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Odisea De Los Señores Del Dragón

Deidades

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16/11/2020, 22:19
Narrador

Titanes

Los Titanes son poderes divinos nativos de Thylea, y han existido desde los albores del tiempo.

Thylea, La Gran Madre de Todos
Thylea es de quien recibió el nombre la Tierra Perdida. Ha tomado la forma de un árbol gargantuesco que crece en una isla en el corazón del Golfo Cerúleo, y sus seguidores creen que sus raíces se entierran profundamente, manteniendo al archipiélago unido en un abrazo eterno.
Se cree que Thylea es una Diosa generosa y dadora de vida. Los druidas del Bosque Viejo creen que comunica su voluntad a través de los cambios de estación, en lugar de con palabras. Un verano prolongado es un signo de su aprobación, mientras que un invierno largo expresa su disgusto.

Kentimano, El Gigante de los Cien Brazos
Kentimano fue el Titán más poderoso. Se cree que es tanto el esposo como el eterno guardián de La Gran Madre. Se encuentran muchas referencias a él en la poesía de los Gygans y los centáuros, pero pocas fuentes confiables han sobrevivido a los estragos del tiempo.
Kentimano suele ser representado con cincuenta cabezas y cien brazos.

Sidón, El Señor de las Tormentas
Sidón es el Señor de los Océanos y todo lo que fluye desde ellos. Toma la forma de un hombre colosal y barbudo con tres ojos, y lleva una aterradora guja negra. Él inspecciona la tierra y el agua incansablemente, convocando tormentas
para castigar a quienes lo agravian.
Sidón es un Dios celoso y vengativo, que no tolera la adoración de ninguna otra deidad más allá de él mismo o su esposa, Luteria.
Todos los templos de Thylea temen la ira de Sydon, ofreciéndosele diariamente sacrificios incluso en las aldeas más pequeñas, aún si los colonos siguen orando en silencio por los Cinco.
Cuando los truenos y relámpagos alboroten los cielos de Thylea, es seguro que alguien se ha ganado la ira de Sidón.

Lutheria, la dama de los sueños
Luteria toma la forma de una mujer hermosa de ojos oscuros, que camina sonámbula por el inframundo mientras da la bienvenida a los espíritus de los muertos. Lleva consigo una hoz de cristal, que usa para cosechar las almas de aquellos que la han disgustado cuando estaban vivos. Luteria ordena a sus seguidores a vivir sin remordimiento, a beber, a bailar, y a darse un festín con todo lo que sus corazones deseen, pued cada día podría ser el último.
Ella es la madre de las razas feericas de Thylea, a las que trata con favoritismo.
La adoración de Luteria es inusual entre colonos, pero sin embargo se la honra con múltiples festines y festivales ya que así lo demanda Sidón. Siempre que una bebida se sirva, una libación debe ser ofrendada a Luteria, o de lo contrario se está expuesto a un castigo veloz y cruel.
 

 

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16/11/2020, 22:23
Narrador

Los Cinco Dioses

Los Cinco Dioses son mayormente reconocidos y celebrados como las deidades tutelares de los pueblos colonos.
Con la excepción de Mytros, no se encuentran en los cielos, sino que comparten la tierra con su gente. Más de una vez se han casado y formado familias, gobernado ciudades y dado origen a descendencia semi-divina.
Ayudaron a los colonos y a los Señores del Dragón a derrotar a los Titanes durante la Primer Guerra. Por siglos, han prestado su bendición a las razas mortales, salvaguardándolos del tiránico dominio a manos de Sidón y Luteria.
Altares a Los Cinco pueden encontrarse en casi cualquier hogar colono, donde las plegarias son acompañadas de gestos que los guardan de las celosas miradas de Sidón y Luteria.

 

Mytros, la Diosa del Amanecer
Mytros, llamada por algunos la "Reina Plateada" es la más benevolente de los Cinco Dioses y la diosa patrona del reino más importante de Thylea. Se le acreditada a ella la supervivencia de la ciudad durante la Primera Guerra y sus secuelas, y se dice que puede aparecerse a sus clérigos como una reina guerrera envuelta en una armadura de oro.
Habiendo ascendido a los cielos tras una cataclísmica batalla contra los titanes, ya no camina entre los mortales. Ella es la más poderosa de Los Cinco, y la fuente de la más poderosa magia clerical en Thylea.

Volkan, el Dios de la Forja
No se sabe mucho sobre Volkan, excepto que es el esposo de Mytros. Se le atribuye dominio sobre los artificios y las artesanías, y es mayormente adorado por enanos, herreros y magos.
Suele representarselo como un hombre (a veces un enano) anciano y de aspecto sabio, y se dice que durante el solsticio de invierno, recorre Thylea Central repartiendo juguetes y dulces entre los niños.

Pythor, el Dios de la Batalla
Hijo de Mytros y Volkan, Pythor se presentó ante los colonos durante la Primera Guerra, luchando incansablemente contra los centauros y gygans que amenazaban con arrasar la ciudad de Mytros. Sus hazañas fueron inmortalizadas en canciones que aún se escuchan, y se dice que a menudo ha caminado entre los colonos con disfraz mortal, compartiendo su cama con ellos y dejando tras de si una progenie de semidioses.
Hace unos pocos siglos, se volvió el rey e la ciudad de Estoria, tras derrocar a un tirano demente.

Vallus, la Diosa de la Sabiduría
Vallus es venerada como la diosa de la sabiduría y la belleza, y se cree que ella sabe tanto sobre la historia de Thylea como Sydon y Lutheria. Una vez fue reconocida por haber viajado a lo largo y ancho del continente, explorando ruinas antiguas y recolectando piezas de conocimiento acerca de los origenes de esta tierra y de las razas feericas que la habitan.
Se le suelen enviar plegarias cuando se necesita tomar decisiones, y la información parece esquiva o escasa.
Ella es la mayor de los hijo de Mytros y Volkan, y en muchas formas ha heredado el legado de su madre, sirviendo tanto de reina como de patrona a la ciudad de Mytros.

Kyrah, la Diosa de la Música
Kyrah es venerada como una Diosa embaucadora y traviesa, patrona de la música y la poesía. Es la más veloz de las deidades, siendo capaz de desaparecer en un parpadeo, y de recorrer enormes distancias con cada paso. Se dice que su voz es más hermosa que la de cualquier instrumento musical, sin embargo son pocos los altares dedicados exclusivamente a ella, siendo mayormente reverenciada por los bardos itinerantes que la han nombrado como La Musa.

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27/11/2020, 19:46
Narrador

 

El mito de la creación

 

Thylea era parte de los Dioses Antiguos, que eran ya viejos cuando el mundo era joven. Gentil y generosa, Thylea había nacido en un tiempo de guerra y caos entre los de su tipo. Negándose a tomar lado en aquellas disputas, vivió toda su vida en silencio contemplativo, sin nunca decir una palabra
Pero aunque Thylea fuera silenciosa, poseía una voluntad férrea y poderosa, que los otros Dioses respetaban. Incluso Kentimano de los Cién Brazos, el más violento y belicoso de todos ellos, se sentía atraído por su fuerza muda. Solo ella de entre todos los Dioses pudo apagar su temperamento furibundo con su espíritu calmo.
Eventualmente, Thylea se hartó de aquel conflicto interminable, y decidió aislarse de los otros Dioses, buscando paz en las más lejanas regiones del océano. Kentimano, en ese entonces su amante y protector, la siguió, dando la espalda a la guerra y la violencia para recorrer junto a Thylea el camino de la tranquilidad.
Solos, la pareja fue feliz por un tiempo. Pero Thylea seguía sintiendo todo el dolor y el sufrimiento del mundo, como un millón de flechas perforando su alma bondadosa, y con el tiempo, la alegría se tornó en desesperación hasta que, sin ser ya capaz de soportarlo, Thylea se ahogó en el mar.

 

El surgimiento de las islas 

Pero su muerte no fue una rendición, sino un glorioso sacrificio. El cuerpo de Thylea se desarmó; su cabeza y su torso flotaron de nuevo hasta la superficie para volverse una cadena de islas vírgenes. Su corazón estalló en su pecho, transformándose en un gran árbol, alzándose en el centro del continente al que había parido. Sus extremidades se hundieron hasta el fondo del mar, estirándose y alargándose para transformarse en las raices que conectan cada isla, nutriendo de fertilidad a la flora y la fauna que comenzó a existir en la superficie de las islas.

 

La pena de Kentimano por la pérdida de Thylea era inconsolable. Sin ella para controlar sus ánimos, sucumbió nuevamente a sus impulsos más violentos. Gritando con furia a los cielos, se sacudió iracundo en los océanos que rodeaban el cuerpo de su amada, desatando terribles tormentas y enormes olas que amenazaban con tragarse las islas recién nacidas.
Sin embargo incluso después de su muerte, una parte del espíritu de Thylea permaneción en el gran Árbol-Corazón en el centro de las islas. Se estiró, silenciosa como siempre, y acarició la mente de su enloquecido marido, calmando el dolor de su alma torturada. Sintiendo su presencia, el gigante de los cien brazos transformó su duelo en un nuevo propósito. Vinculándose a lo que quedaba de su amada con un juramento solemne, Kentimano se transformó en el guardián y protector de las islas, montando una vigilancia eterna alrededor de las cosas vírgenes.
Alimentada por el espíritu generoso de Thylea, y con Kentimano manteniendo a raya a los males del mundo exterior, la vida en la Tierra Olvidada floreció en un paraiso perfecto y sin mácula. Y finalmente, la Diosa que jamás habló se sintió feliz.

 

El nacimiento de los Titanes

Un día, el árbol que se encontraba en el centro de las islas floreció, y produjo siete extraños frutos. Cada uno del tamaño de una roca, resplandecían con colores vibrantes y cambiantes, como si estuvieran vivos. Viendo el tentador tesoro que crecía en las ramas, Kentimano alargó una mano para arrancar los frutos. Sus cincuenta cabezas cabezas se atiborraron con la carne fresca y suculenta, hasta que solo quedaron unos magros carozos llenos de espinas que lanzó al océano.
En lugar de hundirse, los carozos flotaron, y ofendido por su presencia desafiante, Kentimano tomo a cada uno y cerró sus puños con fuerza tal que las espinas se clavaron en sus palmas y lo hicieron sangrar.
Furibundo, el gigante de las cien manos estrelló los carozos contra el fondo del mar, de forma tal que quedaran enterrados en aquellas profundidades barrosas.
La mañana siguiente, los carozos volvieron a flotar hasta la superficie, pero antes de que el de las cincuenta cabezas pudiera tocarlos, se abrieron lanzando hacia la existencia a los hijos de Thylea y Kentimano.
Cada uno de los primeros seis carozos había incubado un único hijo, bendecidos con un atributo o virtud heredada de sus padres: Fuerza, Belleza, Sabiduría, Artesanía, Profecía y Rapidez. A medida que estos seis Titanes se volvieron adultos, se tornaron en semi dioses, cada uno representando la herencia que mejor encarnaba.
Sin embargo, del séptimo carozo nacieron los Titanes mellizos, Sidón y Luteria. Sidón encarnaba la ira furibunda de su padre, y a medida que creció se transformó en el Dios del Tiempo y el Señor de las Tormentas. Su hermana, Luteria, heredó la quietud y la calma de su madre, pero sín su compasión ni su amabilidad. Con el tiempo, se volvería la Diosa de la Muerte y la Señora de los Sueños. 
Pero todo esto ocurriría en el futuro lejano, y Kentimano no pudo prever en lo que sus hijos se transformarían. No pudo imaginar el conflicto y el sufrimiento que los Mellizos traerían a las pacíficas islas. Si lo hubiera sabido, quizás los hubiera ahogado ahí mismo. Pero en su lugar recogió a sus hijos de entre las olas, incluidos Sidón y Luteria, y los depositó con suavidad a la sombra del Árbol Corazón, donde Thylea pudiera cuidarlos.
Habiendo dejado a sus hijos en el cálido regazo de su madre, Kentimano retornó al mar para retomar su eterna vigilancia, obligado por su juramento sagrado de mantener Thylea, y ahora también a sus hijos, a salvo del mundo exterior.