Partida Rol por web

Perfect. Nos estamos coordinando para que escriba él ahora, luego cierro yo y ya dejamos que la escena continúe. 

PD: Muy bien jugado por parte de Morgiane. Me encanta esta mujer.

JoJo Baker no tarda en dirigirse a la mesa presidencial para mostrar sus respetos al Príncipe, desfilando como una auténtica reina. A continuación, haciendo gala de todo su desparpajo, la organizadora nos anuncia todas las actividades y pasatiempos que ha diseñado para esta noche tan especial; cada uno parece más intrigante y apetecible que el anterior. No puedo evitar reír al escuchar el ocurrente nombre que ha ideado para alguno de esos juegos. Cuando termina de dar su explicación, unos camareros se distribuyen por todo el salón, repartiendo unos elegantes pines que determinarán los integrantes de cada uno de los grupos que formarán parte de una de las actividades. Estoy a punto de aplaudir a la hilarante JoJo.

Pero algo me interrumpe.

Sin previo aviso, Morgaine se levanta de la mesa. Sin saber por qué, vuelvo a notar la opresión ominosa en la boca de mi estómago que llevo sintiendo desde que me subí al coche que nos traería hasta aquí, como si tuviese alguna manera de anticipar que los temores que he estado albergando estuvieran a punto de hacerse realidad. Con una sonrisa de serpiente y una serie de elogios envenenados, la Primogénita nos pone a Lavonne y a mí en una situación más que comprometida: lanza la proposición de abrir la velada con una competición de baile, sugiriéndonos a nosotros dos para que seamos los primeros en salir a la pista de baile. Lo sabe. ¿Pero cómo? Después de un latido de pánico, mi mente racional se impone. Por supuesto, ¿cómo no iba a saberlo? La Sangre de Caín es capaz de tales cosas y de muchas más, y Morgaine parece la clase de persona aficionada a tener un control absoluto sobre lo que sucede a su alrededor. Demasiado tarde, constato que mi Sire tenía razón al prevenirme sobre ella. Solo es una zorra frígida como todos los demás, deseosa de conseguir unos instantes de entretenimiento, aunque para ello pueda condenar a otros a quebraderos de cabeza de consecuencias imprevisibles y potencialmente peligrosas. Cuando veo el gesto de aprobación de Guilbeau, sé que no hay vuelta atrás.

Sin dejar que la tensión se refleje en mi rostro, me levanto con aplomo. Lenta y ceremoniosamente, me quito la chaqueta y la corbata, colocándolas cuidadosamente sobre el respaldo de mi silla. Mientras lo hago, mi mente viaja, alejándome de este barco y de todos los Vástagos cuyos ojos se posan ahora sobre nosotros, hasta llevarme a un lugar desolado y oscuro, de risas y emociones olvidadas, donde encontré la luz más radiante. Una sonrisa ilumina de pronto mi rostro, y camino con dignidad junto a Lavonne hasta el lugar designado, sintiendo la cabeza ligera, como si yo no fuese realmente yo, como si todo esto no estuviese pasando. La atribulada joven parece guiada por una voluntad ajena a la suya: sin que sea necesario decir nada, se posiciona delante de mí, enfrentándome. La miro a los ojos, y estos vuelven a entrar en mí como una bala directa al centro de mis emociones. Lentamente, hago un leve asentimiento con la cabeza.

«No tengas miedo», le dice la voz de mi mente.

La música empieza a sonar, atravesándome como la ola de un maremoto e inundando mi sistema nervioso muerto de sensaciones impronunciables. Instintivamente rodeo mi cuerpo con mis brazos, protegiéndome, al tiempo que retrocedo con lentitud, siguiendo el ritmo de la música con la precisión de un reloj, sabiendo que ella vendrá. Giro con todo mi cuerpo, sintiendo y recordando a partes iguales, mis extremidades formando curvas elegantes y sutiles. Ella es la melodía y yo el contrapunto. Nuestros pies nos llevan dando vueltas por todo el perímetro, sin pensar, siguiéndose los unos a los otros, y nuestros brazos se rodean cuando se hallan. Todos mis sentidos están puestos en ella, en adivinarla, en beber sus movimientos. Casi puedo intuir los vaivenes de la música, acentuando los crescendos y diminuendos con ferocidad y con delicadeza, con violencia y vulnerabilidad. Innumerables ojos están puestos en nosotros, pero no me importa. Solo me importa el ahora.

Hemos vuelto a encontrarnos.

Cuando Angélica llegó a la mesa la saludé de manera cortés y le di también los buenos días, como era de esperar, mientras sujetaba la mano de Caroline debajo de la mesa. Aquella mujer tenía un porte y una presencia envidiables, bastante más elegante incluso que muchos de los mayores que se encontraban sentados compartiendo y aumentado su ego como si jugaran a ver quién de allí era el más apuesto para mamá y papá.
Además, su presencia hizo que una imagen viniera a mi mente como un flash, recordándome al hecho de que Julian probablemente no acudiría esta noche, o bien que llegaría tarde como siempre. Sabía perfectamente que tenía fama de pasar desapercibido en los actos sociales y que prefería que yo fuera su cara visible en las grandes veladas, al igual que cuando me pedía que me encargara de todos sus trámites de representación legal con la empresa de la señorita Blake. Algunas cosas, desde luego, me resultaban terriblemente entretenidas porque entretejer y diseccionar los hilos  negros de aquella sociedad tan viva saciaba mi incansable curiosidad.

Mi nombre deberías saberlo ya, niña. Y además para llamarme como te salga de los huevos, para que te voy a dar pistas, guapa. 

Jake todos sabemos quien eres, pero ¿desde cuando no quieres entrar a los juegos de una dama?

Miré al grandullón con los ojos abiertos, puede que durante más tiempo del que yo misma calculara en mi propia mente y puede que con la mirada más oscura que la que solía mostrar. Pero para mi resultaron ser solamente un par de segundos y sonreí al escuchar al despiés al chiquillo Nosferatu hablando sobre nosotras, las damas. -Oh, pensaba que querías pasar un buen rato, Copito de Nieve. Estoy segura de que tu nombre no se le olvidará a esta niña por mucho que lo intentes. Los colmillos te hacen juego- Aquel mote hacía plena justicia a su tez nacarada como el marfil de un gran elefante.

Entonces dirigí la mirada a con un gesto divertido al que tenía la capacidad innata de obtener información. Sus intrigas me asombraban y sabía que aquella acumulación de conocimiento era una cuestión de supervivencia. El darwinismo social de los cainitas- Todos aquí somos monstruos, Robin: algunos lo son en el exterior y otros en el interior. Aunque desde luego no tengo esa opinión sobre ti, ya sabes que tu pureza en ambos sentidos nos maravilla a muchas de nosotras.  Me encantaría que me ilustraras -dije con un guiño al Nosferatu - Mis cartas podrían divertirte también.

Pero antes de que pudiera darme cuenta y continuar con las preguntas indirectas, un terremoto se posó en nuestra mesa con un cabello índigo que me hipnotizó y que hizo temblar a Caroline a partes iguales. Con una carcajada saludé felizmente a mi mejor amigo y deposité un beso en su pálida mejilla.
Ahora casi toda mi familia estaba allí al completo, reunida y eso me excitaba y hacía que mis ojos brillaran por la emoción. Apreté la mano de Caroline mientras seguía charlando animadamente. -Oh, o puede que las cartas de nuestro querido Jasper te diviertan un poco más que las mías. ¿Nos lanzarías alguna ilusión de futuro, cariño? - Pregunté al Ravnos antes de lanzar mi mano hacia el bolsillo de la chaqueta en la que sabía que tenía otra de sus barajas. La robé con un gesto infantil y comencé a mezclar las cartas con elegancia mientras Jasper jugaba con la Reina de Corazones.

Aquella Reina tenía afinidad por Caroline desde que ambas se habían conocido.

Ashanti apareció, como siempre, desde las sombras -La luz del Sol te sienta realmente bien, Ashanti. No sé por qué te empeñas en buscar siempre los rincones más oscuros. -le dije a modo de saludo. 
Jasper hablaba de traer a Anne como mortal a aquellos juegos inmortales y aquello suscitó también sentimientos encontrados. Madame Becket conocía el inframundo mejor que muchos hechiceros que estaban en la mesa de al lado, y el respeto que infundaba esperaba que la mantuvieran a salvo. De todos modos estábamos Jasper, Caroline y yo para ocuparnos de que la mujer pasara una de las mejores noches de su vida, se lo merecía con creces, desde luego, y además sus casi ochenta años disminuirían la media de edad de todos los que estábamos allí presentes. -Ojalá Mary siguiera viva. Si el Katrina no se la hubiera llevado estoy segura de que le hubiera encantado estar presente. Esperemos que mañana no sea muy dura con Anne, la envidia a veces le da dolor de cabeza - Y es que ya sabíamos todos que Anne podía hablar con Mary y que ambas hermanas tenían regañinas muy frecuentemente, lo que nos generaba mucha diversión cuando estábamos trabajando. 

Tras ello la cháchara continuó, el Principe habló, Jojo hizo acto de presencia para explicar los maravillosos planes que tenía en mente. Se me había olvidado que la carta especificaba que tendría que tocar el piano. Maldición, no había traído ninguno conmigo. 
 

Los minutos pasaron rápidamente con Frenesí y un Sebastian invencible empezó a bailar con aquel cisne blanco de un modo que nos encandiló a todos. La barba le había crecido, sí.

Fowler se inclinó hacia delante. Tras un breve intercambio de palabras con Jo, había dejado el maletín con el que había subido al barco a sus pies y había caminado hasta el fondo de la sala, donde se sentó junto a Jane. 

—Un placer —dijo, mientras ocupaba su asiento, inclinando la cabeza. Después con algo de sorna, dijo—. Creo que la ciudad sobrevivirá a esta noche si dejas eso, Jane. 

La broma era inocente, o al menos lo aparentaba, aunque resultaba extraña. La inocencia no era uno de los rasgos que uno esperaba que acompañara a Augustus Fowler. 

Lavonne se levantó despacio, alzando ligeramente el mentón con altivez. ¿Querían espectáculo? Iban a tener espectáculo y con aquel vestido no se podía bailar nada decente. No se podía tener todo, así que se recogió la falda hasta por encima de las rodillas, improvisando con los ganchillos del pelo y haciendo buen uso de los años de costura. No quedaba elegante sino práctico, que era lo que necesitaba. Auguraba que Sebastian haría gala de su maestría y quería estar a la altura. Después sonrió, esta vez de forma muy diferente, esgrimiendo una fina sonrisa que se alargaba hacia una de las comisuras, adquiriendo cierta similitud con la curvatura angular de la luna; un gesto enigmático y audaz. Y miró a Shane un instante, como una advertencia, antes volverse y caminar junto a Sebastian hacia la pista mientras terminaba de soltarse el pelo, creciéndose con cada paso que resonaba en firme.

Escogieron música, saludaron a quien tenían que saludar y con la misma elegancia quedaron el uno frente al otro.

Entonces lo miró realmente por primera vez desde que había llegado, encontrándose de nuevo con aquellos ojos calmados y celestes que hicieron que su inerte corazón se olvidase un latido, muriendo en el intento de recomponerse. Era él, no había sido un delirio. Había ocurrido. Respiró profundo, dejando que su cuerpo se deshiciera en un suspiro, y buscó en él como había hecho aquella noche sin decir nada, anegada en el recuerdo ebrio de una caricia infinita. Permitió que la Sangre obrase su magia mientras se dejaba arrastrar hacia él con las primeras notas, extendiendo los brazos hacia Sebastian, girando con elegancia, embriagada por el momento. Y comenzaron a bailar, volviendo a conocerse en aquel lenguaje mudo que les había sido concedido.

Era fácil; él lo hacía fácil, dictando el paso mientras se encontraban en cada vuelta y cada giro con un entendimiento genuino, permitiendo que el momento se construyese solo. Ella gravitaba a su alrededor con gracia, de forma fluida, y él la recogía, manejándola con una soltura y precisión envidiables, como si llevase toda la vida haciéndolo. Ese era uno de los secretos indecibles de la danza, ese ‘no sé qué’ que algunos bailarines poseían, y residía en el deseo íntimo de querer estar en los brazos del otro, buscando ese balance entre el querer y el no poder que ahogaba el alma humana. Y también la suya propia. Se permitió despegar conforme la música crecía, segura con él en la pista, atreviéndose más cada vez que unían sus manos, rodeándole unos instantes antes de volver a apartarse. Y era indiscutible que la técnica de Sebastian sobrepasaba la suya, pero no le importaba. Había decidido olvidar, dejándose intoxicar por la música y el tacto y el fluir de los movimientos, y ya no parecía una muñeca frágil y encantadora sino una mujer que proclamaba quién era.

Cuando la música murió, extasiada y todavía demasiado cerca, se dio cuenta de que aquello no había hecho más que empezar.

Tardó unos segundos en recomponerse, antes de sonreír de nuevo y saludar y aplaudir.

Técnica y emoción se funden con la música para captar la atención de todos los presentes, sin duda se trata de dos cainitas talentosos. El toreador domina el baile y es capaz de guiar a la perfección a la bella dama que pese a su belleza y seguir su ritmo no puede reproducir sus perfectamente fluidos movimientos. 

Cuando cesa la música la mayoría aplaudís y tras recomponerse los bailarines miran a la mesa presidencial y saludan, antes de volver a sus asientos.

Sentado entre las arpías de la ciudad, confío en poder escuchar rumores que me digan quien coño corta aquí el pastel. ¿Quienes son los primogénitos? ¿Quienes gobiernan sobre el gobernador?

Sin embargo como siempre, mi presencia incomoda y no consigo iniciar una conversación.
Los vacíos que me hacen, la falta de contestaciones y las miradas de desprecio de Alan y  Jeremiah y su ignorancia activa hacen que me entren ganas de arrancarles las putas cabezas. Acerco mi mano a la mesa y comienzo a golpear ligeramente los dedos contra la mesa para aliviar mi imapciencia
La correa de mi paciencia es muy limitada, pero por suerte los graciosos comentarios del cachorro llamado Baby me sacan alguna sonrisa y disminuyen la ira creciente en mi.

Estoy seguro de que Morgaine es una de las antiguas que tienen poder real en la ciudad. Sus comentarios parecen tener doble sentido y están teñidos de una amabilidad completamente medida. O es una de las que corta el bacalao o es una vampira antigua y muy amable por naturaleza. Claro, y yo soy el puto vampiro de Barrio Sésamo.

Por fin aparece el príncipe.
Necesito hablar con él, es para lo que he venido, pero está rodeado de una gran comitiva y hasta que no se desarrolle su "fiesta" no creo que pueda acceder a él. Dicha fiesta me la imagino, un auténtico despliegue de lameculos, muestras de fuerza y poder para los incautos, y de nuevo rajadas con comentarios entre los ancianos.

El príncipe habla de su pareja o amante, supongo que también será su chiquilla. Habla del largo sueño.
Me pregunto qué le habrá pasado a la dama de rojo. Recuerdo haber entrado en el sueño voluntariamente, cuando la mente ya está tan quebrada y agotada que necesita distanciarse del mundo.

Veo a Baby levantarse lentamente y me saca de mis recuerdos incómodos. Veo como la mira. Enarco una ceja y niego con la cabeza. - Baby, tío... ¿estás bien? Pensaba que eras nuevo en la ciudad como yo
¿La conoces?

La inconfundible criada bicolor del príncipe se pasea entre las mesas para dar su discurso con un paso provocativo. Es imposible no mirarla, y aunque no usa disciplinas parece saber desenvolverse muy bien para acaparar la atención.

¿Juegos? ¿distracciones? Miro a mi alrededor buscando las respuestas emocionales de los vástagos locales. Este tipo de juegos son propios de ciudades y sociedades realmente depravadas y decadentes.
¿vamos a jugar a que todos son amigos y se llevan bien? Tengo ganas de echarme a reír. Lo único bueno de este tipo de eventos es que al no conocerme nadie no puedo tener enemigos naturales. Otra cosa es que al final de la noche ya me haya granjeado la enemistad de alguno.

De pronto la antigua de las arpías, la preciosa Morgaine propone un baile. Como he dicho antes, no me gusta contar cosas estúpidas, así que imagino que la dulce antigua solo quiere lucir a sus aliados o causar un daño.

Cuando la dama de blanco sale a bailar con el tal Sebastian, todo el mundo les mira.
Si están nerviosos no lo demuestran.

Comienza el baile. No lo hacen nada mal. Como mi conocimiento del tema es tan básico como el pensamiento de una ameba, me aburro con facilidad. Dicen que el arte es capaz de despertar "algo" en el alma. Supongo que lo hacen de forma magistral, pero no despiertan nada en mi. 

La mecha de mi paciencia se sigue terminando.

Doy por hecho que son Toreador, solo un clan tan pagado de si mismo puede llevar el arte de un baile hasta ese nivel de perfección. La excelencia.
Me pregunto de qué cojones les servirá saber bailar de forma tan exquisita cuando un cazador les esté atravesando el pecho con una estaca o cuando un maldito lobo le intente arrancar la cabeza.

- Deben estar muy orgullosos de sus chiquillos, seguro que son capaces de aburrir a legiones de sus enemigos cuando la ciudad sea atacada por el Sabbath. Me aburro. Espero que en la cama se muevan igual de bien - Digo levantándome para irme fuera, no aguanto tanta gilipollez, y necesito aire fresco para no arañar la mesa o ponerme más borde.

Si fuese mortal, me saldría a fumar y beber como un cerdo.
Sin embargo uno de los criados del príncipe se pone delante de la puerta y me enseña un extraño pin. Se acerca a mi chaqueta y le miro como si le fuese a atravesar con la mirada. - Toca la chaqueta con esa mierda y te arrancaré la mano - El mortal se detiene y me mira horrorizado.  Le sonrío mientras me abro la chaqueta y le señalo en mi camiseta con un dedo - Es broma, chaval... pero ponlo aquí mejor ¿vale?

Aplaudo con entusiasmo la intervención de Sebastian y la preciosa dama de blanco, aunque mis tripas bullen de ganas de clavarle un tenedor en el ojo a la zorra de Morgaine. Envidiosa de los cojones, ya has tenido que meter tus asquerosos dedos en mi fiesta. Pero respiro hondo, y decido dirigirle una sonrisa. Pobrecilla, si está claro que de inteligencia le da justo para un CCC de flauta.

-Una idea excelente, Morgaine, como siempre. Quizás la próxima vez que el príncipe organice una fiesta, te tendrá en cuenta a ti para hacer algo. -Le sonrío, dándole una palmadita de felicitación condescendiente sobre el hombro. No te dejaría ni llevar las copas en un club de Striptease.- Damas, caballeros, aplaudamos la decisión de mademoiselle Morgaine, y siéntanse libres para acompañar a nuestros magníficos bailarines. Ya que ellos han mostrado valentía abriendo el baile, acompañémosles en la pista.

Hago un gesto a la orquesta para que continúe tocando, al tiempo que observo que me hacen un gesto discreto desde una mesa. Le dirijo una mirada al príncipe, y, cerciorándome de que todo va bien, me dirijo hacia allí.

Me aproximo a la preciosa y estoica Jane, quien, sorprendentemente, comparte mesa con Leonardo, uno de mis vampiros visitantes favoritos. Vaya, si quería evitar a inmortales vanidosos y con labia, debería haber escogido otra asiento. Sonrío a todos los ocupantes de la mesa cinco, antes de rodearla con paso calmo, e inclinarme hacia la cainita, sin tocarla. 

-Dime, chérie, ¿puedo hacer algo por ti?

Junto a ella, me llega el aroma masculino de la serpiente de Nueva Orleans, a quien también dirijo una sonrisa de cortesía.

-Bonito traje, monsieur Fowler.

Puedes apreciar como el sire de Lavonne ni siquiera se ha volteado a mirarla. Mira al frente, serio. En un esfuerzo titánico de autocontrol de la bestia. 

El sire de Lavonne, Jeremiah no se ha girado a mirarla. 

-Nuevos? - Repitió Jerome ante la pregunta de Roxy, justo cuando iba a responder el Príncipe hizo su entrado, esto vasto para que el Cainita se pusiera de pie y mirar a su excelencia durante todo el discurso. Luego Jojo comenzó a explicar de que iría la velada, lo cual ciertamente se reflejó en la casa de Du mont con ciertas dudas.

Volvio a tomar asiento justo cuando la Primogénita toreador dejo escapar de si algunas palabras que terminaron en un espectáculo por parte de Lavonne y Sebastian, el compás y la música fueron consecuentes con casa paso, viejos recuerdos volvieron, pero un leve calambre en la pierna mala le hizo volver en si para la parte final y los aplausos obligándole nuevamente a ponerse de pie para agradecer dicho espectáculo. Mientras todo esto ocurría uno de los asistentes se acercó y coloco un pin en la solapa del traje de Jerome, este asintió con una sonrisa y agradeció la molestia de dicho asistente por haberse acercado.

El lugar transmitía cierta tensión, pero era leve, no como ciertas reuniones en el Eliseo donde el zumbar de las alas de una mosca podía desatar la tercera guerra mundial, el vástago tomo nuevamente asiento y miro a Roxy- Soy tan viejo como esta ciudad, bueno… no tanto, pero aquí he vivido desde que tengo memoria –

-Aunque déjame decirte que el carnaval es un momento del año en donde los negocios prosperan-

Mientras esperaba a que JoJo decidiera acudir a mi llamada, Fowler decidió sentarse a mi lado soltando una inocente broma, precisamente de esas que detestaba ¿Había alguna que no? El italiano ya había estado probando cuanto podía aguantar, pero Fowler tenía la suerte de haber hecho algún negocio conmigo y gracias a ellos había obtenido algún beneficio, por lo que quería procurar no sonar demasiado mal, algo que seguramente no conseguiría, pero el esfuerzo si lo había realizado.

-Buenas noches señor Fowler…  No es la ciudad lo que me preocupa, sé que ella aguantará todo lo que le echen, ya lo ha demostrado.- Digo secamente. -Pero lo hago porque me gusta más que lo estoy viendo.- Hago un gesto con mi rostro, señalando el impresionante baile que estaba comenzando.

 -No porque no pueda dejar de hacerlo.- Finalizo de manera tajante.

De reojo observo a la pareja bailar, las borrosas figuras parece que se mueven con gracia y soltura. Si siguen con esta clase de entretenimientos me parece a mí que la noche va a ser más larga de lo que imaginaba, finalmente el baile llega a su fin seguido de un sonoro aplauso, el cual no acompaño, aunque sin ser ninguna experta diría que lo han hecho bastante bien.

Al rato llega la peculiar mujer moteada, estaba segura de que no había ninguna igual. Intento mostrarle una sonrisa, pero es tan disimulada que simplemente acaba siendo un leve movimiento de las comisuras de mis labios. -Señorita Baker.- Digo a modo de saludo.

-Sí, quería preguntarle algo sobre el juego en el que el premio es un favor del príncipe. No he podido prepararlo para ganar, pero me gustaría improvisar algo. Solo que tengo un problema, la persona que tengo en mente no sabe nada de nosotros pero es la única que podría convencer para que viniera.- Digo intentando exponer las dudas que tenía al respecto sobre todo esto, aunque el favor del príncipe bien merecía algún riesgo.

-Por lo que…- Alzando la mano empiezo a enumerar los problemas que me habían surgido mientras cavilaba sobre el tema. -Primero  ¿Es un problema que no sepa nada de nosotros? Segundo ¿Este barco tiene pensado zarpar en algún momento? En el caso de que fuera a partir antes de que pudiera llegar ¿Podría acercarse en una zodiac y abordar este navío?- Seguramente estaría acabando su turno y la promesa de una fiesta quizás fuera suficiente para que viniera, al fin y al cabo no paraba de invitarme a salir con sus amigos. -Creo que eso sería todo.- Miro la hora en mi móvil. El tiempo pasaba tan despacio.

-¿Le parece posible? No quiero estar cegada por un premio que quizás no sea el momento adecuado para alcanzarlo.- Quería ese premio y era mi única carta, lamentablemente para mí era la que más se acercaba al perfil que creía necesitar, ya que el resto, sin saber nada del concurso tenía claro que ni por asomo podrían aspirar a la victoria.

O todo o nada…