Partida Rol por web

El islote de tierra navega entre la niebla, a la deriva. La llanura, suave y templada, está salpicada de arboles, aquí y allá, tratando de parecer natural. Está cruzado por un manantial, que se vierte por uno de sus lados, convirtiéndose el agua en pequeños diamantes que atrapan la luz por un instante, hasta convertirse en Niebla una vez más. 

Los Kujua deambulan, ignorándose entre sí, más interesados en intentar comprender el mundo que les rodea que su propia existencia. 

Mientras estoy hablando con el resto de seres, una parte de mi mente viaja, sin que esto parezca afectar a mi atención. Esa pequeña parte de mi mente vuela, en forma de niebla, hasta alcanzar un hermoso manantial, alrededor del cual se reúnen decenas, quizás un centenar, de las criaturas que creé, o creo haber creado, con mi primer pensamiento en esta existencia.

Me fijo en su comportamiento, estudiándolos. Parecen casi animales, que desastre. Parece que intentan comprender su mundo, pero todavía no empiezan a comprender absolutamente nada.

El avatar de Hekima se forma a escasos centímetros del suelo, como si sencillamente hubiera dado un pequeño salto para acercarse allí. En cuanto sus pies tocaron el suelo, casi podía notar como se hundía bajo ella, con una sensación similar a la su voluntad en el mar de niebla siente al mecerse en corrientes inexistentes. Eran realidades frágiles, dispuestas a volver a ser Niebla en cualquier momento. 

La realidad era más consistente donde los Kujua estaban, pero lejos de ellos, los escasos árboles que decoraban el paraje no eran más que una sombra de lo que podrían llegar a ser. Lo mismo ocurría con el agua y el mismo aire. La luz, difusa e imprecisa, parecía llegar de todas partes y ninguna. La temperatura tampoco parecía oscilar, así que la desnudez no parecía ser un problema para los habitantes de esta burbuja de realidad. La ausencia de amenazas, animales, vegetales o climáticas, hacia que las emociones que había experimentado se calmasen en cierta medida. Era un lienzo en blanco, en el que las únicas líneas bocetadas era el aspecto de la tierra y que los Kujua pululaban por ahí. 

Mi cuerpo se materializa de la niebla. Totalmente calmada, con el pelo de un color amarillo tan claro que casi parece blanco, tomo forma a partir de las volutas de niebla de mi alrededor, justo ante un grupo de Kujua que se encontraban bebiendo del río.

- Mi nombre es Hekima, y estoy aquí para guiaros, hijos míos. Debemos emprender la senda del conocimiento. Responderé a todas las preguntas que tengáis, pues así es como se alcanza la verdadera sabiduría. El primer paso va a ser crear herramientas para poder cazar, tener sitios donde cocinar, y crecer como sociedad, pero todo eso llegará a su tiempo. - Busco cuál parece el más interesado, ya sea en mi, o en obtener nuevos conocimientos - Acércate. Lo primero será crear un martillo, que os puede servir tanto para defenderos en caso de necesidad, como para ayudaros con la creación de nuevas herramientas. Debes ir a buscar una piedra grande y roma, y una rama de buen tamaño - Busco si alguien más parece interesado - El resto debéis buscar juncos, ortigas, hojas de cualquier tipo para crear cuerda. También os enseñaré a hacerlo. Id.

El objetivo es que aprendan a crear martillos, cuchillos y hachas, en principio, nada más.

Los kujua se acercan, al ver por primera vez algo en movimiento que no es el agua del arrollo. Algunos inclinan la cabeza, con curiosidad. Mientras Hekima habla, no tardan en acercarse, al principio temerosos, no obstante, algunos comienzan a tocarla, presionando con su dedo la carne del avatar, mientras que otros toman mechones de su pelo y lo desgranan entre las puntas de sus dedos, fascinados por el comportamiento del mismo. 

Sin embargo, no parece que le hagan mucho caso. De hecho, algunos comienzan a imitar los ruidos que hace la diosa, sin conseguir articular las mismas palabras, o en el mejor de los casos, hay un pobre intento de pantomima. 

Intento mantener el control al ver la estupidez de estos seres, pero tal... ineptitud e ignorancia me enerva, y mi cabello, hace unos minutos inmaculado, se convierte en un naranja claro.

- ¿Qué diablos os pasa? Parecéis siervos del gato ese que me encontré en la niebla más que míos. ¿No me entendéis? - Intento calmarme y hago unas cuantas respiraciones suaves, y mi pelo coge un color más suave, aunque manteniendo tonos rojizos - Vale, poco a poco. Primero, tenéis que aprender a hablar, y no comportaros como animales. - Me señalo con las manos y digo muy lentamente - YO, HEKIMA. VOSOTROS, KUJUA - digo, señalando esta vez hacia ellos, y esperando que lo repitan.

Paso horas intentando hablar con ellos, reuniendo a todos los que puedo, hasta que me doy cuenta de que, en el fondo, son hijos míos, y están más pendientes del mundo que les rodea que del contacto con otros seres. Me acerco al río y tocando el agua digo alto y claro - Agua. Beber - Sigo moviéndome por todo el entorno que me rodea, mencionando los nombres de todo cuanto me encuentre, explorando el mundo con ellos como si fuese la primera vez que lo viese.

Las palabras más sencillas se extienden entre los Kujua fácilmente. Tal vez fuera su hambre de conocimiento, o tal vez encontrasen útil poder intercambiar información. Pero lo más probable parecía ser que era una cuestión de curiosidad, curiosidad por la diosa o por el idioma. 

No tardaron en sentarse a su alrededor, y a señalar cosas para que Hekima las bautizara. Aunque eso supuso una lección bastante breve, que terminó por centrarse principalmente en la anatomía exterior. Hierba, agua, tierra, árbol... Necesitaban más para avanzar. 

- Sí, así es. Seguid practicando, pequeños, aun os falta MUCHO. - Busco al que parezca que sea el que va más avanzado - Acércate, tengo que hablar contigo - Le digo gesticulando mucho.

En ese momento, una columna de niebla aparece desde el cielo, blanca y innaturalmente densa. (Potencial punto de corte según si me sale bien o no). Cuando la niebla se desvanece, aparece un edificio de piedra, de aproximadamente 10x10 metros, casi sin decoración.

- Desde ahora, te nombro Maestro - Y le señalo, a él, y luego al edificio - Eso es una ESCUELA. Tienes que ENSEÑAR al resto. YO te enseñaré A TI. TÚ ENSEÑARAS a los OTROS.

Paso el resto del tiempo enseñando específicamente a este kujua, para que luego él le de los conocimientos al resto, creando así la primera escuela kujua. Antes que las cosas. Sí.

Como acción mundana, escojo a un grupo y voy con ellos a investigar los alrededores, buscando plantas que puedan ser comestibles y enseñándoles cuales se pueden comer y cuales no.

El edificio se alza después de que una columna de luz bañe el cuadrado en el que se alza. Podría ser una escuela, o una casa, o cualquier otro refugio. Pero la mente de Hekima y su voluntad no lo habían dotado de comodidades, si no que estaba enfocada al estudio, las salas rectangulares miraban hacia la palestra dispuesta para que un poniente hablara frente al resto. 

Pero a parte del espacio en sí mismo, poco más había podido crear: sin árboles no podía haber madera, sin minerales no había pizarra o tiza, sin abejas no había cera. Su ansia por expandir la fuerza del conocimiento le había podido. Descubrió a través de su avatar que esto era muy cierto.

Cierto, había hierbas y árboles, pero parecían huecos carente de sustancia o característica alguna. Si partía una rama o arrancaba una hoja, esta se deshacía en Niebla de forma inmediata. Los Kujua no parecían poder tan siquiera percibir lo que estaba ocurriendo, era como si no pudieran ver el árbol o la brizna de hierba. 

1- El paso del tiempo:

La edificación de Hekima atrajo la atención de los Kujua, no tenían mucho que enseñar, porque no tenían mucho con lo que experimentar. Sin embargo el propio lenguaje parecía la primera de las cosas que los kujua estaban dispuestos a explorar, analizar y desarrollar en su totalidad. 

Enfrascados en sus discusiones sobre cómo debían pronunciarse o decirse algunas palabras, algo especialmente complejo cuando trataban de hablar de sentimientos, los kujua extendieron el idioma básico y comenzaron a ser capaces de crear frases complejas. La diosa estaba fascinada, sus esfuerzos habían dado fruto, aunque no tantos como ella esperaba. Sin embargo, siempre que se cruzaban con ella, los kujua le dedicaban una reverencia y un agradecimiento, les había dado el idioma al fin y al cabo. 

Sus números aumentaban, de forma lenta pero constante. Hekima, podía percibir el paso del tiempo, sin embargo  los kujua no pasaban hambre, ni sed, ni frío, ni calor, ni envejecían, ni morían. No parecían muy preocupados por conceptos como alimentación o cobijo. 

Cuando veo el edificio aparecer sin absolutamente nada, mi pelo se pone de un color rojo intenso. - ¿POR QUÉ NO APARECE LA ESCUELA? ¿POR QUÉ? ESTO NO ES UN CENTRO DEL CONOCIMIENTO. ¿Y POR QUÉ LAS PLANTAS SE DESHACEN COMO BRUMA? 

Me levanto entre los kujua, para darme cuenta de que su idioma es ya mucho más avanzado de lo que hubiese podido pensar hace un suspiro para mi.

- Hijos míos... esto es... genial, sí - Mi pelo se recompone, alisándose y volviéndose claro de nuevo - Ahora sí, ha llegado el momento. Debéis aprender a usar objetos, no a comportaros como animales - Busco a uno que parezca espabilado, pero que sea de complexión grande - Tú vas a ser el encargado de aprender a crear ciertos objetos. Ven conmigo.

Desde el Mar de Niebla siento que mi avatar me requiere. Necesita objetos que usar como muestra para usar como modelo. Bueno, es algo trivial.

Miro hacia el cielo y una columna de niebla aparece desde las alturas, innaturalmente densa y pesada. Cuando desaparece, surge la imagen de varios objetos. Un martillo, un hacha, un pico y un cuchillo.

- Míralos, cógelos. Debes aprender a hacer objetos como estos usando piedra. Puedes usar estos tanto como modelo cómo como herramientas para crear otros. Yo te ayudaré. Si necesitas ayuda, dile al resto que esa es mi voluntad.

Las piezas se materializan y el Kujua las observa con detenimiento. Las maneja entre sus manos, como si no comprendiera cual es su utilidad, aún así, asiente.

- ¿Más? ¿Piedra? No hay piedra. No más herramientas. 

Tras hablar con Arao en El Mar de Niebla, me reaparezco, sin avatares ni artilugios, en Terra Incógnita.

- Profesor, quería hablar contigo. El conocimiento es necesario, pero necesitáis comida para conseguirlo, y materiales para construir nuevos artilugios. Esperad. - Abro las manos y varias columnas de niebla aparecen en los alrededores. Concretamente, un árbol frutal (un manzano), un pino, un pequeño campo de hierba, formado principalmente por pequeñas gramíneas, y, tras todo esto, unas enredaderas que se enredan alrededor del pino. Al acabar, se puede ver que por debajo del pino también aparecen una serie de setas de color rojizo, y que unos pequeños brotes, al parecer, de patatas y lechugas, surgen cerca de la hierba.

- Profesor, trae a uno de tus estudiantes que esté muy interesado en conocer el mundo exterior. Debo enseñaros como domesticar a la misma Naturaleza. Primero debéis dejar crecer toda esta vida, y que aparezcan sus frutos - Si es posible, me gustaría hacer un pequeño milagro para que la planta crezca ante nosotros para mostrárselo - De estos frutos nacerá nueva vida, igual que surge del vientre de vuestras mujeres. - Me acerco a las setas, y se las señalo - Nunca, NUNCA, debéis comer de estas setas, pues son terriblemente venenosas y posiblemente moriríais.

- Tenéis alguna duda más de como utilizar todo esto? Parte de mi quedará con vosotros para ayudaros y guiaros en este camino, pero ahora estoy muy, muy cansada.

El Tiempo pasa-2

Los Kujua se preocuparon por la diosa, y su tiempo y pensamientos se dirigieron hacia ella. La atención se convertía en Niebla como Arao había explicado.  Su pueblo, había terminado de dominar el idioma, y se lo explicaban a sus hijos y los alumnos con dedicación. Seguían reproduciéndose lentamente. 

Cosechaban las manzanas de los árboles que Hekima les había proporcionado, pero no las tocaban. Lo que sí habían hecho era experimentar con la madera. Habían conseguido hacer fuego frotando la madera. Aunque no eran especialmente sociables, las hogueras y su calidez servían para que las familias se reunieran y hablaran de sus experiencias. Estaban muy dispuestos a seguir experimentando.

- Mi señora.- Se acercó respetuoso el Kujua.- Mi gente está muy emocionada con lo que hemos conseguido hasta ahora. Sin embargo, creo que necesitamos una mayor variedad de materiales para poder mezclarlos y probar cosas nuevas. Además, creemos que los conocimientos que nos ha aportado son demasiado complejos, tal vez si sencillamente nos diera las herramientas, podríamos comprender elementos más sencillos primero.

Me acerco al Profesor y le habló, algo histérica por su absoluta falta de comprensión.

- ¿Cómo que demasiado complejo? Te he dicho que hagas un maldito martillo, ¿qué es lo que no entiendes? Dioses de la niebla... - Me giro hacia atrás y de golpe, de todas las piedras de alrededor empieza a salir niebla - Vale, ya podéis usar la piedra. Incluso yo puedo no darme cuenta de estas chorradas, maldita sea, si no podéis usar piedras, avisadme. Tenéis las herramientas que os di, podéis usarlas para crear nuevas herramientas. Podéis talar los árboles que vayan creciendo para obtener madera, pero no los taléis todos o no podrán aparecer nuevos. 

Cuando acabo con el Profesor, busco a algún kujua de apariencia carismática, pero que no parezca el más listo entre la población, no queremos gastar las mejores mentes en tareas tan poco importantes.

- Buenos días, hijo mío. Has sido elegido. Tu objetivo será difundir mi palabra. Yo siento vuestro apoyo, siento cada vez que uno de vosotros piensa en mi, y eso me da poder, y ese poder me ayuda a ayudaros a vosotros, a daros de comer, a crear maravillas como la Escuela Kujua, que por desgracia estáis desaprovechando. Debes ir con el resto, y explicarles que cada noche, antes de ir a dormir, debéis sentaros, mirar al cielo y pensar en mi, para que os de fuerzas y os ayude en vuestro objetivo de llegar al más puro de los conocimientos. ¿Puedo confiar en ti, hijo mío?

El elegido asiente, aunque Hekima sabía que probablemente ese tipo de actividad social no fuese a extenderse fácilmente entre la población, había insertado un germen, una costumbre que poco a poco tal vez le reportase ese bien tan preciado que era la Niebla. 

La diosa pudo observar como un nutrido grupo de Kujuas comenzaban a explorar las posibilidades que les brindaba la piedra. No había pasado desapercibida su reacción hacia el kujua que se le había acercado, y algunos de los miembros de la tribu, comenzaron a rehuirla. Esas explosiones de emoción, estaban tan lejos de su naturaleza que no sabían como reaccionar. 

- Ahora que tenéis piedras, debéis construir hogares. No podéis seguir viviendo aquí fuera, expuestos a las inclemencias del tiempo. Profesor, escoge a unos cuantos kujua fuertes, deberán usar toda su fuerza para construir las casas usando piedras. Yo os guiaré.

-¡Basta! Nos pides lo imposible, acabamos de ver estos materiales, ni siquiera hemos empezado a trabajar la piedra. No hemos creado las herramientas, y sinceramente esta...- Señala el pico-... está más allá de nuestra comprensión actual ¿cómo conseguimos que se vuelva la piedra así de fina y que siga siendo resistente? ¿Como unímos la piedra a la madera? ¿Es esto piedra también*? Por no mencionar que ningún Kujua parece demasiado apto para la tarea de cargar piedras. No se que tendrías en mente, pero me parece una mala idea. Necesitaríamos un material más blando para poderlo trabajar con facilidad

Otro de los Kujua, se rascaba la cara nervioso, algunas de sus escamas habían saltado

- Diosa, desde que vinisteis, no habéis dejado de trabajar con nosotros. Tal vez sea hora de que se tome un descanso y vuelva a su lugar de origen. Así nosotros tendríamos tiempo de investigar y trabajar a nuestro ritmo.