Partida Rol por web

Dándose aires de sabelotodo, Antoine me informa de lo que ya sé: el Príncipe nos ha mandado llamar por un hecho que se ha producido, que él califica de «serio». Irónicamente, sé mejor que él lo que ha ocurrido. Respecto a Lavonne y a mí, el crío se empeña en continuar meando fuera de tiesto, pero viendo lo contestón que nos ha salido, prefiero no seguir dándole coba. A fin de cuentas, es probable que el pobre solo esté en fase de negación, tratando de sobrecompensar algo de sobra conocido: es algo excepcional que esa clase de pasiones se despierten en uno de los nuestros, por mucho que él se esfuerce en banalizarlas. Seguramente solo sea envidia. Sea como sea, no estoy dispuesto a seguirle la corriente, de modo que permanezco en silencio hasta que tanto él como la otra Vástago han desaparecido de mi vista.

Me doy entonces la vuelta, tratando de pensar qué decirle a Lavonne. La expresión de su rostro me descorazona. ¿Cómo hemos acabado en esta situación, y quién es el responsable?

—Está en el río… —repito una de sus últimas frases, intentando mantener la calma—. De acuerdo. Tranquila. Ahora no hay nada que podamos hacer para remediar eso, así que concentrémonos en pensar cómo salir de esta. Y solo se me ocurren dos maneras. —Hago una pausa, estudiando el rostro de Lavonne en busca de reacciones—. La primera es subir ahí arriba y contar la verdad. Detalladamente. Decirle al Príncipe que alguien que en ese momento pensaste que era yo te abordó y te dio un broche cuyo origen tú desconocías, y que tiraste al río por considerarlo un regalo inapropiado. Te desharás en disculpas y te comprometerás a reparar el daño causado. Yo ya me encargaré de probar mi inocencia. —Me giro una vez más, comprobando que nadie nos esté escuchando—. La segunda posibilidad es huir del barco, lo que nos inculpará automáticamente, pero al menos tendremos algo de espacio para maniobrar. Hay alguien que tal vez pueda ayudarnos, pero no es seguro. Ha sido tan imprevisto… —Mi mano busca el brazo de Lavonne, y le doy un breve y suave toque para reconfortarla al tiempo que mis ojos la escrutan—. ¿Se te ocurre algo más?

¿Cómo podía haber gente tan juiciosa e impertinente, que sin conocer a nadie de nada se atrevía a despellejar sin piedad a los más débiles? No lo entendía. No quería entenderlo. No le cabía en la cabeza por qué tenía que decir ese tipo de cosas sobre ella cuando ni siquiera había cruzado una sola palabra con aquel Vástago. ¿Por qué? Era un comportamiento absolutamente deplorable que entristecía su alma y hacía que odiase aquella clase de vida. No tenía sentido. Pero tampoco importaba porque tenía cosas más importantes de las que encargarse y no iba a dejar que alguien de la edad mental de un adolescente le dijese lo que era o dejaba de ser. Pero había algo más, algo escurridizo en todo aquello...

Se incorporó con lentitud al tiempo en que Sebastian empezaba a hablar. Su rostro lucía una expresión confusa y preocupada, pero su mente se había visto interrumpida por la aparición de los otros dos Vástagos lo que, al final, resultaba casi útil. No tenía sentido asustarse, agobiarse. Jeremiah no iba a dejar que le pusieran una mano encima y menos cuando lo que había hecho era rechazar el regalo de un supuesto pretendiente pesado. Eso lo había hecho bien, y Shane podía corroborarlo. Si Sebastian podía testificar dónde y con quién había estado nada más terminar el concierto, estaba solucionado, en parte. Sólo tenía que compensar al Príncipe y en su mente empezaba a emerger una idea sobre cómo.

Su mirada se quedó sostenida en la mano de Sebastian unos segundos, antes de viajar hasta sus ojos añiles. Y algo cambió en el transcurso de aquel gesto, templando su expresión e incluso asomando una leve sonrisa en la comisura de los labios; un gesto cómplice que le devolvió cierto brillo en la mirada, como aquella noche.

—Tengo que hacerme responsable de mis actos. Además —Buscó su mano para estrecharla con suavidad, como había hecho en las escaleras—, no veo cómo hacerte un fugitivo te va a ayudar a vivir de nuevo. Y sigo queriendo eso, aunque no entienda por qué.

Sin quererlo, sin buscarlo, dio un paso corto hacia él al tiempo en que sus dedos se deslizaban sobre la tela ascendiendo por su brazo hasta separarse, dejando una tibia caricia en su mejilla.

—Gracias por defenderme. Eres demasiado hermoso para este mundo de arpías —susurró tan bajito que sus labios apenas emitieron sonido alguno. En un brevísimo instante de intensidad fugaz, las yemas de sus dedos se posaron sobre los labios de Sebastian en un gesto difícil de discernir.— Sssh...

Después se volvió hacia la puerta, rompiendo el hechizo, moviéndose con cuidado para escuchar.

La respuesta de Lavonne no se hace esperar, y es una que produce en mí una mezcla contradictoria de emociones. Estoy preocupado, mucho, por las consecuencias que su confesión pueda tener, por lo que esta supondrá para ambos. Pero al mismo tiempo estoy orgulloso de Lavonne, por el gran valor que demuestra al hacer frente a esta situación con la verdad; yo, que tantas veces he mentido despreocupadamente a lo largo de mi vida y mi no-vida, no puedo por menos de sentir admiración por esta mujer que, en su infinita ingenuidad, es cien veces más valiente que yo. Y, en última instancia, una profunda ternura que conmueve mi interior una vez más, inflamando mi pecho de un modo que creía imposible hasta la noche en que la conocí.

Y las amables palabras que me dedica a continuación… ¿Por qué? Mi alma se revuelve ante estos elogios, sin desear otra cosa que preguntarle, ¿por qué? ¿Qué es lo que me hace más digno o redimible que cualquiera de todos esos monstruos, esos caníbales que no se conforman con cazar a la humanidad, sino que además se devoran entre ellos? No hay en mí pureza o inocencia; solo envidia, orgullo y autoindulgencia. Soy un ser dañino y banal para el que lo único importante es satisfacer cualquier capricho momentáneo y recibir sin dar nada a cambio, y no me ocasiona grandes conflictos si hiero a otras personas en el proceso. ¿Qué ha visto en mí que yo no veo? ¿Tanto la he engañado sin pretenderlo? ¿Por qué? Deseo preguntárselo, con la ilusión de que su respuesta me haga entender que quizá, solo quizá, sí haya algo bueno en mí. Y es que ella es la única persona de este mundo que me ha hecho albergar esa esperanza.

Y sin embargo, no puedo hacer otra cosa que guardar silencio y observarla, con unos ojos azules, serenos y melancólicos. Sus dedos sobre mis labios queman. Un impulso salvaje ruge en mi interior, y debo refrenarme para no desnudar mis colmillos en este mismo instante, romper su piel y probarla, solo un poco, para sentirla en mi interior. Casi puedo adivinar lo bien que me sentiría si lo hiciese; compartir ese momento de intimidad, dedicarle el acto de profundo amor que sería beber su Sangre. Pero me domino. Es el Monstruo el que está hablando ahora, y Sebastian, o lo que queda de él, no debe escucharlo. Quizá baste con un beso. Un simple e inocente beso en las yemas de sus dedos para demostrarle, para demostrarme, que sí puedo sentir.

El roce se interrumpe antes de lo esperado, y pierdo la oportunidad. Inspiro profundamente, como si mi inconsciente necesitase subsanar el repentino sentimiento de falta, de orfandad, que me produce su piel al abandonarme. O quizá solo lo haya imaginado.

La mujer se dirige entonces hacia la puerta, y yo la sigo con la mirada, aturdido y dolido.

¿Por qué?

Jerome miro a shane mientras bajaban por las escaleras, el mismo había realizado algunas preguntas – En efecto se acercó preguntando por un artículo que luego revelo como un mazo de tarot que durante años perteneció a Marie Leveau, dicho objeto había sido ganado hacia veinte minutos y otorgado al ganador por la Señorita Baker o eso afirmo Antoine – Agrego- Las preguntas fueron cuanto valor tendría tal articulo y quien podría verse interesado por dicho objeto…. El uso la palabra *producto* si mi memoria no falla – Siguió el Viejo durante el camino antes de llegar a la otra zona.

-El se mostró un tanto esquivo ya que agrego que allí había mucha gente con sus antenas paradas para oír las conversaciones ajenas – Explico detallando parte de la conversación que tuvo con dicho sujeto, hizo una breve pausa – Luego me pidió que las examinara para demostrar su autenticidad ya que no confiaba en uno de los tremere al cual también acudió, no dijo su nombre claro está- Prosiguió – Con esto casi confirmo que las tenía en su poder, o al menos casi –

Algunos escalones más abajo…

-Luego entro en escena la Señorita Caroline la cual venia acompañada por dos personas, más concretamente el señor Di Stassi y la señorita Alice quienes fueron presentados como comerciantes de arte europeos – Hizo una mueca rara con el rostro –En ese instante Antoine pidió de quedarse a escuchar la conversación que íbamos a tener, quizás con los futuros compradores de aquel mazo que parece ser de la Señorita Morgan-  una nueva pausa – Pero aquí esta la cuestión la cual me confirmo que él señor salliere estaba en posesión de dicho objeto, y citare a detalle *Si no les importa, me encantaría poder acudir. Tengo una pequeña pieza de coleccionista que puede interesarles. * y lo expreso dos veces haciendo enfasis-

-Dichas palabras fueron expresadas por Antoine justo después de que yo decidiera reunirme con el Sr Stassi y la señorita Alice la noche siguiente en mi local- ya casi llegando al destino – Luego La señorita caroline se retiro al igual que el Sr Stassi y su acompañante, Antoine se quedó y me ofreció ir al siguiente juego la ruleta que se realizaba en la cubierta si mal no recuerdo –

-y Es como termine hablando con la Morgan, Disculpe la Señorita Morgan y enterándome que dicho objeto era de su pertenencia y lo había *perdido*- Finalizo.

-Sacrificar, una palabra muy brusca no cree…- Expreso bastante sorprendido, a Jerome le gustaban las personas frontales –Pero como le habrán informado o se enterara en este momento, yo no trabajo con artículos sin los papeles correspondientes y menos si otros se ven afectados por ello…. Llámelo caballerosidad o estupidez, pero así me gane la vida y pienso seguir haciéndolo de forma honrada Seño Sauniere-

Al final llegaron a destino habiendo terminado la charla en el camino, fue allí que Fowler comenzó hablar.

Espero que le diera su celular para pasarle los datos, al ver por donde iba la cosa. No hizo comentarios, aunque mentalmente ya había calculado sus opciones. Al parecer no le seria útil, al menos no directamente, pero si redituable. Siempre y cuando Fowler no hiciera una de las suyas; pero esos riesgos no recaerian sobre ella.

-De acuerdo… estaré a la espera de esa información. +replico finalmente, tras el intercambio+ Comprenderá que debe mantener mi nombre fuera de toda mención tanto a su sire como a otros potenciales socios, o al vendedor. De igual manera tendrá mi discreción al respecto.

La cosa estaba cerrada por el momento. Hasta tanto tener claro el panorama, no quedaba nada por decir, aunque de todos modos ya estaban llegando a la cubierta superior, y al esperado brindis final de la noche.

Sebastian: Precisamente por eso me he dado tanta prisa en bajar para avisar a la señora Drummond…

 Me temo querida que te delató tu interlocutor para empezar. 

Antoine

Por favor le pido que me disculpe. No lo he podido evitar. Evidentemente los sentidos de un Toreador son demasiado para nuestras aptitudes de ladrones 

-Mire... necesito un aliado que sepa moverse y vender o mover mercancía. El señor Fowler ha intentado ofrecerme "de forma discreta" un objeto que nuestro clan ha buscado durante años y nos pertenece por derecho de sangre. Mi sire y los antiguos de nuestro clan lo codician desde hace años.

Caroline

De acuerdo… estaré a la espera de esa información.  Comprenderá que debe mantener mi nombre fuera de toda mención tanto a su sire como a otros potenciales socios, o al vendedor. De igual manera tendrá mi discreción al respecto.

Veo como un grupo de lo más variopinto se acerca mientras hablo con mi antiguo conocido. ¿Es que no saben respetar las conversaciones ajenas? Ohh da lo mismo, en una fiesta me encanta conocer a gente nueva. Sonrío mientras alzo la copa de sangre. 

Alguien mencionó a su acompañante y dijo que tal vez estaría interesado. Antoine, ¿no es así? 

Buenas noches caballeros y mademoiselle. alzo una ceja, no se de donde se han sacado que los negocios los lleva Antoine pero me interesa saber a donde nos lleva todo esto. Antoine es mi marido, no mi propiedad, desconozco donde se encuentra en este momento pero podemos ir a buscarlo si lo desea. 

No paro de darle vueltas a lo que ha comentado Jerome hace apenas unos minutos sobre como Antoine contacto con él. Maldito ladrón mentiroso de mierda, va a desear no haber estado nunca en este barco. Pero ahora mismo lo realmente importante es encontrarlo, los detalles aunque interesantes, no parece que vayan a ayudarnos mucho más, darle vueltas solo conseguirá que me enfade más y me muestre más irascible.

Una de las personas que tenemos que traer ante el Príncipe, la chica con la que inicio conversación Fowler, nos saluda, la miro, como intentando quedarme con su cara, luego con esfuerzo encomiable le devuelvo el saludo, intentando no mostrar ninguna emoción. -Buenas noches.-

¿Marido? ¿En serio? Supongo que las antiguas costumbres siguen después de la muerte o quizás hayan conocido el amor tras la muerte. Ruedo los ojos, cada uno pierde su tiempo en lo que quiere, pero ellos me han hecho perder el mío, bueno, su querido esposo, y eso no se lo voy a perdonar.

Alzo los hombros con indiferencia, que nos ayude a buscarle puede ser una buena opción, aunque no me fío y si sabe lo de la baraja y solo quiere hacernos perder el tiempo mientras la rata abandona el barco.

¿Debo fiarme de los lazos que dicen crea el amor?

Realmente no conozco esa respuesta. De reojo, miro a hacia los lados, mientras decido si seguiré a Trisha, eso si aceptan su propuesta, lo cual no recae en mí.

Subo las escaleras con mi acompañante. Anoto el correo y teléfono de Caroline en mi móvil y le miro con una sonrisa afectuosa.

Gracias por la discreción, mañana mismo le enviaré todos los datos y fotos del material, en cuanto obren en mi poder.

Siento ser tan misterioso, pero jugando con artesanos de la mentira como el señor Fowler , prefiero estar seguro y no decir nada hasta que la mercancía esté en mis manos.

Lo entiende ¿verdad?

Camino a trompicones por el pasillo, y antes de descender las escaleras hacia el primer piso, tengo que detenerme para tomar aire. Joder. 

Vale, sigamos.

Apoyando una mano en la pared, comienzo a descender escaleras abajo.

Antoine es mi marido, no mi propiedad, desconozco donde se encuentra en este momento pero podemos ir a buscarlo si lo desea. 

—Detrás de usted —contestó él, estirando el brazo mostrándola el camino. Era la primera vez que hablaban esa noche, pero habían compartido mesa así que se permitió el lujo de intentar sonsacarla más información—. ¿De donde dijo que venían, usted y su esposo? 

Se preguntó si estaba tratando con una mortal. Esa noche, con tantas caras nuevas y tanta muñeca a bordo del barco, era difícil saberlo. 

—¿Es su sire, Antoine? 

Subimos las escaleras que llevan a la cubierta y arqueo una ceja al ver que no está todo el mundo. 
Hago una inclinación ante el príncipe y su dama, mientras cojo una copa de sangre para mi y otra para Caroline.

- Que brisa tan agradable... - miro que hay ropa mojada tirada cerca de la piscina y evito tocar el agua con is zapatos, ni siquiera una sola gota. - parece que la fiesta ha llegado al agua.

¿la fiesta se ha terminado ya? ¿o es que han hecho otro jueguecito que nos hayamos perdido?

Digo con una sonrisa, levantando la copa en honor a Rosalie y luego mojando mis labios con la sangre fría de la copa.