Tras el Fin de la Conjura llegaron los Festejos

Todos observásteis con estupor a los responsables de la Conjura, algunos habían sido obvios pero otros...  ¿por qué? ¿Qué había empujado a aquellos Dioses a arriesgar su eternidad sin ningún tipo de garantias? No sabíais ni siquiera qué sentir, y ver a Zeus y a Poseidón como críos lanzarse al Océano peleándose, no ayudó ni un poco.

En cuanto el barco de Caronte partió con aquellos desgraciados pasajeros, vuestros pensamientos y quizá remordimientos se atenuaros camuflados por los festejos que estaban a punto de comenzar, pues fuere como fuese, la Conjura, para bien o para mal, había concluido.

En cuanto Pan comenzó a tocar su flauta, vuestras mentes se tranquilizaron y los temores y la lástima se disiparon, al menos en parte, a fin y al cabo habíais hecho lo que se os había pedido... 

Bueno, quiza hubo una Diosa que no se dejó llevar por la alegre melodía, pues Némesis siguió mirando con cierto estupor como los más grandes de entre los Dioses habían caído al océano envueltos en una nube de agua y rayos.  Negó con la cabeza lamentando no poder juzgar más que a mortales, pues ella terminaría en un abrir y cerrar de ojos con aquella disputa tan antigua como la existencia.  Podría decirse que aquello era una pelea de chiquillos, o simplemente dos gañanes midiéndose el tamaño de sus respectivos miembros...  De hecho corría cierto rumor, propagado seguramente por Dionisos o Príapo, de que todo se arreglaría si hiciesen un concurso a ver quién orinaba más lejos...  algo que asqueaba sobremanera a Hera, que no deseaba ver cuestionado el mandato de su esposo, pues eso podría costarle la cabeza y el puesto a ella misma.

Los festejos duraron varias semanas, semanas en las que la ambrosía, la música, la comida y alguna que otra orgía a pesar de la ausencia de Dionisos habían sido el tema central del día.  No cabía duda que de aquellos festejos surgirían nuevos Dioses que muchos esperaban supliesen a los que habían sido desterrados...

Una vez concluidos los festejos, cada uno volvió a su lugar, a su hogar y a sus quehaceres, aunque lo cierto es que la normalidad no duraría demasiado tiempo, pues a los pocos meses volvísteis a ser convocados...  pués Iris, la mensajera de Hera, os visitó uno a uno solicitando vuestra presencia nuevamente en el Olimpo, ya que Zeus no había vuelto de su peculiar pelea con Poseidón, y Poseidón tampoco había aparecido reclamando ningún trono...  todo era demasiado extraño, confuso y apremiante...

A pesar del acuciante motivo de la reunión, a pesar de ser la esposa de Zeus y la diosa más poderosa del Olimpo, a pesar de...  tantas cosas, bien era cierto que sin Zeus muchos harían caso omiso de su invitación.  Unos por pereza y lo más preocupante, otros por ambición...

El Olimpo nuevamente os necesita hermanos, pues Zeus sigue desaparecido y Poseidón no ha reclamado su trono, lo que me hace pensar que no lo ha derrotado y que algo les ha ocurrido a ambos.

Corred hermanos, necesitamos unirnos nuevamente para preservar lo que ha de ser preservado.

Hera

¿Quiénes responderían? ¿Quiénes acudirían a la llamada? Una mezcla de curiosidad y cierta sensación de peligro se apoderó de vosotros, cuyas dudas terminaron por decantaros, pues debíais acudir.

Tras el pertinente viaje, poco a poco vais llegando nuevamente al Olimpo, y aunque en esta ocasión no son los hijos de Hebe quiénes os reciben sino Temis, ese sólo es el menor de los cambios.

En este caso no os hacen pasar a la sala de votaciones donde se encuentra la Llama Sagrada, ni a la Sala del Trono, sino que os hacen pasar a una especie de plaza rodeada por un foso con 5 asientos y 5 esculturas, curiosamente las de los 5 dioses presentes: Afrodita, Ares, Artemis, Hebe y Némesis, los únicos que habéis acudido al llamamiento de Hera.

Temis os fue colocando a cada uno en vuestro lugar mientras negaba con la cabeza - Sólo 5 habéis acudido, sólo 5 habéis sido leales...  y la Conjura parecerá un juego de niños en comparación con lo que os espera.

- Hera aún desea esperar un poco más, por lo que deberéis esperar a que acuda a este lugar.  Si necesitáis algo en su ausencia no tenéis más que solicitarlo.

- Lo único que yo puedo avanzaros es el mismo temor que nos acongoja a todos, la ausencia de Zeus nos tiene confusos y temerosos, dejando demasiado al descubierto el Olimpo y las vidas de demasiadas personas.

Tras sus palabras, la Diosa, que ya no se mostraba tan hostil como durante la conjura sino que parecía preocupada, se quedó a la espera por si se os ofreciese algo durante la espera.

En el horizonte, rayos estremecedores hacían huir a los animales y producían temblores que sacudían la tierra. Yo los observaba desde el barco en el que viajaba, rumbo al Olimpo, para responder a la llamada de Hera. La piel se me erizaba con cada uno de esos rayos, viejas memorias que nunca podría superar. Recordaba muy bien las transgresiones de Zeus, y hervía por dentro, con la venganza reflejada en mi rostro, pero estaba lamentablemente fuera de mi alcance. Sin embargo, como Diosa del Equilibrio, tampoco podía aceptar que fuera derrotado por Poseidón, ya que eso significaría hundir el mundo el un desbalance mortal. "Que día más de mierda" fue todo lo que atiné a pensar, preocupada, por el destino de todos. Esperaba, deseaba incluso fervientemente, encontrar algo de coherencia en la reunión que nos permitiera salir adelante de este embrollo. Ahora más que nunca, había que hacer las diferencias a un lado, y empezar a tirar todos juntos hacía una paz que asomaba lejana.

Una vez hube llegado, pude comprobar que no eramos muchos los allí presentes ("Tan solo cinco, ¿eh?"). Apareció Temis, la diosa que había cumplido un rol muy importante en traer justicia a los conjurados, apóstatas seguidores de Poseidón y del Desequilibrio. Me alegró un poco ver una cara familiar y afín.

- Te saludo, Temis, es una agradable sorpresa cruzar caminos de nuevo. -

En cuanto recibió la nueva citación para ir al Olimpo, Ártemis hizo de ella su mayor prioridad. La última vez que se había solicitado su presencia se estaba fraguando una conjura en contra de su padre y, tal y como habían acabado las cosas, no podía ni quería pararse a aventurar qué podía estar sucediendo en esta ocasión. Cada vez que pensaba en el tiempo en la traición impulsada por Poseidón lo hacía con una especie de dolor y rabia, especialmente por aquellos más cercanos a ella, como su propio hermano mellizo.

Sin hacerse de rogar, la diosa de la caza viaja hasta allí para ser recibida por Temis. Ártemis lleva su inseparable arco colgado al hombro y un carcaj repleto de flechas a la espalda, como es habitual en ella. En cuanto la ve, saluda a Temis con una sonrisa y una inclinación de cabeza, sin duda se había ganado el respeto de la virginal diosa por su labor en la conjura.

Tal y como se le indica, se dirige a la circular sala decorada con grandes estatuas de algunos de los dioses.

¿Tan solo cinco? ¿Nos hemos vuelto todos locos?

Con un sonoro resoplido, camina hasta examinar los rostros de cada una de las estatuas. Tanto Ares, como Afrodita y Hebe se habían ganado su cariño y admiración por su activa colaboración para descubrir a los traidores de Poseidón y se alegraba de volver a verles. Némesis siempre se había mantenido neutral en ese tipo de situaciones, tal y como es propio de su naturaleza, pero si estaba hoy ahí, la consideraba una hermana más.

El colérico dios de la guerra griego se hallaba en medio de un nevado bosque de la Europa del Este, descargando una y otra vez su hacha de leñador contra una pila de leña con la que después alimentaría el fuego de la pequeña cabaña en la que se había trasladado a vivir. Era el descanso del guerrero, lo que siempre había deseado.

Exhibiendo su hercúleo y fornido torso desnudo, Ares hacía descender su hacha contra los trozos de leña con la misma facilidad en que hundía su lanza en las entrañas de los enemigos. Concentrado en su nueva labor, el salvaje dios tarareaba la que ya consideraba la canción más hermosa del mundo de los mortales:

En medio de aquella deliciosa paz, Ares se mantenía al margen de las conjuras del Olimpo, de las curdas épicas de Dioniso, las rivalidades con Heracles y los eternos silencios de Hermes. Era su sancta santorum, su ritual de cada mañana. Partir troncos de leña en territorio soviético para fortalecer su espíritu guerrero.

De pronto, sintió un rugido a su espalda y, al girarse, pudo contemplar a un inmenso oso pardo que se abalanzaba sobre él.

Ares no lo dudó. Cerró su puño derecho y atizó a la bestia en las mandíbulas.

El pobre animal gimió, dolorido, y echó a correr en la dirección contraria, perdiéndose entre la espesura del bosque en cuestión de pocos segundos. El dios de la guerra ladeó su cuello hacia la derecha, haciéndolo crujir.

-Se acabaron los troncos de leña por hoy -indicó, en tono grave, recordando el mensaje que no hacía mucho le había enviado su propia madre.

Sin más, el dios de la guerra se dirigió hacia el Olimpo, armado con su lanza y su escudo para acudir a la petición de Her. Al llegar, se sorprende de advertir que no sólo la que le recibe es Temis, sino que sólo cinco dioses han acudido a la llamada.

-Cobardes -murmura, apretando los puños-. ¿Habéis probado con buscar a Dioniso dentro de una cuba de vino o a Himeneo en el jardín de infancia? -El guerrero comienza a moverse de un lado a otro, inquieto-. Se escaquean, siempre se escaquean... Y Hermes... Grrr... Seguro que se ha quedado dormido en medio de alguno de sus viajes. -Se rascó la cabeza, pensativo, preguntándose dónde estaría su hermano varón favorito. "Aparecerá en el último momento para ayudarnos, igual que durante la Conjura" se dijo, convencido, sin querer darle más vueltas.

Más relajado, Ares se acerca a las cuatro diosas que le acompañan, las únicas que, junto a él, han permanecido leales y dispuestas a responder al mensaje de Madre.

-Hebe -saluda a su eternamente joven hermana. Luego, se acerca a Ártemis y la palmea en el hombro, con un afecto poco propio de él-. Hermanita... -El belicoso dios no olvidaba que la arquera había sido crucial para acabar con los conjurados.

Última de todas se dirigió a Afrodita. Se dibujó una ligera sonrisa en los labios del guerrero mientras observaba la curvilínea figura de la diosa del amor. Sobraban las palabras. Era una suerte que aquella vez Hefesto no estuviera junto a ellos.

Hebe salió de la habitación que compartía con su esposo cerrando la puerta con decisión, por encima de su vaporoso vestido se había puesto una ligera pero larga capa cuya capucha permanecía retirada a su espalda, después del "intercambio de opiniones" que había tenido con Heracles esa había sido la única concesión. 

Mientras sus pasos la llevaban hacia el lugar al que habían sido convocados, su mente repasó lo que había ocurrido cuando recibió la misiva de su madre y los momentos posteriores.

Un suave golpe en la puerta llamó la atención de los ocupantes de la estancia que estaban haciendo... lo que solían hacer después de que el antiguo héroe regresara de uno de sus viajes, sin molestarse en acabar y con algo de irritación en la voz, dieron permiso a la vez para que quien fuese pasase. Iris entró volando en los aposentos y, haciendo caso omiso a la imagen, entregó un trozo de pergamino doblado a cada uno para luego retirarse rápidamente.

La mensajera daba una idea bastante segura de quien había sido el dios que había emitido las hojas que tenían entre las manos y cada uno de los miembros del matrimonio hizo lo más normal en ellos. Mientras Hebe se sentaba en la mullida cama y comenzaba a leer la invitación con preocupación en su rostro, Heracles la arrugó y con mucho estilo la lanzó a través de la habitación, como si fuese una pelota, su objetivo era la palangana situada frente al espejo en la cómoda. La bola dio en el borde del objeto de metal, saltó hacia la superficie reflectante y con un golpe silencioso volvió a caer hacia atrás, su destino final fue el agua destinada a lavar a la pareja y allí se empapó y sumergió.  

El hijo favorito de Zeus levantó los musculosos brazos con las palmas hacia arriba y los movió arriba y abajo, su boca simulando el murmullo de una multitud asombrada por una proeza. Un suave golpe en su cogote hizo que se callase, bajase los brazos y voltease con las cejas fruncidas para ver qué quería su esposa.

-Vamos Her, deberías darle una oportunidad... pensé que el tiempo pasado en las profundidades había limado vuestras asperezas. -un mohin adornaba el juvenil rostro de la diosa.

La cara del hombre no pudo seguir aguantando el gesto y una sonrisa burlona apareció mientras contestaba.

-Y lo hizo, llegamos a un acuerdo de no agresión, pero eso no significa que vaya a ser su perrito faldero.

Hebe hizo rodar los ojos y abrió la boca para contestar, seguro que tenía muy buenos argumentos para diferenciar las acciones de 'respetar' y 'arrastrarse', pero ninguno salió de sus labios. En cambio éstos se encontraron de lleno con los de su esposo y ambos se dedicaron a ocupar sus cuerpos y sus pensamientos con menesteres ajenos a la reina de los dioses.

~...~

La pareja se hallaba de pie, ella estaba arreglando el vestido que llevaba y él cogia sus manos tratando de alejarla de su empeño, ni el hombre utilizaba toda su fuerza para imponer su voluntad ni la mujer se daba toda la prisa que podía. 

-No iremos, no vayas, no tienes que demostrar nada. -la voz grave luchaba por mantener un tono calmado.

-Hera nos ha llamado y debo acudir para saber qué pasa y qué se va a hacer.

Había una calma fría en las palabras de ella, como quien le explica por enésima vez las cosas a un niño. Un suspiro de frustración se escuchó, ambas voces mezcladas en un mismo gesto.

-Vamos Heb, -dijo el dios imitando las palabras y el tono anteriores de la mujer -deberías darme una oportunidad... seguro que estás mejor conmigo.

-Seguro, -fue la rápida respuesta que obtuvo -pero tú has sacado la pajita más corta. Además acabas de volver y seguro que estás exausto...

El tono sugerente con el que acabó su frase, y el repaso que hizo del cuerpo bronceado, hablaba de algo más que cansancio por el viaje. Un suspiro, esta vez de resignación, salió de los labios del dios que sabía que si la dejaba hablar no tendría escapatoria y sí un buen dolor de cabeza.

-Está bien, me quedo a cuidar del Olimpo, pero tienes que prometerme que serás prudente. -las grandes manos subieron hasta sujetar las mejillas suaves y encontrar esos ojos que amaba.

La cara de la diosa de la juventud se puso seria, inclinó ligeramente la cabeza para presionar su rostro contra la piel caliente de su esposo y su mano acarició la mejilla rasposa. 

-Como desees...

Las callosas manos cogieron una fina capa y la pusieron sobre los hombros desnudos de su esposa.

-Vuelve -fue el susurro que se escuchó mientras la puerta se abría y se cerraba.

La diosa sacudió la cabeza, no sabía qué tenía pensado su madre pero tenía claro que los dos no debían acudir al llamado, la última vez que lo hicieron uno acabó en el Inframundo y el otro en las profundidades del Océano. Por suerte sus familiares lograron dar con todos los conjurados a tiempo, pero un poco más y no lo cuentan. Una vez y no más, habían sido las palabras en el pensamiento de Hebe, no se volverían a arriesgar los dos. 

Un número indeterminado de pasos después, Hebe llegó ante Temis y pudo contar con los dedos de una mano los dioses que habían acudido a la llamada. Los ojos de la joven miraron a sus familiares con cariño mientras escuchaba las explicaciones de la diosa de la justicia y, al acabar ésta, se pudo oír la voz del único hombre de la sala quejarse de algunos de los dioses que no habían acudido.

-Hermano, mantén la calma y podremos disfrutar de tu mejor versión. -saludó de vuelta al dios de la guerra para luego acercarse a las diosas y abrazarlas mientras las saludaba -Mi corazón se alegra de que estés aquí Dita. La puntería de la mejor arquera del Olimpo calma mis temores Ártemis. Némesis, tus habilidades y tu buen juicio son una fuente de inspiración.

Luego su mirada paseó por la sala en la que se encontraban y se preguntó cómo habían sabido qué estatuas tenían que decorar la estancia, cuando hasta hace poco mi ella misma sabía que se presentaría. 

Tras terminar la Conjura Dita no perdió el tiempo, volviendo a sus quehaceres como buena diosa. Estaba disfrutando detrás de cada beso, cada caída de ojos o caricia discreta, incitando a las parejas a pasionales noches que nunca olvidarían y subiendo el índice de natalidad en varios puntos clave del mundo.

Recibió la citación de Hera cuando estaba en la cama, apartando un brazo del hombre dormido con el que había yacido esa noche, levantándose mientras se cubría con la sábana y leía el contenido. Suspiró, más por saber que podría repetirse el encierro del Olimpo donde tendrían que señalarse unos a otros hasta encontrar al culpable.

Si cerraba los ojos podía sentir el Inframundo, el calor que emanaba el lugar, la soledad y el aliento de cancerbero en tu nuca. Podía sentirlo a él.

Al llegar a la sala de votaciones saludó a Temis con un beso en la mejilla y, pasando a la plaza, vio las estatuas. Se detuvo en su representación, admirando la imagen que tenían de la ferviente diosa mientras la bordeaba y asentía un par de veces.

- Me han hecho demasiado culo, pero gano más al natural.- Poco a poco fueron llegando los dioses, muchísimo menos de los que esperaba, ni siquiera su esposo quien había dejado en la fragua y creía que también recibió la misiva. Tal vez llegan tarde.- Se acercó a los que se habían presentado, saludando uno a uno.- Me alegra verte, Ártemis, ¿sigues tan virginal como siempre? – Un ligero beso en los labios para la cazadora, recordando los momentos vividos en el Inframundo.- Hebe, estás espléndida. Volver con tu marido te sentó bien, no hay quien te reconozca preciosa.- Con la joven, quien había compartido interminables charlas y disputas en post de descubrir a los conjurados, se acercó lo suficiente para ponerle las manos en la cintura, dibujando sus curvas, y terminar en sus senos sin ningún tipo de tapujo, como si las pesara.- Némesis, mi dulce justiciera.- A la última fémina la abrazó, dedicándole un susurro final cerca del oído.- Desconozco si vendrá, pero mi esposo te dedica un “JAJAJA” de su parte.

Y, como no, Ares, aquel que le sacaba una sonrisa de enamorada y encendía sus mejillas con el mismo color que su cabello.

- Ares.- Asintió a modo de saludo sin dejar de mirarle, hablándole a través de sus celestes ojos mientras recordaba las continuas noches que habían pasado en la cabaña del guerrero. Se cruzó de brazos, controlándose por no lanzarse a sus brazos y despojarle de la armadura que vestía, al menos no antes de saber qué estaba pasando.

Interrumpiendo vuestras conversaciones aparece el ya conocido arcoiris que sirve a Iris de puente, y sobre él aparece Hera con claras muestras de preocupación en su rostro.

Se desliza sobre él casi como levitando y se sitúa en el centro de todos vosotros:

- Sois muy pocos lso que habéis acudido - dijo con pesar - y desde luego no contaba con que algunos de vosotros a los que me une un pasado hostil viniéseis, por no hablar de la visible ausencia de tantos de mis hijos, que no parecen preocupados por su padre en lo más mínimo...

- Todas nuestras rencillas pasadas deben ser ignoradas, pues una nueva prueba se presenta ante nosotros, y a juzgar por los acontecimientos, dejará en un juego de niños la conjura que hemos vivido recientemente.

- Como os dije cuando solicité vuestra presencia, Zeus ha desaparecido.  La última vez que se le ha visto ha sido cuando cayó al océano luchando con Poseidón.  No tenemos más información pero presumo que no fue derrotado, pues Poseidón no habría tardado en reivindicar el trono y no lo ha hecho.

- Pero eso no es lo único preocupante, pues las puertas del Inframundo se han cerrado y nada ni nadie puede traspasarlas, al menos nadie que no haya muerto...  eso nos hace pensar que Perséfone, una de las conjuradas, puede haber tenido algo que ver en todo esto, pues es bien sabido lo mucho que la ama su esposo, y quizá no esté dispuesto a castigarla como corresponde.

- Además, están empezando a desaparecer algunos dioses...  cada día más, y no se sabe lo que ha sucedido con ellos.  Los primeros en desaparecer fueron Eris, Pan y Selene.  Supongo que Eris huyó por temor a las represalias ¿pero Pan y Selene? Todo esto me tiene confundida... 

- Tampoco aparece Dionisos desde que se fuese al encuentro con su esposa en el Tártaro.

- Tampoco sabemos dónde se encuentra Hermes, Eros y un largo etcétera de dioses que cada día desaparecen, aunque curiosamente sus labores sigan cumpliéndose.

- Hijos míos, hermanos, compañeros, estoy totalmente sobrepasada por los acontecimientos y necesito vuestra ayuda.  Me gustaría escuchar lo que tengáis que decir y que entre todos planifiquemos un plan de acción.

Una risa cristalina salió de la joven diosa cuando Afrodita se dirigió  a ella y la 'midió', por un momento se olvidó del motivo por el que estaban allí y contestó con picardía.

-Si quieres un reconocimiento, cuando acabemos con esto hablamos...

Su buen humor cambió rápidamente con la llegada de su madre, no por que fuese ella si no por lo que les iba a decir. Lo primero no era nada nuevo, Hebe lo sabía y no era bueno que el trono estuviese tanto tiempo vacío. Lo que dijo acerca del Inframundo, a pesar de no gustarle, era hasta cierto punto comprensible dado el rol que había tenido Perséfone. Pero cuando habló sobre que habían desaparecido dioses, los ojos de la joven se abrieron bien, como si por ellos pudiese captar mejor las palabras.

-Pan y Selene podrían estar recordando viejos tiempos, Eris y Dionisios seguro que están lamiendo sus heridas, pero que el resto no aparezcan y todo siga igual... no estoy segura de las consecuencias.

Se refería a que si sus funciones seguían cumpliéndose, los mortales no se darían cuenta de su ausencia y eso era bueno, ¿no?... o quizás había alguien aprovechándose. ¿Podría algún dios tener suficiente poder para retener a los desaparecidos y además cumplir con las obligaciones de todos ellos? No le parecía probable, pero no sería ella la que calificaría tal cosa como imposible.

Ártemis corresponde al saludo de cada uno de los dioses a su llegada. El buen ambiente que reina entre ellos tras haber tenido que hacer frente juntos a la conjura de Poseidón es más que evidente. Unos y otros intercambian palabras amables y sonrisas. Solo la llegada de Hera consigue interrumpir el áura que reina. Las palabras de la esposa de Zeus consiguen inquietar a la diosa de la caza.

-¿Padre desaparecido? Hera, ¿sabemos si hay alguna noticia de Poseidón? Doy por hecho que si no se encuentra ya aquí reclamando el trono, algo debe haberle ocurrido también a él. Incluso es probable que el destino aciago retenga a los tres grandes y haya hecho desaparecer no solo a Zeus y Poseidón, sino al mismo Hades.

Las conjeturas de Hebe sobre el posible paradero de los dioses desaparecidos instan a Ártemis a continuar hablando.

-No sé dónde se encontrarán el resto, pero sí puedo afirmar sin miedo a equivocarme, que Apolo está en el Inframundo. Si se encuentra allí abajo por voluntad propia o no, lo desconozco. Tan solo sé el lugar en el que se encuentra.

-Si Padre ha desaparecido y todo parece apuntar a que Poseidón también, puede que haya sido cosa de nuestro querido tío Hades -dijo el dios de la guerra, apoyando la espalda en su estatua y cruzando los brazos sobre el pecho-. Todos sabemos que Perséfone siempre fue su niña consentida, la que llevaba la voz cantante en esa casa, así que, no sé, ¿puede que Perséfone haya convencido a Hades para que encerrase a sus hermanos en el Inframundo y dejase de ser un segundón?

-Esa podría ser una explicación para la desaparición de tantos dioses. Puede que el tío Hades les haya invitado a dar un viaje por el Estigia en el barco de Caronte. -Ares lanzó una escalofriante risotada, imaginándose que sus cretinos hermanos se hallasen ahora capturados en el Tártaro, compartiendo celda con unos cuantos Titanes. Sin embargo, la mención que había hecho su madre de una de las diosas desaparecidas le hizo adoptar una postura más seria-. Me preocupa Eris. Ella y yo tuvimos nuestros roces durante la Conjura, pero no deja de ser mi hermana, mi pequeña hermana. -Se dibujó una leve sonrisa en el rostro del guerrero, mientras recordaba a la pequeña Eris muchos siglos atrás, antes de que comenzase a lanzar manzanas en las bodas a las que no le habían invitado.

-Creo que deberíamos intentar bajar al Océano para averiguar qué ha pasado con Poseidón y si allí están en las mismas circunstancias que estamos en el Olimpo -sugirió, pensativo.

El viejo Ares hubiera sugerido entrar a sangre y fuego en el Hades o en el Océano, luchar contra todo lo que se moviera y averiguar qué había pasado con Zeus. Sin embargo, desde el momento en que Atenea había sido enviada al Inframundo por traidora, el dios de la guerra había intentado ganar en sabiduría y estrategia militar. A veces, la diplomacia era mucho más útil que la guerra abierta.

-Podríamos intentar hablar con Anfítrite, la mujer del tito Posey -añadió, encogiéndose de hombros-. Ahora mismo, tal vez lo que necesitemos sea una alianza con el Océano, aunque vaya a ser temporal. Y si Ártemis continúa teniendo algún tipo de contacto con Apolo, él podría intentar ser nuestros ojos y oídos en el Inframundo.

El jolgorio terminó cuando Hera se presentó ante ellos, mostrando en su rostro que su llamamiento no era precisamente para invitarles a una merienda para darles las gracias al resolver la Conjura contra su Esposo.

Aunque no lo mostrara le preocupaba qué podría estar pasando ahora, sobre todo que hubieran tan pocos ahora que se confirmaba su ausencia más que tardanza. Ni siquiera una llama de Hestia, quien está en todas partes.- Igualmente oteó el cielo buscando un carro alado, las zapatillas de Hermes o una máquina voladora no identificada de su esposo, lo que fuera con tal de no pensar en el pasotismo ante una importante llamada.

Las noticias volaron de una a una, pensando sobre ello mientras jugueteaba con un mechón de su cabello, rodeándolo con índice para crear un bucle, repitiendo el proceso varias veces mientras escuchaba. La no vuelta de Zeus al trono olímpico, el cierre del Inframundo a las supuestas manos traidoras de Perséfone (algo que a día de hoy seguía sorprendiéndole al haber compartido tantas charlas) y, lo que hizo alzar el rostro, la desaparición de varios dioses, como Hermes o su pequeño Eros.

- Dos grupos, Inframundo y Océano, ¿eso es lo que proponéis? – Tras escuchar a los dioses dio un paso al frente.- Estoy segura que dentro del Inframundo se guarda una información valiosa, ya sea de manos de aquellos que dieron la espalda a Zeus o de las propias almas, sino no tendría sentido una clausura tan repentina.- Meditó unos segundos antes de seguir, mirando a Ares al saber que no iba a gustarle su propuesta.- Creo que lo más conveniente es que vosotros vayáis al Océano, sois duchos en la lucha y Hebe demostró ser perspicaz con sus intuiciones, prácticamente tan certeras como las flechas de Ártemis. Por consiguiente yo iré al Inframundo con todo lo que eso conlleva e intentaré sacar lo máximo posible.- Antes de que el guerrero pudiera reprochar, levantó la palma en su dirección para que esperara.- Fui la que más tiempo estuvo abajo hablando con los Conjurados, desconozco si confiaran en mí para ayudarme en mi propósito, pero lo intentaré.- Sonrió, esta vez mirando a Ártemis.- Estaré siempre al lado de Apolo para que podáis localizarme, ya que parece ser que conoces su ubicación.

Ártemis  asiente con la cabeza al tiempo que escucha a Ares hablar mostrando su conformidad con sus palabras. Al menos, hasta la parte final de su discurso, en la que se ve obligada a intervenir para sacar al dios de la guerra de su error.

-Me temo que no tengo comunicación con Apolo, Ares. Tan solo puedo saber dónde se encuentra, del mismo modo en el que él puede saber dónde estoy yo. Sin embargo, eso no significa que pueda ser mis ojos, boca ni oídos... Me temo que es más rudimentario.

La diosa se encoge de hombros temiendo no poder ser de mayor utilidad, pero, una vez más, no puede reprimir el impulso de tomar ella la palabra al escuchar un nuevo plan. En este caso el de Afrodita.

-Estoy de acuerdo contigo hasta cierto punto, Afrodita. No me parece mal repartirnos las tareas de búsqueda, pero no creo que debas ir sola. Precisamente soy la única aquí que puede dar con uno de los desaparecidos, por lo que creo que yo debería acompañarte al Inframundo. Sé exactamente en qué dirección encontrar a Apolo en todo momento, por lo que si voy contigo conseguiríamos dar con él en la mitad de tiempo que si te encargas tú sola. Además, como tú misma has resaltado, parece que para dar guerra solo contamos con Ares y conmigo, mejor tener a cada uno en uno de los equipos. Hebe, Némesis y Ares pueden ir a los Océanos si lo prefieren.

Némesis permanecía pensativa mientras todos hablábais, confusos por la situación y con cierta sombra de duda y pesar por lo que parecía avecinarse.  La Conjura casi parecía un juego de niños comparado con esto...

Entonces Hera alzó las manos y con una leve sonrisa trató de tanquilizaros - Tranquilos, nada está perdido, y somos Olímpicos no simples mortales jugando a un juego que desconocen por completo.  Mucho se espera de nosotros, esperemos estar a la altura.

- Y ahora veamos lo que tenemos sobre la mesa...

- Lo que parece más evidente es la desaparición de Zeus y Poseidón, algo que me resulta temible, pues son 2 de los dioses más poderosos que existen, y lo que sea que haya conseguido vencerlos o capturarlos posee un terrible poder.  Creo que es buena idea tratar de aventurarse en los Oceános como dice Ares, y ver lo que ocurre por allí, pero pensad en qué tipo de lugar vamos a meternos, se trata de la boca del lobo, donde todos estarán en nuestra contra y deseando arrancarnos la cabeza.

- En cuanto al cierre de las puertas del Tártaro, puede que Artemis tengan razón, y quizá no sólo hayan desaparecido Zeus y Poseidón sino también Hades, lo que deja al mundo huérfano para lo que nuestros enemigos deseen, pues si han podido con ellos tres ¿quiénes somos nosotros para vencerles? ¡pero no será por no intentarlo! Cuando te ocupas de un tigre no le prestas atención al resto de pequeñas criaturas...  y deberemos servirnos de ello para vencer. 

- En cuanto a Perséfone, no es muy poderosa, pero tiene acceso a las peores criaturas que han existido, y muchos contactos, puede que forme también parte de esto, estoy de acuerdo con Ares.

creo que podrías estar en lo cierto, y que Pan simplemente se haya recluido a sus aposentos provados a celebrar, bien es cierto que no se le ve desde el mismo día en que vencimos la Conjura, y fue con Selene la última vez en que fue visto ¿pero como localizar un lugar que no puede ser visto?

- Artemis, no me había planteado que también Hades hubiese desaparecido, quizá por ellos las puertas del Tártaro permanezcan cerradas.

- Parece acuciante también que indaguemos lo que sucede en el Inframundo...  pero me temo Afrodita que estoy de acuerdo con Artemis, no puedes ir sola, y el modo en que crees que puedes atravesar las puertas no funcionará contigo, aunque sí con otra persona ¿pero cómo ir varios entonces? - un brillo iluminó el rostro de Hera, había tenido una idea, una buena sin duda.

- En cuanto a la desaparición de los dioses, el primero en desaparecer fue Pan, la misma noche en que la Conjura fue vencida, y todos conocemos de su gran facilidad de ocultarse.  Por ello creo que él no es uno de los secuestrados, lo que son buenas noticias, muy buenas, ahora entenderéis el por qué.

- Afrodita, tú eres capaz de enviar a una persona un tiempo al Inframundo, pero sólo a una, sin embargo, si encontramos a Pan, el Dios enviado podría llevar consigo los cimientos de su lugar secreto, y así ser más los que descendiesen al Inframundo.

- Propongo por tanto, que unos vayan al Océano, y otros a buscar a Pan para acto seguido ir al Inframundo.

Entonces Temis dió un paso al frente y comenzó a repartiros lo que parecían unas pequeñas piedras ábar, dos a cada uno:

- No las perdáis, pues serán el único modo de comunicarnos.  Este lugar no es una bonita plaza decorada, es un comunicador creado por Hefesto, aunque aún inconcluso.

Tomó entonces dos de las piedras, las de Afrodita y las chasqueó.  Entonces los ojos de la estatua que estaba tras ella se iluminaron - Es tan simple como chasquear las piedras para abrir la comunicación y volver a chasquearlas para cerrarla - dijo mientras lo hacía, apagándose los ojos de la estatua y entregándole las piedras a Afrodita.

- Yo debo quedarme aquí para asegurarme de que todo funcione, y Hera os servirá de enlace.  Esto tiene varias utilidades, no podéis hablar entre poseedores de piedras, esa es la parte que aún no había terminado Hefesto, aunqeu la idea es que se pudiese.  Pero sí podréis comunicaros con este lugar y todos lo que estén conectados en ese momento, por ello es importante que alguien se quede.

- Vibrarán si Hera necesita comunicarse con vosotros, o hay alguien conectado que le diga a Hera que necesita hablaros.  ¿Comprendéis?

- Iris puede llevaros con un arcoris directamente al palacio de Poseidón en las profundidades marinas, pero no al Inframundo, para ello deberemos decidir cómo actuar, y quiénes irán a la búsqueda de Pan.

- Se le vio por última vez en el Olimpo durante los festejos del fin de la Conjura, y creo importante que sepáis que su habitación no surge de la nada, necesita un pequeño objeto como cimiento, una flor, una pequeña roca, cualquier cosa, y desconozco el modo de revelar cuál es, lo único que puedo deciros es que es indestructible mientras sean los cimientos.

- Y por ello le necesitamos, si se esconden varias deidades en el objeto, y la persona que Afrodita envíe al Inframundo lleva el objeto encima, todos viajaréis.

Ártemis y Ares exponen ideas contrapuestas del lado en el que creen está Hades, y la joven diosa tiene que admitir que cualquiera de los dos puede tener razón, tanto puede ser responsable de las desapariciones como ser otra víctima. Luego Afrodita propone ir a los dominios de los otros grandes dioses y ver cómo están allí realmente, mientras se postula para ir en solitario al Inframundo y soslaya el inconveniente de tener que estar muerto para entrar, la diosa de la juventud frunce el ceño. No puede creer que piense en perder su divinidad para poder ir. Y entonces la diosa de la caza dice de unírsele -¿Pero es que se están volviendo locos?- piensa mientras intenta buscar otra solución, siempre hay otra manera.

Por suerte Hera interviene poniendo algo de calma, esbozando un posible camino -Ya me parecía que Dita tenía que tener un as en la manga- y ofreciéndose para ser el enlace entre todos.

Hebe se queda pensando y dudando, no sabe en cual de los dos grupos puede ser más útil, si en el que vaya en busca de Pan para luego ir a los dominios de Hades, o si yendo a las profundidades oceánicas donde fueron lanzados su madre y su esposo.

-Si nos separamos está claro que Artemis y Afrodita han de ir en busca de Pan, lo que casi obliga a Ares a ir al Océano, como bien ha dicho nuestra arquera las únicas dos puntas que tenemos han de proteger a cada uno de los dos grupos. Como habéis propuesto, yo acompañaré a mi hermano al Océano -dice recordando sus últimas palabras hacia Perséfone, no sabe cuánto puede estar de recelosa con ella personalmente y no quiere ser la causante de no llegar a un buen entendimiento.

Se acerca al dios de la guerra y le sonríe recordando los días en los que le ayudaba a vestir la armadura para ir a la guerra.