba debajo un sujetador negro Calvin Klein. Me abroché la cazadora para que me tapara algo más que el arma.

El pantalón que encontré en tonos oscuros pegaba con la cazadora, me apoyé en el maletero para quitarme el pantalón reglamentario e introducirme en el par de pantalones pitillos, vaya, si que son pegados a la piel. Después el calzado, - ¿Por qué llevas unas botas de mi número? - muevo la mano hacia el como alejando esas ideas de mi, sonrío echando la cabeza para atrás. Después me miro al retrovisor - espera - murmuro en bajo, me introduzco un momento en el coche y salgo con el pelo en postura diferente - hail - les digo - espero que merezca la pena - no era un atuendo con el que me sintiera a gusto.

Una vez vestidos con sus nuevos atuendos caminaron el par de manzanas que los separaban de aquel lugar: Zothique.

Un destartalado letrero de neón destacaba debajo de la vidriera principal de lo que, en otro momento, fuera la iglesia de Red Hook. Ahora, en el estómago de esa iglesia, había nacido ese lugar, infecto a los ojos de muchos, donde se agolpaban jóvenes y no tan jóvenes dispuestos a disfrutar de lo que ofreciera el interior de aquel lugar.

Aquel tipo tenía razón sobre la gente que lo frecuenta. Era rara. No sólo estaban los punkys que parecían sacados de un Liverpool de finales de los 70. También había gente vestida con cuero, incluso con máscaras, y otros de aspecto gótico pero con un extraño andar alucinado. Del interior llegaba el sonido inequívoco de una banda en directo, un rock transgresivo demoledor, del que se entendía poco más que sonidos guturales.

La entrada, situada en lo alto de una pequeña escalera de dos vertientes, estaba vigilada por un par de enormes matones con una indumentaria de cuero que mezcla la estética neonazi con el más puro estilo de sádico de película porno.

Caminamos en dirección al garito en cuestión, al pasar por delante de un espejo no pude dejar de admirar el aspecto que teníamos, en fin, espero que pasáramos por auténticos gualtrapas. Me coloqué bien los pechos al mirarme al espejo - estupendo, salida de cualquier video guarro. -

Continuamos andado y murmuro - hay que ir con cuidado - a mis compañeros sin mirarlos, era una frase que valía para todos, un estúpido consejo vestido de algo de deseo y ánimo.

(*) - Quizá podamos buscar al que tuvo contactos con Sax - ladeé la cabeza mientras torcía el gesto - no creo que podamos buscar al camello de turno porque aquello estará infestado - miro un momento a Balmaceda - quizá tú tengas algo más de info del tema - me encojo de hombros - creo que habrá que verlo sobre el terreno. -

Al llegar las imágenes comienzan a bombardear mi retina, por un instante miro todo con visión de agente del FBI, buscando posibles salidas, sujetos problemáticos, tipos muy sospechosos, delincuentes comunes que me suenen. Después reconocí sin duda el movimiento de gente drogada. La ininteligible música, de los, supongo, Gatos de Ulthar llenaba todo el espectro auditivo. - Abominable. -

Avancé unos pasos y cogí de la cintura a Zoey mientras le revolvía algo el pelo y nos acercábamos hacia los guardias sonriendo a ambos y tratando de ir hacia adentro. Ignoraba si esto era alguna clase de club privado con acceso restringido pero sin duda no lo parecía.

—Wow... —musitó Zoey al ver el cambio de imagen de Carley. Estaba impresionante y la chica no tardó en alzar las cejas y sonreír al seguirle la broma—. Hail, Jalabert. Creo que ya nadie dudaría de nuestras pintas.

Su mirada buscó a Balmaceda, con curiosidad por ver si él también se cambiaría o se quedaría en el coche haciendo guardia. Como fuese, ella empezó a caminar junto a Carley hacia el garito. La chica estaba entre nerviosa e impresionada por lo que iban a hacer. Normalmente lo suyo era más estudiar escenas de crímenes y acompañar a los agentes en los interrogatorios o al investigar casas. Pero eso de infiltrarse en un tugurio como ese, lleno de gente peligrosa, era emocionante en cierta forma. La música más bien parecía ruido infernal en sus oídos poco acostumbrados al heavy... porque eso era heavy, ¿no?

Imitó el actuar de Carley y fingió estar despreocupada y tranquila, como si no llevase una pistola en la cintura del pantalón, como si simplemente hubiera ido allí a divertirse, tomar unas copas, escuchar música. 

—¿Tenéis una foto de Sax? Podríamos usarla para preguntar por él entre la gente, fingiendo que es nuestro colega y no sabemos dónde está o algo así —susurró hacia la agente aprovechando el momento en que se acercó a ella.

Siguió sonriendo y amplió la curva de sus labios al llegar junto a los seguratas, con intención de seguir caminando hacia el interior sin detenerse. Cuanta más seguridad aparentasen, menos problemas tendrían para pasar.

Balmaceda se quitó la camisa dejando que su chaqueta de cuero tomara contacto directo con su piel. Los vaqueros junto con esa estética que solía tener el agente hacían el resto.

Un cuatro por cuatro calvo vigilaba la puerta marcando con un sello amarillo el dorso de la mano de los individuos que iban entrando al local. Cada vez el sonido era más ensordecedor hasta que cesó por un instante sustituido por la voz de una chica que daba paso al siguiente grupo en la lista de artistas que esa noche animaban en local: ¡eran los Gatos de Ulthar! La multitud de fundió en un grito enfervorecido.

Mientras tanto el tipo de la puerta miraba de arriba a abajo a todos los que entraban con poco interés. Cuando llegó el turno a los agentes su mueca no se inmutó y les cogió la mano a cada uno para marcar aquel disforme símbolo amarillo en el dorso de la misma.

—¡Y ahora lo que todos habéis estado esperando! ¡Desde lo más profundo de R'lyeh! ¡A lomos de las byakhees llegan para deleitarnos con sus melodías traídas de Yuggoth! ¡Los Galtos de Ulthar! ¡Ïa ïa Nyarlathotep! ¡ïa ïa Shub-niggurath! ¡Con vosotros la inimitable Randolph Carter!

Desde el quicio de la puerta los agentes llegaron a ver el cambio de grupo y como una mujer, o quizá un hombre... era difícil de precisar, salía al escenario y empezaba a bocear a la multitud. Pese a sus intentos los agentes no pudieron entender ni una palabra más allá de las dos primeras frases. Eso no parecía ser una lengua, más bien parecía que aquella mujer andrógina aullaba sonidos guturales que enloquecían a la mayoría de los presentes.

Los agentes se digirieron a la barra y cerca de ella se fijaron en un joven de aspecto estrafalario que parecía moverse como pez en el agua. Vestía una larga gabardina roja, pasada de moda, que le llegaba casi hasta los pies. Sobre pálida frente cubierta de granos lucía un tupé grasiento. Pero lo que más llamaba la atención sin duda era el tenue velo amarillo que cubría su nariz y boca. Todos parecían conocerlo y la gente se apartaba de su paso cuando se movía aunque el individuo no parecía especialmente agresivo comparado con todo lo que había en el local.

- Tengo una foto - respondí a Zoey antes de llegar, - espera, te la envío por un mensaje - tecleé rápidamente en el móvil para que le llegara - pero no la saques a las primeras de cambio, despertará sospechas - le comento mientras caminamos.

Al entrar me miré el sello con el que me marcaron la mano para ver si era algún tipo de símbolo especial o simplemente era una marca sin importancia.

Una vez dentro, con el grito de la multitud me giré hacia el escenario cuando aparecía aquel hombre que bien podría ser una mujer, anoté mentalmente el nombre, Randolph Carter, no me decía nada. - Por el amor de dios - les susurro en bajo a mis compañeros, - eso no es inglés. -

Me puse en medio de mis compañeros y los agarré por la cintura dirigiéndolos a la barra. Al llegar me apoyé en el mostrador enseñando generosamente el escote y pedí tres chupitos al camarero con una sonrisa maliciosa. Tras machacarlos contra la barra y beberlos me puse cerca de mis compañeros y les dije - puag, saben a putos demonios, voy a investigar, no os acerquéis al tipo extraño, o al menos id los dos si lo hacéis.-

Me alejo unos metros buscando a alguien que pueda estar solo, que tenga pinta de trapicheador, quizá con gafas de sol que use por estar algo colocado o que le moleste la luz de la discoteca. Localizo a un hombre de aspecto fuerte y entrenado, con barba de dos días castaña y mirada azul atenta tras unas gafas con cristales rojizos. No musculoso, más bien fibroso. Parece observar, no está ahí disfrutando del ambiente sino trabajando.

Me acerco exagerando un poco los andares para mover las caderas y sonrío con picardía - nunca había escuchado a los putos Gatos de Ulthar - lanzo a modo de saludo, me encojo de hombros - pero mi amiga insiste en que lo petan - digo señalando a Zoey, - en fin, no venimos de Rileh - intenté imitar la palabra que habían usado al presentarse, - pero queremos pasarlo bien, una fiestecita - me acerco hacia su oído - ya me entiendes - susurro, - con quién debo hablar - le pongo el dedo índice en el pecho - ¿tú? -

Todo en el interior del garito atrajo la mirada de Zoey en cuanto pusieron un pie dentro. La chica miró alrededor, fijándose en la gente, buscando a quien destacase de la masa que enloquecía al ritmo de la música. Al llegar a la barra apoyó el brazo en ella, acomodándose de forma que pudiera ver el lugar.

No pudo menos que darle la razón a Jalabert sobre el ruido satánico ese que hacían los del escenario. Intentó grabar en su mente las palabras raras que decían, para poder disimular si entablaba conversación con la gente de allí, pero pronto la mujer —¿o era un hombre?— del escenario se pasó a los sonidos guturales y lo dejó por imposible. Se miró la mano aprovechando la luz de la barra para comprobar si el sello era de los que se ven o de los transparentes. 

Asintió a las indicaciones de Carley y la contempló mientras se alejaba de ellos para meterse entre la gente. El desparpajo que mostraba la hacía sentirse segura y, una vez dentro, el local no parecía distinto de cualquier club nocturno, sólo más extremo de lo que ella solía frecuentar. Así que se encogió de hombros hacia Balmaceda y decidió tratar de integrarse. Con esa idea en mente alzó la mano para atraer la atención del camarero.

—Un vodka con lima —dijo, alzando la voz para hacerse oír por encima de la música—. Vaya, qué ambientazo, ¿eh?

Estudió al camarero por encima, buscando algo que le sirviese para entablar conversación con él. Si Sax tenía tratos con gente en aquel lugar, tal vez los trabajadores lo hubiesen visto antes. Finalmente su mirada cayó en el tatuaje de una luna que el chico tenía en el hombro y lo señaló con la barbilla.

—Qué pasada de tatu. Tengo un colega que se quiere hacer uno parecido, pero con una luna creciente. ¿Sueles trabajar aquí? Creo que no te había visto antes —lo dejó caer, como si ella sí que frecuentase el lugar con cierta asiduidad. 

Jalabert había entablado conversación con aquel tipo quien se acercó al oído de Carley.

—¿No os es suficiente con ellos? —preguntó señalando a los músicos que destrozaban el sonido encima de escenario—. ¿O queréis otro tipo de fiesta?

El tipo miró de arriba a abajo a Carley y luego levantó la mirada hacia Zoey.

—Quizá pueda echaros una mano cuando acabe aquí, nenas. ¿Llevas polvo blanco?

Mientras tanto Zoey trataba de hablar con el camarero. El muchacho puso la bebida que la psicóloga había pedido sobre la barra y se miró el tatuaje como si ya hubiera olvidado que estaba allí.

—Los gatos de Ulthar lo parten... ¡son cojonudos! "Y los perros tullidos gimen en su sueño por toda la calle... rotos puentetrozos ojounes reptrozan Yog Sothoth Ngh'haa ygnaiith fthagn" —tarareaba el tipo —. Me encantan sus letras.

El muchacho miró a Zoey casi con cierta lascivia.

—Yo si que no te he visto antes por aquí... estoy seguro que te recordaría —dijo guiñando un ojo.

Balmaceda apuró el chupito y pidió un whisky con hielo, lo que solía beber. Se alejó un poco del resto sin perder detalle de toda la escena.

Zoey amplió su sonrisa con aquel guiño, satisfecha de haber conseguido atrapar la atención del camarero. Los tíos eran siempre taaan básicos... Con esa idea en mente, alargó la mano para coger una pajita y ponerla en su vaso. Se apoyó un poco más en la barra, como para charlar más cómodamente y sacudió la cabeza. 

—Venía bastante antes, pero hacía un tiempo que no. —Hizo una breve pausa que aprovechó para dar un rápido sorbo de su bebida—. Es que solía venir con un colega, pero últimamente no le veo. Es como si se hubiera esfumado. 

Se encogió de hombros y echó un vistazo al escenario para volver enseguida a mirar al camarero.

—Molan un huevo —afirmó, señalando al grupo con la cabeza—. Y las letras son cojonudas... —«Aunque no hay quien entienda una puta mierda», pensó, entrecerrando un poco los ojos al tiempo que una idea cruzaba su mente de repente—. Usan el AKLO, ¿verdad? —Se lanzó de cabeza a la piscina fingiendo que sabía de lo que hablaba—. Qué pasada. 

Balmaceda apuró el chupito y pidió un whisky con hielo, lo que solía beber. Se alejó un poco del resto sin perder detalle de toda la escena.

Buscó un sitio de la barra desde el que pudiera ver la entrada a los camerinos. Si había un camello que controlara el local, acabaría entrando o saliendo de allí y parece que por las letras, los Gatos, también tenían algo que decir en el caso y quizás en la desaparición de Sax.

No obstante no perdía de vista a las dos agentes. Parece que se las apañaban bien, y hablando con la gente, seguro que sus encantos serían capaces de exprimir toda la información que allí hubiera, pero no quería que se vieran envueltas en ningún lío sin que él se diera cuenta.

Quizá había excedido mis formas, trataba de hacer lo que veía y ahora parece que este sujeto quería algo más, no me expresé bien.

- Otro tipo - sonríe de manera algo cauta a sus preguntas, - sinceramente, no entiendo ni jota de lo que dicen las canciones, no sé si es islandés o qué se yo - mis años en el FBI no me habían hecho cruzarme con este lenguaje.

- Precisamente eso quería, no me malinterpretes, estás muy bien, - volví a sonreír esta vez más sinceramente. - Pero me gustan... - muevo la cabeza inclinándola hacia un lado levantando los hombros - otras cosas - mientras continúo mi pantomima girándome en ese momento buscando a Zoey con la mirada que parecía estar hablando con el camarero.

Después volví a mi interlocutor - pero eso otro que me has dicho sí me interesa, ¿Tienes? - ahí estaba mi pregunta y detrás de toda esta actuación esperaba que no se notara demasiado que detrás de todo ello solo estaba el entrenamiento del FBI, hacerse pasar por quien no eras si hacia falta.

El camarero frunció el ceño.

—¿AKLO? ¿Qué es eso? —dijo extrañado que alternaba la mirada del escenario a Zoey repetidas veces.

Mientras tanto, el agente Balmaceda observaba la muchedumbre y a sus compañeras. De vez en cuanto alguien se acercaba a el estrafalario tipo que iba de un lado a otro del local. Algún muchacho le daba algo al tipo y él se acercaba, susurraba algo al oído del muchacho y mientras tanto, algo cambiaba de manos. Parecía obvio que aquel extraño tipo era el camello del lugar.

La cámara dejo de enfocar a la barra y se desplazó por encima de la muchedumbre que aullaba al escenario, como presa de la excitación o del momento de comunión con su grupo. La cámara entonces se centró sobre el tipo que conversaba con Carley Jalabert y descendió hasta centrarlo en la pantalla.

—Tenemos algo ahí atrás —dijo haciendo un gesto con la cabeza a la zona de camerinos—. Si queréis pasaros después del concierto tu amiga y tú... y tranquila, no haremos nada que no quieras hacer. Un poco de polvo y unas birras o algo más fuerte. ¡Lo vamos a pasar bien!

Zoey tenía una capacidad innata para leer a las personas y sabía que ese chico estaba muy interesado en ella y que, de algún modo, estaba luchando consigo mismo para mantener la mirada en la muchacha y no desviarla hacia la actuación. Y por momentos lo conseguía... solo por momentos.