Partida Rol por web

No dijo mucho, tan sólo se detuvo un instante para mirarle con fijeza.

-Gracias. Por todo.

Después regresó a la mesa mientras se soltaba los ganchillos del vestido.

Recibes este pin que un camarero deja con una nota delante tuyo. 

Paddlewheel lounge, salón de la hélice 12 de la noche. 

Recibes este pin que un camarero deja con una nota delante tuyo. 

Paddlewheel lounge, salón de la hélice 12 de la noche. 

Recibes este pin que un camarero deja con una nota delante tuyo. 

Paddlewheel lounge, salón de la hélice 12 de la noche. 

Sigo de pie, admirando el pin que me acaban de poner en la camisa blanca. Curioseo con al iniciativa cuando escucho una voz alzarse por encima de la música.

Me giro lentamente para ver como uno de los vástagos con pinta de simpático se levanta para enfrentarse no sé exactamente a quién. Esto de ser un foráneo es una mierda.

Los signos son inequívocos, un simple insulto velado puede hacer aflorar sentimientos de frustración y a la Bestia no le gustan esos sentimientos. Se debilitan los barrotes. Veo su gesto y veo los colmillos comenzar a aflorar, como un veneno en una serpiente.

Me muevo a toda velocidad y me acerco a esa mesa para interponerme. No entiendo el motivo pero me importa poco, debo hablar cuanto antes con el príncipe, y evitar un conflicto en su hogar es un buena manera de conseguir su atención.

Cuando estoy a su lado a punto de poner una mano en su hombro, veo como el aguerrido vástago se contiene y se separa de su enemiga. Miro a uno y otro con el ceño fruncido y relajo la tensión de mis brazos a la vez que libero un suspiro, un gesto innecesario por mi condición, pero que a veces sale de forma natural.

Me acerco al vástago que se ha apartado. - Tranquilo hermano... has hecho bien en contenerte ¿está bien?

Recibes este pin que un camarero deja con una nota delante tuyo. 

Paddlewheel lounge, salón de la hélice 12 de la noche. 

Regresó a la mesa mientras se soltaba los ganchillos del vestido, dejando que la tela cayese de nuevo. No lo había hecho mal. No podría haber hecho otra cosa y, sin embargo, Jeremiah tenía la mirada perdida y aquella expresión. Procuró sonreír, para él y los presentes, y le hubiese encantado darle unas buenas palabras a Alan por el talento de su Chiquillo, pero prefirió no hacerlo y abordar el asunto de forma... diferente. Al llegar a su lado puso una mano sobre su hombro, casi con cuidado.

-¿Quieres bailar? -preguntó suavemente.

Recibes este pin que un camarero deja con una nota delante tuyo. 

Paddlewheel lounge, salón de la hélice 12 de la noche. 

Recibes este pin que un camarero deja con una nota delante tuyo. 

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Paddlewheel lounge, salón de la hélice 12 de la noche. 

Recibes este pin que un camarero deja con una nota delante tuyo. 

Paddlewheel lounge, salón de la hélice 12 de la noche. 

No solo se ha marchado de mi lado, ¡se ha marchado de mi lado! y ahora... ahora viene con desfachatez... a ¿qué? ¿A QUÉ? claro, un toreador, un toreador, eso es lo que le hubiera gustado a ella. Maldita sea, y ahora viene como si nada, eterea, casta y pura. ¡Maldita sea! ¡MALDITA SEA! Mancillada, pervertida, ultrajada por las manos de otros, por sus propios actos indecorosos y pecaminosos. 

Me levanto, me ajusto la chaqueta y el chaleco y me giro a mirarla, zorra.

Por supuesto, será un honor.

Dejo que la carta girase bajo sus dedos de la mano libre, la reina era cuanto más sacaría a danzar esta noche. Jasper y su sentido del humor, por alguna razón la habían tomado con aquella union. Está bien que en sus primeros días la habían atrapado como a muchos otros, cuando todavía no comprendía nada de este lado del mundo, pero insistir en ello aun… Lo cierto es que preferiría jugar con aquello toda la noche, que participar en lo que fuera que hubiera preparado la mujer moteada.

Por eso frunció el ceño con ligero desdén cuando llego el pin, tomándolo; no iba a dejar que ningún criado le pusiera la mano encima. No se lo coloco tampoco, prefiriendo dejarlo a un lado hasta que fuera inevitable separarse en grupos. Nada más dijo, puesto que su mirada estaba en la pista de baile como la de todos, donde una parejita de nuevos se lucia. Los observo con expresión indescifrable en el rostro por unos momentos y luego paseo la vista discretamente por la sala, no tan interesada en ellos como en las reacciones que despertaban en los demás. En algunos aspectos los vampiros eran más niños que los humanos… al menos la mayoría.

El tal Jake parecía ser de esos. Cuando enseño los colmillos ante la inocente replica de Eris, Caroline separo la mano que descansaba sobre su pierna para formar un puño y cerro la otra sobre su bebida, preparándose... Fue una suerte que el negro recordara en donde se encontraban y se marchase con su rabieta, pero ella tuvo que arrojar el trago bajo la mesa disimuladamente. La copa ahora tenía partido el tallo y por lo tanto era inservible…

Se agradecía el momento del baile. Mientras los que quisieran ofrecerse a ese escrutinio agitaran las miradas, ella misma también podría recobrarse. Dioses, que exasperante Noche… y no acababa más que de comenzar.

-Un encanto ese chico Jake, Roger... +murmuro al Nosferatu, que al parecer no se uniria a la danza+ ¿Debería invitarlo a "bailar"? +añadió con sorna, y un ligero deje al final. Los que la conocían sabían que su rubro de trabajo iba mas allá de los ordenadores...

Tras mi pequeña intervención he vuelto a mi asiento a contemplar mi pequeña obra de arte, no en la pista no, en mi propia mesa. Ni si quiera me ha hecho falta activar el auspex. Las emociones eran tan evidentes que casi me he sentido conmovida. Ahora viene tanteando el terreno, ¿de verdad se puede ser tan inocente o es simplemente estúpida? 

Observo con atención como se desplazan a la pista de baile, bueno, un pequeño pasatiempo para empezar la noche no ha estado mal, pero aquí hay gente realmente importante de la que ocuparme, no todo va a ser diversión. 

Niego con la cabeza, muy serio.

—Las gracias te las tengo que dar yo, Lavonne.

Lavonne. El simple hecho de pronunciar su nombre, aunque sea solo en un susurro, me lleva al borde del escalofrío. Mi mirada revolotea entonces rápidamente, posándose sucesivamente en sus ojos y sus labios al tiempo que una ligerísima arruga en mi frente delata una punzada de algo que quiere permanecer enterrado, pero cuya punta acaba de asomar a la superficie. Deseo probar el sabor de su boca de terciopelo, abrazarla y sentir el calor de su cuerpo casi vivo insuflando vida en el mío. Ese pensamiento súbito me turba. ¿Se habrá dado cuenta? ¿Qué pensaría de mí si llegase a sospechar los sentimientos que me inspira?

Me quedo absorto mientras la veo dar la vuelta para regresar a la mesa donde la esperan. Donde también me esperan a mí.

Vuelvo a la mesa con una sonrisa ausente, caminando unos pasos por detrás de Lavonne. Los Vástagos han empezado a animarse a participar en el baile, llenando lentamente la pista de baile e interponiéndose en mi camino, por lo que tardo algunos segundos de más en llegar. Cuando al fin estoy allí, me detengo a mirar a mi Sire, tratando de adivinar qué pasa por su cabeza, y después a Jeremiah.

—Enhorabuena —felicito a Jeremiah con un tono de voz neutro, cauteloso. Intento indagar en su aparentemente impasible rostro en busca de cualquier indicio de emoción; la verdad es que no sé qué esperar—. Su Chiquilla es un auténtico portento. Estoy seguro de que Nueva Orleans se alegra de su visita.

Sin estar muy seguro de haber empleado las palabras correctas, tomo asiento junto a mi Sire, sin mirar a ninguna parte en concreto.

No porque no pueda dejar de hacerlo. 

—Nadie ha puesto en duda eso, Jane, tranquila —le respondió entre risas, sacando a pasear aquellos dientes tan blancos. Seguía tan áspera como siempre—. Al final conseguirás que te saque a la pista. 

Antes de que pudiera darle largas, la organizadora de la fiesta se paró ante ellos. Le agradeció el cumplido, pero enseguida entabló una conversación con Jane de la que él, educadamente, decidió apartarse. Fowler desvió su atención hacia el otro lado de la sala y estudio a quienes la llenaban. Rostros de lo más variopintos habían cruzado la pasarela esa noche, y ahora lo mejor y lo peor de la Estirpe de Nueva Orleans compartían mesa. Pero había otros, muchas caras nuevas, muchos peligros y aun más oportunidades. Decidió empezar por su mesa. Se encendió un cigarrillo, mientras pensaba en entablar una conversación con cualquiera de las dos parejas de extraños que le acompañaban, pero se habían cerrado en banda. Sacudió la cabeza. Has elegido la mejor mesa, Fowl…

Un golpe le distrajo, y cuando se volvió, pudo ver en la distancia a Dutch tirar de la correa de sus perros. Ah, casi. Una pena. Y mientras estudiaba el resto de mesas, buscando un asiento vacío al que emigrar con disimulo, un camarero le dejó un pin en la mesa, a su lado. Fowler desenrrolló la nota que lo acompañaba y tras leerla, se llevó ambos objetos al bolsillo del pantalón. Entonces observó el intercambio entre Jo y Jane languidecer.

Oh, aquí venía. Aquí estaba su oportunidad. 

¿Alguien necesita algo?

Levantó la mano, ingenuamente.

—Creo que no está en los planes de Jane el sacarme a bailar, señorita Baker —tendió su mano, como habría hecho una doncella—. ¿Me haría usted el favor?