Partida Rol por web

Poco se sabe del origen de la isla Tortuga, pero cualquiera que la haya visto con sus propios ojos puede suponer el motivo de su nombre. Sobre el caparazón de la tortuga que viaja por todos los océanos se ha erigido una ciudad que no ha de desmerecer a ninguna otra, con sus gentes y sus quehaceres. En estos días, el ambiente tranquilo se ha tornado pesado para las gentes del lugar.

No es ningún secreto que el antiguo capitán apodado "Barbablanca" protegiese esa ciudad y a sus habitantes del dominio de asaltantes pero, a pocos días de su ejecución pública como miembro de la revuelta de los Emperadores contra la Marina, cientos de piratas se reúnen para darle una merecida despedida durante su fin.

La isla esta dividida en tres núcleos principales, consistentes en la zona industrial, cercana a un montaña artificial de la que se extrae hierro y mármol; una zona urbana donde viven la mayoría de los habitantes y está emplazada en el alto puerto de la isla; y un palacete que sirve como almacén y defensa ante los escasos ataques que sufre, cercano al muelle bajo.

El día a día se pasa en la ciudad llamada Inis, donde las tabernas y los burdeles hacen las delicias de los viajeros que esperan en la isla, siendo la principal actividad de la misma el comercio. La casa de apuestas es el epicentro de la actividad nocturna ya que ha llevado fortuna y desastre a partes iguales a codiciosos marineros que la visitan.

Dentro de la ciudad, el senescal Bai Qu se encarga de la distribución y gestión de los recursos, dejando que las grescas y trifulcas se extingan por sus propios métodos.

Ahora, con la inminente ejecución de los cuatro capitanes más reconocidos del Nuevo Mundo, Bai Qu ha decretado festiva una semana entera y ha llamado agasajar a todos los piratas de las inmediaciones, esperando que todos los marinos que sean merecedores de ese sobrenombre le acompañen en la celebración del evento que la Marina ha preparado para demostrar su poderío sobre los mares.

De una manera u otra has llegado a la isla, sin percances y con todo nuevo por descubrir.

Había pasado ya un mes desde que el Mink decidió aventurarse a las aguas del nuevo mundo desde Zou para dar comienzo a su periplo. Al comienzo fue muy difícil, dependiendo sólo de su bote de madera con una sola vela para ayudarse del viento en el desplazo. No había llevado el curso de las acciones más sensata, pero era lo único que se había podido permitir con sus conocimientos y recursos.

De alguna forma terminó llegando a una isla que se encontraba sobre una criatura viviente gigante, al igual que su tierra Zou. Desde ese punto de vista, Selios no tenía asombro alguno en su cuerpo, al contrario que podía suceder con otras personas.

Ahora que había pisado tierra firme, las dudas sobre el lugar le invadían. Era la primera vez que pisaba territorio “extranjero”, y al mismo tiempo, también el primer sitio donde podría comprobar con sus propios ojos partes de las historias que había escuchado hasta el momento.

El lugar estaba plagado de los que él denominaba minks sin pelaje, al igual que lo era su maestro. Todos de distintos tamaños. Quizá sería bueno no llamar la atención, aunque era posible que eso fuese difícil de conseguir.

Sea como fuere, dejando a un lado lo que la vista tenía que ofrecer, el objetivo inicial estaba claro: Intentar obtener una mejor embarcación. Su actual bote de madera había aguantado más de lo que podría haber pedido, sería todo un milagro que pudiese seguir viajando así. Ya se ocuparía del tema de los suministros una vez diese por zanjado dónde continuar navegando.

Sus piernas lo acabaron llevando al bajo puerto de la isla. Selios trató de utilizar el sentido común pensando que mientras más cerca estuviese del mar, más probabilidades habría de hallar algún lugar relacionado con su búsqueda.

El estado del bajo puerto era impecable, con una docena de barcos fuertemente armados y preparados para el combate pero por suerte, deshabitados. Aquel lugar estaba lleno de gente con aparentemente entrenamiento marcial, protegiendo lo que se suponía la fortaleza de la isla, lugar de defensa en caso de ataque a gran escala.

No había fiesta ni jolgorio en aquel lugar, pero cuando atracabas se sintieron unos temblores menores en el puerto, posiblemente fueran cosas que ocurrían a menudo, porque los guardias que se podían ver por la zona no parecieron darle importancia.

No había sido necesario marcar el amarre pero rápidamente un grupo de tres individuos siguiendo a una pequeña mujer con un extraño sombrero te interceptaron para preguntarte sobre los motivos de tu estancia allí. Las palabras no sonaron amenazantes, ni siquiera coercitivas, pero parecía que aquel lugar no era para civiles y aunque podías ver la duda en los ojos de los soldados que se presentaban, la diferencia de tamaños hacía que se vieran como pequeños niños ante tu presencia, por no hablar de la mujer que esperaba una respuesta mientras te miraba con una férrea determinación.

Pese a que la vista del sitio era algo memorable, parecía ser que el lugar distaba mucho de lo que estaba buscando. Los barcos que ahí había estaban armados generosamente con herramientas de combate y destrucción. Ya le había quedado claro a Selios tras un pequeño vistazo, pero ahora más que antes se reafirmó en que, efectivamente, se había confundido de lugar.

Poco después un pequeño grupo de personas se acercaron hacia él; 3 hombres y una mujer. El mink observó a todos desde arriba, debido a su tamaño. Lo último que quería provocar era problemas a la primera isla en la que había atracado, por lo que pensó que la mejor idea era mostrarse sincero y con actitud cooperativa en todo momento.

—Saludos. Mi nombre es Selios.— El gran varón inclinó levemente la cabeza hacia adelante, realizando un gesto de saludo formal. —He llegado recientemente a la isla en busca de una nueva embarcación y provisiones. He visto que aquí había varios barcos, así que sentí curiosidad y me acerqué a inspeccionar.—

¿Con esa explicación valdría? Selios no apartó su mirada en ningún momento de los hombres o la mujer que tenía delante. Ellos eran los primeros humanos desde su maestro con los que estaba interactuando. No le gustaría dejarles una mala impresión.

El grupo de cuatro escuchó las palabras de Selios con cierto respeto mientras la mujer apuntaba nadie sabe qué en su pequeño formulario. Cuando dio por concluido el relato y tomó la palabra.

- Mi nombre es Serin y soy la contramaestre de este lugar.

Parecía condescendiente ante la presentación del joven mink y se presentó de igual forma, mientras un nuevo temblor poco importante sacudía la zona.

- Este no es el lugar para los civiles. Si quieres buscar provisiones ve al pueblo o serás tomado como preso. - Señaló en una dirección, hacia el otro extremo de la isla. - El astillero también se encuentra allí, cerca del alto puerto.

Por fin bajo su formulario dejando ver una figura estilizada y bien conformada que denotaba que aquella mujer acostumbraba a ejercitarse más de lo que cualquiera de su rango debiera.

- Fílinon, escóltale hasta los límites de la base y asegúrate de que se pierde de tu vista antes de volver. - Le dijo a uno de sus acompañantes mientras uno de los guardias se adelantaba hasta tu lado, esperando que obedecieras aquellas "sugerencias" que te habían hecho pero con un visible temor en sus ojos.

La pequeña mujer se había presentado bajo el nombre de Serin y sus palabras, aunque estrictas, denotaban que tanto ella como sus acompañantes no parecían traer malas intenciones consigo.

—Ya veo.—

Haber puesto pie en una zona restringida había sido sin duda un movimiento desafortunado por su parte. A juzgar por los barcos armados podría tratarse entonces del lugar donde se hallaba la sede de las autoridades de la isla.

A pesar de la baja estatura de aquella mujer, parecía que disponía de la autoridad suficiente para darles órdenes a los otros hombres. No tomó sus palabras como una amenaza, pero sí como una “advertencia amistosa”.

—Así que estaba yendo en dirección opuesta. En ese caso me pondré en marcha de inmediato.—

No le dio importancia al hecho de que la contramaestre le hubiese colocado un escolta, o más bien un vigilante. Imaginaba que si no realizaba ningún movimiento sospechoso, no había razón para mantenerlo preocupado. Una vez Selios supo hacia donde se tenía que dirigir, puso sus piernas en marcha una vez más. Esta vez acompañado.

Mientras caminaba, el leve movimiento de una de sus orejas le recordó sobre un asunto del cual había empezado a sentir curiosidad. No podía evitar otra cosa salvo mirar a su acompañante para saciar su curiosidad.

—Desde que he llegado aquí no he parado de escuchar y sentir unas vibraciones. No son muy grandes, pero sí constantes. ¿Acaso sucede algo?—

El guardia pareció no darle importancia a aquellos temblores y, aunque pensabas que no te contaba toda la verdad, no parecía demasiado problemático todo aquel asunto. Sin embargo, mientras te alejabas con tu acompañante, un nuevo temblor sacudió el lugar y, esta vez, pudiste oír un débil grito de agonía, muy en la lejanía, al mismo tiempo que sucedía el temblor.

Intentaste disimular tu descubrimiento y, una vez que el guardia te abandonó en el linde de los terrenos de aquella fortaleza, permaneciste en silencio, esperando para confirmar tu última impresión.

Tras unos minutos y ahora en completo silencio, pudiste escuchar claramente un grito de lamento al tiempo que sucedía un temblor y no tardaste en reconocer que aquel sonido amortiguado venía de la fortaleza que presidía el puerto bajo y claramente había sido emitido por una "persona" viva.

Debido a que aquel hombre no parecía especialmente dispuesto a responder sus dudas o mantener una conversación en general con él, Selios optó por no insistir más sobre el tema. Sin embargo, que las vibraciones continuasen y él no reaccionara al respecto, le parecía cuanto menos sospechoso.

Después de caminar por unos metros más, el Mink tuvo la sensación de escuchar algo junto a los temblores. Muy débil y casi imperceptible. No fue hasta más adelante, cuando su acompañante empezaba a regresar sobre sus pasos, que afinó el oído con la esperanza de poder escuchar mejor.

Con el silencio de su parte, Selios pudo esclarecer que efectivamente había algo, o más bien alguien, que emitía sonidos desde el lugar donde se concentraba la fortaleza con los barcos llenos de artillería. No sabía de qué podía tratarse, pero sentía mucha curiosidad.

Una de las anécdotas más famosas y de peor reputación que conocía sobre los humanos se trataba de la trata y el uso de esclavos para trabajos forzados. ¿Qué debía hacer? Quería ir y comprobarlo con sus propios ojos, pero ya le habían advertido que su presencia no estaba permitida en la zona.

Después de un par de minutos meditando y debatiendo consigo mismo sobre qué decisión debía tomar, acabó llegando a la conclusión de que iba a infiltrarse como pudiese para saciar sus dudas. La pregunta ahora era cómo podía hacerlo. Si intentaba entrar sin más acabaría descubierto muy pronto, y desconocía si en la noche sería peor. Así pues, por el momento, caminaría cerca de los límites del área en busca de alguna posible brecha que pudiese explotar a su favor.

La fortaleza que protegía la isla parecía realmente inexpugnable para alguien con las habilidades de Selios, por lo que el mink debía escoger si adentrarse por alguna de las entradas visibles enfrentando a todo aquel que se cruzara en su camino o abandonar el lugar, bajo el resquemor de probablemente nunca saber qué ocurría en aquel lugar.

Sin embargo, otra opción que consideró medianamente factible sería entrar por un pequeño desagüe que se infiltraba en la fortaleza, no más grande que 1 m² de sección al que podría acceder arrastrándose y acabar cubierto de la suciedad que se  acumulaba allí y que, sin duda, no iba a ser de buen gusto.

Aunque a simple vista parecía no haber nada que él pudiese usar para infiltrarse sin ser visto, un poco más de tiempo invertido en su búsqueda le permitió hallar un pequeño desagüe que podría suponer una solución a su problema. No iba a ser fácil, por lo que tenía que evaluar bien si quería seguir adelante con aquel movimiento y los riesgos que acarreaba.

Durante unos minutos dudó. Selios había pensado en que otra probabilidad era esperar hasta la noche, o quizá dirigirse a la zona poblada y buscar ayuda a cambio de algunas monedas o favores. Sin embargo, nada de eso le garantizaba más probabilidad de éxito. Además, ¿aquello que estuviese escuchando era realmente tan importante como para tomar riesgos? Y si era descubierto… ¿qué explicación iba a dar? Las preguntas no hacían más que invadir su mente.

Fue entonces cuando después de unos segundos más, el mink cerró sus ojos tratando de disipar sus dudas y aclarar su mente. Se suponía que él había salido a alta mar con el objetivo inicial de comprobar la veracidad de todas las historias y anécdotas malas que había escuchado sobre los humanos. Y aquella era la oportunidad perfecta.

Así pues, finalmente Selios comenzó a colocar su cuerpo al ras del suelo tras haber encontrado resolución en el motivo de su viaje. Aunque otra cosa estaba clara, y es que después de aquello él iba a necesitar seguramente un buen baño.

Selios se adentró por el conducto de residuos de aquella fortaleza, repleto de los deshechos que producían dentro y, aunque quisiera no respirarlo, sentía un profundo asco ante aquel camino que había tomado.

Tardo un par de minutos en encontrarse con una verga impedía seguir más adelante, pero el tiempo y sobretodo la suciedad la había roído tanto que un hombre fornido podría arrancarla aplicando suficiente fuerza. El problema iba a ser el ruido pero, de nuevo, el temblor producido por los gritos ahora cada vez más claros de una persona hacían que fuera difícil identificar un alboroto mientras duraba. Selios la arrancó aprovechando un lamento del prisionero, ya que para eso estaba allí y no había de volver atrás, no tras todo el camino que había hecho.

Cuando por fin salió de aquel pasadizo estrecho, se limpió lo mejor que pudo para no dejar un rastro en el suelo del nuevo lugar en el que se encontraba. Dicho lugar se trataba de una pequeña ciudadela de piedra negra y blanca que albergaba muchos pasillos y alguna sala vacía.

Aunque pareciera estar deshabitada, Selios ya había tenido un encontronazo con las personas que debían residir en aquel lugar pero que, por algún motivo, ahora no se podía ver a nadie.

Siguiendo los ruidos, con cierta precaución, pudo llegar hasta la sala de celdas, donde no pudo encontrar más que a un hombre atado con grilletes a las paredes y que en cada forcejeo, hacía temblar el lugar como si de un terremoto se tratase, aunque se veían incapaz de liberarse.

Sin duda aquel hombre no esperaba visita, y no llegó a percatarse de la presencia de Selios mientras hablaba para si mismo con una voz imperceptible, posiblemente fruto de la locura o de su prolongada estancia en soledad. El hombre tenía un cabello y barba marrón claro con algunos mechones blancos y en su rostro se marcaban varias cicatrices importantes, una de las cuales parecía que le había hecho perder el ojo. Su cuerpo, aunque vestido, se notaba tonificado y, dada su constitución aún sometido por aquellas cadenas, prometía ser tan grande como el propio Selios.

Mientras se arrastraba por aquella desagradable zona, podía notar con la punta de sus dedos como algunas zonas estaban resbaladizas y otras pegajosas. Pensar sobre qué podría ser aquello hacía que por momentos se arrepintiera de la decisión que había tomado. Pero ya que estaba allí, no valía la pena dar marcha atrás.

Continuó el único camino disponible hasta encontrar una verja. Incluso si con la vista no fuera suficiente, el tacto hacía posible que uno se diese cuenta de que estaba bastante debilitada por el óxido y otros componentes que habían entrado en juego. Tuvo que ingeniárselas para arrancarla a pura fuerza bruta, aprovechando que los sonidos que estaba siguiendo eran más fuertes, en un intento por camuflar el ruido metálico.

Luego de un minuto aproximadamente por fin pudo vislumbrar el final del desagüe. La nueva zona a donde había accedido parecía ser amplia, con muchos pasillos y salas que explorar. Selios se desprendió de la mayor parte de la suciedad y siguió hacia adelante.

Al mink le extrañaba mucho que el lugar estuviese aparentemente desierto. ¿Acaso no eran los cuarteles desde donde operaban las personas que custodiaban ese sitio? De repente le vino a la cabeza la imagen de la contramaestre Serin. A pesar de no haber interactuado con ella durante demasiado rato, le había dado la sensación de ser una mujer seria y disciplinada con su trabajo. Si se volviese a encontrar con ella, no bastarían simples palabras de justificación para librarse de los problemas.

Su caminar le había llevado hacia una zona donde, para sorpresa de Selios, se encontraba una persona fuertemente encadenada. Esta parecía querer librarse haciendo gala de su fuerza física, pero las cadenas y la propia estructura demostraban ser más resistentes.

¿Esa persona era uno de los famosos esclavos que algunos humanos solían tener? Él parecía murmurar cosas, pero no era capaz de entender qué estaba diciendo. Sin embargo, una cosa que el mink comenzó a tener por segura era que las historias empezaban a cobrar veracidad.

El varón con pelaje tampoco quería precipitarse demasiado. Recordando las palabras de Serin, los incautos a los que se les descubría fisgoneando por el lugar los terminaban arrestando. ¿Y si en lugar de un esclavo se trataba de un criminal? Al mink le faltaba información.

Siendo consciente de la situación en donde estaba metido, haciendo uso de su precaución, Selios trató de acercarse un poco más al encadenado tratando de no ser descubierto, en un intento de poder escuchar de él qué es lo que estaba murmurando. Quizá las quejas o los delirios de aquel hombre podrían aportarle alguna pista.

El encadenado desconocido murmuraba para si mismo palabras de aliento para liberarse, alegando que debía acudir a su cita.

Perdido en sus palabras y cada vez con menos fuerza en sus intentos de liberarse, sentiste que percibía tu presencia cuando levantó su mirada para fijarse en ti. La sala estaba débilmente iluminada pero sentiste que podía intuir tu presencia aunque no te pudiera ver claramente.

- Has venido, Thronheim. Libérame. - Fue lo poco que pudo decir antes de volver a agachar la mirada. - No puede ser, estas muerto, ¿verdad?

Parecía que la locura se estaba apoderando de su mente, pero su espíritu aún luchaba por resignarse a desfallecer.

A pesar de que Selios creía estar bien oculto, no logró sacar demasiado antes de que aquel hombre aparentemente descubriera que se encontraba ahí. Era de suponer que, para una persona que podría llevar mucho tiempo encerrado, se percatase rápido de cuándo tenía compañía.

Como seguir ocultándose ya no tenía sentido para el mink, este se acercó lentamente hasta quedar parado a un par de metros del encadenado, mirándolo fijamente y percatándose de las cicatrices que recorrían su cara.

—No soy ese Thronheim que mencionas y puede que tampoco haya venido a liberarte.— Pausó. —Pero al menos estoy dispuesto a escuchar el motivo por el que estás aquí. ¿Cuál es la razón que te mantiene prisionero?—

El hombre pareció recuperar la sensatez por un momento al escuchar, seguramente tras mucho tiempo, palabras de otra persona.

- Bai Qu quiere que esté tranquilo. - Dijo respondiendo a tu pregunta. - Ese cobarde me ha encerrado para que no pueda salir al mar.

Con cada palabra, la voz del sujeto se acrecentaba y parecía que recuperaba su interés en liberarse de las cadenas, haciendo que todo el lugar temblara en un nuevo intento de liberarse, denotando que la fuerza que poseía aquel hombre estaba fuera de los cánones humanos.

- Si me liberas, te daré cualquier cosa que me pidas. - Ofreció finalmente mirándote fijamente con su único ojo sano.

—¿Bai Qu?— Parpadeó un par de veces, sin tener idea alguna de quién se trataba. —Debe de ser alguien bastante importante si estás aquí por capricho suyo.—

Aunque el hombre le pidiese de mil formas que lo liberase, el mink no conseguía ver la forma en la que podría hacerlo. Ese prisionero se encontraba bastante sujeto a las cadenas, tanto que incluso su potente fuerza física no bastaba para arrancarlas de la pared o partirlas.

La impotencia del momento le hacía recordar como su maestro era capaz de cortar con su katana hasta la roca más grande y pesada. Sin embargo, Selios era consciente de que su habilidad con la espada no había alcanzado tal dominio y se resignó ante la idea, incluso si esas cadenas hubiesen estado sumamente desgastadas por el óxido.

—¿Y qué motivo puede tener ese Bai Qu para retenerte aquí? Navegar puede ser peligroso, pero no es un delito.—

El varón mink continuaba intentando sacar información mientras tanteaba con su mirada diversos puntos de la sala donde se encontraban, buscando algo que pudiese ser de utilidad para la liberación del hombre encadenado.

El encadenado hombre sonrió al ver que parecías haber aceptado la idea de liberarle.

- Dice que es por mi propia seguridad. - Dijo de modo jocoso para luego escupir sobre el suelo. - Supongo que se referirá a la seguridad de mis enemigos.

La sonrisa pícara se tornó en una que rozaba el sadismo, crédulo de sus propias habilidades.

- No podrás romper estas cadenas, solo se abren con la llave correspondiente. - Hizo un nuevo tirón provocando un temblor carente de la fuerza anterior. - La contramaestre Serin es quien las guarda, esa mocosa.

Pareciendo que no sabías a quien se referías, soltó un soplido de exasperación, inconsciente de que la habías encontrado en tu llegada al bajo puerto.

- Lleva un sombrero gracioso y deambula por el puerto, preguntando a cualquiera que se acerque a él y apuntando tonterías en su dichoso cuaderno. 

A pesar de que el prisionero le había asegurado a Selios ofrecerle “cualquier cosa” como pago por liberarle, las razones del mink distaban mucho de la generosa recompensa mencionada. Si ese hombre estaba contando la verdad, significaría que estaría siendo víctima de una opresión. Y eso en cierta forma le generaba un malestar al varón en su interior. Sentía que no estaba bien y que debía ponerle una solución si sus posibilidades se lo permitían.

Durante la conversación salió a colación otro nombre. Este, al contrario que con Bai Qu, sí le sonaba mucho más. Se trataba de la mujer humana que había conocido en la superficie. No tenía ni idea sobre si se trataba de una ‘mocosa’ o no como mencionaba el prisionero, pero si la única forma de liberarlo era lidiar con ella, entonces tendría que pensar en algo.

Naturalmente aquel hombre desconocía que tanto Selios como ella ya habían intercambiado unas pocas palabras. Decidió creerle, por el momento. En algún pequeño lugar de su mente aún dejaba un espacio para la duda. Todavía era pronto para descartar que se tratase de algún criminal peligroso.

—He visto a la mujer que describes.— Afirmó regresando la mirada hacia él. —Pero parece que va acompañada. Acercarse a ella no va a ser fácil.—

Selios cruzó sus brazos optando por una postura pensativa. Había alcanzado un punto de indecisión y reflexión. Él recordaba muy bien que las palabras de la contramaestre habían sido bastante claras, y sabía que si no gastaba cuidado acabaría de la misma forma que el hombre encadenado delante suya.

Dar marcha atrás tampoco era una opción viable. Ya le había dado esperanzas al humano, y, además, hacerlo supondría una mancha en su código de honor que le acarrearía una vergüenza eterna.

El mink volvió a una postura más natural y centró su atención en el prisionero.

—Te otorgaré un voto de confianza. Desconozco cuánto tiempo pueda llevarme, pero juro por mis orígenes que hallaré una forma de sacarte de aquí. Lo único que pediré a cambio es tu paciencia.—

Con aquello dicho, parecía que sus opciones en la sala de celdas ya se habían agotado. Era momento de moverse hacia otro lugar en busca de pistas sobre cómo proceder.

Selios desandó sus pasos para salir de la fortaleza, pues no sabía cuantos guardias podría haber allí dentro y la oscuridad y el desconocimiento del terreno jugaba en su contra.

Cuando salió de la fortaleza, intentando buscar con la mirada a la contramaestre que antes había conocido, no tardó en encontrarla a la lejanía, acompañada no sólo de los tres guardias que antes había conocido, sino de otro grupo de personas, maniatados con grilletes y que parecía que sería internados en la fortaleza como castigo por algo.

Del grupo de cautivos, un hombre enorme destacaba de entre los demás, corpulento y con una ropa holgada que encabezaba la marcha. A su lado, un hombre mucho más pequeño que llevaba un discreto chaleco negro y una camisa blanca, que no parecía disgustado con encontrarse en aquel lugar. En tercer puesto estaba un hombre trajeado que llevaba una bandana anudada en la frente y un montón de pendientes y abalorios. La penúltima posición la ocupaba la única mujer del grupo que comía relajadamente mientras cargaba un arco de extraña manufactura a su espalda y que al parecer no le habían requisado al capturarla. Cerraba el grupo un joven pelirrojo que hablaba sin parar, aunque no podías escuchar lo que decía, parecía no estar conforme con aquella situación.

Fuiste consciente entonces de que los temblores producidos por el hombre capturado no habían ocurrido en un buen rato y, ahora, veías una posibilidad de ver qué tramaba aquel grupo de presos junto con la contramaestre Serin y sus tres guardias.

En pocos minutos se adentraron a la fortaleza por la puerta principal, saliendo de tu vista y adentrándose en el terreno que ya conocías.

Selios terminó por regresar usando la ruta que lo había llevado al interior de aquella fortaleza y oscura sala de celdas. Una vez su nariz olfateo de vuelta aire fresco, volteó su mirada hacia ambas direcciones en busca de la contramaestre. No llevó mucho tiempo localizarla. Por suerte, su aspecto físico la hacía destacar por encima del resto de personas que hubiese por los alrededores.

Con la contramaestre Serin localizada, ya sólo le quedaba idear un plan para poder acercarse a ella y hacerse con las llaves de alguna forma. Era natural que no sería tarea sencilla con aquellos hombres escoltándola. Sin embargo, al mink le llamó la atención una fila de variopintas personas que se encontraban caminando y esposados al igual que el hombre del interior. Todo parecía indicar que la mujer estaba llevando más presos. Fue ahí cuando al varón se le empezó a ocurrir algo.

Usó de nuevo el conducto de desagüe para ir al interior de la fortaleza. No le hacía gracia tener que estar ensuciando sus ropas y su pelaje cada vez que pasaba por ahí, pero ya habría tiempo más adelante de tomar una buena ducha. El objetivo que el mink tenía ahora en mente era esperarlos en el interior.

Por alguna razón tenía la sospecha de que acabarían llegando a la zona de celdas, si bien puede que no al lugar del hombre apresado, tal vez a una cercana. Selios pensó en usar la oscuridad de la zona para esconderse, esperando que tanto Serin como los otros hombres bajaran la guardia mientras asignaban a los nuevos presos a sus sitios. Lo ideal sería tomar a la contramaestre distraída y escapar con ella a algún lugar donde pudiesen estar solos para poder agarrar sus llaves.

Parecía un plan alocado, y, de hecho, lo era. Se dirigió a un sitio recóndito y oscuro de la sala de celdas, y allí decidió esperar. De su ejecución dependía el éxito, al fin y al cabo. Selios tan sólo esperaba que si existiese una diosa de la fortuna, ojalá decidiera bendecirle con un poco de suerte. Para todo lo demás… Probablemente debiera improvisar, a su pesar.