Partida Rol por web

Falta poco para devolverlos al agujero infesto del que salieron solo un esfuerzo más Digo más para mi mismo que a mis compañeros mientras cargo contra el enemigo más cercano

- Yo inspiro a nuestras tropas, no las lidero - Mirando a Saito - Mi lugar ahora está en tratar a los heridos - Buscando heridos con la mirada y volviendo a mirarlo - Podría decir que sois más que bienvenido a portar el estandarte y que deberíais ser cuidadoso y protegerlo pues perderlo significaría un duro golpe para nuestra moral y una gloriosa victoria para nuestros enemigos. Justamente por eso, para proteger vuestro honor y la moral de todos los presentes no os permitiré que lo lleveis, pero - Y tomando un trozo del raído estandarte por la contienda - Ésto os recordará que el espíritu de todos nuestros samurais está en él, y así podreis llevarlo y cumplir con ese honorable cometido sin arriesgar su efecto sobre las tropas. - Hago una breve pausa - Voy a atender heridos. Si finalmente os decidís, que los Kami te sean favorables - Y me dirijo hacia donde Hida Otohime está y le practico medicina

Hirotaro escuchó el grito de Kyo, y resoplando, echó a correr hacia la posición donde estaban él y el Hiruma. Desenrollando el pergamino de Agua, impuso las manos sobre las heridas del bushi, lanzando una plegaria al kami de agua, que fue ignorada.

"Por mi parte, permitid a esta humilde Shugenka que sane vuetras heridas, noble Hiruma Aoki-san"

Con vendajes preparados, Nanako trata al compañero con presteza, con habilidad... y con su botiquín especial, con medicamentos específicos.

En esta ocasión puede permitirse un respiro, y tratar las heridas del guerrero con mucha sutileza y habilidad. Es una obra digna de los mejores cirujanos de Rokugan

El último esfuerzo por sacar a los bakemonos de la muralla es mucho más doloroso de lo que podía imaginar, tanto es así que os resulta casi imposible salir indemnes y, quién más quién menos, sufre heridas, algunas tan graves como la de Aoki, que de no haber sido sanado instantes antes por los kami, de seguro hubiera perecido. Aunque eso no es lo mismo que aún no haya momentos en los que la valía de algún samurái resalte entre el resto, pues gracias a una bien calculada carga de Kihei es cuando las líneas enemigas terminan de demorarse hasta ser expulsados.

El último esfuerzo por sacar a los bakemonos de la muralla es mucho más doloroso de lo que podíais imaginar, tanto es así que os resulta casi imposible salir indemnes, de hecho Kyo acaba inconsciente en el proceso cuando una de las criaturas consigue clavarle su espada en la pierna, haciéndoos tener bien presente que mientras haya enemigos en pie siempre hay peligro.

El fin de la batalla supone el cese total de tambores de vuestra sección, un silencio que ahora sois capaces de apreciar en toda su magnificencia y que únicamente es rompido con los gritos de algunos heridos, quienes seguro están sufriendo dolores indescriptibles para que un samurái sea incapaz de aguantarlo. Poco a poco, os vais reuniendo y os sentís afortunados al descubrir que son pocos los novatos que han muerto, pese a que el número de los que han acabado inconscientes o tan gravemente heridos que jamás podrán volver a defender la muralla son demasiados para considerar la defensa una gran victoria.

Con aquella extraña sensación, la gunso vuelve a haceros formar a los pies de la Muralla. También había sufrido numerosas heridas, aunque apenas parecía ligeramente cansada por el esfuerzo, la viva imagen de lo que es un auténtico defensor Cangrejo. Sigue mirándoos con superioridad, pero al menos ya no lanza maldiciones por vuestra presencia. Recorre vuestras posiciones en silencia, colocándoos las piezas de armadura que hayan podido moverse durante el transcurso de la batalla y apenas sorprendiéndose ligeramente de que algunos de los supervivientes seas los que no portáis ninguna. Cuando al final concluye, se coloca frente a vosotros.

- Ni se os ocurra pensar que es siempre igual, lo de hoy apenas ha sido un juego. El caído tiene infinidad de servidores a su disposición y aunque viváis cien años no seréis capaces de ver ni una mínima parte de ellos - os anuncia firme - Al menos ahora ya sabéis cual es vuestra labor cuando os los encontréis - sonríe y no es una sonrisa agradable - Acabaréis con ellos, los cercenaréis, los aplastaréis, atravesaréis sus negros corazones y destrozaréis sus cabezas, porque ahora sois auténticos samuráis ¡POR HIDA!

Termina chillando y el grito de batalla se impone por toda lo zona cuando todos los que son capaces capaces de escuchar el vítore se unen en una sola voz. Un grito que consigue llegar hasta vuestros corazones y haceros sentir orgullosos de haber defendido el imperio, tal y como juró hacer el Kami que fundó vuestro clan.

Nanako suspira aliviada. La Gunso no nos permitirá relajarnos jamás. Al fin  y al cabo es su trabajo, igual que el nuestro es una eterna vigilancia. Pero hay algo que no podrá negar: Hoy hemos defendido la muralla. Hoy hemos defendido

"¡El muro no caerá jamás! ¡Por la casa de Hida, la obra de Kaiu-Sama y por la gente de Rokugan!"
 

Con su espejo, redirige la luz hacia el patio del cuartel. Señaliza que hemos ganado. Victoria.

"¡Por la gloria de Rokugan!" dice permitiendose un segundo de reposo, y apretandose las heridas.
 

"Aoki-Sama..." dice viendo las (nuevas) heridas del guerrero.
Si lo hubiera hecho mejor, si tan solo hubiera hecho un tanto mejor su trabajo, los puntos no se hubieran abierto tras el primer mandoblazo del último de los Bakemono.

"Le prometo que estudiaré aun más la medicina. Para que los soldados de Hida podais seguir luchando mil veces, sabiendo que siempre tendreis respaldo"
"Mientras me quede aliento, serviré a Rokugan y su muro. Allá como me sea posible"
 

En algún momento entre filas, Nanako se acerca a Sakura

"Yasuki-Sama, creo que hoy hemos visto dar una orde, como una Gunso. Si en algún momento necesita de esta humilde Shugeja, sepa que puede contar conmigo en lo que sea"

- Escuchar las palabras de la gunso y el fin del ataque eran música para mis oídos - ¡Por Rokugan! - Sintiendo el orgullo fluír por dentro

- A veces unas palabras de aliento que curen y reafirmen el espíritu pueden ser tan necesarias como el alivio de las heridas del cuerpo - Sonriendo a Nanako - Arigato Nanako-sama, igualmente teneis en mi a una aliada para lo que necesiteis y pueda ser de ayuda.

-¡Por Hida!-chilló a pleno pulmón, uniéndose a los vítores de las tropas Cangrejo. Necesitaba oírlo, necesitaba creérselo después de aquella aterradora experiencia. Levantó el tetsubo por encima de su cabeza a pesar de la fatiga que recaía sobre sus hombros orgulloso de los suyos, sabía que las fuerzas del Noveno Kami volverían pero para entonces estaría preparado. Lucharía con todas su fueras para defender la Muralla y el honor de la humilde familia Moshibaru con sus acciones.

Entre todo el jolgorio y el gentío pudo divisar a Hirotaro, tan solo le posó una mano en el hombro le asintió con la cabeza en total seña de respeto.-Arigato Hirotaro-sama, no lo hubiera logrado sin ti. Siempre que me necesites estaré ahí, por muchos años espero poder guarecerte a mi sombra.-sonrió levemente mientras que quitaba el mempo, esperando poder ser en un futuro la montaña que velara entre los enemigos y el shugenja.

Nanako dedica una tímida sonrisa a Katagi-sama.

Cada uno ha conseguido algo grande hoy. Han defendido la muralla, cada cual con su estilo y haciendo lo mejor posible. Cada cual ha defendido al otro.

"Domo" dice en voz muy baja "Gracias por permitirme asistirle en el combate. Por la oportunidad de que servir a toda la nación junto a usted"

"Y espero servirle en un futuro, Katagi-Sama". A Nanako no se le escapa que hay otros shugenja mejor capacitados, y que consiguen restaurar a los heridos aun casi cuando los cortan en dos mitades.

Todavia tiene mucho, muchisimo que aprender de los grandes maestros. Pero aprenderá. Si es la voluntad de los Kami, aprenderá, y podrá ayudar tanto a Katagi-sama como al resto de los samurai.

"Quedo a su disposición, mi señor"

- Por Hida!- gritó al unisono con sus compañeros cuando la batalla había terminado. Habían vencido a los horrores venidos de más allá de la Muralla, y aunque con muchas bajas, sabía que habían conseguido pararlos aquel día.

Mientras parecía que los ánimos aumentaban y hasta la alegría llegaba a aquel lugar, Hirotaro se sentó a observar a sus compañeros como charlaban. Al acercarse Ryoga, se levantó e hizo una profunda reverencia, sonriendo y poniéndole la mano en el hombro también:

- No tenéis nada que agradecer Ryoga-sama, hay que agradecérselo a los Kami y Fortunas que hoy nos han sonreído. Vamos a celebrarlo como es debido! 

Ragu no vitoreó con sus compañeros a riesgo de parecer raro. Sus ojos de bandido no dejaban de calcular la fortuna en armas y chatara que había en el suelo y su corazón de muerto de hambre lloraba por ello. La de noches que se fue a dormir con hambre y la de palizas que había aguantado de una panda de borrachos patanes por un puñado de arroz que se acababa comiendo crudo para que el agua lo expandiera en su tripa y engañar así a su estomago...

"Tu deber es proteger a tu clan" susurró el Hiruma

- Me da igual- respondió Ragu, en un susurro. No le importaba su deber. Poseia la determinación de los que verdaderamente han pasado hambre y tenía claro que ese era su verdadero enemigo. Si tenía que matar engendros en la muralla, que así fuera.

La visión de Nanako era como la de un espíritu fluyente sobre su cuerpo. Apenas sentía dolor pero con su toque recuperó algo de las fuerzas. Lo suficiente para levantarse y aguantar la siguiente acometida. Aunque fuera usando su cuerpo como argamasa, la Muralla no caería.

Las heridas se abrieron de nuevo y una oleada de dolor le recorrió. Cayo al suelo y su mente flotó en un gran mar de blancura total.

Una última flecha perdida, probablemente lanzada por un bakemono en retirada me impacta justo cuando estoy cubriendo al arquero Hiruma mientras Hirotaro le curaba. La punzada de dolor fue extrema arrancandome un alarido, pero no me impidió seguir a mis compañeros hasta las filas invocadas por la gunso y gritar y proclamar la victoria junto a mis compañeros. Sorprendentemente había sobrevivido para luchar una vez más en la muralla y así resarcirme.

La batalla poco a poco se va calmando hasta que por fin podemos volver a tomar aliento, observo alrededor los cadaveres de samurais y bakemonos por igual.

Tu asistencia a sido de gran ayuda. Le respondo con una sonrisa Estoy honrado de recibir ayuda de tan hermosa y talentosa shugenja. Digo haciendo una pequeña inclinación de cabeza en señal de agradecimiento. Mi espada esta a tu disposición.

Una vez terminada la batalla, me presenté junto con los demás frente a la gunso, con las heridas todavía abiertas y los músculos adoloridos por todos lados. Habíamos vencido, pero la Yasuki no nos daba palabras gentiles. Nos advertía que no nos confiásemos y que la próxima vez podía ser mucho peor. Miré alrededor para ver que la mayoría de nosotros seguía con vida y me di cuenta que, después de esta, mi primera batalla en la Muralla del Carpintero, aún no había visto más que el principio de las fuerzas del kami caído.

Pero por ahora, viviríamos. — ¡Por Hida! — Exclamé también, uniéndome a mis compañeros.