Partida Rol por web

New Sydney 2.0

Acto 1 - Toda Luz proyecta Sombra

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27/08/2017, 17:37
Faith

Radoslav estaba en casa dos atardeceres más tarde, sin camiseta, tirado en el sofá con una ligera capa de sudor. El diletante, por aquel entonces, apenas hacía ejercicio físico. Tras granjearse un cuerpo lo bastante atlético como para cumplir con sus poderes y poder dar algún que otro puñetazo aquí y allá, se había contentado con ejercicio de mantenimiento, veinte minutos dos veces por semana.

La barra libre descansaba a un lado del sofá, tras una serie de prensas de pecho, militares, sentadillas, remo prono y flexiones de bíceps. Si algo había aprendido de Pavel y Yuri era que los movimientos naturales eran los más eficaces, y que con una simple barra de metal, discos de hierro, y un par de kettlebells -pesas rusas- le bastaba y sobraba para mantenerse en forma.

Estaba a punto de encender Netflix, donde emitían el tercer capítulo de "Hyperion: El Hombre que gritó Dios". Esa serie amenaza con ser el nuevo "Juego de Tronos" o Breaking Bad" del momento, como "Ciclo de Trántor" -saga de películas basada en los libros de Asimov- amenazaba con ser el nuevo "Star Wars". No era de extrañar en un mundo que amenazaba con expandirse de verdad a Marte, y donde una minoría de los ciudadanos tenía poderes "divinos".

Pero antes de que Radoslav pudiese darle al botón de "reproducir", sonó el timbre de la puerta. En teoría Raleigh estaba trabajando -no como otros-, así que probablemente fuese... ¿Pavel con noticias?

Al abrir la puerta se encontró a Faith, con la melena lisa cayendo en un abanico y enfundada en un abrigo negro, abierto, y debajo un traje gris oscuro de dos piezas. Un ancho cinturón en la cadena sostenía una pistola, un silenciador, un par de cartuchos y un cuchillo militar. Echando un mejor vistazo, fue fácil ver otro cuchillo en una bota, y no sería de extrañar que llevase algo más escondido en otro lado.

¿Follamos o qué?— preguntó sin más, esbozando una leve sonrisa tras mirar a Radoslav de abdominales a labios, pero en un tono mandón.

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31/08/2017, 13:21
Abigail Kidman

Eso dicen ahora.

No podía evitar sentirse recelosa ante esa invitación. Por supuesto, no iban a mandar a un gorila a que la cogiese y metiese a la fuerza en una camioneta y luego fugarse en mitad de la noche, dejando un montón de preguntas y cabos sueltos para los allegados. No, si quisieran retener a alguien, lo harían dejando que ese alguien fuese por su propio pie, nadie se preguntaría nada si alguien decide irse voluntariamente, todo el mundo se quedaría tranquilo y nadie haría preguntas... Y para cuando las hicieran, sería demasiado tarde.

Vale, puede que Aby estuviese siendo una paranoica... Pero había hablado de su pasado. No puedes recordarle algo a alguien que intenta olvidar a toda costa. Ella no pidió nacer así,  ella no pidió crecer en ese entorno... Si pudiera, las cosas serían muy distintas para ella. Si en su mano estuviese, ella solo querría ser una chica normal. Sin poderes, sin mierdas raras, sin gente del gobierno buscándote. 

No respondió con palabras a Eve. Asintió mientras miraba la tarjeta en sus manos, dándole vueltas entre los dedos de forma nerviosa. Dejó que se fuese, estaba demasiado ocupada intentando relajar su respiración y calmar sus nervios. Al menos se había quedado a solas con Ángel. 

No me gusta-le dijo al chico en un murmullo, sin apartar la vista de la tarjeta-. Me da mala espina pero... Tal vez podamos irnos cuando queramos, quizás sí que me puedan ayudar de verdad a controlar...-o incluso a hacerlos desaparecer-. Creo que... esperaré, no creo que sea buena idea tomar una decisión ahora-seguía mirando la tarjeta, dándole vueltas entre los dedos una y otra vez, como si esperase que la tarjeta le diese una respuesta. 

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31/08/2017, 20:22
Sebastian Task

Sebastian escuchó en silencio. Harper ya tenía un cebo en la boca. El millonario podía notar cómo cada célula del cuerpo del criminal pugnaba por salir al exterior y luchar. La idea de utilizar a otros como cebo… la idea de dar con sus presas… excitaba a Harper. Sebastian estaba seguro.

- No olvidéis una cosa. – Aunque no hacía falta que se lo dijera a Sarah o a Hollow. Ambos eran muy discretos. – Queremos pasar desapercibidos en la medida de lo posible. – Advirtió. Aunque centró su mirada en Harper. – Pero en el submundo puedes dar la nota. Un golpe de efecto, o como veas oportuno. – Concedió alzando un dedo para contener cualquier conato de respuesta.

- Eso sí… Ojo con Omega. No queremos que intervenga y eche a perder la operación. – Hacerse con todo el imperio criminal y mafioso de los bajos fondos de una ciudad como New Sydney no era una empresa para tomarse a la ligera. Sebastian había puesto mucho empeño y había pasado muchas horas estudiando y planeando tácticas con los otros tres vitalistas presentes. Y no quería que todo se fuera a perder por un exceso de confianza de Harper.

- Si Locke o cualquier otro te supone un problema en algún momento, avísanos. Estamos aquí para trabajar en equipo. -

Omega. Un Hijo de Dios con facultades para normales, que preservaba la tranquilidad en su ciudad. El superhéroe del gobierno. Basura propagandística pensó Task mientras apretaba los puños.

- Hablaré con Morrow para el tema de Drenar. – Aseveró Task. – No creo que le suponga un problema, siempre y cuando le ayudemos primero con su problemilla. Así que encontremos al Nigromante o a Zimmerman. Ése es nuestro primer paso.

Nóvak, Locke, Omega… y ahora Zimmerman y puede que ese tal Nigromante. Uno tras otro los problemas iban surgiendo de debajo de las piedras, como cucarachas a las que aplastar con la suela de su zapato.

Sebastian se ajustó el cuello del traje e indicó con la cabeza a Hollow que podía sacar a Harper de allí. Miró su reloj. Analógico y caro. Extremadamente caro.

- Sarah y yo tenemos algo que discutir. Vuelve a buscarnos en media hora. – Ordenó a Hollow.

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01/09/2017, 05:55
Ángel

Asintió levemente con la cabeza, varias veces.

Lo entiendo, Aby— afirmó con una sonrisa torcida—. A nadie le gusta pagar impuestos, y menos aún que venga el gobierno a recordarte que el ejército es una salida laboral donde hay trabajo y te tratan bien— negó con la cabeza—. Sé que no es exactamente lo mismo, pero creo que entiendes lo que quiero decir. Bueno... —meneó la cabeza, como recordando algo espinoso— con todo el tema de la Tercera Guerra Mundial y los nazis peleando contra los rusos, tampoco se va mucho, por muy neutral que sea New Sydney...— suspiró—. Quiero decir, son neutrales ahora, pero, ¿y cuándo sólo quede Australia para controlar todo el mundo?

Ángel hablaba en términos simples. Él no había tenido que estudiar, y leer en general era algo complicado considerando que sólo podía echar un vistazo a lo que Aby estuviese mirando, cuando ella lo estuviese haciendo. Por supuesto, disponía de vocabulario, pero en aquel tipo de conversaciones no tenía sentido usarlo.

Pero es cierto— concedió sacudiendo la cabeza—. Si puedes abandonar el barco cuando quieras, quizás valga la pena ver si pueden enseñarte a controlar tus poderes. Algún día pueden terminar haciéndonos falta —se encogió de hombros—. No sé, Aby. Desde el asiento del pasajero es más fácil. Personalmente, creo que quedar en un sitio público para hablarlo con más calma es una buena idea —sonrió—. Tras apuntarte todas las dudas en un papel, claro.

Ese último comentario, claramente, venía motivado por lo bien que Ángel conocía la forma de pensar de la chica. Habían sido muchos años observándola lidiar con ese tipo de cosas, y sabía que la cantidad de preguntas, excusas y disputas internas que Aby podía plantearse no eran pocas.

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01/09/2017, 05:56
Narrador

Después de que Sarah y Sebastian se quedasen a solas, la mujer pudo comentarle algo más en relación a Novák. Al parecer, la empresa de Novák estaba preparándose para algo gordo. Muy gordo. Muy, muy gordo. La Telépata no había podido averiguar lo suficiente como para poder decirle nada en claro a Sebastian, pero sí lo suficiente -en parte, haciendo uso de sus poderes- como para indicarle por donde iban los tiros.

Parecía ser que la empresa de Novák iba a embarcarse en una o dos empresas que iban a redefinir la opinión pública de la compañía y romper nuevas barreras a nivel tecnológico.

En su momento, en el ámbito militar fueron las servoarmaduras, después los Mechas, y finalmente drones humanoides. En el ámbito del transporte los coches autónomos, después el hyperloop, y finalmente los aerovehículos. En el espacial los cohetes reutilizables, después la impresión 3D en el espacio -para no tener que enviar todo al espacio, sino poder fabricarlo en él-, y finalmente la preparación de una colonia humana autosostenible en Marte -aunque debido a la Tercera Guerra Mundial dicho proyecto nunca llegó a hacerse realidad-.

Por supuesto, no todos los proyectos mencionados llevaban el sello de Kurt Novák. Otros, como Eugenius Novák, Fremont, Elon Musk o el propio Sebastian Task habían hecho sus propias contribuciones. Simplemente, en aquellos tiempos Kurt Novák y Sebastian Task eran los únicos que quedaban -aunque en lo que respectaba a Task, no era él, sino sus asalariados, quienes llevaban la tecnología a otro nivel-.

De un modo u otro, aquellos dos nuevos proyectos que mencionaba Sarah parecían tener que ver, respectivamente, con un nuevo sistema de defensa para Australia -o como mínimo, New Sydney- y una nueva campaña espacial. Al parecer, el sistema de defensa iba a ser algo puramente defensivo y pasivo, y la campaña espacial iba a ser algo muy, muy gordo. Para ambos proyectos iba a pedirse recursos materiales a Industrias Task, pero Novák estaba esperando a que todo estuviese listo para hablarlo con él.

Una vez Sarah terminó de presentar ese tema, y un par de orgasmos más tarde, tanto para Task como para Sarah, el empresario se encontraba en la sala VIP del purgatorio, una lujosa y extensa estancia con minibar propio, tres sofás, una mesa central y un cierre de puertas con insonorización. Desde la ventana podía observar el piso inferior, donde se podía ver la pista de baile, la barra, y la entrada.

Una mujer atractiva, de unos 30 años, cabello negro espeso y recogido, enfundada en un traje de fiesta negro sin mangas, se alejaba de la barra hacia la salida poniéndose su abrigo gris, no sin antes enchufarse un chupito de algo verde -probablemente absenta- entre pecho y espalda. Al pagar con su móvil instantes antes tendió una pequeña tarjeta de visita a la camarera, la cual la aceptó.

La joven camarera era una chiquilla que debía tener entre 18 y 21 años. Y digo debía, porque aunque aparentaba más bien entre 16 y 18 primaveras, el Purgatorio no empleaba a menores de edad. Task tuvo que reconocer que la joven era muy, muy atractiva. Atractiva hasta el punto de que, si en lugar de camarera hubiese decidido ser webcamer erótica, podría sacarse al mes entre 3 y 5 veces su sueldo actual. Delgada pero con curvas, cabello rubio platino -con algo de castaño en la raíz y algún mechón suelto-, flequillo tapándole parte de los ojos, rostro aniñado y piel pálida de marfil, pecosa.

Lo único malo era que Task podía percibir un aire inocente y virginal en la joven, casi puritano, lo cual le hacía pensar que probablemente no estaría dispuesta a tener sexo de una noche con un desconocido. Por otro lado, era una empleada, y tras observarla con cierto detenimiento recordó lo que Hollow había mencionado alguna que otra vez al hablar del staff.

Aquella chiquilla se llamaba Aby -Abigail Kidman- y era una Hija de Dios. Concretamente, una Telequinética sin mucho control de sus poderes. Hollow mencionó que, durante la entrevista de trabajo, los objetos del despacho comenzaron a levitar alrededor de la chiquilla al ponerse como un manojo de nervios. También mencionó que mantenía un ojo en la chica por el hecho de que de vez en cuando rompía con sus poderes algún vaso que otro, aunque lo cierto es que también lo hacía porque era difícil no pegarle un repaso con la mirada a una cría tan atractiva. Al menos de vez en cuando. Según Hollow, tenía 18 años, aunque el gerente del local también pensaba para si que la chica estaba huyendo de algo -probablemente ella misma-, y que probablemente, además de estar reprimida, era virgen. Eso, y que en ocasiones le parecía que la chiquilla hablaba sola, aunque no estaba seguro.

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01/09/2017, 12:19
Bevidiere Lafayette

¿De verdad quieres hacerme esto? ¿Obligarme a colaborar? ¿A hacer algo... "útil" para a saber quién?- suspiró, mirándolo casi con lástima, sin haberse inmutado demasiado ante su amenaza- Bien, no te llamaré perro, ni mascota, ni lacayo. Pero me estás llevando a la guarida de quienes te han puesto ese collar. Yo no quiero ser relevante. Y tú no quieres ser un perro. Yo lo veo claro. Y es que existe una tercera opción. ¿Tú acaso no la ves?- dijo, observándolo, percatándose de lo nervioso que se encontraba, de lo irritado que estaba y lo maleable que podía resultar en aquel momento, diciéndose que si lograba que la soltase de algún modo, o que la ayudase, haciéndole creer que la decisión había sido propia, se ahorraría grandes problemas. De no ser así, iba a tener que actuar de otro modo más drástico. Si es que se veía comprometida de alguna manera. 


Lafayette intenta usar "Manipulación Emocional".

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01/09/2017, 16:23
Ethan McKenzy

Me quedé sin habla. La mandíbula desencajada viendo la espeluznante escena delante de mí. Durante un segundo la imagen de mi familia cruzó mi mente mientras todo el odio que había tenido por ese hombre quedaba en el aire, sin ser capaz de canalizarse en ninguna dirección. Analicé la macabra imagen preguntándome si habría sufrido lo suficiente una y otra vez, y si de verdad yo quería esto. Una parte de mí estaba convencida de que lo que quería era haberlo hecho yo. Basta - Me dije a mí mismo. - Concéntrate.

Respiré hondo. Recordándome que aunque la vida fuera una mierda, estaba vivo, y me había decidido a hacer algo con los restos de mí. El idiota de turno tenía razón... Kemper era un cobarde, nunca habría hecho esto. Y si no era él, alguien le obligó, y quien fuera tenía interés en mí de alguna manera. Claramente tenía que ser un Vitalista, y desde luego uno peligroso. Si era cierto que podía controlar a las personas, incluso tras la muerte, teníamos un problema. Tenía que encontrarlo.

Examiné cada trocito de la escena, tratando de buscar signos de pelea, de algún tipo de presencia o de algún tipo de señal que me guiara por el buen camino en la investigación. Observé el cuerpo, tratando de dilucidar a qué hora murió. Tras unos segundos comencé a tomar decisiones.

Hablar con los guardas.  - Me dije, como si tomara nota mental. Hablaría con los agentes de seguridad, quería saber si había cámaras y cómo se comportaba Kemper en los últimos tiempos, ¿Hacía algo raro? ¿Más raro de lo habitual? ¿Hablaba con alguien? Quizá el que hubiera hecho esto había hecho tentativas de control antes. ¿Había pasado esto antes en la prisión?

Mirar suicidios recientes. Quizá esto había pasado antes, las noticias podían darme algo de información al respecto. ¿Alguna otra muerte parecida? Debería repasar los archivos de la policía. A ese respecto, quizá hubiera alguna denuncia que pudiera recordarme esto, algo que pudiera apuntar hacia algún Vitalista registrado con este tipo de capacidades. 

¿Qué hay de los testigos? - Miré a mi alrededor con el rabillo del ojo, era difícil que alguien hubiera visto esto, pero quizá hubieran oído algo, quizá supieran si Kemper actuaba normal, o le oyeran hablar o gritar o resistirse de alguna forma. Me acerqué a Mullin me pegué lo suficiente a él y con aire amenazador empecé a hablar: - Tú estabas aquí. Aquí al lado, y podrías ser fácilmente el siguiente. - Entorné los ojos. - ¿Qué has visto? ¿Qué has oído en tu pequeña ratonera? Vamos, seguro que te mueres por una migaja de protagonismo más. Kemper era una mierda, él solo no habría llegado hasta aquí, así que explícame que coño estoy viendo. ¿En qué mierda estaba metido Kemper? El Diablo nunca juega solo. 

Tras hablar con aquel mierdecilla me tocaría la gran decisión. Usar mis habilidades o no para saber qué pasó con Kemper. Era un riesgo, desde luego, pero... Joder, era Kemper. Tenía que saberlo. Volvería a aquella celda y sacaría el arsenal. Si detectaba el espíritu de Kemper, hablaría con él. Nunca lo había hecho. Ese hombre, digo, ser, era algo a lo que no era capaz de acercarme. No después de... La idea hizo que se me revolviera el estómago. Sin embargo, si nada señalaba su presencia (más allá de su cuerpo muerto a mis pies), optaría por la poscognición. 

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02/09/2017, 00:45
Radoslav "Rado" Levin

Faith fue recibida con una expresión de estupor mal camuflada con una sonrisa pícara, ambas honestas. Le echó un repaso a la ex-espía, sin pasar por alto el montón de armas que llevaba encima, como si fuese a tratar de parar a un regimiento entero ella sola.

- Por supuesto – Rado hizo una leve referencia, indicando con las manos hacia el interior del hogar. Tuvo a bien echarle una notoria mirada al armamento de la mujer, estando bastante seguro de que ella vería a donde se dirigía su mirada. Le preocupaba aquello, por supuesto, y eso es lo que quería que ella pensase, pero además aprovechó para “anotar mentalmente” los centros de masa del arma y la daga, para poder tirar o empujar de ellos llegado el momento. Cerró la puerta tras ella con el pie - ¿Sofá con cheslón o prefiere una cama tamaño XXL en el piso de arriba?

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02/09/2017, 04:22
Faith

Faith pasó al interior del lugar, sonriendo, y deslizó una de sus manos por la nuca de Radoslav. Al tiempo, acercó sus labios a los del hombre, hasta aferrar el inferior entre sus dientes y tirar con suavidad.

Bueno... Iba buscando algo tamaño XXL, pero no es una cama— confesó en voz baja, provocativa a la par que burlona—. No sé si tú puedes ayudarme...

Rio con suavidad, dejándose llevar mientras, poco a poco, dirigía al hombre hacia el sofá con cheslón.

Cabe mencionar que al quitarse el abrigo negro, Radoslav pudo vislumbrar otras dos pistolas y cuatro cartuchos de recambio. Si bien la de la cadera era probablemente era un modelo semiautomático, aunque el hombre no estaba seguro, estaba convencido de que las dos del abrigo eran automáticas, con un cargador alrededor de las 20 balas. Era fácil asumir que la pistola de la cadera era para disparos puntuales, y las del abrigo para acribillar a balazos con doble cadencia de fuego.

En total hablábamos de 3 pistolas, dos cuchillos, 6 cartuchos y un silenciador. Radoslav estaba muy al tanto de las actividades de Faith, pero desde luego iba armada hasta los dientes como ningún agente de la KGB. Visto el armamento casi era extraño que no llevase una ametralladora en la espalda.

Minutos después, Radoslav estaba completamente desnudo, encima de Faith, mientras esta, sudando y con la respiración entrecortada, extendía una mano hacia su abrigo, sacando unas esposas de acero - a juzgar por el diseño, policiales de verdad - del mismo mientras esbozaba una sonrisa. Al mismo tiempo, el teléfono de Radoslav comenzó a sonar en la mesa del salón, a unos cinco metros, avisando de una llamada entrante.

Si lo coges te mato— dijo Faith con voz quebrada por el placer, aunque muy seria en su amenaza.

Extendió las esposas a Levin, dejándole decidir qué hacer con ellas.

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02/09/2017, 04:26
Ancel Zimmerman

Lafayette pudo notar una pequeña sacudida en el lóbulo frontal de su cerebro. Como si estuviese esforzándose borracha por resolver una sopa de letras. Inmediatamente después, una tenue pero sensible sensación de cansancio mental la invadió, aunque desde luego no tan grave como tras pasarse una hora leyendo derecho penal.

Zimmerman pestañeó un par de veces. Su rostro pasó de reflejar su habitual frialdad e ira contenida a confusión. Por primera vez, visible de forma cristalina como ninguna otra emoción antes.

El sitio franco es sólo mío— comentó en voz baja, al parecer hablándose a si mismo más que a Lafayette—. No hay más nazis en New Sydney. Padre ni siquiera me ha dado recursos para hacer esto— frunció el entrecejo más si cabe, dirigiendo sus ojos de azul escarchado a las esmeraldas apagadas de la doctora—. Perdona— se excusó, aunque la palabra sonó totalmente alienada, como si nunca la hubiese dicho antes—, ¿cuál dices que es la tercera opción?— preguntó con sinceridad, incapaz de contemplarla por volición propia.

El ario debía estar en un estado de shock para pedir disculpas. No hacía falta ser Lafayette para darse cuenta de que aquel hombre no se excusaría ante nadie en su sano juicio. Por otro lado, normalmente los Vitalistas tendían a ser más resistentes que los humanos corrientes a los poderes sobrenaturales de otros -y la joven pudo notar cierta tensión al intentar penetrar en la mente del hombre-, pero Zimmerman parecía impactado de lleno. Quizás era sólo suerte, pero quizás fuese particularmente susceptible a poderes mentales, y si ese era el caso, probablemente fuese por lo jodida que estaba su psique de serie.

De un modo u otro, Bevidiere lo tenía en bandeja de plata. Si quería que la dejase ir, o conseguir algo más de información específica, era el momento. El hombre que tenía delante en aquel momento no era el Zimmerman que la doctora conocía, sino una parte de su subconsciente, normalmente aletargada, tomando el control por unos instantes.

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02/09/2017, 04:35
Narrador

Tras una exhaustiva revisión del escenario, McKenzy comprobó que el cadáver de Kemper debía llevar muerto alrededor de cuatro horas, a menos a juzgar por la rigidez del cuerpo. Sin embargo, no había signos de lucha o allanamiento en la celda. Los guardias escucharon los gritos de Kemper, pero para cuando llegaron a la celda ya estaba tirado en el suelo con el corazón en la mano. Era llamativo que el asesino había fallecido poco antes de que el detective se despertase, por lo que quien fuese que había enviado la carta, o lo había premeditado o se había dado mucha prisa. Posiblemente ambas.

Por desgracia, las cámaras de seguridad no filmaban en el interior de la celda de Kemper, aunque las del pasillo no reflejaron nada inusual antes de su muerte, solo los guardias patrullando de tanto en cuando, pasando de largo por la celda de Kemper al no encontrar nada inusual. Ninguno sabía nada. Si bien es cierto que a veces los guardias carcelarios podían parecer su propia mafia, con su ley del silencio, a McKenzy no le dio la impresión de que mintiesen. Tampoco le pareció que la muerte del hombre les molestase, sino más bien todo lo contrario. Era difícil culparles por ello.

McKenzy no recibía visitas, y era considerado un bicho raro por los demás. Nuevamente, era difícil culparles. Había recibido palizas por parte de otros presos, pasado tiempo en aislamiento y cometido un par de intentos de homicidio, pero nada inusual considerando su historial clínico o su reputación. Los asesinatos no solían suponer un problema, pero los violadores, especialmente los del estilo de McKenzy, solían pasarlo mal en la cárcel. Incapaz de hacer amigos, la persona con la que más hablaba era el psicópata de la celda de al lado, aunque este últimamente se había cansado de aguantarle y ni él le daba conversación. Era difícil dialogar con alguien que te acusaba de robarle los sitios donde esconder los cadáveres.

En resumen, McKenzy era raro, pero nada había cambiado desde que entró en la cárcel, salvando que poco a poco el hombre se fue deprimiendo más. Nadie vio venir aquello, ni había precedentes de algo así en la prisión. Tras una breve llamada a Mongoose, igualmente, el hombre pudo confirmar al detective que no se habían producidos así antes en New Sydney. Al menos, no personas con el corazón arrancado. Sí se habían producido numerosas muertes en circunstancias no explicables por métodos normales, casos sin resolver asociados a Vitalistas, pero las posibilidades eran demasiadas como para poder conectarlas con ese caso.

El propio McKenzy había podido participar en alguna de esas investigaciones, aunque no en todas. Había casos que se habían resuelto gracias a sus poderes, pero no todos. Desde hombres capaces de hacerse intangibles hasta otros capaces de poseer mentes, pero aquel caso parecía distinto. Era como si alguien hubiese tomado control del cuerpo del asesino, sin su permiso, y hubiese jugado con él hasta conseguir lo que quería. A juzgar por la nota de aquella mañana, lo que quería era llamar la atención del detective.

No ayudaba el hecho de que Omega y el gobierno, si bien tenían un registro de Vitalistas, especialmente de aquellos con antecedentes criminales, al servicio del gobierno, o que se sometiesen voluntariamente al registro, permitían la presencia de Vitalistas no registrados en la ciudad para facilitar su inmigración - para bien, y para mal -.

Salvando el hecho de que su vecino de celda y los guardias le escucharon gritar hasta morir, nadie parecía tener puñetera idea de qué cojones había pasado ahí. El detective, con experiencia en casos así, cada vez más se inclinaba a pensar que el quien fuese que había matado a Kemper lo había hecho solo para llamar su atención. Dicho de otro modo, Kemper no era el objetivo, sino McKenzy. Y el objetivo no era matar, sino llamar la atención.

En cierto modo, eso era lo que solían hacer los asesinos en serie. Llamar la atención. Jugar con los policías. También era algo que los psicópatas hacían, simplemente para demostrar su superioridad y sentirse mejor. Pero en aquel caso, no parecía que matar fuese la motivación de quien sea que tomó control de Kemper. No había hecho algo así antes, o al menos no con ese modus operandi, por lo que semejante forma de actuar era solo una forma de generar un golpe de impacto en el detective.

De nuevo en la celda, tras intentar establecer contacto con el espíritu de Kemper, el detective vivió una de las experiencias más desagradables de su vida. Se concentró, esperó mientras intentaba mantener el trance de canalizar sus poderes activamente, notando la ligera presión en su cabeza, y terminó por sentirse un poco más vacío mientras el espíritu, donde quiera que estuviese, viajaba hasta el detective. Hasta ahí, todo normal. No siempre aparecían, no tenían porqué hacerlo, salvo que no siguiesen conectados con el mundo de los vivos en mayor o menor medida.

Pero sintió algo, y tras llamarlo, nada podía preparar al detective para lo que se encontró. A la cabeza del cuerpo inerte y rígido de Kemper apareció el espíritu del mismo. Sin embargo, su mera visión resultó esperpéntica, aterradora a su manera. Ethan perdió la compostura, pegando un chillido agudo antes de pegarse contra los barrotes de la celda, a la defensiva, mientras se acostumbraba a aquello.

Era fácil reconocer a Kemper, todavía en su informe de preso, con algunas costillas rotas y sobresaliendo de su pecho, con un agujero manchado de granate donde debía estar su corazón. Misma altura, mismo cuerpo. Era Kemper. Sin embargo, su cuerpo parecía sufrir un gran edema, como si sufriese una hinchazón provocada por acumular demasiado agua. Su piel era mortecina, pálida y abultada. Sus manos terminaban en uñas extremadamente largas, afiladas y amarillentas, y era imposible reconocer su rostro.

Medio calvo, el cabello grasiento caía a su alrededor en forma de mechones sueltos, y no había rastro de sus ojos, cejas o nariz. Su rostro parecía un gran bulto compuesto por carne y agua, donde lo único identificable era su boca, desproporcionalmente grande y ancha, mostrando dos hileras de dientes largos y extremadamente amarillos, más parecidos a los de un cocodrilo que los de un humano.

Aquello era Kemper, pero al mismo tiempo, no lo era. Solo emitía pequeños gruñidos y chillidos sin sentidos, meneándose en su sitio de forma pasiva, como un espectro monstruoso. Era difícil pensar nada en aquel momento, pero aquella sombra de Kemper parecía recién sacada del mismísimo infierno.

El único consuelo que el detective tenía, y que pudo permitirle recomponer la compostura, era que realmente no estaba ahí. No podía tocarle y, aunque aquel era el cuerpo de Kemper, o lo que quedaba de su imagen donde fuese que estaba, su mente parecía estar todavía más destruida, incapaz de reparar siquiera en la presencia del detective, sufriendo su propio tormento sin consciencia aparente.

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07/09/2017, 23:14
Bevidiere Lafayette
Sólo para el director

¿Sólo tuyo? ¿No hay más nazis? ¿Sólo tú y tus hombres?- preguntó, con un tono a medio camino entre la curiosidad y lo casual, mientras se cuidaba de no mutar su expresión, de no alarmar a aquella parte cauta y alerta que podía quedar en la cabeza de Zimmerman mientras lo miraba directamente a los ojos, como si pudiera ver a través de ellos cada mácula de su espíritu. 

- La tercera opción... Es que podemos colaborar sin necesidad de que me retengas, de que me obligues a obrar contra mi voluntad. Soy una persona juiciosa, ¿sabes?- dijo, acercándosele, muy despacio, posando una mano sobre el dorso de la suya, a sabiendas de que la cercanía, el contacto, favorecía la fluidez de su concentración cuando se trataba de entrever y dar forma a aquello que predisponía a las personas- Y valoro mucho la vida tranquila que me traigo entre manos. No me apetece cambiarla. No estoy hecha para la relevancia, para la agitación continua...- suspiró-  ¿Te interesa que te ayude en alguna cuestión? Bien, valoraré el hecho de que no me has atravesado la cabeza con el cristal de la ventana, o de que no me hayas... Absorbido el alma, por mucho que eso te excite, y si no es algo que deba enmierdarme demasiado, podemos hablar condiciones.

- No voy a huir de ti, y no pienso comportarme como una estúpida. No quiero enemistarme con tu gente.  No quiero enfrentarme contigo. Sólo quiero vivir en paz. Y puedo hacerlo y ayudarte de buena gana, si me dejas vivir a mi manera y me explicas qué es lo que buscas aquí, en New Sidney, y qué es lo que pretenden los tuyos en estos instantes. -comentó, cuidándose ahora de no tragar saliva. En el fondo, seguía asustada. En el fondo, no sabía cuál era el éxito que había surtido su pequeño truco. 

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08/09/2017, 17:09
Ancel Zimmerman

Zimmerman miró la mano de Lafayette sobre la suya y frunció el ceño con confusión interna.

— confirmó el alemán a la pregunta de la doctora sobra la presencia nazi en New Sydney—. Con el frente abierto en Rusia, y Australia siendo neutral, soy el único nazi en la zona. Además de mis hombres, claro— matizó.

Con el imperio Alemán en guerra abierta contra los rusos, les iba a ser difícil atacar dos frentes al mismo tiempo. Aún quedaba territorio por conquistar; Sudamérica, parte de África y Asia, y Australia, pero esta última era la zona con más poder militar después de Rusia. Era probable que los Alemanes estuviesen respetando la neutralidad de Australia por mera conveniencia temporal, pero traer a nazis al país podía tensar demasiado la relación entre ambas potencias. La propia presencia de Zimmerman podría suponer un problema, de hecho.

Estoy buscando a un Vitalista en concreto, un escandinavo que se ha escondido en algún lugar de la ciudad— su voz, hasta el momento mostrando conmoción, comenzó a cobrar un matiz oscuro de deseo—. Solía hacerse llamar "El Nigromante", pero desde que Alemania conquistó el norte de Europa y huyó, se hace llamar "Cotard"— una clara referencia al Síndrome de Cotard, enfermedad mental cuyos sujetos se creen muertos—. Es el Vitalista que mencioné antes, capaz de animar cadáveres. Todo lo que necesito es devorar su alma, después puedo volver a Rusia y ayudar a mi padre a crear un ejército de no-muertos.

Bevidiere sabía que los nazis contaban con aberraciones entre sus filas. Dejando de lado soldados con exoesqueletos, implantes o reemplazos tecnológicos, y toda clase de bichos raros creados por experimentar con la genética de los Vitalista, en vista de lo dicho por Zimmerman llamaba particularmente la atención los rumores sobre soldados revividos o en un estado entre la vida y la muerte.

Su mejor soldado, la mano derecha del Cuarto Reich, era una máquina de matar que se consideraba "viva" solo gracias a sus poderes como Vitalista, pues su cuerpo biológico estaba tan dañado que de otro modo sería incapaz de sobrevivir. Sin embargo, salvando eso, sólo había rumores en zonas grises; soldados sin sentido del dolor o capaces de aguantar daños capaces de matar a cualquier humano.

Necesito tu ayuda para encontrarle, Lafayette— pidió Zimmerman—. Después me iré. Lo prometo.

Aquel a quien Ancel llamaba padre, fuese quien fuese, era obviamente un padre metafórico. A Lafayette le era muy difícil aceptar que aquel hombre hubiese tenido un padre como tal, más bien debía de tratarse de algún tipo de figura paternal disfuncional, probablemente otro Vitalista en un alto cargo del ejército alemán. Teniendo el ADN de la mano izquierda del Cuarto Reich, Zimmerman debía haber recibido bastante atención y algún tipo de mentor.

Era de sospechar, igualmente, que su figura paternal tenía bastante importancia en la rama del ocultismo nazi mencionada anteriormente. La que coqueteaba con la propia muerte y cómo retorcerla. A su propia manera, pero relacionada con los poderes de la propia Lafayette al fin y al cabo.

Por otro lado, el hecho de que Zimmerman mencionase a su padre, pero no dijese algo sobre él, era algo intencional. Era alguien importante en su vida, pero alguien de quien no debía hablar. Si Zimmerman era la marioneta de alguien, probablemente fuese de aquel hombre.

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08/09/2017, 18:50
Bevidiere Lafayette
Sólo para el director

La forense miró a Zimmerman con los ojos súmamente abiertos, sin siquiera parpadear durante varios segundos, mientras trataba de asimilar aquello que acababa de revelarle. Un ejército de malditos muertos. Muertos como los que ella veía todos los días, cobrando capacidad de moverse y actuar- Pero no podrían hacerlo libremente, ¿no? Alguien tendría que pensar por ellos... 

Y de nuevo aquella mención a su "Padre". Empezaba a formarse en la cabeza una imagen de aquel individuo a modo de Doctor Menguele con presupuesto ilimitado para experimentar con la genética Vitalista. Todo un cabronazo psicopático con capacidades amplias de manipulación, con una adorable mascota rubia de ojos claros, que ahora la miraba fijamente e incluso le pedía por favor las cosas. Nada podía alejarse más de la amenaza de clavar su cabeza en el cristal de la ventana.

Parpadeó finalmente, suspirando- ¿Cómo podría ayudarte yo a eso? El localizar Vitalistas de manera no mundana no entra dentro de mis capacidades como... Cosa rara. -comentó, encogiéndose de hombros, sin atreverse a preguntar por aquella figura "paterna", a sabiendas de que aquello quizá causaba en él un conflicto tal que podría comenzar a reaccionar de manera violenta- Ese tal Cottard, ¿qué es lo último que se sabe de él?- preguntó, planteándose, con seria dificultad, cuál debía ser su papel en todo aquello, diciéndose que en aquel momento quizá cualquier respuesta era buena si le proporcionaba tiempo para decidirse. 

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11/09/2017, 23:50
Sebastian Task
Sólo para el director

Sebastian no paraba de darle vueltas a su conversación con Sarah. Sí, el sexo con ella era bueno... tremendo. Pero la información que conseguía, valía su peso en oro. Si alguna vez quería a alguien a su lado para gobernar el mundo, ésa era sin duda Sarah.

Tenía sus dudas y muchos interrogantes acerca de esos proyectos secretos de Novák. Quizá el sistema de defensa pasivo solucionara los problemas futuros con los nazis, pues Task estaba seguro - así como el resto de Avalon - de que los nazis caerían sobre Australia tarde o temprano. El multibillonario dudaba de que un sistema tecnológico, por avanzado que fuera, fuese suficiente para frenar el poderío alemán... sumado a la cantidad de Hijos de Dios que pululaban entre sus filas. Todos esos monstruos como Eichmann, Zimmerman o Knochenmann podían con facilidad deshacerse de cualquier barrera tecnológica. Encontrarían la manera.

¿Sería Novák consciente de aquello? Debía serlo. Task se preguntaba hasta dónde sabría el otro empresario... si sospecharía de sus habilidades como Hijo de Dios, o si estaría dispuesto a una Alianza con tal de preservar la paz en New Sydney. Desde luego, esa paz no traería más que beneficios para Task, y una consolidación de su puesto en lo más alto... Siempre y cuando se deshiciera primero de Omega.

Sujetó con extremo cuidado la botella del carísimo escocés que le acompañaba en su palco VIP y se echó dos dedos del tonificante líquido en su vaso. Pasó las siguientes horas observando a los clientes y empleados... como un tiburón en un buffet libre, esperando a que apareciera su presa favorita. Pero no apareció y tuvo que esconder los dientes. Ahora parecía más un turista en el acuario... viendo a los peces nadar en su entorno.

Tenía demasiadas cosas en la cabeza, y ni siquiera el sexo con Sarah había logrado que sus preocupaciones desaparecieran. Una nueva arruga de frustración apareció en su frente mientras sopesaba todas las posibilidades. Se distrajo unos segundos con aquella inocente y angelical camarera y se preguntó de nuevo de dónde la había sacado Hollow. James tenía un don para atraer a la gente con poderes... y Task siempre había sabido, que en algún momento, todo ello le resultaría de utilidad.

Ahora tocaba esperar el momento oportuno. Y pensar de nuevo. Nunca parar de pensar. Omega, Locke, Morrow, Zimmerman, Novák...

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13/09/2017, 19:14
Abigail Kidman

Abigail tamborileaba con nerviosismo los dedos sobre la barra del bar. Miraba a Ángel y escuchaba sus palabras... Razón no le faltaba, a decir verdad. El mundo estaba en guerra y Austrlia permanecía neutral, ¿hasta cuándo podría permanecer neutral? Quizás los nazis, sabedores de que este lugar se estaba convirtiendo en un refugio para hijos de Dios, querrían tomarla pronto o reclutar gente aquí... si es que ya no la tenían. Y cuando llegasen, ¿qué? ¿Y si Abigail aceptaba y tenía que ir a la guerra? No podría soportarlo. 

La sola idea de verse en mitad de un campo de batalla, la mareaba y le generaba un gran nudo en el estómago. Ella no era ninguna heroína, no era demasiado valiente, sí impulsiva y emocional, ¿pero valiente? Lo dudaba. No tenía madera de soldado, no se veía capaz de hacerle daño a una mosca... no de manera voluntaria, claro está. 

Pero Ángel tuvo una buena idea. Quedar en un sitio para hablar, con las preguntas apuntadas y las condiciones claras. 

- Quizás es lo que debería hacer-le responde-. Hablar con ella y, si nos convence-ella siempre contaba con él, aunque realmente esta fuese una decisión sobre su propia vida-, aceptamos. Si no... bueno, supongo que habré perdido la oportunidad de ser SúperAby-bromeó con una media sonrisa en los labios. 

Su otra mano jugueteaba con la tarjeta entre los dedos, ahora su mirada no se apartaba de las letras de esta. Eve Wright.  

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14/09/2017, 13:12
Radoslav "Rado" Levin

Rado decidió que Faith debía haber perdido al menos la mitad de su peso al quitarse el abrigo y todas las armas que llevaba encima. No recordaba si ella era una chica “especial” como tantos otros personajes de New Sydney o no, pero la potencia de fuego que llevaba encima le hacía pensar que no. O quizá sus capacidades no eran de combate y por eso necesitaba el armamento.

De cualquier forma, era muy, muy difícil intentar decidir si estaba a salvo ahora que la tenía desarmada, desnuda, y debajo de él, precisamente cuando estaba desarmada, desnuda, y debajo de él. Su cerebro no tenía las riendas en ese momento exactamente.

Cuando sonó el teléfono, Rado levantó la cabeza como por un resorte, buscando el aparato, y le cogió por sorpresa el comentario de Faith. No iba a cogerlo a no ser que fuese importante, pero no podía saber si era importante si no veía quien era. Faith le tendió las esposas al ruso, que pronto olvidó el teléfono.

- ¿Te gustan estas cosas eh? – comentó Rado, mientras le hacía un ademan a Faith para que se diese la vuelta. Una vez lo hizo le puso las esposas dejándole las manos a la espalda, cogiendo con una mano la cadena que las conectaba, antes de continuar – Hoy te toca a ti.

Y ahora que la tenía boca abajo, Rado levantó la cabeza para mirar el teléfono, que estaba demasiado lejos como para reconocer el texto en pantalla o la foto. Desde que Faith le había acariciado por vez primera, Rado había activado levemente su poder de mejora sensorial, prácticamente al ralentí, pero ahora decidió pisarle a fondo para mejorar su vista lo suficiente como para ver quien le estaba llamando.

Craso error, al menos durante el sexo, demasiado sensible. Si, molaba, y mucho: le invadió el olor del pelo de ella, tanto que casi podía hasta saborearlo, su respiración queda y sosegada llegaba ahora sus oídos, y las sensaciones…. Era demasiado. Si. Por lo tanto, tendría que apagar ese poder IPSO FACTO si no quería tener una mancha en su historial y dejar insatisfecha a una mujer. ¡Y que mujer! ¡Peligraba su vida si la decepcionaba!

Estiró la cabeza tratando de ver la pantalla de su móvil, a la vez que confiaba en que, al estar boca abajo, Faith no tuviese ángulo para ver que sus ojos se habían vuelto azules y relucientes.

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14/09/2017, 17:16
Ancel Zimmerman

En unos minutos lo verás— se limitó a decir Zimmerman con una sonrisa, satisfecho por poder contar con la doctora para aquello.

Minutos después el vehículo aparcó en un pequeño almacén, al parecer abandonado. Aunque la verja se abrió para dejar pasar al vehículo al interior del recinto, una vez dentro volvió a cerrarse aparentemente sola, a todas luces gracias a los poderes del hombre. Había algunas cajas apiladas en la estancia, pero parecían vacías.

Hora de visitar el otro lado— comentó el hombre, aferrando el hombro de la doctora con firmeza, una vez bajaron del vehículo.

La estancia cobró una tonalidad grisácea, apagada. Aunque seguía habiendo color a su alrededor, todo parecía más apagado. La piel de Zimmerman, y la de la doctora, parecían más marmóreas, blanquecinas, muertas. Sus cabellos más viejos, reseñando que estaban comenzando a perder el tono o necesitaban otro tinte.

Supongo que te suena familiar. Me sorprendería que siendo una Telémetre no tuvieses acceso a esto— dijo abarcando la estancia con sus manos.

Lafayette conocía aquel sitio, aquella dimensión. Todo era igual, pero no era sino un eco de la realidad que todos conocían. Un vacío, una suerte de limbo. Todo se antojaba más mortecino, más neutral, y el silencio era siempre sepulcral. Las personas en "el mundo real" aparecían solo como pequeñas siluetas blancas, difíciles de adivinar. Los objetos tendían a volver siempre a su posición original, incluso aunque tirases un jarrón al suelo.

Salieron de aquel edificio y caminaron un par más, a plena luz del día, hasta que entraron en otro almacén. Si bien parecía igualmente abandonado, bastó con que Zimmerman golpease una pesada puerta de metal en el interior del mismo para que un hombre de rasgos arios se mostrase al abrir desde el otro lado.

Bajaron por unas escaleras, llegando hasta el sótano, y recorrieron un par de estancias. Un buen número de hombres y un menor número de mujeres, todos con rasgos arios y pinta de tener entrenamiento militar, descansaban mientras jugaban a las cartas, comían o simplemente hablaban o descansaban en algún lugar de las habitaciones, sin orden aparente. También había armas - desde pistolas hasta ametralladoras, y un lanzagranadas - desperdigados.

Finalmente, Zimmerman condujo a Lafayette a una estancia algo alejada, cerrada bajo una pesada barra de metal. Tras avisar a la doctora de que iba a ser algo incómodo, retiró la barra de metal y se aventuró en su interior. Estaba oscuro, aunque en seguida se encendió una pequeña bombilla amarilla en el techo. Al fondo parecían descansar varios cadáveres, aún de pie y que de vez en cuando movían alguna parte del cuerpo o el rostro, pero que a todas luces carecían de consciencia de si mismos, y estaban retenidos gracias a cadenas y grilletes anclados en la pared.

Con esto puedes ayudarme, Lafayette— dijo el hombre, señalando los cadáveres con su mano extendida bajo el traje negro—. Son creaciones de Cotard. Las hemos encontrado en cementerios y pisos francos, pero ese cabronazo nunca está. Necesito ver qué puedes sacar de ellos.

Algunos no eran tan diferentes de los cadáveres que la mujer abría en la morgue. Parecían bien conservados, convertidos tras morir. Otros, en cambio, habían sido claramente levantados del cementerio, con signos la cicatriz en forma de Y en el pecho y signos de descomposición avanzada, aunque por suerte parecía haberse detenido y ya no emitían más que un leve olor a muerte y tierra.

El problema fue evidente a ojos de Lafayette. Si Cotard sólo tenía que consumir su energía para crearlos, no para mantenerlos, Zimmerman podía utilizar aquel poder - asumiendo que pudiese obtenerlo - para crear un verdadero ejército de cadáveres. Aunque aquellos no parecían particularmente inteligentes, capaces de empuñar arma alguna, quizás no fuese así con alguien controlándolos activamente. Y entonces es cuando el problema adquiría proporciones verdaderamente dramáticas; Un ejército que no muere, no duerme, no come y no requiere de mantenimiento alguno, es un ejército con todos los billetes para ganar cualquier guerra.

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14/09/2017, 17:16
Dominic Goldman

Dominic Goldman, el psicólogo de Abigail, era un hombre agradable. Simpático, comprensivo, inteligente, empático, sin prejuicios y acostumbrado a tratar a Aby como lo haría su tío. Un tío formal y al que no conocía demasiado, pero como alguien que la trataba con cierta cercanía al fin y al cabo.

Aunque se había afeitado con pulcritud hacía un par de días, la barba había comenzado a crecer. Y aunque llevaba un traje sencillo, no estaba impoluto. La habitación del piso del psicólogo, a todas luces la sala de estar, disponía de dos sillones, un sofá, y un sinfín de estanterías cargadas de volúmenes sobre psicología humana, historia y filosofía.

— Entiendo que tengas recelos de la situación, Aby— comentó el hombre entrelazando las manos, inclinado hacia ella desde su sillón—. Tenemos un gobierno cuyo líder no da la cara, que no se moja en asuntos de guerra, y que entrena a Vitalistas para ponerlos por encima de la ley y exponerlos en propaganda mediática.

Tras tanto tiempo tratando a la chica, el psicólogo había llegado a conocerla lo suficiente como para poder ser sincero y directo con ella, sabiendo que podría encajarlo. Intentaba ser imparcial a la hora de hablar, aunque en ese momento claramente estaba intentando conectar con la realidad de la joven.

Por otro lado, es cierto que tus poderes pueden ser peligrosos cuando pierdes el control— mencionó ladeando ligeramente el rostro con precaución—. Esa mujer, la señorita Wright, ha sido cuidadosa al poner el tema sobre la mesa, pero creo que es importante hablar de condiciones. La decisión es tuya, pero creo que podrías quedar con ella en la situación que me comentas— un sitio público, y sin compromiso— y ver exactamente cuáles serían tus obligaciones o compromisos. No creo que sea prudente atarte demasiado a ellos.

Obviamente, lo decía por el pasado de la joven, aunque no iba a sacar el tema directamente. Probablemente la chica ya sabía al porqué de aquella afirmación, sin tener que darle demasiadas vueltas en la cabeza.

— Quizás algún tipo de colaboración puntual pueda hacer que te sientas mejor. Reforzar tu autoconcepto— hizo un breve gesto con la mano, para que le dejase seguir hablando—. Sé que no quieres ser ninguna heroína, ni tener tus poderes, pero quizás hacer un buen uso de ellos, en lugar de vivirlos como un problema, cambie cómo te sientes. Quizás incluso cambie quien eres.

Esperó con gesto cauto pero despreocupado, como si aquella última intervención pudiese, o no, ser algo importante, pero abierto a la posibilidad de que Abigail la desechase por completo. ¿Porqué había esbozado la joven una media sonrisa al llamarse a si misma "SuperAby"?

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14/09/2017, 17:17
Narrador

— Primero de todo, damas y caballeros, darles las gracias por su tiempo— comenzó el Doctor Sapiens con una ligera reverencia.

* * * *

El despacho de Task era de proporciones gargantuescas. Ofensivas. Había pisos que cabían en su totalidad dentro de aquella habitación. Sin contar el baño privado, el balcón, la recepción de la secretaria, ni la sala de espera. Si ya de por sí el rascacielos de Industrias Task era uno de los más altos de New Sydney, la "oficina" de Task en persona era el sueño erótico de cualquier ejecutivo. No en vano, el baño privado contaba con hidromasaje, y el balcón con una plaza de parking para uno de los vehículos privados del empresario - un vehículo, por supuesto, con licencia para circular por espacio aéreo, pese a disponer de cuatro ruedas retráctiles -.

Sebastian Task se encontraba sentado en su cómoda silla, frente a su lujosa mesa, al fondo de aquella larga habitación central que ejercía como despacho. Paredes de cristal, tintadas por la parte exterior para evitar miradas discretas, plantas exóticas y una enorme pantalla de televisión al fondo componían los elementos principales. No obstante, también había una cinta de correr al lado del portón doble hacia el balcón, y obras de arte que costaban más que el sueldo anual de un ciudadano de clase media.

El billonario acababa de firmar algunos documentos legales para la venta de más materiales a Novák Shields. Materiales que se convertían en cámaras totalmente funcionales, que a su vez eran vendidas a Omega. Un pequeño infierno a su manera, pero conseguía pagar todos los lujos del secretista.

En aquel momento iba a comenzar una reunión importante de la alta sociedad de New Sydney. Era raro que se reuniesen, normalmente una vez cada 6 meses, aproximadamente. Pero al parecer el "Doctor Sapiens", aquel surcoreano mutante que iba por su cuenta, tenía algo extremadamente importante que traer en aquella reunión extraordinaria.

A lo largo de la sala Task podía ver a los hologramas perfectamente definidos de cada participante, cada uno participando desde su propio despacho en New Sydney. En primer lugar estaba Raisa Levin, una señora de origen ruso que aparentaba unos 60 años, enfundada en un traje negro, conocida entre los ejecutivos por el sobrenombre de "La Dama de Hierro", precisamente por ser una mujer intransigente, directa y con unos ovarios descomunalmente grandes, pese a que uno de sus hijos era un vividor inútil conocido en la prensa rosa de la ciudad por pasarse la vida bebiendo alcohol y follando modelos. La mujer pacientemente, aunque extremadamente seria, sin un ápice de sonrisa o felicidad en el rostro.

En segundo lugar estaba Trevor Locke, que había pagado más compensaciones en los juzgados que impuestos por su patrimonio. Enfundado en un traje transgresor hasta el punto de estar fuera de lugar, llamaba la atención a propósito. Con aspecto de estar entre los 35 y los 45, Trevor era, tras Novák y Task, el más pudiente de los allí presentes. Y aún así, se comportaba como un niño que considera el mundo su patio de juegos. Un criminal por vicio, pero sabiéndose los resquicios legales para poder limitarse a pagar multas de seis o siete dígitos. Omega debía estar deseando mandarlo en una caja rumbo a Berlín, y a todas luces no sería el único. Mientras esperaba, el hombre escribía frenéticamente en su teléfono.

Novák era el tercero. Fumaba un puro, habano a los ojos de Task, aunque el humo desaparecía del holograma. Llevaba un traje sobrio, y parecía casi tan serio como Raisa. Esperaba tranquilamente, fumando, sin aparentemente hacer nada. Era difícil no preguntarse si Claire estaba en lo cierto y en aquellos momentos estaba manteniendo una conversación con alguien, o navegando por la red, gracias a nanobots sumergidos en su cabeza. Pese a aparentar entre 45 y 55 años se mantenía sorprendentemente en forma; De hecho, era el único personaje -en ausencia del Doctor Sapiens- cuyos músculos se marcaban bajo el traje. Estaba en mejor forma física que Task.

El cuarto miembro era Omega. Sin embargo, el holograma que aparecía en la sala era una figura arquetípica, un humano andrógino creado por ordenador, aunque indistinguible de una persona real salvando sus movimientos, más predecibles y por tanto, poco naturales. Muchos lo considerarían un insulto, pero Omega nunca había mostrado su rostro, ni su voz, y aquella no iba a ser la primera vez.

El quinto miembro no pertenecía a la élite económica de New Sydney, ni a ninguna élite económica en realidad. Era un invitado puntual del Doctor Sapiens dado el asunto a tratar. Conocido como Adam Blake, líder de "Los Iluminados", una asociación de Hijos de Dios enemiga del régim nazismo y asociada al judaísmo, pero a su vez conocida por su endogamia y mantenerse al margen del resto, salvando su participación en ciertos actos "pro-Vitalistas" de tanto en cuando. En lo que respectaba a Blake, era un hombre alrededor de los cuarenta años, considerando uno de los Vitalistas más antiguos -manteniendo la misma edad aparente desde la Segunda Guerra Mundial- y poderosos, pero centrado en poner un fin al nazismo y proteger su sociedad, equivalente a Avalon pero sin planes de control, sólo de supervivencia.