Partida Rol por web

Me quedo mirando al hombre que está leyendo el hombre y busco el sitio donde está el druida.

Le entrego su pedido mientras le hago un par de preguntas más. - Decís que hay otro druida más en la ciudad, ese tal carpintero. ¿Podríais decirme donde se encuentra su taller o su casa? Os lo agradecería bastante. Es más permitidme que os acompañe en vuestro camino de vuelta, soy muy nuevo en esta ciudad y me gustaría ver más de ella y parecéis una buena persona. Sonriente mientras le digo esto.

Si me ofrece pago por las plantas cojo la mitad y lo pongo tras el mostrador. La otra mitad no la acepto y le digo: - Haced una buena obra para compensar por lo que falta del pago, veréis como tarde o temprano esa buena obra vuelve a usted.

La sigo si me deja, si no pues me dirijo hacia la casa del carpintero prestando mucha atención al camino de ida. Sería una locura perderme ahora. Más me vale estar atento.

(Si me deja acompañarla) - Contadme si podéis que tal vuestra experiencia en la ciudad estos 6 meses. Yo llegué esta mañana para ayudar a unos amigos de Jared y aún no se prácticamente nada sobre ella. ¿En que trabaja vuestro pequeño? (si es necesario tirada de diplomacia para convencerla de que me ayude y suelte prenda).

Por lo menos ahora muestran un poco de colaboración, en lugar de molestarse como ratas que huyen del fuego como hacían antaño. - rememoro recuerdos pasados sobre los diferentes grupos de poder de la ciudad. - Seguramente un incidente aislado, pero me alegra oír que ahora colaboráis entre vosotros. - confieso hacia el mago. - ¿ Y por medio de que brujería pagana os avisan esos huevos de araña de los intrusos ? - pregunto en referencia a las esferas blanquecinas del cajón. 

Termino de escuchar el reporte del mago y acompaño su narración con gestos de complicidad ante su esfuerzo por cumplir con su cometido. Me muevo hacia el escritorio de la estancia, indicándole a Antros mi intención de ocupar momentáneamente el espacio para escribir en un pergamino. Rebusco en mi bolsa de contención los utensilios necesarios para llevar acabo la tarea, la cual emprendo casi de inmediato.

- Aun queda noche para contaros mis aventuras y amoríos por la costa de la espada. - digo al tiempo que pido un poco de tinta a mi compañero al comprobar que la mía ya esta reseca - Antes habéis dicho que Galantes quería tirarme a un volcán para hacer de mi una imagen eterna e imperecedera para su colección personal. ¿Como a llevado mi ausencia?. De seguro que las tres familias han intentando presionarle para sacar provecho de la ausencia de los Düsseldorf en Nueva Diadema, yo lo habría hecho. - pregunto mientras comienzo a redactar el pergamino. 

Ves que el hombre con un libro, que no levanta demasiado la mirada del suelo, lleva símbolos de algún dios. Sobre la tienda del druida, no hay mucha diferencia entre las casas, para que te indiquen que es el negocio de un druida. Tampoco ves ningún cartel, mas que el de algún comercio de alimentación o de venta de herramientas y utensilios varios.

Ves a una anciana que camina con un bastón retorcido y un hombre al lado de ella, con un paquete en las manos y que viste, con unos pantalones cortos y una capa con capucha vieja y raída de color marrón,  lleva ambas manos vendadas con tiras de tela hasta casi los codos, igual que los pies hasta casi la altura de las rodillas, haciendo de zapatos improvisados.

-El taller esta a unas calles de mi casa, si queréis llamarlo taller. A mi la gente que usa la magia para hacer las cosas que se pueden hacer con las manos, me parecen unos vagos. Te dice la anciana con cara desagradable. Pues si vas a acompañarme y encima que te enseño la ciudad, llevas tu el paquete con las hierbas. Te comenta mientras te pone el paquete en las manos. Y no te olvides de el pergamino, que ya cuesta mucho tener que ir a la torre de los maguchos esos o a los insufribles clérigos para que te hagan un pergamino de pedido. Te deja el pergamino que te había aireado antes delante de la cara, encima del paquete de hierbas. Y ya esta pagado, así que lo del descuento hablar con quién tengáis que hablar, ya le dije a Jared que no se fiara de esos pomposos danzarines del fuego.

Caminas camino a la plaza de la fuente con la anciana al lado, que camina muy lentamente ayudándose con su bastón retorcido. Atraviesas dos calles hasta llegar allí, donde ves a gentes, de clase baja sobre todo y a un elfo lunar cerca de la fuente que no para de mirar a todos lados como buscando algo.

-La ciudad es como cualquier otra, hay mas de aquello y menos de tal, pero aparte de las supersticiones de vampiros y arañas que tiene la gente, no cambia de otras ciudades. La anciana sonríe arrugando la cara. Mi hijo es guardia nocturno de la puerta sur. Se pasa todas las noches sin hacer nada mas que abrir la puerta si hace falta y eso es en muy raras ocasiones, como ayer, que tuve que abrirla para dejar pasar a un pomposo emisario y a un guardia loco que bajo por una cuerda para hablar con este.

Al hombre que está leyendo el libro le digo:

Disculpe buen hombre, estoy buscando una tienda pequeña de un druida, por que he oído rumores que un druida capturó una bestia...¿Sabría usted por casualidad el lugar de la tienda? Muy amable.

-Si que es cierto que ahora hay algo mas de colaboración, pero también división. Cada grupo hace su trabajo de manera individual, pero ya no veras a los guardias yendo con los paladines, ni a los clérigos con los magos etcetera, etcetera. Antrus pega un brinco apartándose de las esferas, para después mirarte mal. No vuelvas a llamarlas así, sabes que me dan mucho asco esos bichos. Son esferas de clarividencia, te permiten ver las puertas de la ciudad y alrededores, cuando alguien hace sonar la alarma mágica. 

Antrus te cede el asiento, deseando ahora mas que nunca, apartarse de las esferas. Se asoma por la ventana, mientras la noche se vuelve mas oscura, dando a indicar que el amanecer aparecerá en menos de una hora. Te señala el tintero encima de la mesa, cuando le preguntas y recapacita un poco sobre los temas gubernamentales y el gobernador.

-Creo recordar que han habido retrasos en algo relacionado con los tributos Arzan, no se muy bien de que va el tema. También algo de votaciones por parte de la ausencia del señor de las tierras. Te comenta con una sonrisa. Y bueno Galantes esta que se tira de los pelos, dicen que casi no sale del edificio gubernamental y que tiene a todo el mundo trabajando sin parar. Se pasa la mano por la manga, como quitándose pelusa o polvo de ella. Realmente es lo poco que se. 

-¿Has tenido problemas para volver a casa? ¿Como se encuentran los reinos vecinos?

El joven te mira extrañado, como si lo normal fuese para él estar en una ciudad desierta. Bastante descolocado te señala en dirección a por donde vienen el hombre y la anciana. Te sonríe tímidamente y vuelve con sus pasos siguiendo su camino sujetando volviendo a su libro.

Gracias.

Voy en dirección que me ha dado el joven que está leyendo el libro.

Y por eso las cofradías funcionan tan bien. Creciendo entre las grietas que se generan entre ordenes de magos, paladines, etc...unas grietas perfectas que se pueden emplear de mil y una maneras. - contemplo la viabilidad de un plan futuro mientras una sonrisa se perfila en mi semblante. 

- ¡ Ja ja ja ja ! - rió al contemplar a mi amigo brincar como si hubiera visto al peor de sus enemigos frente a si - Tranquilo hombre, que ya he vuelto para protegerte de esas criaturas del averno. - termino de bromear mientras asiento con la cabeza a modo de disculpa y Antros termina de explicarme como funcionan las esferas. Un sistema mágico de alerta, interesante. Ya le diré que me diga como burlarlo.

- Ya hablare cuando vuelva con el viejo que tenéis al mando aquí. - pongo en sobre aviso de mis planes a mi amigo.

Mientras escribo en el pergamino escucho al mago hablar sobre las cuestiones que le había planteado. Asintiendo de tanto en tanto ante sus palabras. Finalmente ambos terminamos a la vez nuestros cometidos; él de hablar y yo de escribir. 

Supongo que ha estado más ocupado de lo que en un principio imagine. Bueno, Antros siempre esta ocupado con algo igual que yo. 

- Y yo te agradezco la información, al menos ya tengo algo por donde comenzar. - comento - Revisa esto a ver que te parece. - le indico levantándome del escritorio y señalando los escritos - No quiero que me retengan en el edificio gubernamental más de lo debido. - Mientras Antros los examina yo vuelvo a mirar por la ventana percatándome de que el alba se acerca, indicando con sus rayos el fin de la noche - Como pasa el tiempo...

- No más de los que tendré por haber estado ausente 3 años. - replico a mi amigo - Ademas viaje bien acompañado. ¿No los has conocido ya? Son dignos de ver y elogiar. - digo en referencia a mis compañeros de viaje, la familia de Arliden y el enano, Roryn. - Damara sigue brillando bajo la luz y la protección de un rey noble, justo y valiente. - digo reconociendo las gestas de Gareth y menospreciando indirectamente las de mi primo - Viajaremos a Damara en un futuro. Pero lo primero es lo primero. - confieso al cansado mago. Sin dejar de conversar con mi amigo voy rebuscando en mi bolsa lacre para sellar los pergaminos, al tiempo que también busco los útiles para mejorar mi imagen un tanto. - Esto ayudara a que Galantes no me lance a un volcán. ¿ Tenéis un diente de ajo por ahí ? - pregunto mientras me concentro en sombrear un poco las facciones de mi cara para parecer más cansado de lo que ya de por si aparento. 

- Parece que ya es hora de irme y de que tu descanses viejo amigo. - digo una vez termino de maquillar mi rostro - ¿Y bien? - digo esperando una respuesta de Antros sobre mi apariencia. Acto seguido sello los pergaminos con el sello de mi familia, el cual contemplo con una mirada fría y distante durante unos momentos. Antes de irme me paro en el umbral de la puerta como hice al entrar y girándome hacia Antros con expresión jubilo y burla añado: 

- Ya sabía yo que me queríais viejo zorro, pero sabéis que no puedo desposarme con vos. - digo sujetando el anillo que me regalo el mágico - ¿Que hace?, ¿es mágico? - pregunto - Por que de lo que estoy seguro es de que me meterá en un millar de problemas - afirmo con una amplia sonrisa en mi rostro, tras la cual escucho su respuesta. - Parece que vuestro aprendiz se a quedado dormido en alguna esquina de la torre, ya tomaremos té en otro momento. Ahora me voy. - digo tendiendo mi mano para despedirme - Por cierto. El señor de las tierras regresara en un plazo de una dekhana como máximo; por la puerta sur, estoy seguro de que no os perderéis su regreso. - digo alterando mi voz de nuevo - Hasta más ver. - me despido.

Mientras abandono la torre de magia voy masticando el diente de ajo para tener un aliento fresco y que de seguro que en el edificio gubernamental sabrán apreciar. Una vez en la puerta camino hacia donde había quedado con Gamilar, rebuscando en mi bolsa una jarra que compre antes de partir de la costa de la espada. 

- ¡ Aquí esta ! - exclamo triunfante y cansado. Como si de un espectáculo se tratara hago ver como la jarra esta vacía y al acercarla a mi boca susurro la palabra que hace que se rellene con lo que los enanos tienen a bien llamar "lo único más preciado que el oro liquido". De un trago doy buena cuenta de la cerveza, aun que debido a las prisas vierto "accidentalmente" parte de ella sobre mis ropas de montaraz. Entre maldiciones lengua enana, susurro volviendo a rellenar la jarra con el preciado liquido.

- Lo único que han tenido a bien inventar esos magos. - digo profiriendo otra maldición - Tomad, estaréis seco amigo mio. - digo tendiendo la jarra al maestro de armas. - Bien. Si no queda más remedio y no me dejáis escapar llevadme ante el gobernador. - digo hacia Gamilar al tiempo que me subo al caballo dispuesto a seguirlo.

-¿Hablar con el viejo dices? Te dice levantando una ceja y después niega con la cabeza. Ya no se encuentra entre nosotros... Hace una pausa teatral y sigue. Lo llamaron de la torre de la capital y no sabemos cuando volverá. Ahora como sustituto temporal esta el mago encargado de la biblioteca, Garius, aunque Brescond, el otro mago de batalla, quería el cargo temporal. Por supuesto no consiguió que se lo dieran. Comentó con una sonrisa de satisfacción.

Observa con detalle los pergaminos, dándote el visto bueno. -No creo que te retengan con esto, pero deberías llevar algunos pergaminos en una bolsa a la vista, así darías la sensación de tener que ir a mas sitios. Escucho lo que dices, con lo que el deduce que es con añoranza. Poco podemos hacer con el tiempo, aún con toda la magia solo puedes engañarlo momentáneamente, el pasado y el presentes son cambios constantes y nada vuelve a ser como uno lo recordaba.

-He escuchado de tus ¿artistas?, aunque nunca he ido a verlos, aquí tengo demasiado lío para salir demasiado. Dice con gesto cansino. Me alegro que les vaya bien por Damara, siempre han sido buenos aliados y los dioses saben que vivimos rodeados de peligros. Vuelve a levantar una ceja mientras te mira con una sonrisa torcida en los labios, cuando le comentas lo de viajar a Damara en un futuro. Ajo, si claro, es marca Dusseldorf. Te comenta con una sonrisa. Bueno, no tenemos volcanes por la ciudad, así que tendrá que ser original.

-Pareces demasiado decente para Galantes, pero reconocerte no te reconocerá. Te dice mientras te mira atentamente, cada fracción de piel y la cara en general después. No pienso decirte que hace, se perdería la sorpresa. Pero desgraciadamente no he conseguido hacerlo de manera que los demás magos lo detecten, así que nos perderemos el concurso nacional de atrapa a Neylen haciendo magia. Te comenta con sorna y una sonrisa, que por poco no es carcajada. Dormido, no hombre, seguro que esta haciendo un trabajo sobre los hechizos y efectos del sueño. Estos jóvenes necesitan dormir mas horas que nosotros. Te comenta refiriéndose al aprendiz que tenía que traer los cafés.

Haré lo que pueda para estar allí, ¿quieres que te avise por si Galantes prepara alguna bienvenida especial? Te acompaña a la puerta de la torre descendiendo las escaleras. Bien cuídate y ya sabes donde encontrarme. Que tus pasos te guíen mas allá de los vientos.

Ves a Gamilar bastante malhumorado y cuando le ofreces un trago te mira con asco a ti y a la Jarra. -Estoy de guardia y yo no bebo esas cosas. Saca una cantimplora de cuero y pega un trago. Bien, ya era hora. Seguidme pues. Mueve a su caballo controlando el tuyo con los ojos, con desconfianza y partís al edificio gubernamental.

Pasando el barrio de las mansiones de los nobles, divisas ese enorme edificio, que esta unido con la muralla en su parte norte. Después de cruzar una verja nueva que rodea en una media luna el edificio, llegáis a la entrada, donde un siervo te hace pasar y lo último que escuchas cuando se cierran las puertas es un caballo marcharse a galope.

Después de pasar por varios pasillos y escaleras, llegas a unas puertas dobles, donde el sirviente pasa y os anuncia. Al pasar ves el despacho de galantes, con su enorme mesa llena de pergaminos por todos lados y el mobiliario a rebosar de documentos. Sentado en la mesa esta el gobernador, con la tez blanca y con unas ojeras que le cubren los ojos. Os mira un segundo y os extiende el brazo, para que le deis el pergamino. Lo mas raro de todo es que en el despacho no hay nadie mas con él y en los pasillos y escaleras por donde has venido tampoco te has encontrado con nadie.

Hago caso del consejo de Antros y preparo unos cuantos pergaminos falsos más antes de abandonar el torreón.

- Eso estaría bien, seguramente pase a verte antes de una dekhana. - respondo a Antros antes de marchar.

No le puedo culpar de querer lanzarme a un volcán. - pienso en un primer momento cuando veo el despacho del gobernador atestado de pergaminos, documentos y libros de cuentas, tras los cuales se esconde un hombre demacrado por el cansancio - Pero a fin de cuentas gobernar una ciudad no es sencillo y gestionar el poder que dicha posición te otorga tampoco lo es. 

Decido no hacerle perder el tiempo y en cuanto me demanda el mensaje doy unos pasos para acercarme hacer entrega de este. Tras lo cual me retiro unos pasos volviendo a mi posición inicial en el más completo de los silencios.

No hay guardias, no al menos de manera visible. No creo que sea tan necio como para prescindir de su protección. ¿Seguridad mágica? - medito mientras espero que se me permita marchar del edificio gubernamental. 

Mientras camino a su lado me fijo en ese elfo que parece buscar algo. Parece desentonar demasiado aquí. -¿Conocéis a ese elfo? parece que está fuera de su ambiente. Espero su respuesta. -Me podríais explicar más cosas sobre ese embajador y ese guardia que mencionáis? Si no sabéis nada más no es problema. Parece que esta ciudad no va a parar de enseñarme cosas interesantes. 

Si el elfo me mira en algún momento le saludo y sonrío. - Antes mencionasteis a los danzarines del fuego, ¿estáis teniendo problemas en la ciudad con ellos? La escucho atentamente. 

Cuando lleguemos al taller (si no ha ocurrido nada antes): - Os agradezco la charla y las noticias sobre la ciudad. Si en algún momento tenéis necesidad de ayuda, a partir de mañana estaré en las proximidades de la casa de Jared y os ayudaré gustoso. Tened un buen día y disfrutad de la vida. 

Llamo a la puerta del taller si está cerrado y si no entro tranquilamente. - Buenos días tengamos todos, mi nombre es Easar y me gustaría hablar con el dueño de este establecimiento.

La anciana cierra un ojo, mientras el otro se abre del todo de forma desagradable y observa al elfo que le indicas. Después de un par de segundos niega con la cabeza.

-Un elfo lunar, como los que hay en el bosque oeste, mi pequeño y ellos no se llevan muy bien, es una suerte que no usen la puerta sur y no vengan por la noche. Este parece un poco perdido. Te mira extrañada un segundo. El embajador de la ciudad no es mas que un inepto y pomposo hombre que no hace mas que jugar con nuestro dinero y arreglar pocas cosas. Pero si me preguntas por el guardia, es un jugador empedernido, nada mas que un mercenario sin suerte que lleva mas armas de las que realmente sabe usar y se dedica a hacer tonterías como bajar la muralla con una cuerda. Al menos eso es lo que dice mi hijito. Ayer lo hizo para recibir a un emisario en mitad de la noche, al parecer llevaba el símbolo demoníaco de los Düsseldorf, la familia noble dueña de estas tierras. Cuentan las gentes de la ciudad que donde ellos están, no hace mal que atraer el mal.

Observas como el elfo habla con alguien, que no puedes ver por estar en una calle lateral y después dirige a vosotros, te devuelve el saludo y sonríe, pero cuando llega a vuestra altura, pasa de largo dirigiéndose por la calle que venís mirando los edificios como buscando algo. Nagata se carcajea cuando le haces la pregunta de los danzarines.

-Problemas con los magos de la torre, claro que no. Se pasan casi todo el día encerrados y solo salen cuando algún despistado usa magia.

Vas en la dirección que te da el joven y el hombre cubierto de vendas los brazos y piernas, que va acompañado por una anciana te saluda y sonríe. La anciana te observa a lo lejos con un ojo repulsivamente abierto, pareciendo que se le vaya a saltar en cualquier momento y el otro ojo cerrado, creando un aspecto desagradable.

Ves como el gobernador mira el sello y después de levantar un ojo desconfiado, te mira un instante, deja el pergamino encima de un montón de pergaminos sellados y te dice.

-Puedes retirarte, si necesitas algo habla con los guardias, se ocuparan de tu caballo estancia o lo que necesites por esta tarde.

Cuando Galantes me despacha, paso unos segundos contemplando al noctámbulo y tácito gobernador. Silenciosamente giro sobre mis pies dejando a mis espaldas, en su elegante prisión de papel, pergamino y tinta, a un hombre al que muy pocos alcanzan a valorar.

Un hombre que vela por la ciudad en tiempos tanto de guerra como de paz. ¿Un auténtico héroe? No. Un auténtico gobernante. - pienso al abandonar, silencioso, el despacho. Finalizando así mi labor como emisario. 

Abandono el edificio gubernamental escoltado por un sirviente, el cual me deja junto a la cerca de la entrada. Pensativo monto en mi caballo y lo oriento hacía la zona baja de la ciudad.

¿Seguirán siendo Mirren y Sinat los capitanes de la guardia? - medito entre muchas cosas que van y vienen por mi fatigada mente como gotas en la lluvia. Doy un rodeo amplio, desviándome de mi destino inicial, para ir hacia la posada de "El cuerno del Unicornio" donde espero poder guarecer mi caballo un par de días en sus establos.