Partida Rol por web

Descendéis por el arcoiris casi como si se tratase de un tobogán, tratando de ir todo lo rápido que os es posible para evitar que haya caminantes a la inversa...  caéis al océano y comenzáis a nadar siguiendo su estela.

La sensación de no respirar es bastante desagradable, sin embargo si algo tiene de bueno ser inmortal, es que no mueres, no obstante, tampoco disponéis de tiempo ilimitado...

Hebe puso un pie en el arco de Iris y se sintió caer. El cuerpo de la joven comenzó un descenso vertiginoso pero controlado, o eso quiso creer, hacia el resplandeciente azul que se veía al fondo. Su corazón latió muy rápido, el estómago se encogió en su interior y su garganta se atenazó impidiendo salir a un grito que se acumuló en ella. El sentimiento detrás de esas sensaciones era una mezcla de sorpresa, júbilo y, por qué no, también un poco de miedo.

Cuando su cuerpo hizo contacto con el agua todo pareció volverse negro para ella. 

El líquido estaba más frío de lo que esperaba y, aunque eso no debería haber sido ningún problema para su cuerpo, cuando estuvo totalmente sumergida algo dentro de ella hizo 'click'. Por alguna razón entró en pánico. Sus manos aletearon a su alrededor, sus piernas batieron con fuerza sin saber en que dirección se estaba impulsando y su mente luchó por volver a recobrar el sentido, la vista y la templanza.

Haciendo uso de su fuerza de voluntad se concentró en sus compañeros que sentía cerca, poco a poco empezó a distinguir los contornos de lo que la rodeaba y el cuerpo musculoso y atlético de su hermano la atrajo como un faro a un barco en una noche de tormenta.

Se acercó anadeando torpemente y agarró el brazo de Ares, una sonrisa angelical adornó su rostro como si cogerse fuese lo más normal en vista de las profundidades a las que se dirigían. Quizás su 'momento' había pasado desapercibido por el propio chapuzón de cada uno.

A Ares no le agradaba viajar en el arcoiris de Iris por muchos motivos. El primero porque prefería viajar a los sitios por sí solo, aunque sobre todo también porque le producía demasiado mareo. Además, conociendo a Iris y por la forma en que se habían puesto de acuerdo en enviarla al Inframundo durante la Conjura, no se fiaba demasiado de ella.

Acompañado por su joven hermana Hebe y por Némesis, el dios de la guerra no tardó en transportarse a las profundidades del Océano. De inmediato, no pudo evitar sentirse extraño al hallarse debajo del agua. Era una sensación rara. ¿Era así como se sentía Poseidón y su prole? ¿Apenas podían hablar en las profunidades del Océano. Si era así, Ares empezaba a comprender los motivos por los que su envidioso tío siempre había ansiado el Olimpo.

Dotado por su musculoso y entrenado cuerpo, Ares comenzó a nadar impulsándose con sus brazos cuando, de pronto, percibió que Hebe se aproximaba hacia él, agarrándose de su brazo con una dulce sonrisa. El dios de la guerra respondió también con una leve sonrisa, suponiéndose que su hermanita estaba tan nerviosa como él y trató de nadar, guiando a Hebe en dirección al palacio de Poseidón.

-Te... protego... -consiguió articular el dios de la guerra, en un tono de hermano mayor responsable y atento, muy poco propio de él.

Aunque os sentís extraños en el nuevo medio en que os encontráis, localizáis con rapidez y precisión al resto de miembros de vuestro...  ¿equipo? y os concentráis en recorrer lo más rápido posible el arcoiris hasta vuestro destino.  Sin embargo el entorno no es precisamente amigable, pues de repente todo parece lleno de algas que dificultan vuestros movimientos y vuestra visibilidad.

La sensación es angustiante, casi podría decirse que asfixiante, de no ser porque en el océano no se respira...  o bueno, no se respira del mismo modo al que acostumbráis.

Las algas se enredan entre vuestras piernas y vuestros brazos entorpeciendo vuestro nado hasta que cierta sensación extraña os embarga, pues os percatáis de que no se mueven con las corrientes ni con los oleajes que dejáis a vuestro paso, sino que parecen demasiado interesadas en envolver vuestras extremidades, como si quisiesen deteneros.

Un mal presentimiento se apodera de vosotros, hay algo antinatural en esas algas...  cuando queréis daros cuenta, las algas se enredan entre las piernas de Ares deteniendo en seco su nado...

El dios de la guerra no daba crédito a lo que percibía. Percibía su cuerpo tan pesado y aletargado mientras nadaba hacia las profundidades del Océano que apenas podía creer que aquello pudiera estar sucediendo. ¿Es que le estaba fallando su poderío físico?

Aquellas algas estaban envolviendo sus piernas y tratando de envolver las extremidades de Némesis y de su hermana Hebe. "¿Es esto todo lo que puedes convocar, Anfítrite?" se preguntó Ares, con sorna, muy seguro de que sus capacidades sólo podrían estar fallando por la intervención de un tercero.

-Agárrate -le pidió a su hermana, mientras hacía su mejor esfuerzo por continuar nadando hacia delante aun con las algas que se enredaban en sus piernas.

La llegada al Océano fue bastante menos escandalosa de lo que suponía. Había calculado que una armada de bestias marinas estarían esperándonos al final del arco iris, pero no se veía nada cerca, así que me permití relajarme. Sin embargo, no fue así para mis acompañantes, que la estaban pasando mal en el agua, en particular la joven y bella diosa, aunque Ares no se quedaba atrás, luchando como estaba con algas que intentaban atraparlo. Sería mejor que le diera una mano, por lo que comencé a mutar, y brazos adicionales salieron de mi cuerpo, mi cabeza creció, mis ojos se volvieron enormes, y mis piernas se estiraron. Para cuando hube terminado de mutar, era un calamar de tres metros.

Estiré mis brazos hacia Hebe y Ares, tirando del guerrero para desenredarlo de las malditas plantas. Alguien claramente no estaba interesado en recibir nuestra visita...

La sonrisa de Hebe se ensanchó al escuchar al dios de la guerra, pero de repente todo a su alrededor se llenó de verde. 

Mirase donde mirase la diosa sólo podía ver algas acechándolos, cada vez se acercaban más, hasta el punto en el que Ares quedó varado con las piernas aprisionadas. Quizás fue debido a la proximidad de su hermano, quizás es que la diosa se estaba empezando a enfadar, pero esta vez no se quedó quieta. Tomando como punto de apoyo el brazo robusto en el que se sujetaba, intentó esquivar las plantas acuáticas -Dónde está Démeter cuando se la necesita- pensó sintiendo que si la diosa los estuviese acompañando la situación sería muy distinta. 

Entonces algo ocurrió que hizo cambiar su humor y que una carcajada burbujeante saliera de sus labios.

Némesis se transformó en un gran calamar y extendió sus tentáculos hacia la pareja de hermanos, los brazos de la diosa de la juventud rodearon el apéndice lleno de ventosas y juntó los dedos índice y pulgar indicando que todo estaba perfecto. Miró hacia el guerrero y, cuando se aseguró que estaba firmemente sujeto, indicó hacia la base del arco multicolor.

-Rápido. 

Debían darse prisa en llegar al fondo y dar el aviso para que cerrasen el puente, no quería que tuviesen visitas no deseadas en el Olimpo.

Viendo que Hebe estaba preparada (y muy divertida por mi nueva forma) y que había conseguido desenredar a Ares, comenzé a nadar a toda la velocidad que podía hacía el final del arco iris. Era imperativo que cerraramos ese puente inmediatamente, si no queríamos que invadieran el Olimpo y un tritón se termine sentando en la silla de Zeus (la imagen mental me causó mucha gracia). Mientras nadaba, le devolví el gesto a la joven diosa, o más bien lo intenté, haciendo un círculo con uno de mis tentáculos. Como no estaba segura de que lo hubiera entendido, le guiñé el ojo y le hice una caricia.

Némesis pasó a su espectacular y eficaz forma de calamar y consiguió sacar a Ares de su presa de algas perdiendo menos tiempo del esperado, sin embargo, el esfuerzo y la rapidez de actuación hicieron que no prestase tanta atención a su entorno como era habitual, aunque claro, las algas tampoco es que lo permitiesen demasiado bien.  Casi parecían puestas a propçosito como barrera defensiva ¿alguien podía culpar a Poseidón y sus secuaces?

Sin saber muy bien cómo o de dónde, una gran corriente marina comenzó a agitar las aguas y todo comenzó a oscurecerse, arrollandoos a vosotros, a las algas, y a todo pez que estuviese en las cercanías.  

La sensación que tenéis es como si hubiéseis caído por una cascada de remolinos muy violenta, tanto que de no ser por las ventosas de los tentáculos de Némesis, seguramente habríais acabado separados.

Y de repente oscuridad y tranquilidad absoluta, un fuerte olor a podrido y una zona inundada pero ¿sin agua? ¿acaso era una isla? ¿dónde está el arcoiris?

-Gracias -le dijo Ares a Némesis, pronunciando por primera vez esa palabra en mucho tiempo.

El colérico dios de la guerra dirigió una mirada a su alrededor, extrañado por el lugar en el que se encontraban, una zona inundada y que emitía un fuerte olor a podrido. Sin pensárselo dos veces, tomó su lanza y su escudo y se puso en guardia, preparado para hacer frente a cualquier enemigo que pudiera acercársele.

-Esto no es el palacio de Poseidón -murmuró, retrocediendo hasta situarse espalda con espalda con Hebe-. Pero tengo una ligera idea de lo que puede ser...

"El pez grande siempre se come al pequeño" pensó para sus adentros, dejando que apareciese una sonrisa irónica en su rostro.

Ares tomó con fuerza su lanza y la hundió con fuerza en la "isla" en la que se hallaban, esperando algún tipo de reacción.

Hebe sacudió su pelo para que retomase su posición y dejase de estar en medio de su cara, sus manos recorrieron la empapada túnica y la capa que la cubría asegurándose que todo seguía en su sitio, especialmente los objetos importantes, y sonrió a su hermano. El viaje al interior no le había gustado nada pero estaba segura que el de salida no sería mejor, por lo que aprovechó el momentáneo tiempo sin agua para hablar claramente.

-Más que ligera, estamos dentro de una de las mascotas de tito Posi. No nos sueltes Némesis y, en cuanto salgamos, hacia el final del arcoiris como si nuestras vidas dependieran de ello. -bromeó hablando con la diosa-calamar, pero de inmediato se puso seria mirando a Ares -Dale duro.

Le dijo al dios de la guerra al verlo alzar su lanza con claras intenciones de obtener una reacción del monstruo marino, ella primero hubiese intentando convencerlo de que los dejase pasar, pero en realidad no les sobraba el tiempo. Era irónico que ellos como seres inmortales tuviesen que estar pendientes de ese inconveniente mortal.

Como no podía hablar en esta forma, le hice otra caricia a Hebe para que supiera que entendía. Esperaba sin embargo no estar mucho tiempo sin agua en esta forma, porque tarde o temprano me empezaría a pasar factura. Acerqué a Ares a lo que suponía debía ser una de las paredes de los órganos de la bestia en la que nos encontrábamos, con la esperanza que si lo pinchaba lo suficiente, nos escupiría.

Ares trató de atravesar el extraño suelo sobre el que estaban, pensando que se trataba de la criatura en la que se encontraban a ver si así lograban hacerle un agujero para salir por el o que los escupiese, sin embargo la superficie sobre la que se encontraban estaba hecha de restos marinos, sobre todo algas, pedazos de madera y algunos pequeños fragmentos de barcos, por lo que no consiguió nada salvo atravesar un montón de cosas inútiles.

Las algas eran realmente extrañas, increíblemente largas y no paraban de moverse como si de tentáculos se tratase, aunque por ventura, no tenían las mismas facilidades en mar abierto que en este lugar donde seguramente no tardarían en ser digeridas.

Cambié a mi forma humana de vuelta, depositando a Hebe y a Ares sobre el terreno mientras lo hacía. Los tentáculos se encogieron, mis ojos y cabeza volvieron a su tamaño normal, y así como así estaba en mi forma divina.

- Bueno, parece que necesitamos manos extra, y no tentáculos. Si logramos salir de aquí, me convertiré de nuevo para llevarlos conmigo, pero mientras tanto, creo que soy de más ayuda así. -

Observé a mi alrededor, intentando buscar algún punto donde pudiera ver la pared estomacal (si es que estábamos en el estómago) o aunque sea un poco de órganos o piel, o lo que sea que nos sacara de ahí.

Hebe vio que el golpe de su hermano no encontraba animal, sólo restos de infinidad de cosas, y bufó haciendo que un mechón de su cabello se alzara y volviese a caer. Estaban perdiendo tiempo y el arco seguía abierto. Se vio tentada de coger las piedras y golpearlas para cerrar el acceso, ya encontrarían el palacio de Poseidón cuando consiguiesen salir de allí, pero su pensamiento se vio interrumpido por la destransformación de Némesis. El hacer pie en el amasijo de restos que había bajo ellos, llevó a la diosa de la juventud a una idea.

-¿Alguno puede hacer fuego? -sus pasos la llevaron hasta los distintos restos de madera que había, tocándolos y seleccionando los que encontraba más secos -Si los podemos prender quizás logremos algo.

Todavía no estaba segura de qué podía esperar exactamente de la acción que proponía, pero estaba segura que si lograban encender las maderas al bicho que se los había tragado no iba a gustarle.

-Ares, creo que necesito ayuda con esto.

Acarrear trozos de madera no era algo que se le diese muy bien, ella era más bien de decir "Coge ese y ponlo ahí".